Comboni, en este día

En una carta a Elisabetta Girelli (1870) desde Verona se lee:
Estamos unidos en el Sacratísimo Corazón de Jesús en la tierra, para luego unirnos en el cielo eternamente. Es menester recorrer a paso largo los caminos de Dios y de la santidad, para no detenerse más que en el paraíso.

Escritos

Buscar
Búsqueda avanzada – clique aquí para afinar la búsqueda
Nº Escrito
Destinatario
Señal (*)
Remitente
Fecha
251
Claude Girard
0
El Cairo
26. 6.1868

N. 251 (236) - A CLAUDE GIRARD

AGB

W.J.M.J.

Viejo Cairo, 26 de junio de 1868

Mi querido y venerable amigo:

[1618]
Permítame enviarle solamente por ahora un par de líneas, pues en la actualidad estoy muy atareado: he cambiado de casa para tener un aire mejor y habitaciones más amplias para la comunidad.

No tengo palabras para darle suficientemente las gracias por su buen corazón, por su generosidad y por cuanto hace por los negros y por la fe. También le estoy sensiblemente obligado por su estimada carta del 6 de junio, que me ha sido muy grata. Acepte todo mi afecto. La gloria de Jesucristo y la salvación de las almas es el precioso vínculo que hará eterna nuestra amistad; y siendo Francia el sostén del apostolado de la Iglesia, así como la protectora del poder temporal de Soberano Pontífice, me siento todavía más unido a usted porque es hijo de la hija mayor de la Iglesia Católica.


[1619]
De ahora en adelante mantendremos dos correspondencias: una secreta entre usted y yo, y la otra pública, o sea, que usted podrá dar a conocer en su apreciada publicación, la cual algunos suelen desdeñar porque contiene verdades (muy impresionantes) que causan impacto.

Esta carta es secreta.


[1620]
Le pido mil veces perdón por no haber podido enviarle algunas cartas mías: le tenía muchas preparadas, se lo había dicho a nuestro querido amigo Ildefonso y escrito a Mons. Canossa; pero nunca, nunca, he encontrado el momento de mandárselas. Sin embargo, usted es muy bueno y amable, y ha seguido enviándome su admirable revista (que yo trataré de difundir y divulgar para multiplicar los socios, sobre todo en Roma).


[1621]
Si me pusiera a describirle las cruces que tengo, no bastaría un volumen. Mons. Canossa no las conoce todas. Aun así, mi querido amigo, no voy a desanimarme, con la gracia de Dios. Antes de atraer a Mons. Canossa a la obra (hace ya quince meses) sufrí mucho por la que yo quería fundar para Africa; así que estoy acostumbrado a las batallas. Aunque me quedase solo, sin apoyos, continuaría la Obra que Dios me ha demostrado que viene de El. La incorporación de Mons. Canossa supone una gran ventaja: su nombre, su preocupación por la salvación de las almas, su mucho entusiasmo por las grandes empresas resultan muy útiles para la Obra. El pertenece a una familia de las más nobles, renombradas y antiguas de Italia. Desciende directamente de la Condesa Matilde de Canossa, la cual dio una parte del poder temporal a los Papas. Además es sobrino de Magdalena de Canossa, que ha hecho muchos milagros, y que dentro de poco será venerada en los altares: ella lo llevó en sus brazos, y de ella ha recibido Monseñor la inspiración. Su hermano, el Marqués Octavio, quizá es mejor que el Obispo (dicho sea entre nosotros) en muchos aspectos; pero los dos son admirables. El Episcopado católico siente gran veneración por Monseñor, quien además goza del afecto del Papa. Yo tuve en cuenta todo ello y me pareció que sería muy adecuado para presidir y dirigir la Obra de Africa, digna de su corazón tan inflamado por la salvación de las almas.


[1622]
Francés como usted, fue Ludovico de Canossa en 1512, uno de los más célebres Obispos de Bayeux, que pertenecía a esta familia, en la que son tradicionales la piedad, la fe, la adhesión al Pontificado y la caridad. La familia Canossa es la madre de los veroneses católicos; por esto los malvados y los masones la detestan.

No respondo ahora a su carta. Solamente le manifiesto que no puedo hacerle caso ahí donde me dice: «Le aconsejo que no me apoye, que no hable de mí en presencia de los que son poco inteligentes...» Eso nunca. Yo soy sincero, no puedo mentir, debo dar el mérito a quien lo tiene: o no hablo, o digo la verdad. Esos poco inteligentes me conocen perfectamente. Hablaré bien de usted, como lo he hecho, o no hablaré. Sé bien lo que es oportuno. Esté seguro, por tanto, de que dice grandes verdades. Puede que se le reproche el ser más francés que católico, pero esto tampoco es cierto. Usted defiende abiertamente al Papa y desea todo lo que es bueno para la regeneración de Oriente. A usted no le gusta (ni tampoco a mí) que en Egipto y en Tierra Santa se monopolicen las almas: las Ordenes religiosas son los brazos de la Iglesia, pero no todo el cuerpo. Usted me entiende.


