[4077]
Obedeciendo la grata invitación de V. Em.a Rma. me hago un deber el presentarle sucintamente un cuadro de la historia de la santa Obra para la Redención de la Nigricia, de la actual situación del Vicariato de Africa Central, y del carácter de estabilidad y perpetuidad que seriamente manifiesta esta ardua y laboriosa Misión, la cual es sin duda una de las obras más sublimes e importantes del apostolado de la Iglesia Católica entre las naciones infieles del universo.
[4078]
Y ante todo, para mayor inteligencia de la historia de esta Misión y de su situación geográfica, creo oportuno citar aquí a V. Em.a las tres Ponencias, relativas a la erección, las competencias y la organización del Vicariato, de las que la S. C. se ocupó, respectivamente, en enero de 1846, en mayo de 1872 y en agosto de 1874; y señalarle el Mapa que tuve el honor de presentar a la S. C. en 1872, en el cual yo había trazado con precisión los límites de los Vicariatos y Prefecturas Apostólicas de toda Africa, en base a documentos que me fueron mostrados en Propaganda.
[4079]
La historia del Vicariato debe considerarse dividida en tres períodos. En el primero de ellos esta gran Misión se halla bajo el gobierno del P. Ryllo, que murió en Jartum en 1848, y luego bajo el de varios sacerdotes seculares alemanes e italianos hasta 1861. En el segundo período, de 1861 a 1872, está dirigida por los RR. PP. Franciscanos. Finalmente, en el tercer período, el comprendido entre 1872 y 1876, se encuentra bajo la dirección de los sacerdotes del Instituto para las Misiones de la Nigricia, fundado por mí en Verona en 1867 bajo los auspicios del Obispo Mons. Canossa.
[4080]
El Informe que presenté en la Ponencia de mayo de 1872 explica que en el primer período se abrieron cuatro Estaciones en el Vicariato: la de Schellal, en el Trópico de Cáncer, junto a la isla de Filé, en Nubia Inferior; la de Jartum, capital de las posesiones egipcias en Sudán, situada a 15 grados de lat. N., en Nubia Superior; la de Sta. Cruz, en la tribu de los Kich, a 7° lat. N., y la de Gondókoro, en la tribu de los Bari, a 4° lat. N., en el Nilo Blanco. Durante los catorce años del primer período sudaron en ellas poco menos de cuarenta sacerdotes misioneros europeos, y casi todos perecieron víctimas de la caridad, de inmensas fatigas y de la inclemencia del clima. En el segundo período, en el que pronto se abandonaron las misiones más remotas, las de Sta. Cruz y Gondókoro, y poco después la más próxima de Schellal, se concentró la acción apostólica en la Estación de Jartum. Allí trabajaron cerca de 50 Franciscanos, en gran parte laicos, de los cuales murieron 22, y casi todos los sobrevivientes se retiraron a Egipto o volvieron a Europa, permaneciendo en la Misión dos misioneros, y a veces uno solo con un hermano laico.
[4081]
En el tercer período, por último, aparte de muchos laicos coadjutores, bastantes Hermanas de San José de la Aparición y muchas maestras negras, llegaron al Vicariato y se establecieron en él once sacerdotes y tres estudiantes de Teología de mi Instituto para las Misiones de la Nigricia de Verona, más cinco Padres Camilos. Pues bien, de estos diecinueve, ninguno perdió la vida, sino que todos ellos viven y trabajan con celo en esta ardua Viña del Señor. De lo cual resulta evidente que el Vicariato de Africa Central, en sus principios y en su desarrollo, ha ido por los caminos que la Divina Providencia normalmente tiene trazados para todas las obras santas: los caminos de las pruebas, de las luchas y del triunfo.
[4082]
Y aquí necesito indicar al vuelo el origen de esa santa Obra para la Redención de la Nigricia que fundé bajo los auspicios del ilustre Obispo de Verona, y que con la ayuda de los Sacratísimos Corazones de Jesús y María, y de San José, ha conseguido, en tiempos tan difíciles y calamitosos, y a través de muchas dificultades y antagonismos, implantarse en Verona, en Egipto y en Africa Central; Obra que mantiene y dirige actualmente este arduo y laborioso Vicariato.
[4083]
Entre los primeros cinco misioneros que la Santa Sede envió a Africa Central, en 1846, estaba el sacerdote D.Angel Vinco, miembro del Instituto privado de D. Nicolás Mazza, de Verona, en el que fui educado, y del que formé parte desde 1843 hasta 1867. Después de la muerte del P. Ryllo, D. Vinco, que había vuelto a Europa en busca de limosnas y misioneros, pasó dos meses en el mencionado Instituto veronés. Ocasión que resultó providencial, pues indujo al ilustre sacerdote Mazza a educar y enviar a Africa aquellos hijos suyos que mostrasen vocación para tan alto ministerio. Fue en enero de 1849 cuando, siendo estudiante de filosofía, a la edad de 17 años, juré a los pies de mi venerado Superior D. Nicolás Mazza consagrar toda mi vida al apostolado de Africa Central –juramento al que, con la gracia de Dios, nunca he faltado por el variar de las circunstancias–, y desde aquel momento sólo pensé en prepararme para tan santa empresa. Así en 1857, cuando culminaba el primer período de la Misión, fui enviado con otros compañeros Sacerdotes a Jartum y a las Estaciones del Nilo Blanco, donde entre las más duras pruebas me vi más de una vez al borde la tumba.
[4084]
En esa época tuve ocasión de conocer bien la lengua, el carácter y las costumbres de numerosas tribus de la Nigricia interior. Pero habiendo pasado la Misión en 1861 a manos de los RR. PP. Franciscanos, me retiré del Vicariato, después de haber realizado por orden de mi Superior una importante gestión en Adén y en las costas orientales de Africa. El 18 de septiembre de 1864, tras asistir en San Pedro del Vaticano a la solemne Beatificación de Margarita Mª Alacoque, me iluminó la mente como un relámpago mi Plan para la Regeneración de Africa, que presenté a la S. C. Acto seguido, concebí el proyecto de asegurar la estabilidad y perpetuidad de las Misiones de la Nigricia interior erigiendo para las mismas un Instituto en algún punto de Italia, y fundando en Egipto dos establecimientos para aclimatar a los misioneros y misioneras y prepararlos adecuadamente para el fatigoso apostolado de Africa Central.
[4085]
Pero, como me encontraba solo y totalmente desprovisto de apoyos y de medios económicos para materializar mi idea y llevarla a la práctica, con el permiso de mis Superiores recorrí durante tres años Italia, Francia, Alemania, Inglaterra y otros países ejerciendo mi ministerio sacerdotal, visitando y estudiando las obras de las misiones extranjeras, buscando ideas, protección y subvenciones, y haciendo conocer la importancia de la idea concebida a quien me podía ayudar. Para ello conté con el apoyo moral del Emmo. Card. Barnabò y de ilustres y eminentes personajes eclesiásticos y seculares, y, sobre todo, con el inestimable aliento de nuestro adorado Santo Padre Pío IX, que en septiembre de 1864 hizo resonar en mis oídos la frase decisiva: labora sicut bonus miles Christi pro Africa. Y a pesar de encontrarme ante insuperables obstáculos y de prever enormes dificultades, tanto en Europa como en Africa, siempre confié en ese Divino Corazón que palpitó y sufrió también por la infeliz Nigricia, y nunca me abandonó la esperanza de triunfar en la ardua empresa.
