[2468]
Pero ¿por qué la Misión de Africa Central, después de esfuerzos tan colosales, después de víctimas tan gloriosas arrebatadas por la muerte, cuando florecían tantas esperanzas de éxito, después de gastos tan grandes y de tantos sacrificios, tuvo que interrumpir su grandiosa y sublime obra de conquista y suspender casi por completo el desarrollo de su actividad? ¿Por qué en 1861 se impuso la dura necesidad de tener que abandonar las florecientes estaciones del Nilo Blanco, que los misioneros habían fundado entre fatigas, y que eran las más importantes y principales del territorio a convertir? ¿Por qué los misioneros, reducidos a un pequeño número, después de haber dado pruebas de un celo tan admirable tuvieron que retirarse a Egipto desde el centro de su actividad? ¿Por qué, en esta sublime misión de Africa Central, tras quince años de actividad se produjo una parálisis, y por qué estaba insegura de su futuro y se vio amenazada en su misma existencia?
[2469]
Toda empresa de gran importancia orientada hacia un fin que ennoblece a la humanidad, para poder alcanzar el mismo necesita una organización que responda al objeto propuesto y esté dotada de la debida capacidad. Sólo de esto depende el éxito de una gran obra que se quiera fundar. Tal organización debe tener una finalidad bien determinada y claramente formulada, para que el edificio que se quiere construir cuente con unos cimientos sólidos e inconmovibles; debe tener un centro del que pueda emanar la actividad; debe disponer de los medios y de los colaboradores necesarios, pues sólo con ellos se puede prometer resultados fructíferos; y, finalmente, esa organización debe estar marcada con el sello de la continuidad y del crecimiento progresivo.
[2470]
Ciertamente la misión de Africa Central disponía de muchos hombres muy capaces, que le dieron comienzo, movidos por la energía de los héroes y por el más noble coraje. Nosotros conocimos en ella obreros evangélicos de maravilloso talento, adornados de todas las virtudes apostólicas, los cuales consagraron a la misión todas sus energías, la sostuvieron y trataron de conservarla. Tenía protectores poderosos y ayudas materiales en abundancia, fruto de la munificentísima caridad austríaca. Sin embargo, le faltaron esos elementos que son imprescindibles para garantizar la duración del éxito. Le faltaba un centro de actividad, tanto en Europa como en las costas de Africa, que habría debido proporciónale colaboradores a medida de sus necesidades: obreros evangélicos de ambos sexos, capaces de ejercer el apostolado en el interior de la Nigricia. Por repetirlo una vez más, la organización de esta misión no respondía a la finalidad ni prometía buenos resultados.
[2471]
Allí trabajaron sacerdotes excelentes en todos los aspectos, pero que provenían de las dócesis del Tirol, de Baviera, de Liubliana, y de las regiones frías de Alemania y de Austria. Desde esos lugares iban sin más a las zonas tórridas de Africa Central, sin haberse sometido previamente a un tiempo de preparación común e igual para todos, orientado a este fin. Estos períodos de preparación y las varias etapas por las que el misionero debería pasar antes de comenzar a ejercer su labor, son indispensables. Los misioneros se trasladaban a las tórridas regiones del Nilo Blanco sin haberse aclimatado antes en puntos situados entre ellas y Europa. En primer lugar, habría sido urgente y necesario fundar en Europa un Seminario bien preparado, en el que formar jóvenes sacerdotes para la difícil y peligrosa misión de Africa Central. En diversos lugares de las costas de Africa se debían haber fundado colegios donde los misioneros se habituaran al clima y donde además pudieran ver si estaban a la altura de tan importante cometido, y hacerse así idóneos y valiosos obreros para el difícil apostolado de Africa Central.
[2472]
Todavía antes se tendría que haber creado una Congregación de Hermanas Misioneras, por medio de las cuales se habría proporcionado a la misión una ayuda poderosa e imprescindible para la difusión de la fe en el seno de las familias. Estas misioneras constituyen un elemento indispensable y esencial en todos los aspectos. Luego, en las costas africanas se tendrían que haber establecido Institutos, donde pudiesen vivir y trabajar igualmente los europeos y los africanos, y donde indígenas de ambos sexos recibiesen instrucción para convertirse ellos mismos en apóstoles de la fe y de la civilización entre sus coterráneos. La Iglesia siempre ha considerado esto el modo más eficaz para conducir a un pueblo a la verdadera fe y para realizar así del mejor modo la misión del Hombre-Dios: la conversión al cristianismo. La Misión de Africa Central carecía de todos estos elementos, absolutamente necesarios para asegurar la entrada de la religión de Jesucristo en esos países tan extensos y lejanos. No obstante, debemos reconocer también en esto la verdad: que las obras de Dios, como sucede en los misteriosos procesos de la naturaleza creada, comienzan como una semilla minúscula que luego se desarrolla cada vez más, pasando del estado embrionario a una madurez cada vez mayor, y creciendo sólo un poco cada vez hasta alcanzar la perfección. Así tenía que ocurrir también a esta grandiosa obra de redentora caridad cristiana, que, sembrada sin ruido, como el evangélico grano de mostaza, brotó luego, y poco a poco crecerá para dar finalmente sus frutos.
[2473]
Respecto a los elementos preparatorios requeridos a tal fin, en mi «Plan para la regeneración de Africa» se puede encontrar un esbozo de todo lo que es necesario para erigir el grandioso edificio de la evangelización de la Nigricia. Este Plan, que incluso algunas respetables Sociedades consideraron al principio como una pura utopía y una ilusión, recibió sin embargo plena aprobación del amadísimo Papa Pío IX en todas sus partes. Un poco cada vez, fue obteniendo también el beneplácito de algunos personajes distinguidos por autoridad y erudición, y sobre todo el de muchos venerables Obispos y Vicarios Apostólicos de Africa. El Rmo. Mons. Lavigerie, Arzobispo de Argel, me confesó con gran franqueza que los grandes Institutos por él fundados en su diócesis para la Prefectura del Sahara, surgieron sobre la misma base y justamente sobre los principios de mi Plan.
[2474]
Animado por las palabras del Vicario de Cristo y del muy solícito Monseñor de Canossa, Obispo de Verona y mi Superior, y con el apoyo verdaderamente extraordinario de los honorabilísimos miembros de la Sociedad de Colonia, he superado cuantas dificultades se oponían por todas partes a la realización de mi Plan, a las que no he dado importancia alguna. Parecía que el enemigo del género humano se hubiese empeñado en conseguir la destrucción de esta santa Obra, llegando hasta a amenazar con derruir el trono de nuestro Santo Padre Pío IX. Pero en las disposiciones de su Providencia Dios ha establecido que las obras que deben servir para su mayor gloria estén marcadas con el sello de la Cruz. Y por haber nacido a los pies de la Cruz, también ellas, como la Iglesia de Dios, deben soportar en este mundo los duros golpes de la persecución y las hostilidades que contra ellas desencadena el infierno. ¡Pero Dios quiso salvar su obra!
[2475]
Y la salvó por medio de su santísimo Vicario en esta tierra. Gracias a la ayuda de su benemérita Sociedad y a la caridad de la Alemania católica estamos trabajando en la realización de mi Plan. Ahora éste no sólo tiene el reconocimiento del Jefe de la Iglesia y de ustedes como muy válido para su finalidad y perfectamente adecuado para la creación de establecimientos en la Nigricia, sino que también goza ya de la aprobación de los más sensatos y prudentes personajes del siglo, así como de los más altos y distinguidos dignatarios de la Iglesia, de las Presidencias de las distintas Sociedades, y de los hombres que tienen gran experiencia en cuanto a fundación de grandes obras y sobre todo de obras misioneras. ¡Sólo a Dios cabe alabar por ello, pues sólo El es el Autor de ese Plan! Pero después de El son ustedes, mis queridos amigos, los que tienen mayor mérito. Piensen, señores, que si ahora ven la santa Obra apenas comenzada, tiempos vendrán en que vean los maravillosos resultados de los Institutos de Egipto que han puesto la base de la misma, y que constituyen ese centro de acción desde el que la actividad apostólica se extenderá a toda Africa Central. ¡Y ésta es toda obra suya! Y si luego la posteridad conoce en aquellas regiones de la Nigricia millones de seres súbditos de la Cruz y modelos de buenas costumbres y de vida civilizada, será obra suya también, porque ustedes tomaron la iniciativa.
[2476]
Es a ustedes y a su Sociedad, a quien debe su existencia la gran Obra por medio de la cual tenemos las más halagüeñas y justificadas esperanzas de conseguir la salvación de la Nigricia. Sin ustedes y sin su Sociedad nunca se habría podido fundar la gran Obra, y durante muchos siglos todavía la Nigricia permanecería aletargada, durmiendo su sueño de muerte. Desde la santa ciudad de Colonia, desde la tumba de los tres Reyes Magos, primeros apóstoles de las tierras paganas, partió el primer rayo de una luz destinada a disipar para siempre las sombras del paganismo, que desde hace más de cuarenta siglos mantienen envuelto en las tinieblas el horizonte de la Nigricia.
[2477]
Ahora bien, para que la obra tenga continuidad incluso después de mi muerte, se necesita formar en Europa un cuerpo de enseñantes compuesto de sacerdotes escogidos, solícitos e instruidos, a los que encargar de la administración y dirección de los Institutos de Egipto y de las misiones de Africa Central. Es una disposición de mi Plan, y también un deseo de Propaganda. Por ello en 1867, bajo los auspicios del excelentísimo Obispo de Verona, Mons. de Canossa, abrí en Verona un colegio para la Misión de la Nigricia, con objeto de formar misioneros europeos para el apostolado de Africa Central. Por falta de medios no me fue posible adquirir una propiedad para este Instituto y tuve que pagar anualmente un alquiler por una casa provisional. Pero finalmente, con ayuda de Dios y de San José, protector de nuestra Iglesia Católica, conseguí adquirir en Verona para dicho Instituto una adecuada sede en propiedad. En efecto, a este fin recibí de la extraordinaria munificencia de Su Majestad Apostólica la Emperatriz María Ana Pía de Austria el importante donativo de 20.000 francos, además de otras pequeñas cantidades enviadas por la Providencia, estando así en condiciones de pagar por completo la casa. Y ustedes, que tanto celo muestran por la conversión de Africa, rueguen a Dios para que todavía conserve muchos años en la tierra a esta insigne benefactora del género humano y de la Nigricia. Dios recompense con su bendición celestial a esta devota soberana y a su ilustre esposo, el Emperador Fernando I. Su oración llegará al cielo, y un día tendrán en esta gran alma una intercesora inmortal.
[2478]
También se ha fundado en Verona el Instituto de las «Vírgenes de la Caridad», donde podrán obtener sus maestras los Institutos femeninos de Africa. Pero de esto, así como de otras cosas, hablaré más adelante.
[2479]
Expuestas estas noticias generales sobre el progreso de la Obra de la Regeneración de Africa, paso a dar a los beneméritos miembros de la Sociedad un rápido informe concerniente a:
1. Los Institutos de negros de Egipto.
2. El Postulado en favor de los negros de Africa Central,
dirigido al S. Concilio Ecuménico Vaticano.
3. La pequeña expedición a Egipto, emprendida recientemente
por el Colegio de las Misiones Africanas de Verona.
[2480]
I - LOS INSTITUTOS DE NEGROS DE EGIPTO
En Egipto hay actualmente tres Casas o Institutos para negros:
a) La casa del Sdo. Corazón de Jesús, Instituto para negros.
b) La casa del Sdo. Corazón de María, Instituto para negras.
c) La casa de la Sda. Familia, escuela para negras,
en el Viejo Cairo.
[2481]
a) El Instituto del Sdo. Corazón de Jesús para la conversión de Africa
Tiene como objeto principal:
1. La educación religiosa y moral de los jóvenes negros y la instrucción de los mismos en todas las ciencias y artes que puedan ser útiles para Africa Central, a fin de que, tras una formación completa, puedan volver a sus tribus y trabajar allí, bajo la guía de misioneros europeos, como propagadores de fe y de civilización.
[2482]
2. Servir como lugar de aclimatación para los misioneros europeos, los maestros y los artesanos, con vistas a que más tarde puedan soportar mejor el clima de los países de la Nigricia y las fatigas del apostolado.
[2483]
3. Facilitar a los misioneros europeos el aprendizaje del árabe y de las lenguas y dialectos de las tribus negras, así como el conocimiento de las cosas más necesarias para la misión y de los usos y costumbres de los musulmanes, con los que van a estar en contacto incluso en los países de la Nigricia. Allí se adiestran sobre la manera de tratar, del mejor modo posible y con la mayor cautela, a hombres totalmente corrompidos. Además aprenden a relacionarse con el Gobierno egipcio y con las autoridades consulares de las naciones extranjeras. Adquieren algunas nociones de medicina y algún conocimiento de los oficios que son indispensables. Pero sobre todo deben estudiar los métodos y la práctica de ganar, de la manera mejor y más eficaz posible, almas para Dios. En una palabra, este Instituto es para el sacerdote una escuela de experiencia y una prueba, que él debe pasar para aprender a ser un buen misionero, y para ejercer del modo más eficaz y conveniente su ministerio en Africa Central.