[1623]
En cuanto a mí, le expongo mis grandes necesidades. Tengo treinta personas, y ni un céntimo. Dios sabe cómo trabajo. Para mi capilla, para celebrar una misa, tengo lo que se necesita: dos casullas, etc.; pero no para decir dos, ni para dar la bendición, etc. Por la carta de Mons. de Canossa, parece que usted tiene dinero para enviarme. Yo se lo agradecería mil veces.

Ya le escribiré sobre mis viajes por Africa Central, y desde el mar Rojo a las Indias, etc., y también sobre los reales progresos de mis dos Institutos.

Le saluda con todo el corazón



Don Daniel



Original francés.

Traducción del italiano






252
Card. Alejandro Barnabò
0
El Cairo
29. 7.1868

N. 252 (237) - AL CARD. ALEJANDRO BARNABO

AP SC Afr. C., v. 7, ff. 1277-1278

W.J.M.J.

El Cairo, 29 de junio de 1868

Emmo. Príncipe:

 

[1624]
He recibido con sumo placer su estimadísima carta del 4 del cte., con la que V. Em.a Rma. se dignaba comunicarme la venerada declaración de Su Santidad de que los galardonados por la llamada Corona de Italia deben rechazar la condecoración. Aunque V. Em.a Rma. sabrá a estas horas por L’Unità Cattolica que ya he cumplido perfectamente el deseo de S. S., no creo fuera de lugar darle cuenta de mi actuación en tal circunstancia.


[1625]
El 4 del cte. el Cónsul italiano enviaba al M. R. P. Guardián de Tierra Santa en El Cairo un sobre dirigido a mí. Cuando al día siguiente me fue entregado, vi que se trataba del Diploma Real del Caballerato acompañado de una carta muy gentil de dicho Cónsul. Temiendo que si devolvía el Diploma al mismo Cónsul, éste no lo mandaría enseguida a Florencia, por ocuparle otros asuntos, fui inmediatamente a Alejandría para consultar con Mons. el Vicario Aplico. y acordar con él la manera más segura y conveniente de enviar cuanto antes mi renuncia con el Diploma al Ministerio de Florencia. Pero no habiendo encontrado allí a S. E. Rma., que había marchado a Port Said, envié al Obispo de Verona el Real Decreto con la correspondiente carta de renuncia, encargándole de mandarlo todo a Florencia, y rogándole que hiciese insertar en L’Unità Cattolica dicha carta, y esto enseguida.


[1626]
Hubiera deseado hacer al Gobierno de Florencia una declaración muy en consonancia con lo que corresponde a un verdadero hijo de la Iglesia y del Papa; pero al haber sido otorgadas condecoraciones similares a muchos Obispos, por respeto a los mismos me pareció conveniente mantenerme en mi humildad, no destacar sobre ellos y limitarme a redactar esta simple declaración dirigida al Sr. Cibrario, Consejero de Estado y Jefe de la nueva Orden de Caballería:


[1627]
«Excelencia:

No conviniendo a mi carácter de sacerdote católico ni a mi calidad de misionero apostólico el honor de la Cruz de Caballero de la Corona de Italia que S. M. se dignó concederme, me permito remitir a a V. E. el Diploma de mi nombramiento como Caballero de esta nueva Orden Ecuestre, que el Excmo. Sr. Agente y Cónsul general de S. M. en Egipto tuvo recientemente la premura de hacer llegar a mis manos en El Cairo; asegurándole al mismo tiempo que trataré siempre de comportarme en todo lugar y circunstancia como católico italiano, de la manera que corresponde a un verdadero sacerdote y misionero de la Santa Iglesia católica, apostólica y romana, y a un fiel súbdito de mi amado Soberano.

Suplicando a V. E. se sirva presentar al trono de S. M. mis humildes expresiones de agradecimiento y hacerse el intérprete de mis profundos sentimientos de veneración hacia su augusta persona, tengo el honor de suscribirme con todo el respeto



de V. E.

hum. y dev. servidor

D. Comboni»




[1628]
Como además los verdaderos sacerdotes de Cristo deben manifestar del mejor modo posible, con palabras y obras, su apego a los sanos principios en tiempos tan llenos de calamidades y despropósitos, tanto para propia satisfacción como para dar buen ejemplo a los demás, y como uno de estos modos es dar para el óbolo de San Pedro, aunque me encuentro en extrema pobreza he enviado a L’Unità Cattolica (por medio del Obispo de Verona) mi modesto donativo de veinte liras, con la demasiado larga pero oportunísima declaración siguiente:


