[3211]
Voy a decirle ahora algo de la Obra. Esta se encuentra ya en marcha, y le aseguro que ciertamente tendrá éxito y se convertirán muchos millones de almas; y esto no porque todos nosotros, misioneros, Hermanas y obreros, estemos decididos a vencer o morir, sino porque la Obra va a ser encomendada al Sdo. Corazón de Jesús, que habrá de quemar toda Africa Central y colmarla de su fuego divino. El 14 del próximo septiembre, aquí en El-Obeid, haré la solemne Consagración de todo el Vicariato al Sagrado Corazón de Jesús, mientras que mi Vicario general hará en igual fecha la misma Consagración en Jartum. Ese día, los Socios del Apostolado de la Oración harán dicho acto de Consagración, cuya fórmula me la ha compuesto nuestro querido amigo el P. Ramière.
[3212]
Sin duda, usted leerá el Messager du Sacré Coeur. Pues bien, ¿cómo es posible que el Corazón de Jesús no oiga las fervientes plegarias de tantas almas justas suscritas al Messager, que son la flor de la piedad y de la virtud? Jesucristo es el rey de los caballeros: siempre ha mantenido su palabra. Al petite... quaerite... pulsate siempre ha respondido y responderá con el accipietis... invenietis... aperietur. Por tanto, la Nigricia verá la luz, y sus cien millones de infelices resucitarán a nueva vida por el Sagrado Corazón de Jesús.
[3213]
Mientras que gracias a la munificencia regia se pudo comprar la casa Caobelli junto al Seminario de Verona, yo, todavía de viaje por Alemania, me puse a trabajar en las Reglas del Instituto para presentarlas en Roma. Entretanto, en El Cairo, mis compañeros, sobre todo el imponderable P. Carcereri, realizaban estudios acerca de los puntos de Africa Central donde por la bondad de su clima y por la importancia de su situación estratégica sería oportuno establecer a aquellos miembros del Instituto ya maduros para el apostolado de la Nigricia interior. Se estudió, se escribió, se habló, se viajó, y finalmente se acordó intentar una exploración en el Kordofán.
[3214]
Como la experiencia llevada a cabo desde 1848 hasta 1864 en el Nilo Blanco fue desgraciada, por los inmensos pantanos que allí generan fiebres mortales y enfermedades peligrosísimas para el europeo, yo tenía puesta la mirada en las tribus interiores que se encuentran entre el Nilo Blanco y el Níger, en cuyo territorio hay montes y aire sano. Acepté muy de buena gana la propuesta del P. Carcereri sobre el Kordofán, y con carta del 15 de agosto de 1871, enviada desde Dresde, le ordené hacer los preparativos para una próxima exploración del Kordofán. El 15 de septiembre, desde Maguncia, ordené a los exploradores que saliesen de El Cairo en octubre, época propicia para la navegación por el Nilo. Y fue así cómo el valeroso Carcereri, con Franceschini y dos laicos, en sólo 82 días de viaje, pasando por Jartum, llegaron al Kordofán. Lo exploraron por la parte de Darfur, así como por el mediodía, hacia Tekkela y los confines de los Nuba, y creyeron oportuno establecer una misión aquí, en El-Obeid, que realmente, según puedo ver ahora, es el centro de comunicación de todo el verdadero interior de Africa, y cuyo aire es mucho mejor que el de Jartum y el del Nilo Blanco.
[3215]
En efecto, desde El-Obeid, en sólo tres días de viaje en camello, se entra en el territorio de Darfur, y en quince días se llega a la capital donde reside el Sultán. En tres días, desde aquí se llega a los primeros montes de las grandes tribus de los Nuba, patria de Bajit Miniscalchi, donde hay bastantes millones de africanos aún no maleados, que nunca han querido saber de Mahoma. En treinta días se llega al vasto Imperio de Bornu, mientras que para ir allí desde Trípoli o Argel se necesitarían más de cien días, y el viaje sería peligroso. Aquí en El-Obeid están los procuradores y los corresponsales de los Sultanes de Darfur y de Bornu, los cuales suministran a aquellos países mercancías y objetos europeos por medio de trueques.
