[2834]
Invitado por V. Em.a Rma. a redactar un Informe sobre el Vicariato Apostólico de Africa Central, repasaré al vuelo toda la historia del mismo desde su fundación hasta nuestros días, y expondré humildemente el plan de acción que, a mi juicio, deben seguir los misioneros del nuevo Insto. de las Misiones para la Nigricia fundado en Verona, en el desempeño de sus arduas e importantes funciones, en caso de que la S. C. se digne confiarles el encargo de implantar establemente la fe en aquellas remotas tierras.
[2835]
Es un hecho bien cierto que en los países de Africa Central, la cual está habitada por más de cien millones de negros, que constituyen la décima parte de todo el género humano (como señalé en el Postulado al santo Concilio Vaticano pro Nigris Africae Centralis), jamás se ha establecido el Cristianismo, o al menos puede decirse que actualmente no queda de él vestigio alguno. Los intentos que la Santa Sede ha hecho en diversas épocas, tanto desde la parte meridional, por Mozambique, en 1637; como desde la occidental, por Senegambia, mediante los RR. PP. Capuchinos de España, en 1645, 1658 y 1660; o desde la parte septentrional, por Trípoli y Salé, mediante los Menores Reformados, que en 1706 se extendieron hasta el vasto Reino de Bornu; o, finalmente, desde la parte oriental, cuando algunos misioneros, después de recorrer la zona meridional de Nubia Superior, no lograron ningún resultado en favor de las regiones interiores de Africa. Los más serios e importantes conatos de la S. C. respecto a aquellos pueblos infieles encorvados bajo el yugo del islamismo y del paganismo han tenido lugar durante los gloriosos Pontificados de Gregorio XVI y del inmortal Pío IX.
En 1844 fue presentado a la S. C. el extracto de un libro titulado Viajes al Kordofán, en el que se hacía ver la oportunidad y la necesidad de enviar misioneros al interior de Africa, cuyos habitantes parecían dispuestos a acoger la predicación del Evangelio.
[2836]
Por entonces, el Canónigo Casolani, de Malta, a su regreso de un viaje por las costas septentrionales de Africa, donde había hablado con unos malteses que tenían relaciones con las regiones situadas más allá de Berbería, y después de un recorrido por Oriente, en el que había encontrado al P. Maximiliano Ryllo, polaco, Superior de los Jesuitas de Siria, con el que había conversado sobre la importancia de una Misión católica en el interior de la Nigricia, expuso al Emmo. Card. Prefecto Fransoni los motivos más relevantes para intentar implantar el cristianismo en Africa Central, y el gran beneficio que de ello se derivaría para la Iglesia.
[2837]
A continuación, tras someter a madura reflexión el asunto, el Eminentísimo Card. Prefecto ordenó que se efectuasen especiales indagaciones para conocer detalladamente y con precisión el estado de las regiones interiores de Africa, las lenguas, la índole y costumbres de aquellos pueblos, sus relaciones con los extranjeros y el fundamento que pudiese haber para establecer allí una misión.
[2838]
Habiendo interrogado a tal objeto al P. Venancio de S. Venanzio, Prefecto Aplico. de Trípoli, cuyo territorio confinaba precisamente a mediodía con la misión cuya fundación estaba en estudio, el Emmo. Cardenal recibió como respuesta que era oportuno intentar desde Berbería, por la ruta de Gadamés, una expedición al otro lado del Gran Desierto, donde desde 1706 se había establecido un Prefecto Aplico. de los Menores Reformados en el Reino de Bornu, como se veía por los archivos de aquella Prefectura.