[4086]
Fue en 1867 cuando la Providencia me señaló el verdadero punto de apoyo en el que basar establemente el edificio de la obra ya concebida. Monseñor Canossa, el Obispo de Verona, había visto algún grupo de afortunadas negritas, de las que en ocasiones le presentaba el pío P. Olivieri para obtener limosna; y, llevado de tierna compasión, más de una vez había sugerido y animado al ilustre D. Mazza, su amigo, a que admitiese en su Instituto femenino a estas hijas del Africa interior para instruirlas en la fe, que ellas luego podrían dar a conocer en su patria bajo la guía de los misioneros. Tal es la razón por la que, después de pensarlo bien todo, me dirigí a este noble y piadosísimo Prelado. Tras exponerle mi proyecto, le supliqué cálidamente que tomara la ideada obra bajo las alas de su protección y asumiera la dirección y la presidencia, declarándole que yo sería hasta la muerte su brazo, e incluso el soporte de toda la obra; y que en cuanto a los medios pecuniarios y materiales, ya me ocuparía yo solo de conseguirlos por medio del ínclito Patriarca San José.
[4087]
El magnánimo Obispo, animado de un espíritu verdaderamente apostólico, sin sufrir el menor desaliento por los tiempos calamitosos, ni por mi extrema debilidad y pobreza, ni por lo grande y difícil de la empresa, y sostenido y confortado por el Santo Padre Pío IX, así como por Su Eminencia el Card. Barnabò y por un gran número de Obispos, a los cuales había tenido ocasión de ver conmigo en Roma en las solemnes conmemoraciones del XVIII Centenario del Martirio del Príncipe de los Apóstoles, asumió la protección de la Obra y el cargo de Jefe y Presidente de la misma. Así, bajo sus auspicios, abrí enseguida dos casas en Verona: el Instituto para los Misioneros de la Nigricia y el Colegio de las Misioneras, llamado de las Pías Madres de la Nigricia. Para sostener ambos establecimientos creé la Asociación del B. Pastor, bajo la presidencia del Obispo, asistido por un Consejo de respetables personajes eclesiásticos y seglares, y el Santo Padre la enriqueció con Indulgencias Plenarias.
[4088]
Todo esto se hizo después de dejar yo para siempre mi antiguo Instituto privado Mazza, que ya se había vuelto estéril, con objeto de fundar el nuevo Instituto de las Misiones de la Nigricia, para someterlo a la aprobación de la suprema Autoridad de la Iglesia y colocarlo bajo la absoluta dependencia de la Santa Sede. Tras haber puesto al frente de este nuevo Cenáculo de apóstoles de Africa al llorado D. Alejandro Dalbosco, antiguo compañero mío en la Misión de Africa Central, marché a Egipto con dieciséis maestras negras y tres Hermanas de San José de la Aparición. Así, el 8 de diciembre de 1867 abría yo en El Cairo, bajo los auspicios de Monseñor Ciurcia, Vicario apostólico de Egipto, dos establecimientos: uno masculino, de negros, confiado a los sacerdotes de mi Instituto de Verona, y el otro, femenino, a cargo de las Hermanas de San José de la Aparición.
[4089]
Sobre la finalidad, el espíritu, los reglamentos, el desarrollo y la situación de los Institutos de las Misiones para la Nigricia, de Verona y de Egipto, erigidos en 1867, V. Em.a Rma. puede ver la Ponencia de mayo de 1872. Entre los sacerdotes que me siguieron a Egipto había dos Padres Camilos, Carcereri y Franceschini, que habiendo tenido que abandonar su convento de Verona tras la supresión de las Ordenes Religiosas en Italia, imploraron por medio de Mons. Canossa, Visitador Apostólico electo de las Casas Camilas de la Provincia Lombardo-Véneta, y obtuvieron de la S. C. de Obispos y Regulares con Rescripto de 5 de julio de 1867, el permiso de asociarse ad quinquennium a mi Obra. Ellos colaboraron conmigo con mucho celo y actividad en la gestión de los Institutos de Egipto. Es más: habiéndome llamado a Europa dos veces los intereses de la Obra, durante mi ausencia confié la dirección de los establecimientos de Egipto al P. Estanislao Carcereri.
[4090]
En 1870 tuve la satisfacción de presentar al santo Concilio Vaticano un Postulátum suscrito por muchos Obispos, el cual V. Em.a , como Secretario de la Congregación destinada a examinar las propuestas de los Padres, en la tarde del 18 de julio sometió a la firma del Santo Padre, para su paso a la Congregación establecida para las Misiones Apostólicas.
[4091]
Viendo madurar y prosperar los Institutos preparatorios de Egipto, me decidí a trasplantar sus frutos más selectos al interior de Africa. Y como la experiencia del primer período del Vicariato no habría ofrecido resultados demasiado brillantes en las riberas del Nilo Blanco, animado por el buen espíritu de mis misioneros, y especialmente del P. Carcereri, me dispuse a probar en el interior, esto es, en los países situados entre el Nilo Blanco y el Níger.
[4092]
Así, después de obtener exacta información sobre el reino del Kordofán, donde nunca había penetrado ningún misionero católico, y sabiendo bien que su capital, El-Obeid, era la sede del infame comercio de esclavos, los cuales afluían allí desde cien tribus del interior y desde los vastos imperios de Darfur, Waday, Baguermi y Bornu, pensé fundar en la capital del Kordofán una Misión, que debía ser el centro de operaciones y el punto de partida para extender gradualmente la acción apostólica a los países y tribus de la parte central del Vicariato, al igual que Jartum es verdaderamente el centro de operaciones y el punto de partida para difundir la Fe en las vastas tribus que ocupan la parte oriental y austral del Vicariato. Habiendo destinado a tal objeto como exploradores a los PP. Carcereri y Francheschini con dos hermanos coadjutores de mi Instituto de Verona, puse al P. Carcereri al frente de la expedición, le proporcioné los medios y el dinero necesarios para mantenerse todos durante dos años, y le di las oportunas instrucciones, esto es: tomar la ruta del desierto de Korosko y de Jartum, penetrar en el Kordofán, y, después de explorar bien los puntos principales, fijar su residencia en la capital, El-Obeid, desde donde estudiar las costumbres, la población, el clima y el gobierno del país; y después de haberlo examinado bien todo, enviarme un exacto Informe y quedarse a la espera de las resoluciones que yo pudiese obtener al respecto de Propaganda.
[4093]
En efecto, realizada en poco tiempo la ideada exploración, el P. Carcereri me envió el Informe, que está inserto hacia el final de la referida Ponencia de 1872. Además, como él me había asegurado que se hallaba disponible en El-Obeid una cómoda casa hecha de arena al uso del país, por el precio de mil escudos, me apresuré a enviarle desde Roma esa pequeña cantidad para la compra de dicha casa, mandándole que permaneciese allí tranquilo hasta nuevas disposiciones, y que se dedicase entretanto a estudiar la lengua del país y a ganar algún alma, especialmente entre los niños in articulo mortis. Mientras, yo me ocupé de mi obra en Verona, recogí en Alemania los fondos necesarios para los Institutos veroneses y de Egipto, y debidamente encargado por el Obispo de Verona, vine a Roma para someter la Obra a la sanción de la suprema autoridad de la Iglesia.
[4094]
De acuerdo con las decisiones de la S. C. en la Asamblea general de mayo de 1872, en la que la Santa Sede confió a mi Instituto de Verona para las Misiones de la Nigricia todo el Vicariato de Africa Central, y a mí el gobierno del mismo con el título de Provicario Apostólico, tras honrar en Viena a S. M. Apostólica el Emperador de Austria-Hungría, protector de las Misiones de Africa Central, del que obtuve grandes mercedes, partí con buen acompañamiento de auxiliares para Egipto. Desde allí envié inmediatamente algunos de mis misioneros al Kordofán, nombrando temporalmente al P. Carcereri mi Vicario General, y ordenándole que tomase posesión en mi nombre de la Estación de Jartum –la cual dos PP. Franciscanos estaban a punto de abandonar, reclamados por su Rmo. Padre General–, y que alquilase una cómoda casa para instalar en ella a las Hermanas y a las maestras negras, que desde El Cairo yo iba a llevar conmigo a Jartum.
