Comboni, en este día

C. presenta un informe (1871) al Consejo central de la Obra del Buen Pastor.
A Don Bricolo, 1866
Dios me ha dado una ilimitada confianza en El, de manera que ningún obstáculo me hará abandonar la empresa.

Escritos

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Nº Escrito
Destinatario
Señal (*)
Remitente
Fecha
171
Firmas de Misas
1
Alejandría
1865
N. 171 (1146) - FIRMAS DE LAS MISAS CELEBRADAS

EN STA. CATALINA, EN ALEJANDRIA DE EGIPTO

ASCA, Registro Messe





172
Firmas de Misas
1
Paris
1865
N. 172 (1195) FIRMAS DE LAS MISAS CELEBRADAS

EN «NOTRE DAME DES VICTOIRES» DE PARIS

ANDP, Registro Messe





173
Mons. Luis de Canossa
1
Paris
1865
N. 173 (1196) - A MONS. LUIS DE CANOSSA

DIRECCION SOBRE UN EJEMPLAR DEL «PLAN»

ACL





174
Don Joaquin Tomba
1
Paris
1865
N. 174 (1197) - A DON JOAQUIN TOMBA

DIRECCION SOBRE UN EJEMPLAR DEL «PLAN»

AMV



175
Don Francisco Bricolo
0
Schellal
7. 1.1866
N. 175 (164) - A DON FRANCISCO BRICOLO

ACR, A, c. 14/19



Schellal (Nubia Inferior)

7 de enero de 1866



Mi muy querido D. Francisco:



[1204]
¡A saber lo que habrá dicho al ver que nunca le escribo! Estuve tan ahogado de ocupaciones que sólo una vez he escrito al Superior D. Tomba desde que abandoné Europa. Con esto creo que quedo justificado.

Le quiero narrar un pequeño abrégé de mi viaje hasta Schellal. Cuando salí de Vicenza, donde realmente gocé de un día feliz en un ambiente de verdadera amistad, me dirigí a Verona. Allí, el 26 de octubre, se me presentó el P. Ludovico, acompañado de José Habachy, ya sacerdote regular, y dos negros terciarios vestidos de fraile, con la orden expresa de Propaganda de venir a buscarme, para ir a Africa a ocupar Schellal y acordar conmigo la división del Vicariato Apostólico de Africa Central. Sin andarse con rodeos, el P. Ludovico me hizo esta proposición: «No tengo ni un céntimo: encárgate tú de conducir el grupo a Viena y El Cairo, que de lo demás me ocuparé yo». «Gracias por el detalle», dije entre mí. Y santiguándome, contesté: «De acuerdo». Yo no tenía dinero, sólo alguna pequeña deuda.


[1205]
Tregnaghi y algún otro se negaron a hacerme ningún préstamo. El Marqués Octavio Canossa, sin decirle yo nada, y el viejo Vertua me entregaron una limosna; y recibida la bendición del Superior y del Obispo (el cual aprobó mi propuesta de fundar en el Insto. un Seminario para las Misiones africanas en el que acoger a los postulantes Sacerdotes de todo el Imperio austríaco), partí el día 26 para Brixen. Mitterrutzner me dio dinero para ir hasta hasta Viena, y el Obispo de Brixen y el Arzpo. de Saltzburgo me entregaron 100 florines. Visité a S. M. la Emperatriz Carolina, esposa del difunto Franc. I, y fuimos a Viena el día de Todos los Santos. El Comité negó toda ayuda al P. Ludovico, por lo que me vi en un embolado; de modo que me afané en Viena a fin obtener –y lo obtuve– el viaje gratuito para todos hasta Trieste. Telegrafié a Colonia y escribí a Mitterrutzner, con lo que pronto tuve en mis manos 60 napoleones de oro. En Trieste hice un contrato con el Lloyd austríaco: el Presidente, el judío Morpurgo, me dio una generosa limosna; y los 660 florines necesarios para el pasaje de todos nosotros, más el de Miguel el negro, los redujo a 220. Así, el día 12 zarpábamos de Trieste, adonde habían venido D. Beltrame con el negro, y la Baronesa Hermann.


[1206]
No puedo explicar con palabras el horror de seis días de borrasca seguidos entre Trieste y la punta de la isla de Candía. En el archipiélago griego se desató un terrible huracán, que mató 48 grandes bueyes, rompió el costado izquierdo, de hierro, del Aquila Imperiale, vapor grandísimo, y destrozó la popa. El P. Ludovico permaneció 28 horas con unas náuseas atroces; hicimos el sacrificio de la vida, y una oblación al Señor. Yo estuve durante más de 30 horas separado del P. Ludovico, porque salir de mi camarote equivalía a perder la vida. Más de cien veces encomendé mi alma, y el P. Ludovico y Habaschy se dieron mutuamente la absolución. El capitán confesó que aquello ya no tenía remedio, y me sugirió que me mantuviera bien sujeto en el puente de proa para ganar la lancha y salvarme con él. Todavía ahora me entran temblores a cada momento, y siento el horror de la tempestad, que me ha dejado bastante deteriorado. Fiat. El P. Ludovico ve como un don extraordinario de Dios lo que le quede de vida, y dice siempre que prefiere la muerte a soportar otra borrasca como ésa. Finalmente, más muertos que vivos, llegamos a Alejandría, en Egipto, donde nos reunimos con otros cuatro que habían partido de Nápoles un mes antes.