[2839]
Igualmente, habiendo encargado el Emmo. Cardenal a dicho Can. Casolani, al que sabía provisto de los conocimientos necesarios, que reuniese todas las noticias susceptibles de arrojar luz sobre el asunto en cuestión, recibió una interesante Relación con fecha 5 de junio de 1845, en la que claramente se describía la amplitud y fertilidad de los países de más allá del Gran Desierto; se señalaban los límites geográficos, con indicación de los principales montes, ríos y lagos; se explicaba la forma de gobierno, las fuerzas, el carácter, las costumbres y los usos de aquellos pueblos, así como las ramas de la industria y el sistema de comercio; y se daba cuenta de las supersticiones y del predominio de la idolatría y del islamismo. Tras la descripción general del Africa interior, el Can. Casolani suministraba noticias de su geografía local, y corroboraba la opinión del Prefecto Aplico. de Trípoli de que la única vía de penetración en aquellas tierras casi completamente desconocidas era la de Berbería y Gadamés, ciudad situada a cien leguas al SO. de Trípoli. Y concluía manifestando la conveniencia de que a los límites de esta Prefectura se añadiese el Gran Desierto y toda Africa Central; y que al frente del tal Misión se pusiese un hábil Vicario Apostólico investido con la categoría de Obispo, y buen conocedor de la lengua árabe, el cual, acompañado de cierto número de excelentes obreros tanto eclesiásticos como seglares, fuese a Gadamés sin apariencia religiosa, y empezase por ganarse los ánimos de las gentes de allí especialmente con el ejercicio de la medicina y de las artes más útiles en aquellos lugares, y con la caridad cristiana.
[2840]
El Emmo. Cardenal Prefecto, habiéndose asegurado la participación activa del Can. Casolani, que se ponía a disposición de la Santa Sede, y después de unas gestiones con el Rmo. General de los Jesuitas, del que obtuvo al antes mencionado P. Ryllo para el establecimiento de la Misión, a la cual asoció también al Dr. Ignacio Knoblecher, alumno del Colegio de Propaganda, en enero de 1846 presentó a los Emmos. y Rmos. Cardenales componentes de la S. C. una Ponencia sobre el proyecto de establecer una nueva Misión en los países de Africa Central, en la cual se decidió:
1.o Enviar a los Rvdos. Sres. Casolani, Ryllo y Knoblecher al interior de Africa, y especialmente a Gadamés, a fin de que estudiaran sobre el terreno el país y las condiciones de aquellos pueblos para luego establecer allí una regular Misión.
2.o Poner al frente de tal expedición al Can. Casolani, confiriéndole el título de Vicario Apostólico con carácter episcopal.
3.o Ampliar los confines de la Misión, para abarcar con ellos no sólo Africa Central, sino también el Gran Desierto.
[2841]
En base a estas deliberaciones, Su Santidad Gregorio XVI, mediante un Breve del 3 del siguiente abril, erigía en Vicariato Apostólico dicha Misión, que, según las denominaciones actuales, tenía los siguientes límites:
Al Norte, la Prefectura de Trípoli, el Vicariato de Túnez y la Diócesis de Argel.
Al Oeste, los Vicariatos de Senegambia y de las Guineas.
Al Este, los Vicariatos de Egipto, de Abisinia y de los Gallas.
Al Sur, los Montes de la Luna (que, si realmente existen, se encuentran algunos grados más allá del Ecuador).
[2842]
El Vicariato Aplico. de Africa Central, incluso después de restar de él la gran extensión que ocupa la reciente Prefectura del Sáhara, confiada desde 1868 al Arzobispo de Argel, es el más vasto y poblado del mundo.
[2843]
Mientras Mons. Casolani, recibida la consagración episcopal, se dedicaba a arreglar en Malta sus asuntos familiares, el P. Ryllo, informado con exactitud del feliz resultado de las expediciones que S. A. Mehmet Alí, Virrey de Egipto, había hecho llevar a cabo por el valle del Nilo en Sudán –y especialmente de las de 1838 y 1842, capitaneadas por el Sr. d’Arnaux, el cual había llegado hasta el Nilo Blanco, a 5° de lat. N.–, con muchos y sólidos argumentos persuadió al Emmo. Card. Fransoni de que convenía más penetrar en la nueva Misión por la parte oriental remontando el Nilo, y fijar como punto de apoyo la ciudad de Jartum, que por su situación geográfica y por su importancia política se presentaba oportuna y segura para el establecimiento de la primera Estación católica, siendo el punto principal de las últimas conquistas egipcias en Sudán, y el centro natural de comunicaciones entre Egipto y las regiones del interior de la Nigricia.
[2844]
Se decidió por eso abandonar el proyecto de Mons. Casolani, que era seguir la ruta de Trípoli y de Gadamés. Y como el Obispo Casolani, disconforme con la nueva determinación tomada, declinó la responsabilidad de capitanear la expedición, la S. C. puso al frente de la Misión al P. Ryllo con el título de Provicario Apostólico.
