Comboni, en este día

A su primo Eustachio, Comboni escribe desde Sta. Cruz (1858), después de la muerte de la madre:
Aunque con decisión di la espalda al mundo a fin de asegurar la salvación de mi alma consagrándome a un estado de vida totalmente similar al de Cristo y de los Apóstoles, sin embargo he sentido vivamente los ladridos de la frágil condición humana, y he llorado amargamente la gran pérdida.

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Nº Escrito
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Remitente
Fecha
121
Don Nicolás Mazza
0
Florencia
31.10.1864

N. 121 (117) - A DON NICOLAS MAZZA

AMV, Cart. «Missione Africana»

Florencia, 31 de octubre de 1864

Amadmo. Sr. Superior:


 

[928]
Espero que haya recibido mi última carta, de hace diez días. En ésta le repito todo lo que le dije en la anterior, pues siempre guardo los mismos sentimientos hacia un padre al que debo todo lo que soy.

En ésta le digo además que el jueves, por medio del Card. Barnabò, fui llamado a presencia del Santo Padre, que me recibió en su aposento, y allí estuve una hora y diez minutos. Hablé durante tres cuartos de hora sobre el nuevo plan de Africa, y luego leí una bellísima carta que la pequeña Matilde de Canossa escribió al Papa. Oh, qué hermosos sentimientos manifestaba esa niña angelical. Al Santo Padre le agradó también mucho, y me encargó que le diera la bendición.


[929]
Hablé largamente de Ud., mi querido Superior, del Insto. y del ornamento. «¿Cómo está mi buen viejo Mazza? –me preguntó el Santo Padre– Dígale que le quiero y le bendigo de corazón», etc. Luego, hablando del ornamento, me dijo: «Espléndido, espléndido; le aseguro que nunca había visto un trabajo tan estupendo. Como el Card. Barnabò se lo puso el verano pasado en S. Felipe y lo mojó un poco con el sudor, ordené que en verano no se volviera a utilizar para no estropearlo: quiero que sea conservado en el palacio pontifical como precioso monumento del arte. Mando a mi buen Mazza una especial bendición». En suma, el Papa quiere al Insto. y especialmente a su Jefe.


[930]
En cuanto a Africa, soy feliz de ver que el Pontífice acoge favorablemente mis ideas. «Me alegro –me dijo– de que se ocupe usted de Africa. Ahora vaya a París y presente el plan a la Presidencia de la Pía Obra de la Propagación de la Fe; luego, según la ayuda que le preste a usted Francia, el Cardenal Barnabò mandará una circular a todos los Vicarios y Prefectos Aplicos. de Africa, y yo haré el Decreto de aprobación. Le encargo que estudie la manera de asociar al plan a todas las Instituciones y sociedades. Le doy mi bendición, etc. Labora sicut bonus miles Christi». Estas últimas palabras resonaron en el fondo de mi corazón. El P. Rossi, Confesor de Antonelli; el Card. Barnabò, y otros muchos, me dijeron que mi plan era el único medio de implantar la Fe en el centro de Africa.


[931]
Mi amado Superior, yo no tengo ningún mérito. Cuando llegué a Roma no tenía ni la más remota idea del Plan. La Providencia ha guiado mi mente, mi corazón. Yo hubiera debido consultar a mi Superior antes de hacer nada. Pero al pensar que con una carta poco hubiera hecho, y que el Superior, que actúa con prudencia, sólo me habría dado su opinión al cabo de largo tiempo, seguí el impulso de mi corazón. Y me parece haber acertado. Además del inmenso bien que el plan reportará a Africa, y de que regulará por muchos siglos las empresas africanas, tendrá como corolario la realización del Plan de Ud. En efecto, el Card. Barnabò me aseguró el viernes que, después de los acuerdos a que yo llegue en París, decretará la creación de dos Vicariatos o Prefecturas Apostólicas, y confiará una, a mi elección, al Insto. Mazza. Y dado que a D. Beltrame le gustaron en general los territorios de los Denka, Añarcuai, etc., por él explorados y bien descritos, podré hacer que sea asignado al Insto. el Nilo Oriental. Pero sobre esto oiré su parecer. Con mi plan, además, estoy seguro de que el Insto. tendrá mucha gente, y de que con el mantenimiento de la Misión se perpetuará el mismo Instituto.


[932]
Tengo una carta en alemán recibida hace 20 días de un miembro del Comité de Viena, que me dice: «Si no acude usted en socorro de la Misión, ésta se hundirá». No muy seguro, di a conocer en substancia al Comité mis intenciones. El Cardenal y el P. Ludovico me han manifestado lo que han tratado con Viena. Se lo diré de palabra. El General de los Franciscanos intrigó lo suyo ante el Cardenal y el Papa para obtener la absoluta jurisdicción de Africa. El Obispo de Egipto era nombrado el Provicario.


[933]
Mi Plan ha echado por tierra sus proyectos, y ha eliminado para siempre el más tremendo obstáculo que impedía a nuestro Instituto realizar el plan concebido en 1849. Es verdad que el Cardenal había prometido dar el territorio del desierto propuesto por D. Beltrame. Pero no está habitado por negros, y con él ninguna relación podían tener los dos Institutos de negros de Verona. Además, con ese sistema no hubiéramos podido recibir ayuda de Viena. Como consecuencia de mi Plan, en cambio, yo haré asignar al Instituto una de las dos partes del Nilo, la Oriental o la Occidental, que se extienden entre el Trópico de Cáncer y el Ecuador; es decir, de Asuán a Schellal hasta casi las fuentes del Nilo. Estudie bien esto, querido Superior, y verá cómo fui guiado por ese Dios que del mal sabe sacar bien, y que bajo la inspiración de la Bta. Alacoque he actuado según sus intenciones y designio.


