[1228]
Tengo un montón de cosas que escribirle, y no sé por dónde empezar. Hace ya más de tres semanas que he vuelto a El Cairo; pero una secreta aversión se ha apoderado de mí, de manera que no he logrado tomar la pluma. Y la causa de mi aversión a escribirle es el juicio que me he formado del P. Ludovico y de su Institución, que se me hace muy cuesta arriba de exponerle. Sin embargo, por fin me he decidido, porque usted es el verdadero amigo, el protector, el más esforzado colaborador en el apostolado de los negros, y conoce el fondo de mi corazón: yo desearía ver cien instituciones dividirse Africa Central, para reducirla toda al Catolicismo. Si le doy mi juicio sobre el P. Ludovico es porque estoy persuadido de lo que digo, aunque me sentiría muy feliz de retractarme y de saber que me he equivocado. Se lo digo a Ud., que no se deja dar gato por liebre, y que antes o después hubiera llegado a saber por sí mismo la verdad. ¡Ojalá estuviera yo en un error! Pero tan verdad es como Dios que no quiero engañar a nadie; por eso le voy a decir lo que siento en el fondo de mi alma.
[1229]
El P. Ludovico es hombre de gran caridad, verdadero hijo de San Francisco en el cumplimiento de reglas de su orden, y modelo de observancia religiosa. Pero su cabeza no va a la par con su corazón, y no es claro y recto en su manera de actuar. El P. Samuel de Negadeh, viejo Misionero del Alto Egipto, reformado franciscano, que nos acompañó a Schellal, definió al P. Ludovico como una mezcla de ignorancia, de caridad, de piedad, de hipocresía y falsedad, y de virtudes. Ya le daré a conocer, de palabra, un montón de pruebas y de hechos; ahora me limito a decirle solamente esto. El Presidente de Schellal, el P. Buenaventura de Casanova, y el mismo José Habaschy y todos los misioneros franciscanos napolitanos que he visto en Egipto, dicen que el P. Ludovico es un santo a su modo. El Presidente de Schellal y nuestro Habaschy me explicaron bien la substancia real de su Institución; yo la confronté con las explicaciones del P. Ludovico y con una carta que él escribió a los frailes Bigi [= Cenicientos, por el color del hábito de estos franciscanos reformados del P. Ludovico], la cual le traduje al latín, porque ordenó que se leyese una vez a la semana en plena comunidad; y todo esto, unido a lo que he visto en el P. Ludovico, me lleva a emitir este juicio: «La Institución del P. Ludovico no podrá hacer nada en Africa, sin que sea sea dirigida y gobernada por la primera Orden franciscana». Probatur.
[1230]
Los Hermanos Bigi constituyen un revoltijo de seglares de todas clases y profesiones, que se muestran inclinados a la piedad, y que el P. Ludovico vistió de franciscanos para dirigir y enseñar oficios a la juventud. Con tal que den pruebas de piedad, recen rosarios y hagan genuflexiones, él les entrega su hábito y los pone a trabajar en las Obras; y con la misma facilidad luego les quita el hábito y los planta en la calle. Así, mientras admite seis a los que viste de hermanos laicos, se le marchan siete que vuelven a la condición de seglares. El P. Provincial de Nápoles y todos los frailes son contrarios al P. Ludovico, que arma tales enredos lo mismo en cuestión de política que de comunidad como para poner en evidencia a la Orden franciscana. La Institución del P. Ludovico puede tener Sacerdotes terciarios, pero hasta ahora no ha formado ni uno; por eso necesita franciscanos de la primera Orden, sin los cuales no puede funcionar el Instituto. Pero se le han ido uno tras otro: ninguno ha podido acomodarse a las ideas del P. Ludovico, el cual pretende que sólo su Institución dirija las obras con el nombre franciscano.
