[216]
No puedes imaginarte el consuelo que he sentí al recibir tus queridas cartas del 21 de noviembre de 1857. ¡Bendito sea el Señor y su adorable Providencia, que sabe en su momento confortar incluso a sus siervos más mezquinos, aunque míseros pecadores! Para decírtelo todo, me fui de Jartum con la espina en el corazón de que mamá estaba gravemente enferma; y esa espina, por providente disposición divina, me estuvo lacerando continuamente, de modo que a cada paso me parecía encontrarme asistiéndola en su lecho de muerte, por más que el corazón me decía que ella no había volado al eterno descanso, sino que de seguro se iba a restablecer nuevamente.
[217]
Y entonces, cosa bastante insólita, por medio de una barca nubia recibí tu carta, junto con otra bastante larga de mamá, las cuales en verdad no esperaba. Y éstas, gracias a Dios, me quitaron todas las preocupaciones del corazón y llenaron mi alma de dulce alegría. ¡Ah, queridos míos, qué entrañables son las cartas, las palabras, las noticias de los padres lejanos. Vosotros lo podéis saber tanto como yo.
[218]
El Misionero debe estar dispuesto a todo: al júbilo y a la tristeza, a la vida y a la muerte, al abrazo y a la despedida. Y a todo esto estoy dispuesto también yo.
[219]
Pero Dios quiere darme esta cruz de sentir de un modo insólito el dolor por ti y por mamá; y Dios quiere que sienta también la alegría de su discretamente favorable estado de salud actual. En todo momento estoy con vosotros, y siento en el corazón el peso que vosotros sentís por nuestra separación física. ¡Cuántas veces yo te acompaño en tus excursiones a Supino, al Tesolo, a Riva, en tus peleas diurnas y nocturnas con mamá! Y cuando aparto el pensamiento de Dios, siento tal opresión en el corazón que me veo obligado a volar al cielo con mis ideas, y a pensar que tenéis un apoyo más sublime, seguro e infalible que el mío, que estáis más protegidos bajo la custodia de Dios que bajo la mía.
[220]
A Dios me dirijo cada día y hora y os encomiendo a ambos. El me consuela, porque tengo la seguridad de que el Señor y nuestra querida Madre María Inmaculada tienen especial cuidado de vosotros. Y no importa que de cuando en cuando haya entre vosotros disputas, riñas y disgustos: Dios se sirve de estas cosas para jugar con los hombres y mostrar que, dejados a nuestro aire, somos víctimas de nuestras humanas debilidades. Pero a fin de cuentas a vosotros, con vuestras tribulaciones (que son también mías), el cielo os mira con especial solicitud; y ambos sois objeto de las más preciadas delicias de los Angeles de Dios.
[221]
Ríase el mundo a sus anchas, diga que dos pobres padres son desgraciados porque no tienen hijos; pero en el cielo se piensa de otro modo, allí se escribe con otros caracteres. La doctrina de J. C., su Evangelio, está en total desacuerdo con la opinión del siglo. El mundo proclama felicidades, delicias y contentos; el Evangelio preconiza pesadumbres, miserias, dolor. El mundo piensa todo para el momento y para esta vida mortal, para el cuerpo; el Evangelio dirige la mirada a la eternidad, a la vida futura, al alma. Es bien claro que el Evangelio y el alma tienen ideas completamente distintas de las del mundo y de los sentidos corporales. Así pues, mostrémonos siempre tranquilos, alegres, animosos y generosos por Jesucristo.
[222]
Yo soy mártir por amor a las almas más abandonadas del mundo, y vosotros os hacéis mártires por amor a Dios, sacrificando al bien de las almas un único hijo. Pero, ánimo, queridos padres: Dios puede hacerme morir enseguida, como fue el caso de 15 Misioneros de la Misión de Jartum, uno de los cuales expiraba en brazos del Señor pocos días antes de nuestra llegada; Dios puede hacer que muráis vosotros: todo está en sus manos. Pero Dios también nos puede hacer vivir a mí y a vosotros, reservándonos para la gloria de volvernos a abrazar de nuevo y de que gocemos en santo alborozo y santa compañía bastantes meses, o incluso algunos años, dentro de los confines de nuestra hermosa Italia.
[223]
Nuestro Superior nos acosa con cartas en las que pide que uno regrese enseguida con negritos y negritas, y hagamos lo mismo cada año; y nosotros estamos obligados a hacerlo, por más que este año nos sea completamente imposible, al no poder hacer ahora una adecuada y detenida selección de los índígenas de la tribu a la que vamos. Pero el año próximo seguro que uno de nosotros volverá con una expedición a Europa; y esto, un año u otro, me tocará también a mí, si estoy vivo. Arrojémonos, pues, con generoso ánimo bajo las benéficas alas de la Providencia divina, y ella mejor que nosotros dispondrá lo que sea.
[224]
La inmensa distancia que nos separa no es, sin embargo, tanta como para hacerme olvidar de ningún modo nuestra patria y costumbres familiares. Muchas veces me paso media jornada entre esta gente sin darme cuenta de que estoy lejos de mi casa y de vosotros, y necesito ponerme a pensarlo para saber que estoy en el centro de Africa, en tierras desconocidas.
[225]
Cuando con el crucifijo al pecho me meto en medio de una muchedumbre de indígenas desnudos, armados de lanza, arco y flechas, y siembro entre ellos alguna palabra de la fe de J. C., al verme solo, o con otro, rodeado de esta gente feroz que con un golpe de lanza podría derribarme muerto al suelo, entonces me doy cuenta de que no estoy en Europa y entre vosotros. Mas, por otro lado, incluso entonces os tengo delante de los ojos, y me parece que estáis postrados ante Dios para suplicarle que haga eficaces nuestras palabras.
[226]
Ya veis, pues, que estamos siempre unidos entre nosotros con el corazón, aunque tantas millas alejados con el cuerpo: hasta el punto de tener que pensar en ello para saber que verdaderamente estoy lejos de vosotros. Bendito sea el Señor, que sabe aplicar a toda llaga el bálsamo del consuelo.
No te molestará, espero, que te informe sólo someramente de nuestro peligroso viaje a las tribus de Africa Central de más allá de Jartum. Quisiera satisfacerte por completo, pero me es absolutamente imposible hacerte una descripción de todo lo que nos sucedió y de lo que fue objeto de nuestras observaciones: no tengo tiempo ni oportunidad, porque importantes ocupaciones, y otros impedimentos que acompañan al Misionero en estas regiones, me lo impiden.
[227]
Si pudiera sentarme a una mesa, teniendo las debidas comodidades, como puedes tener tú, ya verías cómo te escribiría un libro sobre mi viaje desde Jartum a la tribu de los Kich, desde donde te escribo; pero cuando para escribir dos líneas tengo que hacerlo acurrucado bajo un árbol, o en una oscura choza, recostado en el suelo como los moros, o con la maleta colocada sobre las rodillas, la verdad es que después de escribir durante media hora, me duelen la espalda y los huesos, y necesito dar un paseo para que se me levante un poco el ánimo.
[228]
Así que conténtate con sólo una breve referencia; y los demás de Verona o de otros lugares a quienes escribiré, que se conformen con un saludo. La distancia que hay de Jartum al territorio de los Kich no es más que de mil millas y algún centenar más; pero son innumerables los accidentes que ocurren en este terrible y peligroso trayecto.
[229]
Mas antes de empezar la descripción de nuestro viaje por el Nilo Blanco, debo explicar que el Nilo, por el que viajamos hasta Jartum, está formado por dos grandes ríos, que los árabes conocen con los nombres de Bahar-el-Azrek, o Nilo Azul, y Bahr-el Abiad, o Nilo Blanco, los cuales se unen en Ondurmán, cerca de Jartum, formando el Nilo propiamente dicho, que tras recorrer miles de millas a través de Nubia y Egipto desemboca en el mar Mediterráneo, no muy lejos de Alejandría.
[230]
Las fuentes del Nilo Azul se conocen ya desde la antigüedad, y están en el lago Dembea, en Abisinia, cerca de Gondar. Por este Nilo Azul viajó D. Beltrame hasta los 10 grados a fin de hallar el lugar conveniente para una Misión adecuada al plan de nuestro Superior; pero no encontrando apropiado este río por muy justas razones, después de maduras reflexiones y tras consultar con nuestro Superior de Verona, resolvimos ver de introducirnos en otras tribus más adecuadas del Nilo Blanco.
[231]
Aunque el Nilo está clasificado por los geógrafos como el cuarto río del mundo, ahora se tiene la seguridad de que es el más largo del planeta; porque si bien los geógrafos lo consideran prolongación del Nilo Azul, conocido, como decíamos, desde la antigüedad, sin embargo el que se debe conceptuar como padre del Nilo es el Nilo Blanco, que supera en más de mil millas la longitud del Nilo Azul. Por lo cual, calculado sólo el río que nosotros hemos recorrido hasta ahora, el Nilo sobrepasa en más de cuatrocientas millas al río más largo del mundo.
