[479]
Espero que haya recibido dos cartas que le envié desde Nápoles, en la última de las cuales le exponía los motivos que me indujeron a ir a Palermo. Yo había llegado a Nápoles suficientemente a tiempo para desde allí dirigirme sin tardanza a Egipto. Pero habiéndome enterado bien de la dificultad, o más bien la imposibilidad, de pasar jóvenes negros a Egipto sin altas y poderosas recomendaciones, resolví esperar la salida del siguiente vapor para aquel país, y buscar mientras muy importantes apoyos para asegurar el éxito de la empresa.
[480]
Los dos Consulados de Egipto que más reacios se muestran al paso de los negros son el inglés y el sardo; así que me propuse proveerme de muy importantes recomendaciones para estos dos terribles tribunales inquisitoriales. Y habiendo ido a Palermo (donde estaba la Corte de S. M. Sarda) y a Roma (donde el Embajador inglés es buen católico), pude obtener una carta de recomendación para el Cónsul sardo en Egipto de orden del Rey; más dos cartas para el Cónsul inglés en Egipto: una del Embajador inglés en Roma, la otra de lord Pope Hennesy, que es un alto personaje británico, el cual, estando a punto de volver a Inglaterra, me dio la dirección para recurrir en caso de necesidad, y conseguir protecciones todavía más elevadas.
[481]
El Conde Fabrizi, ministro de Víctor Manuel, a quien yo, como súbdito sardo, imploré protección ante mi Cónsul sardo de Egipto, me aconsejó que me presentase en persona al rey, pintándome el rosado panorama de que Víctor Manuel, como favorecedor de las Misiones, aparte de la recomendación, me ayudaría con generosas limosnas. Pero yo, cortésmente, me negué.
[482]
Como súbdito sardo, no hay ningún mal en implorar una protección, como fue el caso de la Misión de Africa Central, que solicitó y obtuvo de un enemigo de la Fe, como es el Bajá de Egipto, protección para Asuán. Pero la cosa cambia si se trata de comprometerse con un rey perseguidor de la Iglesia, por conseguir dinero. Si yo hubiese aceptado dinero de Víctor Manuel, sin duda me hubiera comprometido a mí mismo, al Instituto y a la Misión. Porque de haberse leído en los periódicos austríacos que un Misionero del Instituto Mazza había recibido una cantidad de un rey enemigo de la Iglesia y del Gobierno austríaco, se hubiese atribuido una determinada opción político-religiosa no solamente a mí, sino también al Instituto; y hubiéramos sido blanco de las miradas de Propaganda, de Roma, del Gobierno austríaco y de la Sociedad Mariana de Viena, y yo habría comprometido al Insto. y el éxito de la Misión. En consecuencia rehusé toda entrevista con el rey, contentándome con una válida recomendación, que puedo implorar y obtener sin que suponga ningún inconveniente; esperando que, del mismo modo que marché de Verona sin Víctor Manuel, podré regresar sin él con los negros.
[483]
No obstante, antes de servirme de las recomendaciones tanto sardas como inglesas, abriré bien los ojos en Egipto, y secreta y concienzudamente indagaré si es conveniente. A conseguir las recomendaciones inglesas en Roma, me ha ayudado mucho Monseñor Nardi, el verdadero amigo de nuestra Misión y de nuestro Insto. En mi venida a Roma ha influido también el aspecto económico, dado que la Embajada francesa en Nápoles me negó el pasaje gratuito en los vapores franceses, sin orden expresa de Propaganda.
[484]
Por lo cual, habiéndome dirigido al Cardenal Barnabò, Prefecto de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide, Su Eminencia se ha dignado entregarme tres cartas, en una de las cuales me declara Misionero Apostólico, y en las otras dos se dirige a las Embajadas francesa y austríaca; y declarando que soy Misionero Apostólico, suplica el pasaje gratuito tanto en los vapores franceses para la ida a Alejandría, como en el Lloyd austríaco para la vuelta desde Alejandría hasta Trieste. Así que estoy contento, porque el haber esperado la próxima salida de vapores para Egipto ha dado como fruto valiosas recomendaciones para el éxito de la empresa, y he hecho un ahorro de más de cien táleros al proveerme de las cartas de Propaganda.
[485]
Hoy he sido recibido en audiencia por Su Santidad Pío IX. Ha sido muy breve, y tengo la impresión de que el Papa ha envejecido. Yo le pedí la bendición para usted, Sr. Superior, para el Instituto masculino y el femenino, para Africa, para mi padre, y para mí. «Sí, hijo mío, me dijo con un corazón generoso que abarca el universo, yo doy la bendición a todos, a todos. Salí consoladísimo de haber contemplado al Vicario de Jesucristo; me parecía un ser sobrehumano. En Roma todo está tranquilo. En Nápoles hay una gran confusión. El clero y gran parte del pueblo simpatizan con el rey Borbón; todo lo contrario que en Sicilia. Aquí en Roma se ama al Papa y al Gobierno Pontificio.
[486]
Al pasar de Nápoles a Roma sentí las mismas impresiones que experimentaría quien fuera de Babilonia a Jerusalén; y lo mismo le sucedió a D. Luciano de Lonigo, que me acompañaba.