[3216]
El pasado septiembre llegué con una buena expedición a El Cairo, donde el demonio, así permitiéndolo el Señor, me había preparado inmensas dificultades, que amenazaban con ponerme en la imposibilidad de emprender el viaje de la gran expedición a Africa Central y ocupar el Vicariato, según las órdenes de Propaganda y de acuerdo con lo que yo había anunciado a las Sociedades benefactoras europeas, que a tal fin me habían proporcionado alguna ayuda. Por no hablar de muchas y muy graves oposiciones que se desencadenaron contra mí por la voluntad de Dios y por mi indignidad, diré que hubo bastantes personajes muy estimables que escribieron a Marsella, a la Rma. Madre General de mis Hermanas, conjurándola a no permitir nunca que ninguna de sus Hermanas fuera a Africa Central, donde encontrarían una muerte segura, como había ocurrido a todos los misioneros precedentes.
[3217]
La Madre General, que tenía preparadas ocho Hermanas para enviármelas en noviembre a El Cairo, se asustó, y como consecuencia de ello las mandó a Bélgica para abrir allí una nueva casa. Igualmente a las tres Hermanas que habían recibido ya la obediencia de la Madre General para seguirme al centro de Africa, y que llevaban más de dos años en mi Instituto, se les insinuó con todas las artes y modos que no fueran a Africa Central. Pero en este caso no tuvieron éxito: ellas, en posesión ya de sus obediencias, permanecieron inconmovibles en su santo propósito y dispuestas a morir por Cristo.
[3218]
No obstante, me vi en un grave aprieto. Porque, aunque la Rma. Madre General, convencida de haberse dejado engañar, me aseguró de nuevo que me mandaría las Hermanas después de la fiesta de San José, en que tenía más de treinta nuevas profesiones, yo me encontraba en la embarazosa imposibilidad de emprender la expedición, dado que la Superiora destinada a Jartum estaba enferma, y no parecía prudente aventurar dieciséis maestras negras con dos o tres Hermanas. A enfriar a la Madre General y a algunas Hermanas contribuyó un nuevo asalto lanzado por los mismos que habían tratado de asustar a dicha General y sus religiosas. Consistió en lo siguiente.
[3219]
La Congregación de las Hermanas de San José tiene más de sesenta casas en Europa, Asia, Africa y Australia, a todas las cuales la Madre General debe proveer de personal. A mí me constaba con seguridad que todos los Obispos y Vicarios Apostólicos donde se hallan tales casas insisten continuamente para obtener nuevas Hermanas, siendo una Congregación de excelente espíritu y creada a propósito para las misiones, cuyo Cardenal Protector es el mismo Emmo. Prefecto de Propaganda. Pero la Madre General no puede siempre atender a las necesidades de todos.
[3220]
Por eso, previendo que tampoco yo podré obtener nunca de esta Congregación el número de Hermanas que es necesario para el inmenso Vicariato de Africa Central, entonces, después de haber tanteado inútilmente por medio de Mons. Canossa si las Canossianas asumirían la dirección de algún Instituto femenino en Africa Central, y obtenida la conformidad de Pío IX con sumo placer de Mons. Canossa, abrí un Instituto femenino en Verona para formar misioneras de Africa, que provisionalmente llamé de las Pías Madres de la Nigricia. A este fin compré el convento Astori en Santa María in Organis, en el que instalé a las Pías Madres de la Nigricia, Instituto que marcha muy bien, como me escribe Monseñor, y que dentro de pocos años me dará buenas misioneras.