[232]
A lo que hemos recorrido hay que añadir las fuentes del Nilo Blanco, o Bahar-el-Abiad, que son desconocidas hasta ahora; con lo cual queda claro que el Nilo es el río más largo del mundo en bastantes centenares de millas. Debo también aclarar que, hasta cierto punto, otros han recorrido el río, y especialmente nuestro difunto hermano D. Angel Vinco, de nuestro Insto., por lo que sus riberas son en parte conocidas. Pero nadie se ha aventurado mucho tierra adentro; por lo cual, aunque se conoce el nombre de muchas de las tribus más interiores de Africa Central (que son las del Nilo Blanco), todavía no se sabe nada de sus costumbres, índole, etc.
[233]
Para que te hagas una mejor idea, supón que el Reino Lombardo-Véneto fuese desconocido, y que nosotros intentásemos conocerlo para predicar allí el Evangelio: imagina que Riva es Jartum, desde donde nosotros partimos para entrar en el Reino Lombardo-Véneto, y que el lago Garda es el Nilo Blanco; figúrate además que alguien ha recorrido ya el lago Garda hasta Gargnano y Castelletto, como hasta cierto punto recorrió Vinco el Nilo Blanco. Entonces, yendo tú de Riva a Gargnano y a Castelletto, sabes que existe el Reino Lombardo-Véneto porque los de Gargnano te dirán que son lombardos y los de Castelletto que son vénetos, porque Gargnano pertenece a Lombardía y Castelletto al Véneto.
[234]
Ahora bien, por haber estado en Gargnano y Castelletto, ¿puedes decir que conoces el Reino Lombardo-Véneto? No, porque para ello tendrías que ir a Milán, Venecia, etc. Eso sí, por el simple hecho de haber ido a Gargnano y Castelletto, sabes que existe el Reino Lombardo-Véneto. Del mismo modo, las riberas del Nilo están habitadas por diversas tribus que se extienden hasta regiones completamente desconocidas, porque nadie se metió mucho tierra adentro, aunque de ellas se sabe el nombre porque llegan hasta el río.
[235]
Yo estoy en la tribu de los Kich; pero nada, o poco, sé de ella, porque se extiende muy al interior, donde nadie ha penetrado. Sin embargo, estoy en la tribu de los Kich, y sé que ésta existe. Explicado esto, te diré que nuestra intención es comenzar la predicación del Evangelio en una de estas vastas tribus de las tierras desconocidas de Africa Central, empezando por las riberas del Nilo Blanco para ir adentrándonos poco a poco hasta su capital, y luego pasar a otras tribus, hasta que Dios quiera.
[236]
Con este fin, al amanecer del día 21 de enero, después de intercambiar abrazos con nuestro querido compañero D. Alejandro Dalbosco, que se quedó en Jartum en calidad de Procurador nuestro, salimos de esa ciudad nosotros cuatro: D. Juan Beltrame, jefe de la Misión; D. Francisco Oliboni; D. Angel Melotto, y yo, con objeto de establecer una Misión entre los negros según el gran plan de nuestro Superior de Verona, D. Nicolás Mazza.
[237]
La embarcación que nos debía transportar en este audaz y peligroso viaje era el Stella Mattutina, propiedad de la Misión de Jartum, y dotada de una tripulación de 14 buenos marineros, al frente de los cuales estaba un valiente y experto rais (capitán), que antes había hecho una vez este viaje; y bien que sabíamos por experiencia lo hábil y ducho que era en el difícil arte de navegar por este grandioso e interminable río. Después de un terrible encuentro con las olas contrarias del Nilo Azul, doblada la última punta de Ondurmán, donde se unen los dos grandes ríos, llegamos al Bahar-el Abiad, que se abre ante nosotros con toda su imponente belleza. Un fortísimo viento nos empuja rápidamente por estas aguas revueltas y agitadas, que por su caudal, anchura y majestuosidad parecen, más que río, un lago que discurriera por el antiguo Edén.
[238]
Las lejanas orillas están pintorescamente cubiertas de variada vegetación, que un sol ardiente y una perpetua primavera fecundan en cada tiempo y estación del año. El Stella Mattutina parece sonreír a esas olas furiosas y vuela majestuosamente por en medio del gran río con la rapidez con que los vapores surcan nuestro lago Garda, aunque el Stella Mattutina choca contra la corriente. La primera tribu que se encuentra más allá de Jartum, ciudad situada en el grado 16 de latitud N. (Verona está entre los grados 45 y 46), es la de los Hassanieh, que se extiende sobre ambas orillas del Bahar-el-Abiad, y está formada por las razas negra y nubia, gentes que se dedican al pastoreo, en el que tienen su principal fuente de alimentación.
[239]
Los Hassanieh van siempre armados de lanza; y como los nubios de este y el otro lado del desierto, llevan siempre atado junto al codo un afilado cuchillo, que utilizan para su servicio y defensa. Y fue precisamente en esta tribu donde nos detuvimos el segundo día, con objeto de comprar un buey para nosotros y para nuestra tripulación. Nada os puedo decir de esta vasta tribu, salvo que no es de las nómadas cuyas grandes familias están aquí o allá, según donde encuentren mejores y más abundantes pastos para sus rebaños. Esta tribu se extiende, por lo que sabemos, entre los 14 y 16 grados de lat. N., y entre el 29 y 30 grados de long. E. según el meridiano de París
[240]
Las aldeas y pueblos de esta tribu se hallan algo apartados del río, unos a la derecha, otros la izquierda de su curso, y son Fahreh, Malakia, Abdallas, Ogar, Merkedareh, Tura, Waled Nail, Uascellay, Raham, Mokabey, Gúlam Ab, Husein Ab, Scheikh Mussah, Salahieh, Tebidab, Mangiurah, Eleis, etc., etc.; mientras que para las tribus nómadas cualquier terreno es una ciudad, al no quedarse nunca de modo fijo en un lugar. Dentro de los límites de esta tribu se elevan, embelleciendo esta especie de paraíso terrenal, los montículos de Gebel Auly, Menderah, Mussa, Tura y Kirum, después de los cuales, con la excepción de las pequeñas montañas de los Denka desde el grado 12 hasta el 7, todo es una perfecta llanura.
[241]
Más allá del grado 14 de lat. se extienden otras dos pequeñas tribus: la de Schamkak a la izquierda, y la de Lawins a la derecha; pero de ellas no sabemos nada, salvo que son gente muy guerrera, y que por hallarse cerca de los Hassanieh y los Bagara, sus costumbres serán más o menos similares. Por cierto que desde el 25 de enero hemos entrado en esta vasta tribu de los Bagara, que a la izquierda se extiende entre los14° y 12° de lat. y a la derecha entre los 13° y 12°, encontrándose en el espacio comprendido entre los 13° y 14°, a la derecha, la tribu nómada de los Abu-Rof, cuyas costumbres son aproximadamente como las de los Hassanieh.
[242]
Aquí precisamente se produce un cambio total en la escena de nuestra larga peregrinación. Más allá de la tribu de los Hassanieh, al comienzo de la de los Bagara, los pueblos, las aldeas, las viviendas desaparecen, y las últimas ramificaciones del tipo árabo-nubio van a dejar sitio definitivamente a la formidable raza de los negros. Arriesgarme a describir el espectáculo, que nos tuvo absortos bastantes días a lo largo de las orillas del Nilo Blanco flanqueadas por las imponentes selvas de los Bagara, sería intentar lo imposible; y creo que el mayor escritor de nuestros tiempos no podría presentar una idea de la belleza, majestuosidad y hechizo de una virgen y nunca contaminada naturaleza, en la que sonríen estos jardines encantados.
[243]
Las orillas bajas de este río larguísimo y prócer están cubiertas de una asombrosa y exuberante vegetación, nunca tocada ni alterada por mano de hombre. Por un lado, inmensos bosques impenetrables, y hasta ahora jamás explorados, formados por gigantescas mimosas y verdeantes nébak (árboles de extraordinaria corpulencia, altura y vejez, porque nunca fueron tocados por mano de hombre), que, juntándose unos con otros, forman una inmensa y variopinta selva encantada, la cual ofrece el más seguro refugio a inmensas manadas de gacelas y de antílopes, y a tigres, leones, panteras, hienas, jirafas, rinocerontes y otros animales salvajes, familiarizados con las infinitas sabanas con serpientes de todas clases y tamaños. Por el otro lado, selvas de mimosas, tamarindos, ambais, etc. se muestran recubiertos de verbena y de cierta hierba tupida y trepadora que forman como cabañas naturales, donde de seguro se estaría a cubierto de la más intensa lluvia.