[1231]
El caso es que ahora tiene cuarenta y dos artesanos entre Europa y Africa, y, sin depender de la primera Orden, quiere gobernar las obras de Nápoles y de Africa. No digo nada de la formación, que no se conoce en La Palma. El P. Buenaventura, que es la persona más instruida que ha dado la Institución del P. Ludovico, me confesó saber poco más de lo que aprendió en Verona; y no sabe nada ni de dogmática, ni de moral. Encima el buen hombre, tras unas pequeñas pruebas, mete a los recién llegados a trabajar en las obras, en las misiones, poniéndolos en peligro de condenarse el alma. Vayamos ahora a Africa. En tiempos pasados, él envió allí doce de los suyos: dos murieron, uno –usted lo sabe– enciende los faroles de gas por las calles de Nápoles, y todos los demás desertaron de sus banderas. Dos de éstos, que están aquí en El Cairo, aseguraron a los frailes que nunca volverían con el P. Ludovico. Pasemos ahora a nuestra expedición. En Schellal dejamos el personal siguiente:
P. Buenaventura de Casanova, Presidente;
P. Buenaventura de Jartum [José Habaschy];
Fr. Pedro, carpintero, Procurador;
Fr. Inocencio, enfermero;
Fr. Juan, negro, y
Fr. Ludovico, artesanos a los que en Trieste vestimos de seglares.
[1232]
El Presidente, que es de la primera Orden y no quiere saber nada de la Institución del P. Ludovico, es un buen fraile; pero no le convencen ni la cabeza ni las Obras del P. Ludovico, y esto juzgándole bien.
[1233]
Fr. Pedro estuvo siete años de soldado, y luchó contra Garibaldi en 1860. Luego trabajó de carpintero: era el director de los talleres de Capodimonte en el Insto. del P. Ludovico. Uno de los mejores elementos de La Palma.
Fr. Inocencio es verdaderamente bueno, el mejor de todos los de Schellal. Sabe asistir bien a los enfermos, y se las arregla para sangrar y administrar medicinas.
A los otros los vio usted. en Brixen.
[1234]
Ahora, en Schellal, [el P. Ludovico] ha ordenado que se siga la misma vida que en La Palma: coro, silencio, soledad, etc. (no son más que dos los Padres), y ha prohibido al Presidente que mantenga comunicación con Propaganda, con el General o con el Provincial, so pena de abandonarlo y de no mandarle provisiones. ¡Pues bien, escuche!... El 15 del cte., con enorme sorpresa, veo que se me presenta aquí en El Cairo Fr. Pedro, el Procurador de Schellal. Me quedo pasmado. Resulta que ha jurado no volver a poner los pies en Schellal: tras una vocación de sólo 28 días, se marchó. En suma, entre los dos Padres reina una tremenda discordia. El Presidente no sabe una palabra de árabe, y José Habaschy, aunque subordinado, es el que tiene que tratar los asuntos. Ahora bien, por lo que dice a los frailes Fr. Pedro, parece que nuestro Habaschy se ha ensoberbecido por la buena acogida y amistad que le dispensan los de Schellal, y trata de crearse un partido para echar al Presidente y convertirse en el Superior de Schellal. Nunca ha ido al coro; toma en arriendo terrenos sin contar con el Superior, (y me escribió a mí pidiéndome dinero); le abre las cartas al Superior; y hasta posee dinero, que se ha hecho prestar, contra lo dispuesto por el P. Ludovico, que le prohibió tocar dinero. Total, que Scellal es una Babel.
[1235]
Yo, por lo que vi, daba un plazo de seis meses antes del enfrentamiento entre los dos frailes; el P. Samuel, sólo dos meses, pero en realidad no ha durado la paz entre ellos ni quince días. Enseguida he escrito al Presidente, aconsejándole que se mantenga firme en su puesto, según las órdenes del P. Ludovico, y he mandado una carta terrible a Buenav. de Jartum, en la que le hablaba como verdadero padre. Espero que dé resultado. Luego, al enviar a Nápoles la carta del Presidente, he escrito otra, como buen amigo, al P. Ludovico, repitiéndole los consejos que le di en el Nilo de no precipitarse demasiado en ordenar sacerdotes negros, y no empeñar su Institución en grandes empresas, sin probar ampliamente la vocación del personal. Dentro de poco, dice Fr. Pedro, escaparán también los dos negros. Es inútil: sin la primera Orden, la Institución del P. Ludovico no hace nada. El P. Provincial de Nápoles, conociendo a fondo las cosas, dijo al P. Ludovico: «Si quiere Misioneros para dirigir la Estación de Schellal, yo le daré los elementos más buenos y capaces de la Provincia».