[934]
Secundando esas intenciones, cumplo la orden del Cardenal Barnabò. Y como debo presentar el Plan a diversas Sociedades de Alemania, Francia y España, imprimo algunos ejemplares para obtener el juicio, las observaciones y las modificaciones de los más destacados hombres y prelados de la Europa Católica, a fin de que en la próxima primavera pueda ser publicado. Usted, Sr. Superior, disponga las cosas para enviar a Egipto negros, negras y misioneros. Ya el próximo verano deben florecer en El Cairo dos casas para Africa central dependientes del Insto. Mazza.


[935]
Estoy seguro de que algunos de nuestros jóvenes sacerdotes se asociarán a la misión. Con el sistema anterior, ninguno de los jóvenes sacerdotes lo hubiera hecho. Además el Papa me declaró abiertamente que no habría dado la bendición a ningún misionero para ir a establecerse sin más en Africa Central; y el mismo Papa estaba decidido a suprimir el Vicariato. Espero haber redactado mi plan de modo que se entienda. Ahora que el Papa me ha dicho ese bendito labora sicut bonus miles Christi, ya no temo nada. El Dios de la misericordia cancelará la tremenda maldición que pesa desde tantos siglos sobre los míseros hijos de Cam.

Acuérdese, mi querido Superior, del gran afecto que le profeso, y que deseo no ser indigno de ser



Su verdadero hijo

Daniel






122
P. Ludovico de Casoria
0
Florencia
31.10.1864

N. 122 (118) - AL PADRE LUDOVICO DE CASORIA

AFBR

Florencia, 31 de octubre de 1864

Rmo. P. Ludovico:


 

[936]
No le escribí desde Roma, porque supe por el Card. Barnabò que el P. General iba a comunicarle a Ud. la favorable respuesta del Vic. Ap. de Egipto. Así que, mientras, establezca los dos Institutos en Egipto, y yo me ocuparé de que se le asigne un vasto campo en Africa Central, y de hacer que el Comité de Viena le conceda una cantidad anual. Lo que el Comité le escribió a Ud. sobre lo tratado con el Insto. Mazza, se lo escribió también a Barnabò. Pero yo le puedo asegurar que mi Insto., fuera de mí, no tuvo ninguna comunicación con Viena: fui yo solo quien se dirigió a ellos, y ellos me hablaron y escribieron a mí solo. Yo tomaré las cosas con gran interés.


[937]
Presenté a Barnabò mi idea sobre el modo de obtener provecho para Africa. Acogió favorablemente mi plan y me ordenó, en nombre del Papa, ir enseguida a París y luego a Viena. No ha de pasar un año, mi buen Padre, sin que Viena asigne una buena suma anual para sus grandes obras. Le hablo de manera confidencial. Dejé una nota a Propaganda, en la que propuse que le fuera una gran parte de Africa a la Provincia reformada franciscana de Nápoles llamada de La Palma; esto lo hice apenas llegado de Nápoles. Antes de dejar Roma, el Cardenal me dijo que, alcanzado el acuerdo con la Propaganda de París, asignará al P. Ludovico y a sus sucesores la deseada Misión. Pasito a paso, se llega lejos. Estoy seguro de conseguir que el Cardenal apoye mi propuesta a Viena en favor de La Palma, en caso (cosa que no creo) de que me fuera denegada.


[938]
En fin, P. Ludovico, Ud. sabe que las obras de Dios tienen que encontrar obstáculos en el mundo: Dios nos ayudará por nuestra querida Africa. Yo no quepo en mí de gozo. El jueves estuve 70 minutos con el Papa. Me animó a ocuparme de Africa, se mostró favorable a mi plan, y me despidió diciéndome: Labora sicut bonus miles Christi. Ahora no hay poder humano que me haga retroceder un paso. Dios quiere que trabajemos por Africa. La Palma es como el modelo por el que regular substancialmente todas las otras Instituciones. Mi plan excluye en general la educación de negros en Europa; pero usted, P. Ludovico, haga lo que el Señor le inspire: en primer lugar porque está dirigido por Dios, y luego porque las condiciones de Nápoles son excepcionales con respecto a Verona y al resto de Europa. Mis saludos a los negros y a D. Francisco, y ruegue por



Su afmo. Daniel C.






123
Can. Juan C. Mitterrutzner
0
Verona
8.11.1864

N. 123 (119) - AL CANONIGO JUAN C. MITTERRUTZNER

ACR, A, c. 15/61

Verona, 8 de noviembre de 1864

Queridísimo Profesor:


 

[939]
Mañana miércoles salgo de Verona por la mañana con el primer tren para llegar por la tarde a Bressanone. Deseo que estudiemos juntos el nuevo plan para Africa que he presentado a la Sagrada Congregación de Prop. Fide. En cuatro audiencias, pero sobre todo en la del 28 de octubre pasado, el Papa me animó a ocuparme de Africa, haciéndome resonar en los oídos las consoladoras palabras: Labora sicut bonus miles Christi. Su Em.a el Card. Barnabò, con la aprobación del Papa, me manda ir enseguida a Lyón y París para ponerme de acuerdo con la Dirección de la Pía Obra de la Prop. de la Fe. Emprenderé ese viaje dentro de quince días; pero antes quiero concertarme con Ud. para obtener la pronta devolución de la Misión de Africa Central, según el deseo del Excmo. Comité de Viena, y a este fin ya he presentado propuestas a Barnabò, a las que se dará pronta ejecución a mi regreso de París.


[940]
Los franciscanos, y especialmente el General, sin darse cuenta han sido llevados al punto –gracias a una maniobra política que realicé en el momento y lugar oportunos– de suspirar por la rápida puesta en práctica de mis gestiones en París, y ceder la mitad de la jurisdicción sobre Africa Central.

