[5322]
La espantosa carestía que asola a mi Vicariato, así como las enormes fatigas, las enfermedades y un clima siempre sofocante y abrumador, me han impedido mantener una correspondencia regular con la Santa Infancia, Obra de la que espero una fuerte ayuda para mi ardua y laboriosa Misión.
Conoce usted bien, Monseñor, las circunstancias especiales de las diversas Misiones del mundo católico, y sabe que la Misión de Africa Central (como la de Africa Ecuatorial, que están a punto de emprender, espero que con éxito, los excelentes y solícitos Misioneros de Argel) es la más difícil del universo.
[5323]
Aparte de los problemas que compartimos con las demás Misiones, aquí siempre hay que luchar con las enfermedades, con las fiebres, inevitables tanto para los europeos como para los indígenas, y con un clima tórrido y fatigoso; de modo que es preciso trabajar continuamente bajo el peso de un lento martirio: ésta es la verdad de nuestra situación.
Pero nosotros estamos preparados para todo eso. Habiendo puesto por entero nuestra confianza en los Sagrados Corazones de Jesús y María, estamos siempre dispuestos a soportar todas las cruces, e incluso la muerte, por conseguir ganar estas almas para Jesucristo.
[5324]
Hay todavía otra dificultad: es la esclavitud y la trata de negros, que las razas musulmanas siempre han ejercido y ejercen todavía, diezmando así las poblaciones negras de tal modo que es preciso ir lejos y afrontar todos los peligros para encontrar lugares habitados por negros en suficiente número. Este es uno de los orígenes y motivos principales de la multiplicación de nuestros problemas. Pero si viene en nuestra ayuda la caridad de nuestros benefactores de la Santa Infancia y de la Propagación de la Fe, resistiremos frente a todas las dificultades, no retrocederemos jamás ante los obstáculos y alcanzaremos, cuando a Dios plazca, la gran meta.
[5325]
Mi viaje desde El Cairo a Jartum con mi numerosa caravana fue muy largo y sumamente fatigoso. Como gran parte de los camellos habían muerto de hambre a causa de la falta o escasez de lluvias en el año pasado, me resultó muy difícil encontrar los necesarios para pasar el gran desierto del Atmur con mi personal. Por eso me vi forzado a dividir la caravana en dos partes: una para llevar el personal a través del Atmur, y otra que envié con los suministros por el desierto del reino de Dóngola.
Esta última ha llegado a Jartum en el mes de junio, 125 días después de la salida de El Cairo. La otra, en la que yo conducía el personal, alcanzó su destino a mediados de abril, a los 77 días de partir de El Cairo. Viajamos diecisiete horas al día, bajo 58 grados de calor. Llegamos exhaustos por la fatiga.
[5326]
Encontré una tremenda carestía y una escasez extrema, las cuales asolaban Africa Central desde hacía siete meses. Carestía y falta de todo que no han hecho sino aumentar continuamente, adquiriendo unas dimensiones colosales. El pan de trigo ya no existe. El último lo pagamos a 124 francos el ardeb (88 kilos); en la actualidad no se encuentra a ningún precio. El durrah (maíz), que nos costaba el año pasado de 6 a 7 francos el ardeb, ahora cuesta de 58 a 75 francos. La carne, los huevos y cualquier otro producto de primera necesidad valen de 12 a 18 veces más caro de lo normal.
En el reino del Kordofán, donde tenemos tres Institutos con las buenas Hermanas de San José, supone un gran esfuerzo el conseguir el agua, sucia y negra, a tres francos la bormah (jarro de 4 litros).
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Una Hermana sale con unos huérfanos a las 4 de la madrugada para ir a los pozos lejanos (los nuestros están secos), y a menudo tiene que esperar hasta el mediodía a fin de poder llevarse agua sucia para beber, preparar la comida y lavar (pero llevan seis meses sin hacer la colada) a un precio superior al del vino en Francia. Cientos, miles de pueblos son abandonados por sus habitantes, famélicos y sedientos. Mueren como moscas por los caminos.