[4095]
Efectivamente, en enero de 1873 salí de El Cairo con treinta personas, entre misioneros, Hermanas, coadjutores laicos, negritos y maestras negras. Al cabo de noventa y nueve días de viaje llegué a Jartum, donde fui recibido con gran fiesta por parte del Gran Bajá, del I. R. Cónsul austrohúngaro y de la población católica y acatólica. Alojé a las Hermanas de San José con las negritas en la casa tomada en alquiler, y a los misioneros en la amplia casa construida por mi antecesor, el Dr. Ignacio Knoblecher. Empleé un mes en organizar los establecimientos, el de misioneros y el de Hermanas, y en volver a poner en marcha la casi extinguida Misión de Jartum. Luego, dejando en ella como Superior al P. Carcereri, y como ayudante suyo al canónigo Fiore, miembro de mi Instituto de Verona, emprendí viaje al Kordofán, y llegué a El-Obeid el 19 de junio. Fui recibido con gran júbilo de todos, especialmente del Bajá, el cual, quizá por temor, había suprimido días antes la venta pública de esclavos, que se celebraba en las plazas de la capital.
[4096]
No teniendo bastantes Hermanas para establecer un normal Instituto femenino en El-Obeid, llevé allí de Jartum a mi excelente y experta prima Faustina, desde hacía más de cuatro años destinada en la casa de El Cairo, con dos selectas maestras negras, para confiarles las negritas que luego se rescatasen y las esclavas huidas: o sea, la obra femenina del Kordofán.
[4097]
Instalé a éstas en un ángulo de la casa aislado por un tabique de división, hasta que pude comprar un amplio y cómodo inmueble, donde establecí el Instituto femenino bajo la supervisión de mi mencionada prima, hasta que en febrero de 1874, llegadas las Hermanas a El-Obeid, asumieron la dirección de toda la obra femenina. Así, en muy breve tiempo, conseguí preparar y organizar los dos establecimientos del Kordofán, que tanto han aportado y aportarán al apostolado de la Nigricia central.
[4098]
Desde 1848 yo había tratado en Verona al excelente joven negro Bajit Caenda, que, perteneciente a la noble familia de los Condes Miniscalchi, era oriundo de la tribu de Gebel Nuba y conocido en Propaganda. En los largos años de verdadera amistad y trato íntimo que tuve con este ferviente católico africano, pude admirar con el Obispo de Verona su extraordinaria piedad, su fe inconmovible y su admirable firmeza de carácter; de manera que sin casi darme cuenta adquirí un alto concepto de los Nuba, y repetí mil veces al excelente Bajit que yo no estaría contento mientras no hubiese plantado la Cruz de Jesucristo en su patria. Este deseo fue tal vez un poco abstracto en los primeros años de mi ministerio, puesto que la acción apostólica estaba concentrada en el Nilo Blanco.
[4099]
Pero cuando llegué al Kordofán y tuve ocasión de oír hablar cada día del país de los Nuba, de las buenas aptitudes y fidelidad de los sirvientes procedentes de allí, y el interés con el que el Gobierno egipcio reclutaba soldados entre las filas de los esclavos Nuba que solían llegar a El-Obeid, entonces se me reavivó en el corazón más que nunca el deseo de estudiar a los Nuba y llevarles la llama del Evangelio. Por eso me preocupé grandemente de obtener informes exactos sobre este pueblo vecino, y me puse en contacto con uno de los jefes de la policía del Diván del Kordofán, de nombre Máximos, quien entre sus esposas tenía una que era pariente del gran jefe de los Nuba, con el que él tenía íntima amistad. La Providencia no tardó en proporcionarme la ocasión más propicia.
[4100]
Habiendo llegado a El-Obeid uno de los jefes Nuba de Delen, llamado Said Aga, dicho oficial de policía, Máximos, me lo presentó en la Misión la mañana del 16 de julio de 1874, día consagrado a la Virgen del Carmen, cuando salíamos de la iglesia después de la acostumbrada Hora de adoración al Smo. Sacramento, que tengo instituida en todas mis casas de Egipto y del Vicariato, y que se celebra todos los miércoles pro conversione Nigritiae. Acogí al jefe Nuba con mucha deferencia, y le enseñé los talleres de artes y oficios, la pequeña escuela de negritos y negritas, toqué para él el armonio, y le mostré asimismo el altar mayor bien adornado, la imagen de la Virgen, etc. Viendo la extraordinaria satisfacción y contento de Said Aga, le expresé mi deseo de conocer al gran jefe de los Nuba, y le hice entrever que no estaría lejos de mi pensamiento establecer una Misión entre su pueblo.
[4101]
El buen Said Aga quedó impresionado de las maravillas que decía haber visto en nuestra Misión de El-Obeid; hasta tal punto que ya de vuelta en su país tanto habló e hizo, que el gran jefe, el Coyur Kakum, se decidió a venir él mismo a visitarme al Kordofán. En efecto, fue para mí una grata sorpresa ver entrar en la Misión de El-Obeid al gran jefe de los Nuba, con un séquito de más de veinte personas entre jefes y criados, la mañana del miércoles 24 de septiembre, día de la Virgen de la Merced, mientras nosotros salíamos de la Hora de adoración pro conversione Nigritiae. Retuve conmigo todo aquel día al gran jefe con todo su séquito, hablándole extensamente de mis proyectos y enseñándole todo. Repitió la visita a la Misión cuatro días consecutivos, y quedó acordado entre nosotros que inmediatamente después de las lluvias yo iría con algunos compañeros a visitar el país Nuba, donde tras explorar bien el mismo y examinarlo todo, probablemente establecería una Misión. Con esta esperanza, él se volvió a su tribu lleno de estupor por las cosas vistas, y fuera de sí de alegría por la perspectiva de mi próxima exploración de su tierra.
[4102]
Ya desde el 16 de julio, cuando el jefe Nuba Said Aga vino a visitarme, yo había informado a mis compañeros de Jartum de lo acontecido en El-Obeid, y de que probablemente realizaría una exploración entre los Nuba. Con reiteración, el P. Carcereri me suplicó que le permitiese acompañarme en ella; incluso se ofreció a llevar a cabo él mismo esa exploración, y a demorar con ese objeto el viaje a Europa que él había decidido hacer. Después de sopesarlo bien todo, le invité a venir a El-Obeid a primeros de octubre; y bien estudiada y discutida la nueva exploración, accedí a que él la realizara con otros compañeros, y obtuve del Bajá que el mencionado oficial de policía, Máximos, acompañase con un guía a mis exploradores. A decir verdad, la exploración que llevó a cabo Carcereri fue brevísima, porque únicamente estuvo en el primer país, en Delen, y sólo por 40 horas; después de lo cual se volvió a El-Obeid. No obstante, a su regreso al Kordofán me confirmó la verdad de lo que yo había podido saber sobre los Nubas en la visita de Said Aga y en la del gran jefe Kakum.
[4103]
El 17 de noviembre de 1873 el P. Carcereri salió para Roma, adonde llegó en marzo de 1874. Yo, después de haber preparado y organizado los dos establecimientos del Kordofán, volví a mi residencia principal de Jartum. En esta capital, como las Hermanas estaban en una casa alquilada, que además era un poco pequeña, construí de nueva planta un edificio de 112 metros de longitud hecho de piedra y sólidos ladrillos cocidos, con las ayudas recibidas de diversos bienhechores privados míos, entre ellos el Emperador Fernando y la Emperatriz María Ana de Austria, y el llorado Duque de Módena; tras lo cual pude instalar allí la Obra femenina, a las Hermanas, el orfanato y la escuela. Mientras yo trabajaba con mis compañeros en el campo de la Misión, el P. Carcereri estipulaba en Roma, en mi nombre, un acuerdo, valedero por cinco años, con el Rmo. P. Guardi, Vicario General de los Camilos, y otro con la Superiora General de las Hermanas de San José de la Aparición.