Todo esto quede entre nosotros. De palabra nos entenderemos mejor. Dios sabe sacar bien del mal. Es mi intención utilizar los servicios de los excelentes misioneros alemanes, y de asociar a Kirchner conmigo.

Presente mis respetos a S. A. el Obispo de parte de su



Afmo. amigo

Daniel






124
Don Godofredo Noecker
0
Bressanone
9.11.1864

N. 124 (120) - A DON GODOFREDO NOECKER

«Jahresbericht...» 12 (1864), pp. 86-91

Bressanone, 9 de noviembre de 1864

Honorable Señor:


 

[941]
Espero que haya recibido las dos cartas que le envié desde Roma. En la primera le ofrecía un breve informe, y en la otra la idea de un nuevo proyecto para la conversión de los negros.

Se maravillará de que yo siempre esté de viaje y de que ahora me encuentre en Bressanone. Pero debe saber que Africa y los pobres negros se han adueñado de mi corazón, que vive sólo para ellos, sobre todo desde que el Representante de Jesucristo, el Santo Padre, me ha animado a trabajar por Africa; y por este motivo me perdonará incluso que abandone a mis pocos negros –los cuales, no obstante, quedan en buenas manos– para trabajar en beneficio de toda su estirpe.


[942]
Según las últimas noticias, la misión de Africa Central está casi muerta. Actualmente quedan aún en Jartum sólo un padre y un hermano franciscano. La zona del Nilo Blanco está completamente abandonada, y lo mismo la estación misionera de Schellal.

La Presidencia de la Sociedad de María, de Viena, que ha trabajado con tanto ahínco y con tanto sacrificio en el mantenimiento de la Misión de Africa Central, trata por todos los medios posibles de revitalizarla. La misma Propaganda de Roma se inclinaba por abandonarla completamente de momento, al no poder ser puesta en funcionamiento por los misioneros europeos. En cuanto llegué a Roma y hablé del nuevo plan, concebido en Colonia y desarrollado en mi mente en el viaje de Colonia a Maguncia, el Cardenal me encargó que pusiera por escrito esas ideas, y que implicase y utilizase en mi plan a todos los que trabajan en favor de Africa.


[943]
El plan gustó al Papa y al Card. Barnabò; pero su realización habrá de chocar con innumerables obstáculos, porque el espíritu del amor de Jesucristo falta en muchas clases e instituciones, especialmente a causa de la política.


[944]
La Obra debe ser católica, no ya española, francesa, alemana o italiana. Todos los católicos deben ayudar a los pobres negros, porque una nación sola no puede socorrer a toda la estirpe negra. Las iniciativas católicas, como la del venerado Olivieri, la del Instituto Mazza, la del P. Ludovico, la de la Sociedad de Lyón, etc., sin duda han hecho mucho bien a un número de individuos negros; pero, hasta ahora, todavía no se ha comenzado a implantar en Africa el Catolicismo y hacerlo arraigar allí para siempre. Por el contrario, con nuestro plan, nosotros aspiramos a abrir la vía de entrada de la fe católica en todas las tribus de todo el territorio en que viven los negros. Y para obtener esto, me parece, se deben unir todas las obras hasta ahora existentes, las cuales, teniendo desinteresadamente ante los ojos el noble fin, deberán dejar a un lado sus intereses particulares.


[945]
Ya comprende Ud. qué espléndido futuro se le depara a su Sociedad de Colonia, que en cierto modo ha concebido el nuevo proyecto, dado que la idea del plan sólo se me ocurrió después de la entrevista mantenida con los señores de la Presidencia. Le he enviado desde Roma un esbozo del plan, al que añadí una tabla con los Vicariatos y Prefecturas apostólicas que rodean Africa. Luego me he extendido un poco más sobre la fundación de cuatro casi-universidades y de bastantes escuelas de bellas [?] artes alrededor de la gran península de Africa, y por último, acerca de la gran misión del Comité central, que fundaremos en una gran ciudad de Europa.


[946]
Desde Lyón, adonde ahora me dirijo, le mandaré todo el plan, como está ahora. Le ruego que antes de mi llegada a Colonia lo lea y examine con los egregios miembros de la Presidencia y con otros hombres prudentes.


[947]
Yo estoy aquí en Bressanone en casa del incansable Dr. Mitterrutzner, que tanto ha hecho por la misión africana. El aprueba mi plan y lo considera necesario para mejorar la situación de las misiones costeras y para penetrar por todas partes en el interior de Africa.

Espero que el primer éxito de mi iniciativa para la recuperación de las estaciones misioneras destruidas sea una realidad dentro de pocos meses. Precisamente estoy en contacto a este respecto con Mitterrutzner, que hablará a mi favor con la Sociedad de María de Viena, mientras que por encargo del Card. Barnabò yo someteré el plan a la Dirección de la Propagación de la Fe en Lyón y en París. Luego, desde París iré a Colonia. Y en mi viaje a través del Piemonte trataré de informarme de todo lo concerniente a la muerte del venerado Olivieri y de las consecuencias de la misma, para después poder yo exponerlas en Colonia.


[948]
Permítame una vez más dar las gracias a la Sociedad de Colonia por la gran ayuda que recibí en Verona para mis negros. No puede Ud. imaginarse el alcance de esa acción bienhechora. Quiero por eso intentar darle una pequeña idea, a fin de que Ud. y los socios sepan cuánto es su mérito delante de Dios.


[949]
Nuestros Institutos tienen que mantener a 600 muchachos: 200 chicos y 400 chicas, incluidos los negros y las negras. Nosotros no tenemos ninguna renta, si se exceptúa un pequeño trozo de terreno y algunas casas, cuyo arrendamiento podría mantener a lo sumo a una docena de personas. El Revdo. fundador Mazza ha dado a su Instituto todo lo que poseía, y no quiere que se hable de dinero, porque dice siempre que la sola Providencia es el fundamento y el sostén de su Instituto. El es un milagro de confianza, conformidad y abnegación. Desde que doce años atrás les fueron robados al Véneto y a Lombardía su vino y su seda, que eran las mayores riquezas del país, ha cesado la beneficencia, y si la Providencia nos manda para la comida de hoy, no sabemos si tendremos algo mañana. Por tanto, puede comprender fácilmente cómo a menudo la comida de los niños es muy escasa.