[1207]
En El Cairo fleté un barco fluvial para ir a Asuán al precio de cuatro mil piastras (32 nap. de oro), y en 32 días de infeliz navegación remontando el Nilo alcanzamos Asuán. Ayer llegamos aquí a Schellal. Hartos de esa embarcación, decidimos con el P. Ludovico romper el contrato y volver a El Cairo en un vapor del gobierno turco. A tal fin bajé hasta Esneh, de donde depende Asuán, y, presentándome a aquel Bajá, le rogué que hiciera lo necesario para conseguirme a mí, al P. Ludovico y a su sobrino D. Francisco pasaje en un vapor del gobierno. Y, ¡cosa admirable!, el Bajá me contestó que en pocos días tres vapores llegarían a Asuán, y él les ordenaría llevarnos a los tres gratis. En efecto, nos dio una carta para el Gobernador de Asuán, y le ordenó que reservara tres plazas preferentes para tres Padres austríacos, a fin de que pudiéramos volver a El Cairo cuando quisiéramos.


[1208]
El día que llegamos a Asuán, llegó también el Bajá, que renovó la orden al Gobernador, nos hizo una visita y nos colmó de gentilezas. Así que dentro de pocos días volveré a El Cairo, donde me detendré un mes y más. Tenemos más protección de los turcos que del gobierno italiano, de los austríacos y de Víctor Manuel. ¿Qué gobierno europeo presta tanta ayuda al Misionero católico? Le ruego tenga la bondad de presentar mis respetos al Sr. Obispo de Vicenza, a Mons. Dalla Vecchia, al Prefecto del Gimnasio, y a todas esas buenas personas que yo conocí; saludos al B. de D. Tilino, y a los buenos Clérigos de nuestro Insto. Gnoato, Ravignani y Angelina. Desde El Cairo iré a Nápoles, Roma y Verona: escríbame a El Cairo. Adiós. Crea en la eterna amistad de

Su afmo.



Daniel Comboni






176
Can. José Ortalda
0
Schellal
8. 1.1866

N. 176 (165) - AL CAN. JOSE ORTALDA

«Museo delle Missioni Cattoliche» IX (1866), pp. 145-147

Schellal (Nubia Inferior), 8 de enero de 1866


 

[1209]
Se me presenta una oportuna ocasión de enviar correo a Italia, y yo la cojo al vuelo para escribirle dos líneas, que, unidas a los más afectuosos saludos, le lleven noticias de nuestras misiones.

Me alegro de poderle decir que se ha logrado hacer algo para llevar a efecto el plan publicado en el Museo del año pasado; o sea, intentar la regeneración de Africa con Africa misma. Por voluntad del Emmo. Cardenal Prefecto de Propaganda he acompañado al P. Ludovico de Casoria, el benemérito fundador del Instituto que se admira en el convento de La Palma, en Nápoles, donde cientos de jóvenes negros y negras son educados en la civilización y en la religión cristiana.


[1210]
El objeto de nuestro viaje fue proceder a una división del Vicariato de Africa Central, el más extenso del mundo, igual a dos veces por lo menos nuestra culta y civilizada Europa, y asignar una parte a los beneméritos hijos de la familia franciscana, a la que pertenece el mencionado P. Ludovico, y la otra parte al Instituto Mazza de Verona, del que soy miembro. La propuesta que hice a tal fin se ajustaba al deseo expresado por el ya difunto superior y fundador.


[1211]
Dejamos El Cairo el 2 del pasado diciembre, y en treinta y dos días de navegación llegamos a las primeras cataratas del Nilo; luego, después de atravesar un pequeño desierto, alcanzamos Schellal, desde donde le escribo. El P. Ludovico, que sólo se quedó conmigo un día y medio, volvió a marcharse a bordo de un vapor turco, y regresó a El Cairo, desde donde esperaba llegar a Nápoles dentro de un mes.

La prisa no me permite entrar en detalles, pero no tardaré en mandarle un informe de nuestro viaje. Este fue interesantísimo, pues nos suministró oportunidades para muchas observaciones, y comodidad para tratar de muchas cosas con dicho Padre, el cual parece que sólo piensa y vive para su querida familia africana.


[1212]
Dentro de poco espero regresar también yo a El Cairo. Y una vez abiertos unos Institutos de acuerdo con el plan presentado a Propaganda, volveré a Italia, si Dios quiere, y haré una escapada a Roma para dar cuenta de todo lo realizado. Mientras, me complazco en poderle decir que en Schellal se ha abierto una casa y un Instituto para educar cristianamente a estos negritos, quienes a su vez llevarán el mismo beneficio a sus hermanos que viven en el interior.


[1213]
Presidente del Instituto es un padre franciscano de la provincia de Nápoles; luego hay un sacerdote de Jartum, que estuvo seis años educándose en Verona, más otros cinco en Nápoles, por lo cual viste el hábito franciscano; y a ellos se suman dos hermanos laicos y dos jóvenes artesanos.

Sobre el modelo de este Instituto, espero abrir otros dos a lo largo del itinerario que hemos seguido en nuestro viaje.

En Jartum hay rumores sobre una misión protestante prusiana, pero nunca podrá competir con la católica. El Bajá de Egipto ha creado tres provincias en el Nilo Blanco. Esta organización provincial resultará ventajosa para la difusión del Evangelio, porque se multiplicarán las relaciones.


[1214]
A todos los misioneros que he encontrado en Egipto y a lo largo del Nilo, les he hecho leer la Memoria que Ud. presentó al Senado en favor de ellos, y todos se unieron conmigo en dar gracias al Señor, que se dignaba cumplir nuestros deseos y disipaba la tormenta que amenazaba con eliminar la exención del servicio militar al joven clero, lo que hubiera supuesto un golpe mortal a las misiones. En todas partes se reza y se hace rezar a los buenos neófitos para que no se dispersen las familias religiosas que suministran un contingente tan numeroso a las misiones.