[2845]
Teniendo como compañeros de expedición al mencionado Dr. Ignacio Knoblecher; al P. Em. Pedemonte, jesuita genovés; a D. Angel Vinco, del Insto. Mazza de Verona, y también a Mons. Casolani, que le seguía en calidad de simple misionero, el P. Ryllo, en la primavera de 1847 se embarcó para Egipto. Y obtenido del Virrey un firmán con el que recibir protección de los jefes de Sudán, pasando por Filé y Dóngola se dirigió a Jartum, adonde llegó el 11 de febrero de 1848. Era ésta una ciudad de cabañas de paja y ladrillos, con una población de quince mil habitantes –la mayor parte de ellos esclavos arrancados a la fuerza de las tribus del interior–, situada en Nubia Superior, junto al lugar de confluencia del Nilo Azul con el Nilo Blanco, entre los 15 y 16 grados de latitud Norte, y los 30 y 31 grados de longitud Este según el meridiano de París. Jartum dista dos meses de El Cairo.
[2846]
Apenas comprado un terreno con algunas toscas cabañas, que servían de habitación a los misioneros, el P. Ryllo cayó enfermo a causa de una violenta disentería; y el 17 de junio volaba al eterno descanso, dejando el gobierno de la misión al Dr. Knoblecher.
[2847]
Poco tiempo después llegó la infausta noticia de las revoluciones que desgarraban Europa. Propaganda hizo saber a los misioneros que, no pudiendo ya proveer a las necesidades del Vicariato, los dejaba en libertad de volver a Europa para ser enviados a otras misiones. Monseñor Casolani, quebrantado por las fiebres, regresaba para siempre a Malta. El nuevo Superior, Knoblecher, no se desanimó por esto. Hizo poner en cultivo el terreno comprado por su predecesor, donde construyó una humilde casa con una capilla. Compró luego algunos esclavos negros para instruirlos en la fe; pidió y obtuvo del General de los Jesuitas al P. Zara, de Verona, y dos hermanos laicos; y después de haber explorado las diversas tribus del Nilo Blanco hasta los 3 grados, y tras dejar como responsable de la misión a uno de los mencionados Padres Jesuitas, volvió a Europa, a su patria. Allí obtuvo el más amplio favor de la Corte de S. M. Apostólica y de los Obispos de Austria, y logró fundar la Sociedad de María en Viena, que, protegida por el Emperador y dotada mediante Breve del 5 de diciembre de 1872 de varias Indulgencias por el Sumo Pontífice a la sazón reinante, se encargó de suministrar los medios necesarios para el mantenimiento de la misión. En efecto esta Sociedad, llamada Marienverein, que contaba con la importante colaboración del ilustre Canónigo el Prof. Mitterrutzner, de Bressanone, proporcionó durante algunos años abundantes recursos al Vicariato.
[2848]
Habiendo ido a Roma y dado cuenta a la S. C. de su actuación, el doctor Knoblecher fue nombrado Vicario Apostólico en la audiencia del 10 de agosto de 1851. Luego, llevando consigo cinco Sacerdotes eslavos, además de bastantes laicos, embarcó en Trieste con rumbo a Alejandría, adonde llegó el 2 de septiembre; y comprada en El Cairo una cómoda embarcación fluvial a la que puso el nombre de Stella Mattutina, a finales de diciembre alcanzó felizmente Jartum. Allí dejó a cargo de la Estación a los Sacerdotes Kociiancic y Milharcic, y condujo el resto a la tribu de los Bari, donde fundó la Estación de Gondókoro, situada entre los 4 y 5 grados de latitud Norte y entre los 29 y 30 grados de lat Este del meridiano de París.