[244]
Centenares de amenísimas islas fértiles, grandes y pequeñas, bellamente esmaltadas de verde, a cual más hermosa, parecen desde lejos espléndidos jardines. Estas preciosas islitas reciben sombra de una serie de soberbias mimosas y acacias, que apenas dejan pasar algún rayo del ardiente sol africano; y forman, a lo largo de más de doscientas millas, un archipiélago que ofrece el aspecto más encantador.
Infinitas bandadas de aves de toda especie, tamaño y color; pájaros perfectamente dorados, otros plateados, etc. revolotean modestamente, sin ningún temor, arriba y abajo por los árboles, entre la hierba, por las orillas, sobre el cordaje del barco. Ibis blancos y negros, patos salvajes, pelícanos, abuseines, grullas reales, águilas de todas clases, aguirones, papagayos, marabúes, abumarcubs, y otras aves, volaban o se paseaban arriba y abajo por las orillas, con la mirada dirigida al cielo; y parecían bendecir la benéfica Providencia del Dios que los creó.
[245]
Grupos de monos, que corren al río a beber, saltan arriba y abajo de los árboles, y juegan alegremente haciendo las más ridículas muecas propias de su naturaleza. Centenares de gacelas van pastando por aquellas selvas, que nunca oyeron el ruido de una escopeta ni experimentaron el insidioso arte con que los cazadores ponen sus trampas para matarlas. Inmensos cocodrilos descansan en los islotes o en las orillas; inmensos hipopótamos, lanzando resoplidos sobre el agua, especialmente de atardecida, atruenan el aire con los más tremendos rugidos, que, reverberando en la floresta, en un primer momento inspiran vapor, para luego despertar en el alma la idea más sublime de Dios.
[246]
¡Qué grande y poderoso es el Señor! Nuestra embarcación avanza, se puede decir, sobre los lomos de los hipopótamos, que por ser como cuatro veces un buey de grandes, y numerosos, porque los hay a centenares, podrían hundirnos en un instante; pero Dios hace que esos animales tan feroces huyan al vernos. Piraguas y barquillas de africanos desnudos, armados de escudo y de lanza, podrían atracarnos en un lugar tan perdido; y en cambio, apenas se dan cuenta de que avanzamos sin temor, se dan a precipitada huida, escondiéndose bajo las ramas de aquellos árboles gigantescos que crecen en ambas márgenes del río, y que por su desmesurado tamaño rebasan el borde del mismo.
[247]
Otros hombres, ganada la orilla, desembarcan y se adentran en la selva. Deleitando de esta manera nuestra mirada, y bendiciendo al Señor, hemos llegado ya al paso de Abu-Said-Mocadah, lugar donde el río se vuelve muy ancho y somero, y donde el barco embarranca. Todos los marineros se ven obligados a saltar al río, y arrastrando con enorme esfuerzo la embarcación, logran liberarla al cabo de unas horas. Es cosa peliaguda el embarrancamiento de un barco.
[248]
Más de cien veces nos encontramos en sitios donde el río se ensancha sobremanera y la profundidad es un pie. Entonces los marineros bajan al río, y a fuerza de tirones y empujones, arrastran la embarcación durante más de una milla, hasta que el río sea más profundo y el barco, con ayuda del viento, pueda moverse por sí mismo. Más allá de Abu-Said se ve en la orilla alguien escondido entre los árboles con la lanza en la mano, que está observando furtivamente al Stella Mattutina. Otros se dan cuenta de que les hemos visto y salen huyendo. En ese momento el barco choca con un escollo, y nosotros sentimos de repente una fuerte sacudida. Todas las circunstancias parecen decirnos que el barco se ha destrozado; pero no ha habido gran daño, si bien durante el resto del viaje estará haciendo agua de modo inusitado. Piraguas de indígenas permanecen escondidas entre las altas cañas, que ocultan alguna isla.
[249]
Entre estas islas destacan por su belleza y tamaño las de Assal, Tauwoat, Genna, Sial, Schebeska, Gubescha, Hassanieh, Dumme, Hassaniel Kebire, Mercada, Inselaba y el Giamus. El espacio hasta ahora recorrido ha sido a lo largo de los confines de la tribu de los Bagara propiamente dichos. Los Bagara, nombre que en nuestra lengua significa vaqueros, son llamados así por la especial predilección que tienen por la cría de animales de dos cuernos, preferentemente vacas, las cuales hacen para ellos el oficio que para nosotros los animales de carga y de montura. Tienen un número infinito de estas vacas, que constituyen toda su fuente de riqueza.
[250]
Los Bagara están divididos en varias tribus, conocidas en el centro de Africa con los nombres de Bagara Hasawana, Bagara Selem, Bagara Omur y Bagara Risekad; y yo creo que quiza están así divididos por la rebelión de los grandes y ricos ganaderos, que al crecer el número de sus vacas fueron en busca de nuevos pastos, haciéndose jefes de otras tantas tribus. Al ser sumamente ricos en ganado, los Bagara están en continua guerra con la poderosa tribu de los Schelluk, los cuales vienen a robar sus riquezas –como diré más adelante–, y con la gran tribu de Gebel Nuba, a la que pertenece el negro Miniscalchi que ahora se encuentra en Verona, y que tú también conoces. Sobre el gobierno y la religión de los Bagara, nada te puedo decir. Sólo que esta tribu, como la de los Hassanieh, por muchas y buenas razones no entran por ahora en nuestros planes.
[251]
Por eso seguimos adelante, y al aproximarnos a esos hombres que desde hace rato nos observan, pronto se dan a la fuga. Manadas de búfalos, toros y vacas se ven en las lejanas praderas; abunda la selva en la orilla izquierda, y menos en la derecha. Fue un espectáculo ver una manada de búfalos en una isla que, asustados por el paso de nuestro barco, corrieron a tirarse al canal para cruzar a la orilla. En vano sus guardianes trataban de impedírselo con sus lanzas; y al final también éstos pasaron el río a lomos de sus búfalos, de modo que parecía ver un ejército entregado a precipitada huida. Ya nuestra Stella Mattutina vuela sobre el agua, cuando en un trecho próximo al banco de arena de Mocada-el-Kelb, embarrancamos de nuevo. Es medianoche; a la derecha se ven las hogueras de los indígenas, que apoyados en sus escudos y con la lanza en la mano, nos observan. Estos son Denka.
A la izquierda hay ancladas doce o quince piraguas parecidas a las góndolas venecianas, sólo que más bastas, mientras los respectivos barqueros están con sus mujeres e hijos desnudos en el bosque cercano, pegados a la hoguera (hacen estas hogueras prendiendo fuego a unos juncos aún en la mata, que se encuentran por allí).
[252]
Estamos entre los Schelluk y los Denka. Algunos Schelluk pasan en barca pegados a su orilla, mirando asustados nuestra Stella Mattutina. También algunos Denka pasan y se alejan temerosos. Nosotros saludamos al jefe, y él responde al saludo y huye. Esa noche son vanos los intentos de sacar nuestro barco del fango y la arena. Dos tripulantes hacen guardia para despertarnos en caso de que se acerquen barcas de indígenas con intenciones hostiles. Dios nos protege: no ocurre ningún incidente desagradable.
[253]
Nuestra situación es bastante crítica. Estamos en medio del Nilo Blanco, teniendo a un lado los Denka, que el año pasado mataron a algunos de la embarcación de un tal Latif de Jartum, y cometieron otras atrocidades; y al otro están los Schelluk, una de las más poderosas y feroces tribus de Africa Central, que vive de robos y asaltos.
[254]
Nosotros no nos podemos mover: tenemos diez fusiles, pero el Misionero se deja matar cien veces antes que pensar en defenderse con grave daño del enemigo. J. C. nunca lo habría hecho. El capitán del barco, abatido, nos dice que no sabe qué hacer. Si aquellos hombres hubieran querido, hubieran podido aniquilarnos en menos de diez minutos. ¿Sabes cuál era nuestra idea?
[255]
Entre otras cosas, después de examinar y reexaminar cada opción, acordamos que si los Schelluk vinieran a asaltarnos armados, nosotros, llevando al pecho nuestro invulnerable crucifijo, les entregaríamos todo, hasta el barco. Ellos, claro, nos llevarían como esclavos ante el rey de los Schelluk, quizá para sufrir castigo. Pero con la gracia de Dios, con el ejercicio de la caridad, y en calidad de médicos, pronto nos ganaríamos el afecto de aquella gente, permaneciendo allí sin buscar otro campo de la viña de Cristo en que sudar hasta que hubiéramos plantado la Cruz y la Misión.
[256]
Tal era nuestra situación, pero teníamos un arma muy poderosa para no temer nada. En el Stella Mattutina hay una hermosa capilla que tiene una bellísima imagen de María. ¿Cómo nuestra buena Madre, a cuyos pies habíamos puesto nuestra Misión, iba a vernos sufrir, y en grave aprieto, y no socorrernos? Por la mañana se celebró misa. ¡Oh, qué dulce fue en aquella difícil circunstancia tener entre las manos al Señor de los ríos y de todas las tribus de la tierra, y rogarle por nosotros, por nuestras necesidades, por los que estaban en peligro junto a nosotros, por vosotros, por los que no le conocen, por todo el mundo!