[1215]
Quisiera tener a mi disposición cien lenguas y cien corazones para hablar en favor de la pobre Africa, que es la parte del mundo menos conocida y más abandonada, y, en consecuencia, la de más difícil evangelización. Pero los Sdos. Corazones de Jesús y de María compensan por todos, y espero milagros por su mediación. Hacen falta muchos sacrificios, pero cualquier sacrificio vale la pena por un Africa cristianizada. Las muchas vidas de mis compañeros, inmoladas en las exploraciones que, ahora hace dos lustros, realizamos.hasta los dos grados de lat. N., fueron aceptadas por Dios, y serán, espero, semilla fecunda de nuevos apóstoles y de muchos cristianos. Salude de mi parte a D. Bosco y al Can. Anglesio, y dígales que se apresuren a preparar jóvenes de valía, habituados a toda clase de asperezas, mortificaciones y sacrificios: tal ha de ser el apóstol de Africa, el cual debe ponerse totalmente en manos de la Providencia.

En la esperanza de verle a mi regreso a Italia, me encomiendo a la caridad de sus oraciones, reiterándome en los Sdos. Corazones de Jesús y de María



Suyo afmo. Daniel Comboni

Misro. Aplico. de Africa Central






177
P. Venancio OFM
1
El Cairo
26. 1.1866

N. 177 - (166) - AL PADRE VENANCIO O.F.M.

«Jahresbericht...» 14 (1866), pp. 7-76

Veintiséis de enero de 1866

Véase escrito n. 188, pp. (357-381).




 

178
Card. Alejandro Barnabò
0
El Cairo
6. 2.1866

N. 178 (167) - AL CARD. ALEJANDRO BARNABO

AP SC Afr. C., v. 7, ff. 827-828

El Cairo, 6 de febrero de 1866

Emmo. Príncipe:


 

[1216]
Sabrá V. Em.a que el día de la Epifanía llegamos a Schellal, y que el P. Ludovico tomó posesión de aquella Estación. A mi regreso visité por cuarta vez las Estaciones católicas del Alto Egipto, con ánimo de examinar si esta Prefectura se presta eficazmente a formar en ella elementos para la conversión de los negros. Con ese fin, y también para ayudar a esta Misión egipcia, el P. Venancio acogió de buena gana un pequeño y factible proyecto, al que los más viejos misioneros del Alto Egipto me habían dado ya su aprobación.


[1217]
En caso de que fuera del agrado de V. Em.a, nosotros nos resolveríamos a empezar con un pequeño Instituto femenino en Negadeh, la Estación más próxima a Nubia, de la que no dista más que unas 50 leguas, y que tiene una población de 4.000 habitantes, de los cuales 170 son católicos y 3.000 coptos heréticos. El jefe de éstos, que es muy influyente y me confesó abiertamente la verdad de las dos naturalezas de Cristo, no está muy lejos de doblar la cerviz bajo el suave yugo de nuestra fe. Allí donde se introdujese la acción poderosa de la mujer católica, desconocida en esos lugares, veríamos en pocos años grandes progresos. La casa para dicho Instituto podría estar disponible tras unos pequeños arreglos. Se empezaría enseguida con tres Hermanas, a cada una de las cuales yo haría la asignación anual de 500 francos, aportándolos de mi Legado de la Sociedad de Colonia; y esto hasta que se lograra obtener para las Hermanas esa misma cantidad de la Prop. de la Fe de Lyón, cuando la obra estuviera ya en marcha. A las Hermanas de Negadeh yo añadiría dos o tres jóvenes negras de Verona muy bien instruidas en el árabe y en las labores femeninas.


[1218]
En cuanto al Insto. de Hermanas, esperamos la decisión de V. Em.a Rma. Yo había escrito a la Superiora Gen. de las Monjas de S. José. Pero como Mons. Pasquale me dice que por el momento Mère Emilie no dispone de personal, si esto es verdad yo me atrevo a proponer a V. Em.a las Hermanas del Buen Pastor. Este Insto. tiene aquí en El Cairo veintidós Hermanas, y la Superiora está dispuesta a colaborar en la Obra con la aquiescencia de V. Em.a; y Monseñor el Delegado con toda razón protege a estas pías y capaces hermanas. Así, cuando V. Em.a se digne pronunciarse sobre dicho asunto, todo se arreglará pronto.


[1219]
En su sagacidad V. Em.a comprende bien las inmensas ventajas que acarreará para la Prefectura del Alto Egipto la formación de pequeños Instos., masculinos y femeninos en sus distintas Estaciones, los cuales formarán además buenos elementos de raza negra de ambos sexos para las Misiones que después se crearán en Africa Central. Aunque la erección de estas Misiones vaya a tener lugar más tarde, conviene ir preparando ya los brazos necesarios, sin los cuales es estéril la obra del Misionero.


[1220]
Con objeto de proveer de negritas estos Instos., resultaría utilísimo el concurso de la Obra del P. Olivieri. Cada negrita cuesta 100 escudos, y, aunque el negro muere también en Egipto, sobrevive el doble, y más, que en Europa. Cada chica negra llevada a Europa cuesta 200 escudos. La Obra de Olivieri, aunque santa, es incompleta y no goza en absoluto de la simpatía de los Obispos ni de los fieles; por esto, antes o después, debe caer.


[1221]
Si dicha Obra, manteniendo intacto su programa de rescatar negros para salvar sus almas acogiéndolos en los Instos. religiosos, surtiera de negros de ambos sexos los Institutos religiosos establecidos en las costas de Africa, cobraría un gran desarrollo, sería beneficiosa para la regeneración de la Nigricia y la misma obra se perpetuaría. Esta cooperación de la Obra del P. Olivieri, en el modo indicado, sólo es susceptible de lograrse fácilmente a través de V. Em.a, persuadiendo poco a poco al Emmo. Cardenal Vicario, que puede mucho, como protector de la Obra del Rescate. Aquí hay 21 negritas con las Monjas italianas, y ya he empezado a tratar de obtener algunas.