[1629]
«Gran Cairo (Egipto).—D. Daniel Comboni, Misionero Apostólico, al inmortal Pontífice y Rey, el sumo Sacerdote de la Nueva Alianza, el Sucesor de los Apóstoles, el Príncipe de los Obispos, el Pastor de los Pastores, Pío IX; al que Dios confirió el Primado de Abel, el Dominio de Noé, el Patriarcado de Abraham, el Orden de Melquisedec, la Dignidad de Aarón, la Autoridad de Moisés, la jurisdicción de Samuel, el Valor de David, el Poder de Pedro, la Unción de Jesucristo, y le hizo el centro de la Unidad católica, la piedra fundamental de su Iglesia, el testigo sincero de su revelación, el depositario fiel de su doctrina, el intérprete infalible de sus oráculos, el sostenedor impávido de sus altares, el vindicador justo de su ley, el propagador legítimo de su santa Religión. Saludo en Vos, oh Smo. Padre, al verdadero amigo de la humanidad, a la gloria del Supremo Pontificado, al protector de la justicia y del derecho, al salvador de la sociedad moderna, al campeón de la civilización universal, al terror de la hidra multiforme de la impiedad, al fortísimo atleta, al mártir ilustre, al héroe del siglo xix que la actual generación venerará sobre los altares, al santo cuya fe, sabiduría, valor, fortaleza, piedad y constancia apoyan, sostienen, defienden, salvan, exaltan y glorifican a la veneranda Esposa de Jesucristo contra el furor y los ataques de los poderes infernales que tratan en vano de aniquilarla, y que nunca lograrán romper la inconsútil vestidura de esta gloriosa Reina, que, vencedora de las naciones y de los reyes, ve pasar ante sí estupefactos los siglos; que hace resonar su voz del orto al ocaso, y que cubre con su manto los pueblos, como el dosel de los cielos cubre el mundo.


[1630]
Derramad, oh Smo. Padre, vuestra taumatúrgica bendición sobre mí vuestro pobre hijo, sobre mis queridos compañeros misioneros, sobre la Obra del B. Pastor para la Regeneración de Africa, y sobre los dos nacientes Institutos de negros, que se hallan a pocos pasos de la santa Gruta donde moró la Sagrada Familia en su exilio de Egipto, y que están destinados a formar poderosos elementos para la conversión de la infeliz Nigricia. Mejor sufrir con Vos que gozar con el siglo: la cruz y los pesares soportados con Vos por amor a Dios son mil veces más dulces y agradables que los honores del mundo y que todas las prosperidades de la tierra. Aceptad la pequeña oferta de veinte liras, que es la limosna de una Misa celebrada en el mencionado Santuario de la Sda. Familia, y que yo os consagro como humilde homenaje de mi corazón a Vos, Pontífice y Rey».


[1631]
A la par que le anuncio la conquista de otra alma, perteneciente a la secta de los coptos herejes de Abisinia, a la que estoy instruyendo en el catolicismo, le doy las gracias por la carta al principio mencionada y le beso la sagrada púrpura, declarándome siempre



De V. Em.a Rma.

hummo. y devotmo. hijo

Daniel Comboni






253
Claude Girard
0
Marsella
15. 7.1868

N. 253 (238) - A CLAUDE GIRARD

AGB

W.J.M.J.

Marsella, 15 de julio de 1868

Mi querido y venerable amigo:

[1632]
Se sorprenderá verme de repente en Francia. Es natural. Un hombre en apuros, como yo lo estoy, debe tratar de salir del aprieto.

Por lo cual, con el consentimiento de Mons. Ciurcia, he decidido ir a donde pueda encontrar dinero. Enseguida me trasladaré a Colonia, pero ante todo quiero aprovechar esta ocasión favorable para hacer una visita a mi venerable y muy querido señor Girard, en Grenoble, para desahogarme y tratar juntos sobre los intereses de la raza más infeliz y abandonada.


[1633]
En todo caso, soy feliz de ver que la Cruz de Jesucristo me rodea y doy gracias al buen Dios por las espinas con las que aflige mi existencia. Esto me consuela y me da más ánimo que todas las riquezas de la tierra, porque son señal del amor divino y de que la Obra en la que trabajamos es una Obra toda de Dios.

Dentro de dos o tres días tendré el honor de verle en Grenoble, adonde le llevaré una carta de nuestro querido Ildefonso.

Me honro de ser en los Sagrados Corazones de Jesús y María



Su afmo. amigo

Daniel Comboni



No he visto a D. Blas Verri, que está en Verona.