[3221]
Pues bien, informados de esto mis queridos amigos de El Cairo, escribieron a la Madre General de San José e insinuaron a las Hermanas de El Cairo que Comboni se valía por el momento de las Hermanas de San José, en espera de tener preparadas las suyas de Verona; pero que en cuanto pudiera disponer de éstas, se dirigiría a las de San José, y agradeciéndoles el haberlo ayudado en los comienzos de su Obra, les daría el pasaporte. Esto conmovió no poco la firmeza de la Madre General; pero finalmente, por gracia de Dios y en virtud de mis ruegos y seguridades, decidió darme todas las hermanas que pudiera, al igual como hace con los otros jefes de misión, y obligarse a ello mediante documento firmado por ella, por mí y por el Card. Prefecto de Propaganda. Vea usted lo bueno que es Jesús y cómo trata a la Virgen y a su Santísimo Esposo San José.
[3222]
No hablo de otras tempestades levantadas contra mí por divina voluntad, como el haber intentado menoscabar la constancia de mis misioneros, el haberme denunciado a la policía turca como culpable de haber bautizado negros ya musulmanes (lo que es verdad), etc., etc. Todos nosotros seríamos demasiado afortunados si los turcos nos cortasen la cabeza por la fe; incluso estamos preparados para ello desde hace tiempo, en la certeza de que Dios suscitaría otros después de nosotros, según la sabia economía de su Providencia.
[3223]
Aunque yo sabía que ya se había escrito a Europa contra mí, e incluso a Roma, diciendo que yo iba a conducir a la muerte a misioneros y Hermanas, y aun teniendo de éstas sólo tres, y enfermas, que habían obtenido la obediencia de la Madre General, con todo quise partir de El Cairo, consciente de que iba a enfrentarme a vientos contrarios, al terrible khamsin del desierto y a la estación más crítica. Consultados mis compañeros, decidimos arrojarnos en brazos de la Providencia y cumplir los deseos de Propaganda, bastante claros y manifiestos.
[3224]
El 26 de enero, a bordo de dos grandes dahhabias, en una de las cuales estaban los misioneros y los hermanos laicos, y en la otra las Hermanas y las negritas, partimos de El Cairo con dirección al centro de Africa. Tras un penosísimo viaje de noventa y nueve días, y después de haber perdido en las Tebaidas a un hermano laico afectado de viruela, llegamos, casi por milagro, sanos y salvos a Jartum. En diez días más, yo fui con otros a El-Obeid. Como la descripción de este terrible viaje le llegará impresa desde Verona, no le hablaré ahora de él...
[3225]
La ciudad de Jartum y sobre todo el Gran Bajá, cuya autoridad se extiende desde Meroe hasta las fuentes del Nilo, me acogieron con demasiados honores, lo que me llevó a pensar que a Nuestro Señor Jesucristo después de los Hosanna le tocó el Crucifige. Sin embargo, el Bajá me recibió como amigo, me ofreció su total apoyo para hacer todo lo que yo quisiera por el bien de la civilización y de la religión, dio una gran fiesta en mi honor y me ofreció gratis sus barcos de vapor para mis visitas pastorales por el Nilo Azul y el Blanco hasta Gondókoro, como en efecto hizo luego al venir yo al Kordofán, porque puso a mi disposición su vapor, que me llevó 127 millas por el Nilo Blanco hasta Tura-el-Khadra, donde bajé a tierra, y en camello alcancé en nueve días El-Obeid.
[3226]
No solamente los turcos vinieron a darme la enhorabuena por haber llegado a Jartum, sino que el mismo Gran Muftí, jefe de la religión musulmana, me felicitó por haber llevado allí las Hermanas para la educación de las niñas. Lo mismo pasó aquí en El-Obeid, donde el día anterior a mi llegada el Bajá abolió la esclavitud, publicó por primera vez los decretos de 1856 del Congreso de París y puso en libertad a más de trescientos esclavos de su casa. Luego vino con gran pompa a hacerme una visita, acompañado de dos generales y de los jefes de su Diván, y me ofreció su apoyo en todos mis deseos.