[2484]
4. El aprendizaje en este Instituto sirve como período de instrucción y de prueba, en el cual poder llegar a conocer de la manera más aquilatada si dichos misioneros europeos y sus colaboradores, que deben trasladarse a las regiones de la Nigricia, están dotados de una castidad a toda prueba, de constancia en la fe, de humildad y abnegación, de la capacidad de entrega más generosa, de auténtica caridad y de todas las virtudes necesarias para el apostolado. Las misiones de Africa Central, en efecto, encierran graves dificultades y peligros para quien tiene que trabajar directamente en la obra de conversión, y este severo período de prueba es necesario para que jamás se dé el caso de que los que van allí a difundir las virtudes cristianas sucumban ellos mismos a la inmoralidad: «ne cum aliis praedicaverint, ipsi reprobi efficiantur».
[2485]
Además este Instituto tiene como objeto secundario la conversión al cristianismo de la raza etíope (los negros) residente en Egipto, que según la estadística oficial de 1869-1870 del Levernay sólo en El Cairo consta de 25.000 individuos. Por otra parte, el Instituto en cuestión tiene una administración propia, para la cual está autorizado por el Rmo. Vicario Apostólico, y con esta autorización se puede hacer mucho bien tanto a la colonia europea como a indígenas de cualquier rito y creencia. Gozando de gran autoridad y estima entre todas las clases de la sociedad, los misioneros se sirven con ventaja de estos privilegios, en beneficio de la misión de Egipto.
[2486]
En lo concerniente a los negros de Egipto, ya hemos comenzado, con gran reserva y circunspección, a fomentar la conversión de los que se encuentran en familias católicas, y procederemos con una discreción y prudencia todavía mayor con los negros que se hallan con herejes y musulmanes. Hemos tenido como norma esperar a que la Providencia los condujese a nuestros Institutos, y en la mayor parte de los casos esto ha ocurrido cuando se trataba de enfermos o abandonados.
[2487]
Los negros que se encuentran en familias católicas son casi todos paganos o musulmanes. La razón de este fenómeno, perjudicial para el catolicismo, reside en el hecho de que incluso entre los católicos de costumbres ejemplarísimas se da una tradicional indiferencia en lo relativo a la salvación del alma de su servidumbre negra, por considerar a ésta más un artículo de comercio que seres humanos; y no quieren en absoluto que se hagan católicos, por una doble razón: ante todo, porque los negros, haciéndose católicos, adquieren por eso mismo la libertad, y temen que entonces no quieran seguir estando a su servicio (¡cuando nosotros podemos demostrar que, luego de hacerse cristianos con el bautismo, dan prueba de una fidelidad aún mayor a sus amos!); y, en segundo lugar, porque si se hacen católicos y sus amos quieren prescindir de sus servicios, ya no pueden sacar dinero con ellos vendiéndolos a los musulmanes, porque éstos no compran negros católicos, sino sólo paganos o mahometanos. A este particular apostolado egipcio de nuestros Institutos nos referimos ya el año pasado en un informe del P. Carcereri. Así, nuestros queridos miembros llegarán a conocer la triste situación de la población negra en Egipto, sobre todo si los negros viven con familias católicas de cualquier rito. Sabrán valorar las dificultades y obstáculos que se oponen al más prudente y hábil ejercicio del ministerio sacerdotal, y comprenderán cuánta clarividencia y discreción se necesita para conseguir algo positivo. Sabrán apreciar también los buenos resultados que en esto a veces conseguimos para nuestra santa Madre la Iglesia. Y, finalmente, se convencerán también de que el apostolado de Egipto, aun constituyendo el objetivo secundario de nuestros Institutos, se revela de por sí como una parte muy esencial de la misión.
[2488]
El Instituto del Sdo. Corazón de Jesús comprende:
1. Los misioneros.
2. Los catequistas y coadjutores.
3. El catecumenado y alumnado de los negros.
4. Un pequeño hospital para negros.
Siguen a continuación, brevemente expuestas, las reglas de vida para los misioneros de los Institutos de Egipto como las tengo establecidas, sobre todo para ellos, desde 1868.
[2489]
La vida del misionero, que ha roto absoluta y definitivamente todas las relaciones con el mundo y con todas las cosas más queridas según la naturaleza, debe ser una vida de total espiritualidad y de fidelidad a Dios. El debe trabajar, con intenso espíritu de fe y de caridad hacia los hombres, por la salvación de las almas. Y a tal fin es necesario que, aparte de una fidelísima entrega al deber y de un celo ardiente, tenga un gran amor y temor de Dios. Es necesario, además, que posea un dominio bien seguro de sus pasiones, y debe distinguirse por un gran amor al estudio, y por el afán de perfección y de vida interior.
[2490]
Con este propósito he prescrito a los misioneros de los Institutos de negros las siguientes prácticas, dirigidas a lograr la propia santificación.
1. Observancia exacta del reglamento y del Horario diario.
2. Cada día Misa y Oficio divino, y cada semana confesión.
3. Mañana y noche, rezos orales y Rosario en común.
4. Por la mañana, una hora de meditación en común.
5. Examen de conciencia, Lectura espiritual, Visita al Smo. Sacramento o a la Capilla y Comunión espiritual en privado.
6. Acto de ofrecimiento a Jesús de la propia vida y de las propias fatigas para la consagración misionera, mañana y tarde, en común.
7. Lección diaria de la historia del Nuevo Testamento, y de la vida de los Mártires y de los Santos o de los Misioneros ilustres.
8. Cada año, en Cuaresma, Ejercicios espirituales durante diez días, y retiro mensual el viernes siguiente al primer domingo de cada mes.
[2491]
9. En marzo, mes en honor del Patriarca San José; en mayo, en honor de la Santísima Virgen María, con prácticas de piedad cada día de los dos meses; novenas, octavarios y triduos en común, y, según corresponda, con sermones y cánticos en honor del Smo. Sacramento, del Sdo. Corazón de Jesús, de la Sda. Familia, de la Inmaculada Concepción, y de otras fiestas de la Sma. Virgen, de San José, de los Santos Reyes Mayos, de los Santos Apóstoles y Mártires, de San Francisco Javier, de los Santos Africanos, etc., de las Animas del Purgatorio, etc., por nuestra Sta. Iglesia, por el Jefe de nuestra Sta. Iglesia, por la Propagación de la Fe, por la conversión de la Nigricia y por el bienestar y la salud de los bienhechores de la Obra de la Regeneración de Africa.
10. Especiales prácticas de piedad de cada uno.
Para promover la santificación de las almas he prescrito a los misioneros lo siguiente:
[2492]
1. Estudio frecuente de la Sda. Escritura, aplicación al de la Teología Dogmática, la Moral, el Derecho Canónico, la Historia de la Iglesia y de las Misiones, y las doctrinas de los herejes y paganos. Esto último constituye el principal objeto de estudio de los misioneros y versa especialmente:
a) Sobre las principales exigencias del ministerio sacerdotal.
b) Sobre los errores y supersticiones de los pueblos de Africa Central.
[2493]
c) Sobre los errores del Islam en general, y en particular sobre los de los musulmanes de Egipto, de Nubia y de los pueblos musulmanes de origen árabe que viven dispersos en Africa Central y que han conservado los principios de la religión mahometana.
d) Sobre los errores de los herejes y cismáticos de todo género y de todo rito en general, y las particulares diferencias entre los herejes y cismáticos de Egipto, sobre todo de los coptos, griegos, armenios, anglicanos, etc., y de los masones.
e) Sobre los perniciosos prejuicios que reinan entre los católicos de los varios ritos en Egipto, y entre algunos monjes y sacerdotes orientales, prejuicios que pueden resultar un obstáculo para el progreso del catolicismo, que defiende al Papa.
f) Sobre las perniciosas tendencias y vicios que imperan entre los católicos de Egipto por la tradicional ignorancia suya, y los medios más adecuados para ponerles remedio.
[2494]
2. Estudio concienzudo de las lenguas árabe, francesa, denka, bereber, bari, etc.
3. La historia, la geografía, la agricultura y los usos de los países de la Nigricia.
4. Algunas nociones de medicina, flebotomía, y de varias artes y oficios que son útiles en los pueblos de la Nigricia.
5. El servicio a los enfermos, con asistencia espiritual y corporal.
6. Predicación, explicación del catecismo, administración de los Sacramentos en los Institutos de negros y en las iglesias.
[2495]
Nuestros misioneros, tanto sacerdotes como laicos, viven juntos como hermanos en la misma vocación, bajo la dirección y dependencia de un Superior. Cumplen con celo lo que se les ordena hacer, dispuestos a ayudarse recíprocamente. Profesan estima a los otros misioneros de Egipto y procuran vivir con ellos en óptimas relaciones, también en el ejercicio de sus especiales cometidos. Su misión es sobre todo ésta: la evangelización de la Nigricia, en la que han de poner la mira. Aunque no obligados por voto, guardan al Superior religiosa y filial obediencia en todo, por amor a Dios, al buen orden y a los verdaderos progresos de la obra sublime y santa a la que se han consagrado. Y su dependencia de él concierne al mismo ejercicio de las funciones de su ministerio, al desempeño de las diversas funciones profesionales en los Institutos, al trato con los negros, al permiso de ausentarse del Establecimiento y al de aceptar encargos de extraños. En todos estos puntos, cada uno debe obrar en perfecto acuerdo con el Superior, y contando con su consentimiento y permiso. Este, a su vez, se comporta con ellos como padre y hermano. Trata de ayudarlos con premura en sus esfuerzos y de satisfacer sus justos deseos. Y para hacer frente a sus necesidades distribuye las diferentes tareas de acuerdo con sus inclinaciones y habilidades.
[2496]
El Superior es responsable del Instituto y de las personas que lo integran. A él compete directamente la dirección y administración del mismo, la vigilancia sobre cada uno, la representación ante las autoridades locales, la gestión de los asuntos con el exterior y las otras obligaciones que son inherentes a la función de Jefe del Instituto. En los casos de mayor importancia el Superior se aconseja con sus hermanos más expertos y prudentes, en especial cuando se trata de evitar consecuencias peligrosas para el Instituto.
[2497]
Todos llevan una vida en común, contentos con la comida, el vestido y la dotación de libros y de otros objetos, que reciben según las posibilidades del Instituto. Sólo a los sacerdotes se les permite usar para sus necesidades particulares lo que reciban de sus familias y de sus rentas. Pero se prohíben la administración directa de los bienes privados que posean en su país. Ceden en favor del Instituto también lo que reciben como donativos, por misas, etc. Además deben colaborar con el Superior en aquello para lo que él requiera el trabajo de cada uno, según su capacidad, en la educación de los negros en las varias materias de ciencias y de artes, y en función de las normas concretas que se hayan establecido para cada Instituto.
[2498]
De acuerdo con las disposiciones particulares de las Autoridades eclesiásticas competentes, se pueden confiar a los sacerdotes también la dirección espiritual de los Institutos de negras, el ministerio de la predicación y la instrucción religiosa en los dos Institutos; pero donde ello sea requerido, debe concederse a juicio del Superior.
[2499]
En las relaciones con la gente de fuera, el deber y la intención de todos es la de ganar almas para Jesucristo, por el cual han dejado patria, padres y parientes; en una palabra, todo. Aunque la actividad de los misioneros se limite a los pobres negros en nuestros Institutos y a la particular naturaleza de esta Misión, aun así, en especial los sacerdotes, aprovechan las ocasiones propicias, como hemos indicado, para hacer a todos indistintamente el mayor bien que puedan, recordando que han sido consagrados ministros de Aquel que sufrió y murió por todos. No obstante, tratándose de conversiones de adultos, cada uno actúa en inteligencia con el Superior, el cual, cuando lo exigiese un caso determinado, se dirigirá al Vicario Apostólico de Egipto y a la autoridad espiritual que representa a la Santa Sede. A los niños no católicos gravemente enfermos no se les administra el bautismo, salvo en evidente trance de muerte, y esto siempre con las debidas cautelas.
[2500]
Ningún misionero puede entrar en los Institutos de negras, o realizar allí un ejercicio de ministerio o un servicio de piedad; esto sólo se puede hacer si ha obtenido para ello facultad del Superior o bien un permiso especial. Quedan exceptuados los casos en que lo requiera una necesidad urgente e imprevista, y sólo en ausencia del Superior. Tal prohibición se extiende también a todo el personal de servicio, y el incumplimiento de esto se considera falta grave.
[2501]
En nuestros Institutos se observa la clausura, que es absolutamente necesaria y está consagrada por su uso constante en todas las asociaciones religiosas. Sin embargo, en las misiones es regulada por las circunstancias y, en determinados casos, según la prudencia del Superior. Las mujeres son recibidas en la sala común destinada al efecto, sin perjuicio de las pocas excepciones que el Superior puede hacer para algunas pías bienhechoras, o en el supuesto de que se anunciase una visita extraordinaria.