[4104]
En base al acuerdo con los Camilos quedó establecido que estos religiosos trabajasen para la Misión en la estación a la que los destinase el Provicario Apostólico. Además asumí la obligación de erigir una Casa Camila en Berber, en la que de cuando en cuando se reuniesen los religiosos, los cuales debían también atender espiritualmente a los católicos que se encuentran en las grandes provincias de Berber, Suakin (en el mar Rojo), Taka, y en la del antiguo reino de Dóngola, siempre bajo la dependencia y jurisdicción del Provicario Apostólico. Fiel a los compromisos contraídos en este acuerdo, volé a Berber, donde compré y pagué totalmente la mejor y más cómoda casa de la ciudad, situada junto al Nilo. Allí dejé al P. Franceschini, ordenándole que hiciese las reparaciones y mejoras necesarias para alojar convenientemente en ella una Orden religiosa. El 2 de marzo de 1875 se instalaron allí cinco religiosos Camilos, entre ellos el P. Estanislao Carcereri como Prefecto, y además dos laicos. Y el 1 de abril, mediante expreso Decreto, erigí canónicamente esa casa, confiándola a los misioneros Camilos.
[4105]
Si consentí en la introducción de la Orden de San Camilo de Lelis en el Vicariato, fue únicamente para facilitar cada vez más la eterna salvación de los cerca de cien millones de infieles que hay en él, para obtener solícitos obreros evangélicos con que salvar el mayor número posible de las almas a mí confiadas, y además para premiar los servicios que los Padres Carcereri y Franceschini habían prestado a mi Obra. Y estipulé el Acuerdo sólo por cinco años, a fin de tener el medio y el tiempo suficientes de constatar si realmente la Orden de San Camilo podía resultar útil a la Nigricia, y tomar así las oportunas decisiones.
[4106]
En cuanto a la fundación de la nueva Misión de Gebel Nuba, que me fue ordenada por la S. C., y que iniciaron los excelentes misioneros de mi Instituto de Verona D. Bonomi y D. Martini, y respecto a mi estancia entre aquellos pueblos, la importancia de tal Misión y su regular creación, me remito a mi Informe del 10 de octubre de 1875, que tuve el honor de enviar a V. Em.a Rma. desde el mismo país de los Nuba.
[4107]
De regreso de Gebel Nuba estuve en El-Obeid, luego en Jartum y de allí me trasladé a Berber; posteriormente visité la ciudad de Suakin, en el mar Rojo, para conocer las necesidades de aquella localidad y administrar allí los Sacramentos. Prolongué mi viaje hasta El Cairo, donde, desaparecidos todos los obstáculos, ordené proseguir la construcción de los dos nuevos establecimientos preparatorios sobre un terreno que me había regalado el Jedive en el mejor barrio de la capital de Egipto, en los cuales se han instalado ya hace poco los misioneros y las Hermanas destinados a Africa Central, que hasta ahora ocupaban dos casas alquiladas en el Viejo Cairo.
II
[4108]
Expuesta la breve historia sobre la Obra de la Redención de la Nigricia y sobre la fundación de los diversos establecimientos y Misiones del Vicariato de Africa Central, paso ahora a describir a V. Em.a Rma. la presente situación del Vicariato y el carácter de estabilidad que seriamente presenta. A tal objeto conviene considerar el estado actual del Vicariato en cuanto a: 1) los establecimientos y los recursos que posee; 2) los obreros que trabajan en él; 3) el clima, y 4) la actitud del Gobierno y de las poblaciones en que se ejerce la labor apostólica.
[4109]
1. Por lo que se refiere a los establecimientos para las Misiones de Africa Central, además de lo que se puede ver en la primera parte del presente Informe, existen dos de ellos, adecuados, en Verona: uno para los Misioneros, y el otro para las Hermanas llamadas Pías Madres de la Nigricia, ambos con sus respectivos huertos, suficientemente amplios, y mantenidos por la pía Asociación del Buen Pastor con la renta de dos palacios y de una finca que recientemente compré no lejos de la ciudad por 50.000 liras, dotada de iglesia y dos casas, de labranza una, señorial la otra, situadas en el mismo predio. En estos Institutos son puestos a prueba los candidatos, que allí comienzan su preparación para las Misiones del Vicariato, la cual completan en dos establecimientos construidos de nueva planta en la mejor zona del Gran Cairo, donde se aclimatan a la vez que aprenden los usos y la índole de los negros, en favor de los cuales trabajarán en las actuales estaciones interiores de Berber, Jartum, El-Obeid y Gebel Nuba, y en las futuras. En cada uno de los lugares mencionados, cuyas respectivas poblaciones ascienden a cincuenta mil y hasta a ochenta mil habitantes, posee establecimientos la Misión de Africa Central; y además hay que contar la cómoda casa sólida y adecuadamente construida en Schellal.
[4110]
La casa de Berber, convenientemente equipada y suficientemente amplia para albergar a los misioneros y para ejercer en ella el ministerio apostólico, cuenta con capilla contigua y oportuno terreno convertible en jardín, y está emplazada en lugar conveniente tanto para los misioneros que la habitan como para nuestras caravanas que llegan de El Cairo por el desierto de Korosko o por el mar Rojo y el desierto de Suakin; ha sido confiada a los Camilos, los cuales allí se encuentran en el centro del vastísimo territorio que tienen a su cargo. A lo largo de 112 metros está el establecimiento masculino de Jartum, cuya sólida construcción de piedra costó a mi predecesor Ignacio Knoblecher la cantidad de casi 700.000 liras; e igual longitud tiene el Instituto femenino que yo he construido con piedra y ladrillos solidísimos el año 1875.
[4111]
Estos edificios están separados entre sí por la iglesia, con la que ambos lindan, y cubren casi todo un lado del gran huerto o jardín de la Misión. Este, que en sus lados restantes está rodeado por un muro en parte de tierra y en parte de ladrillo, diariamente abastece de sus productos a la Misión; pero, además del ahorro que esto supone, renta a la misma 3.000 liras con las ventas al exterior. Y mucho más rendirá cuando se haya perfeccionado el medio de suministrarle agua, para lo cual se halla bien situado, ya que por su parte opuesta a los edificios da al Nilo Azul, que lo baña. Contando cada uno con su propia capilla, pero construidos por ahora con barro de arena, también se encuentran dispuestos y organizados los dos Institutos de El-Obeid, convenientemente equipados y suficientemente amplios para albergar a los misioneros y a las Hermanas, dar cabida a las escuelas masculina y femenina y permitir, en fin, el ejercicio del ministerio apostólico en esa populosísima ciudad.
[4112]
De renta especial, aparte del común terreno, suficiente pero de escaso rendimiento por la falta de agua, esas casas sólo poseen dos almacenes que juntamente dan cada año un producto de 500 liras, y la limosna fija anual por unos treinta negritos. Sólo las casas recién fundadas en Gebel Delen, primera montaña de Gebel Nuba no tienen todavía un activo propio; pero suplen totalmente esta momentánea carencia los recursos comunes.
[4113]
Es verdad que son enormes los gastos necesarios para las construcciones, para las dos Congregaciones religiosas introducidas, para los viajes, para el mantenimiento de los misioneros, para los transportes, etc.; pero la divina Providencia siempre socorre en las necesidades, por lo cual ninguna deuda pesa sobre el Vicariato. Las principales fuentes de mantenimiento del mismo tanto en sus principios como en sus rápidos progresos, y que lo mantendrán en el futuro, no son tanto los bienes propios de cada Instituto y las generosas limosnas de mis bienhechores privados como las ordinarias contribuciones de las Sociedades benefactoras de Colonia, cuyas aportaciones han ascendido hasta ahora a 20.000 liras anuales (1); las menores, pero siempre crecientes aportaciones de la Sociedad de Viena; y especialmente las de la Propagación de la Fe, en continuo aumento, de 45.000 a 54.000 francos anuales. También han contribuido y contribuyen con su óbolo a mantener la Obra de la Redención de la Nigricia las Sociedades de San Ludovico, de Munich; de la Santa Infancia y de la Inmaculada Concepción, de Viena, y la Obra de las Escuelas de Oriente.