[2849]
Es inútil dar aquí la descripción geográfica de esta parte oriental del Vicariato Apostólico, en la que principalmente desarrollaron su actividad los nuevos misioneros y los que los siguieron hasta 1861. Me eximo también, por el momento, de hablar de la muy dócil índole y del carácter de aquellos pueblos tan desdichados que gimen bajo el peso de la más inhumana esclavitud, como también del bárbaro tráfico que ejercen los musulmanes y los chilabas de Nubia, los cuales, entrando con amistosa apariencia en el santuario de las pacíficas familias de los negros, arrebatan violentamente de los brazos maternos a niños y niñas –a veces hiriendo y matando despiadadamente a los padres que se oponen a ello–, para llevarlos luego como esclavos a los mercados del Kordofán y de Nubia, y llenar los harenes de los turcos. Huelga señalar que para acabar con esta plaga tan oprobiosa para la humanidad, de nada servirán nunca ni los repetidos tratados entre las potencias europeas, ni los fingidos rigores de las autoridades consulares y musulmanas. Solamente el activo apostolado católico y la predicación del Evangelio lograrán, con el tiempo, vencer esta barbarie y acabar radicalmente con la horrible trata de negros. Tampoco viene al caso, finalmente, hablar de la extraordinaria fertilidad del suelo, de los lugares visitados por la misión, de las variadas supersticiones, de las tradiciones del Antiguo Testamento, de las costumbres de los pueblos que habitan la zona del Nilo Blanco, de la idolatría y el fetichismo que en ellos imperan, de los estragos de la propaganda musulmana entre esas tribus, y de la feliz disposición de los negros a abrazar el cristianismo, especialmente por parte de los jóvenes; no es la ocasión, digo, de mencionar todo lo que llevaron a cabo los treinta y dos misioneros llegados a la Nigricia en siete diferentes expediciones, y que trabajaron bajo la activa y sagaz dirección de Knoblecher, la mayor parte de los cuales murieron víctimas de la caridad por la salvación de aquellas almas. Un brevísimo Extracto de una Relación mía sobre la Historia del Vicariato desde su fundación hasta nuestros días, fue publicado en los Anales de la Propagación de la Fe en marzo de 1871.
[2850]
Me limitaré, pues, sólo a compendiar en dos palabras lo obtenido de positivo bajo el gobierno de Knoblecher, que duró hasta abril de 1858.
1.o Se fundó la Estación de Jartum. La casa, muy grande, con la pequeña iglesia, más el amplio huerto, que produce buenos ingresos, y que está rodeado de un muro, todo ello construido de nueva planta por la misión, costó más de sesenta mil escudos romanos.
2.o Se fundó la Estación de Gondókoro, para llegar a la cual desde Jartum se emplean normalmente dos meses de viaje. Allí se construyó una casa con hermosa capilla y jardín, que costó a la misión cerca de treinta mil escudos.
3.o Se fundó la Estación de Santa Cruz en la tribu de los Kich, entre los 6 y 7 grados lat. N. y los 28 y 29 grados long. E. de París, que está a unos cuarenta días de Jartum y a veinte de Gondókoro. Compuesta de una veintena de cabañas y una iglesia de juncos construida totalmente con nuestras propias manos, costó un centenar de escudos.
[2851]
4.o Se conocieron todas las tribus que se extienden a derecha e izquierda del Nilo Blanco, entre las que destacan las de los Schelluk, Denka, Yangué, Núer, Kich, Tuic, Gog, Eliab y Bari. Se estudiaron las supersticiones, la índole, el carácter y las condiciones sociales de esos africanos, a fin de conocer bien el modo más fácil y el camino más seguro de ganarlos para la fe. Además se practicó con ellos la medicina y la caridad, de forma que llegaron a distinguir muy bien entre el misionero que los beneficiaba y el aventurero blanco que los maltrataba y les robaba sus hijos y sus bienes.
[2852]
5.o Se aprendieron algunas lenguas de aquellos países, entre ellas las dos principales: el denka, que es hablado por más de veintidós tribus y por bastantes millones de indígenas, y el bari, hablado por los negros que viven entre los 5° de lat. N. y el Ecuador. De estas dos lenguas el ilustre Profesor Mitterrutzner, de Bressanone, compuso con ayuda de los nuestros manuscritos, y publicó impresos, los diccionarios y los catecismos, así como bastantes diálogos y las traducciones de los Salmos y de San Lucas. Las publicaciones en estas dos lenguas, de las que la ciencia en Europa ignoraba hasta el nombre, serán de inmensa utilidad a los futuros misioneros de Africa Central.
[2853]
6.o Finalmente, se hicieron católicos cerca de cien idólatras. Y aquí conviene hacer notar que sólo se creyó oportuno admitir al bautismo, salvo alguna rara excepción, a aquellos que se consagraban enteramente al servicio de la misión, y que podían ser por ella mantenidos y, si era preciso, trasladados a Jartum o a Egipto para asegurar su fe en cualquier caso. Muchísimos miles de africanos y tribus enteras habrían abrazado nuestra santa Religión; pero como, por las muertes frecuentes entre los misioneros, la misión no era perpetuamente estable, ni se podía tener la seguridad de mantener allí de continuo el ministerio sacerdotal y atender con regularidad a los convertidos, se prefirió esperar a la época en que fuese posible consolidar y perpetuar la misión. Knoblecher me repitió esto muchas veces.
