[4344]
Invitado por Vuestra Eminencia Reverendísima a exponer mi opinión sobre la propuesta hecha por el P. Carcereri, Prefecto de la Casa Camila de Berber, de una división de mi Vicariato en dos partes, o sea, en Oriental y Occidental, con los límites del Nilo y del Nilo Blanco, las cuales serían confiadas una a mi Instituto de Verona y la otra a la Orden Camila, heme aquí dispuesto a satisfacer concienzudamente esa petición, sometiéndole humildemente mi parecer, fundado en muy sólidos motivos, y con profundo conocimiento de causa.
[4345]
Hace veintidós años que se concibió la idea de una división de Africa Central, y que se puso en conocimiento del Emmo. Card. Fransoni y de Su Eminencia el Card. Barnabò, entonces Secretario. Fue expuesta, estudiada y discutida de 1855 a 1865, cuando se intentaba repartir el Vicariato entre los misioneros alemanes del Provicario Dr. Knoblecher y el Instituto Mazza de Verona, del que yo era miembro, y cuando en 1865 se quería dividirlo entre el mencionado Instituto Mazza y la Orden franciscana. En este asunto yo desempeñé el papel más activo; y guiados por el celebérrimo historiador del Imperio Austríaco, el Consejero Aulico de Hurter, Presidente del Excelentísimo Comité de la Sociedad de María de Viena, y por el eminente Profesor Mitterrutzner, de Bressanone (que es el más erudito y profundo conocedor de las misiones de Africa Central, y que publicó dos diccionarios en las dos lenguas del Nilo Blanco, la denka y la bari), los Provicarios Apostólicos que me precedieron, mis compañeros misioneros más competentes, y yo, estudiamos la cuestión con todo interés y detenimiento.
[4346]
Examinamos la posibilidad de una división del Vicariato en todos los sentidos: en Oriental y Occidental, con el límite del Nilo y del Nilo Blanco, como en la mencionada propuesta de Carcereri, y en Septentrional y Meridional, con el límite de Gebel Niemati, en los 12° de lat. Norte, conforme al parecer del Prof. Mitterrutzner, como se ve en mi Informe presentado al Emmo. Card. Barnabò en 1865. Nosotros tuvimos en cuenta todos los viajes y exploraciones que habían realizado en la parte Oriental del Vicariato la expedición egipcia de 1824, la de Linant Bey de Beaufond y del Sr. D’Arnaud de 1839-1842, la de Brun-Rollet y del Sr. De-Malzac de 1850-1854, y la realizada en 1852 por el Sr. Penay, que llegó por Fazogl hasta Fadassi.
[4347]
No tuvimos en cuenta, en cambio los viajes de mi amigo el Sr. d’Abbadie, que aún vive en París, citados por Carcereri siguiendo el texto de Rorbacher, porque d’Abbadie no visitó nunca el Nilo Azul, ni estuvo jamás en Fazogl, ni en Fasassi, ni entre los Barta, ni entre los Berta, sino que exploró diligentemente los pequeños reinos de Abisinia y las tribus de los Gallas, misiones confiadas a los Paúles y a los Capuchinos, de que habla d’Abbadie, y que no tienen nada que ver con mi Vicariato. No obstante, nuestros misioneros emprendieron al objeto numerosas exploraciones por toda la demarcación septentrional y occidental, y en varios lugares de las tribus centrales del Vicariato Oriental.
[4348]
El Provicario Knoblecher visitó entre 1848 y 1857 ocho veces el occidente del Vicariato Oriental hasta los 3° de lat. N., y antes de 1860 lo visitamos Mons. Kirchner, Beltrame, Melotto, Überbacher, Mozgan, Kohl, Danninger, Lanz, Kauffmann, Morlang y yo, y otros misioneros compañeros míos. Don Juan Beltrame, mi compañero del Instituto de Verona, recorrió detenidamente en 1855, en cuatro meses de viaje, todo el Nilo Azul, Fazogl, Barta, Berta, y Changalla, hasta los confines de Abisinia. En 1859, con Melotto y Beltrame, exploré no sólo el río Sobat, que desemboca en el Nilo Blanco a 9° de lat. N., siendo nosotros los primeros misioneros en llegar por él hasta donde lo permite un pequeño barco, sino que además visitamos el interior del territorio denka, hasta los Agnarquei (1).
