[2450]
Un poco de paciencia si esta carta resulta un poco larga, porque en ella me esfuerzo en explicarle lo que en su muy estimada del 17 del corriente, desde Grazzano, me señalaba acerca del interior de la Nigricia y sobre el nuevo terreno donado a diez minutos del nuestro.
Establecimiento de El Cairo.
Pongamos que el moderno Reino de Italia sea toda Africa; que Toscana y el Estado Pontificio de Ferrara a Frosinone sean el Africa interior, o Nigricia, y que el Tirol sea Europa. Según tal hipótesis Verona correspondería a Roveredo, El Cairo a Venecia, Asuán a Ferrara, Jartum a Pistoia, la tribu de los Denka a Florencia, la de los Bari a Siena, y las fuentes del Nilo a Roma.
[2451]
Objeto de nuestra Obra es la conquista de Africa Central, o Nigricia, que ha de realizarse no por asalto, sino por asedio, mediante nuestros Institutos, que son como otros tantos aproches para emprender el gran asedio por la parte más débil del enemigo, que es el curso del Nilo superior.
¿Qué hemos hecho hasta ahora? Dar un solo y pequeñísimo paso. Hemos abierto en la ciudad de Roveredo un pequeño Colegio en el que educar misioneros para el Reino de Italia y sobre todo para Toscana y Estados Papales, y hemos establecido tres Institutos en Venecia para formar toscanos y romañeses a fin de que terminada su educación vayan, bajo la dirección de los tiroleses educados en Roveredo, y perfeccionados en Venecia, a implantar la fe y la civilización en sus tierras natales de Toscana y de los Estados Pontificios. Esto, porque la finalidad primordial de los Institutos de Venecia es la formación de apóstoles indígenas de Toscana y Romaña. Finalidad secundaria es el apostolado de los toscanos y romañeses residentes en Venecia. En otras palabras: en El Cairo se forman apóstoles oriundos de la Nigricia, y se trabaja por la conversión de los negros del interior de Africa residentes en Egipto, los cuales fueron llevados allí por traficantes musulmanes que fueron a robarlos a sus tierras de la Nigricia.
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¿Qué falta por hacer? Debemos continuar avanzando hacia nuestro objetivo primario, y llegar por etapas hasta el interior de Africa, puesto que algunos sacerdotes y muchas negritas y Hermanas ya están maduros para el Apostolado de Africa Central; de otro modo las negritas (la parte más útil de nuestro Apostolado) que ya están preparadas (18 entre 54) van a morir de viejas en El Cairo sin haber trabajado con mayor fruto en sus pueblos natales, donde hay posibilidad de convertir a mil por cada cinco que se convierten en El Cairo. Pero es preciso adentrarse en la Nigricia manteniendo en plena actividad las Casas fundamentales de El Cairo, donde el misionero se aclimata, aprende las lenguas y las costumbres orientales y adquiere la práctica del Ministerio apostólico, y donde se siguen formando nuevos apóstoles indígenas de ambos sexos y se ayuda al Vicario Aplico. de Egipto sobre todo a convertir a los negros de Egipto dependientes de su jurisdicción.
Pero en Venecia (El Cairo) no estamos en nuestra casa. Tenemos que depender del Patriarca y de su Curia (o sea, del Delegado Apostólico y de los Frailes) para ejercer allí el Apostolado. Pues bien, prosiguiendo nuestro camino, ¿qué debemos hacer para fortalecernos cada vez más en Egipto (Venecia) y alcanzar nuestra meta de establecernos en el interior de la Nigricia (Toscana y Estados Pontificios)? Lo siguiente:
[2453]
Debemos pedir a Propaganda y al Papa (los cuales tanto lo anhelan) que asigne a nuestro Colegio de Verona y de El Cairo una parte de la Nigricia que evangelizar nosotros y nuestros sucesores, y constituir esta parte a nosotros asignada en Vicariato Apostólico independiente de cualquier jurisdicción y sólo subordinado a Propaganda, como es el caso de todos los otros Vicariatos. Estas gestiones requieren dos o tres años. Supongamos que Propaganda asignase a los Institutos de Roveredo y Venecia la tarea de evangelizar Toscana. Enseguida nombra un jefe para ello, a propuesta del Obispo de Roveredo y jefe de la Obra, y consultado el Vicariato Apostólico de Venecia, que sobre el papel es Superior interino de Toscana y tiene jurisdicción sobre los Institutos de Venecia. Supongamos que el nombrado fuese D. Ravignani. ¿Qué hará este jefe del Vicariato Apostólico de Toscana? Lo digo aquí en dos palabras.