[257]
Sí, mis queridos padres, la más consoladora oración en aquel trance fue en favor de los Schelluk y de los Denka, en cuyas tierras jamás brilló una chispa de la luz del Evangelio. Si a nosotros nos hicieran prisioneros, y nos llevaran encadenados ante su rey, quizá eso sería la salvación de aquella feroz gente; pero nosotros, y acaso tampoco ellos, merecíamos tanta gracia. Por la mañana nuestros marineros bajan al río, y durante muchas horas, con indecibles esfuerzos y fatigas, intentan sacar el barco del banco de arena. Pero la embarcación no se mueve: ¿qué hacer en tal coyuntura?...
[258]
Hemos acordado entre nosotros llamar en nuestra ayuda a aquellos hombres. Gritando a más no poder, les indicamos que acudan, casi para recibir regalos. Después de una hora de gritar, dar palmadas y hacer toda clase de ruidos, y mucho más, una piragua con doce Schelluk y un jefe se despega de la orilla y viene hacia nosotros erizada de lanzas, arcos y escudos, mientras todas las demás en la orilla van preparándose con gente armada para acudir en auxilio de la primera.
[259]
Cuando los tenemos a bordo del Stella Mattutina, con gestos y gritos les indicamos que queremos su ayuda para liberar nuestra embarcación. Ellos nos dan a entender que antes de hacerlo necesitan volver a la orilla para acordar con su jefe cuántos abalorios (cuentas de vidrio) recibirán por esto. No se lo permitimos. Entonces, depuestas las armas, con excepción de la lanza, se lanzan al agua para ayudar a los marineros. Pero todo fue en vano. Entonces les hicimos entender que debían ir a tierra a llamar a los otros, y que después nosotros les pagaríamos bien. No -contestaron -. Queremos –dijeron– dos o tres jefes vuestros (tal nos consideraban a los sacerdotes) para llevarlos con nosotros y retenerlos hasta que nos deis abalorios.
[260]
Mientras el capitán discutía y decía que no, nosotros acordábamos quién debía ir de rehén. Los cuatro queríamos ir; y al final, mientras cada uno de nosotros argüía en favor de sus razones para ir, ellos se alejaron, y en menos de un cuarto de hora se presentaron otras tres piraguas con hombres armados como los anteriores, que con toda fuerza se dieron a la tarea de intentar mover nuestro barco. Después de no poco trabajo, la embarcación se movió y, alegres, todos nos pusimos a animarles. Pero ellos, al ver que se movía, pararon, y lanza en mano nos pidieron los abalorios. Nosotros se los mostramos, sin pensar en dárselos todavía; pero cuando los vieron en sus manos, ellos desaparecieron rápidamente, dejándonos solos y con la embarcación más hundida que antes.
Luego los vimos, ya en tierra, reunirse en gran número y repartirse el paquete de abalorios. Así transcurrió todo aquel día. Nosotros a cada momento observábamos a nuestros amigos Schelluk; y a decir verdad, aquel ir y venir de piraguas, la aparición de otras, el ver a los Denkas del otro lado del río alejarse (y sabemos que los Denka temen mucho a los Schelluk, de modo que cuando se juntan muchos Schelluk por un lado, los Denka huyen por otro), todo nos hacía sospechar si no intentarían apoderarse de nuestro barco y hacer una buena fritada con nosotros.
[261]
Caída la tarde, y llegada la noche, nos reunimos a tratar de cómo salir de aquel aprieto. Se propone, se discute, se reza. Pero ya te dije antes nunca se puede abrigar temor cuando se piensa que tenemos una Madre amante y poderosa que vela por nosotros.
[262]
La Virgen María, el precioso alivio del Misionero, esa Virgen que es la verdadera Reina de la Nigricia, la Madre de consolación, no podía abandonar a sus cuatro pobres siervos, que intentaban darla a conocer junto con su divino Hijo también a esas gentes idólatras. Ella venía en nuestro auxilio al sugerirnos el medio de salir de aquel trance. Por la noche volvimos a poner centinelas, y nos costó mucho trabajo negar a los marineros el fusil. Pero lo tuvimos que hacer así para que no se produjese algún incidente y se entablase pelea con los indígenas; porque nuestros tripulantes son mahometanos, y para éstos es una virtud matar a otros.
[263]
Transcurre la noche y a la mañana se pone en ejecución el plan acordado, que consiste en lo siguiente: con los 16 remos del barco (que son cuatro veces más gruesos que los de nuestras embarcaciones del Garda) construir una balsa en un lugar donde el río fuese hondo, y sobre esta balsa poner 30 cajas de aquellas cuyo contenido no se deteriorase al contacto con el agua, como herramientas, botellas, quincalla, etc., a fin de aligerar el barco, que sin duda saldría un poco más a flote, y así los marineros podrían empujarlo más fácilmente hasta un lugar con suficiente profundidad. La idea fue ejecutada con exactitud y celeridad. Cargar la balsa, empujar el barco y volverlo a cargar llevó unas diez horas; y es increíble, bajo un sol de 38 grados, las fatigas que tuvieron que pasar los tripulantes para efectuar acarreo.
[264]
Dios bendijo el plan; y tras 42 horas de penosa demora en aquel terrible banco de arena, favorecidos por un firme viento continuamos viaje, dando gracias a la Providencia que había suavizado aquel día la belicosidad de los Schelluk, los cuales nunca dejan escapar semejantes ocasiones de hacer presas o botín. Contentos por haber dejado atrás ese peligro, avanzamos rápidamente y con mucha cautela. Cada cuarto de hora el Stella Mattutina embarranca de nuevo, y trabajosamente queda otra vez libre; a menudo choca con escollos y bancos de arena. Y es maravilla que esta embarcación, aunque la más grande y fuerte de Sudán, porque está toda reforzada con hierro, haya conseguido traernos hasta aquí, entre los Kich, sin quedar destrozada.
[265]
En las orillas izquierda y derecha abundan los hombres armados de lanza, escudo, arco y flechas. A la izquierda están los Schelluk; a la derecha los Denka, que cuando se dan cuenta de que los Schelluk son muchos, se adentran en la selva, y sólo aparecen cuando menos poblada de Schelluk está la orilla izquierda. Resulta sorprendente ver tierras cubiertas de ganado a lo largo de muchas millas, con vacas, toros, y ver nubes de miles y millones de aves (no exagero nada) de toda especie, color y tamaño que cubren el sol.
[266]
Imagínate bosques y praderas donde jamás se pusieron trampas a las aves. Los indígenas nunca se ponen a cazar pájaros, los cuales, por otra parte, no son para ellos un bocado apreciado. Cuanto más se sigue adelante, menos aparecen, y se adentran cada vez más en las selvas, hasta que ya no se ven; de manera que las orillas hasta el grado 7 sólo se muestran cubiertas de juncos, papiros y pequeñas mimosas; y sólo de cuando en cuando se alza descollante el baobab, que es el árbol más corpulento y alto del mundo. Antes de llegar a la capital de los Schelluk, donde nos detenemos con el Stella Mattutina, quiero hablarte brevemente de las dos grandes tribus de los Schelluk y de los Denka. La tribu de los Schelluk, una de las mayores y más poderosas de Africa Central, se extiende desde los 12° hasta los 9° de lat. N.
[267]
Por lo que nos consta, no tienen ninguna religión: solamente creen y reconocen un espíritu invisible que ha hecho todas las cosas, el cual a veces baja a visitarlos en forma de lagartija, de topo o de ave. Dado que los Schelluk no tienen bastantes rebaños de vacas para casarse y vivir, están en continua guerra con la vecina tribu de los Bagara, de tal modo que ahora son muy ricos por los continuos robos que hacen a éstos. Todos los años, cuando los vientos soplan del sur, la parte de población Schelluk que se encuentra en estricta pobreza, se une en numerosas tropas mandadas por uno de sus jefes; y sobre sus veloces piraguas descienden más de doscientas millas por el río, y se esconden en las islitas cubiertas de bosque de las que antes te hablé.
[268]
Cuando se disponen a explorar los lugares donde los Bagara llevan a beber sus ganados, se unen en escuadras de treinta, cuarenta piraguas, que por ser veloces, largas y bajas, pueden navegar por la noche sin ser vistas, y desaparecer fácilmente detrás de la tupida hierba de las orillas. Cuando llegan los rebaños, y se lanzan sedientos al agua, los Schelluk al acecho, armados de lanzas, caen en tromba sobre los despavoridos guardianes, se llevan las vacas, los carneros, los toros, etc, y se vuelven a sus islotes antes que desde sus lejanos campamentos los Bagara puedan acudir en socorro de sus hermanos atacados; los cuales, no teniendo barcas ni ningún otro medio de perseguir a los ladrones, no pueden hacer otra cosa que amenazar desde lejos al expoliador enemigo.