[2854]
Entretanto surgían en Europa dos nuevas Instituciones, que se preparaban para dedicar sus cuidados a formar personal para Africa.
La primera era el Intituto de los ingenios distinguidos, fundado en Verona por el extraordinario celo de D. Nicolás Mazza, quien por medio del difunto Mons. Besi presentó en 1853 al Emmo. Card. Prefecto una humilde petición tendente a conseguir una pequeña porción de Africa Central que evangelizar con sus sacerdotes. Su Eminencia remitió al peticionario al Provicario Apostólico para tratar el asunto, y, obrando de acuerdo con él en todo, el Instituto Mazza, en las dos expediciones de 1853 y 1857 envió a Africa Central siete misioneros veroneses, entre los cuales me encontraba yo también. Cinco de ellos murieron, uno se retiró para siempre a su tierra, y el último, el más insignificante de todos, se encuentra todavía como servus inutilis en el campo de la misión.
[2855]
La otra Institución es la del P. Ludovico de Casoria, franciscano, que en 1854 fundó en Nápoles dos Colegios: uno masculino, en el que había más de ochenta negritos, y el otro femenino, que contaba con más de ciento veinte negritas. El pío fundador hacía educar a estos jóvenes negros, rescatados en su mayor parte gracias al gran celo del difunto P. Olivieri, de Génova, con vistas a preparar personal para las misiones del Africa interior.
[2856]
Mientras brillaba la esperanza de consolidar con estos relevantes medios y preparaciones el Vicariato de Africa Central, el Dr. Knoblecher, en un viaje a Roma por asuntos de la Misión, moría en Nápoles el 13 de abril de 1858. Tres días después sucumbía también, en Jartum, su Vicario General D. José Gostner, de la diócesis de Trento. Y morían además los presidentes de las Estaciones de Santa Cruz y Gondókoro, y algunos otros misioneros.
[2857]
El Rvdo. D. Mateo Kirchner, a su vuelta del Nilo Blanco en agosto del mismo año, recibía el encargo de tomar las riendas del Vicariato. Y como los misioneros iban disminuyendo, y no tenía esperanzas de recibir otros en el futuro, fue a Roma a pedir algunos frailes al Rmo. P. General de los Franciscanos, quien ya había mantenido contactos con ese Vicariato para los Institutos de negros de Nápoles y para la Misión del Alto Egipto. Y obtenidos tres, entre ellos el P. Juan Reinthaller-Ducla, de Gratz, regresó a Africa.
[2858]
Su primera preocupación, consultados los misioneros, fue tratar de librar a sus compañeros de apostolado de la inexorable mortandad, que amenazaba con un no lejano exterminio de todos los que componían la misión. Y se decidió establecer una residencia única y central en un punto del territorio menos expuesto a las mortíferas influencias del clima. Desde allí, los misioneros irían una vez al año a visitar las estaciones de Jartum y del Nilo Blanco, que entretanto quedarían confiadas a algún influyente y buen católico del lugar. El sitio elegido a tal fin fue Schellal, pueblo situado al principio de las cataratas de Asuán, frente a la isla de Filé y a mil kilómetros de Jartum, en los límites entre Egipto y Nubia, a unas cuarenta millas al norte del Trópico de Cáncer, y entre los 30° y 31° de long. E. de París. Propaganda asumió los gastos de esta fundación, después de obtenido de Said Bajá, Virrey de Egipto, el terreno necesario para el Establecimiento que se debía construir.
[2859]
Como entretanto la muerte se había llevado otros misioneros, el Provicario Kirchner, desalentado por tantas pérdidas, y movido por la necesidad de asegurar a la misión una indispensable cantidad de obreros apostólicos, pensó en confiar a una Orden religiosa el cuidado de aquel arduo Vicariato.