[3227]
No es que sean espontáneos estos agasajos, porque el turco odia al cristianismo; ni tampoco que la esclavitud sea eficazmente abolida, porque, como diré después, en Africa Central y en Egipto está en pleno vigor, dado que el turco nunca abolirá la esclavitud: firmará tratados, la suprimirá sobre el papel, fingirá no quererla, para engañar a los bobos; pero el musulmán, mientras sea mahometano, jamás acabará con la trata de negros. No obstante, a mí, que he amenazado a muchos Bajaes al respecto, me han querido rendir tal homenaje, habiendo sido advertidos oficialmente por el Diván de El Cairo que soy encarnizado enemigo de la esclavitud. Mas debe saber que yo estaba provisto de un gran firmán del Sultán de Constantinopla, obtenido de nuestro munificentísimo Emperador de Austria-Hungría, por medio del cual el gran Sultán ordena al Bajá de Egipto que proteja el Vicariato de Africa Central. De cuando en cuando saqué este firmán, espléndidamente escrito; porque aquí la bandera austríaca es respetada y temida, y durante todo mi largo viaje los Gobernadores y Bajaes me ofrecieron sus servicios.
[3228]
Ahora le diré una palabra de este Vicariato, el mayor del mundo y el más difícil y laborioso, para cuyo cultivo se necesitarían dos mil Jesuitas, cincuenta Estigmatinos de Verona, quinientos Benedictinos de los de la nueva reforma Casaretto, etc., y que ahora están en Subiaco. Actualmente somos pocos aquí; pero le escribiré mis proyectos, que ya he expuesto y han gustado a ese buenazo de P. Beck, general en jefe de los granaderos del Papa.
[3229]
El Vicariato de Africa Central limita al Norte con Egipto, Barqa, Trípoli y Túnez; al Este con el mar Rojo, Abisinia y los Gallas; al Sur se extiende hasta los 12° de latitud austral, comprendidos los lagos o fuentes del Nilo, Udschidschi, etc. y el Congo; al Oeste confina con las dos Guineas, y la línea recta desde la punta occidental meridional de la Prefectura Aplica. de Trípoli hasta el Níger, llegando al norte del Vicariato Aplico. de la costa de Benín. Como ve, este Vicariato es más grande que toda Europa.
[3230]
Pues bien, en tan inmenso Vicariato se fundaron y prosperaron de 1848 a 1861, bajo el gobierno de mis antecesores Knoblecher y Kirchner, las cuatro siguientes Estaciones, ubicadas a lo largo del Nilo y del Nilo Blanco, que constituyen la parte oriental del Vicariato: 1.o, Gondókoro, en los 4° de lat. N.; 2.o, Santa Cruz, en los 6°; 3.o, Jartum, en los 15°; y 4.o, Schellal, sobre los 23° de lat. N. Bajo el gobierno de los Franciscanos, desde 1861 hasta 1872, se abandonaron en los dos primeros años las estaciones de Gondókoro, Santa Cruz y Schellal, y por nueve años mantuvieron sólo Jartum con uno o dos misioneros de la excelente provincia del Tirol. Los pobres Franciscanos, dada la supresión en Italia, carecen de suficiente personal para mantener y conservar todas las innumerables misiones que tienen, como me decía el venerabilísimo P. Bernardino, su General.
[3231]
Las casas y los jardines de Gondókoro y Santa Cruz están completamente destruidos. De Schellal queda la casa, pero en muy mal estado. En Jartum, en cambio, ha permanecido muy firme, y es sin duda la mejor y más sólida construcción de todo el Sudán; pero el jardín se ha convertido en un bosque, y necesitaré un año para que dé a la misión a la que pertenece el fruto de 2.000 francos anuales. A esto se añade que el establecimiento de Jartum ha quedado despojado de todo, mientras que en los tiempos en que estuve allí bajo Knoblecher se hallaba tan bien equipado como una casa de Benedictinos en Europa. Los buenos Franciscanos se encontraron en una época crítica en la que en Europa había revolución, y en la que, casi como ahora, la Sociedad de Viena había quedado reducida al mínimo. Cuando sufre el Papa, sufren todos los miembros de la Iglesia.