[2502]
La dirección general de los Institutos in omnibus et quoad omnia, todos los asuntos externos y todas las gestiones con las autoridades civiles, en particular con los Cónsules europeos y con el Gobierno egipcio, y la correspondencia con Europa y lo que allí se debe hacer, queda de mi exclusivo dominio. En mi ausencia, la dirección general de los Institutos de negros y la gestión económica para los dos Institutos en general corresponden al P. Estanislao Carcereri. El muy pío D. Bartolomé Rolleri es maestro de los alumnos negros; el P. José Franceschini es instructor en varios oficios y en trabajos manuales de diversas clases; Mons. D. Pascual Fiore, canónigo, es director espiritual y capellán del Instituto para negras del Sdo. Corazón de María, y D. José Ravignani lleva la gestión particular de ese mismo Instituto. Todos comparten la vigilancia de los alumnos y las otras ocupaciones del Instituto. Pedro Bertoli tiene confiada la farmacia y el cuidado de la enfermería, y Domingo enseña agricultura.
[2503]
El Instituto de negros ocupa todo el antiguo convento maronita del Viejo Cairo; posee un espacioso patio y la iglesia más amplia y bonita de dicha zona. Con 1.200 francos he tomado en alquiler esta casa por tres años; es adyacente a la antigua construcción que, como quiere la leyenda, sirvió de residencia a la Sda. Familia en Egipto.
[2504]
Las reglas establecidas para mi Instituto son fruto de largas observaciones de la experiencia. Las normas que he trazado para el mismo no son más que el compendio sustancial del modo de conducta que deben seguir los misioneros. Tengo firme la máxima y la determinación de madurar con la práctica y larga experiencia el Reglamento más adecuado para los Institutos. Someto estas normas a la S. Congregación de Propaganda Fide y a la suprema sanción de la S. Sede.
[2505]
Desde la fundación de los Institutos no ha habido momento en que no me haya dado cuenta de mi dificilísima situación con respecto a las exigencias que se presentan tanto en el interior como en el exterior de mis pequeños Institutos.
[2506]
En lo concerniente a mi posición de cara al exterior de mis Institutos, me vi puesto bajo la protección y paternal benevolencia del representante de la Santa Sede, y reconocí que el desempeño de los deberes de un apostolado tan importante y tan difícil como el de Egipto no es fácil si se consideran los muy variados elementos que abarca.
[2507]
Tenía que tratar ya con el cuerpo eclesiástico de la Misión, ya con el Gobierno egipcio y con las autoridades consulares de Francia, Austria e Italia. Me encontraba además entre un clero de diversos ritos orientales, y en medio de sectas de herejes y de la predominante masonería. El jefe de un nuevo Instituto debe tener, en cuanto a esto, los ojos vigilantes y atentos a todo y andar con pies de plomo. Tampoco dejé de ponderar bien mi difícil posición de cara a los miembros del Instituto, al frente de los cuales me encontraba. Este grupo humano estaba formado por religiosos, cuya forma de institución difería de la de los sacerdotes seculares; luego, por monjas francesas, italianas y orientales, y por negritas rescatadas gracias a diversos bienhechores y educadas en varios Institutos con normas diferentes.
[2508]
Estos eran todos elementos heterogéneos, que en primer lugar yo debía poner en perfecta armonía, y conducir a la unidad de propósitos y de bandera. Con la máxima minuciosidad y rigor estudié el carácter, las dotes y las aptitudes de cada uno, a fin de dirigirlo bien y utilizarlo en beneficio del desarrollo y prosperidad de nuestra gran empresa. Que la gracia de Dios obraba en nuestros Institutos y que su bendición llegaba a nosotros, lo noté palpablemente al reconocer en mis misioneros unos hombres de gran conciencia, firme carácter, fidelidad a la vocación, perseverancia, verdadera caridad hacia el prójimo y abnegación. En estas virtudes sobresalía entre todos el P. Carcereri. Además la Providencia nos concedió un verdadero amigo, padre y consejero en el Revdo. P. Pedro de Taggia, Representante del Vicariato Apostólico y párroco en el Viejo Cairo, el cual lleva treinta y cuatro años trabajando con gran celo para las misiones. Ya ha prestado excelentes servicios a nuestro Instituto; muestra hacia nuestra obra un interés lleno de afecto, y en los tiempos de dificultades, de cruces y sufrimientos, es para la santa misión un auténtico consuelo y una verdadera ayuda, por lo cual le estamos sobremanera agradecidos.
[2509]
¡Dios nos lo conserve aún por muchos años! Lo mismo puedo afirmar de Mons. Ciurcia, Delegado Apostólico de Egipto, Arzobispo de Irenópolis: en nuestra sublime tarea, él nos sirve a la vez de padre y de guía. Rodeados así de cerca de hombres tan serviciales, en los momentos difíciles de nuestra misión nunca dejo de aconsejarme con ellos. Los asuntos relevantes que afectan a los Institutos los someto también a nuestros sacerdotes misioneros, a quienes pido su opinión al respecto; y esto también porque es un medio excelente para introducirlos en la gestión de los asuntos y para ponerlos al corriente de todo lo que exige nuestra sublime Obra. Más tarde, si la misma se desarrolla y adquiere dimensiones cada vez mayores, esto les resultará muy útil. Todo lo que yo hacía y emprendía por nuestros Institutos era previamente objeto de detenido examen y sometido a consulta y discusión con demás, y sólo después de esto me decidía a actuar en nombre del Señor.
[2510]
Después de a Dios y a los nobles sentimientos de nuestros misioneros, debo a esta providente y saludable medida la humanidad, obediencia, buen orden y perfecta armonía que reinan en nuestros Institutos de Egipto. Además, de este modo nuestros misioneros son puestos en condiciones de gobernar por sí mismos un Instituto. Yo dirijo en el espíritu a mis queridos compañeros misioneros y sirvo de guía a su corazón; pero ellos son también objeto de toda mi estima y de todo mi afecto. A todos nosotros nos anima un común ideal, un único y ardiente deseo: sacrificar la vida, en nuestro amor a Dios y a su Santa Iglesia, por la infeliz Nigricia. ¡Porque nosotros, ilustrísimos señores de la noble Sociedad de Colonia, estamos dispuestos a morir mártires por la fe! (Seguramente recordarán que los misioneros de Africa han muerto casi todos precisamente al comienzo de su apostolado). Sí, estamos dispuestos a morir; pero queremos morir con juicio, con sabia prudencia, trabajando para una Obra grande, para salvar almas en un pueblo que es el más abandonado de la tierra. Por eso nos exponemos con alegría a los más grandes peligros de la vida, pero con esa prudencia y magnanimidad que conviene a los verdaderos Apóstoles y mártires de Jesucristo.
[2511]
b) El Instituto del Sdo. Corazón de María para la Regeneración de Africa
Así he llamado al Instituto de las negritas, cuya dirección está confiada a las Hermanas de San José de la Aparición. Se halla situado en las proximidades del Nilo, frente a las pirámides, a treinta pasos de distancia del lugar donde la hija del Faraón encontró en el agua al pequeño Moisés.
[2512]
El objeto primario y el secundario de este Instituto son análogos a los del anterior, salvo en algunas variaciones que se deben hacer por motivo de la educación, que se orienta sobre todo a formar jóvenes católicas, destinadas a colaborar en el apostolado entre las negras tanto en Egipto como en Africa Central.
[2513]
Este Instituto comprende:
1. Las Hermanas.
2. Las negritas misioneras.
3. Las aspirantes y las ayudantes.
4. El Catecumenado.
5. Un pequeño hospital para negras.
Las Hermanas, de las que soy el Superior ordinario, están sujetas a observar con la máxima exactitud las Reglas de su Instituto –sobre el cual informaré en otra circunstancia–, que fue fundado en 1831 por la Santa Sede con el preciso objeto de formar personal que acuda en ayuda de las misiones extranjeras.
[2514]
Bajo la dirección de las Hermanas y con la participación de las negritas de todas las clases del Instituto, se observan las siguientes prácticas religiosas, especialmente por las misioneras, a fin de que se fortalezcan en su santa vocación:
1. Cumplimiento exacto de todas las prescripciones.
2. Mañana, mediodía y tarde, rezos orales en común (según lo que tengo dispuesto en favor sobre todo de la misión de la Nigricia).
3. Por la mañana, media hora de meditación en común.
4. Examen de conciencia; ejercicios de piedad; visita al Smo. Sacramento y comunión espiritual; lectura espiritual en desayuno, comida y cena.
5. Confesión y comunión semanal según el consejo del Confesor.
6. Explicación del Evangelio por la mañana, y Catecismo o Doctrina Cristiana por la tarde; los domingos y fiestas, en la Capilla.
7. Cada miércoles, una hora de adoración ante el Smo. Sacramento, con Misa por la conversión de la Nigricia.
8. Ejercicios espirituales todos los años, del 10 al 19 de marzo, fiesta de San José; retiro mensual el último jueves de cada mes.
9. En marzo y en mayo, cada día santa Misa, y por la noche predicación, plegarias especiales y exposición de la Píxide.
10. El primer viernes de cada mes, celebración de la Guardia de Honor al Sdo. Corazón de Jesús.
11. Novenas, Octavarios, Triduos en honor de Jesucristo, de la Virgen María y de los Santos, según las devociones misioneras establecidas por el Instituto de negros. Especiales oraciones por el triunfo de la Iglesia, por la conversión de Africa y por los bienhechores de la obra africana.
12. Ejercicios especiales de caridad cristiana.
[2515]
Las Hermanas y las negritas que deben trabajar por la salvación de las almas, se preparan para emprender el apostolado de la Nigricia a través de los siguientes estudios.
1. Amplio estudio del Catecismo y de las diferencias con las otras religiones, en la medida en que este último tema sea adecuado al sexo femenino católico. Una misionera les imparte de cuando en cuando esta enseñanza, explicándoles con ejemplos las peculiaridades de las herejías, como se hace también en los Institutos para negritos. A la enseñanza de las controversias religiosas se añade otra sobre cómo convertir mejor a nuestra santa religión a la población negra femenina de cualquier supersticiosa creencia. Se les indica el modo de argumentar y los ejemplos más prácticos y sencillos para combatir y destruir los errores de las creencias supersticiosas de las mujeres del Islam, del paganismo y de las varias sectas, etc. Dado que en Oriente muy difícilmente los hombres pueden acercarse a las mujeres, y que los misioneros deben ser muy circunspectos al hablar y conversar con ellas, nos prometemos grandes éxitos para nuestra santa fe católica en especial por parte de las Hermanas y de las negritas, con su influencia sobre la mujer en su calidad de misioneras. Ante todo me parece importantísimo y sobremanera necesario que las jóvenes misioneras negras sean instruidas de este modo sobre las diferencias religiosas, porque sólo así puede verse facilitada nuestra obra.
2. Las negritas misioneras instruyen a las ayudantes y a las enfermas en la fe y en la moral cristiana, y preparan a las catecúmenas para el santo bautismo.
3. Estudio de las lenguas árabe y denka.
4. Ejercicios prácticos de servicio y asistencia espiritual a los enfermos; algunas nociones de medicina y farmacia.
5. Estudio de todas las labores manuales femeninas de primera necesidad para la Nigricia, especialmente confeccionar vestidos, coser, cocinar, tejer.
6. Aparte del árabe, aprendizaje del italiano, el francés, el denka, y de algunos dialectos africanos.
7. Prácticas de cocina: hacer pan, preparar comidas con los productos que, mediante una agricultura mejorada, se pueden producir también en los países de los negros. Tejido de esteras y preparación de mantas con hojas de palma.
[2516]
Las negritas, bajo la vigilancia de las Hermanas y de las maestras negras más expertas, realizan todos los trabajos finos y de valor que son encargados por gente de fuera, y especialmente por almacenes europeos; se trata de toda clase de bordados en oro y en seda. También se ocupan de hacer vestidos, de cocinar y de lavar para los Institutos. Los trabajos de cocina y de lavandería y el servicio a los enfermos los llevan a cabo las negritas por turnos semanales.
[2517]
Entre las misioneras negras hay dieciséis de probada moralidad y capacidad y de sólida vocación, las cuales están perfectamente formadas y preparadas para ejercer con óptimo resultado su apostolado en Africa Central. Se hallan muy prácticas y excelentemente instruidas en el arte y manera de atraer negras, a fin de hacerles accesible el catolicismo, aunque estén muy endurecidas en sus supersticiosas creencias o muestren una fanática adhesión al Islam.
[2518]
La experiencia nos ha convencido de que este Instituto de negras es un elemento muy importante para conducir al cristianismo a la población de color femenina, originaria de muy diversas tribus, que vive en Egipto. De hecho ha sucedido a menudo que las negritas musulmanas o paganas, al hablar con las nuestras y ver la buena educación y los conocimientos de éstas, y lo bien que cantaban en la iglesia, han sentido el deseo de hacerse también ellas católicas. Y muchas, en efecto, han abrazado nuestra santa fe y perseveran en ella con fidelidad. Ciertamente el número de convertidas sería con mucho todavía mayor si ellas no hubieran tenido que enfrentarse a la despiadada oposición de sus amos. Aunque muchas de estas convertidas, arrancadas violentamente del seno de sus familias y compradas y vendidas innumerables veces por hombres crueles, han estado expuestas a los peligros más horripilantes, sin embargo, recibido el santo Bautismo, han manifestado una gran pureza costumbres y se han conservado en la inocencia bautismal. Pues bien, si vemos resultados tan espléndidos con estas jóvenes misioneras en Egipto, donde hay tantos obstáculos que superar, ¡cuánto más grande no será su eficacia cuando sean trasladadas a las tribus negras de Africa Central! Allí no hay luchas ni contra el fanatismo musulmán, ni contra los peligrosos prejuicios de amos inflexibles. Estamos convencidos de que en breve sus hermanas negras serán ganadas para nuestra santa fe. Esta es una prueba más respecto a la oportunidad de mi «Plan para la regeneración de Africa».
