[5447]
Presento con un poco de retraso mi Informe anual sobre el Vicariato de Africa Central. Pero no es culpa mía. Este año ha sido el más espantoso y terrible de todos los transcurridos desde que existe el Vicariato, y tampoco se recuerda en la historia de Africa Central una carestía y una mortandad tan atroces y generalizadas como las que se han dado en estas infortunadas regiones en los dos últimos años, si bien el que ahora finaliza ha sido uno de los más felices y fecundos en cuanto a conversiones y a la salvación de los infieles.
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Todas las Obras de Dios, y en especial las del apostolado católico que tienen como objeto la destrucción del imperio del demonio para sustituirlo por el reino de Jesucristo, deben nacer y crecer al pie del Calvario y ser marcadas por la Cruz. Ustedes son de ello, Señores, los jueces más competentes, puesto que siguen con un celo y una solicitud incomparables, estudiándolas, todas las fases de las Misiones apostólicas del universo entero.
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Es a través de la cruz y el martirio como se han fundado y han prosperado todas las Misiones. Y la de Africa Central, la última de todas ellas, la más difícil, la más laboriosa, no podía llevar un camino y una marcha diferentes de los seguidos por las otras Obras de Dios: tenía que pasar por la vía de la cruz y del martirio, de la misma manera que el Divino Fundador de la Fe llegó a su gloriosa Resurrección a través de su Pasión y Muerte, y de igual modo que la Iglesia salió de Su Corazón Inmaculado, navegando sobre la sangre de los mártires, para triunfar en el universo.
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Voy a referirme aquí, Señores, a la espantosa carestía y extrema falta de todo, incluso de agua, y a la horrible mortandad consecuencia de ellas, que han asolado Africa Central en este año; carestía, sed y mortandad que han sido mucho más atroces y horribles que las de la India, las de China y las de todas las otras Misiones del mundo entero. Esto lo voy a probar en el presente informe, para luego, tras aludir en dos palabras a los frutos y las esperanzas del apostolado de esta Misión, mencionar las necesidades que más nos urgen para conservarla y hacerla prosperar.
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Habiendo elegido la misericordia de Dios la época actual para llamar a la verdadera fe a esta parte del mundo, la más abandonada, la más desdichada, y «novissima inter omnes», yo soy feliz de ceder a los generosos Misioneros de Argel, fundados por el admirable e infatigable celo de Monseñor Lavigerie, verdadero apóstol de Africa, una parte considerable de mi colosal Vicariato; es decir, el Ecuador y todas las inmensas regiones situadas al sur del Ecuador, que con el Breve del 3 de abril de 1846, de Gregorio XVI, se asignaron al Vicariato de Africa Central. Y así la Propagación de la Fe y todos los benefactores del apostolado católico tendrán un conocimiento más exacto de las enormes dificultades, de las esperanzas más sólidas y de la absoluta importancia del apostolado de Africa Central y Ecuatorial, con sus más de cien millones de infieles sumidos aún en las tinieblas y sombras de muerte.
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Aquí, en Africa Central, soy yo el único Obispo y Vicario Apostólico, y he podido levantar la voz bien tarde, en el momento en que la carestía de las otras Misiones católicas del mundo absorbía todos los espíritus y todas las miradas de la Europa acomodada.
Pero mi voz es débil y una sola, y mi grito de desperación ha sonado demasiado tarde, como me escribía un venerable eclesiástico y bienhechor belga. Como consecuencia de ello, mi Vicariato ha tenido que sufrir todos los horrores de la carestía sin haber podido hacer frente a las urgentes necesidades.
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Y con los generosos donativos que entretanto me han llegado, he podido proveer a las miserias extremas y mantener en pie el Vicariato; pero la Misión y los misioneros, así como las admirables Hermanas de San José de la Aparición, han sufrido y soportado las mayores privaciones. El Vicariato continúa aún con muchas deudas, como pueden ver ustedes por los cuadros estadísticos, y además quedan por hacer muchas reparaciones en los Institutos de la Misión, las cuales son de una necesidad absoluta para salvaguardar la vida y la salud de los misioneros y de las Hermanas que han sobrevivido a los horribles desastres y a la espantosa mortandad de este año, la mayor de todas las que he conocido desde que hace veintidós años llegué por primera vez a esta Misión, cuya historia no guarda recuerdo de una carestía y mortandad semejantes.
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Aquí debería ofrecerles datos de los buenos frutos de nuestro laborioso apostolado, que ha sido más provechoso que en los años precedentes, como pueden comprobar por el cuadro estadístico adjunto. Pero, agotadas mis fuerzas, y con la salud quebrantada, dejo esta parte, la más interesante del presente informe, para más adelante, si es que puedo restablecerme un poco. Por consiguiente, paso a exponerles mi petición de ayudas más urgentes, de las que el Vicariato tiene extrema necesidad; y estoy seguro de que su gran caridad, a pesar de todas las dificultades, a impulsos del Sagrado Corazón de Jesús, de María Inmaculada, de San José y de San Francisco Javier, se dignará atender mi humilde y ferviente ruego.
