[5405]
Le escribo desde la misión principal de Jartum, donde me encuentro solo en lo que se refiere a sacerdotes, y hago de Obispo, de Párroco, de Superior, de simple cura, de médico, de enfermero y de enterrador. Sólo tengo conmigo dos hermanos laicos de mi Insto. de Verona: el encargado del jardín y el que lleva el almacén, los cuales tuvieron sus fiebres, pero están bien. De las Hermanas, sólo una permanece en pie; las demás, y casi todas las chicas, están en la cama con una fiebre que lleva un mes haciendo estragos. A los sacerdotes, y a casi la totalidad de los laicos y de los muchachos, después de tremendas fiebres, los he enviado en una gran embarcación por el Nilo Azul para que cambien de aires. Más de la mitad de los habitantes de Jartum están enfermos, y caen como moscas.
[5406]
El hambre sufrida ha traído como consecuencia esta espantosa mortandad. Resulta que en los lugares situados hasta a 200 millas de Jartum (de hasta donde me han llegado noticias ciertas), el hambre, la sed y la enfermedad han dejado más que diezmada la población; digamos, por ejemplo, que de 50.000 habitantes han muerto más de 25.000. Me hacen saber mis sacerdotes que han cambiado de aires, a quienes yo había sugerido detenerse en tales y tales poblados, que éstos están medio desiertos, con sólo enfermos en ellos, y que el resto de la población, los que faltan, han muerto en los últimos meses. A mi Administrador, D. Antonio Squaranti, que me siguió sin haber podido aclimatarse en El Cairo, por precaución, por salvarle la vida, lo mandé a Berber a mediados del pasado mes; y los cuidados de aquellas excelentes religiosas pertenecientes las Pías Madres de la Nigricia, que yo fundé en Verona, y a las que el mismo D. Squaranti dirigió en el Noviciado para la vida apostólica de Africa, lo han fortalecido y restablecido completamente.
[5407]
Por mi parte, aunque en Jartum cae sólo sobre mis hombros el peso de la administración y dirección, y me encuentro en movimiento día y noche por las casas, o mejor los hospitales, donde se ven tantas miserias, estoy perfectamente sano. Como llevo una vida muy ordenada, comiendo dos veces al día una sola cosa; no bebiendo nunca vino, que mata con estos calores, sino sólo agua (nunca, tampoco, limonadas); no tomando carne o pollos u otras cosas que aumentan la bilis, ni sopas, etc., que hacen venir la fiebre, sino comiendo nada más que un bistec preparado en un solo minuto y bebiendo agua del Nilo, me encuentro en perfecta salud: nunca un dolor de cabeza, más de veinte cartas con cada correo que parte, trabajo continuo... Tengo la satisfacción de haber curado a muchos del tifus, y de que nadie haya muerto sin los sacramentos, y sin la confirmación el que no la tenía.
[5408]
La sed ha terminado en el Kordofán porque las lluvias fueron abundantísimas, y en parte han sido la causa, después del hambre, de la presente mortandad. El Gobierno egipcio, para que desde Sudán no pase la enfermedad a Egipto, ha establecido el cordón sanitario y la cuarentena en Berber y Suakin, de modo que nosotros hemos quedado encerrados.
[5409]
Estoy convencido de que el hambre y la carestía de Africa Central han sido y son todavía mucho más terribles y espantosas que el hambre y la carestía de la India y de China……
El haber sido yo el único entre los Vicarios Apostólicos que ha levantado la voz en Europa, y la natural apatía de estos indígenas, hija del fatalismo del Islam, que los lleva a sufrir y morir callando, han hecho que en Europa, que tanto ha socorrido a los hambrientos de la India y de China, no se hayan conmovido por el hambre y la carestía, ni por la sed (peor que el hambre), de Africa Central; y no pocos periódicos, entre ellos La Voce della Verità, a los que escribí repetidamente sobre la tremenda desgracia, ni siquiera se han dignado mencionar la carestía de Africa Central. Bendito sea siempre el Señor.
[5410]
Afirmo que la carestía de Africa Central es más terrible que la carestía de la India y de China por los siguientes motivos:
1.° Aquí (y lo mismo digo del gran imperio de Darfur, recientemente conquistado, con el que estoy en continua relación, y de otras partes del Vicariato) ha muerto más de la mitad de la población; pero todavía no he leído que en ninguna provincia de Asia las víctimas del hambre hayan llegado a constituir la mitad de todos sus habitantes.