Como consecuencia de la carestía hay multitud de enfermedades contagiosas, y sobre todo una fiebre fulminante que hace morir en media hora.
[5328]
Uno de nuestros laicos de Roma y un misionero sacerdote han muerto así. Aquí todavía no he visto madres ni padres que se coman a sus niños, o gente que se alimente de cadáveres humanos; pero sucede que las consecuencias de la carestía acaban golpeando a la Misión y comprometiendo su existencia. Porque con los víveres tan caros, aparte de haber aliviado de miserias extremas a los cristianos y a numerosas familias musulmanas, hemos tenido que alimentar y mantener nuestros Institutos; y con esto no sólo hemos agotado todos nuestros recursos, sino que nos hemos visto forzados a contraer deudas, las cuales no hacen más que aumentar en el esfuerzo por no dejar morir la Misión, que tantos sacrificios me ha costado, y que es de una importancia extraordinaria.
Después de haber recibido en julio el último pago de la Propagación de la Fe, me he quedado sin un céntimo en caja y con más de 40.000 francos de deuda. Añada a todo esto las enfermedades, los inmensos calores, la debilidad y la falta de apetito. Desde hace tres meses no duermo una hora cada veinticuatro.
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Pero si la carne se resiente, el espíritu está siempre a punto. Yo permaneceré en mi puesto hasta la muerte, porque confío en los Sagrados Corazones de Jesús y María y en San José, y porque la obra es de Dios: esta obra, nacida a los pies del Calvario, avanzará a través de todas las dificultades para llegar a su realización. Oh, el Niño Jesús no envejece nunca; siempre es joven, lleno de vigor, y no muere jamás.
[5330]
Hemos bautizado una treintena de niños que estaban a punto de morir, y hemos acogido muchos de ellos en nuestros Institutos. Estamos en los inicios respecto a la organización de la obra de la Santa Infancia, pero progresará a medida que podamos consolidar nuestras Estaciones en los países de los nómadas. Hemos formado muchos matrimonios católicos de parejas que vivían en el concubinato; hemos bautizado adultos, después de una larga prueba, y en la fiesta de la Asunción bautizaré una veintena de ellos.
[5331]
Debe usted tener en cuenta que la Misión se halla en los comienzos. Tenemos muchos catecúmenos; pero es preciso pensar en asegurarnos su perseverancia, ya que están muy en peligro entre los musulmanes. Donde podemos ganar poblaciones enteras, es donde impera el fetichismo y no hay musulmanes (como en la misión de Gebel Nuba); pero también allí se necesita tiempo, por los peligros en cuanto a la seguridad pública y por la cantidad de supersticiones que hay. En consecuencia, antes de emprender una predicación ordinaria hay que aprender las lenguas locales, que nunca han sido conocidas, y por tanto no tenemos gramáticas, diccionarios ni maestros. Hay que servirse de los mismos africanos, y a fuerza de trabajo e ingenio adivinar el significado, las conjugaciones, los tiempos, etc.
[5332]
Es una tarea colosal, y nosotros estamos sometidos, al menos seis meses al año, a fiebres, a enfermedades, a debilidades extremas derivadas de inapetencias, fatigas, falta de sueño. Esto no es normal en las otras Misiones. Así en las otras Misiones hay gramáticas, diccionarios, sabios, etc. Aquí todo es primitivo; se necesitan años para organizar el apostolado regular. Por eso hace falta una gran perseverancia, abnegación, espíritu de sacrificio, y esto Dios nos lo va a dar siempre. Tenga por seguro que mandaré los datos de nuestro apostolado, mas por el momento basten estas nociones.
Le ruego, pues, con lágrimas en los ojos que continúe no sólo prestándome la ayuda que me concedió el año pasado, sino que añada un buen suplemento a la misma, dadas las dolorosas circunstancias de nuestra situación actual.