[4349]
Y después de muy profundos estudios acerca del territorio, de las tribus y de las lenguas del Vicariato Oriental, se determinó que era de primera necesidad el punto de apoyo de Jartum para dominar tanto el Vicariato Oriental como el Occidental, y que entonces una división del Vicariato no era útil ni oportuna. Por ello se consideró necesario que un solo jefe supremo dirija todas las misiones de Africa Central, y que lo haga con un solo y único plan o sistema sabiamente concebido, manteniéndose siempre firme e inamovible en sus relaciones con el Gobierno egipcio, el cual, aunque en el Vicariato tiene posesiones de una extensión como cinco veces toda Francia, y planea otras conquistas, sin embargo, después de haber intentado mil divisiones y subdivisiones para la administración, mantiene siempre un Hokomdar, o Gobernador general militar, que vigila todas las provincias desde el punto central de apoyo, que es la ciudad de Jartum, donde también debe fijar su ordinaria residencia el jefe supremo de las Misiones de Africa Central, hasta que se hayan construido los ferrocarriles de Sudán y sean más fáciles las comunicaciones.
[4350]
Por otro lado es falso lo que afirman los Camilos de que en el Vicariato Oriental no hay ningún establecimiento de los misioneros seculares, y que todas las actuales Estaciones se hallan en la parte Occidental. Se da el caso de que en la parte Oriental existe la casa de Schellal, así como la de Berber, que yo fundé, y que está confiada por cinco años a los Camilos, con obligación de atender a los católicos de las provincias de Taka y Suakin, que se encuentran en la parte Oriental del Vicariato, y que en dos años ellos no han visitado nunca. Además, la misión principal, la de Jartum, está también en la parte Oriental, como lo estaba la antigua de Gondókoro.
[4351]
Muy diligente atención presté yo también a la parte Oriental; fueron los Camilos los que no se preocuparon de cultivarla como era su deber.
En cuanto a la división, los motivos que existían contra ella en el pasado siguen existiendo actualmente: motivos que hicieron inútiles los estudios que, al objeto de efectuar una división adecuada, se llevaron a cabo durante muchos años y por muchos personajes. Por lo cual hoy no es posible que sea oportuna una división del Vicariato de Africa Central, desde un punto de vista absoluto.
[4352]
En cuanto a la división desde un punto de vista relativo, en lo que concierne a las personas que por separado habrían de ocupar y gobernar las dos partes, hoy día no sólo carecería ya de utilidad, sino que resultaría incluso perjudicial. De hecho sería útil: a) si los Camilos, que piden una parte del Vicariato, una vez recibida ésta, pudieran destinarle mayores medios de los que dispusieron para ella los Institutos de Verona. Mas no parece ser tal el caso, porque, al pedir la mitad del Vicariato, piden también la mitad de los recursos, o sea, la mitad del dinero que con tanto trabajo pude conseguir de los bienhechores privados y de las Sociedades benefactoras; y pretenderían, encima, que con la mitad del Vicariato y de los recursos yo les cediese los establecimientos que, fundados por mí a base de esfuerzos, existen en la parte que se les habría de asignar a ellos.
[4353]
Así pues, desde la perspectiva de los medios disponibles, tampoco sería útil una división del Vicariato. En la paridad de recursos una división tendría utilidad: b) si los Camilos pudiesen disponer de personal más adecuado que el procedente de mis Institutos de Verona. Pero si me es lícito juzgar por todos los Camilos que han trabajado y trabajan conmigo en la Misión, y por la finalidad de su Instituto, enseguida afirmo que, si no imposible, al menos es muy difícil que la Orden Camila dé a la Misión personal más adecuado que el procedente de mis Institutos de Verona. Y en la paridad de recursos, y en la disposición de personal oportuno y de mayores y mejores medios por parte de los Camilos, una división del Vicariato sería útil: c) solamente si pudiesen emplear un sistema de Misión mejor que el que tienen o pueden tener los misioneros seculares. Pero no creo que se pueda contar con un mejor sistema que el actual: lo demuestra el pasado (volveré sobre este asunto después, al hablar de la suficiencia del personal ofrecido por los Institutos de Verona).
[4354]
Por consiguiente, una división del Vicariato entre mis Institutos de Verona y los Camilos no sería ya útil. Incluso me atrevo a decir que acarrearía daño, o al menos peligro; y esto se puede deducir muy fácilmente de su modo de comportarse conmigo. Han hecho todos los esfuerzos posibles, sirviéndose de la mentira, de la calumnia y de todos los medios ilícitos (aunque sin ningún resultado) por aminorar y destruir mi influencia y prestigio, y la de los miembros de mi Instituto, no sólo entre los musulmanes, los herejes, los católicos, los amigos y los enemigos, en el Vicariato, sino incluso en Europa: en Verona, en las Sociedades, y entre muchas otras personas. Por lo cual la vecindad de los Camilos sería perjudicial, o al menos peligrosa.