[487]
La obra del P. Olivieri, como me dijo el Superior del Insto. de los Negros de Nápoles, está totalmente paralizada. La policía de los Consulados egipcios anda observando con cien ojos si hay negros que pasan. Así que debo evitar la más mínima apariencia de contacto con él. He examinado cuando he podido la marcha del Colegio de Nápoles, y lo veo excelentemente bien encaminado en cuanto a la piedad y la conducta moral; pero sólo discretamente en cuanto al progreso en los estudios. Allí los hay que estudian filosofía.
[488]
El P. Ludovico ideó un plan sustancialmente similar al de Ud. Se ve que es el Señor quien hace dirigir la mirada a Africa. Tiene un sinfín de artes y oficios en su Insto. Allí hay boticas, talleres de carpintería, cerrajería, zapatería, sastrería, etc., y maestros e instructores en cada una de estas artes; hay además un amplio huerto, donde se practica la agricultura. En suma, me parece bien encaminado.
Ahora tiene seis laicos preparados para enviarlos a Africa. Ha fundado otros Institutos: uno de negras a las que hay que educar para devolverlas después a Africa, otro de Misioneros para Italia, otro para la instrucción de los pobres, otro para la rehabilitación de los incapacitados, y otro para la Reforma, según el del Beato Leonardo de Porto Mauricio. Y todo lo costea él con lo que obtiene limosneando, como también hace Ud., Sr. Superior. El rey Francisco II sentía adoración por él; y también goza de la estima del Gobierno sardo, que mandó al P. Ludovico a Roma para llamar a su sede de Nápoles al Cardenal Arzobispo.
[489]
Tanto Garibaldi como Víctor Manuel han mostrado gran simpatía por las Obras del P. Ludovico, y especialmente por el Colegio de Negros; pero el P. Ludovico deplora la suerte de Francisco II, y dirige fervientes oraciones al Señor para que vuelva a su trono de Nápoles, porque el joven rey –me dije– era el verdadero padre de los negros.
[490]
Aquí en Roma he estado buscando libros para aprender la lengua Abisinia, la cual fácilmente se podrá necesitar en nuestro Insto. Africano; pero no encontré más que poca cosa en Propaganda. Ahora se está imprimiendo una gramática, y el Cardenal me ha prometido que apenas esté lista me la enviará a Verona. En Oriente procuraré conseguir todo lo necesario en esta lengua.
[491]
No habiendo podido, por las razones expuestas, marchar a Egipto en el barco anterior, mandé una carta al Prefecto Apostólico de Adén, recomendándole los jóvenes negros. Sería mi deseo, dados los muchos obstáculos que el infierno podría suscitar contra la santa empresa que tenemos entre manos, que usted, Sr. Superior, ordenase que los Institutos masculino y femenino rezasen a la Virgen María Inmaculada o a S. Francisco Javier un Avemaría y un Gloria Patri ad hoc; pero haga, Sr. Superior, lo que mejor le parezca.
[492]
Mañana salgo de Roma para Malta y Alejandría de Egipto, donde, si la borrasca invernal no es demasiado fuerte, espero llegar para el 27 de los corrientes. Mientras, ruegue al Señor y a María que me protejan para no meter la pata. Luego, juzgue Ud. como experto en estas lides, diciéndome claramente todo fallo o error que hubiera podido cometer; y sus órdenes y consejos me servirán de norma al actuar. Reciba la Bendición del Papa, así como los saludos del Cardenal Barnabò; de Mons. Nardi; del P. Pagani, General del Insto. de la Caridad, y del P. Luis Pueker, más las muestras más auténticas y cordiales de respeto y amor de
Su indignmo. y afmo. hijo
Daniel Comboni
[493]
N.B. Le ruego presente mis respectos a D. Pedro Albertini, a Monseñor Canossa, a D. César, a las Maestras, a los Sacerdotes, y a las alumnas; y diga a la Maestra Lucrecia que hice un fervoroso Memento por su San Cayetano, el día que celebré misa en su tumba de Nápoles.
[494]
N.B. Acabo de entrevistarme de nuevo con Mons. Nardi, quien me dice que el antedicho lord Pope Hennesy es miembro del Parlamento inglés, en Londres, y me pide que le envíe un saludo especial. La recomendación viene de Russel. Ahora, al volver a casa, me encuentro una carta en inglés del mismo lord Pope Hennesy, quien gentilmente me escribe que si surgiese cualquier dificultad en Egipto, le telegrafíe a Londres, a la Cámara de los Comunes, que él hará ante los ministros del Gobierno y la Reina Victoria todo lo que yo quiera por la Obra a la que estoy consagrado. Su Em.a el Cardenal Barnabó me aconsejaba traer los negros a Europa desde Egipto de dos en dos.
[495]
Otra persona importante de Roma, a quien yo conozco, que estuvo veinte años en Oriente como Sup.a del Insto. de S. José de Jerusalén, y es conocedora de los líos que se traen los ingleses en Oriente, me aconsejaba llevarlos a Europa por la ruta del desierto de Suez y Constantinopla. Yo tenía pensado ir por el cabo de Buena Esperanza si encontraba dificultades en Egipto. Espero, sin embargo, no tener que recurrir a estos medios, apoyado por las recomendaciones de lord Russel y Pope. Usted ruegue al Señor, que yo usaré de todas las cautelas que sean necesarias. Creo ser consciente de cuanto concierne a este importante asunto, así que todo saldrá bien. Implorando su bendición, me profeso
Su afmo. Daniel
Salgo inmediatamente de Roma.