[3232]
Ahora, a fin de echar firmes bases sobre las que establecer de manera consistente el Vicariato, me limitaré a consolidar lo mejor que pueda las dos Estaciones centrales, para que sirvan de base de operaciones a todas las misiones que se creen en el futuro en el centro de Africa. Estas son las de Jartum y El-Obeid; y como el viaje desde El Cairo a Jartum es suficiente para matar o incapacitar al misionero, por eso, y para cumplir además con el deseo de Propaganda, que me fue expresado por el Emmo. Cardenal Barnabó mediante su venerada carta del 29 de abril, quiero abrir Schellal.
[3233]
En cuanto a los Institutos de El Cairo, los estoy dejando considerablemente reducidos, porque yo mismo he traído al centro desde allí más de treinta personas maduras para el apostolado, y otras veinte vendrán en una segunda expedición el próximo agosto. No obstante, en El Cairo son siempre necesarios dos pequeños establecimientos para aclimatar en ellos a los misioneros y a las Hermanas y probar su vocación; y además constituyen como una procuraduría del Vicariato para las relaciones con Europa y el aprovisionamiento de la Misión. Pero el paso de El Cairo a Jartum es demasiado violento y peligroso para la salud de los misioneros: de ahí la necesidad de Schellal, que es la media proporcional entre El Cairo y Sudán. Porque, después de haber asistido a la muerte de tantos misioneros, es menester que yo estudie los medios para conservar su vida.
[3234]
En El Cairo, al regreso de Viena del Cónsul General, tendremos el terreno que nos ha regalado el Jedive para construir los dos establecimientos. El terreno vale en El Cairo a 20 fr. el metro, así que el Bajá nos va a hacer una merced muy grande. Vivir en El Cairo cuesta el doble o el triple que en Alemania desde el corte del istmo de Suez. Por eso tengo intención de reducir los dos Institutos a los mínimos términos, dejándolos sólo para los europeos y europeas que se preparan para el apostolado de la Nigricia.
[3235]
Los negros son caros en El Cairo (500 fr. cada uno), y ya están maleados por los musulmanes; aquí cuestan casi nada, de 15 a 30 táleros, y son mejores, teniendo una buena naturaleza que los musulmanes no han echado a perder. Por eso, mientras que hasta hoy los Institutos de El Cairo me han costado 34.000 fr. al año, espero que a partir de 1874 me cuesten la cuarta parte. En Schellal, además de la casa masculina, tenemos 12 feddan de buen terreno (60.000 metros cuadrados), donde, con la compra de unas máquinas para sacar agua del Nilo, se pueden obtener la mitad de los alimentos que se consuman en la Estación. Pero hay que construir una pequeña casa para las Hermanas, la cual se hará toda de granito oriental, como los Obeliscos de Roma, cuyas piedras fueron cortadas íntegramente en Schellal o cerca; de modo que la casa costará poco. Y la iglesia también se hará de granito. A Schellal vienen enfermos desde sesenta millas de distancia para ser curados en la misión. En un solo día, el 16 de marzo, bauticé cuatro niños moribundos, todos los cuales fueron luego al paraíso.
[3236]
En Jartum se necesita la casa de las Hermanas, y la iglesia. Jartum tiene unos 50.000 habitantes, y ha mejorado de clima, por los grandes edificios y jardines que se han construido; ahora se puede vivir allí como en las zonas bajas de Verona o de Padua. Desde que hice ocupar esta Estación por mi Vicario general, Jartum ha cobrado nueva vida, y espero que pronto tendremos allí una buena cristiandad. Actualmente hay muchos catecúmenos, y en la fiesta del Espíritu Santo confirmé a treinta y cuatro recién convertidos. Ahora están allí en pleno vigor el catecismo, las predicaciones y el ministerio, como en la parroquia de Verona: dentro de unos años, si Dios nos da vida, espero anunciarle óptimos resultados de esta misión. Aquí en El-Obeid, donde los primeros misioneros que llegaron fueron mis exploradores Carcereri y Franceschini, ya ha empezado a formarse una pequeña cristiandad.