[4114]
Y aquí debo añadir la cantidad de 50.000 liras que me dejó en su testamento el llorado Duque de Módena (y que yo pondré a producir en favor de la Misión), cuya generosa caridad me consoló a menudo con importantes limosnas. De lo hasta aquí dicho se revela que, gracias a la divina Providencia y a la intercesión del glorioso Patriarca San José, no corre ningún peligro la existencia de la Misión para la Nigricia, habida cuenta de sus establecimientos y de sus recursos.
[4115]
2. Otro punto muy importante para probar la estabilidad de la Misión es el suficiente número de obreros que de tres Congregaciones, como de tres cenáculos, marchan a ejercer el apostolado en los abandonados países de Africa Central: a) De los Institutos de los Misioneros y de las Pías Madres de la Nigricia, por mí fundados en Verona bajo los auspicios del Obispo Mons. Canossa, procecen: el superior de los Institutos de El Cairo, los cuatro sacerdotes que llevan la Misión de Jartum, los dos sacerdotes que dirigen la de El-Obeid, los otros dos que colaboraron en el establecimiento de la Misión de Gebel Nuba y que actualmente la tienen a su cargo, los tres clérigos que estudian en la Estación de El-Obeid, y los ocho seglares que asisten a los sacerdotes, y de los que cinco además enseñan artes y oficios. Todos éstos son hijos del Instituto masculino de Verona, que santos y activos trabajan conmigo en estos campos y en beneficio de la infeliz Nigricia, dirigidos ahora por mi representante, el prudente y sagacísimo canónigo D. Pascual Fiore.
[4116]
Por otra parte, en el Instituto masculino de Verona hay además, junto con dos clérigos, cuatro seglares estudiantes que aspiran al sacerdocio, y tres seglares artesanos. Varios sacerdotes de diversas diócesis han presentado solicitudes para ser admitidos en las Misiones de Africa Central, entre los cuales cinco, vencidas algunas dificultades que aún les faltan por superar, serán admitidos en el Noviciado para las Misiones de la Nigricia del Colegio de Verona. Además, lo mismo que entre los artesanos y el clero, también entre el elemento femenino van madurando algunas vocaciones; y así el Instituto de las Pías Madres de la Nigricia ya ha acogido desde su fundación diez novicias, las cuales, dirigidas por una excelente Superiora como la que actualmente las gobierna, muestran dotes y cualidades muy adecuadas para las Misiones de Africa Central.
[4117]
Para una perfecta puesta en marcha de ambos Institutos sólo faltaron el maestro y la maestra de lengua árabe; pero este defecto, por el cual los misioneros han tenido que aprender el árabe en los Institutos de El Cairo, será subsanado. Por lo demás, el número de obreros evangélicos ofrecido por los Institutos de Verona no sólo es más que suficiente, sino que seguirá ascendiendo, porque con la continuamente creciente difusión de los Anales del Buen Pastor, la Obra se conocerá más y más. Y el Señor, que ya ha demostrado de varias maneras su voluntad de admitir finalmente en el redil a la descarriada ovejita negra, multiplicará entre el clero y el pueblo, según las diversas necesidades, las vocaciones al apostolado, al menos en tanto que Europa tenga que ayudar a Africa a regenerarse a sí misma.
[4118]
b) El Vicariato Apostólico de Africa Central también obtiene colaboradores de la pía Congregación de las Hermanas de San José de la Aparición, cuya utilidad no sólo en los países católicos, sino también en los infieles, han elogiado tanto los Ordinarios de los lugares donde ha prestado y presta sus servicios. De esta pía Congregación, de la que V. Em.a Rma. es protector, se encuentran ya destinadas, en virtud de un acuerdo, dos Hermanas en los Institutos de El Cairo, cuatro en Jartum, y cuatro en El-Obeid, sin contar la habilísima Provincial que las gobierna, residente en Jartum, que ya había sido durante treinta años Superiora en las Misiones de Oriente.
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c) Finalmente el tercer cenáculo, del que también merced a un acuerdo salen apóstoles a ayudar a los misioneros de Verona en la conquista de la Nigricia para el Sdo. Corazón de Jesús, es la Orden Camila, que ha proporcionado hasta hoy cinco sacerdotes y dos laicos. Pero, aunque como se ve por estos tres subapartados es suficiente el número de obreros que trabajan en las Misiones de la Nigricia, y suficientes también las esperanzas, la estabilidad del Vicariato podría correr peligro si aun teniendo éste bastante personal, el clima no resultase adecuado a la constitución física de los europeos.
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3. Pues bien, el clima africano es considerado perjudicial para los europeos, y con razón, porque entre los primeros campeones de la fe católica que iban a aquellas inmensas arenas, el primer año morían la mitad, y el segundo año perecían casi todos los demás. Y verdaderamente las riberas del Nilo, y especialmente las del Nilo Blanco, guardan los restos de tantos robustos misioneros que habiéndose dirigido a Jartum, y de allí a Sta. Cruz y Gondókoro, murieron víctimas de su celo, así como del clima. Pero las pruebas hechas con diferentes caminos y la larga experiencia acumulada de aquellos lugares contribuyeron finalmente a que se descubriese una línea a lo largo de la cual se encuentra continuamente un clima no sólo menos pernicioso que el del Nilo Blanco, sino en realidad bueno y saludable, como se constató que lo son el de Berber, El-Obeid y Gebel Nuba. Y si bien es verdad que en esta línea el calor es algo más intenso que en los países cálidos de Europa, también es cierto que su intensidad varía según las diversas estaciones, y que queda bastante moderado por un poco de viento que sopla casi continuamente, sobre todo en los desiertos; y, en efecto, resulta proporcionalmente menos molesto que el calor de Roma.
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De todos modos, a diferencia de los primeros misioneros, que desde sus países europeos iban directamente a la parte central de Africa, ahora ninguno de ellos remonta el Nilo sin haberse aclimatado previamente, permaneciendo algún tiempo en los Institutos de El Cairo, que para ese propósito se erigieron. Habituados en éstos al clima, los misioneros y las Hermanas pueden adentrarse en los caminos del interior sin sufrir un daño seguro. Es cierto que el rápido paso de la temperatura elevada del día a la baja de la noche y alguna otra circunstancia climática local podrían ser nocivas para la salud, máxime para la del europeo. A este respecto únicamente la Estación de Jartum sería poco sana. Pero el clima resultaría menos saludable aquí que en las otras Estaciones sólo en invierno, o sea, en los dos o tres meses siguientes a la época de las lluvias; y esto por los miasmas que se desprenden de las aguas, las cuales quedan estancadas en las partes bajas de la ciudad. Se trataría, pues, de unos efectos que se sufrirían sólo una breve temporada, y que se podrían impedir, como se impedirán, igualando la superficie de la ciudad.
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Por otra parte se encuentra un paliativo en el clima del Nilo Azul, que baña a la propia Jartum y al desierto que la rodea. Una excusión por ese río, una estancia –para los más débiles– de algunos días en una casa adecuada en un pueblo próximo constituyen, contra las indisposiciones producidas en esa breve estación, un remedio cuya inmediata eficacia está ya comprobada por experiencia. Por lo demás no es que el clima de Jartum sea absolutamente perjudicial; sólo requiere un mayor esmero que en las otras estaciones y en los otros países al tomar esas precauciones sugeridas por la experiencia de muchos años, y que no tienen por qué implicar un gran sacrificio para el misionero, pues son más o menos las que se siguen en los climas cálidos de Europa: tomar comidas ligeras, y éstas con frugalidad; prescindir de los licores; usar con moderación del vino, cuando se tiene; protegerse del sol a ciertas horas, y de las lluvias.