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D. Ravignani mide sus fuerzas, ve sobre más o menos cuántos y cuáles colaboradores puede dar en diez años el Colegio de Roveredo, y cuántos y cuáles los Institutos de Venecia. Hace una exploración con algunos compañeros en Toscana y constata que sus fuerzas le permiten evangelizar la vasta tribu de Florencia y su provincia. Allí instala a los varones y hembras ya perfeccionados en los Institutos de Venecia, después de haber cubierto las etapas de Bolonia y Pistoia creando otros tantos Institutos, para los cuales, se puede decir con certeza, hay recursos pecuniarios de las Sociedades de María de Viena.
Pero D. Ravignani no sólo ha recibido de la Santa Sede el encargo de ganar para Cristo Florencia y su provincia, sino que como Vicario Apostólico de Toscana debe pensar en Lucca, Pisa, Livorno, Siena, etc.; mas como para esto no le basta el personal que le suministran los Establecimientos de Roveredo y Venecia, se le ocurre llamar en su ayuda a algunas Ordenes religiosas. Por tanto escribe o va a hablar con el jefe de la Obra, el Obispo de Roveredo, y éste hace las gestiones ante el Papa o Propaganda y con las Sociedades benefactoras para decidir a cuál de las Ordenes religiosas se debe llamar en ayuda del Vicariato Aplico. de Toscana. Supongamos, por ejemplo, que nosotros pensamos en los Camilos. Entonces se entra en comunicación con el P. Guardi, se calculan las fuerzas con que puede colaborar esta pequeña Orden y se le asigna, digamos, la tribu de Lucca, erigiéndola en Parroquia, de la misma manera que si el Obispo de Verona llamase a los Dominicos para confiarles la Parroquia de Santa Anastasia.
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Hecho esto, es preciso pensar en Pisa, Livorno, Siena, Arezzo, etc. Entonces se invita a los Jesuitas, o a los Dominicos, o al Insto. de D. Bosco, o al de Milán, etc. para ocupar asimismo este terreno virgen. Como V. E. bien entiende, cuando se ha implantado el apostolado católico en Toscana, la Iglesia pensará en la conquista de Perugia, Viterbo, Roma y Frosinone, por obra consejo y ayuda de las Estaciones de Toscana.
Pero, llamadas estas Ordenes al Vicariato de Toscana, sucederá que ellas no querrán depender de los sacerdotes seculares de Florencia y de un jefe, como Ravignani. En tal caso, si D. Ravignani ve una buena ayuda en los Camilos de Lucca, en los Dominicos de Pisa, etc., pedirá a Propaganda que desmiembre su Vicariato de Toscana (que suma más de 40 millones de almas) y así poder formar el Vicariato de Lucca para los Camilos, el de Pisa para los Dominicos, el de Livorno para los Jesuitas y el de Siena para el Seminario de Milán. Y cuando estas Ordenes trabajen por su cuenta por no depender de los curas de Roveredo y Venecia, nosotros habremos obtenido la gracia de contribuir a la expansión del Reino de Cristo en Toscana, llamando a este arduo Apostolado tan valerosos campeones como los Jesuitas, Dominicos, Camilos, etc.