[3237]
Tenemos nuestra casa y una preciosa iglesita. Habría que hacer ampliaciones para la escuela y para la enseñanza de artes y oficios, porque ahora se da clase bajo un gran árbol, y desde las nueve hasta las cuatro hace calor. Además se necesita la casa para las Hermanas. Ahora tengo conmigo tres maestras negras, además de mi prima, que es profesa de la Compañía de Santa Angela Merici, las cuales viven en cabañas de paja. Las casas son aquí cabañas; pero, como ocurrían y ocurren siempre incendios, por orden del gobernador se construyen ahora todas de arena, porque aquí no hay piedras, ni tierra para fabricar ladrillos. Antes de la estación lluviosa, estas casas de arena se cubren con una mezcla de arena y excrementos de vaca, y con esto resisten las lluvias del año. Mas cada año es preciso repetir la operación. La actual casa con iglesia que tenemos cuesta 13.000 francos; pero anualmente nos exige un gasto de 600 francos entre vigas y barro para conservarla. Y es una de las más sólidas y hermosas de esta capital.
[3238]
Todo el mérito de esta misión corresponde a los Padres Franceschini y Carcereri de la Orden de San Camilo, que con el permiso de su General y mediante un Rescripto pontificio, se asociaron a mí; y espero que permanezcan siempre en la misión, cual es su deseo. A este fin crearé más adelante, como se lo prometí a su General, un hospital, que en esta capital será una bendición de Dios; porque aquí más de la mitad de los que mueren –y a veces incluso antes de morir– son sacados de la ciudad y, como no reciben sepultura, son devorados por las hienas y las aves.
[3239]
Habiendo visto anteayer con mis propios ojos más de sesenta muertos, todos ellos negros, sacados así de la ciudad, envié al Gran Bajá del Kordofán un escrito proponiéndole ordenar que todos los que mueran sean enterrados, porque la costumbre aquí predominante va en contra de la religión y la civilización, por ser estos desdichados nuestros semejantes. Al instante dictó la ley que yo deseaba, y ahora van mensajeros y pregoneros por la ciudad dando a conocer la orden, cuyo incumplimiento acarrea penas severísimas. Entre los convertidos está el primer comerciante (griego cismático) de El-Obeid, quien hace siete meses abjuró ante mi Vicario general, el P. Carcereri, y con él se convirtió toda su familia, que ahora es de lo más ejemplar.
[3240]
Paso a decirle algo de la más dolorosa calamidad que aflige a mi Vicariato, la esclavitud, que aquí está en pleno vigor, en parte por culpa del ateísmo y de los delirios de las actuales potencias europeas, y sobre todo por culpa del mahometismo, que prometerá cualquier cosa y firmará todos los tratados de las potencias europeas, pero en el papel: nunca de hecho. Yo, por mi situación, estoy en condiciones de hacer el bien en este aspecto, porque en Sudán la misión católica tiene mucho poder, en gran parte debido a la bandera austríaca que ondea en ella.
[3241]
Todos los Bajaes y los traficantes de esclavos nos temen y tratan de escapar a nuestras miradas. Yo he declarado al Bajá de Jartum y al del Kordofán que cuantos esclavos encuentre en la ciudad o fuera, atados, etc., los hago llevar a la misión y ya no los devuelvo; y que todos los que se presenten en la misión a denunciar malos tratos por parte de sus amos, constatada la verdad, los retengo y tampoco los devuelvo, limitándome tan sólo a denunciar que he retenido a fulano o a mengano en la misión, y hasta que se haga el juicio y sea aprobado por mí o por mi sustituto en mi ausencia, el esclavo en cuestión debe permanecer allí. Dichos Bajaes o Gobernadores, que se saben en falta, porque el primer traficante de esclavos es el Gobierno, no se han atrevido a rechistar, y me han concedido todo; de modo que ya he liberado más de quinientos. Los cuernos de Cristo, como decía D. Mazza, son más duros que los del diablo.