[269]
Pero hay ocasiones en que los Bagara se vengan de los Schelluk. Informados a veces de la llegada y de los hostiles propósitos de los Schelluk, los esperan emboscados entre los matorrales de la orilla, y se les echan encima en el momento que van a coger el ganado. Los separan de sus embarcaciones y, haciéndolos prisioneros, los venden como esclavos a los mercaderes nubios, con lo que se convierten así en objeto de comercio en los mercados de Jartum.
[270]
El gobierno de los Schelluk es despótico, y su trono está ensangrentado de luchas entre facciones o de crímenes entre herederos. Aunque nosotros pasamos por delante de la capital de los Schelluk, no vimos la residencia del rey, porque se encuentra a tres millas de distancia. Está construida, según me dijo un indígena que sabía árabe, en forma de laberinto. La vida del rey está amenazada de la mañana a la noche, y él vive invisible, no durmiendo nunca dos noches seguidas en la misma habitación.
[271]
Todos los poblados de esta vasta tribu están sometidos a una contribución anual de muchas vacas, según la riqueza o el número de habitantes. Además el rey tiene derecho a la tercera parte de todos los robos que sus súbditos cometen fuera de la tribu, y castiga con la pérdida de todo o casi todo a quienes roben y no le lleven su parte del botín. Como todas las tribus de Africa, practican la poligamia, y pueden tener cuantas mujeres quieran y abandonarlas cuando les plazca. En cuanto a la caza que dan a los hipopótamos, la forma de sus cabañas, etc., como son comunes a las otras tribus de Africa que hemos visto en nuestro recorrido, te diré algo cuando te hable de las mismas.
[272]
Tendremos más ocasiones de conocer y observar a esta gente. Físicamente, son altos y nervudos, y muchos vi yo de estatura gigantesca. Los hombres, como todos los negros de Africa que hemos visitado, van completamente desnudos; y lo mismo las mujeres, a excepción de las casadas, que llevan al costado derecho o al izquierdo una piel de cordero o de cabra. Las más ricas llevan una piel de tigre, pero poco se interesan éstas en cubrir lo que debe estar cubierto; y por lo que vi, casi me inclino a creer que esto no lo hacen por sentimiento de pudor, sino por vanidad. La fantasía de los Schelluk se manifiesta especialmente en los adornos del cabello. Se lo cortan de mil maneras; se hacen crestas de gallo, barbas de chivo; a veces se lo cortan dejando que forme como orejas de carnero o de tigre. No sabría traducirte con detalle la fantasía de esta clase de adornos, para los que son muy caprichosos.
[273]
Esta sería una tribu adecuada para nuestro plan de Misión; pero, por razones que ya te diré, la descartamos. Mas he aquí que ya estamos en su capital, Denab, y Kako. Esta ciudad está situada en el Nilo Blanco, y tiene más de una milla de largo. El rey no concede nunca audiencia a nadie, salvo a tres o cuatro confidentes suyos, y a sus innumerables mujeres, cuando quiere servirse de ellas.
Cuando esos confidentes suyos se presentan, deben arrastrarse como serpientes, recibir las órdenes de cara al suelo, y luego volver atrás arrastrándose; en suma –y permíteme que use la expresión veronesa para hacértelo entender–, cuando se presentan ante el rey, deben andar dentro de su cabaña gattognao. A la vista de la capital de los Schelluk disfrutamos de un espectáculo sorprendente. Detenido el Stella Mattutina frente a ella, aparece una muchedumbre de variadas razas y atuendos, que instalan mercado en la orilla. Había una raza de hombres completamente rojos, lo mismo que la sangre fresca,como los que he visto cerca de Halfaya.
[274]
Había nómadas de color rojizo; había de los Abu-Gerid, pueblos del color del carnero cocido; había individuos completamente amarillentos, parecidos a los Hassanieh; había gente del Kordofán, que son de un pardo oscuro; y nativos Schelluk, que, como todos los negros de Africa Central, van siempre armados de lanza (cuya forma varía según las tribus), de escudo de cuero de forma oblonga, de arco y de flechas; y estas armas las llevan siempre (a excepción del escudo, que a veces deponen), ya estén apacentando el ganado, comerciando, o sin hacer nada. Todas las tribus que hemos visitado se sirven de la lanza para defenderse o atacar, o para cortar las cosas que necesitan, y para pescar, cazar, etc.
[275]
Tanto los hombres como las mujeres van adornados con sartas de abalorios, que se ponen al cuello, o a la cintura como nosotros la correa, o en la frente; y el que tiene más abalorios es considerado el más bello. He visto al hijo de un jefe que llevaba cuentas de vidrio hasta en la barriga, y caminaba como si fuese el amo del mundo.
[276]
El rey, por cierto, se cree el monarca más grande de la tierra, con la excepción del de Abisinia; y por lo mismo no concede audiencia a nadie, salvo al rey de Abisinia, si viniese. En Kako, que es una ciudad de los Schelluk situada en el grado 10, he intentado comparar la lengua de mi amigo Bahhit Miniscalchi con la local; pero las he encontrado diferentes. Por otra parte, soy de la opinión de que por Kako se puede penetrar con mucha facilidad en las tribus de Karco y Fanda, es decir, Gebel Nuba, sin pasar el desierto de Bagara, el Kordofán y Dongola, que es el camino que siguió el negro Miniscalchi. También esa tribu sería adecuada a nuestro plan, pero se oponen a ello las razones que te diré. Toda la ribera izquierda de los Schelluk hasta el grado nueve y medio rebosa de guerreros armados como os dije, que caminan con bastante dificultad andando con los talones vueltos hacia fuera.
[277]
Pero pasemos a los Denka. Es la tribu más vasta de Africa Central, por lo que nos consta; y ésta es la razón por la que desde hace mucho tiempo pensamos escogerla como punto central de nuestras fatigas, y como campo de nuestros sudores. Sobre el estado de esta tribu, su gobierno, religión, etc. no se sabe nada preciso: se ignoran hasta sus confines. Antes, sin embargo, de decidirnos definitivamente por ella, queremos recorrer otras tribus, para elegir luego con más seguridad y elementos de juicio. Los Denka, que van desnudos como todas las tribus que hemos visto, se cubren de ceniza todo el cuerpo, incluso cabeza y ojos; y esto, según se nos dijo, lo hacen para defenderse de los mosquitos, que en número infinito y de diversas especies atormentan a quien vive en Africa Central.
[278]
Sus orillas están llenas de cocodrilos e hipopótamos; y un día, observando desde lejos, vi como un grande y largo escollo, que yo creí de granito rojo: era una isla formada por enormes hipopótamos todos apiñados. Los Denka, como todos los negros de Africa, llevan brazaletes de marfil en el antebrazo y en las muñecas. Untan sus flechas con cierta hierba venenosa, por lo que resultan mortales. Los pertenecientes a esta tribu se distinguen de las otras razas de negros: tienen la frente espaciosa y protuberante, el cráneo plano e inclinado hacia las sienes, el cuerpo largo y delgado.
[279]
Viendo a esos hombres con la lanza en la mano, apoyando abúlicamente todo el cuerpo en el escudo, tiene uno la impresión de estar ante la encarnación de la vida ociosa e indolente; y ellos, teniendo melisa para emborracharse, leche para sustentarse, y mujeres para satisfacerse, no desean nada más. Pero la luz del Evangelio brillará ante sus ojos, y, penetrando en sus mentes y en sus corazones, con la gracia divina cambiarán sus pensamientos, inclinaciones y costumbres. Su lengua se ha extendido a otras de Africa; y, por lo que a mí me parece, no es más que una amalgama de monosílabos. Los poblados de los Denka son bastante míseros y contrastan con el buen especto de las ciudades Schelluk, las cuales son más grandes, espaciosas y cómodas.
Todas las ciudades son un amasijo de poblados, los cuales se distinguen entre sí por un espacio intermedio de unos 30 pasos. Los poblados se componen de cincuenta, cien, trescientas o más cabañas construidas en forma de cono. Su perímetro es circular, con la pared de unos siete pies de altura, hecha de hierba, sobre la, que cae como una tapadera de cañas bastante elegante. Observad la figura núm. 1, que ofrece una idea de Kako. Pero dejemos a los Denka (1): más adelante, si Dios quiere, cuando logremos penetrar en el interior de esta vasta tribu, podré daros abundantes noticias.
