[1037]
Esperaba con ansia una carta suya, pero mis esperanzas se han visto defraudadas: bendito sea siempre el Señor. Tengo la certeza de que este silencio no está motivado por nada que indique disminución de afecto hacia mí. Estoy seguro de vivir en su recuerdo, como Ud., nuestro santo viejo el Superior, y todos los miembros del Insto. (sin excluir a mi portero) viven y reinan en mi corazón. Tendría mucho que escribirle de cosas muy interesantes; pero habiendo un asunto importante para mí, dejo todo y me centro sobre éste.
[1038]
Entre paréntesis: Habrá recibido una nota de las Obras impresas por el célebre abate Migne. En lo que a tratados sagrados y eclesiásticos se refiere, la imprenta Migne es la primera del mundo. Habiendo yo acordado con el abate Migne un contrato para el Capítulo de la Catedral de Turín, al visitar sus inmensos talleres, donde hay doce millones de francos solamente en planchas de caracteres, me vinieron ganas de proveer a nuestro Insto. de todas las obras eclesiásticas. Después de pensar y estudiar el modo de llevar a cabo esta idea, hable con el Ab. Migne, y me pareció que sin problemas podremos tener una hermosa y utilísima Biblioteca mediante las correspondientes aplicaciones de Misas. El Ab. Migne aceptaría estas aplicaciones, ya fuesen incluso cincuenta mil, y daría toda su biblioteca; simplemente con dos mil aplicaciones da ya toda la Patrología, que son todos los Padres griegos, latinos, etc.
[1039]
Ahora, el Superior tiene treinta aplicaciones cada día, las cuales, por falta de limosnas, van siempre para el Papa. ¿No podía Ud. hablar con el Viejo? No le diga que se ha enterado de esto por mí, porque con las pocas simpatías de que ahora gozo ante él, podría dar un no rotundo; haga como si hubiera recibido esta noticia de otras fuentes. Piense, hable y escríbame.
[1040]
Ahora paso al asunto sobre el que me quiero extender en esta carta, y que le parecerá extraño, como me lo pareció a mí. Adoro en esto los designios de la Providencia, y bendigo a Jesús, que sufrió siendo inocente, mientras que al fin y al cabo yo soy un pobre pecador. Su Eminencia el Cardenal Barnabò, escribiendo a mi querido Mons. Massaia, Obispo de Cassia, declaró que Comboni no pertenece ya al Insto. del Canónigo Mazza de Verona. Monseñor se quedó estupefacto, y yo también; porque no creía que las cosas se hubieran puesto de tal modo como para llegar hasta Roma, con la cual ahora tengo que tratar asuntos muy delicados e importantes, con peligro de que haya al respecto repercusiones poco gratas. Mi querido Rector, esto es así: el buen viejo, por razones y fines sin duda buenos, que yo siempre respetaré, ha hecho saber a Roma, directamente o por medio de otros, que yo no soy ya del Insto. Mazza.
[1041]
Aunque siempre dispuesto a reconocer y confesar mi indignidad de pertenecer al Insto. Mazza, estoy muy sorprendido de este acontecimiento. Según lo que Ud., mi querido Rector, me dijo (ya que nuestro venerable viejo nunca me ha hablado de ello ni de palabra ni por escrito), la primera vez que fui informado de que el Superior estaba disgustado conmigo fue el verano pasado, cuando me encontraba en Turín. En esta ausencia mía hubo entre el Rector y el Superior muchas conversaciones. Yo, siguiendo su sabio consejo, escribí al buen viejo; de manera que cuando regresé a Verona a primeros de septiembre y me entrevisté con el Superior, se guardó un perfecto silencio, y no se vio esta encarnizada hostilidad contra mí.
[1042]
A primeros de septiembre fui a Roma, y estuve allí dos meses. En este intervalo volvió la acritud, el pobre viejo se disgustó, hubo conversaciones entre el Rector y el Superior, yo renové los actos de obediencia y de humillación, y se restableció la calma. Todo parecía olvidado. Cuando luego regresé a Verona, antes de venir a Francia hablé muchas veces con el Superior, estando a solas con él, y no me manifestó ninguna señal de contrariedad; antes bien, me animó en la empresa africana, y me prometió rezar y hacer rezar por esto. Me marcho de Verona y vengo a Francia, y de nuevo se enciende la llama de la discordia. Así, sin avisarme de nada, sin darme tiempo a defenderme, mientras estoy lejos, cuando tengo con Roma asuntos importantes, sin legal discusión ni proceso, se escribe a Roma diciendo que yo no pertenezco ya al Insto. Mazza. No sé qué manera de proceder es ésta. ¡Fulminar una sentencia decisiva sin comunicar nada al condenado! Bendito sea mil veces el Señor.