[2519]
La enseñanza en las casas de familias católicas de excelente reputación se realiza de modo que vayan siempre dos negras acompañadas de una Hermana. Tal misión, que se lleva a cabo en favor de una negra pagana o musulmana, generalmente trae consigo otros frutos; pues hay otras que en parte por curiosidad, o movidas por la gracia de Dios, llegan a la firme decisión de hacerse católicas.
[2520]
Permítaseme hacer aquí una pequeña digresión y narrar a nuestros miembros de la Sociedad un grato acontecimiento ocurrido a la negrita Josefina Condé. Había sido educada con extraordinario cuidado y amor en Salzburgo por las Ursulinas, y en septiembre de 1869 el Rmo. Arzobispo Primado de Salzburgo me la envió a El Cairo. Nacida en Darfur, Josefina fue en febrero del pasado año, acompañada por una de nuestras Hermanas y por dos misioneras negras, a casa de un copto donde había tres negras a las que instruir en la religión católica. Allí conoció también a otra negrita que había acudido por la curiosidad de ver a nuestras misioneras y de hablar con ellas. Apenas llevaban en la casa un cuarto de hora, cuando ésta, después de mirar repetidamente a Josefina Condé, rompió a llorar entrecortadamente. Josefina, sin explicárselo ella misma, se puso a llorar también, ante lo cual las otras, impresionadas, intentaron de la mejor manera consolar a ambas. De repente, la negrita que lloraba se acerca a nuestra Josefina y le busca en la nuca una cicatriz. Luego le pregunta si el nombre de su padre no era tal y tal. Y Josefina le contesta que sí. Entonces el río de lágrimas de las dos se desborda, mientras ambas no dejan de mirarse. La negrita de fuera hace nuevas preguntas: «Tu madre, ¿no se llamaba así y así? El país donde naciste, ¿no era tal? ¿No tenías una hermana mayor que tú y otra más pequeña y un hermano, y no eran sus nombres éste, éste y éste?»... Josefina a todo respondía que sí. El llanto no cesaba, y finalmente aquella chica volvió a la carga con sus preguntas: «Cuando aún vivías en tu país, ¿no te llamabas así y así?» «Sí, me llamaba así y así» «¿Te acuerdas todavía de tu hermana mayor y de su nombre?» «Sí – contestó Josefina–. ¡Y de cuánto quería a mi hermana mayor!» «¿Recuerdas también cómo los chilabas te arrebataron de los brazos de tu hermana?» «Recuerdo perfectamente todo eso», respondió Josefina. «Pues bien, debes saber que yo soy tu hermana mayor».
[2521]
Y en este punto las dos hermanas se arrojaron una en brazos de la otra. En aquella ocasión Josefina vino a saber que, un día después que ella, también su hermana fue secuestrada junto con la madre de ambas. Después de tres meses de viaje llegaron al Kordofán, y ella fue vendida a un nubio que la llevó consigo a Dóngola y a Siut, donde pasó a ser propiedad de un traficante turco. Este la vendió en El Cairo a un eunuco del harén del Sultán, que la hizo llevar a Constantinopla, donde se convirtió en una de las esposas de un rico musulmán, al servicio del harén imperial. Este la trató bien y le proporcionó vestidos, perlas y diamantes. Pero tras la muerte de él, cayó en la miseria y fue vendida a un comerciante de tabaco que se dirigía a El Cairo. Un hijo suyo fue vendido en Esmirna a un traficante. Y es así como, llevando en Egipto cerca de un año, esa mañana fue a casa del copto y la suerte le hizo hallar a su hermana. «Estoy contenta de haberte encontrado –dijo a Josefina–, pero me disgusta ver que eres cristiana. Espero que te harás musulmana como yo». «No, querida. Por el contrario, espero que tú te hagas cristiana. Yo he estado en Europa; he pasado muchos años en Alemania, donde me han colmado de beneficios y me han hecho conocer el camino que lleva al cielo. Y habiéndome inculcado el amor a la Santísima Virgen, me he hecho cristiana. Tú también debes probar lo bueno que es ser cristiana». Pero estas palabras no agradaban a la otra, que, aun alegrándose de que hubiera estado en Alemania, no quería admitir que se hubiera hecho cristiana. Josefina la invitó a hacerme una visita, cosa que ella rechazó por miedo a que yo la secuestrase y la convirtiese por la fuerza. «Ven –insistió Josefina–, vayamos juntas a a ver a nuestro Padre, verás como es bueno».
[2522]
Pero aquella vez ella no quiso saber nada del buen padre. Vino otro día, aunque todavía tenía mucho miedo. Deseaba que yo dejase que su hermana fuera a su casa con ella, cosa que le negué rotundamente. Pero tiempo después, ella visitaba con frecuencia a Josefina en el Instituto, y en la actualidad parece muy dispuesta a abrazar el cristianismo. Sin embargo, hasta ahora no he logrado comprarla a su amo, el cual, teniendo pocas ganas de venderla, pide por ella un precio exorbitante. Roguemos a la Madre y Reina de la Nigricia, la Virgen Inmaculada, que nos ayude para que también esta alma se salve.
El pequeño hospital de nuestro Instituto tiene una farmacia con dos mil francos en medicamentos, de los cuales provee a las otras casas y además a muchos pobres de la ciudad.
[2523]
Las Hermanas están animadas de un espíritu extraordinario, son ejemplares en su vida religiosa y muestran una enorme entrega y celo hacia nuestra obra. Nosotros, por nuestra parte, no descuidamos fortalecerlas en su vocación, ayudarlas y perfeccionarlas.
La Superiora es Sor Verónica Pettinati, de Empoli, que antes fue Superiora en Malta y en Jerusalén. Está verdaderamente a la altura de su misión. La casa del Sdo. Corazón de María es una construcción amplia y sólida con un pequeño huerto, y la he tomado en alquiler al señor Bahhari Abut, griego católico, por 1.600 fr. al año.
c) El Instituto de la Sda. Familia
[2524]
En Egipto, la situación de los negros es bien lastimosa y triste. Muchos años de experiencia me han convencido de que no sólo el musulmán y el infiel, sino también el cristiano de buena índole e irreprochable, salvo pocos de ellos, consideran a los infelices negros no como hombres, como seres dotados de razón, sino como objetos que producen ganancia. En general un caballo, un camello, un asno, un perro, una gacela son más apreciados, con mucho, que un negro o una negra. El valor de estos últimos está sólo en proporción al precio que han costado o al dinero que ellos pueden proporcionar con sus servicios y fatigas e incluso con sus bajas pasiones. Aquí el negro, como ser racional, no tiene valor alguno. Sólo una clase de negros goza de gran aprecio, y son los eunucos, los guardianes de los harenes. De cien negros que a los siete u ocho años de edad son sometidos a esta bárbara operación, quizá veinte quedan con vida. Así, dado que un eunuco cuesta de quinientos a mil táleros prusianos, su mayor estimación viene determinada por el alto precio. Por esto se darán cuenta nuestros queridos benefactores alemanes del gran bien que hacen cuando emplean sus limosnas en los desdichados pueblos negros. Estos pobrecitos, arrebatados violentamente a sus padres, tienen que hacer duros y peligrosos viajes para luego caer en manos de amos bárbaros, que se los venden unos a otros ocho o diez veces. Y luego acaban siendo objeto de desprecio y víctimas de la crueldad. La caridad alemana, que sostiene nuestros Institutos, es la más noble obra de civilización en favor de una parte de la familia humana más sufriente y abandonada de la tierra, y los negros serán así elevados no sólo a la altura de la fe cristiana, sino también de la civilización europea.
[2525]
La Nigricia prorrumpirá un día en un canto de alabanza y de agradecimiento en honor de la generosa Alemania católica, a la que debe su resurrección.
La existencia de un Instituto en el que los negros son educados en la fe y en todos las ramas de la cultura, como en los Institutos de Europa, ya ha hecho milagros en Egipto. En efecto, a muchos egipcios les parecía absolutamente imposible que los negros pudieran ser educados en la civilización y que tuviesen las aptitudes de los blancos. Hoy están convencidos de que esto se ha convertido en una espléndida realidad. Pues bien, aunque tal Instituto debía ser para los musulmanes una prueba palmaria y elocuente de ello, la actividad del mismo no estaba dirigida al exterior, al tener que emplear nosotros excesivas precauciones para no caer en peligrosas contiendas a causa del fanatismo musulmán, y para no herir la susceptibilidad de las varias sectas en la tierra de los Faraones. Pensé entonces en un medio para promover aún más la raza negra y colocarla en una perspectiva favorable ante aquellos hombres, que tienen sólo una sombra de civilización. El derecho que la raza negra posee, y que se le debe reconocer entre la blanca, debía hacerse aún más evidente para los egipcios. Y quise mostrar todavía más a los pueblos, probándolo con un ejemplo bien expresivo, que según el espíritu sublime del Evangelio todos los hombres, blancos y negros, son iguales ante Dios y tienen derecho a las bendiciones de la fe y a la adquisición de la civilización cristiana europea.
[2526]
Entre los medios que pensé para alcanzar este objetivo, el más práctico y el más conveniente, por las condiciones en que nos encontrábamos el año pasado, fue la creación de una escuela pública en el Viejo Cairo, en la cual sólo debían trabajar maestras negras. Tenía que crearse totalmente a la europea y debía ser frecuentada por chicas de cualquier raza. Pensaba que esto influiría mucho en que se tuviera un concepto más alto de la raza negra en Egipto. Al mismo tiempo, las misioneras negras podían considerar su obra en esta escuela como una especie de noviciado y un tiempo de prueba en el que prepararse para el futuro apostolado de maestras y de misioneras en Africa Central.
[2527]
Estas dos razones, unidas a la necesidad verdaderamente urgente de tener en el Viejo Cairo una escuela pública para niñas, me decidieron a fundar un pequeño Instituto dedicado a la «Sda. Familia». Una vez obtenida la autorización, solicitada del Rmo. Arzobispo, Vicario y Delegado de Egipto, que el 23 de mayo de 1869 me hizo llegar un decreto, pude abrir una escuela en el centro de la antigua Babilonia de Egipto, a pocos pasos de la santa Gruta donde la Sda. Familia de Jesús, José y María descansó en su fatigosa huida.
[2528]
En esta escuela, en la que enseñan cinco misioneras negras bajo la dirección de Sor Catalina Valerio, franciscana de la Orden Tercera de Verona, y Sor Faustina Stampais, prima mía, de Maderno (diócesis de Brescia) se imparte enseñanza de catecismo y de moral cristiana; de todas las materias elementales; de árabe, francés, italiano, alemán y armenio, y de todos los trabajos manuales femeninos, desde las labores de punto hasta el más fino bordado en oro y en seda. Asisten a ella chicas orientales católicas de todo rito y europeas, así como griegas, armenias, cismáticas y musulmanas. Pero ocurre que, como el Patriarca copto cismático ha prohibido a las chicas de su religión que frecuenten la escuela de nuestro Instituto, de éstas van allí pocas. Tuve por esto una conversación con él, que no condujo a ningún resultado. Me dijo: «Yo no quiero que las chicas coptas asistan a su escuela: de las negras no tienen nada que aprender, y además temo que se hagan protestantes». Se ve hasta dónde llega la sabiduría de tal Patriarca. En vano intenté demostrarle que la religión protestante está más lejos de la fe católica que de la copta, y que sus sacerdotes coptos se hallarían en mejores condiciones de enseñar el protestantismo que la fe católica.
[2529]
Esta casa pertenece a los RR. PP. Franciscanos de Tierra Santa, a los que pago un alquiler anual de 360 francos. La enseñanza escolar es impartida de manera gratuita. Sólo algunas familias alemanas bávaras pagan allí algo mensualmente.
[2530]
GASTOS Y MEDIOS DE SUBSISTENCIA
DE LOS INSTITUTOS DE EGIPTO
Respecto a los medios pecuniarios y materiales de nuestros Institutos, tengo mil motivos para dar gracias a la Providencia. A pesar de que los tiempos son actualmente tan tristes y desde 1867 se han abatido sobre nuestros Institutos diversas contrariedades y borrascas, hasta ahora nunca ha faltado en ellos lo necesario, por las admirables disposiciones de Dios (aunque no deja de ser cierto que el demonio amenaza a toda obra de bien). Nosotros hemos llegado felizmente hasta aquí y esperamos seguir trabajando de la misma manera, hasta que nuestros Institutos tengan un día ingresos propios.