[5411]
2.° En Asia, junto con el hambre, se da lo positivo de un buen clima, aire fresco y casas que resguardan. Aquí, junto con el hambre, está la pesadilla y la opresión de un calor sofocante que quita las fuerzas y aumenta los horrores del hambre (no hablamos de la sed en todos esos lugares alejados del Nilo y del Nilo Blanco, la cual es un flagelo peor), calor que desde las 9 a.m. hasta las 4 p.m. sobrepasa los 50 grados; y téngase además en cuenta que un tercio de la población carece de casa donde resguardarse.
[5412]
3.° La situación de los misioneros de Africa Central en el hambre africana es más atroz y espantosa que la de los obreros evangélicos de la India y de China; porque creo (aunque sin poderlo probar, sino sólo basándome en lo que vi en la India hace muchos años) que los misioneros, Obispos y Hermanas europeos en Asia no habrán carecido nunca de lo preciso, y además de mesa suficientemente abastecida (de lo que se debe alabar y dar gracias a la amorosa Providencia de Dios) los misioneros habrán encontrado aire fresco, buen clima, descanso en la noche y muchas otras cosas necesarias que no tenemos en Africa Central. De ello me congratulo grandemente con mis hermanos misioneros de Asia. Pero los misioneros del Kordofán y de Gebel Nuba, aparte de las incomodidades del calor, del agua salobre y racionada, etc., desde hace seis meses no han probado el pan de trigo, y han tenido que mantenerse misioneros y Hermanas a base de dokhon (especie de mijo silvestre que en Europa rechazarían hasta las gallinas); y sólo por gracia de Dios y por la abnegación de aquellos misioneros míos y Hermanas de San José se ha conservado el trigo para elaborar hostias, y así poder decir misa y comulgar.
[5413]
Pero ese dokhon, o mijo, ha habido que pagarlo mucho más caro que el trigo en tiempos ordinarios. Y en cuanto al pan que comemos en Jartum, se hace pasar como de trigo y se paga diez veces más caro que en épocas normales. Pero desde luego yo no diría misa con una hostia hecha a base de la harina del pan de Jartum.
[5414]
A pesar de todo esto, adoramos las divinas disposiciones y sufrimos de buena gana por amor de Dios, en la seguridad de que Dios sacará de ello lo mejor para el Apostolado de Africa Central; como también creo que lo hará el Corazón de Jesús, al que con la aprobación del nunca bastante llorado Pío IX, consagré en 1873 todo el Vicariato.
[5415]
He dicho que he levantado la voz, y que Europa, impresionada por las verdaderamente lamentables condiciones de la carestía en la India y en China, no se ha conmovido por Africa Central. Cierto es que la Propagación de la Fe me ha mandado 12.000 francos de donativos extraordinarios; pero son limosnas recogidas a raíz de mis cartas a Inglaterra y a otras partes. La que más se ha conmovido ha sido mi pequeña pero benemérita Sociedad de Colonia para el rescate de los Negros, que con los periódicos católicos que puso en acción y con cuestaciones especiales me ha mandado hasta ahora 20.000 francos. Pero ¿qué son estas ayudas frente a las necesidades del Vicariato? Aquí el precio de los productos de primera necesidad es diez, doce veces más caro de lo normal. Mantequilla no hay, y hacemos como dicen en Verona que hacen los de Vicenza: di quello che non hanno ne fanno senza [de lo que no tienen, prescinden]. En el Kordofán no hay pan. Un huevecito (la tercera parte de uno de Roma) cuesta media lira. Y así sucesivamente, sin calcular los muertos.
[5416]
Tuve la idea de suplicar a la S. C. que me mandase una ayuda, como hizo con algunas misiones de la India y de China; pero creí, y creo todavía, que haría un agravio a mi querido ecónomo San José molestando a la Santa Sede y a Propaganda, que tiene que ocuparse de todo el mundo. Por tanto, de la S. Congregación no quiero nada, salvo su sabia dirección, sus órdenes con respecto a mi conducta, sus consejos, sus instrucciones, y sus rapapolvos cuando ella los considere útiles y oportunos. Pero, dinero, no: lo rechazaría con humilde sumisión. Me basta con una bendición especial, amplísima, del Vicario de Cristo León XIII, y de V. Em.a Rma.