Original francés. Traducción del italiano






254
Mons. Luis de Canossa
0
Marsella
16. 7.1868

N. 254 (239) - A MONS. LUIS DE CANOSSA

ACR, A, c. 14/57

Alabados J. y M. Eternamente así sea

Marsella, 16 de julio de 1868

Excelencia Rma.:

[1634]
Después de tomar la nueva y hermosísima casa y de pagar el alquiler de tres meses, me encontré a la cuarta pregunta, con nuevas necesidades imperiosas, y sin esperanza de obtener socorros, ni de las Sociedades, que están mudas, ni de los bienhechores particulares, que no existen. Habiendo examinado bien el asunto los cuatro, resolvimos que uno de nosotros fuera a Colonia. Y expuesta por mí la urgencia del caso al Delegado en Alejandría, el buen Monseñor encontró muy justa nuestra determinación. Así, luego de entregarme una carta de recomendación abierta y otra cerrada (que previamente me leyó) para el Presidente de la Obra de la Propagación de la Fe de Lyón en París, partí con su bendición a las cuatro de la tarde a bordo del Saïd con rumbo a Marsella, adonde he llegado hoy felizmente. Mañana, si la fiebre me deja, iré a Grenoble a ver a nuestro querido Mr. Girard, y después a Colonia. Desde allí me trasladaré a París, luego a Verona y finalmente a Egipto, espero que con los Camilos Tezza y Savio, y con el misionero postulante de Piacenza, si ita placebit a V. E. Rma.


[1635]
Veo por las cruces que el Señor manda, y por la protección que la Obra recibe del Delegado Aplico. de Egipto, que es una Obra de Dios. Así que ánimo, Monseñor. Antes de embarcarnos en la empresa preveíamos las cruces; ahora que llegan, ¿nos vamos a amedrentar? Nos tienen que venir también otras con las que no contábamos, pero en esto yo encuentro un gran consuelo. A pesar de todo, el demonio quedará frustrado y Jesús triunfará.


[1636]
He buscado en Marsella a D. Blas Verri para ponernos de acuerdo sobre lo que expuse al Card. Patrizi hace dos años, y que se encuentra publicado en el Anuario de Colonia de 1866; esto es, ayudarnos mutuamente, lo que haría mucho más útiles nuestros esfuerzos para la conversión de Africa. Pero él ha ido a Verona, y temo que poco va a poder hacer allí, pues le esperan en Marsella, adonde van a llegar de El Cairo, Siria, Asia Menor, Esmirna y Grecia doce negritas que él mandó comprar en El Cairo.


[1637]
Ya no puedo continuar, porque tengo un poco de fiebre fría. Acompáñeme Ud. con su bendición y plegarias. El P. Zanoni realiza ahora mis funciones en El Cairo, ayudado del muy estimable P. Carcereri, que es bueno de verdad.

Desearía saber dónde está Mme. Therèse; pero ya lo averiguaré en París.

Entretanto rece y haga rezar por mí. Presente mis respetos al Marqués Octavio y a toda la familia, así como a todos los del Consejo, a D. Vicente y también a Juanito.

Besándole la sagrada vestidura, me declaro en los Sdos. Corazones de Jesús y María



Su afmo. hijo

Daniel






255
Consagración a La Salette
0
La Salette
26. 7.1868

N. 255 (240) - CONSAGRACION DE LA NIGRICIA

A NOTRE DAME DE LA SALETTE

«La Terre Sainte» (1868)

La Salette, 26 de julio de 1868

«En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Así sea.

[1638]
Virgen Inmaculada de La Salette, reconciliadora de los pecadores, heme aquí a tus pies, postrado ante Jesucristo en tu santuario privilegiado para patrocinar una causa tan difícil, la más ardua que jamás ha habido, y sin embargo la más importante del apostolado católico: la de la raza maldita de Cam, de los pobres negros que viven en las inmensas regiones, aún inexploradas, de Africa Central.


[1639]
Llamado por la Divina Providencia hace muchos años a este laborioso apostolado, yo te debo, oh María, el no haber muerto aún, como tantos Misioneros, por las grandes fatigas y privaciones que sufrimos en esos ardientes países, y el haber podido incluso estudiar la manera de superar los obstáculos que, hasta hoy, han impedido la evangelización de aquellas naciones que pueblan el Ecuador. Eres tú, divina Madre, la que me has inspirado el nuevo Plan para la Regeneración de Africa Central, que el Vicario de Cristo y muchos Obispos han aprobado como el más sabio y adecuado.

Y también con la autorización de la S. Sede me he dedicado, junto con generosos compañeros, a la conversión de los negros todavía infieles a pesar de los esfuerzos de la Iglesia, si bien la Sangre de Jesucristo los ha rescatado y tú, María, los has adoptado como hijos en el Calvario.


[1640]
Profundamente conmovido por tu aparición para invitar a los hombres a la expiación y anunciar la reconciliación de la tierra con el cielo, vengo a esta santa montaña para implorarte, Virgen divina, que has llorado aquí por los males de la humanidad y has venido aquí para cambiar la justicia en misericordia, vengo, digo, a lanzar hacia ti un grito de desesperación extrema que tú convertirás en grito de esperanza y de salvación.

Innumerables son los males que desde hace siglos oprimen a los pobres negros, y horribles las supersticiones y los crímenes que los degradan... Más de cien millones de almas están aplastadas bajo el yugo de Satanás... Pero el terrible anatema de cuarenta siglos por fin debe ser borrado.