[2531]
Hasta el presente, la ayuda más considerable nos ha llegado de la Alemania católica, representada por la benemérita Sociedad de Colonia, que es la directa fundadora de nuestros Institutos para negros en Egipto y la mejor promotora de la Obra de la Regeneración de Africa. ¡Dios la impulse a proseguir e intensificar sus limosnas! La protectora de esta gran obra es la benemérita Sociedad de Colonia: ¡ella es verdaderamente una sublime obra de Dios! Nuestras súplicas al Señor van dirigidas a que se difunda cada vez más y adquiera proporciones siempre mayores.
[2532]
Un grave inconveniente consiste en que nuestros Institutos de Egipto no poseen todavía ninguna casa en propiedad.
El alquiler de las tres casas de Egipto nos cuesta 3.160 francos al año. Con las reparaciones, que se vuelven necesarias, tal cantidad asciende cada año a 4.000 fr.; sin embargo, de ahora en adelante, sólo a 3.550 fr. Una casa propia para la misión nos supondría 80.000 fr. La casa del Sdo. Corazón de María me fue ofrecida por 60.000 fr., pero algunos cambios y mejoras requerirían otros 20.000 francos. En Egipto las casas son muy caras. Para posibilitar la adquisición de una en propiedad, al menos para empezar, la ilustre Sociedad de Colonia, con noble e incomparable premura, me ha enviado la importante cantidad de 10.000 fr. Este ejemplo digno de alabanza ha encontrado eco en un insigne bienhechor, que ha destinado a este fin otros 3.000 fr. Ciertamente, todavía nos falta mucho para poder comprar una casa propia. Dios infunda semejante espíritu de caridad también en otros bienhechores, a fin de que este punto relevante para nuestra gran obra quede pronto solucionado.
[2533]
Los gastos necesarios sólo para las necesidades más urgentes de los tres Institutos de Egipto ascienden cada año a 25.000 fr. Empleando la mayor moderación, tal cantidad anual ha resultado hasta ahora imprescindible.
Sigue aquí una breve exposición de los ingresos y gastos de tres años de nuestros Institutos de Egipto, o sea, desde su fundación hasta el presente, en los que se incluyen viajes, donaciones en dinero y víveres y los gastos para el equipamiento interno.
INGRESOS Y ACTIVO DE LOS INSTITUTOS DE EL CAIRO
EN LOS PRIMEROS TRES AÑOS DESDE SU FUNDACION
Donativos en dinero
1. La ilustre Sociedad de Colonia para el rescate
[2534]
de negros ............................ 33.050
2. La Sociedad de la Propagación de la Fe de Lyón
y París ............................... 1.000
3. La Ludwigverein de Munich ............. 1.500
4. La Sociedad de la Inmaculada Concepción de Viena 1.000
5. La Sociedad para las Escuelas de Oriente de París 1.200
6. La Sociedad del Santo Sepulcro de Colonia .. 500
7. El Instituto de Monjas Cistercienses de Landschut,
en Baviera ............................ 2.000
8. El Instituto de la Visitación de Beueberg, en Baviera 1.260
9. Ofertas de benefactores privados, entre los que se
distinguen: Sus Majestades el Emperador Fernando I
y la Emperatriz María Ana de Austria, Su Alteza
el Duque de Módena Francisco V, Su Alteza Real el
Príncipe Jorge de Sajonia y consorte, Su Alteza Prín-
cipe Carlos de Löwenstein, etc., etc. ........... 19.470
10. Obtenido de los trabajos de las negritas de los Insti-
tutos de El Cairo ........................... 3.680
11. Por las Misas de los misioneros (estipendios de Misas) 5.400
[2535]
DONACIONES EN ESPECIE DE DIVERSAS CLASES
12. Señorita Duchene de París, Señora Maurin Bié,
señorita Dephies, Sociedad de Roma (Obra Apos-
tólica de Roma): tela, vestidos, camisas, etc., etc.,
por un valor de .......................... 3.640
13. Donaciones en café, azúcar, queso, harina y otros
productos alimenticios ................... . 4.000
14. De la familia del misionero D. Rolleri, y de las monjas
de la Santísima Virgen de Cremona, trigo, jamón, etc. 700
15. Nueve barriles de aceite de mi padre, Luis Comboni 750
————
Francos 89.150
[2536]
Ahorros mediante mis gestiones y concesiones extraordinarias
16. Varias Compañías Ferroviarias con sede en París; el
Sr. Pointu, Director de los Ferrocarriles del Sur, en
Viena; el Sr. Behm, director en Innsbruck; el Sr. Tala-
bot, de París, etc.: me concedieron viajes gratuitos en
Italia, Francia y Alemania, por importe de ........ 1.600
17. Viaje gratuito a El Cairo de negritas como postulantes
de la Misión, de Hermanos laicos y de obreros; trans-
porte gratuito de 274 bultos desde Marsella a Alejan-
dría a cargo de S. E. el Ministro de Asuntos Exteriores
de Francia (el Gobierno francés concedió viaje gra-
tuito sólo a los misioneros, y esto no siempre, sino sólo
en algunos casos) y del Gobierno egipcio ......... 12.000
————
Suma de los ingresos en francos 102.750
GASTOS Y PASIVO DE LOS INSTITUTOS DE EL CAIRO
EN LOS PRIMEROS TRES AÑOS DESDE SU FUNDACION
1. Gastos de viaje para treinta y seis personas, con trans-
porte de equipajes desde Europa hasta El Cairo ... 15.600
2. Mis viajes a Europa ......................... 2.200
3. Alquiler de las casas de El Cairo ............... 8.160
4. Para mí y para los Institutos, cartas y envío y recibo
de paquetes, etc. ............................ 2.600
5. Gastos para el culto: luces, aceite, vino, harina, bancos
confesonarios, lavamanos, etc. ................. 2.900
6. Farmacia; honorarios del médico ordinario y de uno
para casos especiales; pequeños gastos del hospital 4.800
7. Comida, ropa y mantenimiento de 72 personas; gastos
de transporte en carro, burro, etc., y de rescate de
negritos y negritas 39.000
8. Camas de hierro, lavabos, utensilios para artes y oficios,
lo necesario para el altar, etc. Todos los objetos que
los tres Institutos poseen, y que ascienden aprox. a 26.000
————
Suma de los gastos en francos 101.260
Total de las entradas y activo .................... Fr. 102.750
Total de los gastos y pasivo ..................... Fr. 101.260
————
Remanente .................................. Fr. 1.490
[2537]
No se han tenido en cuenta las limosnas necesarias, que en toda misión se deben dar a los pobres, en dinero o en otras cosas.
Así pues, ahora tienen ustedes, como jefes supremos que son, una idea de la fundación y de los fines de nuestros tres Institutos de negros de Egipto, así como de las Reglas que en ellos se observan. Deben considerarse los mismos como la primera piedra de ese grandioso edificio de caridad cristiana y de civilización, que en su admirable preordinación la divina Providencia parece querer erigir para la conquista moral y espiritual de la Nigricia de Africa Central. Aún me quedaría algo más que exponer sobre los resultados primarios y secundarios conseguidos y que se esperan conseguir en estos Institutos. Pero ello será materia de un ulterior informe que por el momento me reservo.
[2538]
Quiero todavía señalar aquí que el representante de la Santa Sede, el Rmo. Mons. Ciurcia, Vicario y Delegado Apostólico de Egipto y de Arabia, ha mostrado siempre gran benevolencia hacia mí y los Institutos, expresando de la manera más afectuosa su complacencia y dando a la S. Congregación de Propaganda Fide los informes más halagüeños al respecto. También han producido una excelente impresión a los Obispos y Vicarios Apostólicos de China, de la India, de América y de Oriente, que con ocasión de su viaje al Concilio Ecuménico Vaticano los honraron visitándolos. Con particular gratitud y veneración recuerdo al Rmo. Mons. Leo Meurin, de la diócesis de Colonia, espejo del apostolado en la India, Obispo Ascalona, Vicario Apostólico de Bombay y Administrador interino del Vicariato de Poona. Como miembro de la Compañía de Jesús posee una agudeza especial a la hora de emitir un juicio sobre un Instituto misionero, y sabe ver con gran precisión si un Instituto para el apostolado de reciente creación permite abrigar esperanzas sobre él y si lleva un camino de progreso. Aquellos de ustedes, estimadísimos señores, que han tenido la suerte de gozar de la conversación de este insigne apóstol de la India, le habrán oído hablar sobre los trabajos y el progreso de nuestros Institutos (cf. los Anales del año pasado). La encomiable bondad que tuvo para con nosotros en Egipto, en Roma, y en todas partes, no la olvidaré jamás. Este digno hijo de San Ignacio, a quien ha sido confiado el apostolado de la India, el de su glorioso Padre y predecesor San Francisco Javier, se ha convertido en imitador de sus gloriosas virtudes. La India y el Concilio Vaticano deben a Monseñor Meurin servicios de primerísima importancia. Es para mí una alegría y un orgullo que este ilustre Obispo sea natural de Colonia.
[2539]
Egipto, con ocasión de la solemne apertura del Canal de Suez, fue honrado con la sublime presencia de los más poderosos magnates de Europa, entre ellos el glorioso Príncipe de la Corona de Prusia y la Emperatriz Eugenia. Para hacer honor a la verdad y cumplir con un deber de gratitud, hablaré de la conducta verdaderamente apostólica de Su Majestad el Emperador de Austria.
[2540]
El afortunado evento de la solemne apertura del Canal de Suez, que tuvo lugar a mediados de diciembre de 1869, hizo llegar el reflejo de su esplendor a las santas misiones de Oriente y en especial a la de Egipto. Entre la Realeza europea asistente a las fiestas, que hizo preparar con esplendor y magnificencia orientales Su Alteza el Jedive de Egipto Ismail Bajá, estaba también Su Majestad el Emperador de Austria. Esta presencia en Egipto del noble descendiente de los Habsburgo, si desde un punto de vista humano era un gran honor para el memorable momento de la inauguración de una obra de gloria y alcance mundiales, en el aspecto religioso, según las misteriosas disposiciones de la Providencia, fue un acontecimiento sumamente feliz para el catolicismo. En efecto, resultó un verdadero apostolado en favor de las Misiones católicas. Cuando un Emperador tan poderoso no desdeña postrarse ante la tumba del Salvador y ofrecer testimonio de su veneración a los Santos Lugares, santificados por la presencia del Hombre-Dios durante su vida terrena, en Tierra Santa y en Egipto da con ello un ejemplo magnífico y elocuente. Tampoco dejó de manifestar su estima a los sacerdotes de estos Santuarios, que en estas tierras predican a los infieles el Evangelio de paz y de todo bien. Tanto es así que, apenas llegado a la Santa Ciudad de Jerusalén, el gran monarca se arrodilló a los pies de un pobre fraile franciscano, y le hizo su confesión para luego recibir el pan de los ángeles en el Sepulcro del que es Rey de reyes y Señor de los ejércitos. Este fue un espectáculo edificante no sólo para los católicos, sino también para los turcos y para los herejes. A su llegada a Suez y a El Cairo, su primera preocupación fue la de asistir a la santa Misa en los modestos templos de Dios que allí se encuentran, y sólo después visitaba las soberbias y gloriosas maravillas de los siglos pasados.
[2541]
El 23 de noviembre será para mí una fecha eternamente memorable. Ese día Su Majestad Imperial, a las once de la mañana se dignó recibir al cuerpo diplomático y a los cónsules de Egipto. Una hora antes, el Rmo. Monseñor Ciurcia reunía en su residencia a los Obispos de los Católicos orientales unidos [a Roma, o «uniatas»] y a los Superiores de los Institutos, y a las once nos presentábamos en el magnífico palacio de Jazirah. Apenas Su Majestad Imperial tuvo noticia de nuestra llegada, nosotros, los representantes de la Religión católica en Egipto, fuimos recibidos inmediatamente, sin haber pedido audiencia, y el cuerpo diplomático tuvo que esperar. A la breve y vibrante alocución de Mons. Ciurcia, el Emperador respondió con palabras de benevolencia y de estímulo y con la promesa de procurar ayudar y proteger los intereses de la religión católica en Oriente. El Emperador se dirigió luego a cada uno de los Obispos y Superiores de los Institutos con algunas palabras amables. También a mi humilde persona se dirigió Su Majestad Imperial, y con particular afabilidad me expresó el interés que siente por la regeneración de Africa Central, de la que el Emperador siempre ha sido valioso protector desde la fundación del vasto Vicariato. Tal reconocimiento y consideración que el catolicismo y sus representantes espirituales experimentaron por parte de tan gran Monarca no dejaron de producir sobre los turcos una favorable impresión de asombro.
[2542]
Vieron que un Emperador profesaba ante todo el mundo la más sincera estima y respeto por su santa religión y que trataba a todos sus sacerdotes, de Obispos para abajo, con la más cordial gentileza. De ello seguramente sacaron como consecuencia evidente que, por su parte, no debían poner más obstáculos al apostolado católico, sino conceder plena libertad a nuestra santa Religión, y que los Misioneros y Representantes de esta santa Religión en Oriente debían ser respetados; porque, de lo contrario, un soberano europeo tan poderoso podría denunciar su prepotencia e injusticia. Dado que esta manera de proceder del Emperador de Austria tuvo consecuencias muy favorables para el apostolado, debe ser conservada para eterna memoria en los anales de la Misión, y los misioneros la recordarán con gratitud imperecedera. Entre los personajes ilustres que presenciaron la apertura del Canal de Suez y que honraron con su visita a nuestros Institutos, debo recordar también a Su Alteza Real el Archiduque Rainiero con su distinguida consorte, así como al Archiduque Ernesto, todos los cuales se entretuvieron campechanamente con las negritas, interesándose con la máxima condescendencia por saber cosas sobre ellas.
