[1721]
Consagrado desde hace quince años al apostolado de Africa Central, en el cual tengo determinado consumir la vida entera a pesar de tantas dificultades y peligros como soporto en las tribus del Ecuador y del desierto, que he atravesado cuatro veces, no puedo estar indiferente ante la suerte y las esperanzas que me parece contemplar respecto a Africa, la parte del mundo más desgraciada y más abandonada a causa de los enormes obstáculos que le ha puesto el islamismo; no puedo estar indiferente ante los triunfos que el valor y la constancia católica han conseguido. Usted, Monseñor, fue objeto de mi admiración y profundo estupor, cuando en El Cairo fui informado por la prensa católica de que ha tenido usted la fuerza y el valor apostólico de defender y proteger los sublimes intereses de una parte de esta querida Africa que la Providencia divina, mediante la autoridad del Vicario de Cristo, ha confiado a su gran celo, a su aguda inteligencia; en una palabra, a su corazón episcopal, que compite con el gran corazón del ilustre Obispo de Milán, San Ambrosio.
[1722]
Usted ha triunfado, Monseñor, contra la hidra multiforme de la impiedad que guiaba a su rebaño; usted, Pastor incomparable, ha sabido proteger a sus queridas ovejuelas contra los ataques de los lobos malvados, y la sabiduría y el corazón del Emperador, por la gracia de Dios, le han deparado la victoria. En mi pequeñez de pobre y modesto Misionero, que sólo vive para el bien y la felicidad de Africa, me atrevo a rendirle homenaje y congratularme de todo corazón, tanto más cuanto que la Santa Sede y el Ilustre Vicario de Cristo, que está guiado por el Espíritu Santo, han sabido elegir a la persona más capaz y activa para emprender la obra muy difícil, pero muy importante, de la evangelización de una gran parte de Africa Central, que todavía, desde hace tantos siglos, se halla sumida en las tinieblas y sombras de muerte.
El Vicariato Apostólico del Sáhara es un nuevo reto para su gran celo de apóstol, que establecerá una nueva era de salvación para los infortunados africanos. Y esto constituye una de las mayores alegrías de mi vida, porque sus esfuerzos y sus cuidados proporcionarán mucha luz para encontrar poco a poco el medio más conveniente y práctico de evangelizar a los indígenas y a las poblaciones nómadas del Africa interior.
[1723]
Yo he tenido ya la suerte de verle alguna vez con Mons. Massaia y de conversar con usted en París con ocasión de la consagración del Obispo de Chalons; asimismo tuve el honor de hablarle en Roma [...] su apostolado de Nancy y Toul. Pero como no podía prever que iba a convertirse en apóstol de Africa, nunca aproveché la ocasión para consultarle sobre la pequeña obra que he emprendido para la conversión de la Nigricia. Y cuando el año pasado promoví en Roma una reunión de Obispos y, sobre todo, de los Jefes de las Misiones africanas, fui a buscarlo a su hotel en Roma y lamenté mucho no encontrarlo porque el día anterior había marchado a Francia. Esta reunión tenía por objeto concretar la fundación de los dos primeros Institutos sobre la base de mi Plan; en efecto se eligió El Cairo, donde los he fundado recientemente bajo la protección de Monseñor Ciurcia, Arzobispo de Irenópolis, Vicario y Delegado Apostólico de Egipto.
[1724]
Encomiendo mi Obra a sus oraciones y deseo que se establezca un centro de comunicación entre nosotros en el Corazón de Jesús. Es mi intención informarle sobre la marcha de mi Obra, a fin de que en el futuro pueda obtener luces de su experiencia práctica para mejor alcanzar el objetivo de establecer la fe católica en el centro de Africa que confina con la parte oriental de su gran Vicariato.
Quiero dar a V.E. noticias sobre el estado actual de mi Obra, la cual está todavía en sus comienzos.
[1725]
Desde 1848 a 1861 tuvimos treinta y nueve Misioneros que recorrieron Africa Central entre los 23 y los 4 grados de latitud Norte. Fundamos cuatro estaciones: Schellal en los 23°, Jartum en los 15°, Santa Cruz en los 6° y Gondokoro en los 4°. Compusimos un diccionario y una gramática en dos lenguas, y aprendimos la numeración de más de veinte lenguas. Pero treinta y dos Misioneros murieron, y yo mismo estuve once veces a punto de perder la vida. Seguidamente llamamos a los Franciscanos, que enviaron sesenta personas entre sacerdotes y laicos de su Orden; pero regresaron todos ellos, a excepción de uno que está en Jartum.