[1641]
Oh Virgen Inmaculada de La Salette, regeneradora del género humano, es aquí donde has bajado para proclamar al mundo esta gran nueva, aquí donde has ordenado darla a conocer a todo tu pueblo y aquí donde cada día manifiestas los prodigios de tu poder y de tu bondad. Aquí te muestras verdaderamente nuestra Reina para dominar, pero también nuestra Madre para obtenernos gracias y perdón, porque es realmente un nuevo Calvario, otro altar de expiación. Oh María, refugio de los pobres pecadores, muéstrate asimismo Reina y Madre de los pobres negros, porque también ellos son tu Pueblo. Yo quiero hacerles saber esta gran noticia que has proclamado desde lo alto de esta santa montaña.


[1642]
Sí, buena Madre de misericordia, tú eres la Madre de los negros. En este momento yo, su padre y su misionero, los pongo a todos a tus pies para que tú los metas a todos en tu Corazón: ¡muéstrate Madre! Sé que te pido un gran milagro. Pero, divina Madre, tú no has venido a llorar a estos lugares sino para multiplicar tus milagros. Yo, a mi vez, lloro contigo para conseguir uno en favor de mis negros: ¡muéstrate Madre!

El Oriente ya se ha vuelto hacia esta montaña. Vemos hijos de Sem entre los de Jafet. En esta solemnidad vengo para añadir los hijos de Cam, de manera que todo el género humano sea consagrado a la Virgen del perdón y de la salvación.


[1643]
Oh divina Madre mía, tú sabes cuántas almas buenas y corazones generosos he encontrado, gracias a ti, en esas tribus de Africa... Sí, en estas primicias de mi Misión, que pongo de nuevo bajo tu protección, tengo la certeza de que ha llegado el tiempo en que la humanidad entera, que es el pueblo de Dios y el tuyo, ya no debe formar más que un sólo rebaño bajo el cayado del Buen Pastor. Pues bien, Virgen de la reconciliación, faltaría algo a tu gloria, y tu triunfo y el de la Iglesia sería incompleto, si la raza de Cam permaneciese todavía rechazada del banquete del Padre de familia. Países homicidas de los pobres negros han frenado el impulso de los Misioneros católicos; pero mientras que los orientales cismáticos se convertirán principalmente por medio de los orientales católicos, yo he comprendido, gracias a una inspiración tuya, que es preciso trabajar sobre todo para la conversión de los negros por medio de los negros mismos. Oh María, obra esta maravilla. Yo te los consagro, te los confío para que los laves de sus suciedades y les quites esa terrible maldición que aún pesa sobre ellos: así se volverán dignos de todo tu amor.


[1644]
Entonces, como te ha proclamado mi venerable Pastor, el Obispo de Verona, como te ha proclamado el Pontífice de tu Inmaculada Concepción, serás siempre la Reina de Africa, la Reina de la Nigricia. Haz de modo que cuanto más sean ellos liberados de la desgracia, más sean sumergidos, por medio de ti, en todas las dichas de la fe, de la esperanza y de la caridad. Oh María, eres muy poderosa, y puesto que Dios puede hacer de las piedras hijos de Abraham, yo te pido la gracia, Hija del Altísimo, de hacer hijos de Abraham a estos desdichados hijos de Cam, de manera que entonces la Iglesia les aplique a ellos este elogio que hace de ti el Espíritu Santo: “Soy negra, pero bonita, hija de Jerusalén.” Así sea.»



Daniel Comboni

Misionero Apostólico de Africa Central



Original francés.

Traducción del italiano






256
Mons. Luis de Canossa
0
La Salette
27. 7.1868

N. 256 (241) - A MONS. LUIS DE CANOSSA

ACR, A, c. 14/58

(La Salette) 27 de julio de 1868

Ilmo. y Rmo. Monseñor:

[1645]
Le escribo sólo unas pocas líneas desde la Santa Montaña, donde desde hace cuatro días me encuentro con nuestro querido amigo Mr. Girard; Mons. Millos, Arzpo. de Acra., y Mons. Salzano, Obispo napolitano, encargado pontificio residente en Nápoles para la asistencia de las treinta y seis diócesis vacantes de aquella región. No le puedo expresar la impresión que me ha producido la Sta. Montaña: es mayor que la experimentada en la visita a los Santos Lugares de Palestina. Invito a V. E. a visitar La Salette, que Mons. Millos llama la Tierra Santa de Occidente. Para llegar aquí se parte de Grenoble a las seis de la mañana en un coche tirado por tres caballos. Antes de alcanzar Corps se cambia cuatro veces de caballos; la segunda vez se ponen seis caballos, la tercera cinco, y la cuarta cuatro. Nosotros llegamos a Corps a las cuatro y media de la tarde; a las seis, a caballo, salimos para efectuar la subida de la montaña, y a las siete y media alcanzamos el Santuario. Es un espectáculo de devoción y piedad que enternece. No tengo tiempo de describirle nuestra función de ayer, en que Mons. Millos consagró a Caldea, y yo a los pobres negros. La Terre Sainte informará sobre nuestro acto de consagración.