II
[2543]
La obra de la regeneración de la Nigricia es una tarea difícil y urgente en grado sumo, y enorme. Para realizar en líneas generales el proyecto como lo tengo concebido, y para darle una base duradera, se necesitaría la participación masiva de todos los católicos del mundo, unidos en un mismo esfuerzo: así se liberaría a estos pobres pueblos negros de la noche del paganismo y se haría resplandecer sobre ellos la luz vivificadora de la fe en Jesucristo. ¡Debemos pensar siempre que son la décima parte de todo el género humano! ¡No encuentro palabras para describir el dolor que siento, la profunda congoja de mi corazón y con qué gravedad e intensidad pesa sobre mí la preocupación por la desolación y el letargo en que esos infelices se hallan inmersos! Yo he sido testigo ocular de las cadenas espirituales y de la profunda miseria de esos desdichados. El pensar que una miseria humana tan enorme pesa sobre mi querida Nigricia, me quita muchas noches el sueño y por la mañana me levanto más cansado que cuando me acosté después de un día de intenso trabajo. Y en estas noches largas y llenas de angustia, antes de que me dé cuenta, mi imaginación corre hacia las abrasadas tierras de Africa Central, aún inexploradas y escenario de las condiciones más deprimentes. Después, con el pensamiento, recorro toda la Europa desarrollada, ¡y miro a mi alrededor por ver si surge un rayo de esperanza de que algo puede beneficiar a mis pobres negros!
[2544]
Tras ello me postro de nuevo, decididamente, a los pies de los monarcas y de los grandes de este mundo para suplicarles con ríos de lágrimas que abran la mano y gasten una parte de sus tesoros en la salvación de esos infortunados. Dejo luego que mi mirada se deslice sobre la parte selecta del rebaño de Jesucristo, contemplando los más florecientes seminarios de las diócesis señeras del mundo católico, y en ellos querría escoger para mí los jóvenes más fuertes, la flor y la esperanza del sacerdocio, para incitarlos a que vuelvan con gesto heroico la espalda al mundo, dejen su patria y corran en ayuda de aquellos infelices para romper las cadenas de su esclavitud y llevarles la buena noticia, la fe católica.
[2545]
Una noche quedé inmerso en tales pensamientos, al poco de volver del lecho de muerte de un pobre hombre que vivía a la orilla del Nilo, donde se encuentran las famosas pirámides, precisamente esas pirámides que son verdadero símbolo de la esclavitud del pueblo hebreo, el cual fue empleado en la erección de estas antiquísimas y célebres construcciones y derramó en ellas su sudor. Y como un relámpago iluminó mi espíritu la idea de aprovechar el santo Concilio Ecuménico y presentarme a todos los Obispos del mundo católico, reunidos junto la tumba de San Pedro para hablar con el Vicario de Jesucristo sobre los asuntos de mayor interés para la Iglesia católica y sobre su influencia en todo el mundo. Durante algún tiempo llevé conmigo esta idea en mi espíritu. Luego recé e hice rezar por mí a los mejores entre los primeros frutos de la Nigricia regenerada. Y tras consultar largamente con mis compañeros de misión, y después de muy detenido examen, resolví marchar a Roma, adonde, por la ruta de Messina, llegué el 15 de marzo, día de mi cumpleaños. Considerado a fondo todo lo que podía favorecer más mi proyecto y mantenidas frecuentes conversaciones con los más insignes Prelados del Concilio Ecuménico, sobre todo con el Cardenal Barnabò, fui invitado a preparar un «Postulatum Pro Nigris Africae Centralis», que debía estar provisto de las cualidades necesarias para poder ser tomado en consideración por la Asamblea conciliar.
[2546]
Así, mediante singular ayuda de la gracia divina y con un trabajo indecible, logré someterlo a la Comisión. Tuve que visitar a seiscientos Obispos, gran número de los cuales suscribieron el Postulado. Esa Comisión constaba de Cardenales, Patriarcas, Arzobispos y Obispos, y había sido nombrada por Su Santidad Pío IX para recoger y examinar las propuestas de los Padres del Concilio. Siendo el objeto de mi Postulado útil a la Iglesia universal, aquélla dio su consentimiento para que fuese sometido al Concilio. Y finalmente el 18 de julio de 1870, día memorable para la Iglesia Católica, el Secretario de la Comisión de Postulados, Mons. Alejandro Franchi, Arzobispo de Tesalónica, lo presentó a Su Santidad. Pío IX se dignó firmarlo y determinó que en el Concilio se tratase bajo la rúbrica «de Missionibus Apostolicis».
[2547]
En breve, no puedo enumerar todos los beneficios que el Postulado aportará en el futuro, porque recomienda a la Iglesia universal la gran cuestión de la Nigricia y del Africa Central. Los Obispos del Concilio lo acogieron con gran interés, a pesar de que entonces embargaba todos los ánimos más que nada el capital asunto del dogma de la Infalibilidad, de modo que éste acaparaba casi toda la atención. De los beneficios que subraya el Postulado, quiero señalar sólo dos:
[2548]
1. Apenas fuera discutido en el Concilio el gran problema al que alude el Postulado, y con una decisión conciliar se emitiese un dictamen en favor del apostolado de la Nigricia, esta respuesta serviría sin duda para recordar eternamente el deber de proteger a todos los pueblos negros de Africa Central, y por los siglos todo el mundo católico la consideraría como algo emanado del corazón del santo Concilio Ecuménico y como un perpetuo llamamiento dirigido a todos los pueblos de la cristiandad católica: el de promover con celo la conversión de los negros y ayudar siempre a las misiones de Africa Central hasta que la Nigricia se hiciese cristiana.
[2549]
2. Una vez sancionado solemnemente por el Concilio Ecuménico Vaticano el principio del apostolado de la Nigricia, enseguida veremos sus maravillosos resultados. No sólo saldrán de las diócesis católicas, para Africa Central, apóstoles y colaboradores llenos de celo, sino que también los católicos de todo el mundo, mediante contribuciones en dinero, se apresurarán a proporcionar los medios materiales necesarios para que todas las empresas que se deben poner en marcha para la conversión de la Nigricia logren el mayor progreso.
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[Sigue aquí el Postulado y la carta con que Comboni pide a los Padres conciliares la suscripción del mismo.]
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III
[2550]
Probablemente el Postulado sirvió también de acicate para que se llevara a cabo la última pequeña expedición a Egipto, la cual organicé hacia finales de octubre del año pasado. En las páginas que siguen contaré cómo se produjo el primer impulso.
Era el 29 de junio, día consagrado a la conmemoración de los gloriosos Príncipes de los Apóstoles. La Basílica Vaticana se disponía a ofrecer al mundo un espectáculo único. El Jefe Supremo de la Iglesia iba a celebrar de pontifical, y allí se iba a hacer gala de toda la majestad, de todo el esplendor y belleza del culto externo de la Iglesia de Jesucristo. Nunca tal ceremonia había sido tan sublime y magnífica como prometía serlo en esta ocasión, por la presencia de los Padres del Concilio, que en número superior a seiscientos, con sus ricos y preciosos atavíos, hacían su aparición en la principal basílica del mundo.
[2551]
Para que les consiguiera lugar más favorable posible y la vista mejor, algunas distinguidas personalidades me habían pedido que los acompañase al Vaticano y los colocase junto a la Confesión [tumba] de San Pedro, del lado del Evangelio. En realidad no sólo deseaban ver bien la ceremonia del Pontifical, sino que además querían que yo les dijese el nombre de cada Obispo que pasaba a nuestro lado para dirigirse al coro de San Pedro. Sabían que yo podía informarlos muy bien, porque los conocía a casi todos, por haber mantenido conversaciones con ellos a causa del Postulado, o por haberlos conocido en sus diócesis, o anteriormente en Roma, en otras circunstancias. Quiso la suerte que, mientras pasaba por este lado el cortejo de los Cardenales y Prelados y yo decía los nombres y las diócesis de cada uno, muchas personas se acercasen a situarse a mi alrededor para oír ellas también los nombres. Entre éstas estaba un joven canónigo de la Archidiócesis de Trani, en la región de Nápoles, el cual, sin que yo hubiera reparado en él particularmente, prestaba más atención que todos los demás a mis palabras. Pasaban uno tras otro tantos Prelados que aquello parecía no terminar nunca. Pero apenas uno de ellos acababa de dejar atrás a nuestro grupo, cuando el joven canónigo se acercó a preguntarme: «¿Quién es ese Prelado?» Le contesté enseguida: «Es Mons. Bianchi Dottula, Arzobispo de Trani, Nazaret y Barletta, y Administrador perpetuo de la diócesis de Bisceglie». El canónigo sonrió con aire de aprobación y se dirigió a sus amigos; entonces dejé de prestarle atención. En ese instante apareció el Santo Padre en la silla gestatoria, subió al trono y comenzó el Pontifical. Yo me acerqué a los Obispos y hablé en árabe con algunos Prelados orientales. Con otros que estaban en torno a mí, me veía obligado a hablar en otras lenguas, porque en aquella ocasión Roma era el universo.
[2552]
Observé entonces cómo el joven canónigo me seguía paso a paso y captaba cada palabra cuando yo hablaba en latín, italiano o francés. Dos meses más tarde me confesaría que entonces él no se había atrevido a hablarme, sino que había rogado a uno de sus compañeros que me dirigiera la palabra. Habiendo yo satisfecho a su compañero con una cortés respuesta, el joven cobró ánimos y comenzó conmigo el siguiente diálogo: «Perdone la pregunta, Señor, ¡pero usted debe tener en la mente un asunto muy importante para emprender todos esos viajes que he oído de sus labios!» «El objeto de mis viajes –le contesté– es el de recoger limosnas y medios de subsistencia para mi misión y buscar misioneros, animados de verdadero espíritu de abnegación y de celo, que me ayuden en mi gran empresa». Cuando el canónigo hubo oído esta respuesta, sus ojos se encontraron con los míos en una mirada llena de vivacidad y de ardor. Hablé luego nuevamente con los otros y les nombré los Príncipes y Princesas que se encontraban en la tribuna de los Príncipes. Pero mi canónigo no iba a tardar en volver a la carga de repente con esta pregunta: «¿Qué misión le parecería a usted más adecuada para un napolitano?» «La misión de Africa», le respondí sin dudar. Esto excitó aún más al joven canónigo. Entonces se me iluminó la mente con la idea de ganar para Africa a este joven. Me separé amablemente de los otros para dedicarme con preferencia a él y sondear el terreno, y salió con una nueva pregunta: «¡Oh! Dígame, ¿en qué parte es usted misionero?» «En Egipto», sin extenderme a indicarle que era misionero de Africa Central. El joven canónico no tardó en añadir: «¡Qué feliz sería yo si pudiera ser misionero bajo su dirección! Pero Egipto no es la misión que he elegido para mí, sino Africa Central, la Nigricia. Porque habiendo leído el Postulado pro Nigris Africae Centralis propuesto al Concilio por cierto abate Comboni, del que leí también el Plan para la Regeneración de Africa, se adueñó de mí la más profunda simpatía por esos pueblos.
[2553]
»Sí; me parece que no existe en el mundo nada más importante ni meritorio que esta sublime tarea. Aunque yo me había presentado ya a mi Arzobispo y él se había puesto en contacto por mí con un Obispo paúl de América para que yo me pudiera dedicar a su misión, en cuanto leí el Postulado y el Plan, que me había entregado mi Arzobispo, fui presa de un amor tan fuerte por Africa Central, de una simpatía tan viva por esos pueblos, que mi Arzobispo no quiso oponerse y sólo me dijo: “Rece para que el Señor le manifieste su voluntad”. Usted, ¿no ha oído hablar de la Nigricia y de aquella gran obra misionera?» ¡Yo no sabía lo que me ocurría oyendo al joven expresarse así! «Sí –le respondí–, conozco esa obra misionera de la Nigricia. Como los misioneros que van a Africa Central deben pasar por Egipto, he tenido ocasión de conocerlos a todos y estoy muy bien enterado del objeto de su Misión». «¡Oh!, cómo me alegro –dijo el joven canónigo– de que esté bien al corriente de todo ello. Entonces debe conocer también al que trabaja para esa Obra, el abate Comboni!» «Claro que sí –le contesté– lo conozco muy bien». «Es con él con quien tengo que hablar. Ya he preguntado a mi Arzobispo dónde reside Comboni, pero no ha sabido indicármelo. El me dijo que lo conoce muy bien, y me aconsejó que preguntara la dirección de Comboni al Obispo de Verona, que seguro que la sabría. En cuanto termine el Pontifical iré a verlo para pedirle información al respecto». Entonces le dije: «Yo también puedo decirle dónde vive Comboni, si quiere. Es en Piazza del Gesù, nº 47, tercer piso». «¡Mil gracias! –exclamó el joven canónigo todo satisfecho, y apuntó la dirección–. Ahora ya no necesito buscar al Obispo de Verona, voy derecho a ver a Comboni». «Amigo mío, si pretende ir ahora allí, será inútil: él nunca está en casa. Es un irremediable vagabundo, y siempre tan sobrecargado de ocupaciones que sólo va a casa a dormir. De todas formas, si quiere encontrarlo, vaya mañana, a las dos de la tarde, a la dirección indicada. Seguramente cuando vuelva cansado del paseo por San Pablo extra muros, lo encontrará en casa».