[280]
Pero antes de continuar quiero contaros cómo nos detuvimos en Hano para proveernos de un toro. Aquí, en el Stella Mattutina, recibimos al viejo jefe (cheik) de esta ciudad, el cual, con su pelo blanco, con los miembros teblorosos, desnudo como estaba, movía a compasión. Le hicimos entrar en la hermosa capilla y, sorprendido de la maravilla, soltó un fuerte grito y retrocedió como desquiciado. Habiéndole llevado ante un gran espejo del camarote del barco, son para no contar las cosas extrañas y curiosas que hizo. Al ver su figura en el espejo, se hablaba, contestaba, gritaba, prorrumpía en grandes risas, y finalmente, quizá por algo que vio en el espejo, quiso huir. Nosotros lo retuvimos; y nos argumentó tanto en su habla que parecía como si quisiera hacernos entrega de su poder. Finalmente se fue a tierra en una embarcación hecha de cañas de ambai preparado a modo de soguillas o manojos, con que los Schelluk suelen cruzar el Nilo.
[281]
Aquel poblado o ciudad, estaba rodeado de hermosas palmas de Doleb, que son como las datileras, pero con la diferencia de que en la parte media del tronco son más gruesas que abajo y arriba. Pocas millas más allá de Hano se abren majestuosas las bocas del río Sobat, que llevan al interior del territorio de los Denka, y que están todavía rojas, por decirlo así, de la sangre de los que intentaron entrar por ellas: éstos pagaron porque se presentaron con ánimo hostil, amenazando a los indígenas si no les entregaban los colmillos de elefante que poseían. Nosotros, ya en Europa, habíamos decidido penetrar en tierras de los Denka por las bocas del Sobat, y quizá llevemos a cabo este proyecto. Pero ahora, desde Asuán, hemos decidido recorrer los lugares para asegurarnos mejor de dónde quiere Dios que empecemos nuestra misión.
[282]
Estas bocas forman como un delicioso lago cubierto alrededor de exuberante vegetación.. Llegado a este punto, el río dobla de manera brusca completamente hacia occidente, bañando a la izquierda la tribu de los Yanguéh, a la derecha el imnenso pantano de los Núer, que es una verdadera isla, a la que rodea por un lado el Nilo Blanco y por la otra el canal de los Núer, y que tiene un perímetro de más de 400 millas. No te digo nada de la pequeña tribu de los Yanguéh, salvo que en ella hay infinidad de plantas de papiro, que los antiguos utilizaban para escribir en vez del papel, y que antaño abundaba en Egipto. Esta útil planta es como la del maíz, salvo que sus hojas, cual cabellos, caen graciosamente a modo de melena.
Aquí saludamos a los indígenas de esta tribu, quienes tosca pero cordialmente nos corresponden con gritos, exultantes por haber matado a un gran hipopótamo, cuya carne despedazada habían puesto al sol para luego comerla así, cruda, como hacen los negros.
[283]
En tierras de los Yanguéh vemos muchos baobabs de tamaño mediano, e inmensas manadas de búfalos salvajes, grandes como bueyes, con los cuernos monstruosamente retorcidos hacia la frente, a los que da caza aquella gente. Por las montañas de Tkem y Tira, que están muy al interior a occidente, hay inmensas jirafas que llegan con el cuello hasta una altura de 25 pies. La orilla izquierda, pasado el territorio de los Núer, nos ofrece el espectáculo de un rebaño de grandes elefantes, abundantes en ese inmenso pantano, que pastaban en su camino hacia el río para beber. Allí hay muchos rinocerontes, uno de los cuales fue muerto anteayer cerca de nuestra estación provisional.
Fue después de ver a los elefantes cuando un viento impetuoso desgarró la vela mayor de nuestro barco, de manera que nos vimos obligados a permanecer en aquel pantano medio día, cerca del lugar donde, hacía poco, un nubio de la Misión de Jartum, que se había apartado de la orilla, había muerto de la lanzada de un Núer.
[284]
Allí, mientras D. Beltrame daba caza a un hipopótamo, yo quise seguir una bandada de abusin, que son aves del tamaño de un cabrito. Pero ante los disparos de D. Juan, que es un cazador discreto, el hipopótamo no se dignaba ni moverse, porque solamente su piel tiene un grosor de cuatro dedos; y ante mis disparos, los abusin apenas se tomaban la molestia de volar cuatro pasos más lejos, despreciando mis esfuerzos como inútiles: yo nunca he tirado con bala. Reparada la vela, proseguimos viaje con ella envergada (recogida), y aun con las velas sin desplegar, el barco avanza rápidamente como un vapor. Dos días después de nuestro viraje a occidente, llegamos a la desembocadura de otro grandísimo río de Africa Central: el Bahar-el-Ghazal, o río de los ciervos. El aspecto del paraje donde se juntan el Nilo Blanco y el Ghazal es el de un lago encantado, rodeado por inmensos y amenísimos jardines de mimosas, ambais y baobabs formados por la naturaleza, y que nunca osó tocar mano de hombre.
[285]
En este punto, que se halla en el grado 10, torcemos con total orientación a mediodía, siempre orillando la inmensa tribu de los Núer, que habita en ambas márgenes. Desde aquí hasta los Kich el río efectúa más de cuarenta cambios de dirección, girando ya al mediodía, ya al septentrión, ora a oriente ora a occidente, de manera que durante más de un día los marineros tuvieron que remolcar el barco (tirar l’anzana, que decís vosotros en el lago Garda) bajo un sol como para cocerse vivo; y como los Núer estiman en poco la vida de un hombre, cada vez que los tripulantes bajaban a tierra tenían que ir armados. La dificultad aumentaba luego en aquellos lugares donde con viento contrario no se podía bajar a tierra, ya que los árboles cimbreaban sus ramajes hasta bien dentro del río; entonces echábamos el ancla y esperábamos hasta tener viento favorable. Pero echar el ancla en el Nilo Blanco no es como hacerlo en un lago, porque aquí la corriente arrastra río abajo. En este tramo disfrutamos al anochecer de un sorprendente espectáculo de hipopótamos y de ibis. Hemos visto miles y miles de hipopótamos desde Jartum, y también de ibis.
Grande como cuatro veces un buey, el hipopótamo tiene una cabeza desmesurada, parecida en la forma a la de un cordero, y en su boca cabe un hombre; su lomo es como el del caballo, y las patas son cortas como las del cerdo, pero en proporción; su mugido normal es como el del buey, aunque más sonoro y grave. El hipopótamo vive de día en el agua, y por la noche sale del río y se alimenta de hierba; en los lugares donde hay cereales y sorgo, como en Nubia, devasta un campo en una sola noche. Sobre el atardecer, el hipopótamo suele salir desde el fondo del río a la superficie precipitadamente, lanzando bufidos, mugiendo y dando saltos como los del caballo, y luego zambullirse nuevamente revolviendo toda el agua como cuando hay tempestad. Nuestra embarcación pasó más de una vez sobre el lomo de los hipopótamos; y muchas otras veces nos tocó soportar golpes tremendos, producidos por el paso de un hipopótamo. Precisamente en el Stella Mattutina, hace ya unos años, estando el cocinero en su trabajo, fue empujado al agua por un hipopótamo y devorado de un solo bocado.
[286]
Pues bien, aquel atardecer nos encontrábamos en medio de miles de hipopótamos, que bufaban, mugían y corrían precipitadamente, como si a nuestro alrededor se estuviera librando una batalla entre estos temibles anfibios. Esta escena duró hasta la mañana siguiente, y muchas veces hubo que mover la embarcación de un lado a otro del río para evitar a estos terribles animales cuando estaban en grupos, formando otras tantas islas. También aquella tarde recorrimos un buen trecho admirando en la orilla izquierda una hilera de altísimos árboles, durante tres millas todos cubiertos de ibis.
[287]
Como dos veces nuestro pavo, el ibis tiene cuello largo, pico de pato y bellísimas plumas. El ibis era en la antigüedad uno de los dioses más grandes de Egipto; y su nombre también ha sido consagrado ahora en Verona por una sociedad científica, que imprime una hoja con el título de Ibis. Imagínate ahora lo que es recorrer tres millas junto a una hilera de árboles todos cubiertos no de moscas, sino de cientos de miles de estos preciosos volátiles, que sin temor observaban el paso del Stella Mattutina.
[288]
Aquello fue un motivo para exaltar la grandeza de Dios, que con tanta sabiduría y poder piensa también en esos animales. A hacer aún más bella aquella tarde y aquella noche contribuyeron también los innumerables fuegos de los Núer, quienes para abrirse paso desde el interior hasta el río incendian el alto herbaje de toda la llanura, lo cual es un espectáculo digno de verse. La vasta región de los Núer nos ofrece además el espectáculo de inmensas manadas de antílopes, de búfalos y de muchos otros animales. Pasada la extensa ciudad de Goden, con gran sorpresa descubrimos que los negros cultivan sorgo. Sus cabañas son similares a las de los Schelluk, pero distanciadas muchos pasos unas de otras; y en torno a cada cabaña hay sembrados de sorgo del que se alimenta esa familia.