[1043]
He observado que a mí se me hace la guerra cuando estoy lejos y me encuentro en la imposibilidad de defenderme. Cuando estoy cerca, todo sonríe paz a mi alrededor. Habiendo llegado el asunto a Roma, me doy cuenta de muchas cosas, querido Rector. He aquí, más o menos, algo de lo que me viene a la mente: 1.o En los momentos más importantes, cuando necesito mucha confianza por parte de Roma, con la que estoy tratando asuntos del mayor relieve, se escribe a Roma diciendo que ya no pertenezco al Insto., con riesgo de echar definitivamente por tierra mis proyectos, haciendo que todo se malogre, ¡¡¡y de comprometer para siempre mi persona y mi futuro!!!
[1044]
2.o En Roma, en Francia, en Viena, en el Véneto, en Bressanone, en Prusia, en Turín, en Inglaterra, donde tengo íntimas conexiones, y adonde ha llegado el Plan de Africa, en el que figura impreso que yo soy del Instituto Mazza, y por tanto se me cree con toda razón perteneciente al mismo. Pero viendo ahora el Card. Barnabò, el Papa (que leyó íntegramente mi Plan) y todos los demás que se declara en Roma, por otros y no por mí, que no soy del Insto., mientras mi silencio les debe hacer suponer que en efecto no pertenezco a él, todos estos distinguidos personajes, de los que dependen las cosas que estoy gestionando para Africa, tienen derecho a pensar que yo soy un embustero, un impostor, un farsante....
[1045]
De hecho, mi amigo Mons. Massaia se quedó de piedra al leer la carta del Cardenal; y cada cual tiene derecho a desconfiar de mí. 3.o ¿Cuáles serán las consecuencias de este hecho para los proyectos que en mi insignificancia estoy haciendo y tratando por el bien de Africa, y cuáles los perjuicios para mí y para mi porvenir? Yo me reconozco completamente inepto para tratar los intereses de la gloria de Dios; pero tenía un gran ánimo porque la sombra de un venerable Insto. me protegía en mi debilidad. 4.o En Roma tendré que justificarme: mi conciencia, los intereses de la gloria de Dios según mis proyectos para los pobres negros, incluso el amor propio, porque soy miserable y cobarde, me obligan a ello. ¿Y qué ganará el Insto. si para justificarme me veo obligado a descubrir a Propaganda, y quizá al Papa, y aquellos a los que el asunto sea referido, los fallos del Insto., que todos conocemos, y ciertas cosas menos admirables de nuestro querido Superior?
[1046]
Pero esto no me causa gran preocupación, porque espero que Dios me dé la gracia de triunfar de mí mismo, y de ser tan fuerte como para no perjudicar nunca al Insto.; sino que lo pondré por las nubes, como he hecho siempre, sobre todo en Roma. 5.o Un corazón no frío, como es el mío, ligado al Insto. con vínculos del más cálido afecto y gratitud. ¿qué tremenda conmoción no sufrirá al separarse?... Someto a su consideración, querido Rector, estas primeras cinco reflexiones, para que Ud. sopese sus consecuencias. Más adelante le expondré otras.
[1047]
Inmerso en tales zozobras, le confieso francamente que me entrego a serias meditaciones. Y debo confesar también que jamás mi corazón se sintió tan unido a Jesús y María como ahora: en esta terrible incertidumbre sobre el futuro de mis proyectos, y sobre el mío propio, encuentro una inmensa felicidad en ser católico y sacerdote, y me resulta palpable que Dios es infinitamente bueno y que nunca abandona a los que esperan en él. No sé si es imbecilidad o fuerza recibida de Dios, pero no siento mi triste situación, y me encuentro seguro y contento en lo más íntimo. ¡Oh, qué buenos son Jesús y María!
[1048]
Me preocupa, sin embargo, el hecho de que entre el Superior y los miembros del Insto. fundamental no veo un nexo que una e interrelacione los deberes y los derechos de dichos miembros con el Superior, mientras se me ofrece el espectáculo de un miembro del Insto. fundamental, ligado a la casa desde hace veintitrés años, que sin ser oído ni una vez, y sin ser juzgado como dispone el reglamento, contra la opinión del Rector inmediato y de casi todos los miembros, mientras está lejos y no puede defenderse, sin darle ningún aviso ni alegar el más mínimo motivo, y en los momentos más delicados e importantes de los que depende el éxito de todo lo que puede hacer por la gloria de Dios, y cuando con un reciente opúsculo ha declarado que es del Insto. Mazza, ¡¡¡en esas circunstancias se le declara excluido del Insto., y se hace llegar hasta Roma la noticia!!! ¡Lo que hoy me pasa a mí, mañana le pasará a Ud. y a los otros, querido Rector! Armémonos todos de valor; que si antes mi vínculo con los demás consistía en ser todos hijos de un mismo Padre, lo que nos va a unir en el futuro será el ser hijos de un mismo destino.