[1236]
El P. Ludovico se negó. ¿Y sabe por qué? Lo dijo él mismo: porque quiere presentar uno o dos hechos positivos a la S. Congr. de Obispos y Regulares, para que apruebe su Insto., y así el Rey de Nápoles sea Protector del mismo. Pero ni la Congr., ni el Definitorio de los Franciscanos, ni el Provincial de Nápoles quieren saber nada. Ahora bien, yo digo con muchos: este hombre no busca el bien de Africa, sino la gloria de su Insto. En Africa podríamos tener muchos buenísimos Misioneros franciscanos, y el P. Ludovico lo impide. Su Institución, que no tiene aún un Sacerdote, está todavía atrasada; y será un milagro si puede mantener en pie Schellal, porque no dispone de personal: sólo tiene artesanos sin vocación. Pero dejemos esto, pues aún hay otra cosa que le asombrará.
[1237]
El enemigo capital de mi Plan es el P. Ludovico. Y lo que importa más: es acérrimamente contrario a que Propaganda conceda un trozo de Africa al Insto. Estoy plenamente informado, y J. Habaschy es testigo auricular de ello, que en Roma el P. Lud. hizo todo lo posible ante Propaganda para impedir la división, e incluso instó al Cardenal Barnabò a impedir que yo siguiese en Africa; pero el Card. contestó: No; quiero que Comboni vaya contigo, lo mando, y quiero la división. En Nápoles me había dicho: «La Palma y yo queremos ser tus servidores y cooperadores de tu Plan». Fue a Verona y manifestó la voluntad de Propaganda a D. Tomba, diciéndole querer ayudar al Insto., etc.; usted lo puede saber con detalle de Verona. Fue a Brixen, y bien recordará cómo le habló.
[1238]
Nos trasladamos a Viena, y, mientras yo estaba ausente por dos días en Praga visitando a S. E. el Arzobispo Schwartzenber, él presentó al P. Matzek el estupendo proyecto de Ud. sobre la división, y le rogó que influyese en el Comité a oponerse a la misma, diciéndole: «Si nosotros podemos hacer el bien en El Cairo y Jartum, ¿por qué ceder a los otros las tribus del Nilo Blanco? Lo mejor por ahora es negar al Insto. Mazza una parte de Africa». Es lo que en efecto decidió. Esto me lo sopló ad litteram José de Jartum, testigo de oído. Yo no lo creía, pero hechos posteriores me han convencido de que es así.
[1239]
Llegados en el barco a Trieste, así me habló el P. Ludovico apenas partimos de allí: «Hijo mío, yo creería prudente que en Egipto, ni con el Obispo, ni con los frailes, ni con nadie, se hable de división, porque todos se reirían de nosotros. Vayamos a Schellal, y a nuestro regreso hablaremos con el Obispo». A lo que argüí: «¿Cómo justificar ante los franciscanos mi presencia con Ud.? ¿Acaso los franciscanos necesitan curas para sus Misiones?» Entonces él me respondió: «Diré que has venido conmigo como amigo y conocedor de las obras de La Palma, y además para prestarme ayuda, conociendo tú bien Africa». Asentí a su deseo, a condición de que a nuestro regreso de Schellal nos detuviésemos algún tiempo a hablar con el Obispo, según la orden de Propaganda.