[1222]
Pongo en conocimiento de V. Em.a los hechos siguientes: se ha empezado a tender una vía férrea desde El Cairo a Asuán, que dentro de ocho o diez años será prolongada hasta Jartum; otra línea de ferrocarril, entre Suakin y Berber, unirá el mar Rojo con el Nilo. Los turcos han invadido el Nilo Blanco, donde están organizando tres vastas provincias. En Siut, capital del Alto Egipto, se ha establecido una gran escuela anglicana, y en Jartum florece una escuela luterano-prusiana. Por lo que he podido saber, en las Sociedades heterodoxas hierve la idea de una propaganda en toda la región del Nilo.


[1223]
Mons. Vuicic, en lo que respecta a las operaciones en el Alto Egipto, considera prudente mantener la neutralidad; por eso se está en espera de lo que disponga V. Em.a.

Rogándole dé recuerdos a Mons. el Secretario, le beso la S. Púrpura.



Su humilmo. y devotmo.

Daniel Comboni






179
Conde Guido de Carpegna
0
El Cairo
17. 2.1866

N. 179 (168) - AL CONDE GUIDO DE CARPEGNA

AFC, Pesaro

El Cairo, 17 de febrero de 1866

Mi amable y queridísimo Guido:


 

[1224]
No puedes imaginarte lo apenado que estoy por no tener noticias de ti ni de la familia. Hace ya tiempo que escribí a mamá y a papá, pero ninguno ha dado señales de vida. Dice el refrán, tenido por cierto, ojos que no ven, corazón que no siente. Yo no lo creeré nunca ni de ti ni de nadie de la familia. Comprendo que mi condición de vagabundo lleva consigo la imposibilidad de precisar mi dirección; pero tú, que has viajado por Oriente, sabes seguirme la pista de maravilla. Desde que me fui de Roma no he vuelto a recibir noticias vuestras, ni nadie me las ha dado.


[1225]
A menudo me encuentro en aquella sala de El Cairo donde tuve el gran placer de verte por primera vez, y donde se encendió la llama de aquel afecto que debía unirnos en amistad eternamente. La casa de los Rossetti está ahora ocupada por el Cónsul general austríaco, excelente persona; y en aquella misma sala fumo con frecuencia el saibbuk y hago en secreto un brindis por ti: esa sala, querido Guido, se me ha vuelto entrañable por tu causa. Ya no se habla en El Cairo de la familia Rossetti, que fue uno de los elementos que impulsaron el engrandecimiento de Mehmet Alí, y por ella reina ahora gloriosa en el trono de Egipto su dinastía. Desapareció de la tierra como una nube ante el sol.


[1226]
He estado en la Nubia inferior, y atravesado por cuarta vez Egipto en toda su longitud. ¡Oh, qué deliciosas son las riberas del caudaloso Nilo, que fecunda el suelo egipcio y hace esta clásica tierra una de las más hermosas del mundo! He vuelto a contemplar las gigantescas moles de Karnak y de Luxor, los famosos templos de Dendera, de Edfú y de Filé; y he pisado aquella sagrada tierra santificada por tantos anacoretas, y ahora profanada por los sacrílegos hijos del árabe profeta que huellan las vetustas ruinas. Finalmente, en un vapor del Bajá volví a El Cairo, donde he creado un Instituto basado en mi Plan para la regeneración de Africa.


[1227]
Sé que en Roma se encuentran SS. EE. el Príncipe y la Princesa Giovanelli. Te ruego que te encargues de hacerles una visita por mí, y de saludar y presentar mis respetos al Príncipe José, que constituye el amor de los vénetos y de los Instos. de beneficencia, y la más espléndida gala de la véneta nobleza ; dile que lo recuerdo a menudo y lo llevo en el corazón. Di también a la Princesa muchas cosas en mi nombre, y hazte intérprete del respeto y veneración que le guardo.

¿Qué dirás a Maman, a Papá y a la pequeña María? Puedes imaginártelo: que la esperanza de verlos el mes próximo me consuela; y espero ver a María ya crecidita y llena de juicio. Dame noticias de Pippo, al que darás un cariñoso saludo. Escríbeme a El Cairo, al Convento de Tierra Santa, con carta certificada para el Cónsul Austríaco de El Cairo.

Por favor, saluda a Manucci y a toda su familia. Y tú, ¿qué haces? ¿Has ido preparando las cosas para tu futuro?... Algo de positivo debe haber a estas horas. Acuérdate de las cuatro bes... Saluda también al Dr. de la familia y hermano, y a todos los amigos de casa. Recuerda que te quiere mucho y te tiene siempre presente

Tu fiel y afmo. amigo



Daniel






180
Can. Juan C. Mitterrutzner
0
El Cairo
20. 2.1866

N. 180 (169) - AL CAN. JUAN C. MITTERRUTZNER

ACR, A, c. 15/65

El Cairo, 20 de febrero de 1866

Mi querido y venerado amigo:


 

[1228]
Tengo un montón de cosas que escribirle, y no sé por dónde empezar. Hace ya más de tres semanas que he vuelto a El Cairo; pero una secreta aversión se ha apoderado de mí, de manera que no he logrado tomar la pluma. Y la causa de mi aversión a escribirle es el juicio que me he formado del P. Ludovico y de su Institución, que se me hace muy cuesta arriba de exponerle. Sin embargo, por fin me he decidido, porque usted es el verdadero amigo, el protector, el más esforzado colaborador en el apostolado de los negros, y conoce el fondo de mi corazón: yo desearía ver cien instituciones dividirse Africa Central, para reducirla toda al Catolicismo. Si le doy mi juicio sobre el P. Ludovico es porque estoy persuadido de lo que digo, aunque me sentiría muy feliz de retractarme y de saber que me he equivocado. Se lo digo a Ud., que no se deja dar gato por liebre, y que antes o después hubiera llegado a saber por sí mismo la verdad. ¡Ojalá estuviera yo en un error! Pero tan verdad es como Dios que no quiero engañar a nadie; por eso le voy a decir lo que siento en el fondo de mi alma.