[1049]
Confieso que no entiendo nada. Pero la tranquilidad de mi conciencia, y el saber que Dios realiza en el hombre los designios de su misericordia, me dan la fuerza de bendecir de todo corazón a la Providencia por este acontecimiento. Aunque mi mente sea incapaz de ver a través de la niebla del futuro, me aventuro en él con serenidad y confianza, sin preocuparme por las conclusiones que de ello pueda sacar el mundo. Doy gracias con toda el alma a los Sagrados Corazones de Jesús y de María, que me han concedido el honor y la gracia de ser admitido a beber un amargo cáliz, firme en la esperanza de que ayudará a mi salvación. Bendigo mil veces a los que hayan contribuido a hacerme sufrir esta tribulación, y siempre rezaré por ellos. Venero y respeto a ese santo viejo, que me ha hecho tanto bien por espacio de veintitrés años; y le querré hasta la muerte, aunque por su parte ha tratado de hundirme sin piedad, y hundido estaría si Dios misericordioso no me hubiese ayudado: pater meus... dereliq... Dominus autem assumsit me. Me arrojo lleno de confianza en brazos de la Providencia, dispuesto a todo, y siempre impávido y confiado, pase lo que pase; pero siempre firme en la decisión de no declararme separado del Insto. mientras no vea más claro, y no sea más seguro, que tal es la voluntad de Dios.
[1050]
Examine bien este asunto, mi querido Rector, y conserve siempre para mí su precioso afecto. Siento un vivo dolor en el alma al pensar que quizá nuestro Superior habrá sufrido, y sufrirá, mucho por mí. Por esto he juzgado oportuno presentarle en una carta mi acto de sumisión, que yo le ruego a Ud. considere si es de su aprobación; y en caso de que así sea, selle la carta y llévesela al Superior. En suma, haga todo lo que Dios le inspire para consolar al buen viejo, al que quizá yo he causado tanto dolor. Por lo demás, en todo, fiat! fiat!
[1051]
Estoy muy apesadumbrado por haber silenciado hasta ahora, a nuestro amado Obispo de Verona, un asunto tan relevante para mí. Verdaderamente soy ingrato, después de tanta bondad como me ha demostrado. No debiera ocultarle un caso de esta naturaleza: el deber y la gratitud me obligan a ponerlo al corriente de todo. Pero ¿qué quiere? He creído que daría un disgusto al Superior si descubriese a nuestro amado Pastor lo que sucede. Sin embargo, quiero esperar aún la opinión y el consejo de mi muy querido Rector. Por ahora, no voy a escribir ni a Roma, ni a Mons. Canossa. Y en caso de que me decidiera a hacerlo, lo primera manifestación que haga será que quiero que la misericordia sea dejada a un lado, y que sólo la justicia dirija este asunto. Bendito sea siempre el Señor.
[1052]
Mil respetuosos saludos a nuestro querido Superior y al Sr. Obispo. Otros mil saludos y recuerdos a D. Tomba, D. Beltrame, D. Fochesato, D. Brighenti, Lonardoni, etc., así como a todos los Sacerdotes y Clérigos, a los jóvenes. a las Maestras, a las protestantes y a Hans. También a Tregnaghi, a M. P[…], etc. Encomiéndeme a las oraciones de todos, y especialmente a las de las Urbani, dándoles recuerdos de mi parte. Sobre todo encomiendo a sus oraciones dos importantes asuntos: uno tengo que tratarlo dentro la quincena pascual, y el otro después de la octava de Pascua, en Amiens, adonde iré con Mons. Massaia, que me ayuda con su autoridad, y con su ascendiente ante aquel venerable Obispo, a quien el Cardenal Barnabò ha escrito que la obra de los Esclavos debe unirse a Comboni para obtener más fácilmente el fin que ambos se han propuesto.
[1053]
Presente mi homenaje de afecto al santo Viejo, que me ha apartado de sí, pero a quien querré siempre hasta la muerte. Dígale que haga lo que le parezca, pero yo lo llamaré y consideraré siempre como Padre hasta la muerte. Tenga a raya a mi portero, y dígale que el príncipe tiene grandes proyectos para él, pues corre el peligro de que le entregue para siempre el castillo. Saludos a D. Dalbosco, y mande la adjunta a D. Luciano y a D. Beltrame. He sufrido una fuerte gripe que me ha tenido fastidiado todo el mes de marzo; ahora estoy mejor. Bendito sea el Señor y los Sagrados Corazones de J. y de M., en cuyo nombre me declaro pour à jamais
Suyo afmo.
Daniel