[1240]
Callo su sistema de lanzar alguna frasecita de descrédito contra mi Plan, como: «El Plan de Comboni es bueno en teoría; en la práctica, imposible», y esto se lo dijo a las más personas más importantes. Callo que estando él lleno de recomendaciones para los cónsules y personalidades, etc. de Egipto, jamás tuvo el rasgo de amistad de presentarme a alguno de ellos, a pesar de rogárselo yo con respecto a uno; mientras que desde Verona hasta Viena pasando por Trieste, le presenté a todos los benefactores de la Misión que yo conocía. Callo otros innumerables detalles indignos que tuvo conmigo, y que me da vergüenza citar; pero a lo mejor, de palabra, le cuento alguno aunque sólo sea para reírnos. Callo su manera de hablar de los anteriores Misioneros de Africa Central; su mayor elogio de Knoblecher fue éste: «Oh, era un hombre adinerado... Las misiones hay que hacerlas con humildad y no con dinero», etc. Pasemos a Schellal.
[1241]
El día de la Epifanía abrimos Schellal. Habiendo venido allí el Príncipe Antonio de Hohenzollern Sigmatingen, la tarde del día 8 [el P. Ludovico] obtuvo pasaje gratuito en el vapor hasta El Cairo. El tenía que partir por la mañana del 9, y por la tarde llamé al al P. Samuel de Negadeh, que nos acompañó a Schellal, y con D. Francisco, el sobrino del P. Ludovico, entramos en la habitación de éste y así le hablé: «El motivo por el que Propaganda quiso que yo viniese con usted a Schellal y a Egipto era ponernos de acuerdo sobre cómo dividir el Vicariato aplico. de Africa Central y tratar con Mons. el Delegado aplico. de Egipto. Usted se va mañana, y cuando llegue a El Cairo regresará a Europa con el primer vapor; de manera que ya no podremos tratar sobre el importantísimo asunto de la división». «¿Qué asunto? –respondió él– Yo no sé nada». Le repliqué: «Entonces, ¿qué nos dijo el Card. Barnabò a los dos? ¿Qué le dijo a usted cuando pasó por Roma para venir a Verona? ¿No ordenó que fuésemos los dos juntos a Africa, etc.?» «Yo no sé nada –dijo él–. ¿Qué quieres que tú y yo, que somos polvo, que tenemos nuestros Superiores, decidamos sobre un asunto tan relevante? Que lo hagan nuestros Superiores; yo no sé nada. ¿Dónde están los papeles, etc. en los que se diga que estamos autorizados a hacer esta división de que hablas? Yo no sé nada»... En resumen, amigo mío, lo negó todo. Me envolvió en un mundo de palabrería hipócrita, elogiando a los Misioneros de D. Mazza, pero diciéndome que no había dinero, etc.
[1242]
Cuando luego le mostré la carta de Ud., en la que sabiamente propone la división en merid, y sect., etc., entonces dijo: «Está bien, si Propaganda me lo pide, yo presentaré este proyecto». Prometió que me esperaría en El Cairo para hablar con el Obispo, a fin de evitar que Propaganda, por no hablar nosotros con el Delegado Aplico., nos obligase a venir nuevamente a El Cairo ex profeso. Pero el caso es que cuando llegó a El Cairo no hizo la menor alusión de ello al Obispo, y se marchó a Nápoles. Dijo que en Africa Central se requiere la humildad y la pobreza de S. Francisco. Sus teorías son bonitas y buenas, pero los hechos son diferentes: es el eclesiástico más egoísta que he visto en mi vida, y el que me dará problemas cuando se trate de introducir en Africa otras Instituciones.
El, que no tiene nada de personal en sentido estricto (si se exceptúa algún artesano que ingresó en su Insto. con el oficio ya aprendido), pretende nada menos que nadie vaya a Africa. Y si sólo se lo impidiese al Insto. Mazza, paciencia; pero resulta que ha llegado a un acuerdo con el General para que no entre allí ningún franciscano que no sea de La Palma. Esto, amigo mío, es sólo la décima parte de lo mucho que he visto y que le contaré del P. Ludovico. Sólo le quiero hablar del falaz programa que ha aparecido en los diarios católicos, Un nuevo rumbo, etc. Pues bien, amigo mío, o yo fui el hazmerreír del Card. Barnabò, del Papa y del General, pues los tres me prometieron una Misión para el Insto. y con ese objeto fui enviado a Africa, o el P. Ludovico es un impostor. Piense acerca de este nuevo rumbo dado a las misiones africanas, y juzgue.