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Con estas ideas, que son el núcleo de nuestro Plan, se llegará a resolver la cuestión de los Camilos de El Cairo, y a resolverla legal y canónicamente. Pero ceder a dos Camilos nuestro Instituto masculino de El Cairo, meter en pensión con ellos a nuestros candidatos de Verona mediante retribución de 300 francos anuales y limosna de la misa diaria, y nosotros que somos un poco libres entregarnos a la esclavitud bajo aquellos a los que nosotros mismos hemos llamado como auxiliares, y no como jefes, creo que V. E. no lo consentirá nunca. Tal era el proyecto de Carcereri, según el cual yo tenía que limosnear eternamente en beneficio de los Camilos, para constituirles un capital de más de medio millón y depender de ellos. Pero ahora parece haber reconocido su error.
[2457]
Queda explicado el ardiente deseo de las negritas ya maduras de ir a sus lugares de origen, y el de los misioneros de avanzar en su camino. Queda explicada también la necesidad de que sea estable el Instituto de El Cairo, el cual, además de servir para los fines arriba mencionados, sirve y es necesario todavía para asegurarse si se debe aventurar el sacerdote europeo en el arduo y peligroso apostolado del interior; porque en El Cairo hay pequeños escándalos, chicas desnudas, hombres que se toman confianzas, etcétera, pero en el interior hombres y mujeres están completamente o casi desnudos. En El Cairo, donde el invierno es primaveral y sólo en verano el calor es un poco excesivo, se come y se bebe como en Europa; pero en el interior hay mucho más que sufrir y soportar por Cristo. Por eso un misionero puede ser bueno para El Cairo y para Egipto, y malo para la Nigricia. Ahora el Superior de los Institutos de El Cairo estudia, observa y comprueba si en tres o cuatro años se puede aventurar un misionero en el interior de la Nigricia, ne cum aliis praedicaverit ipse reprobus efficiatur. Pero ¿y los medios?... Hablaremos en Verona. Confiemos sólo en Dios, busquemos su reino y su justicia, et haec omnia adiicentur nobis. Después, etc.
[2458]
Espero haberle expuesto claramente el asunto; es sencillísimo, y se ajusta a los cánones y a los conceptos y leyes de Roma. Deseo saber si lo ha entendido bien. Yo creo éste es su pensamiento. Hace años fue juzgado fantástico por algunos. Ahora que lo ven convertirse en realidad, dicen que es lo que ellos pretendían, que éste era su plan. Así confirman ahora el nuestro.
[2459]
Después de todo esto, sólo tengo que añadir una cosa. Habrá que padecer mucho por amor a Cristo; enfrentarse a los poderosos, a los turcos, a los ateos, a los masones, a los bárbaros, a los elementos, a los curas, a los frailes, al mundo y al infierno. Pero quien confía en sí mismo, confía en el mayor asno de este mundo. Toda nuestra confianza está en Aquel que murió por los negros, y que escoge los medios más débiles para realizar sus obras; porque quiere mostrar que El es el autor del bien, y que nosotros por nuestra cuenta sólo podemos hacer el mal. Habiéndonos llamado El a esta obra, con su gracia triunfaremos del Bajá, de los masones, de los gobiernos ateos, de los pensamientos torcidos de los buenos, de las astucias de los malos y de las insidias del mundo y del infierno, y sólo detendremos nuestra marcha al exhalar el último suspiro. Luego, cuando estemos en el cielo (y nos queramos ir... más adentro), entonces, con nuestras incesantes plegarias crucificaremos a Jesús y María, y le rogaremos mucho hasta que por amor o por... se vea obligado a hacer milagros y suscitar Pablos y Javieres como apóstoles, para que sean convertidos cuanto antes a la fe los cien millones de la infeliz Nigricia.