[3242]
Pero, ¡ay!, cómo triunfa el horror de la esclavitud en estas tierras. Por El-Obeid y por Jartum, así como por el territorio intermedio, pasan cada año más de medio millón de esclavos, la mayor parte hembras, pero mezcladas sin consideración con varones de toda edad –aunque la mayoría de 7 a 18 años– todas desnudas y la mayor parte encadenadas. Gente que ha sido robada y arrebatada violentamente del seno de sus familias en las tribus y reinos del sur o del suroeste de Jartum y el Kordofán, a veces después de haber sido asesinados sus padres si son viejos, o llevándose también a éstos si son jóvenes. ¡Todos pasan por aquí para ser llevados a Egipto o al mar Rojo, y vendidos! A las mujeres que son más agraciadas se las prepara someramente para la prostitución o para los harenes, y a los demás para el trabajo.
[3243]
Desde El Cairo hasta Jartum vimos más de cuarenta embarcaciones de esclavos, en las que varones y hembras iban metidos como sardinas. Al pasar el desierto encontramos más de treinta caravanas de ellos, que, desnudos, madres con sus hijitos, niños y niñas de siete u ocho años, marchaban a pie por la ardiente arena, realizando así un viaje que cansa a los más fuertes viajeros montados en camellos, y recibiendo de comer –no todos los días– un poco de grano sorgo o de alguna otra gramínea puesta simplemente en remojo.
[3244]
Pero lo que más me horrorizó de todo fue lo que vi entre Jartum y El-Obeid, donde encontré varios miles de esclavos, la mayor parte hembras mezcladas con varones y sin sombra de vestido. Los pequeños de hasta tres años eran llevados por otras esclavas, que parecían las madres, y éstas iban a pie. Otros, varones y hembras, en grupos de ocho y de diez, iban atados al cuello y sujetos a una viga que descansaba sobre sus hombros y que debían llevar; y esto para que no se escapasen. Otros, en grupos de diez y de quince, entre los ocho y los quince años de edad, llevaban al cuello una cuerda de piel de cabra atada a una cuerda más gruesa que sujetaba con la mano un chilaba, o traficante de esclavos. Otros, de dos en dos, iban sujetos por el cuello a un madero, cada uno a un lado del mismo.
[3245]
Otros llevaban la scheva, viga con un extremo en forma triangular al que estaba sujeto el cuello del esclavo, que al caminar iba arrastrando el madero. Otros tenían las manos y brazos amarrados a la espalda y a una larga cuerda que sostenía uno de aquellos bribones. Había quienes iban con cadenas de hierro en los pies, y quienes así encadenados llevaban encima bultos o pesos de los amos. Y viejos, en fin, que caminaban sin ligaduras. Todos eran impelidos bárbaramente con lanzas y palos si no avanzaban suficientemente deprisa o estaban cansados; y cuando algunos caían agotados al suelo, entonces aquellos canallas acababan con ellos a palos o a lanzadas, o los abandonaban sin más. Yo encontré algunos de ellos muertos por el camino, y nuestras pobres catequistas quedaron horrorizadas y llenas de miedo.