[1646]
Ayer, después de que Mons. Salzano dijo las vísperas de pontifical, yo subí al púlpito, y hablé de la importancia del acto que estábamos realizando, e hice una clara exposición del apostolado de Caldea y de Africa Central. Cuando bajé del púlpito fuimos todos al altar mayor. Mons. Millos leyó en caldeo su acto de consagración, y a continuación el Superior de los Misioneros de La Salette leyó desde el púlpito el mismo acto de consagración en francés. Luego, yo me arrodillé ante la Virgen rodeado de dos Obispos, de Mr. Girard y de otro señor, como representantes en Francia de los intereses de Oriente, y leí en voz alta mi acto de consagración en francés. La emoción llegó al máximo. La función terminó con la bendición del Santísimo. Por la noche subí de nuevo al púlpito, y hablé de los negros y de la Nigricia. Estaban presentes muchísimos Sacerdotes, y señoras y señores peregrinos. En suma, defendí la causa de los negros y de los caldeos, y el pío Superior de los Misioneros de La Salette me dijo: «Es preciso que la Santísima Virgen escuche su plegaria; aquí rezaremos siempre por ello. Y creo que va a marcharse ya escuchado».


[1647]
El caso es que por la mañana, apenas terminar de decir misa, se me acercó cantidad de gente a recibir la bendición. Yo se la di a todos, y a cambio iba recibiendo a mi vez la bendición de muchos, porque uno me dio diez francos, otro veinte, otro treinta y uno cincuenta. Así, en menos de una hora en que estuve dando la bendición, recibí yo la bendición de doscientos veinte francos, que en cuanto llegue a Grenoble mandaré a El Cairo con otros cincuenta francos recibidos del general de la Cartuja de Grenoble. Hoy dejamos la Santa Montaña porque mañana predico en Grenoble, donde también lo hice el miércoles pasado. Es absolutamente preciso que el veneradísimo Padre de Africa venga a La Salette. De palabra le contaré el espectáculo de la Santa Montaña, y cómo es imposible que uno venga aquí y no se convierta o mejore. Maximino está en Versalles: hablaré con él. No correspondió mucho a las gracias de María, de la que por otro lado es muy devoto. Melania está en un monasterio de Castellamare, cerca de Nápoles.


[1648]
En Chambéry estuve en la residencia del Cardenal-Arzobispo, donde dormí. Corrí al Sagrado Corazón en busca de Mme. Teresa Durazzo; pero hace dos años que se marchó a París, adonde iré a buscarla.

Volviendo a nuestra Obra, confíe en la Virgen de La Salette, que el éxito será completo: no temamos ni por la falta de medios, ni por nada. ¡Cuántas gracias he dado a María en su Santa Montaña por haber llamado para gobernar los destinos de los pobres negros a un Obispo sobrino de una santa! ¡Y cuántas gracias también por la preocupación que Ud., nuestro Padre, se toma por la obra de Dios y por la causa de la Nigricia! Desde lo alto de esta montaña, María le bendecirá a Ud., a Verona, a su familia, al Marqués Octavio y a Africa.


[1649]
Lo he dicho desde el púlpito, donde terminé así mi sermón: «Antes de dejarte, Madre mía, he de decirte aún una palabra dolorosa. Bien sé que voy a herir tu corazón, pero tú has llorado en esta montaña por los sufrimientos de tu pueblo... Piensa, Madre mía, que los cien millones de negros que te he ofrecido están todos, todos, condenados a la perdición eterna: todos caerán en el abismo si no acudes a socorrerlos. ¿Soportarás esto, queridísima Madre mía? ¡Oh, no! Piensa, te lo repito, piensa que en Africa cien millones de negros, que son tus hijos y que tienden sus brazos llorando, te dicen: “Reina de Africa, sálvanos: caeremos todos, todos, en el infierno si no vienes en nuestro socorro”, etc.». Animo, Monseñor, no nos asuste ningún obstáculo. Dejémoslo todo en manos de los Corazones de J. y M.; en manos de la Virgen de La Salette.


[1650]
Mr. Girard tiene un corazón inmenso y una piedad singular: es un catolicazo de primera. Con el vapor del 9 del cte. me mandó trescientos francos, y aquí me ha dado otros cien, aparte de pagarlo todo por mí. Los Misioneros de La Salette (que son un grupo de santos destinado a descollar en la Iglesia) me acogieron (gracias a Mr. Girard) gratis en la Montaña y en Grenoble. El Superior va a hacer cuestaciones para nuestros Instos. El jueves salgo para Lyón y Colonia.