La tribu de los Núer es la más industriosa de todas las que hemos visto y por tanto, a mi entender, la más rica. Tuve ocasión de conocer algo de este pueblo, por habernos detenido en Fandah-el-Eliab, que es como la capital, y el primer mercado de las tribus.
[289]
Aquí quiero hacer una breve digresión. Desde Europa, por los libros, etcétera, y luego por los trágicos relatos que oíamos en Jartum, nos habíamos formado una idea espantosa de los Núer: que matan, que masacran, que comen personas, etc. etc.; y sobre esto nos insistieron especialmente en Jartum, donde nos aconsejaron armarnos de muchos fusiles para resistir los ataques de los negros. Pero desde la tribu de los Hassanieh vimos siempre que los negros huían al vernos. Los Bagara, Los Schelluk, los Denka, los Núer, etc., o contestaban a nuestros saludos, o huían. En resumen: que aunque nos encontramos siempre en medio de tanta gente armada de lanza, escudo, flechas envenanadas y gruesos garrotes, debo llegar a la conclusión de que ellos tienen más miedo de nosotros que nosotros de ellos; por eso, para presentarnos ante los negros, vamos decididos y sin mostrar ningún temor, y ellos, al vernos tan resueltos, huyen si no les invitamos a permanecer con nosotros.
[290]
Y esto lo puse en práctica cuando, llegado a Fandah, bajé entre las lanzas de un gran mercado de Núer, que, según nos acercábamos, nos abrían paso como cuando entre nosotros pasa un emperador. En aquella circunstancia tuve ocasión de admirar la fantasía de los hombres y mujeres Núer. Muchos tenían el pelo embadurnado de barro, de ceniza o de sorgo y les caía en forma de coletitas; otros lo tenían todo cubierto de perlitas y abalorios a guisa de casco militar; otros, rizado bruscamente en vertical, como los diablos que pintan entre nosotros; otros lucían láminas de latón o de cobre en la frente; otros, el pelo en forma de plato; otros llevaban tiras de piel de tigre al cuello; y todos con dos, tres, y hasta cinco brazaletes de marfil en los antebrazos. Adornadas de tal modo esas figuras desnudas embadurnadas de ceniza, te digo de verdad que parecían otros tantos diablos.
Mayor era todavía la extravagancia de las mujeres, las cuales llevaban en las orejas, dos, tres, diez y hasta quince aretes de cobre; las había que tenían las orejas completamente cubiertas de abalorios y vidrios de colores; otras, el estómago todo adornado de filas de aretes, de abalorios, y muchas una sarta de abalorios, vidrios o aretes de cobre que, enganchada en el labio superior, subía hacia arriba.
[291]
En suma, era un espectáculo verlos entre las lanzas, los escudos y las flechas. El aspecto de las mujeres es monstruoso. Con sus largos y blancos dientes, con la piel arrugada por la ceniza, con el cuerpo todo enlodado, digo la verdad que casi hacen vomitar. Esta gran tribu de los Núer sería un campo estupendo para nuestros trabajos; pero su territorio pantanoso es mortal para el europeo, y, lo que es más, se opone la razón que te diré después. En Fandah recibimos en el barco al jefe de esta tribu, el cual dio las mismas muestras de asombro que el de Huao; pero éste era arrogante y decidido.
[292]
Cerca de Meha vemos en el río el cadáver de una mujer; y nos damos cuenta de que estamos en la tribu de los Kich, donde tienen la mala costumbre de arrojar los muertos al río. Aquí un circasiano Koschut viene a vernos junto con otros tres al Stella Mattutina, y nos cuenta muchas cosas de la tribu de los Angai, que está muy al interior, y cuyo jefe compró hace poco un hermoso joven por diecisiete bueyes, y luego lo mató. Encontramos al jefe de la tribu sucio como un cerdo, y furioso porque acababan de venir los Núer a su tribu y le habían robado todos sus rebaños. Vemos las sórdidas cabañas de los Kich, que nos revelan bastante en qué miseria se encuentran esos pobres africanos. Pasando junto a un poblado por donde estaba uno de los jefes, éste se pone a seguir nuestro barco diciendo, «nuestro señor ha venido», y gritando cham-cham, que significa «tengo hambre». Habiéndole dado unos bizcochos, él quiere venir detrás de nosotros armado por la orilla, como para protegernos a nuestro paso de los ladrones, que hay allí en gran número; incluso se puede decir que los Kich son todos ladrones, aunque tímidos y poco astutos.
[293]
Después de dejar atrás el gran poblado de Abu-Kuka, ayudados por negros que remolcaban la embarcación, llegamos finalmente a la estación de Santa Cruz, donde ahora nos encontramos, que está en la población llamada Pa-Nom. Nuestra llegada tuvo lugar el 14 de febrero, veinticinco días después de nuestra partida de Jartum, que dista mil millas de esta ciudad, según cálculos precisos y ajustados. Pa-Nom está situada a siete grados de lat. N, y es un magnífico punto central, y más seguro que los otros, para emprender exploraciones.
Por eso nos detenemos aquí; y si no ocurre nada que lo impida, estamos decididos a poner en marcha el plan de nuestro Superior, y cumplir sus órdenes de buscar una tribu adecuada a sus fines. Y he aquí lo que pensamos hacer: Mediante todas las exploraciones y averiguaciones que hemos llevado a cabo, hemos podido saber con certeza que la lengua de los Denka es la más extensa de toda el Africa bañada por el Bahar-el-Abiad; y es hablada y entendida no solamente por la tribu de los Denka, sino también por los Núer, los Yanguéh, los Kich, los Tuit ,así como por los Schelluk, que habitan la orilla izquierda, enfrente de los Denka.
[294]
Ahora nos quedamos aquí entre los Kich para aprender la lengua de los Denka y a la vez realizar exploraciones para llegar a un mejor conocimiento de lo que Dios quiere que hagamos. Aprendida la lengua, enseguida podremos elegir entre muchas tribus donde se habla el denka; de este modo dispondremos de más tiempo para consultar la voluntad del Señor.
[295]
Nuestra actual estación provisional está situada a poca distancia del río, al comienzo de una selva inexplorada, llena de elefantes, tigres, leones, hienas, búfalos, rinocerontes y otras fieras y animales salvajes. Cada noche, elefantes, leones y otras fieras pasan por nuestra estación y van al río a beber. Tres días después de nuestra llegada a la tribu de los Kich, un león arrastró a un asno fuera de la choza y le destrozó el lomo; dos días más tarde pasaron más de doscientos elefantes junto a nosotros (que estábamos encerrados en nuestras cabañas) para ir a abrevar al río. El pasado domingo D. Angel y yo nos adentramos en la selva durante media hora para ver si encontrábamos árboles pequeños con que hacer una cabaña, y descubrimos gran número de árboles derribados por los elefantes, y las huellas de búfalos y leones; pero no vimos animales feroces, porque éstos se mueven de noche, y porque Dios nos protegía.
Te prometí antes contarte algo de la caza de los elefantes y de los hipopótamos, pero no tengo tiempo. Bástate con saber que el elefante es el animal terrestre más grande que se conoce, que con su trompa (nariz) derriba árboles muy corpulentos; que sus dos colmillos pesan tres, cuatro e incluso cinco arrobas cada uno; y que en El Cairo cada colmillo de elefante se paga a cien táleros el qintâr (unas cuatro arrobas).
[296]
Queridos padres, veo que estoy en un mundo totalmente diferente del de Europa. [……] Me parece, por otra parte, que los relatos de los viajeros sobre Africa son exagerados. Es verdad que estos hombres, que masacran y matan, son crueles con los blancos; pero sólo cuando son provocados.
[297]
Nosotros hemos venido aquí con el beso de la paz, a fin de traerles el mayor bien que existe: la Religión. Ellos nunca nos han dado motivo de disgusto: nos traen leña, paja, y todo lo que hay allí; nosotros les damos a cambio sorgo o abalorios, y ellos se van tan contentos. No temáis, queridos míos: con el crucifijo al pecho o con la palabra de paz, se amansan las bestias más feroces; también es cierto que se necesita la gracia de Dios, pero ésta no falta nunca. Tendremos que trabajar, sudar, morir; pero la idea de que se suda y se muere por amor a Jesucristo, y por la salvación de las almas más abandonadas del mundo, es demasiado dulce para que nos desanimemos de llevar a cabo la gran empresa.
[298]
El primer esfuerzo que Dios quiere que hagamos es aprender la lengua de los Denka. Cuando se dispone de gramáticas, de diccionarios y de buenos maestros, no es tan difícil aprender una lengua extranjera. Pero nuestro caso es bien diferente. La lengua de los Denka nunca fue conocida, por lo que no existen ni gramáticas, ni diccionarios, ni maestros. La gramática y el diccionario de la lengua de los Denka los haremos nosotros; pero resulta que todas las palabras debemos tomarlas de labios de estos indígenas, los cuales no conocen nuestra lengua ni el árabe: ¡ved cuántas dificultades!