[1229]
El P. Ludovico es hombre de gran caridad, verdadero hijo de San Francisco en el cumplimiento de reglas de su orden, y modelo de observancia religiosa. Pero su cabeza no va a la par con su corazón, y no es claro y recto en su manera de actuar. El P. Samuel de Negadeh, viejo Misionero del Alto Egipto, reformado franciscano, que nos acompañó a Schellal, definió al P. Ludovico como una mezcla de ignorancia, de caridad, de piedad, de hipocresía y falsedad, y de virtudes. Ya le daré a conocer, de palabra, un montón de pruebas y de hechos; ahora me limito a decirle solamente esto. El Presidente de Schellal, el P. Buenaventura de Casanova, y el mismo José Habaschy y todos los misioneros franciscanos napolitanos que he visto en Egipto, dicen que el P. Ludovico es un santo a su modo. El Presidente de Schellal y nuestro Habaschy me explicaron bien la substancia real de su Institución; yo la confronté con las explicaciones del P. Ludovico y con una carta que él escribió a los frailes Bigi [= Cenicientos, por el color del hábito de estos franciscanos reformados del P. Ludovico], la cual le traduje al latín, porque ordenó que se leyese una vez a la semana en plena comunidad; y todo esto, unido a lo que he visto en el P. Ludovico, me lleva a emitir este juicio: «La Institución del P. Ludovico no podrá hacer nada en Africa, sin que sea sea dirigida y gobernada por la primera Orden franciscana». Probatur.


[1230]
Los Hermanos Bigi constituyen un revoltijo de seglares de todas clases y profesiones, que se muestran inclinados a la piedad, y que el P. Ludovico vistió de franciscanos para dirigir y enseñar oficios a la juventud. Con tal que den pruebas de piedad, recen rosarios y hagan genuflexiones, él les entrega su hábito y los pone a trabajar en las Obras; y con la misma facilidad luego les quita el hábito y los planta en la calle. Así, mientras admite seis a los que viste de hermanos laicos, se le marchan siete que vuelven a la condición de seglares. El P. Provincial de Nápoles y todos los frailes son contrarios al P. Ludovico, que arma tales enredos lo mismo en cuestión de política que de comunidad como para poner en evidencia a la Orden franciscana. La Institución del P. Ludovico puede tener Sacerdotes terciarios, pero hasta ahora no ha formado ni uno; por eso necesita franciscanos de la primera Orden, sin los cuales no puede funcionar el Instituto. Pero se le han ido uno tras otro: ninguno ha podido acomodarse a las ideas del P. Ludovico, el cual pretende que sólo su Institución dirija las obras con el nombre franciscano.


[1231]
El caso es que ahora tiene cuarenta y dos artesanos entre Europa y Africa, y, sin depender de la primera Orden, quiere gobernar las obras de Nápoles y de Africa. No digo nada de la formación, que no se conoce en La Palma. El P. Buenaventura, que es la persona más instruida que ha dado la Institución del P. Ludovico, me confesó saber poco más de lo que aprendió en Verona; y no sabe nada ni de dogmática, ni de moral. Encima el buen hombre, tras unas pequeñas pruebas, mete a los recién llegados a trabajar en las obras, en las misiones, poniéndolos en peligro de condenarse el alma. Vayamos ahora a Africa. En tiempos pasados, él envió allí doce de los suyos: dos murieron, uno –usted lo sabe– enciende los faroles de gas por las calles de Nápoles, y todos los demás desertaron de sus banderas. Dos de éstos, que están aquí en El Cairo, aseguraron a los frailes que nunca volverían con el P. Ludovico. Pasemos ahora a nuestra expedición. En Schellal dejamos el personal siguiente:

P. Buenaventura de Casanova, Presidente;

P. Buenaventura de Jartum [José Habaschy];

Fr. Pedro, carpintero, Procurador;

Fr. Inocencio, enfermero;

Fr. Juan, negro, y

Fr. Ludovico, artesanos a los que en Trieste vestimos de seglares.


[1232]
El Presidente, que es de la primera Orden y no quiere saber nada de la Institución del P. Ludovico, es un buen fraile; pero no le convencen ni la cabeza ni las Obras del P. Ludovico, y esto juzgándole bien.


[1233]
Fr. Pedro estuvo siete años de soldado, y luchó contra Garibaldi en 1860. Luego trabajó de carpintero: era el director de los talleres de Capodimonte en el Insto. del P. Ludovico. Uno de los mejores elementos de La Palma.

Fr. Inocencio es verdaderamente bueno, el mejor de todos los de Schellal. Sabe asistir bien a los enfermos, y se las arregla para sangrar y administrar medicinas.

A los otros los vio usted. en Brixen.