[2860]
Habiendo ido a tal fin a Roma, con el conocimiento de Propaganda se dirigió nuevamente al General de los Franciscanos. Este, con el voto de su Definitorio, declaró formalmente estar dispuesto a hacerse cargo por completo de la Misión, si fuera declarada Seráfica. Tal proyecto, al que se adhirió plenamente S. E. el Consejero Aulico Federico de-Hurter, historiador del Imperio Austríaco y Presidente del Comité de la Marienverein de Viena en favor de los Franciscanos, se basaba en los siguientes motivos:
1.o Las ventajas que ofrecía una numerosa Corporación religiosa capaz de suministrar personal según las necesidades.
2.o Encontrarse la Orden Seráfica en posesión de las instituciones de Nápoles creadas por el P. Ludovico de Casoria, totalmente orientadas en beneficio de aquellas lejanas y difíciles regiones.
3.o La necesidad de mirar por los poquísimos misioneros que quedaban en aquellos lugares, casi abandonados a sí mismos, con la perspectiva de unirse pronto a los que les precedieron víctimas del clima y de las fatigas apostólicas, y sin esperanza de nuevos refuerzos, siempre débiles y siempre difíciles, al tener que reclutarse uno a uno y en diferentes Diócesis.
[2861]
Por ello el Emmo. Card. Prefecto actual expuso al Santo Padre, en la audiencia del 5 de septiembre de 1861, la subordinada idea de autorizar el mencionado proyecto, dejando el Vicariato como se encontraba, y confiarlo sin más, enteramente, a los Frailes Menores según las reglas vigentes en otros Vicariatos similares, para continuar gobernándolo por medio de un religioso Provicario sin carácter episcopal, hasta que los resultados pudiesen determinar a la S. C. a destinar allí un Vicario Apostólico Obispo. El Rescripto Pontificio fue favorable, como resulta del registro de la indicada audiencia (p. 1792, vol. 139), que aparece en los siguientes términos: «Ss.mus etc. benigne annuit, et propositam cessionem probavit et confirmavit, iuxta votum Card. Praefecti relatoris». La Pontificia disposición fue comunicada al General de los Franciscanos con carta de 12 de septiembre de 1861 (vol. 352, p. 505).
[2862]
Una vez confiada la misión enteramente a la Orden Seráfica, debieron retirarse los sacerdotes que quedaban del Insto. Mazza de Verona, el cual presentó más tarde al Emmo. Card. Prefecto un nuevo proyecto de fundar una misión en alguna tribu africana, que no pudo llevarse a cabo por falta de medios.
[2863]
Tras hacerse cargo del Vicariato los Frailes Menores, la S. C. nombró Provicario Aplico. al mencionado P. Juan de Ducla Reinthaller, el cual, habiendo recibido no pocas obediencias en blanco de su Rmo. General, se presentó en muchos conventos de Venecia, del Tirol y de Austria, llegando a tiempo de reclutar treinta y cuatro religiosos, entre sacerdotes y laicos, si bien el P. General había enviado previamente a tal objeto una circular a los religiosos de esas tres Provincias franciscanas. En noviembre llegaba a Egipto esta numerosa expedición de hijos de San Francisco, y a mediados de enero de 1862 el P. Reinthaller tomaba posesión de Schellal. Partió luego de allí con un grupo de nuevos misioneros para establecerlos en las antiguas Estaciones. Algunos murieron durante viaje, y él mismo cayó enfermo en la tribu de los Schelluk. Fue llevado a Jartum y luego a Berber, donde murió. Otros misioneros sucumbieron a continuación. La llegada de una segunda expedición con veintitrés franciscanos fue insuficiente para reparar aquellas pérdidas, y se creyó conveniente abandonar las dos Estaciones del Nilo Blanco y retirarse a Jartum y Schellal. Algún tiempo después, también hubo que abandonar esta última. Quedó únicamente Jartum, que fue ocupada por un solo sacerdote franciscano, el P. Fabián Pfeifer, de Eggenthal, en el Tirol, con dos laicos. Este padre permaneció aislado en Jartum durante más de cinco años, sin un compañero sacerdote con el que confesarse.
[2864]
El P. Reinthaller no tuvo sucesor en sus arduas funciones. Después de su muerte, la S. C. confió interinamente el gobierno de la Misión al Vicario Apostólico de Egipto.
La Orden Seráfica envió a Africa Central cerca de sesenta frailes, entre sacerdotes y laicos. De ellos murieron veintidós, y los otros pasaron a Egipto o a Tierra Santa, o regresaron a Europa.