[2554]
El aplazamiento de su visita para el día siguiente lo hice a propósito, para tener tiempo de informarme detalladamente sobre este hombre por su ilustrísimo Arzobispo antes de entrar en tratos con él y darle una respuesta. «Entonces mañana a las dos iré a ver al abate Comboni».
Estos diálogos habían tenido lugar mientras Pío IX celebraba el Pontifical. Cuando el Santo Padre con su voz sonora, que recorría clara y perceptible el espacio de la inmensa basílica, cantó el Pater noster, el joven canónigo, que había sabido por los circunstantes que Comboni era yo, se me acercó y me dijo: «¡Así que es usted el abate Comboni!» «Supongamos que lo sea», respondí. «Entonces –añadió– desde este momento me consagro a su gran empresa y quiero exponerme a todos los peligros del apostolado de la Nigricia. Disponga enseguida de mí, y tráteme si quiere como a un trozo de madera. Sólo una cosa le pido: que vaya a ver a mi Arzobispo y lo convenza para que me permita dedicarme a su Obra. Confío en que Dios, mediante el Rmo. Mons. el Arzobispo, me concederá esta gracia. Yo me someto a usted para toda la eternidad y le prometo la más incondicional obediencia».
[2555]
¡Qué admirable disposición! ¡Y qué bueno eres, oh Dios mío! En el instante en que el joven canónigo me prometía solemnemente entregarse en cuerpo y alma a la obra misionera de la Nigricia, allí, a pocos pasos de la tumba de los Príncipes de los Apóstoles, en presencia del Vicario de Jesucristo y de los representantes del catolicismo, el Rmo. Arzobispo de Trani ofrecía al Obispo de Verona el joven canónigo Pascual Fiore para las misiones de Africa.
Terminado el Pontifical, recomendé al nuevo aspirante que redoblase sus plegarias a Dios y a la Reina de los Apóstoles para poder conocer la decisión del cielo. Habiendo ido yo a visitar al Obispo de Verona, él, nada más verme, me dijo que la divina Providencia quizá nos había concedido como colaborador en la obra africana un hombre insigne en la persona de un excelente joven canónigo, que le había sido ofrecido por el Arzobispo de Trani. Y me encargó que hablase con éste y que examinase al candidato para ver si tenía auténtica vocación. Esto habría sido inútil, evidentemente, porque nos hubiera bastado el juicio de Mons. Bianchi Dottula, Prelado distinguido, profundo conocedor del corazón humano, y que sabía comprender perfectamente la importancia y la grandeza de esta actividad misionera, a la que el nuevo candidato quería dedicarse.
[2556]
Hacia el anochecer, cuando fui a visitar al Arzobispo de Trani, éste me narró toda la historia de la vocación de Pascual Fiore al estado eclesiástico. Y me confesó que verdaderamente hacía un gran sacrificio al desprenderse de uno de los eclesiásticos más insignes y con mayor celo de su diócesis. Pero, dado que creía ser ésta la voluntad de Dios, estaba completamente dispuesto a ello y le daba de buena gana su autorización. Sin embargo, antes de tomar una decisión en cosa de tanta importancia, debimos hacer un triduo a la Madre de Dios, para poder conocer la divina voluntad. Llegados al tercer día del triduo, el 2 de julio, Visitación de la Virgen, volví a ver al Obispo, quien enseguida, tras unas breves palabras, me dijo que Dios había llamado verdaderamente al canónigo Fiore al apostolado de Africa; y así quedó la cosa. Fiore me contó más tarde cómo le había surgido la vocación misionera, en la que se reconoce claramente la mano de Dios. Convinimos que en primer lugar volviese a Nápoles para dejar arreglados los asuntos de su vasta parroquia y de su familia. En otoño lo llamaría yo a Verona, al Colegio de las Misiones Africanas, y allí el Obispo de Verona y yo nos encargaríamos de emplearlo del modo más adecuado para el bien de la gran obra.
[2557]
No carecerá de interés para ustedes contarles aquí los pormenores de lo que llevó a Fiore a decidirse por Africa.
El canónigo Fiore es un joven sacerdote de treinta años, cuya familia, muy acomodada, vive en la ciudad de Corato. Su madre, una señora exquisitamente devota de cuarenta y ocho años, alimentaba hacia el hijo un amor extraordinario y él, por su parte, correspondía al amor materno con la misma intensidad de afecto, de modo que sólo vivía para Dios y para su madre. A este intenso amor hacia ella se debió que al inicio de su carrera sacerdotal no se orientase hacia las Misiones extranjeras, por las que se sentía atraído fuertemente. En casa recibió una óptima educación, y en el seminario de su diócesis se distinguió de tal manera por su capacidad intelectual, por su piedad y por su afición al estudio, que al final del curso teológico su Arzobispo lo eligió para arreglar algunos asuntos eclesiásticos de gran importancia. En ello mostró tanta prudencia, solicitud y habilidad, que con sólo veintiséis años de edad le fue confiada la gran parroquia de Corato, la cual contaba con 32.000 almas. Realmente admirable fue su espíritu de abnegación en el tiempo del cólera, que por dos veces azotó de manera horrible esta ciudad. En 1867, en la época de la más violenta manifestación de esta enfermedad en Corato, morían cada día de 140 a 150 personas. La gran laboriosidad de Fiore, y el celo verdaderamente apostólico que demostró en esta tribulación de su ciudad, dieron como resultado que el Arzobispo, a petición de muchos, lo nombrase Canónigo del Capítulo de Corato, y encima tuvo que ejercer las pesadas funciones de párroco y de confesor de muchas religiosas en los monasterios de aquella comarca.
[2558]
La práctica diaria de su labor espiritual no le impedía mostrar a su madre las más tiernas pruebas de afecto. Cuando a mediodía volvía a casa, lo primero que deseaba era ver a su madre, y lo mismo cada vez que se disponía a salir para ir a la iglesia: ambos parecían incapaces de vivir separados. Sin embargo, al sentir de modo cada vez más impelente la vocación de consagrar su vida a las santas misiones, la inquietud de apoderó de su ánimo, temiendo que este cariño intenso a la madre pudiese convertirse en un grave obstáculo para la realización de su proyecto. ¡Cuántas veces fue allí dispuesto a cortar esas ataduras de la sangre, a fin de huir a un mundo lejano y poder así ofrecer su alma sólo a Dios! ¡Cuántas veces estuvo a punto de ceder a la tentación de abandonar la casa para entrar en un Instituto misionero! Pero siempre quedaba vencedor el amor por la madre.
[2559]
En tal estado se encontraba su alma cuando un asunto de trabajo de particular urgencia lo llamó a Roma, y sólo con gran pesar logró separarse por unos días de su querida madre. A su llegada a Roma encontró a un compañero sacerdote que quería hacer los Ejercicios Espirituales en una comunidad religiosa, pero sin haber podido encontrar todavía la ocasión. Sucedió que Fiore, habiendo ido una mañana a celebrar en los Jesuitas, vio un aviso en el cual se anunciaban unos Ejercicios Espirituales en los PP. Jesuitas de San Eusebio, y la fecha de su comienzo. Preguntó entonces a un padre jesuita si su amigo podía asistir a esos Ejercicios. Habiendo obtenido respuesta afirmativa, en cuanto le fue posible corrió a dar la noticia a su compañero. Este invitó a Fiore a hacer los Ejercicios con él; pero en un primer momento el joven canónigo se negó a ello, alegando que los había hecho hacía poco. Sin embargo, ante la insistencia del amigo, se decidió a ir con él a San Eusebio. Allí vinieron a saber que había plaza sólo para uno; y ante eso Fiore se retiró triste, porque sentía ahora que una voz interna lo incitaba cada vez más a hacer otra vez los Ejercicios precisamente entonces, y también porque se le había ofrecido la ocasión. Habló al respecto con su Arzobispo, quien le aconsejó que volviera a San Eusebio y probara nuevamente a ver si lo admitían. Con insistentes súplicas consiguió de los buenos Padres su propósito. Daba los Ejercicios el célebre P. Curci S.J. Hubo cinco sermones sobre la vocación del hombre. En ellos se mostró el predicador tan sumamente electrizante, describió con tal fuerza los argumentos y tan a lo vivo las vanidades de este mundo y la caducidad de todas las cosas terrenas, que el canónigo Fiore ya no titubeó un instante en cuanto a abrazar la actividad de las Misiones extranjeras y dejar a esa madre por la que tanto cariño sentía. ¡El amor a las infelices almas que aún gemían bajo el yugo de Satanás, y el ansia por liberarlas y redimirlas prevaleció sobre el amor a la madre! Entonces dio a conocer totalmente su estado de ánimo al Arzobispo, y le rogó que le indicase una Misión donde le fuese posible ofrecer su vida por la salvación de las almas. El Prelado habló a tal fin con un Obispo americano, y ya estaba Fiore a punto de tomar con él una decisión definitiva, cuando la Providencia, como ya he dicho, dispuso las cosas de otro modo.
[2560]
Dios nos ha dado además otro hombre insigne, cuya experiencia en la cura de almas nos será de gran utilidad para la infeliz Nigricia. Se trata de D. José Ravignani, de 36 años, párroco de Povegliano, que desempeñó su función con gran sabiduría y extraordinaria entrega durante más de once años, y que dejó entre los feligreses tal recuerdo de bondad que nunca olvidarán a su párroco. Mucho tiempo atrás, ya había deseado dedicarse a las santas Misiones; pero surgieron en su camino bastantes obstáculos no previstos, que le hicieron postergar su decisión.
En su parroquia desempeñaba una labor tan bien organizada y excelente que era como si desarrollara en su tierra las actividades que hubiera querido ejercer en el extranjero. Su modo de actuar era siempre así, como si fuera el último de su vida, y siempre impregnado de generosidad hacia los hombres y con la mira puesta únicamente en la salvación de las almas.
[2561]
En diciembre de 1869 fue invitado a ir a Jerusalén para un asunto importante. Llegado a Egipto, visitó nuestros Institutos y vio cuánto bien se hacía en ellos. Y después de conocer a fondo el espíritu que allí impera, que no aspira más que a la salvación y a la elevación de las almas de los hombres más abandonados y más infelices de esta tierra, maduró en él la decisión de dedicarse al apostolado de Africa Central. Continuó su viaje por Tierra Santa, visitó los santos lugares, bañados con el sudor y la sangre del divino Salvador, y su alma profundamente devota, a la vista del Calvario, del Santo Sepulcro, de la Gruta de Belén, fue invadida por el fervor más intenso. En el Gólgota lo dominó un ardentísimo deseo de poder dar él también su vida por el mismo ideal por el que dio la suya y toda su preciosa sangre un Dios con forma humana. Luego volvió a El Cairo, se presentó a nuestros misioneros y se ofreció a ellos para la Misión. Pero, como yo me había marchado ya a Roma para recomendar nuestra gran causa de los negros a los representantes de la Iglesia allí reunidos en el Concilio, fue a Roma él también y se puso a disposición de Mons. de Canossa, Obispo de Verona, para nuestra obra misionera. Después de maduro examen y de habernos informado sobre él, lo mandamos de momento a Verona, quedando fijada para septiembre la nueva la expedición a Egipto, a la que debía unirse Ravignani
[2562]
También Pedro Bertoli, veneciano, es un hombre en verdad excelente. Perteneció bastante tiempo al Instituto de los Ministros de los Enfermos y durante diez años fue primer enfermero del gran hospital de Mantua. Posee sobresalientes cualidades y salud robusta, y es de una conducta moral intachable. Si hubiese realizado estudios regulares, también habría tenido éxito en la carrera eclesiástica; pero la pobreza de su familia era demasiado grande, y se vio obligado a quedarse en casa y a trabajar en el oficio de su padre. Sin embargo, cuando éste murió, Pedro Bertoli se dedicó al cuidado de los enfermos entre los Oblatos de San Camilo. Y en Mantua, mediante una atención asidua a los enfermos en el gran hospital –donde hay seiscientos enfermos–, y en virtud del contacto con los médicos más expertos de la ciudad, tuvo la más favorable ocasión de adquirir muchos conocimientos teóricos y prácticos de medicina y cirugía. Habiéndose mostrado tan sumamente útil en este campo en Italia, no dejará de serlo también en las Misiones entre los negros, donde puede funcionar como primer médico africano. Su vocación a las Misiones de Africa se había manifestado hacía ya más de tres años, por lo que decidí mandarlo a El Cairo.
[2563]
Debo recordar también al hermano laico Domingo Polinari. Es un relevante maestro de agricultura, la cual domina a fondo. Posee también otros conocimientos útiles.