[4355]
Así pues, por no ocasionar un daño o un peligro a mi Institución, que con tantos sudores y esfuerzos fundé, y que hoy, por gracia de Dios, adquiere una sólida base capaz de perpetuar la estabilidad de la Misión en Africa Central, es por lo que en conciencia no puedo dar, ni daré nunca, mi voto para una división del Vicariato entre mi Instituto y los Camilos, ni para la cesión de los establecimientos y de los recursos siquiera en parte. Además, ¿cómo puedo yo creer que esos Camilos, los cuales no han sabido cumplir el Acuerdo que en 1874 establecí con ellos para que atendiesen una pequeña parte del Vicariato, no más grande que Italia, van a ser luego capaces de tomar a su cargo y gobernar como es debido la mitad del Vicariato, y encima sin personal adecuado, sin medios económicos, y sin una casa propia de aclimatación en El Cairo, que es de absoluta necesidad para mantener establemente una Misión en Africa Central?
[4356]
No puedo dar ni doy mi voto para la división del Vicariato, ni para la cesión siquiera parcial de los establecimientos que yo fundé con la ayuda del Señor y de los recursos que San José nos concedió a mí y a mis Institutos de Verona para llevar adelante la Misión a éstos encomendada.
[4357]
No sé cómo los Camilos han hecho creer que estoy dispuesto a cederles la mitad del Vicariato, y que yo les he prometido tal cosa, cuando en 1874, todavía antes del Acuerdo, se había convenido que su participación sería siempre de colaboración con mis misioneros y de ayuda a los mismos, como consta por el Acuerdo y por muchas cartas del propio P. Estanislao Carcereri. Este, por ejemplo, me escribía así desde Roma el 7 de abril de1874: «...he aquí los principales puntos convenidos: que el P. Guardi nos dará otros Religiosos sacerdotes misioneros... que dichos Religiosos podrán ser párrocos y confesores de monjas, e incluso dirigir Estaciones de Misión, y ser ocupados en servicio del Vicariato a petición de Ud. y de sus sucesores... en suma, in adiutum.... Pero el P. Guardi pide casa propia y no misión propia, a fin de que los Religiosos puedan periódicamente retirarse en ella para renovar el espíritu, y residir allí, cuando no estuvieran obligados a hacerlo en otra parte, para vivir regularmente... Nosotros sólo estaremos para ayudar, como varias veces ha manifestado el P. General, donde seamos requeridos...»
Anexo I
[4358]
Esto y no más pedía el P. Carcereri en abril de 1874, declarando que él nunca aspiraría a tener con los suyos una misión independiente, sino que con ellos estaría siempre para ayuda de mis misioneros seculares, «que son los primeros en tener derecho a la Misión, puesto que les fue concedida».
[4359]
Tales son igualmente los sentimientos que el mismo P. Carcereri revelaba a D. Bartolo Rolleri, de El Cairo, en una carta que le envió desde Roma con fecha 18 de abril de 1874, añadiendo que tal era también lo convenido en Propaganda: «...En cuanto a nosotros, los Camilos, todo ha quedado acordado lo mismo en Propaganda que con nuestro General: se pide al Provicario una casa con iglesia, los gastos del viaje, y los de alimentación y vestido; cada sacerdote está a disposición de Mons. el Provicario, y para ayuda de los misioneros, con permiso para hacer de párroco, maestro Vicario General et similia. Yo ya escribí sobre esto al Provicario... pero usted hará bien en recordárselo una vez más».
Anexo J
[4360]
Y en estas condiciones yo los acepté y los instalé en Berber, como claramente se ve por el Acuerdo. Por ello, si el comportamiento del P. Carcereri, especialmente desde 1874, no me hubiese dado razonables motivos para albergar graves sospechas acerca de sus aspiraciones, haría ahora las mayores manifestaciones de asombro sobre la propuesta que últimamente presentó a Propaganda de que se dividiese el Vicariato de Africa Central en dos partes, una de las cuales se confiase por completo a su Orden. Pero, sabidas sus intenciones ocultas, no me maravillo en absoluto de que ahora las exprese y que incluso pida su realización. Bien es verdad que el P. Carcereri, persuadido de que sin una razón suficiente la S. C. de Propaganda no privaría a mis Institutos de Verona ni siquiera en parte de sus derechos, habrá presentado razones precediendo y acompañando su petición. Pero, en mi opinión, las razones válidas para la división no podrían ser más que tres: 1.a, la ineptitud mía y de otros del Instituto de Verona para gobernar bien el Vicariato; 2.a, la insuficiencia del personal proveniente de los Institutos de Verona; 3.a, la violación del contrato por mi parte, o el mal trato del que injustamente yo les hubiera hecho objeto a ellos.