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Con la práctica de estos pequeños cuidados, el clima de Jartum no es dañino en la breve estación invernal y, en las otras estaciones se puede considerar saludable. Como verdaderamente saludable es en toda época, con el empleo de los mismos, el clima de Berber, el de El-Obeid y el de Gebel Nuba incluso para el europeo, siempre que no se haya salido del lugar de procedencia ya afectado de grave enfermedad, en cuyo caso se sucumbe; y la muerte viene, habría que decir, no a causa del clima, sino de la enfermedad preexistente, como sucedió con alguno de los que se consagraron a la Misión de Africa Central. Por otro lado residen y se afanan en Jartum y en otros lugares de Sudán comerciantes europeos procedentes hasta de los climas fríos de Europa. Y llevan viviendo allí bastantes años, a pesar de no mantener los debidos cuidados.
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Por tanto, los misioneros y Hermanas que, aclimatados en El Cairo, pasan directamente a Sudán, con el empleo de dichas cautelas pueden trabajar allí ciertamente sin detrimento de su salud. Y en verdad los dieciséis sacerdotes europeos y tres clérigos que desde 1871 hasta hoy han llegado a las Estaciones centrales no sólo gozan todos de buena salud, sino que algunos han recuperado allí la que en sus países no tenían. Además, si el misionero europeo puede vivir ahora en Africa sin gran sacrificio, mejor podrá hacerlo en el futuro cuando, con la introducción de la agricultura, y mediante los progresos materiales aportados por la Religión y con la Religión, mejore el clima particular de cada país. Entonces, si teniendo ciertos cuidados el misionero puede llevar en Africa una vida tan sana como en Europa, se debe concluir que la existencia de la Misión no corre en Africa el menor peligro por parte del clima. Como tampoco corre peligro alguno por parte de las disposiciones del Gobierno y de las poblaciones.
[4125]
4. Es generalmente admitido que gozar del favor del Gobierno y de las gentes influye positivamente en la seguridad y el progreso de una Misión, al igual que todo el mundo reconoce que el aborrecimiento por parte de ellos es un gravísimo obstáculo no sólo para el desarrollo sino hasta para la existencia de la misma, sobre todo entre los infieles. Por eso desde el principio, con solícita premura, traté de ganar la gracia del pueblo y del Gobierno, cosa que con la ayuda de Dios he podido conseguir; y ahora debe ser preocupación de todos, en la medida de lo posible, al menos no convertirlos en enemigos. Porque hoy, gracias al Señor, ni por parte del Gobierno, ni por la de los súbditos, ni por la de las tribus libres, corre peligro alguno la existencia de la Misión en Africa Central.
[4126]
Sabe V. Em.a Rma. que, favorecidos por la ley de libertad de cultos, los RR. PP. Franciscanos tranquilamente tienen en Egipto iglesias abiertas al público, y una en la misma capital, en el Gran Cairo. Del mismo modo, como el poder egipcio entró hace treinta años en el reino del Kordofán, hasta en los últimos rincones de este país se reconoce la mencionada ley. Así, los Gobernadores de esos administradores fanáticos del Virrey y de sus obras no han osado aún molestar seriamente a los misioneros católicos. Y los fanáticos adoradores del Gran Sultán, su soberano también en lo religioso, besan respetuosamente el gran Firmán que la Misión recibió de él por mediación del Emperador de Austria Francisco José I; y como tienen bastante temor y respeto a toda potencia europea, también temen y respetan a los misioneros católicos por ser protegidos de Austria, la cual se encuentra representada en Africa por dos Cónsules, residentes uno en El Cairo y el otro en Jartum, los cuales hoy también, y no sin eficacia, favorecen a la Misión.
[4127]
Bien es verdad que en los primeros tiempos algún Gobernador nos mostró alguna hostilidad, pero enseguida cesó en su actitud: la ley que impide ofender a la Misión, la gracia de que me hace objeto el Jedive, el Firmán del Gran Sultán, la protección de Austria representada también por Cónsules amigos de la Misión, todo concurre a que la religión católica tenga en Africa una tranquilidad mayor que en algunas otras regiones incluso de las civilizadas. Y si el Virrey concedió a la Misión gratis el servicio de Correos en todos sus dominios, y dio a la misma para mis Institutos de El Cairo un terreno valorado en 43.000 libras, el Gobernador principal de Sudán, residente en Jartum, considera un honor mantener conmigo amistosa correspondencia, visitarme a menudo y dejarme en los viajes el vapor gubernativo o el suyo propio. Y me ha concedido varios favores para la Misión y para otros, a veces con perjuicio de sus mismos intereses.
[4128]
Por ejemplo, el Gobierno saca provecho de la esclavitud como de una mercancía; sin embargo considera libres y ya no susceptibles de ser hechos esclavos a cuantos, instruidos por la Misión, reciben de ésta la carta de libertad, y prohíbe al amo cometer actos de violencia en las casas de la Misión para recuperar al esclavo que se hubiera refugiado en ella tras huir de su casa. Es cierto que a veces, para favorecer al amo, con el subterfugio de hacer justicia se llama al Diván gubernativo al esclavo huido, y subrepticiamente es devuelto al amo; pero tal artimaña no es de uso constante ni general. Y éste es uno de los casos en los que a veces, aunque dolorida, la Misión se calla, a fin de mantener para el mayor bien de la Nigricia la concordia y la amistad con el Gobierno. Precisamente por esta amistad ha sido una gran ventaja para la Misión la conquista del reino de Darfur, adonde en el tiempo de su independencia ningún europeo podía acercarse sin dejar la vida; en cambio, ahora que ha caído en poder del Gobierno egipcio, ninguna hostilidad ha de temer allí la Misión, si bien puede existir y trabajar con más seguridad en otros países sometidos al mismo Gobierno ya hace tiempo.
[4129]
Aquí la población, aunque musulmana fanática, no quiere nunca problemas con el Gobierno, del que es súbdita ciega y temblorosa; por lo cual no se atreve a ofender a los misioneros católicos, en los que ve no sólo personas que cuentan con la protección de una potencia europea y de su Sultán, sino además amigas de su Gobierno, y por su propio Gobierno a ella preferidas. Esto no significa que en esos países el misionero disfrute de completa seguridad y de absoluta libertad de actuación, de modo que sea innecesario utilizar la prudencia y la habilidad, y no haga falta nunca recurrir a la paciencia; sólo quiero decir que, mediante el uso de cierta gravedad exterior y de algunas cautelas, los misioneros pueden ser –y lo son– temidos y respetados, hasta el punto de hacer tolerar y también respetar allí la Religión Católica, incluso más que en algún país cristiano de Europa.
[4130]
Lo mismo que la existencia de la Misión no corre ningún peligro en los países sometidos al Gobierno egipcio y por tanto al islamismo, tampoco lo corre entre las tribus libres y paganas que ocupan el centro de Africa; porque si algunas son inaccesibles, otras no muestran ninguna hostilidad, y a éstas puede dirigirse el misionero. Además, aunque hay tribus totalmente reacias al trato con el europeo, otras lo son solamente porque por experiencia propia o ajena saben que el europeo ha hecho daño, matando gente, y llevándose a otros como esclavos; de manera que si por experiencia se persuadiesen de que el misionero se acerca a ellos con intenciones amistosas, lo recibirían bien, como lo hizo la tribu de Gebel Nuba. Por confinar ésta con el reino del Kordofán, tuvo ocasión de convencerse de que el misionero sólo intenta trabajar en favor de los pueblos en los que se encuentra; y aun sin permitir que se le acercasen los blancos en general, me invitó a mí e instó repetidamente a los misioneros a que fuéramos a establecernos en medio de sus montañas, donde seríamos recibidos con alegría y respetados. Y así ocurrió.
[4131]
Pues bien, lo sucedido con la tribu de Gebel Nuba puede ocurrir con otras; y a este fin el misionero empleará también la prudencia y la habilidad antes de intentar introducirse, procurando mientras aprender la lengua de la tribu en la que quiere entrar, y hacer amistad con alguien de la misma, especialmente con jefe, del que todos los demás dependen ciegamente. Una vez introducido, el misionero no se pondrá inmediatamente a hablar de religión, sino que se ocupará de construirse la vivienda, trabajando al mismo tiempo en favor de la tribu, curando enfermos, enseñando alguna técnica, etcétera. Y mientras con su actitud digna se gana el respeto, con sus buenas maneras, con la conversación, con las curaciones y con otras artes se gana el afecto, a la par que aprende la índole y los usos de la tribu; tras lo cual ya puede empezar, de la forma más adecuada y sugerida por la prudencia, el ejercicio de la actividad apostólica.