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Las ayudas de las otras pequeñas Asociaciones de Europa han sido este año (exceptuada la Santa Infancia, que desde hace dos años me concede 5.000 francos anuales), mucho más modestas que en los anteriores, porque han absorbido toda la caridad católica en Alemania y en Austria las obras diocesanas muy urgentes a causa de la mala tendencia de los gobiernos liberales y dominados por la masonería; el Dinero de San Pedro, y también un poco la carestía de la India y de China.
Pero con los donativos extraordinarios que he recibido de ellas y también de otras partes, como limosnas recogidas por el Universo y por muchos periódicos de Italia, Alemania y Austria, aunque en pequeña cantidad, y sumados a estos donativos extraordinarios los ordinarios de la Propagación de la Fe, los ingresos de este año han sido más abundantes que los de los años pasados, llegando a sumar en total cerca de 100.000 francos. Pero estos buenos ingresos ha habido que emplearlos en las necesidades siguientes:
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1.° En el mantenimiento de los Institutos, que albergaban a un personal tanto europeo como indígena bastante más numeroso y en las dificilísimas circunstancias de una carestía y de una falta general de productos de primera necesidad, en que los víveres y artículos más necesarios para la vida costaban cinco, ocho, doce, quince y veinte veces más caros que en los otros años; y también en médicos y medicinas para estos Institutos transformados en hospitales.
2.° En cuidar lo más posible, según las intenciones de los bienhechores, a los pobres enfermos. Esto ha salvado la vida a muchos, que han quedado grandemente agradecidos.
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3.° En los viajes de los misioneros y en los envíos de suministros, que, cuando se han podido hacer, han sido cuatro o cinco veces más costosos que de ordinario; así como en la pérdida o el deterioro de numerosos artículos.
4.° En pagar una parte de los 46.736 francos de deuda que encontré en el Vicariato el 12 de abril, a mi llegada a Jartum, y otros débitos que yo había contraído anteriormente en El Cairo por las obras ya completas y realizadas de las dos casas de aclimatación de misioneros, y por gastos que había efectuado para el Vicariato y para estas dos casas mi Procurador general de Egipto, cargo que ostenta mi Superior de El Cairo, Rolleri.
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Añadiré como dato que los seis elefantes que Gordon Bajá ha mandado a los lagos Nyanza, en Jartum le costaba mantenerlos 20 libras esterlinas cada uno (500 francos), de modo que sólo en la alimentación de los seis se le iban 3.000 francos: tan extrema era aquí la escasez de alimentos.
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Pueden comprender ustedes, Señores, mis grandes dificultades y mi terrible situación. Pues bien, el estado económico del Vicariato, a pesar de todos estos problemas, actualmente no es desesperado, gracias a un milagro de la Providencia divina, de la cual es la Propagación de la Fe el órgano y el instrumento más poderoso.
Todas las deudas del Vicariato de Africa Central, incluidos los seis mil francos que debo al arquitecto de las construcciones de El Cairo, ascienden solamente a 30.157 francos, que debo pagar el 1 de septiembre de 1879, con 1.055 francos de intereses.
Para llegar a este punto, que no es desesperado:
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1.° El difunto D. Antonio Squaranti, mi Administrador, y yo, hicimos una extrema economía, administrando con mano de hierro nuestros recursos.
2.° Nosotros y las diversas misiones del Vicariato hemos sufrido mucho y soportado las más duras privaciones, hasta el punto de llegarnos a faltar a veces incluso lo necesario.
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3.° Después de las muertes y las grandes enfermedades habidas entre los misioneros, Hermanas y laicos coadjutores europeos, he cerrado provisionalmente los dos Institutos de Berber, que costaban más de 10.000 francos al año. Y exceptuada la capilla y algunas dependencias para alojar las caravanas de la Misión que llegan de El Cairo, he alquilado todo a un comerciante francés por 100 francos al mes, y uno o dos misioneros de Jartum irán dos veces al año a Berber para las necesidades espirituales del pequeño número de fieles de esta ciudad.
4.° Además he suspendido provisionalmente la misión de Cadaref, que tiene como objetivo todo el territorio de las vastas provincias de Taka, Galabat, Fazoglo, etc. hasta Abisinia, que suman una extensión como toda la de Francia; y he llamado a Jartum el personal que había enviado bajo la dirección de uno de mis misioneros veteranos.
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5.° Después he traído a Jartum las cinco Hermanas que había en Berber, pertenecientes al Instituto de las Pías Madres de la Nigricia de Verona, para destinarlas al Kordofán y llamar aquí a las tres hermanas de San José que estaban en El-Obeid, a fin de reunirlas con las tres que han sobrevivido en Jartum. Aquí, si la Madre General de esta devota Congregación de Marsella me manda otras Hermanas, como espero, pondré bajo su dirección otra casa: el hospital del gobierno de Jartum, que Gordon Bajá quiere confiarme a toda costa. En siete años, las religiosas de San José han perdido en mi Vicariato nueve Hermanas, siete de ellas en Jartum, aunque algunas han muerto de enfermedades que tenían ya de antes, y dos a causa de caídas, una desde un camello y la otra desde un mulo.