[1726]
No crea, Monseñor, que se muere tan fácilmente. Nosotros fuimos los primeros en ir allí; la mayor parte de los Misioneros eran alemanes, muy capaces, muy santos, pero querían alimentarse según la costumbre alemana y esto es perjudicial en aquellos países. Yo entiendo que con la prudencia y las precauciones necesarias se puede vivir allí, sobre todo en el desierto, donde el aire es puro y sano. Basta con hacerlo según el espíritu católico y la moderación y la sobriedad que nos recomienda la Iglesia, y que son necesarias para vivir. Uno de nuestros queridos compañeros, el P. Pedemonte, un Jesuita napolitano de sesenta años, estuvo mucho tiempo en Jartum y entre los Bari, en los 4 grados, hasta que lo llamaron a Nápoles, donde vive todavía.
[1727]
Pero Propaganda, viendo la muerte de tantos Misioneros, se entregó a una seria reflexión. El Card. Barnabó me encargó que hiciera un informe sobre el estado de la Misión de Africa Central, y que le propusiera un Plan, mediante el cual expusiera mis puntos de vista sobre la manera de establecer el catolicismo en aquellas tribus centrales. Este Plan es general porque debía ser Propaganda misma la que debía efectuarlo, al contar con la influencia y el poder de invitar a las Congregaciones religiosas, etc.
[1728]
Como sistema práctico y general, este Plan ha sido juzgado muy oportuno por un gran número de Obispos a los que he consultado, y por el propio Papa, que lo ha leído en su totalidad. Entre otras cosas, en él se establece el principio de encargar a los Vicarios y a los Obispos que residen en las costas las Misiones del Centro para una válida dirección de las mismas, lo que Propaganda ya a empezado a poner en práctica. Por mi parte, en mi pequeñez, he hecho surgir las obras siguientes, después de haber rogado a Mons. de Canossa, Obispo de Verona, al que conocía desde mi infancia, que fuera su Jefe y Presidente:
1.o Se ha creado en Verona un Seminario para las Misiones de Africa Central, y la Obra del Buen Pastor para mantenerlo. Si Dios bendice este Seminario y nos es posible fundar otros, espero que podamos ser útiles también a su gran apostolado.
2.o He fundado hace poco en El Cairo un Instituto para negros, y otro para negras con algunas Monjas francesas. Estos funcionan muy bien, y ya han convertido muchas almas, porque tengo dieciséis maestras negras que conocen cuatro lenguas y todas las labores femeninas. Algunas de estas negras las presentamos el año pasado al Papa, que en los jardines vaticanos pasó dos horas con ellas, así como con Mons. Castellacci, el Conde Vimercati y yo, que las acompañábamos; acontecimiento captado en unas fotos, que me permito enviar a V. E. En El Cairo he constatado que siempre que alguna negrita pagana ve a mis negras o las oye hablar, o cantar en la iglesia, pide hacerse católica, y yo ya he preparado y bautizado muchas este año. Lo mismo ocurre con los chicos. Sin embargo, para elegir a las personas que han de ser apóstoles de los otros, es mejor admitirlas de corta edad, y entonces habrá más garantías de éxito.
[1729]
Como ve, Monseñor, mi obra está todavía en su infancia. La encomiendo a sus santas plegarias. Por mi parte, haré rezar todos los días por la prosperidad de V. E. y por su gran obra. Por lo que he podido comprender, estoy convencido de que Ud. tendrá mucho éxito en la generosa obra que ha emprendido y que Dios le ha confiado, porque con la gracia de Dios nada le será imposible.
Mientras me felicito con Ud., le pido perdón por mi atrevimiento en dirigirle esta carta y me siento honrado de besar sus santas manos y de suscribirme con los más profundos sentimientos de veneración y respeto
De V. E. hummo. y devotmo. servidor
Daniel Comboni
Misionero Apostólico de Africa Central
Sup. de los Instos. de negros de Egipto
Le presenta sus respetos el Barón de Havelt, del que soy huésped.
Apenas esté impreso en francés, le enviaré mi Plan para la Conversión...
Original francés.
Traducción del italiano