[4132]
Por lo demás, de lo hasta aquí dicho se ve que, aunque por la independencia de las tribus paganas entre ellas y respecto al Gobierno, la Religión Católica en todo caso no correría peligro de modo general, no hay todavía manera de llevarla a todas partes y conservarla segura, como ocurre actualmente en todos los lugares del Vicariato Apostólico de Africa Central en los cuales se encuentra, pese a que no falte en él alguna tribu absolutamente inaccesible, como las tribus nómadas de los Bagara, las cuales podrían crear algún problema pasajero.
[4133]
Terminando esta segunda parte del presente Informe, de los diversos puntos de la misma (en la esperanza de que el Señor me seguirá prestando su ayuda para bien gobernar y conducir siempre a mayor prosperidad su obra) me parece poder deducir fundadamente que la existencia de la Misión en Africa Central es en conjunto estable y segura, así como por la siguiente tercera parte aparecerá suficientemente libre y eficaz en ella el ejercicio de la acción apostólica.
III
Acción apostólica
[4134]
El misionero que, preparado en los Institutos de Verona, y completamente capacitado y aclimatado en los de El Cairo, marcha al interior para trabajar en beneficio de la Nigricia en las Estaciones y en los puestos que el Superior le asigne, ciertamente encontrará, como en todas partes, obstáculos y dificultades para el ejercicio del ministerio apostólico. Y debiendo referirme aquí a las diversas religiones contra las que ha de luchar el misionero, tendría que describir los horrores del cisma copto, que en mi Vicariato llega hasta los últimos confines del Kordofán; del predominante islamismo, que se profesa en Nubia, el Kordofán, Darfur, Waday, Baguermi, Bornu, y en las tribus árabes nómadas, y de las supersticiones del paganismo, imperante entre las tribus centrales.
[4135]
Tendría que referir de nuevo las lamentables escenas de la esclavitud, las cuales ocurren cada día, y el bárbaro trato que sufren los esclavos en el ámbito islámico, y que es más suave entre los paganos. Mas por no resultar aburrido repitiendo lo que tantas veces se ha leído en informes, los cuales, por otra parte, nunca alcanzan a describir en toda su horrible verdad aquellas míseras circunstancias, me contentaré con la sola indicación de las mismas que he hecho a Vuestra Eminencia.
[4136]
Obstáculo universal, es decir, obstáculo que en Africa Central la Religión Católica encuentra por doquier, aparte de la antigua práctica de ciertos usos inmorales, es la natural apatía e indolencia en la que nacen y crecen los indígenas de Africa. Puede que tal indolencia se deba al clima cálido, pero sin duda es también fruto del desconocimiento de las comodidades y de la falta de necesidades. Habituados a lo poquísimo que su pequeño trozo de terreno, abierto y sembrado antes de las primeras lluvias, sin ulterior trabajo, les rinde al cabo de tres meses, y que, añadido al producto de los rebaños alimentados de pastos espontáneos y verdes en la estación lluviosa, y a lo aprovechable de los arbustos y matojos del desierto, les provee de todo lo necesario para un año, no desean nada más, y por tanto no se cuidan de perfeccionar –o mejor, de aprender– el arte de la agricultura. Además, como en unos sitios van semidesnudos y en otros desnudos por completo, no sienten la necesidad de aprender a confeccionar prendas.
[4137]
Acostumbrados, por otra parte, a vivir a la intemperie o en cabañas de tierra y paja, no ven necesario aprender albañilería, por lo que se contentan con sólo admirar las obras del misionero. Y como están habituados a no ver en sus cabañas, aparte del recipiente donde cuecen el grano entero o triturado sobre una piedra, otros muebles o utensilios que una gran vasija de barro donde guardan el grano, y otra donde conservan el agua, no sienten necesidad de cerrajeros ni de carpinteros, por lo que no se preocupan de aprender tales oficios. Estos infelices no conocen otras industrias que la de templar el hierro, que se encuentra en cantidad en las arenas del Kordofán, y la de hacer con él cuchillos, lanzas y flechas. Aun hallándose en la total y extrema miseria, estos pueblos son los más ricos del mundo, porque no poseyendo nada, tampoco nada necesitan; de modo que en este aspecto son naturalmente felices. Pero al no sentir la necesidad de las artes hacen inútil en parte la enseñanza gratuita de las mismas, con la cual podría el misionero conseguir su amistad y ejercer así con mayor facilidad y eficacia la acción apostólica entre ellos.
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Con esto se tropieza inicialmente, sobre todo en las tribus más libres, donde la inexperiencia de las ventajas de las artes hace indiferentes respecto a las mismas a aquellas gentes, así como la imposibilidad de ejercerlas para otros en provecho propio las hace inactivas. Sin embargo, la práctica y la enseñanza de las artes ayuda al misionero, si no a ganarse el amor de la población, al menos a conseguir su respeto; mientras que para alcanzar el afecto no faltan otros medios, como el ejercicio solícito y gratuito de la medicina, las conversaciones, los regalos, el trato amable, y alguna enseñanza. Y en tanto que trabaja con este fin, va practicando visiblemente esas normas religiosas que luego, con prudencia, procurará difundir también mediante la palabra e imponerlas sobre las costumbres irreligiosas y paganas.
[4139]
A tal objeto ayuda la dependencia del jefe por parte de todos los miembros de la tribu. Como todos se someten a él, las dificultades que podrían presentar los distintos individuos se concentran en uno; y así la eliminación de esas dificultades por medio de él, aunque no se produce inmediatamente en todos, se facilita al menos. Por eso el misionero enfoca especialmente en el jefe sus cuidados. Esto en lo que se refiere a la acción apostólica entre los adultos de la tribu. Y en cuanto a la juventud, que fácilmente se puede conseguir que asista a la escuela del misionero, recibe gratuitamente, junto con la enseñanza moral, la material, aunque limitada todavía al leer y al escribir y a algún conocimiento técnico que sea más adecuado para el lugar, pero sin multiplicar mientras entre ellos las necesidades, sino dejándolos, por cuanto la simplicidad de sus usos permite la virtud y la religión.
[4140]
Así, de modo gradual, se van educando las mentes y los tiernos corazones de los muchachos en la Religión Católica, en su fe y en la práctica de sus preceptos, hasta que bautizados y maduros para el matrimonio, se unen católicamente con alguna de las jóvenes educadas al mismo tiempo por las Hermanas. Esperamos que de este modo la Cruz se introducirá y triunfará también entre las tribus libres y paganas. Mientras, ya se ha abierto el camino para ese triunfo, al haber penetrado en 1875 en la tribu de Gebel Nuba, que dista de El-Obeid seis días de desierto. Esa tribu presenta a la paciencia del misionero las mejores esperanzas, porque, encontrándose repartida en varios grupos suficientemente numerosos por los veinte montes que rodean una llanura de una jornada de longitud, ofrece mayor facilidad de acción al poderse fundar pequeñas y frecuentes estaciones; porque ningún interés material vincula con el paganismo a la población, ni tampoco a su sumo sacerdote, que es el mismo jefe político; porque menor corrupción moral que entre los musulmanes se encuentra en esa tribu, cuyos hijos además de buen carácter muestran buena inteligencia, y porque, aunque paganos de creencias y de costumbres, presumen de ser cristianos, y al menos son generalmente contrarios al islamismo.
[4141]
Por todo esto, y por los ruegos de los niños difuntos que los misioneros bautizaron tras encontrarlos en trance de muerte, y que, flores tempranas del apostolado, esplenden ahora en el cielo, esperamos que la propagación de la Fe se produzca felizmente en la tribu de los Nuba.