[1243]
A pesar de todos estos disgustos, yo pasé del 26 de octubre al 8 de enero los días más pacíficos con el P. Ludovico, sin la menor sombra de disputa, como los hubiera pasado un amoroso hijo con su Padre. A pesar del mencionado proceder del P. Ludovico con respecto a mí y a los que trabajan por Africa, yo siempre le favoreceré en lo que pueda; sólo por el bien de Africa quiero tener una larga conversación con el P. General de los Franciscanos. A usted se lo digo como lo siento, para que no sea engañado como yo lo fui todas las veces que estuve en Nápoles. Pero ahora que he tratado con el hombre, y he visto lo que tiene de positivo y oído lo que de él me han contado los buenos frailes napolitanos, sólo ahora, con todo el dolor de mi corazón, he abierto los ojos. Yo sería feliz de engañarme, porque Africa tendría una gran ayuda en el P. Ludovico, pero me temo que Africa va a sacar poco de él: lo he conocido a fondo, y basta. Pasemos a Jartum.
[1244]
He hablado con nueve o diez comerciantes de Jartum, y todos a coro critican la conducta moral del P. Fabián. Tiene veintidós esclavas huidas de los musulmanes. Algunos amos, por medio del Cónsul austríaco, le reclaman sus esclavas; pero él, como si tal cosa: la gente le importa un ardite, se emborracha de aguardiente desde la mañana a la noche, etc., y vive con sus esclavas a la musulmana. Estas son las habladurías de los bribones de los comerciantes con respecto al P. Fabián. Yo no creo nada; considero al P. Fabián inocente. Pero lo cierto es que el Cónsul Hansal ha enviado un tremendo informe al Cónsul General de Egipto, el cual me mostró todo, incluso la pobre defensa que el Padre ha hecho de sí mismo.
Ahora el Cónsul General va a enviar al Ministerio de Viena una comunicación en contra del Misionero. Me dice el Cónsul que en la Misión, o sea, en las casetas del jardín donde están las esclavas, han venido al mundo tres niños mulatos, y todo Jartum cree... El P. Fabián escribe al Cónsul General que se necesitan en la Misión algunas esclavas para hacer el pan. El caso es que es un solo sacerdote expuesto a estas calumnias, sin que pueda confesarse desde hace mucho tiempo, etc. Le escribo a Ud. estas cosas, como Padre que es de la Misión, para que si le es posible verificarlas, y remediarlas, y ayudar al P. Fabián, lo haga. He suplicado al Cónsul que no escriba a Viena, sino que se ponga en comunicación con el Obispo de Egipto.
[1245]
Ya se ha empezado a tender la vía férrea de El Cairo a Asuán, y en pocos años estará terminada desde Asuán hasta Jartum. Otra línea de ferrocarril entre Suakin y Berber unirá el Nilo con el mar Rojo. En un solo mes se va ahora desde El Cairo a Jartum por la ruta de Suakin. Han salido otros tres mil soldados hacia Sudán, y se van a crear tres grandes provincias egipcias en la zona del Nilo Blanco. Está floreciente la escuela protestante prusiana de Jartum, mucho más frecuentada por la colonia europea que la católica. En Siut hay otra escuela anglicana. ¿Qué consecuencias tendrán para la fe estos hechos? He escrito al respecto un pequeño informe a Barnabò.