[2865]
En 1865 la S. C. permitió que el P. Ludovico de Casoria ocupase con algunos de sus frailes y negros terciarios la Estación de Schellal, adonde se me encargó acompañarlos; pero al cabo de siete meses tuvo que abandonar la misión por falta de medios. Cuatro quintas partes de los negritos y negritas de Nápoles o murieron, o abandonaron la Obra. El resto de los varones se hicieron religiosos o quedaron improductivos. De las negritas, algunas se hicieron monjas. En una palabra, Africa Central no ha sacado hasta ahora de tan santa institución el menor beneficio.
[2866]
De todas las Estaciones del Vicariato, hoy queda sólo la de Jartum, a cuyo frente se halla el P. Dimas Stadelmeyer, de Innsbruck, el cual está asistido por el P. Hilario Schletter, tirolés, y por dos hermanos laicos. Estos dos padres ejercen su ministerio en favor de los pocos católicos que se encuentran en Jartum.
[2867]
Y hasta aquí la brevísima reseña histórica del Vicariato de Africa Central. Frente a esta larga serie de pruebas, y al espectáculo de tantas víctimas de la caridad cristiana, acude a la mente de forma natural una pregunta: ¿Por qué, con tan buen pelotón de misioneros llenos de celo y guiados por un jefe tan capaz como lo era el Dr. Knoblecher, no se consiguió implantar establemente la fe en ninguna parte de esta importante misión? ¿Por qué la Orden Seráfica, dotada de fuerzas tan imponentes, no pudo continuar una empresa ya establecida y provista de tantos medios?
[2868]
El Apostolado de la Nigricia es de por sí sobremanera arduo y laborioso. Sin embargo, me parece que el fracaso en la primera etapa de la Misión, bajo Knoblecher, fue causado por los siguientes motivos:
1.o En Europa faltaba la base de un Seminario especial consagrado exclusivamente a preparar candidatos para tan difícil misión. Hay que educar y formar al obrero evangélico antes de exponerlo a los trabajos apostólicos. Es preciso inculcarle la abnegación y el sacrificio, y trazarle, por así decir, el camino hacia ese gran fin por el cual debe consumir toda su vida; y para hacer esto se requiere tiempo y una labor perseverante. Por el contrario, los misioneros de Knoblecher, aunque de óptimo espíritu y virtudes, fueron reclutados en pequeño número de diversas diócesis y enviados enseguida a la misión, sin haberlos preparado convenientemente para la gran empresa, ni haberlos capacitado mediante una seria educación apostólica para afrontar los peligros y las dificultades.
[2869]
2.o En Egipto, donde el Europeo puede vivir y trabajar aunque reine un clima muy caluroso, que puede considerarse la media proporcional entre el de Italia y el de Africa ecuatorial, faltaba un Instituto donde el misionero tuviese la posibilidad de habituarse poco a poco a los calores, a las costumbres, a las comidas y a la vida africana. Los misioneros de Knoblecher partían de Alemania, o sea, de un clima muy frío, y, sin ninguna estancia en lugar de temperatura intermedia, se metían de repente en los países más cálidos de la tierra, con lo que se exponían a una muerte casi segura. ¿Por qué muchos hombres de negocios europeos han vivido y viven todavía largos años en Africa Central, y en cambio los misioneros de Knoblecher morían? Pues porque esos hombres de negocios –yo los conocí a todos– no fueron a esos países sino después de haber pasado algunos años en las costas de Africa o en alguna ciudad del Alto Egipto. Creo que nuestros misioneros aún vivirían si hubieran hecho lo mismo.
[2870]
3.o El sistema de vida que seguían los misioneros alemanes no era apropiado a aquel clima. Mantenían en la misión el régimen alimenticio de Alemania, especialmente en cuanto al consumo de carnes y de bebidas. Naturalmente, no se podían habituar de repente al adecuadísimo régimen frugal y moderado de los africanos, porque pasaban con demasiada rapidez de su patria a la Nigricia. Se necesita una gran sobriedad en la comida y en la bebida para poder vivir en Africa. Un sabio y bien regulado régimen de alimentación es condición esencial para aguantar en esos lejanos países, y a esto resulta difícil acostumbrarse sin someterse antes a una especial educación apostólica y a un largo ejercicio de abnegación y sacrificio en bien adaptados Institutos preparatorios para tan difíciles misiones.