[1651]
Acuérdese de lo que tantas veces le he hablado y escrito: las Canossianas deben ser apóstoles de los negros, porque tienen el espíritu de J. C. y una gran abnegación. Encomiéndelo todo a Dios, a la Virgen, y a su santa tía, a la que andando el tiempo elegiremos como una de las patronas de Africa; es más, desde ahora como tal la invoco en mi corazón. ¡Oh, qué bueno es Jesús! ¡Qué buena y amable María!

Mil respetuosos saludos al Marqués Octavio, a Mons. el Vicario, a Perbellini, etc., así como a todos los miembros del Consejo, a D. Vicente, etc. No tengo tiempo de escribir a mi querido hermano D. Alejandro: bástele esta pequeña estampa, que tocó el lugar de la Aparición. Le beso la S. V. [sagrada vestidura] y las manos, declarándome



Su hummo. y afmo. hijo

Daniel Comb.






257
Propag. de la Fe, Lyón
1
La Salette
5. 8.1868
N. 257 (242) - A LA PROPAGACION DE LA FE - LYON

APFL, Répertoire des lettres des années 1868-1881,

p. 278: à Egypte



5 de agosto de 1868



Petición de ayudas.





258
Claude Girard
0
Lyón
7. 8.1868

N. 258 (243) - A CLAUDE GIRARD

AGB

W.J.M.J.

Lyón (2 Rue des deux Cousins)

7 de agosto de 1868

Mi queridísimo amigo:

[1652]
Era mi deseo escribirle desde los primeros días de mi estancia en Lyón; pero he esperado a poder contarle algo sobre el resultado de mis gestiones sobre todo en la Propagación de la Fe. Le diré que los miembros me han acogido con mucha bondad. Aunque por el momento no recibiré nada, porque ya han sido entregadas las asignaciones, puedo esperar obtener una pequeña asignación el año próximo, porque el Consejo ha mirado con mucho interés mi informe El Vicariato Apostólico de Africa Central y los dos Institutos de negros en Egipto, que tuve que presentar a fin de que mi petición pudiera llegar al Consejo. Si también el Consejo de París se muestra favorable, se me dará algo dentro de este año.


[1653]
La señora Condesa de Starane es una verdadera dama del Evangelio; le estoy a usted muy agradecido por haberme recomendado a su protección. El Cardenal-Arzobispo de Lyón me ha recibido con mucha bondad, como también el venerado Conde de Herculais. Yo almuerzo siempre en casa de la Condesa y del Conde de Herculais. Aquí he oído hablar con mucho entusiasmo y aprecio de Mons. Millos, y he aprovechado esta circunstancia para manifestar a algún miembro del Consejo mi opinión de que, para ayudar a Caldea, la mejor manera es apoyar a Mons. Millos, el cual, a mi entender, representa actualmente la esperanza de la Iglesia caldea. Yo haré que estos señores consideren seriamente tal verdad.

Es superfluo, por lo obvio, darle a Ud. las gracias por la bondad de su corazón, grande como el universo, y que sólo aspira a la gloria de Dios y a la salvación de las almas. A mi vuelta de este pequeño viaje le escribiré una carta digna de ser publicada en su revista.


[1654]
Le ruego que me envíe la misma a Colonia, adonde espero llegar dentro de cuatro o seis días.

Escriba también Ud. a Mons. Canossa. Hágale entender que siento el más vivo agradecimiento por su preocupación y amor hacia Africa, y subráyele sobre todo que yo le he dicho (y de esto estoy absolutamente convencido) que si la Obra se ha puesto en marcha, es porque él se ha tomado todo el interés por ella y la ha convertido en el afán de su corazón. Y él sabe mejor que yo que le expreso mis verdaderos sentimientos. Por su parte anímele mucho porque, en efecto, la Obra de Dios se llevará a cabo en favor de Africa, a pesar de todos los obstáculos de las potencias infernales. Usted sabe que, después de la gracia, todo depende de nuestra constancia, sabiduría y entrega.


[1655]
Por lo demás, ánimo, mi querido amigo, amigo incomparable: Dios está con nosotros porque solamente buscamos su gloria. Es hora de mover a todos los corazones del universo para hacer amar a Dios, a la Iglesia, a su Jefe, a las Misiones y, sobre todo, a los más abandonados.

He estado en Ars, lo que me ha sido muy grato.


[1656]
Envíe las revistas a la señorita Leonia Castillon, de San Vallier Drome: me acaba de escribir que las espera. Luego, también a Roma, al Caballero Da Gama y a la Princesa Falconieri. Usted las ha mandado igualmente a la Condesa Carolina Mocanigo Soranzo, de Cremona. Si los interesados no le remiten el importe, póngalo todo a mi cuenta, pero envíeselas. Por otra parte, yo me encargaré de buscar numerosos suscriptores.

Dé muchísimas gracias en mi nombre a la Superiora de La Salette. Ya le escribiré cuando esté tranquilo. Mil cordiales saludos a la señora Girard y a sus queridos y buenos hijos.