[950]
En cuanto al vestuario, antes lo proporcionaba todo D. Mazza; pero desde hace unos años también le faltan medios para esto. Las chicas europeas aún tienen el padre y la madre, el tío y la tía, el tutor o el protector que les envían ayudas. Pero nadie pensaba en las pobres africanitas (las cuales, como sabe, se encuentran en el Instituto desde mucho antes que los chicos negros), excepto las maestras del Instituto, que a menudo cedían a las pobres negras su comida. Don Mazza veía todo esto y sufría terriblemente, sin poder poner remedio.

Desde mi regreso de Africa trabajé mucho para ayudar a las pobres negras, y dedicaba a ello incluso mi paga y lo que obtenía con las predicaciones. Finalmente la Providencia me hizo tener noticia de la Sociedad de Colonia; pedí ayuda a la misma y fui atendido. Desde entonces las cosas han mejorado para los negros: están vestidos y aprenden, despreocupados, a no dudar del auxilio de la Providencia. Ropa, calefacción, leña, tela, pan dos veces al día, bebidas, carne tres veces a la semana, papel, libros medicinas, una mejor comida para los enfermos, todo lo que necesitan se les compra con el dinero que he recibido de Colonia. Pero la espantosa enfermedad que ha atacado a todos, que los ha tenido en la cama todo el año y por la que han muerto tres, entonces había afectado a la bolsa de modo particularmente dramático: sin la ayuda de Colonia, no hubiera sabido cómo arreglármelas, y muchos hubieran muerto más adelante.


[951]
La Sociedad de Colonia es, pues, la verdadera protectora y el buen padre de los negritos de Verona. ¿Ve ahora los grandes méritos de su Sociedad? Por tanto, Dios bendiga a la Presidencia, a los socios y a los bienhechores. El Señor les dé gracias por ello, porque yo soy demasiado indigno para agradecérselo en la medida de sus méritos. Ahora, el último que estaba sano, Miguel Ladoh, se ha puesto malo. Es una víctima de la caridad, porque se ha fatigado demasiado en el servicio de sus hermanos enfermos. Temí mucho por su vida. El buen muchacho no sabía todavía lo que era el pecado.

Las negras gozan de buena salud. Su aprovechamiento va justamente a la par que mi Plan del año pasado. Los premios han sido los mismos de entonces. Ahora están en espera de poder marchar pronto a Africa para llevar la luz de la fe católica a la gente de su tierra. Espero que pronto se cumplan sus deseos.



D. Comboni



Original alemán.

Traducción del italiano.






125
Don Francisco Bricolo
0
Lyón
23.12.1864

N. 125 (121) A DON FRANCISCO BRICOLO

ACR, A, c. 14/6

Lyón, 23 de diciembre de 1864

Querido Rector:


 

[952]
Mi viaje de Turín a Lyón fue dificilísimo por la nieve, que obstaculizaba nuestro avance. Tuve como compañero al Príncipe Sartorinsky, el cual me dejó en Culoz. Desde Susa, en un carruaje tirado por veintidós caballos, subimos el Mont Cenis. Después de seis horas de ascenso, como la nieve nos impedía continuar, montamos en los trineos, cada uno de los cuales estaba tirado por catorce caballos. No tengo tiempo de describir esta escena nocturna, que es lo contrario de las vividas en el desierto de Africa. Después de un increíble trabajo para superar barrancos y precipicios enormes, a las dos de la madrugada alcanzamos el otro lado de la montaña, recibiendo cortés alojamiento de los Monjes de S. Bernardo, respetados hasta por el primer Napoleón, que nos hicieron calentarnos y nos dieron de cena un sabroso guiso de alubias y lentejas con nabos, y pan y chèvrin, que es un delicioso queso fresco de cabra. Al amanecer volvimos a montar en los trineos, y después de veintidós horas a través de nieves heladas llegamos a St. Michel. Allí tomamos de nuevo el tren y, atravesando Chambery, toda Saboya y el amenísimo lago Borgex, llegamos a las cuatro de la tarde a Lyón. Nada digo del resultado de mi gestión porque todavía no lo sé; y habrá retraso en ello también por la enfermedad del Cardenal Barnabò, el único de los de Roma que quiero que mantenga correspondencia con Lyón y París.


[953]
Habrá recibido Ud. seis ejemplares de mi plan que hizo imprimir el Canónigo Ortalda, o mejor yo, por consejo suyo. Mi Padre le enviará otras diez copias. Quisiera que entregase una a Tregnaghi y una a Martinati, y que se lo hiciese leer a Garbini. Pero lo que me urge es que se rece a Dios y a María por el éxito de esto. En consecuencia, mande un ejemplar al P. Pérez, rogándole que inste a rezar a los Filipenses; un ejemplar a los Estigmatinos; uno a D. Miguel Falezza; uno al Rector de La Scala, al Párroco de S. Esteban y a las personas que rezan, en suma; mande también uno a nuestros Sacerdotes de S. Jorge, y salúdelos de mi parte. ¿Y a Farinato? Ese me trae sin cuidado. No me importa el dinero; lo que no soporto es el engaño. Lo siento, porque le quiero, pero ya no me fío. Le mandaré el número de veces que se compraron fideos, alubias, etc., que es sólo una o dos veces al mes; el resto, siempre nada más que pan, una vez cada dos días. Pero basta: me aburre.