[4361]
Si para llevar a efecto la solicitada división se aduce la primera de las tres razones señaladas, entonces, sin pedir que se me tengan en cuenta las fatigas soportadas, los peligros superados, los medios suministrados, las mortificaciones sufridas –y todo esto durante más de veinte años–, sino sólo que se examine cuanto he hecho a lo largo de mi gobierno, puedo decir que tal razón no existe. Porque: a) nada hice de precipitado, como se cree, y como quizá le parezca a quien tiene más en cuenta las palabras que los hechos, sino que por el contrario he obrado siempre, en todo, después de serio examen, y sin despreciar el consejo ajeno; en cambio, no se podría pasar en silencio la inflexibilidad del P. Carcereri, incluso en condición de subordinado: tiene una idea y quiere a toda costa llevarla a cabo, aunque las cosas que él concibe raras veces son rectas, buenas y justas. Además: b) con el Gobierno civil actué de manera que, sin ser rígido en palabras, de hecho conseguí siempre su favor y el respeto a los derechos de la Misión; si bien a veces me tocó buscar la reconciliación con las autoridades civiles, molestas por el carácter del P. Carcereri, que embiste, hiere y pretende derribar sin más cuanto se atraviesa en su camino.
[4362]
Todo esto, aunque en pequeña parte, se puede encontrar en los Informes presentados. Crea la S. C. que a tales declaraciones sobre mí, y a tales comparaciones, desciendo con pesar. Nunca me hubiera figurado que después de haber jurado trabajar únicamente para gloria de Dios, me viese obligado a descender a semejantes confesiones. Pero, provocado, me obliga a ello el bien de la Nigricia, y por tanto la gloria de Dios, así como la justicia, que me impulsan a hacer observar: c) que no hay nada de inoportuno en las prescritas disposiciones disciplinares expuestas en el Informe que presenté el pasado junio. Como también: d) que nunca dispuse de manera inconveniente, dadas las circunstancias, de los medios pecuniarios en los años 1874-1875, en los que yo llevé la administración; mientras que también a este respecto podría decir muchas y graves cosas sobre el P. Carcereri, lo cual deja ver en parte el mencionado Informe por mí presentado.
[4363]
Y aquí, por amor de brevedad, creo poder concluir que, si yo no soy el más apto para el gobierno de la Misión, al menos nunca he realizado nada sin una razón sólida. Ni me consta haber hecho jamás algo de lo que tenga ahora que arrepentirme, salvo la excesiva bondad que tuve con los PP. Carcereri y Franceschini a pesar de sus faltas, no bastante notadas al principio, sino sólo sospechadas; faltas que, sin dudar lo más mínimo, me llevan a afirmar que cualquiera de mis actuales misioneros valdría más para gobernar, y lo haría con más capacidad y rectitud, que cada uno de ellos.
[4364]
En cuanto a la segunda razón, la relativa a la insuficiencia del personal proveniente del Instituto de Verona, digo que tampoco ésta existe, porque tal insuficiencia solamente se daría en aquel sistema de Misión que, contra la realidad, considerase útil y factible en Africa Central la proliferación de tantas estacioncitas como son las ciudades, pueblos y aldeas que, escasos de población, se encuentran acá y allá diseminados. El sistema de Misión que vengo manteniendo hasta hoy fue propuesto primero a la Sagrada Congregación de Propaganda, que lo aprobó; luego procuré ponerlo enseguida en ejecución, y, por gracia del Señor, los resultados han superado las expectativas, aunque a través de mil dificultades.
[4365]
Construir estaciones convenientes, dotarlas de suficientes sacerdotes, laicos obreros, y monjas, y escoger para ello los puntos principales, en los que hay una población más numerosa, y a los que afluyen de cuando en cuando las gentes de los núcleos escasos de habitantes y diseminados, es, en mi opinión, el sistema no sólo más económico, como pronto se deja ver, sino también el más adecuado en Africa Central, ya que al estar así más concentrados los misioneros, es más fácil auxiliar a éstos en las enfermedades y en los peligros físicos y morales a los que están expuestos.