[3246]
Esto no es más que una apagada idea de lo mucho que puedo decir. He aquí, pues, señor, una de las tareas de nuestra misión. Ningún tratado, ninguna potencia podrá abolir aquí la esclavitud, porque está permitida por Mahoma y los musulmanes se creen con derecho a ejercerla. Unicamente se destruirá con la predicación del Evangelio y con la definitiva implantación del catolicismo en estas tierras. El Gobierno, que se adhirió al tratado de 1856, lo hizo sólo sobre el papel, no en la práctica. Los Gobernadores de Sudán son los primeros en ejercer el infame tráfico, del que obtienen ganancias; y los mismos Bajaes llevan a cabo correrías en territorio de los Nuba, en el de los Teggala, en el Nilo Blanco, etc. llevando consigo soldados armados de fusiles, ¡y volviendo cada vez con seis mil u ocho mil esclavos! Todo esto es sabido en El Cairo; lo saben el Diván, el Virrey, y, creo, muchos Cónsules europeos. Pero hoy todos están comprados, y como el grito de dolor de estos pueblos no llega a Europa, donde ahora reinan el ateísmo y la masonería, la desolación de estos lugares sigue y seguirá por mucho tiempo.
[3247]
Pero el Corazón de Jesús suplicado por las almas justas, y la caridad de los corazones santos y generosos favorecedores del apostolado católico en tan santa y espinosa misión, se bastarán para enjugar las lágrimas de estos pueblos infelices por cuya redención sacrificamos nosotros la vida. Vea también por este lado la enorme importancia de este Vicariato Apostólico...
[3248]
El pasado diciembre, el Embajador de Inglaterra vino a verme en El Cairo. Tuvimos una larga conversación, y acordamos mantener correspondencia. Pero grande fue mi sorpresa cuando me dijo que se dirigía no a Africa Central, que es el teatro más colosal de la esclavitud, sino a Zanzíbar y a Mascate. Había hablado con el Virrey de Egipto y estaba muy satisfecho de la audiencia, porque el Jedive, luego de alabar su filantrópica misión, le había prometido toda ayuda ad hoc. Yo, que sé cómo están las cosas, me callé y lo dejé en su buena fe; sólo le dije que los turcos, apoyándose en las aseveraciones de sus muftíes, intérpretes del Corán, creen lícita y benemérita la esclavitud, etc. Entonces Su Excelencia me preguntó: «¿Cree que tendré éxito en mi misión ante el Sultán de Zanzíbar?»
[3249]
Yo le respondí: «Señor Embajador, el Sultán le recibirá espléndidamente, le dará una hospitalidad principesca; pero se negará a cumplir sus deseos, porque el Corán, para él palabra de Dios, no prohíbe sino que permite el tráfico de carne humana. O si el Sultán se muestra dispuesto a complacerle, firmará un tratado con S. M. la Reina de Inglaterra y, en cuanto se haya marchado usted de Zanzíbar, continuará como antes, practicando él mismo y permitiendo a los otros musulmanes el tráfico de esclavos». No quedó Su Excelencia muy satisfecho con mi opinión, y me expresó la esperanza de lograr su propósito con las cartas de su Gobierno y con los cañones. «Con los cañones, sí –le contesté–; pero sólo en aquellos lugares donde se oiga su estruendo».
[3250]
Nos separamos amigablemente, después de haber almorzado con él y con su gran séquito, en el que figuraba un Arzobispo anglicano, doctísimo en árabe y persa, que compartía mis puntos de vista, y que era el secretario de aquella embajada. No sé el resultado de la misma, porque yo me vine a Africa Central; pero todavía me mantengo en mi opinión. La sola Fe de Cristo establecida en el centro de Africa, y los Sdos. Corazones de Jesús y María Inmaculada, y de San José, más que la reina de Inglaterra y el tratado de 1856 de París, abolirán la esclavitud...
[3251]
Por otra parte, el Santo Padre Pío IX tiene mucho interés por esta misión, y me dijo que ha rezado y rezará siempre por mí. Y nosotros aquí en Africa Central, después haber predicado la Trinidad, la Redención y la Virgen, predicaremos enseguida al Papa, tanto más grande cuanto más perseguido. ¡Oh, qué delicia sufrir con el Papa!...
Reciba todo el corazón de
Su devotmo. y hum. Daniel Comboni
Provco. Ap. de Africa Central