[954]
Cuando entre los monjes franceses de Mont Cenis comí las alubias, me vino a la mente lo que tuve que pagar por las alubias y fideos a Farinato, sin haber sido comidos. Pero dejémoslo... Diga a Hans que me escriba. Salude de mi parte al Superior, y dígale que pienso siempre en él, que quiero que se lleven a cabo sus ideas respecto a Africa, y que ruegue y mande rogar por un buen resultado. Saludos a D. Beltrame; en suma, a nuestros Sacerdotes y jóvenes. Haga rezar a los nuestros por el éxito de mis asuntos africanos. Escribiré muchas cosas, pero ahora voy a dormir. Pasadas las Navidades, se tratará en el Senado la cuestión del reclutamiento de los clérigos y el proyecto de supresión Vacca. No me he perdido ni una sola sesión del Senado; y tuve la dicha de pasar unas horas con Manzoni, que estaba acompañado del Párroco de S. Miguel. Saludos a las Urbani. También a mis dos Protestantes, pidiéndoles que me escriban; vaya a verlas. Diga a mi portero que cuide bien mi castillo, como hace con el piano, y no como con su habitación. Presente mis respetos al Obispo.



Suyo afmo. Daniel




[955]
Le ruego que me escriba sobre cuanto concierne al Instituto, y no una sola página, sino tres, cuatro, etc. Ningún otro me escribe: así que no me falle, y cuénteme muchas cosas. Yo estoy alojado en el Seminario de las Misiones Africanas de Lyón: Mons. Planque es el Superior y me quiere mucho. Encontraré inmensas dificultades al principio, y muchas después; pero las obras de Dios son así. Haga rezar mucho al Señor, y ánimo.






126
Card. Alejandro Barnabò
0
Lyón
26.12.1864

N. 126 (122) - AL CARD. ALEJANDRO BARNABO

AP SC Afr. C., v. 7, ff 675-675v; 683-683v

Lyón, 26 de diciembre de 1864

Eminentísimo Príncipe:


 

[956]
Cuando salí de Roma fui a Verona, donde mi Sup. D. Mazza, habiendo leído y estudiado el asunto del Plan para la Conversión de la Nigricia, estaba contentísimo, y el buen viejo parecía rejuvenecer con la esperanza de ver pronto realizado algo estable por el bien del Africa interior. En verdad creo que la substancia del Plan debe producir el efecto deseado por V. Em.a : el de unir y conservar vivos y florecientes los recursos y las Instituciones ya existentes para el bien de la Nigricia, lo que, sin que yo me extienda en probar, Ud. verá bien claramente por el Plan.


[957]
Este Plan, que ha sido leído y meditado por muchos distinguidos personajes y algunos Obispos, entre ellos el de Verona, ha recibido la aprobación de todos, lo cual me ha animado a consagrar toda mi vida para llevarlo a cabo. En efecto me siento totalmente capaz, apoyado en la gracia de Dios, de soportar impasible todos los obstáculos que sin duda se le presentarán a la gran obra.

Pero la aprobación y el estímulo de los demás poco han de importarme y para nada han de servir, si no cuento con los de V. Em.a Rma., que en este asunto es el órgano directo de la voluntad divina. Me disculpará si tengo el atrevimiento de exponerle lo que el Santo Padre me dijo la tarde del 29 del pasado octubre:


[958]
«Me satisface grandemente que se ocupe usted del Africa interior, y bendigo sus esfuerzos e intenciones. Yo hablaré de ello al Emmo. Cardenal Prefecto general: consulte con él y siga sus órdenes, porque el Cardenal Barnabò es muy agudo, y espero que haga usted bien a Africa.» Para quitarme el excesivo trabajo de tanto escribir y copiar, imprimí algunos ejemplares del Plan, que envío a V. Em.a para que lo conozca todo. Usted tache y elimine en el Plan todo lo que no sea de su agrado, porque lo que no guste a V. Em.a Rma., no me gustará nunca, nunca, a mí; y apruebe lo que le parezca. Además, Ud. sabe bien que yo y todos los que se asocien a la obra (y ya lo han hecho algunos, entre los que tengo la firme esperanza de contar con el excelente Kirchner) no podremos hacer nunca nada, ni tomar una iniciativa, sin la expresa aprobación y el estímulo de V. Em.a Rma.


[959]
Si se pone de manifiesto el agrado y el beneplácito de la Iglesia, tendremos dinero y gente y valiosa cooperación y todo, y el Plan tomará un buen rumbo; de lo contrario, mis esfuerzos y los de los otros valdrán menos que cero. Me pongo en manos de V. Em.a Rma., que dirigirá las cosas de modo que sea iniciada felizmente la Obra, la cual tiene por objeto cancelar el tremendo anatema que pesa desde tantos siglos sobre los míseros hijos de Cam, y de implantar poco a poco, establemente, la Fe en las inmensas regiones del Africa interior, en las que nunca brilló la luz del Evangelio.


[960]
Siguiendo las órdenes de V. Em.a Rma., me presenté a este Consejo de la Pía Obra de la Propagación de la Fe de Lyón; y sin tener siquiera tiempo de exponer mis deseos, obtuve esta respuesta: «Nosotros no tenemos jurisdicción alguna. Nuestra obra es puramente católica, y ayudamos, sin atender a nacionalidades y en la medida de nuestros recursos, a todas las Misiones e Instituciones del extranjero que son aprobadas por Propaganda y nos vienen recomendadas por ésta: nunca hemos dado un céntimo a una Misión que previamente no nos fuera recomendada por Propaganda. Ninguna recomendación, ni siquiera la del Emperador, podría hacernos cambiar nuestro sistema, que es la base de nuestra actuación. No conocemos más órdenes que las de Roma, y nuestros recursos los distribuimos de acuerdo con la voluntad de Roma.