[4142]
Con mayor dificultad, y por tanto más lentamente, triunfará la Religión Católica entre el islamismo, donde se hallan las otras Estaciones. Esto es debido a que hubo que establecer las mismas algo alejadas una de otra, de doce a quince días de camino, porque tal es la distancia a que se encuentra reunida la población en grandes núcleos o ciudades, si bien a sólo unas jornadas de éstas hay dispersos pueblos y aldeas, e incluso familias solitarias en las montañas peladas de los desiertos. Es debido también, aparte de la falta de misiones católicas, a que aquí se da, junto a la indolencia natural, la ignorancia prescrita y la corrupción fomentada, la observancia del islamismo, para cuyo derrocamiento no hay poder que baste.
[4143]
No obstante, poniendo en práctica los medios que le permitan introducirse en las familias y ganarse su amor y respeto, tampoco aquí el misionero ve completamente estéril el ejercicio de la acción apostólica. Porque si con los musulmanes, cuya religión es la predominante, resulta tan absolutamente infructuosa su labor que por ello sólo se ocupa de no volvérselos hostiles, no es tan ineficaz su trabajo con respecto a los europeos y a los católicos orientales de Alepo, de Siria, de Egipto, que sólo en Jartum son más de doscientos, y que están constituidos en familias y establecidos allí para comerciar.
[4144]
También hay de ellos, aunque en menor número, en El-Obeid, en Berber y en las provincias sometidas a la jurisdicción de ésta, y probablemente serán cada vez más, porque no deja de crecer la actividad y de animarse el comercio. Igualmente ronda entre ellos el misionero para promover todo el bien posible, la observancia de los preceptos eclesiásticos y divinos, la frecuentación de la iglesia y de los sacramentos y la educación los hijos, y para evitarles e impedirles todo el posible mal. A este fin no ahorra nada de lo que le sugiere la caridad: visitas, exhortaciones, advertencias, así como atención y alojamiento gratuitos en la correspondiente sala de la misión, si algún necesitado cae enfermo, etc.
[4145]
De tal manera, con la gracia del Señor, se ha logrado acabar con ciertas malas costumbres en algunas familias, y en otras eliminar el amancebamiento y arreglar un matrimonio legítimo, dando por medio de las Hermanas formación católica a la amante negra o abisinia; se ha conseguido también que casi todos vayan a misa los días festivos, y que muchos acudan a hacer, como hacen, la confesión al menos anual.
[4146]
No faltan los herejes, y entre éstos resulta inútil el esfuerzo del misionero, sobre todo en los lugares donde hay sacerdotes coptos, los cuales amenazan de excomunión a cuantos cismáticos se atrevan a frecuentar la misión católica. Sin embargo, algo se conseguirá allí donde los coptos no estén gobernados por sacerdotes, porque, salvo alguna excepción, los coptos obran de buena fe, y por eso quieren y respetan al misionero católico. Pero si entre los coptos no se recoge ningún fruto, entre los cismáticos griegos se han producido estos últimos días tres conversiones a la Religión Católica, y éstas, unidas a las de tres familias completas, constituyen todos los logros de la Cruz entre el cisma griego.
[4147]
El campo que el misionero encuentra sembrado de más bellas esperanzas corresponde al de los esclavos. Estos infelices, que están destinados sobre todo al servicio de familias musulmanas, y superan en número con mucho a todo el resto de la población, como provienen de las tribus paganas del centro, son más fáciles de convencer que los musulmanes para que abandonen el islamismo, el cual se ven obligados a abrazar por su condición.
[4148]
Bien es verdad que de adultos son algo inestables, y que encontrándose luego en contacto con amos musulmanes abandonarían la Religión Católica; verdad es también que el misionero debe guardarse de bautizarlos, salvo a condición de que permanezcan luego en la misión, o sirvan a una familia católica, o se unan en matrimonio con una de las negras ya católicas, viviendo del oficio que deben aprender para no exponerse al peligro de apostatar si sirviesen a amos musulmanes; verdad es, en fin, que por todo esto el misionero sólo ha podido bendecir hasta hoy nueve matrimonios de negros en Jartum, y cinco en El-Obeid; pero hay algunos chicos y chicas que, bien porque alguien los ha donado, o porque los ha comprado la misión, o porque han huido de sus amos, crecen acogidos en las casas de la misión, que los mantiene como hijos adoptivos.
[4149]
Cerca de setenta bauticé el año pasado. Y son especialmente estos jóvenes quienes, unidos a los que les precedieron –entre ellos doce que me fueron arrebatados de muerte prematura– y a los que vengan después, multiplicarán la grey católica alrededor de las casas de la misión. Entretanto, el misionero da a éstos una suficiente educación material en cuanto a leer, escribir, hacer cuentas y ejercitar algún arte, impartiéndoles al mismo tiempo una completa formación en la Religión Católica y en la virtud, hasta que, llegado el tiempo oportuno, se unan en matrimonio con las jóvenes negras educadas en la Católica Religión y en las labores femeninas por las Hermanas.
[4150]
Ahora bien, si aparte del cuidado que los misioneros y las Hermanas deben tener para conservar el respeto y la influencia de que gozan entre la gente, para hallar y bautizar a los niños moribundos de los musulmanes, y para promover el bien y alguna conversión e impedir el mal entre los europeos católicos y entre los cismáticos, encima pueden dirigir a estos esclavos, como especialmente dirigen, su solícita caridad, resulta que también en tierras musulmanas la Cruz encuentra campos sobre los cuales triunfar, aunque sea lentamente.
[4151]
Su triunfo será general: no hay razón para dudarlo. Porque si la labor apostólica del misionero se ha visto premiada con suficientes frutos en los solos cuatro últimos años, como se ve en la tercera parte del presente Informe, mayores frutos producirá todavía en los años venideros, dado que en las actuales Estaciones se dirigirá únicamente a tal objeto la acción del misionero, que ya ha logrado conseguir suficiente libertad, seguridad y solidez. Libertad, porque no sólo goza ya de protecciones, sino además del suficiente respeto y amistad tanto del Gobierno como de las gentes.
[4152]
Seguridad, porque el clima es favorable a lo largo de la línea en que se alzan los nuevos establecimientos, y porque se han tomado, y se practican, medidas para preservar la salud, consistentes en la aclimatación en El Cairo, y en ciertas cautelas sugeridas por la experiencia. Solidez, porque si hasta 1867 la Misión sólo poseía para trabajar el apagado establecimiento masculino de Jartum, subsidiado con tres o cuatro mil francos anuales por la languideciente Sociedad de María de Viena, ahora está provisto no sólo de suficientes ayudas privadas, sino también de verdaderas fuentes de ingresos, como V. Em.a Rma. puede constatar por la segunda parte del presente Informe; posee dos establecimientos en Verona, dos en El Cairo, uno en Berber, dos en Jartum, dos en El-Obeid, y dos en Gebel Nuba, de cuya creación y puesta en marcha me he ocupado especialmente en los dos últimos años, como figura en la primera parte de este Informe.
[4153]
Así pues, la Divina Misericordia, que al tiempo que me ayudaba a hacer la acción apostólica del misionero libre, segura y sólida, la hizo también suficientemente eficaz para lograr la eterna salvación de las almas en aquellas regiones abandonadas, tendrá a bien consolar con cada vez más copiosos frutos al misionero, que únicamente al santo fin consagrará ahora su laboriosa caridad. Quiere Dios la redención de la infeliz Nigricia, la quiere; y en los labios del misionero, como sincera expresión de su sentir, resuenan constantemente las palabras: ¡Nigricia o muerte!
Postrado a sus pies, le beso la sagrada púrpura y me declaro con todo respeto y veneración
De V. Em.a Rma. hummo. y devotmo. hijo
DANIEL COMBONI
Provicario Apostólico de Africa Central
(1) La Sociedad de Colonia se obligó, en una carta al Santo Padre y a Propaganda, a darme todos sus ingresos ad sexenium, como consta por la Ponencia de mayo de 1872.