[2008]
Su carta del 29 de noviembre me fue entregada esta mañana. Tenía muchas esperanzas de que usted me concediese a Sor Josefina de Tiberíades, y por el contrario estaría dispuesta a quitarme hasta a Sor María Bertholon. Es usted una Madre muy buena, me ha ayudado en los momentos difíciles para mi Obra, sin usted un buen número de almas no habrían entrado en la Iglesia ni en el cielo por medio de mi Obra, ha sido una verdadera Madre para Daniel Comboni y para la Nigricia, y el agradecimiento que siento por ello durará toda la vida; pero, por amor de Dios, sea nuestra Madre y nuestra protectora hoy y en el futuro. La Obra marcha admirablemente. Monseñor Ciurcia, el Delegado Apostólico, ha llevado a Roma todo el interés por ella. Ha logrado volver amable al Cardenal, y es preciso que la casa principal de mi Obra, confiada a las Hermanas de San José, adquiera una solidez notable.
[2009]
Es por esto por lo que necesito Hermanas, y sobre todo una buena y capaz Hermana árabe. Sor María Bertholon ha soportado con una abnegación admirable los pesos más fatigosos de la fundación. Llena de celo, de entrega y de paciencia; muy devota, muy activa, muy caritativa, ha trabajado maravillosamente y se ha ganado el corazón de las negritas, que le tienen mucho cariño y aprecian sus desvelos. ¿Cómo podría soportar que fuese sustituida por otra y alejada de una obra tan útil y tan difícil en la que tan bien ha colaborado? Mi buena Madre, yo no le he hablado a ella de sus intenciones, ni le he dicho que le he escrito. Al contrario, le ruego vivamente que le dirija una buena carta de ánimo, a fin de que se siga entregando a la salvación de las almas más abandonadas. Está muy triste porque usted no le escribe nunca. La buena Hermana sufre, aunque raramente su espíritu refleja algún pequeño desaliento. Nunca se pone el sol sin que el buen Dios la consuele. Gracias a El, todas nuestras negritas son devotas y de buenas costumbres. No las podríamos dejar en un cuartel a merced de los soldados: morirían mártires. Pero hay alguna a la que de tanto en tanto le da la vena, y durante ese tiempo se muestra desagradecida. Es entonces cuando Sor María y yo sentimos menoscabado nuestro ánimo, y ella dice: «¡Es triste ser pagados con la ingratitud!» Pero esto pasa pronto.
[2010]
En más de cien cartas que las negritas han escrito a Verona a sus antiguas directoras, hacen mil elogios de las Hermanas y sobre todo de Sor María y Sor Magdalena, y declaran expresamente que han encontrado verdaderas madres en las Monjas. Usted sabe, muy reverenda Madre, que esto ocurre en las misiones y en las comunidades. Por lo demás, Sor María está muy bien. Es difícil que pueda encontrar dos Hermanas tan buenas, tan devotas y tan pacientes como Sor María y Sor Magdalena. Esta última es un ángel: muy piadosa, muy dócil, muy sacrificada, y siempre alegre y satisfecha. La adoran (sin que ella lo sepa) la Superiora y las negritas. Sor Magdalena es el retrato de San Estanislao de Koska. Por tanto permítame rogarle que no sueñe jamás con retirar a estas dos dignas Hermanas. Han seguido la Obra en los momentos más difíciles, y estoy muy interesado en conservarlas para siempre. Escriba, por favor, a las dos una bonita carta: la consideran a usted como a Jesucristo.
[2011]
Establecido como principio que estas dos Hermanas, Sor María y Sor Magdalena, permanezcan en mi Instituto, porque me es imposible encontrar dos Monjas más generosas, me encomiendo a su maternal caridad para obtener una Hermana árabe, que sea altruista y esté bien preparada en cuanto a leer y escribir árabe. Se necesita una maestra indígena que sea Monja. Resultará útil para las negritas y también para Sor María y Sor Magdalena. Además hace falta una Hermana para la limpieza. Sor María hace mucho. Es muy organizada, y le aseguro que en las condiciones en que nos hemos encontrado ha hecho hasta demasiado; pero no puede estar en todas partes. Si usted cree que Sor Verónica puede valer, yo estaría contento de que entrase en nuestra casa. Solamente hago esta observación: Sor María es muy humilde, no tiene interés en ser Superiora. Sin embargo creo que no conviene quitarle el superiorato, salvo cuando usted pueda concedernos una Superiora entre las de más edad del Instituto, como, por ejemplo, la Superiora del Hospital de Jerusalén, la Madre Asistente, etc. En fin, lo dejo a su buen criterio. Piense, Madre mía, ¿sería adecuada para nuestro Instituto esa santa Religiosa, la Superiora actual del Hospital de Jerusalén? Es muy mayor y está cansada. En el Viejo Cairo hay un aire magnífico, y para ella sería un descanso. Sor María y las negritas le tienen gran veneración. Nos haría un bien inmenso con su presencia. El Instituto del Viejo Cairo se está volviendo muy importante. Bajo su dirección, Sor Magdalena llegaría a ser una Superiora muy capacitada para dirigir las otras casas para negritas que pienso fundar.
[2012]
Todo considerado, con mis ingresos fijos actuales le puedo asegurar para siempre: 1) la casa pagada y amueblada; 2) cuatro mil francos al año. Con un poco de paciencia podría aumentar mucho esta cantidad. Usted sabe que las negritas trabajan. Pues bien, si acepta por ahora estas modestas condiciones, nosotros nos alegraríamos de inmiscuirnos sólo en la dirección espiritual, desinteresándonos de otras cosas, sobre todo de la administración, que nos quita tiempo. Si a usted le parece bien que nos arreglemos así, yo me encargo de llevar a cabo en poco tiempo todas las gestiones ante Monseñor y el Delegado. Naturalmente hay que dirigir a las negritas de modo que lleguen a ser apóstoles en su nación sobre la base de mi Plan, que es reconocido por Mons. el Delegado y por todos como el sistema más seguro para evangelizar Africa Central. En fin, Madre mía, venga en mi ayuda. Sor Isabel está en nuestra casa. Sor María no tiene ninguna observación que hacer; se queda gustosamente con las negritas. Sobre esta Hermana (que por lo demás es buena) sólo hablaremos después de haber arreglado lo de la Monja árabe y lo que acabo de decir. La Superiora actual del hospital me parece muy buena, prudente y religiosa. Lamento mucho la marcha de Sor Eufrasia, la Asistente. Nuestra Madre Catalina Valerio, de Verona, franciscana, está en Jerusalén. No puedo decirle nada acerca de lo que hará. Naturalmente, no me es posible contar con una sola Monja. No puedo prever en el momento presente lo que decidirán con usted, porque no conozco sus intenciones. También el P. Estanislao y el P. José están en Jerusalén.
Acepte las felicitaciones para estas fiestas y los mejores deseos para el nuevo año, que todos nosotros le mandamos. Hágaselos llegar de nuestra parte también a Sor Celeste, a Sor Rafaela y a todas.
Su devotmo. hijo
Daniel Comboni
Original francés.
Traducción del italiano