[5333]
El año pasado, para hacer llegar a mis manos los 5.000 francos que su generosidad me había concedido, se sirvió usted del General de los Trinitarios de Roma, Vía Condotti. No sé lo que habrá usted pensado para este año, pero le ruego que me envíe la subvención de la Santa Infancia por medio del Revdo. P. Bartolomé Rolleri, Superior de mis Institutos para negros, de El Cairo, en Egipto. Es la vía de que se sirve la Propagación de la Fe, y la más segura. Por otra parte, si me envía usted un efecto contra cualquier banquero de París, yo puedo utilizarlo incluso aquí en Jartum, donde hay un comerciante francés que tiene relaciones con todos los bancos de Europa.
[5334]
El año pasado su gentil secretario me concedió los Anales de la Santa Infancia hasta octubre; pero me faltan los números 179, 180 y siguientes, o sea, desde diciembre de 1877 hasta hoy. Le ruego, Monseñor, que tenga la bondad de enviármelos a El Cairo, a mi Instituto, o aquí a Jartum (calle de Egipto).
[5335]
Dejando ahora a un lado otras noticias, para mostrar las maravillas del Sdo. Corazón de Jesús y de la Providencia de Dios, tan bien dispuestos siempre a la salvación de las almas más abandonadas, le voy a contar la conversión de cinco musulmanes y por qué admirables caminos Dios los ha llamado al seno de la Iglesia. Usted sabe que la conversión de los musulmanes es imposible. Y conoce la esterilidad de las conversiones musulmanas en Oriente, donde desde muchos siglos atrás existen tantas misiones, Obispos, Misioneros, Ordenes religiosas, Hijas de la Caridad y poblaciones católicas de todos los ritos. En efecto, es muy rara la conversión de un musulmán. Un viejo canónigo de Argel, que residía en Argelia desde hacía 38 años, me dijo en Roma en 1872 que él nunca había visto un musulmán convertido.
[5336]
En los meses de mayo y junio de este año he bautizado cinco musulmanes: dos hombres y tres mujeres concubinas. Pero los hombres, dos jóvenes, no han recibido la gracia por mérito nuestro: todo el mérito ha sido de los queridos Hermanos de las Escuelas Cristianas de El Cairo, aunque acaso sin darse ellos cuenta. Y la conversión de las tres concubinas musulmanas, que han sido tres afortunadas ladronas del paraíso, se ha debido a la existencia de la Misión de Jartum y de las Hermanas de San José de la Aparición, sobre todo de una Hermana oriental de Alepo, llamada Sor Germana Assuad. Esta lleva siete años trabajando en mi Obra, y ha conducido al seno de la Iglesia numerosas concubinas, que se han vuelto verdaderamente ejemplares y buenas cristianas. He aquí en pocas palabras los hechos.
[5337]
Hacía seis o siete años que dos jóvenes musulmanes de Dóngola habían entrado al servicio de los Hermanos de las Escuelas Cristianas de El Cairo, en calidad de criados para el comedor y los dormitorios de los alumnos, con la paga uno de 30 y el otro de 35 francos al mes. Estos criados, iluminados por la gracia divina, primero notaron, y luego poco a poco admiraron, la caridad y la piedad, el orden y la alegría que reinaban en aquella casa, y sobre todo la exactitud en la observancia de la Regla del Venerable La Salle (al que pronto veneraremos en los altares, como oí de boca de Pío IX), que es característica de todas las casas de los Hermanos. Especial impresión produjeron en ellos los cantos en la capilla, los rezos de los Hermanos tanto en el Instituto como en el campo, y la caridad continua, perseverante, con los niños y con todos.
[5338]
Gradualmente estos dos jóvenes, los cuales eran primos carnales, llegaron a deducir que la iglesia y la capilla de los cristianos eran mejores que la mezquita; que las prácticas de la fe católica eran más emocionantes que las prácticas del islamismo; que el Evangelio debía de ser más veraz que el Corán. Y asimismo empezaron a decirse en su corazón que las costumbres de los Hermanos eran más puras y perfectas que las de los muftíes y los ulemas, y también, que los católicos, como los Hermanos, eran más buenos, más perfectos, más justos y más imparciales que los musulmanes.