Incondicionalmente suyo,



Daniel Comboni




[1657]
P.S. Le volveré a escribir desde Lyón antes de marcharme, lo que no haré antes del próximo lunes. Deberá mandar la caja con los ornamentos de iglesia al Sr. Lorenzo, de Marsella.



Original francés.

Traducción del italiano






259
Firma en registro
1
Ars
7. 8.1868
N. 259 (244) - DEL REGISTRO DE PEREGRINOS DE ARS

AA - Registre des Pélerins - ARS



Ars, 7 de agosto de 1868





260
Card. Alejandro Barnabò
0
Lyón
10. 8.1868

N. 260 (245) - AL CARD. ALEJANDRO BARNABO

AP SC Afr. C., v. 7, ff 1281-1282v

W.J.M.J.

Lyón, 10 de agosto de 1868

Emmo. Príncipe:

[1658]
Para que los dos pequeños Institutos de negritos y negritas fundados en El Cairo tengan sólida base, necesitan estar dotados de una renta suficiente, que tenga al menos esa estabilidad que puede garantizar la caridad de las Asociaciones católicas. Y como el legado perpetuo que me otorgó la Sociedad de Colonia no es suficiente, me dirigí por escrito tanto directa como indirectamente a las fuentes que sostenían el Vicariato de Africa Central, poniendo de manifiesto que el objeto último de los nuevos Institutos es la evangelización de la Nigricia interior.


[1659]
Al obtener mis súplicas sólo escaso efecto, y encontrándome agobiado por múltiples problemas, abrí mi corazón al veneradísimo Vicario Aplico. de Egipto, quien tras madura reflexión resolvió proveerme de una carta de recomendación para el Consejo de Lyón, a fin de que fuese yo personalmente a hablar en favor de mi causa, recordando la gran verdad de que quien quiere, vaya, y quien no quiere, mande.


[1660]
Lleno de confianza en Dios, me presenté a este Consejo de Lyón, y en un breve informe titulado: El Vicariato Apostólico de Africa Central, y los dos nacientes Institutos de negros de El Cairo, expuse mis pequeños ingresos fijos, así como los gastos de primera y urgente necesidad a los que he debido y debo hacer frente para la fundación y mantenimiento de los dos Institutos. Aunque realmente todos los miembros se han tomado gran interés por mi causa y de verdad desean ayudarme, todo me hace deducir con seguridad, por lo que veo, que el Consejo consultará con V. Em.a Rma., y, tras su venerada respuesta, tomará una resolución.


[1661]
Aunque he manifestado claramente (porque el Consejo ya conocía su existencia) que la pía Obra del B. Pastor tiene como único objeto mantener el pequeño Seminario de Verona, me parece que estos señores la consideran una obra de ayuda a los dos nacientes Institutos de El Cairo, lo que no es ni será nunca verdad. Y de ahí resulta que la pequeña Sociedad de Colonia es hasta ahora el único apoyo seguro con el que puedo contar.


[1662]
Encontrándome en esta situación, dirijo a V. Em.a Rma. una humilde y vehemente súplica, para que en virtud de esa caridad de la que está inflamado su corazón, y del celo que le arde en el pecho por la salvación de las almas más abandonadas de la tierra, por las cuales he trabajado y sufrido mucho hasta ahora y sacrificaré la vida entera, se digne prestarme su valioso apoyo ante el Consejo de la Propagación de la Fe, el cual, como le he indicado, me hace concebir buenas razones para creer que desea vivamente acudir en mi ayuda, cualesquiera que sean el sentido y la forma en que consulte con Propaganda.

Mientras se efectúa este trámite, voy a ir a París con intención de conseguir algunos favores del Ministro de Asuntos Exteriores, para volver enseguida a El Cairo, conforme a lo acordado con mi veneradísimo Superior local, Monseñor el Vicario Aplico.


[1663]
Leo en los periódicos franceses estas palabras textuales: «Le Pape vient de confier à Mgr. Lavigerie Archev. d’Alger un territoire de 25.000 lieues carrées, un territoire grand comme l’Europe, qui comprend le Touarik, le Sahara, et l’intérieur de Afrique jusqu’au Senegal». Esta misión recibirá el nombre de Vicariat ap.lique de Sahara. Aunque el genio francés sea un tanto inclinado a la exageración, me parece que en esto el periodismo se ha excedido sobremanera. Me siento contento y feliz de que poco a poco se empiece a pensar en esta pobre Africa Central, cuyos confines son inmensos, en conformidad con el decreto de erección del Vicariato de Africa Central emanado de Gregorio XVI. Me parece más exacto denominar la nueva Misión del Arzpo. de Argel: Vicariato Aplico. del Sáhara Occidental, porque el Sáhara linda no sólo con el este de Senegal, sino también con Libia y Nubia.

Confiando en una poderosa recomendación ante el Consejo de Lyón, le beso la sagrada púrpura y me declaro



De V. Em.a Rma.

hummo. y obedmo. hijo

Daniel Comboni

Lyón, Residencia de los Misioneros.