[2460]
No hablo ahora de Hohenwart, que le envía saludos; ni de mi Príncipe Löwenstein, que se encuentra en Viena y está tratando de acordar con el Príncipe Liechtenstein un legado perpetuo para nuestros Institutos africanos; ni de las palabras que me dijo Enrique V, Conde de Chambod, el 16 de febrero de 1869: si jamais je me rendrai à ma place sur le trone de France, votre misión de la Nigritie ne manquera de rien; ni de la aserción del Nuncio de Viena, que cree que Dios va a bendecir especialmente nuestra obra y mi viaje a Austria; ni de las esperanzas allí existentes; ni de lo ya concedido por el Lloyd austríaco; ni de mis felicitaciones por la fiesta en la catedral de San José; ni de los100 napoleones de oro que mandé ayer a El Cairo; ni de los 1.400 francos enviados a El Cairo desde Lyón; ni de los 12.347 (doce mil trescientos cuarenta y siete) francos con 62 céntimos conseguidos hasta ahora desde febrero; ni de las 1.347 cartas que he escrito en este intermedio; ni de mi deseo de que se acoja a Mons. Pelami en el Seminario los dos días que va a estar en Verona; ni de los sellos que llevaré de Alemania (incluyo uno precioso de Luxemburgo, de una carta que me escribió el Obispo de allí, Adames); ni del entusiasmo que de nuevo se ha suscitado en Alemania por Africa; ni de la gran opinión que me expresó el Cardenal Arzobispo de Viena: «ciertamente se puede decir que no está perdida la esperanza de la conversión de Africa Central, merced a este sabio nuevo sistema» (en Austria la habían perdido, y me decían y escribían hace dos meses: ad quid perditio haec, negándome la limosna); ni del bien que me ha hecho el Nuncio; ni de los testimonios de muchos Obispos; ni de las limosnas secretas que me llegan de personas a las que nunca he visto y que no se dan a conocer (hable con Mons. Pelami sobre la persona de Barnabò); ni del Conde Thum, que ya sale de casa en coche, aunque con las muletas; ni de los saludos de él y de su esposa a V. E., al Marqués, etc, etc. Y paso ahora a la triste y poco halagüeña (Bendito sea Dios etiam in adversis) comunicación que el 15 de abril se me mandó his verbis:
«Del Ministerio de Asuntos Exteriores
Reverendísimo Señor:
[2461]
A humilde propuesta de este Ministerio Imperial y Real Austro-Húngaro de Asuntos Exteriores, Su Majestad Imp. y Real Apostólica, mediante Resolución del 6 de mayo cte. año, graciosamente se ha dignado otorgarle una subvención de los fondos ministeriales, por importe de trescientos florines en moneda aust. de plata.
Además de ello, Su Majestad se ha complacido en concederle, mediante Resolución del 7 de mayo, otro subsidio por importe de trescientos florines, en billetes de banco, de su caja privada.
Honrándose este I. R. Ministerio en expedir a V. S. R. la presente notificación como respuesta a su instancia elevada el pdo. marzo a Su Majestad en interés de la Misión Apostólica confiada a sus cuidados, le invita a presentarse en este Ministerio, donde recibirá los importes mencionados.
Por otra parte, en lo concerniente a la ulterior solicitud de V .S. P. relativa a hacer recomendar su Obra a S. Alteza el Jedive de Egipto, se le comunica que el Imp. y R. Consulado General de Egipto queda a la vez provisto de instrucciones correspondientes al objeto de que se trata.
Reciba V. S. P. la seguridad de mi absoluta estima.
Por el Ministro de Asuntos Exteriores
Barón Belieben, Consejero Aulico»
[2462]
No me gustó la jugarreta de tan fría recomendación al Virrey de Egipto por parte del Ministro Beust, después de tan buenas palabras como me había dicho. Para que fuera verdaderamente poderosa y eficaz una recomendación de este tipo ante el Jedive, debía hacerse en nombre del Emperador. Así que el día 16 del cte. escribí una carta de agradecimiento a S. M. Aplica., en la que le pedía la gracia. Nuestra querida Madre María me escuchó. Yo mismo llevé la carta a palacio, entregándola a persona de confianza, y ayer me se me comunicó la noticia de que S. M. el Emperador había ordenado al jefe de su Gabinete privado, el Consejero Braun, que se escribiera al Cónsul General de Egipto diciéndole que la Obra debía ser recomendada en nombre del mismo Emperador. Alabados sean Jesús y María.
Ruega de V. E. oraciones y una bendición su indignmo. hijo
Dan. Comboni
El interés que S. M. Aplica. se ha tomado por nosotros es un bien presente y futuro.