[1234]
Ahora, en Schellal, [el P. Ludovico] ha ordenado que se siga la misma vida que en La Palma: coro, silencio, soledad, etc. (no son más que dos los Padres), y ha prohibido al Presidente que mantenga comunicación con Propaganda, con el General o con el Provincial, so pena de abandonarlo y de no mandarle provisiones. ¡Pues bien, escuche!... El 15 del cte., con enorme sorpresa, veo que se me presenta aquí en El Cairo Fr. Pedro, el Procurador de Schellal. Me quedo pasmado. Resulta que ha jurado no volver a poner los pies en Schellal: tras una vocación de sólo 28 días, se marchó. En suma, entre los dos Padres reina una tremenda discordia. El Presidente no sabe una palabra de árabe, y José Habaschy, aunque subordinado, es el que tiene que tratar los asuntos. Ahora bien, por lo que dice a los frailes Fr. Pedro, parece que nuestro Habaschy se ha ensoberbecido por la buena acogida y amistad que le dispensan los de Schellal, y trata de crearse un partido para echar al Presidente y convertirse en el Superior de Schellal. Nunca ha ido al coro; toma en arriendo terrenos sin contar con el Superior, (y me escribió a mí pidiéndome dinero); le abre las cartas al Superior; y hasta posee dinero, que se ha hecho prestar, contra lo dispuesto por el P. Ludovico, que le prohibió tocar dinero. Total, que Scellal es una Babel.


[1235]
Yo, por lo que vi, daba un plazo de seis meses antes del enfrentamiento entre los dos frailes; el P. Samuel, sólo dos meses, pero en realidad no ha durado la paz entre ellos ni quince días. Enseguida he escrito al Presidente, aconsejándole que se mantenga firme en su puesto, según las órdenes del P. Ludovico, y he mandado una carta terrible a Buenav. de Jartum, en la que le hablaba como verdadero padre. Espero que dé resultado. Luego, al enviar a Nápoles la carta del Presidente, he escrito otra, como buen amigo, al P. Ludovico, repitiéndole los consejos que le di en el Nilo de no precipitarse demasiado en ordenar sacerdotes negros, y no empeñar su Institución en grandes empresas, sin probar ampliamente la vocación del personal. Dentro de poco, dice Fr. Pedro, escaparán también los dos negros. Es inútil: sin la primera Orden, la Institución del P. Ludovico no hace nada. El P. Provincial de Nápoles, conociendo a fondo las cosas, dijo al P. Ludovico: «Si quiere Misioneros para dirigir la Estación de Schellal, yo le daré los elementos más buenos y capaces de la Provincia».


[1236]
El P. Ludovico se negó. ¿Y sabe por qué? Lo dijo él mismo: porque quiere presentar uno o dos hechos positivos a la S. Congr. de Obispos y Regulares, para que apruebe su Insto., y así el Rey de Nápoles sea Protector del mismo. Pero ni la Congr., ni el Definitorio de los Franciscanos, ni el Provincial de Nápoles quieren saber nada. Ahora bien, yo digo con muchos: este hombre no busca el bien de Africa, sino la gloria de su Insto. En Africa podríamos tener muchos buenísimos Misioneros franciscanos, y el P. Ludovico lo impide. Su Institución, que no tiene aún un Sacerdote, está todavía atrasada; y será un milagro si puede mantener en pie Schellal, porque no dispone de personal: sólo tiene artesanos sin vocación. Pero dejemos esto, pues aún hay otra cosa que le asombrará.


[1237]
El enemigo capital de mi Plan es el P. Ludovico. Y lo que importa más: es acérrimamente contrario a que Propaganda conceda un trozo de Africa al Insto. Estoy plenamente informado, y J. Habaschy es testigo auricular de ello, que en Roma el P. Lud. hizo todo lo posible ante Propaganda para impedir la división, e incluso instó al Cardenal Barnabò a impedir que yo siguiese en Africa; pero el Card. contestó: No; quiero que Comboni vaya contigo, lo mando, y quiero la división. En Nápoles me había dicho: «La Palma y yo queremos ser tus servidores y cooperadores de tu Plan». Fue a Verona y manifestó la voluntad de Propaganda a D. Tomba, diciéndole querer ayudar al Insto., etc.; usted lo puede saber con detalle de Verona. Fue a Brixen, y bien recordará cómo le habló.


[1238]
Nos trasladamos a Viena, y, mientras yo estaba ausente por dos días en Praga visitando a S. E. el Arzobispo Schwartzenber, él presentó al P. Matzek el estupendo proyecto de Ud. sobre la división, y le rogó que influyese en el Comité a oponerse a la misma, diciéndole: «Si nosotros podemos hacer el bien en El Cairo y Jartum, ¿por qué ceder a los otros las tribus del Nilo Blanco? Lo mejor por ahora es negar al Insto. Mazza una parte de Africa». Es lo que en efecto decidió. Esto me lo sopló ad litteram José de Jartum, testigo de oído. Yo no lo creía, pero hechos posteriores me han convencido de que es así.


[1239]
Llegados en el barco a Trieste, así me habló el P. Ludovico apenas partimos de allí: «Hijo mío, yo creería prudente que en Egipto, ni con el Obispo, ni con los frailes, ni con nadie, se hable de división, porque todos se reirían de nosotros. Vayamos a Schellal, y a nuestro regreso hablaremos con el Obispo». A lo que argüí: «¿Cómo justificar ante los franciscanos mi presencia con Ud.? ¿Acaso los franciscanos necesitan curas para sus Misiones?» Entonces él me respondió: «Diré que has venido conmigo como amigo y conocedor de las obras de La Palma, y además para prestarme ayuda, conociendo tú bien Africa». Asentí a su deseo, a condición de que a nuestro regreso de Schellal nos detuviésemos algún tiempo a hablar con el Obispo, según la orden de Propaganda.


[1240]
Callo su sistema de lanzar alguna frasecita de descrédito contra mi Plan, como: «El Plan de Comboni es bueno en teoría; en la práctica, imposible», y esto se lo dijo a las más personas más importantes. Callo que estando él lleno de recomendaciones para los cónsules y personalidades, etc. de Egipto, jamás tuvo el rasgo de amistad de presentarme a alguno de ellos, a pesar de rogárselo yo con respecto a uno; mientras que desde Verona hasta Viena pasando por Trieste, le presenté a todos los benefactores de la Misión que yo conocía. Callo otros innumerables detalles indignos que tuvo conmigo, y que me da vergüenza citar; pero a lo mejor, de palabra, le cuento alguno aunque sólo sea para reírnos. Callo su manera de hablar de los anteriores Misioneros de Africa Central; su mayor elogio de Knoblecher fue éste: «Oh, era un hombre adinerado... Las misiones hay que hacerlas con humildad y no con dinero», etc. Pasemos a Schellal.