[4366]
Entre los sistemas posibles éste me parece también el más útil, porque estableciendo las estaciones en los puntos principales, al ser menos, se pueden construir con el suficiente decoro, que es lo que más contribuye a ganar y conservar entre aquellos pueblos materialistas la influencia moral; porque de tal modo es más factible conseguir la estabilidad; y porque al poder disponer así de más monjas para la educación completa del elemento femenino, de más obreros que eduquen en las artes necesarias para la conservación de la fe, y de más sacerdotes para cada estación, es la manera de proveer con mayor facilidad, perfección y seguridad al bien material y moral de ambos sexos. Este sistema, que fue aprobado por la S. Congregación de Propaganda, es el que he mantenido hasta ahora; y para seguir poniéndolo en práctica los Institutos de Verona ofrecen y ofrecerán el personal suficiente.
[4367]
Ofrecen y ofrecerán éstos el personal suficiente no sólo para mantener y continuar la parte que a ellos se les concedería si se dividiese el Vicariato, sino también para mantener y continuar la parte que, dividiendo el Vicariato, pasaría a los Camilos. Razón más por la cual no puedo dar ni daré nunca mi voto para una división del Vicariato. No estoy dispuesto a ceder la parte oriental, cuando mis Institutos de Verona pueden ocuparse de ella tan conveniente y útilmente, y cuando los establecimientos allí construidos me han costado tantos sudores; y no estoy dispuesto a ceder la parte occidental, porque puede ser conveniente y útilmente atendida junto con la oriental, y porque constituye el verdadero campo de la Misión, es decir, el campo de las mejores esperanzas.
[4368]
Después de esto, creo que la S. Congregación no querrá llegar a la división del Vicariato por la tercera razón, la cual, más que para que se efectúe la pedida partición a favor de los RR. PP. Camilos, tendría que valer para que se los alejara por completo de la Misión. Yo no los he tratado mal a ellos; han sido ellos los que me han tratado mal a mí, y han intentado echarme de la Misión por todos los medios. Y si acaso en algo se han sentido por mí ofendidos, el motivo está en su conducta; y además mis actos fueron todos justos, sin ser tantos ni tales como tenían que haber sido, ni tantos ni tales como ellos afirman o creen.
[4369]
Todo esto se ve claramente por los Informes que, provocado por ellos, tuve que presentar a la S. Congregación. Informes en los cuales solamente expuse lo que me era posible probar de ellos con sus propios documentos; pero en conciencia hubiera podido decir mucho más no sólo de los PP. Carcereri y Francheschini, sino también de otros religiosos Camilos que, aunque no mencionados en mis últimos Informes, me dieron igualmente muy grandes disgustos.
[4370]
Así pues, he recibido injustas ofensas de esos Camilos, a los que creo en conciencia haber tratado siempre con generosidad, admitiéndolos como hermanos a compartir conmigo las alegrías y las penas en el sublime apostolado de Africa Central, prodigándoles los más solícitos cuidados y beneficios, y confiándoles los cargos de mayor importancia, con preferencia sobre los mismos misioneros de mi Instituto, que los habrían merecido más. Por eso me parece imposible que después de tan mal comportamiento de los Camilos, la Santa Sede les quiera conceder el inmerecido premio de una Misión especial, sustrayéndosela a mi Instituto, porque en tal caso se vería retribuido el culpable y castigado el inocente.
[4371]
Pero ya que los propios Camilos declararon que sólo permanecerían en la Misión en la hipótesis de que se les concediera una parte del Vicariato, y que de lo contrario volverían todos a Europa, quiero esperar que la Santa Sede acepte su resolución y los llame a todos de Africa.
Tengo el honor de besarle la sagrada púrpura, mientras con todo respeto me declaro
De V. Em.a Rma.
devotmo., obedmo. y afmo. hijo
Daniel Comboni
Provicario Apostólico de Africa Central
[4372]
(1) El 21 del pasado agosto mi Representante, el Canónigo Fiore, envió desde Jartum a mi misionero D. Jenaro Martini, acompañado de dos más, con el encargo de visitar el Nilo Azul, el territorio de los Barta, Fazogl, Cadaref, Galabat, y la provincia de Taka, donde viven católicos hasta ahora desatendidos por los Camilos.