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6.° He dejado en suspenso aquí y en el Kordofán reparaciones necesarias, por falta de dinero. Adviertan, Señores, que también esto nos ha costado muchos sufrimientos y hasta enfermedades, a pesar de nuestra previsión y voluntad. Estamos en un mar en tempestad y tenemos que nadar.
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Dejo constancia aquí, una vez más, de que en los siete años que llevo dirigiendo el Vicariato no ha muerto todavía en Africa Central ningún sacerdote misionero europeo que se haya aclimatado en El Cairo. Los tres que han fallecido durante la carestía y mortandad de 1877-1878 sólo habían estado en El Cairo menos de dos meses y no se habían aclimatado, porque yo tenía una gran necesidad de ellos en el Vicariato. Pero, conociendo por larga experiencia lo necesario de esta aclimatación en El Cairo, al menos durante la primavera y el verano, he tomado las disposiciones más absolutas y he ordenado que cada misionero, Hermana y laico coadjutor europeo ha de aclimatarse en El Cairo antes de entrar en el Vicariato. Con ello se conservará la vida de los obreros evangélicos en esta laboriosa Misión, que, después de la tempestad pasada, tendrá un futuro espléndido.
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Expuesto lo anterior, pasemos a decir algo sobre las necesidades más urgentes e indispensables del Vicariato, que figuran en el cuadro estadístico.
Ante todo necesito pagar la deuda que tengo de más de 30.000 francos; de lo contrario, por no ver debilitada la Misión, me veré forzado a contraer más deudas y aquí el interés ordinario de los préstamos es el 5% (lo que no haría nunca).
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Necesito mantener los Institutos, junto con la misión de Gebel Nuba, que tendrá un gran futuro; pero la carestía no ha terminado, y los víveres van a costar tres o cuatro veces más de lo normal, y lo mismo las expediciones. Por ejemplo, el viaje de una caravana de 20 camellos desde Jartum al Kordofán se hacía antes en 12 días y costaba unos 900 francos. Pues bien, un telegrama me anuncia que la caravana de 19 camellos de mis Hermanas veronesas que ha llegado al Kordofán, ha empleado 29 días y un gasto de 2.305 francos. Los camellos están débiles por el hambre y no llevan más que la mitad de la carga.
[5508]
Dos buenos médicos europeos de Gordon Bajá que han visitado nuestras casas de Jartum me han asegurado que necesito hacer la segunda planta para los europeos, o de lo contrario morirán aquí todos después de las lluvias; porque los miasmas pestíferos en esa época alcanzan una altura más de cuatro o cinco metros, y nosotros los podemos evitar en el segundo piso, donde el aire es más puro. Por tanto, sería menester construir para septiembre próximo al menos cuatro pequeñas habitaciones para las Hermanas y cuatro para los hombres, y el importe será como mínimo de 14.000 francos.
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En cuanto a todo el resto, vean los cuadros estadísticos. Aquí hay que crearlo todo de la nada, porque estamos entre pueblos primitivos y es preciso hacer todo, hasta los primeros elementos.
Ahora, después de todas las observaciones hechas en este informe y en los cuadros estadísticos, cobro ánimo para rogarles que me concedan por dos años un aumento del subsidio que ustedes tuvieron la bondad de otorgarme en los pasados años, o sea 90.000 francos para el ejercicio de 1879, si es que está en su mano. Con ese dinero y una administración férrea, espero levantar cabeza y respirar. En cuanto al resto de mis grandes necesidades para este laborioso, difícil e interesante Vicariato, Dios proveerá junto con el Boletín Les Missions Catholiques y algunos periódicos.
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Nosotros nunca dejamos, Señores, de rogar insistentemente a Dios por ustedes y por todos los Socios de esa divina Obra de la Propagación de la Fe, que es la verdadera fuente y el canal directo de las gracias de la Redención de los pueblos infieles del universo entero, y condición sine qua non de la existencia, estabilidad, conservación y prosperidad de las Misiones apostólicas y de la civilización cristiana de las naciones africanas que habitan aún en sombras de muerte.
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Merced a esa Obra divina, Africa Central entrará seguramente y bien pronto en el redil de Jesucristo.
Reciban mi más sentido y humilde homenaje de gratitud y de respeto, mientras les aseguro que seré siempre en los Sagrados Corazones de Jesús y María suyo afmo. y devotmo.
† Daniel Comboni, Obispo de Claudiópolis i.p.i
Vicario Aplico de Africa Central
No piensen que espero que la ayuda de este año vaya a determinar la del próximo. No. Conozco su admirable prudencia. Tengan a bien por ahora, si pueden, concederme lo que pido para el ejercicio en que entramos. Luego, en marzo o abril del año 1880, ya verán lo que pueden hacer para ese ejercicio.
Original francés.
Traducción del italiano
N.B. Comboni manda a París la misma carta (n. 802) enviada a Lyón, con pequeñas variantes y sin la posdata.