[5417]
Habría querido rogar a Vuestra Eminencia que me recomendase a la Propagación de la Fe. Mas, a decir verdad, considero que no debo hacerlo, porque esa santa Obra me da ya una contribución anual muy importante, y tengo miedo a tirar demasiado de la cuerda: me conformo con que siga dando su asignación anual, que asegura la existencia y conservación de la misión. Ahora bien, si V. Em.a le escribiese, recomendando cada vez más el Vicariato de Mons. Comboni en general –sobre todo en vista de la tremenda hambre, sed y mortandad, y de las consecuencias de estos flagelos, las cuales durarán mucho–, eso no estaría mal. Pero lo que haga V. Em.a será lo que yo veneraré como voluntad de Dios.
[5418]
Habría querido suplicarle también que me escribiese una carta de recomendación para la Sociedad de Colonia, que está integrada por miembros eminentemente católicos del estilo de Lowenstein y el Barón de Löe, a los que V. Em.a conoce personalmente. Hijos y soldados de estos dos héroes son los miembros del Comité de Colonia, presidido por el Rmo. G. U. Nöcker, Párroco de S. Jacob, en esa ciudad, el cual es un verdadero santo. Pero, aparte de que esas grandes almas trabajan lo mismo por la pura gloria de Dios, suspendí mi petición por los siguientes motivos:
[5419]
1.° Aquella benemérita y pía Sociedad, que desde hace más de veinticinco años trabaja con verdadero celo y perseverante abnegación para ayudarnos a la Nigricia y a mí, escribió en 1876 al Santo Padre Pío IX (d. s. m.) y al Emmo. Cardenal Prefecto de Propaganda a fin de ofrecer para el Vicario Aplico. de Africa Central, Daniel Comboni, durante toda la vida de éste, 10.000 francos anuales, más todos los ingresos que ella tuviera. Es un acto generoso y útil para la misión de Africa, el cual yo sólo acepté bajo la condición por mí impuesta a dicha Sociedad, y por ella aprobada, de que la asignación de 10.000 francos no se limitase a mi persona, sino que después de mi muerte se extendiese a todos mis sucesores: así ha quedado. Pues bien, a pesar de un ofrecimiento tan generoso, aquella pía Sociedad no recibió, ni del Santo Padre ni de Propaganda, ninguna respuesta, hasta el punto de llegar a dudar de que las cartas dirigidas a S. S. y a la S. C. hubieran llegado a su destino.
[5420]
Es cierto que el Emmo. Card. Franchi (d. s. m.), y me parece que también Mons. el Secretario, me dijeron que darían respuesta y acusaron recibo de la carta. Pero a la Sociedad no llegó nada, cuando dos palabras de agradecimiento de la S. C. habrían sido muy gratas a aquellos católicos generosos, que han dado cientos de miles a la Nigricia y constituido una buena renta para el Vicario Aplico. de Africa Central. Ahora no me parece muy oportuno que Propaganda me recomiende a esa Sociedad, a causa de lo que he expuesto más arriba, y por eso no he rogado en este sentido.
[5421]
2.° Cuando en 1872 fui nombrado Provicario, expuse a Vuestra Eminencia, entonces Secretario, la idea de suplicar al Card. Barnabò (d. s. m.) que concediese sendos caballeratos a los dos miembros más activos y constantes, que a lo largo de 22 años han trabajado para la Obra. Y como V. Em.a me dijo que era mejor esperar un poco para ver su perseverancia, yo esperé hasta diciembre del año pasado, en que acrecentados los motivos de mérito de los dos señores (Hrn. Schnitzler y el Dr. Sticker II), por la gran perseverancia y por la generosa subvención in perpetuo de 10.000 francos al Vicario Aplico. de Africa Central, ad fulciendam dignitatem episcopalem, como se leía, creo, en la Ponencia de nov. de 1876, el Emmo. Card. de Canossa dirigió una petición a Propaganda respecto a la concesión de los dos mencionados caballeratos de Colonia, más otro para el benemérito Vicepresidente de la Sociedad Mariana de Viena, y el título de Consultor de Propaganda para el ilustrísimo Mitterrutzner, de Bressanone, Canónigo Regular Lateranense de la Orden de San Agustín (S. Pietro in Vincolis), doctísimo y gran benefactor de Africa, etc., etc., que compuso y editó dos diccionarios y dos catecismos de dos lenguas muy extendidas en Africa Central; y al no disponer yo entonces de tiempo para especificar los detalles de la petición del Emmo. de Canossa, lo hice posteriormente desde El Cairo, con mi carta n.° 1 al Emmo. Card. Prefecto, de fecha 14 de enero del corriente año.