[961]
»Nosotros sólo escribimos a Roma para contestar a sus venerados escritos, y sólo nos ponemos en comunicación con las Misiones extranjeras para asignar a los correspondientes Jefes nuestras limosnas. Si Propaganda nos recomienda sus obras y sus Institutos establecidos en Africa, nosotros les ayudaremos, como ayudamos a todas las otras Misiones, y como hemos hecho en Trípoli con una Institución para Africa Central.» Cuanto he oído, visto y observado en esta Pía Obra de Lyón, y en las personas que a ella están consagradas, todo inspira santidad, catolicismo, integridad. Es obra esencialmente Católica, y sus dignos miembros, exentos de todo espíritu de parcialidad y de autonomía, son los más aptos para dirigirla. V. Em.a Rma. bien sabía de antemano la respuesta que me iban a dar en Lyón.


[962]
Así pues, estoy muy satisfecho. Como todo depende de lo que disponga Propaganda, tengo la certeza de que, decretándolo V. Em.a, a medida que el Plan vaya realizándose en las costas que rodean a Africa, recibirá de la Pía Obra de Lyón y París la ayuda que ofrece a otras Misiones. Por eso, mis esfuerzos actuales deben ir dirigidos a la iniciación de la Obra, en la seguridad del efecto que se producirá cuando cuente con el estímulo formal de V. Em.a Rma.

Mientras, permanezco sin moverme de Lyón en espera de sus veneradas órdenes e instrucciones, las cuales serán la base de mi actuación en la Obra africana, y la norma por la que habré de guiarme para tratar con el Sacerdote español enviado a Roma por el Obispo de Amiens, como indicaba V. Em.a.

Suplico a V. Em.a que pida para mí una bendición al Santo Padre, por el cual quisiera dar mil veces la vida; y besándole la sagrada Púrpura. me declaro con filial reverencia y respeto



De V. Em.a Rma.

hum., defmo. y devot. serv.

Daniel Comboni






127
El Plan
1
Turín
12.1864
N. 127 (123) - EL PLAN

ACR, A, c. 25/9 n 1



Diciembre de 1864



Primera edición impresa en Turín, con pequeñas variantes respecto al N. 114.





128
Firma en estuche catalejo
1
1864
N. 128 (1194) FIRMA DE PERTENENCIA

SOBRE ESTUCHE DE CATALEJO

ACE



129
Don Francisco Bricolo
0
Lyón
5. 1.1865

N. 129 (124) - A DON FRANCISCO BRICOLO

ACR, A, c. 14/7

Lyón, 5 de enero de 1865

Querido Sr. Rector:


 

[963]
Había escrito una carta detallada para el Superior, y ya preparaba otra más larga para Ud., cuando me llegó la suya del 1 del cte., y le digo de verdad que ya no tengo fuerza ni ánimos para escribir. Suspendo, pues, el envío de la carta al Superior, que seguramente no se dignaría leer, y suspendo la que redactaba a mi querido Rector, porque realmente me falta la moral, y en cambio dejo abiertas sendas cartas dirigidas a Canossa y a Pompei. Lea las dos, y léaselas también a quien de nuestros compañeros del Insto. me tiene afecto, y luego ciérrelas y mándelas a su destino. (Con Farinato arreglaremos cuentas a mi vuelta. Es inútil que vaya a ver a Tregnaghi, que no dará nada, porque sería una deuda que yo no reconocería.) Desde París escribiré más detalladas noticias. Confío en Dios y en la Sma. V. ¿Yo he pedido dinero para el Superior?


[964]
¿He recibido yo dinero de Giovanelli, y no se lo he dado al Superior? El, querido Rector, sabe que una fuente me suministra dinero para los negros, y sabe que en conciencia debo emplearlo. Al Superior nunca mandarían nada, ni nunca me hablaron de dárselo a él: he pedido yo, he viajado y encontrado yo para la finalidad, y yo debo ocuparme de hacer lo que debo. El Superior no tiene ningún derecho, salvo el de ordenarme que no me entrometa por los negros y negras; y en tal caso, si me lo hubiese mandado, mi deber sería obedecer. Pero sobre el dinero no tiene ningún derecho: sólo yo debo gastarlo según las instrucciones recibidas. Tendría mil argumentos más, pero no me siento con ánimos de escribir.


[965]
Aunque el buen viejo se muestra ahora conmigo no como padre, sino como tirano, la causa de mi abatimiento es precisamente que ese buen viejo sufre por mí, y sufre por nada, y sin razón. Ahora más que nunca siento la gracia de ser católico, y la fe es lo único que me consuela en sufrir por amor a Cristo; de otro modo, un pecho no confortado por Cristo tendría que sucumbir. Responderé detalladamente a su estimada carta, pero más tarde. Estoy verdaderamente abatido. El Superior tendría que dejarse ya de estas cosas. Son momentos en que necesito ánimos, más que desaliento. El Superior tendría que haberme dicho algo en Verona: se ve que alguien espera mi ausencia para encizañarlo. Pero tanto cerca como lejos yo soy el mismo, y siento las cosas con la misma intensidad desde los cuatro ángulos del globo. El Superior nunca podrá reprocharme nada por lo que yo merezca ser alejado del Insto.