[299]
Y una vez que dispongamos de un discreto repertorio de palabras, a fuerza de raciocinios y deducciones tendremos que hallar las reglas gramaticales, la formación de los tiempos, el modo de construir frases, y demás. Sí, todo esto tendremos que hacerlo nosotros. Por otra parte, para predicar no podemos esperar a tener perfectamente aprendida la lengua. En cuanto sepamos chapurrear cuatro frasecitas, ahí nos tendréis metidos en medio de una turba de hombres armados, para darles una idea de Dios, de Jesucristo y de la religión. Ya empezamos aquí reuniendo a los Kich. Que Dios mueva sus corazones.
[300]
Lo que aún nos da pena es ver deplorablemente ociosa a esta gente. Hay aquí llanuras de cientos de millas que tienen una tierra con la que en Europa se harían milagros, y ellos las dejan sin cultivar. Pasan hambre, y no piensan en sembrar. Carecen, es cierto, de herramientas y de todo; pero ese ingenio que les ha permitido fabricar las lanzas y flechas debería haberles enseñado a hacerse también buenas azadas, palas, picos y herramientas de corte. Pero sobre ellos nada os quiero decir, esperando a conocerlos mejor para describíroslos. Hasta ahora no os he hablado de la religión de esta gente, ni de la idea que tienen de Dios. Nosotros, para escoger con buen criterio un lugar de Misión, debemos informarnos de todo, incluso de cosas que aparentemente no tienen nada que ver con la Religión. Pero tiempo vendrá en que os escribiré también de ésta. Los que viven a orillas del río se dedican a la pesca.
[301]
El Nilo está lleno de grandes peces. No se puede comparar la abundancia de pesca que se da en nuestro lago con la del Nilo, especialmente entre estas tribus; y lo deduzco por la manera de pescar de estos indígenas. No tienen anzuelos ni redes; sólo una larga caña, al final de la cual hay una flecha. Con este arpón montan en sus piraguas, y recorren, por ejemplo, un tramo de cien pasos, clavándolo continuamente en el agua a la buena de Dios, sin fijarse primero dónde está el pez; y no es para contarlo la cantidad de peces que logran pescar en poco tiempo. Sus piraguas son de la longitud de nuestras barcas, pero extraordinariamente estrechas, no sobrepasando los tres palmos, por lo que apenas cabe una persona. Los Schelluk construyen estas piraguas con tiras de corteza de árboles que unen unas con otras; y aquí, entre los Kich, son de una sola pieza, hechas de un tronco ahuecado a fuerza de arponazos.
[302]
Pero basta, queridos padres. Yo tendría otras cosas que deciros; quisiera estar hablándoos siempre para consolaros, para repetiros que estéis contentos y tranquilos. No os quejéis del abandono ni de la separación; dejad que lloren la lejanía los que no tienen religión. Y aun suponiendo que no nos volviéramos a ver jamás en este mundo, ¿no es acaso una suerte abandonarnos en la tierra para encontrarnos felices en el cielo, y para siempre?
[303]
El adiós, la lejanía, el abandono pueden llorarlo los mezquinos e infelices que no conocen otro mundo que éste, ni otra unión que la material de las personas. Pero nosotros sabemos por la fe que hay un Paraíso, y allí se reúnen todos los verdaderos hijos de Dios; allí se juntan todas las plegarias de los hombres, que se elevan desde todos los rincones de la tierra. Por eso, aunque vosotros estéis en una parte del mundo y yo en otra, estamos y estaremos siempre unidos, porque confluimos en un solo punto, Dios, que es centro de comunicación entre vosotros y yo.
[304]
Pero, ¿sabéis por ventura lo que la Providencia ha determinado?... Quizá nos volvamos a ver. El clima de Africa es terrible, pero no tanto como se cree. ¿No os parece una maravilla que de seis que somos, ninguno haya muerto en el viaje? Para vuestro consuelo os debo decir además que la posición en que estamos es mucho mejor que la de Jartum; y es sana. Al calor ya estamos acostumbrados; las fiebres van y vienen, pero finalmente desaparecen. Moriré, Dios lo sabe; pero hasta ahora estoy sano. Los cinco gozamos de espléndida salud. Demos gracias al Señor, pero a condición de que nos mande otras tribulaciones, si no nos quiere mandar enfermedades y muertes.
[305]
En fin, queridísimos padres, el Señor os bendiga primero en el alma y luego en el cuerpo. Recordad que os llevo siempre en el corazón. Mis compañeros os saludan cordialmente, os envían su santa bendición y desean estar en vuestro recuerdo. Rogad por ellos y por la Misión. Cuando menos lo esperéis, Dios os consolará. Y además, ¿es que yo no voy a poder consolaros con mis cartas? Cierto que son pobres y escasas de substancia; mas pensad que están escritas bárbaramente, sí, pero por vuestro hijo que os quiere.
[306]
Yo conservo las vuestras como una reliquia. Apenas recibidas, las guardo por orden; y cuando un natural sentimiento de dolor por vosotros me oprime, las leo, y me consuelo porque sé que vivo en vuestro recuerdo. Haced lo mismo también vosotros: cuando las cosas vayan mal (lo que es señal de que estamos en este mundo) leed algunas páginas de estos toscos garabatos de cartas que de cuando en cuando os mando, y veréis cómo os aliviáis. ¡Y quién sabe qué alegrías os tiene Dios preparada en la tierra! Pero vosotros buscad siempre las del cielo, despreciando las temporales. ¡Dios lo ve todo! ¡Dios lo puede todo! ¡Dios nos ama! Rezad por la conversión de Africa.
[307]
Mientras, os abrazo a los dos. Saludad cordialmente de mi parte a Eustaquio, Herminia, el tío José, César, Pedro, Vienna, y a todos los parientes, no olvidando dar un beso por mí a Eugenio cuando vuelva gloriosamente de Innsbruck. Presentad mis respetos al Sr. Consejero, al Patrón, a la señora Livia por medio de ellos, a Adolfo, y a los Sres. Santiago y Teresa Ferrari, de Riva. También al nuevo Ecónomo Espiritual, diciéndole que como feligrés suyo, también tengo yo derecho a su pastoral solicitud; pero como él está en un hemisferio y yo en otro, y encontrándome tantas millas lejos de sus ojos, por lo que no puede ejercer sobre mí su paternal cuidado, al menos tengo derecho a participar de esa pastoral solicitud con las oraciones. Y ya que su oficio implica rezar al Señor por su pueblo, y en las fiestas decir misa pro populo, yo deseo participar de sus pastorales cuidados, haciéndolo también de sus oraciones. En una palabra, decidle que rece al Señor por mí, que soy su oveja, aunque descarriada.
[308]
Saludad en mi nombre al Sr José y a Julia Carettoni; al Sr Pedro Ragusini y a Bartolo Carboni; a la familia Patuzzi, viejos y jóvenes; a D. Bem; a las tres Sras. Parolari-Patuzzi; a los Sres. Giraldi, es decir, a las Sras. Nina y Tita, al Sr. Juan, a Ventura, etc.; al Médico, a todos los Lucchini; al amigo Antonio Risatti; al Sargento, también en nombre de D. Angel; al pintor, a los jardineros de Supino y Tesolo; a Rambottini y Barbera, al buen Pedro Roensa, con su familia y su hija criada de los nuestros. Y recordad lo de nuestra sirvienta. Saludad también a la Sra. Cattina Lucchini, a Sassani, etc., etc. Mandad mis cordiales saludos al Arcipreste de la Pieve, a D. Luis, D. Pedro, al Párroco de Voltino, al Dr. David, y a esa buena mujer que es la vieja Mariana Perini.
[309]
En resumen, saludad de mi parte a todos los que frecuentan nuestra casa, a Minico el de Riva, a nuestros parientes de Bogliaco y Maderno, y a todos los paisanos de Limone. Decidles a los limoneses que los he abandonado con la persona, pero nunca con el espíritu. Nunca es tan dulce el recuerdo de la propia tierra como cuando se está lejos de ella. Decidles que recen al Señor por un paisano suyo que, aun alejado, siente afecto por ellos. Mis recuerdos al invulnerable Pirele, a su esposa la pudibunda María. En fin, adiós, queridos padres. Me complazco en repetiros que gozo de la mejor salud; lo mismo espero de vosotros. Al recibo de ésta, supongo que ya os habrá llegado el paquete de Jerusalén. Decid a los que mando recuerdos que se acuerden de mí, pero ante Dios.
Recibid el más cariñoso abrazo y además la santa bendición de
Vuestro afmo. hijo
Daniel Comboni
Misionero Aplico. en Africa Central
(1) Los Denka se quitan los dos dientes incisivos a la edad de 7 años.