[1246]
Estoy convencido, y conmigo todos los Misioneros de Egipto, de que la aplicación del Plan para la regeneración de Africa en el Alto Egipto es uno de los medios más adecuados para ayudar a Africa Central. Como la historia de la división todavía va un poco para largo (y sin duda se hará según su idea, como la más sabia y más justa), creo que será útil establecer dos pequeños Instos., uno masculino y uno femenino, en Kenne, con el doble objetivo de ayudar a la juventud copta egipcia y de preparar al mismo tiempo elementos para los negros.
[1247]
A tal fin visité diligentemente todos los puntos del Alto Egipto donde hay una estación católica; y a mi regreso a El Cairo presenté un pequeño proyecto al Prefecto aplico. del Alto Egipto, en el que le proponía fortalecer esa Misión con la aplicación de mi Plan para la regeneración de Africa. El Prefecto, a instancias de todos los Misioneros, aceptó la propuesta y la sometió al Card. Barnabò. Así, escribió una bonita carta al Cardenal, en la que entre otras cosas le pedía autorización para que yo fundase un pequeño Instituto en Negadeh, y fueran introducidas en él las Hermanas que decidiera Su Eminencia.
Otra pequeña entidad de negritas haré surgir en El Cairo, bajo la dirección de las Hermanas de allí. Pero sobre este punto le mandaré una carta detallada con el siguiente vapor.
[1248]
Asimismo le enviaré un pequeño informe de nuestro viaje a Schellal, con la famosa e interesante conversación que tuve con Lesseps, que me dio sabios consejos sobre el modo de aplicar el Plan, etc. El P. Ludovico llegó a Nápoles el 27 de enero. Piensa abrir una casa de oficios en El Viejo Cairo, a cuyo frente pondrá a su sobrino el Sacerdote, lo cual repatea a los frailes de El Cairo. Consiguió una casa cerca del Cementerio, a cambio de la cual tiene la obligación de decir una sola misa a la semana. El maestro de estudios será aquel negro Morsal que yo llevé a Nápoles en el 62. Pero ya le daré más amplia noticia de ello.
[1249]
El P. Presidente de Schellal me rogó que le mandase dinero, pues el P. Ludovico le había dejado con cinco napoleones de oro. Desde El Cairo, D. Francisco le envió otros treinta táleros. Uno de los motivos por los que el Presidente se mantendrá firme en su puesto es la esperanza de que no ha de faltarle lo necesario. Por lo tanto, asistirle es de capital importancia para la Misión. Si se le ayuda, permanecerá allí incluso solo. De modo que, si puede, haga le presten asistencia cuanto antes; pero es mejor que lo haga directamente por medio del Cónsul y de Fathalla, porque existe el riesgo de que la ayuda se detenga en Nápoles, como ocurrió el otoño pasado. Me contó el Presidente que en Nápoles se han repartido muchos centenares de esos Nuevos rumbos, y que Habaschy y él predicaron en las iglesias, y se recogieron quinientos escudos. Estos fueron a mezclarse –me dijeron los dos sacerdotes de Schellal– con las obras de enseñanza artesanal del P. Ludovico. Era el defecto de nuestro querido Superior de Verona. Así que el Presidente me recomendó: «Si puede prestarme ayuda hágamela llegar directamente, y yo le rendiré cuentas de todo».
[1250]
Yo me quedo en El Cairo hasta mediada la Cuaresma, y luego voy a Verona pasando por Roma, donde tengo que hablar con Propaganda. En Verona recojo a las negras, y las traigo a Egipto. Así que le encargo de nuestro negrito Locwis, a quien junto con Cachiual quisiera trasladar a Egipto. Pero antes debo vaciar en el corazón de Ud. todo lo que llevo dentro, y actuar según sus consejos.
[1251]
No quiero perder tiempo; quiero trabajar y vivir solamente para Africa y para la conversión de los negros. Espero que Dios me asista y me conceda grandes gracias, y que usted sea siempre mi padre, consejero, amigo, maestro, y todo.
No temo a nada, confío en Dios. Mil saludos a S. Alt. Rma., a sus Secretarios, al amo del negro, al negro, etc.
Tuissimus in corde et opere
Daniel Comboni