[1241]
El día de la Epifanía abrimos Schellal. Habiendo venido allí el Príncipe Antonio de Hohenzollern Sigmatingen, la tarde del día 8 [el P. Ludovico] obtuvo pasaje gratuito en el vapor hasta El Cairo. El tenía que partir por la mañana del 9, y por la tarde llamé al al P. Samuel de Negadeh, que nos acompañó a Schellal, y con D. Francisco, el sobrino del P. Ludovico, entramos en la habitación de éste y así le hablé: «El motivo por el que Propaganda quiso que yo viniese con usted a Schellal y a Egipto era ponernos de acuerdo sobre cómo dividir el Vicariato aplico. de Africa Central y tratar con Mons. el Delegado aplico. de Egipto. Usted se va mañana, y cuando llegue a El Cairo regresará a Europa con el primer vapor; de manera que ya no podremos tratar sobre el importantísimo asunto de la división». «¿Qué asunto? –respondió él– Yo no sé nada». Le repliqué: «Entonces, ¿qué nos dijo el Card. Barnabò a los dos? ¿Qué le dijo a usted cuando pasó por Roma para venir a Verona? ¿No ordenó que fuésemos los dos juntos a Africa, etc.?» «Yo no sé nada –dijo él–. ¿Qué quieres que tú y yo, que somos polvo, que tenemos nuestros Superiores, decidamos sobre un asunto tan relevante? Que lo hagan nuestros Superiores; yo no sé nada. ¿Dónde están los papeles, etc. en los que se diga que estamos autorizados a hacer esta división de que hablas? Yo no sé nada»... En resumen, amigo mío, lo negó todo. Me envolvió en un mundo de palabrería hipócrita, elogiando a los Misioneros de D. Mazza, pero diciéndome que no había dinero, etc.


[1242]
Cuando luego le mostré la carta de Ud., en la que sabiamente propone la división en merid, y sect., etc., entonces dijo: «Está bien, si Propaganda me lo pide, yo presentaré este proyecto». Prometió que me esperaría en El Cairo para hablar con el Obispo, a fin de evitar que Propaganda, por no hablar nosotros con el Delegado Aplico., nos obligase a venir nuevamente a El Cairo ex profeso. Pero el caso es que cuando llegó a El Cairo no hizo la menor alusión de ello al Obispo, y se marchó a Nápoles. Dijo que en Africa Central se requiere la humildad y la pobreza de S. Francisco. Sus teorías son bonitas y buenas, pero los hechos son diferentes: es el eclesiástico más egoísta que he visto en mi vida, y el que me dará problemas cuando se trate de introducir en Africa otras Instituciones.

El, que no tiene nada de personal en sentido estricto (si se exceptúa algún artesano que ingresó en su Insto. con el oficio ya aprendido), pretende nada menos que nadie vaya a Africa. Y si sólo se lo impidiese al Insto. Mazza, paciencia; pero resulta que ha llegado a un acuerdo con el General para que no entre allí ningún franciscano que no sea de La Palma. Esto, amigo mío, es sólo la décima parte de lo mucho que he visto y que le contaré del P. Ludovico. Sólo le quiero hablar del falaz programa que ha aparecido en los diarios católicos, Un nuevo rumbo, etc. Pues bien, amigo mío, o yo fui el hazmerreír del Card. Barnabò, del Papa y del General, pues los tres me prometieron una Misión para el Insto. y con ese objeto fui enviado a Africa, o el P. Ludovico es un impostor. Piense acerca de este nuevo rumbo dado a las misiones africanas, y juzgue.


[1243]
A pesar de todos estos disgustos, yo pasé del 26 de octubre al 8 de enero los días más pacíficos con el P. Ludovico, sin la menor sombra de disputa, como los hubiera pasado un amoroso hijo con su Padre. A pesar del mencionado proceder del P. Ludovico con respecto a mí y a los que trabajan por Africa, yo siempre le favoreceré en lo que pueda; sólo por el bien de Africa quiero tener una larga conversación con el P. General de los Franciscanos. A usted se lo digo como lo siento, para que no sea engañado como yo lo fui todas las veces que estuve en Nápoles. Pero ahora que he tratado con el hombre, y he visto lo que tiene de positivo y oído lo que de él me han contado los buenos frailes napolitanos, sólo ahora, con todo el dolor de mi corazón, he abierto los ojos. Yo sería feliz de engañarme, porque Africa tendría una gran ayuda en el P. Ludovico, pero me temo que Africa va a sacar poco de él: lo he conocido a fondo, y basta. Pasemos a Jartum.


[1244]
He hablado con nueve o diez comerciantes de Jartum, y todos a coro critican la conducta moral del P. Fabián. Tiene veintidós esclavas huidas de los musulmanes. Algunos amos, por medio del Cónsul austríaco, le reclaman sus esclavas; pero él, como si tal cosa: la gente le importa un ardite, se emborracha de aguardiente desde la mañana a la noche, etc., y vive con sus esclavas a la musulmana. Estas son las habladurías de los bribones de los comerciantes con respecto al P. Fabián. Yo no creo nada; considero al P. Fabián inocente. Pero lo cierto es que el Cónsul Hansal ha enviado un tremendo informe al Cónsul General de Egipto, el cual me mostró todo, incluso la pobre defensa que el Padre ha hecho de sí mismo.

