[720]
La infinita majestad de Dios, cuya naturaleza es la plenitud del ser que todo lo creó, y no necesita en absoluto de las cosas creadas; ese Dios poderoso y terrible que obra maravillas en el cielo y en la tierra, que camina a lomos de los vientos y hace doblar la testuz a los montes al paso de Su eternidad, que nombra a las cosas que no son como a las que son, que todo lo genera con la palabra de su virtud, que hace un gesto y el universo se inclina ante el gesto suyo, que toca los montes y los montes humean, que mira a la tierra y la tierra palpita, que grita al mar y el mar se retira espantado; sabiduría infinita que todo lo ve en la calígine del futuro, que todo lo penetra en los recovecos del presente; escrutador de corazones que escribe y estampa en caracteres indelebles el diario de la vida humana; este Dios providente y misericordiosísimo en su inmensa caridad había establecido, entre sus eternos decretos, que en el hermoso mes de mayo, que es la sonrisa de la naturaleza, se escribiese hace más de treinta años en el libro de la vida el nombre venerado de un alma predestinada; que el día 21 viniese a respirar sobre la tierra los primeros hálitos de vida en los inmensos páramos del gélido septentrión; y que esa alma abandonando luego, por disposición de la Providencia, la dicha de las regiones patrias, viniese al centro del catolicismo a abjurar de las falsas doctrinas de Focio, para doblar con gusto la frente ante la tumba del pescador de Galilea, y a consumir sus días entre gozos y congojas en servicio del Señor.
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¡Señora Condesa! El día 21, aniversario de su precioso nacimiento, es día bendito, día santo, día de predestinación, que recuerda la misericordia de Dios. Por lo cual ese día, si Dios me da vida, me alegraré de participar también yo en la fiesta con que la querida familia Carpegna celebrará el felicísimo nacimiento de Ud. Ysi bien yo estaré lejos de Roma y no podré compartir personalmente la alegría de la familia, no obstante me hago la ilusión de que voy a participar de esa fiesta como si estuviera presente; porque Dios, que es el centro de comunicación entre nuestros corazones, que nos une, aunque alejados, con el sagrado vínculo de la más leal amistad, del más vivo afecto, acogerá mis felicitaciones y parabienes, que son expresión de lo que con el corazón entero le deseo para toda la vida. Y para que estos sentimientos míos sean santificados por la religión, en ese día faustísimo yo celebraré el Santo Sacrificio al Sagrado Corazón por Ud., a fin de que la Providencia se digne derramar sobre su cabeza el torrente de sus divinas gracias, el río de sus terrenas bendiciones.
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Aprovecho esta ocasión para rogarle que cuando le sea cómodo, y siempre que no perjudique su salud, me escriba ampliamente sobre Ud. y sobre la familia, y acerca de la cronología de este año. Sé que tengo que escribirle muchas cosas, también en respuesta a sus queridas cartas, las últimas suyas que he recibido este año, las cuales me son tanto más preciosas cuando que Ud. las escribió en un estado de salud poco satisfactorio; pero no puedo hacerlo enseguida porque estoy ocupadísimo. Recuerdos, con toda la efusión del corazón, a mi querido Conde, a Guido, a D. Luis, a Manucci, a los familiares, a Mazzoni, etc. etc., mientras en medio de mis cotidianas predicaciones tengo el placer de manifestarme «éternellement»
Su devotísimo
Daniel