[2564]
De Sor Josefina hablaré en otra ocasión. Nació en Tiberíades, junto al histórico lago que tiene un papel de primera importancia en tantos relatos bíblicos. Entró en el noviciado en Belén de Judea. Luego fue llamada a un monasterio de Jerusalén, y más tarde a Deir-el-Zamar, en Siria, donde durante mucho tiempo impartió enseñanza a chicas árabes. Finalmente, su Superiora General, Sor Emilie Julien, que en una ocasión la había mandado a Marsella, me la asignó a mí, y Sor Josefina tuvo que entrar en nuestro Instituto del Sdo. Corazón de María. Hacia finales de octubre, yo la mandé a El Cairo por la ruta de Messina.
[2565]
En septiembre, nuestra pequeña expedición tenía que marchar a Egipto, pero faltaban todavía los medios económicos. La horrible guerra que había estallado entre dos poderosas naciones, que sin embargo merecían ser consideradas de las más civilizadas del mundo, tenía absortos los ánimos y les impedía interesarse por nuestras misiones. Sabe Dios cuándo habrá nuevamente en el mundo una paz segura y duradera. Comprendo cuánto tiene que sufrir la generosa Alemania por las dolorosas consecuencias de la guerra de ese enemigo del género humano, aunque haya tocado la cúspide de la gloria y alcanzado las más brillantes victorias. A pesar de ello, fue la magnánima Sociedad de Colonia la que me ofreció nuevamente los medios para la pequeña expedición a Egipto. A bordo del Saturno, los componentes de la misma salían el 30 de octubre de Trieste, adonde yo los había acompañado, y después de espantosas borrascas desembarcaban en Alejandría, para el 8 de noviembre de 1870 llegar a El Cairo.
[2566]
¿Y yo?... Un capitán debe encontrarse siempre donde su presencia es más urgente e importante para la lucha, y donde su dirección promueve mejor la gran Obra. En Egipto, la obra de nuestra Misión se ha puesto en marcha espléndidamente; nuestros Institutos, por así decir, pueden ser dejados a su aire. Una sola cosa les falta, y son los medios de subsistencia, el dinero. Y porque el mundo yace en una oscuridad general, y el horizonte aparece en todas partes tan adusto que no se sabe dónde encontrar ayudas seguras para el futuro, yo permanezco en Europa, donde me las ingenio para buscar medios como mejor puedo. Pero, en condiciones tan tristes, ¿qué medios podré hallar en Italia y en Francia? Es inútil esperar una ayuda financiera en estos países. ¿Y la Alemania católica? La Alemania católica es la nueva Roma: cura todas las heridas y son inagotables su generosidad y sus fuentes de beneficencia. Ustedes no disminuirán las ayudas, por el mandato que la Providencia les ha confiado de defensa y protección de la Nigricia. Ustedes, señores, han colaborado en la fundación de la Obra santa, que, entre tempestades espantosas, desde su incertidumbre se ha convertido en realidad, y ustedes contribuyen a continuarla. Ciertamente la guerra hace que muchas fuentes de ayuda se sequen, que el comercio languidezca y que el óbolo de la viuda y del huérfano se vuelva cada vez más difícil; pero, permítanme repetirlo, ¡la generosidad de Alemania es inagotable! Piensen en el espantoso, inaudito derramamiento de sangre en la presente guerra, que devora cientos de miles de vidas humanas: pues bien, esto no da más que una pálida idea de la gran miseria en que yacen millones de pobres camitas. Por tanto, ánimo: Non pervenitur ad magna praemia nisi per magnos labores, «No se consiguen grandes éxitos sino a través de grandes fatigas». Su beneficencia, que nunca desmaya, ha salvado ya muchas almas, porque ha socorrido y dado vida a una obra que es la más católica del mundo. La constancia, la imperturbabilidad en sus obras de caridad contribuyen también a consolidarla y engrandecerla.
[2567]
A fin de que los Institutos de Egipto y las obras misioneras, que pronto surgirán también en el suelo de Africa Central, lleven el sello de una fundación duradera, en 1867, bajo la protección del Rmo. Mons. de Canossa, abrí en Verona un pequeño colegio para las Misiones Africanas, donde formar sacerdotes europeos, con vistas a que nuestros Institutos y la Misión de Africa Central tengan siempre de esta forma nuevos misioneros y cooperadores. Nombré Superior del Colegio al pío y docto D. Alejandro Dalbosco, quien antes trabajó conmigo como misionero en Africa Central. No se podía pensar en una persona más indicada para ese puesto. Un hombre austero de costumbres, profundo conocedor del alma humana y de los obstáculos de la actividad misionera en Africa Central, amable en el trato, convincente en sus argumentos, muy versado en Dogmática, Moral, Derecho Canónico, Leyes canónicas orientales, Historia y costumbres de Oriente, conocedor también de las tribus negras, y de las lenguas árabe, italiana, alemana, francesa, inglesa, nuba y griega. A nosotros nos pareció que con este hombre el cielo hacía un regalo a la naciente Obra, por la que él acabaría dando su vida. En efecto, habiendo sufrido los estragos del apostolado en Africa –sobre todo porque padecía una enfermedad abdominal, que comenzó a desarrollarse ya en Jartum, y que en el laborioso desempeño de su ministerio descuidó en los cuatro años que pasó en Legnago–, al volver de la Asamblea General de Bamberg tuvo que guardar cama por unos meses, y el 15 de diciembre de 1868 moría, dejando nuevamente huérfano nuestro pequeño Colegio misionero de Verona, y también la Obra del Buen Pastor, en la cual tenía el cargo de Secretario.
[2568]
Esta fue una amarga pérdida para el Colegio de Verona. Porque es muy importante que los Institutos de Egipto y este Colegio veronés vayan de la mano al mismo paso y se ayuden mutuamente, a fin de que podamos alcanzar el común y sublime ideal: el de implantar establemente la fe en el centro de Africa. Por eso tuve que quedarme en Verona, donde permaneceré algún tiempo todavía, para dar el mejor rumbo a este Colegio y consolidarlo, sobre todo por deseo del Rmo. Card. Barnabò, quien con su peculiar gracejo me ha dicho ya más de una vez estas palabras: «Mi querido Comboni, una de dos: o me garantizas por escrito que vas a vivir treinta y cinco años más, o me estableces bien ese Colegio de Verona, de modo que dé buenos misioneros para Africa. Tanto en uno como en otro caso tienes grandes posibilidades de desarrollar una gran actividad misionera en Africa Central. Pero si no me pones a punto el Colegio de Verona, o te ocurre un accidente que te lleve al otro mundo, ¡quizá tu hermosa obra se convierta toda en humo!» Como hasta ahora no he encontrado a nadie que me asegure que voy a vivir otros treinta y cinco años, ni tan siquiera un solo día más, es por tanto necesario que me afane para consolidar el Colegio de Verona. Aunque con toda la sinceridad de mi corazón he exclamado con San Pablo Servus inutilis sum, y aunque soy perfectamente consciente de poder poco o nada, en esto doy toda la razón al Cardenal, que es el Superior de Propaganda. Un gran Siervo de Dios, el venerable Benaglio Corte, de Bérgamo, muerto en 1836 en concepto de santidad, y del que está a punto de introducirse la causa de beatificación, ha dicho: «No son los doctos ni los santos quienes llevan a cabo las obras de Dios, sino los que de El han recibido la inspiración».
[2569]
Esta sentencia, que expresan también los Santos Padres, me sirve de gran consuelo, porque demasiado bien seguro estoy de que me falta mucho para la santidad y para una ciencia profunda, e incluso de que carezco básicamente de la perfección y de la prudencia de los santos. Y, pese a ello, estoy convencido de realizar la voluntad de Dios haciéndome promotor de la Obra africana. Dios, mediante su Vicario en la tierra, me ha confiado esta misión, y yo doy la vida, si es preciso, por la santa obra que he emprendido.
Así pues, me tuve que aplicar con toda mi energía al Colegio de Verona, porque tiene que formarme, para la obra de evangelización de Africa Central y para los Institutos de Egipto, colaboradores de la más alta capacidad. Y espero que a continuación, con la gracia de Dios, en el campo de su actividad misionera, éstos produzcan muchas conversiones, y que tanto en Egipto como en la Nigricia nuestras misiones alcancen un verdadero florecimiento. Si luego los magnánimos católicos de la gran nación alemana se persuaden de estos éxitos, será cada vez mayor y más ferviente su celo por el aumento y desarrollo de la santa empresa, y harán afluir de modo continuamente creciente sus donativos a la Sociedad de Colonia, que así estará en condiciones de otorgarnos ayudas cada vez más abundantes. De tal manera Colonia y Verona, a la par, mantendrán en crecimiento a la misión africana y entonces nos aproximaremos a la meta final: la segura inplantación y el triunfo de la fe católica en todo el territorio de la Nigricia.
Incluyo aquí además un breve programa o exposición de lo que es y se propone nuestra misión, que he hecho imprimir en hojas sueltas en Alemania.
PROGRAMA
DE LA REGENERACION DE LA NIGRICIA
[2570]
La religión cristiana, esta fuente de salvación y base de civilización para los pueblos, a pesar de repetidos y heroicos esfuerzos realizados durante dieciocho siglos, nunca pudo echar profundas raíces entre los pueblos de Africa Central. Aproximadamente la décima parte del género humano, o sea, cien millones de infelices hijos de Adán, pertenecientes en su mayoría a la raza negra, yacen todavía en las tinieblas y sombras de muerte.
Europa, que tiene la misión de llevar la civilización a todo el mundo, después de haber sido ella misma liberada por la maravillosa fuerza del Evangelio del yugo del paganismo, debe desplegar con renovado celo su gran poderío en el noble ideal de trabajar por iluminar y salvar a este infeliz y abandonado continente, para llamarlo a formar parte del gran rebaño del nuestro común Pastor.
[2571]
Para el éxito de esta sublime y útil empresa es necesario que tanto en Europa como en las costas de Africa se organicen todas aquellas obras que pueden introducir el apostolado católico en Africa Central, mediante el sistema expuesto en el «Plan para la regeneración de Africa», fundado en el principio de regenerar Africa por medio de Africa.
Hasta ahora la santa empresa abarca cuanto sigue, es decir:
I. EN EGIPTO
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A - La casa del Sdo. Corazón de Jesús, dirigida por los miembros del Colegio de las Misiones Africanas de Verona. Su objeto es el siguiente:
1. La educación moral y religiosa de los negritos y su instrucción en las ciencias y artes que les son necesarias para poder trabajar como apóstoles, bajo la dirección de los Misioneros europeos, entre sus tribus de Africa Central.
2. La posibilidad de que los Misioneros europeos se aclimaten y obtengan los conocimientos necesarios para un ministerio práctico en el interior de Africa.
3. En fin, la instrucción religiosa y la conversión de los negros que viven en Egipto.
La casa del Sdo. Corazón comprende:
a) los misioneros;
b) los catequistas y los coadjutores;
c) el catecumenado y la escuela para los negros;
d) un hospital para los negros abandonados.
[2573]
B - La Casa del Sdo. Corazón de María, dirigida por las Hermanas de San José, etc. Su finalidad es la educación moral y religiosa de las negritas y su instrucción en las labores femeninas, a fin de que con el tiempo puedan trabajar provechosamente como portadoras de religión y de civilización entre las mujeres de su tierra.
Esta casa comprende:
1. las Hermanas;
2. las negritas que se dedican a las Misiones;
3. las aspirantes y las auxiliares;
4. el catecumenado y la escuela;
5. un pequeño hospital para negras abandonadas.
[2574]
C - La Casa de la Sda. Familia. Funciona como escuela pública en el Viejo Cairo, y su objeto es instruir, por medio de Misioneras negras (cf. supra B, n. 2), a chicas de todo color y religión. La enseñanza se centra principalmente en la fe y la moral católicas, en los elementos de las ciencias y en las labores femeninas, y es impartida en varias lenguas.
Estos Institutos se hallan bajo la jurisdicción de S. E. el Rmo. Mons. Vicario y Delegado Apostólico de Egipto.
II. EN EUROPA
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1. El Colegio de las Misiones Africanas de Verona. Su objeto es formar clérigos y jóvenes sacerdotes para el apostolado en Africa, así como probar su vocación y la de los catequistas y coadjutores que quieran servir como ayudantes en las Misiones de Africa.
2. El Instituto de Misioneras para Africa de Verona. Su objeto es la formación de Hermanas pías y llenas de celo, destinadas a dirigir los Institutos femeninos negros de Africa Central.
[2576]
3. La pía Asociación del Buen Pastor, que fue erigida canónicamente en Verona, y enriquecida con muchas Indulgencias plenarias por S. S. Pío IX. Su objeto es el de recoger donativos y limosnas con los que mantener el Colegio de las Misiones Africanas de Verona y el mencionado Instituto de Misioneras para Africa.
Su Excelencia el Rmo. Mons. Luis Marqués de Canossa, Obispo de Verona, es el Presidente de la gran Obra de la Regeneración de Africa.
Don Daniel Comboni, Misionero Apostólico de Africa Central y Superior de los Institutos de negros de Egipto es su Vicario, y el Director General de esta empresa.
Daniel Comboni
Misionero Apostólico de Africa Central
y Sup. de los Instos. de Negros de Egipto