[2871]
4.o Aquella misión carecía de un clero indígena, e incluso de jóvenes catequistas nativos que ayudasen a los misioneros en su ministerio.
[2872]
5.o Finalmente, le faltaba también la colaboración del elemento femenino: una casa de Religiosas que formase maestras negras y misioneras indígenas, las cuales son indispensables en una lejana y peligrosa misión.
[2873]
Sin duda, de conseguir todo esto se habría ocupado más tarde el ilustre Dr. Knoblecher, al que se debe todo el bien que se ha hecho en Africa Central, y que a sus sublimes dotes de firme carácter y constancia a toda prueba, unía enorme perspicacia, mucha actividad, y mente y corazón.
[2874]
Luego, en cuanto al tan desdichado balance de la misión en su segunda etapa, bajo el gobierno de los franciscanos, creo que estuvo causado, aparte de los motivos antedichos, por la razón siguiente: Para tan difícil empresa, disponiéndolo así el Señor, fueron elegidos entre los Frailes Menores los individuos menos adecuados para alcanzar el santo objetivo. En vez de poner al frente del Vicariato a un religioso de Alemania, más apto para la predicación que para el difícil arte de dirigir, e inexperto aún en misiones extranjeras, y no habituado al clima africano, y en vez de aventurar en tan arriesgada obra un pelotón de frailecillos reclutados sin más en varios conventos de tres grandes Provincias con diferentes lenguas y caracteres, a veces sin haber oído siquiera a los Superiores locales o sin haber seguido su consejo, la ilustre Orden debió elegir un hábil Jefe que hubiese pasado ya muchos años ejerciendo su ministerio en Tierra Santa o en el Alto Egipto (donde ciertamente los había), y que por tanto estuviese ya aclimatado a los países de Oriente. Este, utilizando sabiamente los medios de los franciscanos, y con un sistema de acción bien meditado y prudente, poco a poco habría podido echar sólidas bases para salir adelante en la santa empresa.
[2875]
Y si fracasaron los loables y generosos esfuerzos de los Institutos de negros y de negras fundados en Nápoles por el P. Ludovico de Casoria, fue porque generalmente los negros no pueden vivir en Europa, sin excluir los países meridionales de la misma, y recibir aquí una educación para luego trabajar en sus lugares de origen. Ellos, que llegan a Europa quebrantados por los horrores de la esclavitud, por los malos tratos de los musulmanes y por las fatigas de largos e incómodos viajes, encuentran un clima demasiado diferente. Y me atrevo a decir con convicción que apenas Egipto se presta para educar a los negros, habiendo constatado por experiencia que para no pocos de ellos el mismo clima egipcio es diferente en exceso, por lo que les resulta nocivo; y se requieren también en Egipto no pocos cuidados a fin de hacerlo soportable para los indígenas del Africa interior, arrastrados a la esclavitud por la inhumana barbarie de los chilabas.
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En fin, como parece que la ínclita Orden de los Frailes Menores, por falta de personal suficiente, tiene intención de retirarse completamente del Vicariato, haré que a esta breve Relación histórica siga dentro de pocos días un breve Informe sobre las Obras de Verona y de Egipto, que surgieron bajo los auspicios de Mons. Canossa, Obispo de Verona, y de Mons. Ciurcia, Vicario Apostólico de Egipto, con el objetivo directo de coadyuvar en las misiones de Africa Central; y concluiré exponiéndole en dos palabras el plan de acción que, a mi juicio, debería seguirse para hacer resurgir y prosperar aquel importantísimo Vicariato, sometiendo todo humildemente a la sabiduría y a las veneradas determinaciones de la S. C., dispuesto, como lo estoy con todos mis compañeros y subordinados, a sacrificarnos enteramente hasta la muerte en el arduo y laborioso apostolado de Africa Central, a fin de buscar con todo empeño, de la manera que mejor parezca a la Santa Sede, la salvación de aquellas almas, que son las más infelices, las más necesitadas y las más abandonadas del mundo.
Mientras, tengo el honor de declararme con todo respeto
De V. Em.a Rma.
hummo., indignmo. y obedmo. hijo
Daniel Comboni
Sup. de los Instos. de negros de Egipto
y Misro. de Africa Central