[5339]
Posteriormente concluyeron que la religión de los Hermanos era mejor y más verdadera que la musulmana. A estas ideas fueron llegando independientemente uno del otro, y de modo paulatino, en el espacio de unos años. Era la gracia del Corazón de Jesús, tan venerado entre los Hermanos, que preparaba estas dos almas para la salvación. Y acabaron por colegir que la fe católica era la verdadera y que la musulmana era falsa. Siguiendo siempre con su trabajo, trataron de aprender las oraciones de la Iglesia, e ignoro cómo conocieron lo esencial del catecismo católico.
Por fin, cuando entraron en mi Misión como catecúmenos, eran ya católicos en su corazón y detestaban el islamismo, por considerarlo una religión falsa. Quise examinarlos bien, con cuidado, sondeando delicadamente su interior, y me di cuenta de que la gracia divina se había apoderado por completo de sus almas.
[5340]
Su vida, sus costumbres, su sinceridad (porque los musulmanes siempre dicen mentiras), su pureza, su amor por Dios y por la fe me impresionaron de tal modo que aunque sus padres aún vivían, y no lejos de aquí, creí que no debía demorar la gracia del bautismo, el cual les conferí solemnemente en Jartum a primeros del pasado mes de mayo.
[5341]
El apostolado de los Hermanos del Venerable La Salle en Oriente es el más sólido y eficaz. En sus escuelas, con la elocuencia de su buen ejemplo y de las virtudes propias de los miembros de esta admirable Congregación, –la más perfecta, colosal y meritoria de la Iglesia católica con respecto a la juventud–, el apostolado maravilloso y silencioso de los Hermanos de las Escuelas Cristianas prepara a Oriente para su futura regeneración y su regreso a la Iglesia católica.
Que Dios bendiga a estos admirables Hermanos. Mis dos neófitos estaban ya convertidos cuando salieron de la casa de los Hermanos, porque allí la gracia de Dios había producido poco a poco sus efectos sobre ellos. Actualmente trabajan al servicio de la Misión, uno en Jartum y el otro en el reino del Kordofán.
[5348]
Le dejo a usted, Monseñor, la meditación sobre la caridad del Corazón de Jesús, y sobre las admirables vías de la Providencia para la salvación de las almas más abandonadas y que se encuentran en la imposibilidad de integrarse en el rebaño de Cristo. Ellas habían nacido en las montañas de Abisinia y fueron robadas, arrancadas violentamente de su patria por mercaderes y cazadores de esclavos, y vendidas en Cadaref. Desde el cisma y la herejía de Dióscoro, el Patriarca de Alejandría que condujo Nubia y Etiopía al error, jamás había sido enviado ningún sacerdote católico a Cadaref. Incluso con el comerciante griego, su amo, pudieron conservar libremente su religión islámica. Pero la Providencia, que quería salvar esas almas, las hizo salir esclavas de su patria, las unió a un hombre que gozaba de la protección de Austria como súbdito y las trajo a Jartum, donde encontraron a su Dios y su salvación en la Misión católica.
[5349]
Hechos como éstos se han dado muy a menudo en mi Vicariato, donde Dios tiene preparadas grandes bendiciones.
Espero con impaciencia sus ayudas y los números 179 y siguientes de los Anales. En nuestra miseria rogamos por todos los Socios y por el Consejo de Presidencia. Cargamos de buena gana con todos los pesos y todas las cruces, por Jesús y por la salvación de Africa Central.
Dígnese, Monseñor, aceptar mis expresiones de gratitud y devoción eternas, mientras me honro en declararme devotísimamente suyo.
† Daniel Comboni
Obispo de Claudiópólis i.p.i
Vicario Aplico. de Africa Central
Original francés.
Traducción del italiano