[966]
Querido Rector, escríbame a lista de correos a París, desde donde le escribiré con más calma, y rece por mí. Habrá recibido de mi padre los diez ejemplares, uno de ellos para D. Vertua. Un afectuoso saludo al Superior, a nuestros queridos Profesores y Sacerdotes de los cuatro cursos, y a los Clérigos y jóvenes, así como a las Maestras, entre ellas en especial a Cavattoni. Acepte las expresiones de la más viva gratitud y afecto de



Su am. Daniel






130
Don Francisco Bricolo
0
Paris
15. 1.1865

N. 130 (125) - A DON FRANCISCO BRICOLO

ACR, A, c. 14/8

París, 15 de enero de 1865

Querido Rector:


 

[967]
Hasta ahora no he solucionado nada de Africa. Son cosas arduas, en las que se necesita amplia visión, medios, valor y asistencia especial de Dios. El Card. Barnabò me mandó observar todas las Fundaciones africanas de Francia; o sea, todo lo que de sagrado y profano hay respecto a Africa, y sobre todo en Lyón, donde está el Seminario de Misiones Africanas. Fui recibido cortésmente por el Superior, Mons. Planque, hombre de eminentes cualidades y muy estimado en toda Francia. ¿Quién lo creería? Dios dispuso que, al ir a parar a él, cayese en manos de un santo pero acérrimo enemigo. El, con santísimos fines, echó por tierra mi plan y, lo que es más, corrió a ver a los miembros del Consejo Central de la Obra de la Propagación de la Fe y al Card. De Bonald, y los predispuso en contra. No alcanzando a comprender la causa de tal proceder por parte de un santo y excelente varón, mantuve con él muchas entrevistas; y me aseguró que es un plan inconsistente, perjudicial para las Misiones africanas; un plan que nunca será aceptado ni subsidiado; un plan al que él se opondrá siempre.


[968]
He hablado con bastantes miembros del Consejo, con muchos antiguos Misioneros, con algún Obispo y con el Card. Arzpo. de Lyón, y todos conocían mi Plan. Finalmente he encontrado la explicación de todo este enigma, y es bien sencilla. El Seminario de las Misiones Africanas de Lyón fue fundado por el Sr. Obispo Bresillac, ex Vicario Aplico. de Comboïtur, en las Indias, y confiado a Mons. Planque, el cual es Vicario Aplico. de Dahomey, en Africa occidental. El Plan de Planque y del difunto Monseñor (que a medio camino murió con todos los Misioneros) tiene como objeto penetrar en el centro de Africa por la parte Occidental. Mi Plan se opone al sistema de adentrarse directamente en el centro, como se practica en las otras Misiones, y establece el principio: regeneración de Africa con Africa.


[969]
De aquí que Planque diga que mi Plan va tarir las vocaciones, porque en él se dice que el europeo muere en Africa; de ahí que haya dicho al Consejo de Lyón que no se muere en Africa, como está claro por la Misión Gallas; y de ahí que rechace el plan en substancia. Niega, además, que el negro sea susceptible de hacerse catequista, maestro, artesano, y mucho menos sacerdote: él, que ha fundado un Colegio de negros en Cádiz para hacerlos sacerdotes y artesanos. Por lo que se refiere al Comité, lo encuentra aparatoso, complicado, etc. Sobre esto, supongo que tiene razón, aunque insisto en quererlo fundar; más simple, sí, pero lo quiero fundar. Planque me aseguró que iba a escribir al respecto a Propaganda. Total, que en Lyón este hombre (que el Card. Barnabò querría que yo uniese a todos los otros) es el principal enemigo. Por lo cual decidí abandonar Lyón y establecer mi campo de batalla en París.


[970]
Entretanto, escribí a París, a Mons. Massaia, y me contestó enseguida. Por entonces pude establecer contacto con el Conde d’Ercules, fundador de la Pía Obra de la Propagación de la Fe (y esto me fue posible merced a buenas recomendaciones de algunas de mis Damas, hacia las que guardaré eternos sentimientos de amistad, porque la mujer católica lo es todo), un anciano venerable y santo. Habiéndome ganado su amistad, le puse por escrito, en francés, un resumen del plan. El me invitó a un almuerzo, al que para mi gran sorpresa estaba invitado también el presidente del Consejo Central. Mi preocupación fue hablar mucho de Africa, de lo que he visto yo y de lo que han observado los demás. Ellos me encontraron muy informado de las cosas africanas. Me alegré mucho de que me interrogasen, y repetidamente, sobre las objeciones puestas por Planque; y yo, sin mostrar que estaba al tanto de las opiniones de Planque comunicadas al Consejo, con mucho sosiego y moderación, como si fuese un asunto salido per accidens a discusión en la mesa, contesté a cada una de sus preguntas.


[971]
Creo haber hecho una buena impresión en el ánimo de esos buenos viejos. Y más habiendo repetido más de una vez, y visto ellos, que estoy convencido de que nada quiero emprender sin el plácet de la Iglesia; que lo que no le gusta a la Iglesia no me gusta tampoco a mí; y que si el Papa no da su aprobación, je vais déchirer mon plan. El Conde d’Ercules dio entonces al Presidente un ejemplar impreso de mi Plan, diciéndole: «Le Plan de Mr. Comboni est un grand Plan qui me plaît beaucoup, il a été dans le Centre de l’Afrique, il a vu mourir ses camarades, il connaît beaucoup l’esprit africain». Entonces añadí que me alegraba de que fuera conocido por el Presidente, porque a su debido tiempo recibiría instrucciones de Roma al respecto; y me marché de Lyón estableciendo correspondencia con el Conde d’Ercules, a escondidas de Mons. Planque. Esta circunstancia y este encuentro feliz me servirán de mucho a su tiempo. Mientras, aceptando la invitación de Mons. Massaia vine a París, donde llevo cuatro días. Hoy vamos a Versalles, donde estaremos una semana, y luego regresaremos a París. Espero que este veterano obispo de Africa me sea muy útil. Quiero ir muy despacio, pensar, consultar, porque el asunto no es baladí. Estoy alojado en el convento de los Capuchinos con Mons. Massaia, Capuchino también, que me quiere siempre a su lado, y que tiene un corazón tan grande como toda la región este del Nilo, de la que él es ferviente Apóstol.