Ahora el Cónsul General va a enviar al Ministerio de Viena una comunicación en contra del Misionero. Me dice el Cónsul que en la Misión, o sea, en las casetas del jardín donde están las esclavas, han venido al mundo tres niños mulatos, y todo Jartum cree... El P. Fabián escribe al Cónsul General que se necesitan en la Misión algunas esclavas para hacer el pan. El caso es que es un solo sacerdote expuesto a estas calumnias, sin que pueda confesarse desde hace mucho tiempo, etc. Le escribo a Ud. estas cosas, como Padre que es de la Misión, para que si le es posible verificarlas, y remediarlas, y ayudar al P. Fabián, lo haga. He suplicado al Cónsul que no escriba a Viena, sino que se ponga en comunicación con el Obispo de Egipto.


[1245]
Ya se ha empezado a tender la vía férrea de El Cairo a Asuán, y en pocos años estará terminada desde Asuán hasta Jartum. Otra línea de ferrocarril entre Suakin y Berber unirá el Nilo con el mar Rojo. En un solo mes se va ahora desde El Cairo a Jartum por la ruta de Suakin. Han salido otros tres mil soldados hacia Sudán, y se van a crear tres grandes provincias egipcias en la zona del Nilo Blanco. Está floreciente la escuela protestante prusiana de Jartum, mucho más frecuentada por la colonia europea que la católica. En Siut hay otra escuela anglicana. ¿Qué consecuencias tendrán para la fe estos hechos? He escrito al respecto un pequeño informe a Barnabò.


[1246]
Estoy convencido, y conmigo todos los Misioneros de Egipto, de que la aplicación del Plan para la regeneración de Africa en el Alto Egipto es uno de los medios más adecuados para ayudar a Africa Central. Como la historia de la división todavía va un poco para largo (y sin duda se hará según su idea, como la más sabia y más justa), creo que será útil establecer dos pequeños Instos., uno masculino y uno femenino, en Kenne, con el doble objetivo de ayudar a la juventud copta egipcia y de preparar al mismo tiempo elementos para los negros.


[1247]
A tal fin visité diligentemente todos los puntos del Alto Egipto donde hay una estación católica; y a mi regreso a El Cairo presenté un pequeño proyecto al Prefecto aplico. del Alto Egipto, en el que le proponía fortalecer esa Misión con la aplicación de mi Plan para la regeneración de Africa. El Prefecto, a instancias de todos los Misioneros, aceptó la propuesta y la sometió al Card. Barnabò. Así, escribió una bonita carta al Cardenal, en la que entre otras cosas le pedía autorización para que yo fundase un pequeño Instituto en Negadeh, y fueran introducidas en él las Hermanas que decidiera Su Eminencia.

Otra pequeña entidad de negritas haré surgir en El Cairo, bajo la dirección de las Hermanas de allí. Pero sobre este punto le mandaré una carta detallada con el siguiente vapor.


[1248]
Asimismo le enviaré un pequeño informe de nuestro viaje a Schellal, con la famosa e interesante conversación que tuve con Lesseps, que me dio sabios consejos sobre el modo de aplicar el Plan, etc. El P. Ludovico llegó a Nápoles el 27 de enero. Piensa abrir una casa de oficios en El Viejo Cairo, a cuyo frente pondrá a su sobrino el Sacerdote, lo cual repatea a los frailes de El Cairo. Consiguió una casa cerca del Cementerio, a cambio de la cual tiene la obligación de decir una sola misa a la semana. El maestro de estudios será aquel negro Morsal que yo llevé a Nápoles en el 62. Pero ya le daré más amplia noticia de ello.


[1249]
El P. Presidente de Schellal me rogó que le mandase dinero, pues el P. Ludovico le había dejado con cinco napoleones de oro. Desde El Cairo, D. Francisco le envió otros treinta táleros. Uno de los motivos por los que el Presidente se mantendrá firme en su puesto es la esperanza de que no ha de faltarle lo necesario. Por lo tanto, asistirle es de capital importancia para la Misión. Si se le ayuda, permanecerá allí incluso solo. De modo que, si puede, haga le presten asistencia cuanto antes; pero es mejor que lo haga directamente por medio del Cónsul y de Fathalla, porque existe el riesgo de que la ayuda se detenga en Nápoles, como ocurrió el otoño pasado. Me contó el Presidente que en Nápoles se han repartido muchos centenares de esos Nuevos rumbos, y que Habaschy y él predicaron en las iglesias, y se recogieron quinientos escudos. Estos fueron a mezclarse –me dijeron los dos sacerdotes de Schellal– con las obras de enseñanza artesanal del P. Ludovico. Era el defecto de nuestro querido Superior de Verona. Así que el Presidente me recomendó: «Si puede prestarme ayuda hágamela llegar directamente, y yo le rendiré cuentas de todo».


[1250]
Yo me quedo en El Cairo hasta mediada la Cuaresma, y luego voy a Verona pasando por Roma, donde tengo que hablar con Propaganda. En Verona recojo a las negras, y las traigo a Egipto. Así que le encargo de nuestro negrito Locwis, a quien junto con Cachiual quisiera trasladar a Egipto. Pero antes debo vaciar en el corazón de Ud. todo lo que llevo dentro, y actuar según sus consejos.


[1251]
No quiero perder tiempo; quiero trabajar y vivir solamente para Africa y para la conversión de los negros. Espero que Dios me asista y me conceda grandes gracias, y que usted sea siempre mi padre, consejero, amigo, maestro, y todo.

No temo a nada, confío en Dios. Mil saludos a S. Alt. Rma., a sus Secretarios, al amo del negro, al negro, etc.

Tuissimus in corde et opere



Daniel Comboni