[5422]
Pero las sobrevenidas desgracias de la muerte del Sumo Pont. Pío IX, y sus consecuencias, etc., creo que dieron lugar a que este asunto (útil para Africa, y en sí razonable y justísimo) quedase paralizado, y yo no tuve respuesta ni el menor indicio de cómo iba.
[5423]
Por eso, en caso de que V. Em.a creyese oportuno ayudarme (y gran caridad me haría), antes de recomendarme a la ínclita Sociedad de Colonia, fundada por el Emmo. Card. Geissel (d. s. m.), y protegida mucho por el muy pío y glorioso desterrado Mons. Melchers, Arzpo. de Colonia, mi especial benefactor, que manda siempre su generoso óbolo a aquella Sociedad, sería gran generosidad, magnanimidad y condescendencia que:
[5424]
1.° Escribiese dos líneas a aquel Presidente, dando las gracias por la concesión de los 10.000 francos de renta al Vic.° Aplico. de Africa Central, y manifestando que la S. C. o Su Santidad la aceptan de buena gana.
2.° Mandase las dos condecoraciones de Cab. de la Orden Llana, o de San Gregorio, a los dos mencionados señores de Colonia, el Dr. Sticker II, de 55 años, y el Sr. Schnitzler, de 65, ambos activísimos miembros no sólo de la Sociedad para el rescate de los negros, sino también de muchas otras. Además, el Dr. Sticker es un distinguido y elocuentísimo orador católico, y ambos incansables recogedores de fondos para muchas otras Obras católicas, así como genuinos católicos, apostólicos y romanos, adeptos al Papa en todo el rigor del término.
[5425]
Si V. Em.a se dignase hacer esto, sin duda mi ecónomo San José quedaría como un señor, y me mandaría en el plazo debido –como es seguro, segurísimo que hará– lo que en la fiesta de su Patrocinio le pedí conminatoriamente, y que he explicado claro a esa columna de la Iglesia que es el Emmo. Card. Bartolini, a saber:
[5426]
1.° Cien mil francos oro antes de que finalice el 31 de diciembre de este año, para subvenir a las más urgentes necesidades del Vicariato y de toda la Obra por mí fundada.
2.° En el plazo de un año, a contar desde el pasado Patrocinio de San José, es decir, antes del 12 de mayo de 1879, perfecto equilibrio de la economía del Vicariato y de toda la Obra, desde Verona hasta Gebel Nuba (poco a poco nos enteramos de que entre un sitio y otro había casi 70.000 francos de deuda, de los cuales ya he pagado casi la mitad). O lo que es lo mismo: antes del próximo 12 de mayo, San José tiene que arreglárselas para que no debamos ni un céntimo, y proporcionarnos lo necesario para la conservación, estabilidad, desarrollo y progreso de la Obra y del apostolado de Africa Central.
[5427]
Tengo la certeza de que a su debido tiempo podré honrarme en informar a V. Em.a de que San José ha cumplido con su deber, realizando todo aquello a lo que sumisamente le conminé. San José es uno de los más preciosos tesoros de la Iglesia y de Africa, y mi administrador y ecónomo. En la presente mortandad le he declarado que no sólo no quiero morir, sino que además no quiero ni una sola fiebre (y aquí la han tenido todos, incluso Gordon Bajá), porque no me da la gana; y en tanto que todos los otros han caído enfermos, yo no sólo no he tenido fiebre: es que ni siquiera un dolor de cabeza. En suma, San José proveerá a todo. Y pese a lo caro de los víveres y a la frialdad de Europa, la preocupación económica, o mejor, el temor de carecer de lo necesario, es lo último que se me pasa por la cabeza; si bien cada día, como es mi deber y voluntad de Dios, trabajo mucho por esto, porque afecta a la conservación y desarrollo de la Obra de Dios.
[5428]
Disculpe, Emmo. Príncipe, que me haya alargado demasiado. Pero piense que el dirigirme incluso por extenso a mi Superior y abrirle mi corazón es un gran alivio para mi aislamiento, y para mi espíritu, que no tiene ningún apoyo material.
La beso la sagrada púrpura, declarándome
Su obedmo., devotmo. y hummo. hijo
† Daniel Obispo y Vicario Apostólico