[972]
¿Qué quiere que le diga de París? Estamos en otro mundo, querido Rector; más adelante le escribiré alguna página sobre París. Es la ciudad de los placeres mundanos, y la de las obras eminentemente católicas; seductora para los seguidores del mundo y para los de Dios. En cuatro días he logrado sentirme feliz, porque aquí en París he encontrado un montón de personas gratas, entre ellas Mons. Spaccapietra, Arzpo. de Esmirna; Mons. Shier, Vic. Ap. de Cochinchina septentrional, etc.; así como al Barón Gros, Embajador en China, etc. Las hermanas del Sagrado Corazón de Jesús me han recibido con entusiasmo. La hermana de la Marquesa Canossa Durazzo recibió de mis manos el pequetito que me había entregado el Marqués Octavio; ella habló con las ciento y pico monjas, todas nobles, del Sdo. Corazón, y han tomado a Africa como centro de sus más fervorosas plegarias.


[973]
Dije misa, y la Fundadora va a ordenar a las Casas de toda Europa de ella dependientes que recen todos los días por la ejecución de mi Plan. Lo mismo el Insto. de María Reparadora. Cuando tenga tiempo, dedicaré algunas páginas a las 190 Instituciones femeninas de Francia, desconocidas en Italia, que se entregan a las obras de piedad y de caridad. Entre ellas figura el Buen Socorro, que es una Institución extendida por toda Francia, cuyas monjas se distribuyen una por una por las casas, para ayudar en las tareas del hogar y cuidar a los ancianos (incluso en casa del Conde d’Ercules, en Lyón, hay una de ellas: se sienta a la mesa con la familia, etc), y hacen votos y van vestidas como las monjas del Hospital. Pero basta, porque me acuerdo de que tengo que ir a Emmaús. Aunque tendría muchas cosas que contar, basta.


[974]
Nada digo de mis problemas con el Superior, sólo que en todas las cosas se necesita filosofía, y filosofía evangélica. Declaro mirando al cielo y a la tierra que no es verdad nada de aquello de lo que soy acusado. Yo nunca he recibido nada de Giovanelli que no le haya dado al Superior. Desde 1862, que fue la última vez que por medio de mí mandó al Superior dinero, yo no he recibido de Giovanelli ni siquiera un céntimo, ni para mí, ni para el Superior. Yo nunca he pedido dinero en nombre del Superior, nunca; y digo nunca. Pedí a personas lejanas dinero para los negros, cuando era Vicerrector y no sabía cómo vestirlos y cuidarlos. Y recibí alguna cantidad, que se me enviaba a mí para los negros, y que religiosamente empleé en los negros, porque la había pedido yo sin nombrar nunca a D. Mazza; y no le entregué el dinero a él, porque de ese modo hubiera sido empleado en las negras. En conciencia he obrado así, y así haré siempre, mientras que yo acepte dinero. Me he portado con toda delicadeza y escrupulosidad en esto. Si el Superior está convencido de otra cosa, hágase la voluntad de Dios, y rezaré a los Sdos. Corazones de J. y de M. por él: no puedo hacer más. Le quiero mucho, pero estoy un poco enfadado por su proceder, que podría hacer daño a mi Obra.


[975]
Le aseguro, querido Rector, que estoy escandalizado de ciertos santos. Pero Dios es bueno. Los Sagrados Corazones de J. y de M. son mi gran consuelo y el eje de mi filosofía.


[976]
Soy pecador y estoy lleno de defectos; pero existe el perdón y la ayuda de Dios. El proceder del Superior es tal como para descarriar al que no esté bien seguro. Aunque yo hubiese matado a un cura, ése no es medio de convertir y devolver al buen camino a un descarriado. Yo le querré siempre y le estaré eternamente agradecido; porque si ahora estoy en condiciones de hacer el bien, se lo debo a ese querido viejo. Pero necesito soltarlo todo, para que tengamos los ojos abiertos y no me venga daño a mí ni a mis obras, ni a él ni a nuestros Institutos. Nuestro buen viejo tiene ideas magnánimas y gigantescas, adecuadas para el verdadero progreso; mas por desgracia non ha modo, no tiene prudencia; y podrían venirle disgustos, como pueden venirme a mí de resultas de esto. Yo por ahora no le escribo, y vivo como si tal cosa. Pero no creo ser tan imbécil como para no ver las consecuencias. Dejémoslo. Yo rezo por nuestros queridos Instos., recen en Verona por mí; que el Centro de nuestras relaciones es Dios.


[977]
Muchos saludos y más al Superior, al Obispo, a D. Beltrame, a D. Tomba, a D. Brighenti, a D. Fochesato, a mi portero (a quien severamente pediré cuentas de mi castillo, y si cumplió con su deber, tendrá alguno de los doce pájaros que haré llegar de Francia), al medio curita, a todos nuestros queridos sacerdotes y clérigos, a los jóvenes, etc., etc. Rueguen todos al Señor por el pobre parisiense. Y usted acuérdese de escribir más por extenso y de todo, porque las noticias de la reina del Adigio [Verona] son más importantes que nunca a orillas del Sena. Además, cuando vaya a Canterane, dé recuerdos a mis dos protestantillas y a Hans.


[978]
A propósito de la francesa, escribí al Obispo de Ginebra pidiéndole que indague sobre la hermana de De La Pièrre. Me contestó gentilmente que hará todo lo posible. Esto, en secreto. Espero en este viaje llevar al seno de la Iglesia Católica también a la hermana. Pero ahora sólo estoy en los comienzos, no hablaré de ello más que a Ud., querido Rector; y los otros únicamente lo sabrán cuando el asunto esté concluido. El Obispo de Ginebra, Mons. Mermillod, es amigo mío, y en Roma tuvo noticias del asunto de Dresde. Me escribe que cet Apostolat caché attire toutes mes sympaties, etc.



Suyo afmo. Daniel.



En todo este viaje, sólo he recibido una carta suya en Lyón.