N. 891 (848) – TO MGR JOSEPH DE GIRARDIN
“Annali Francescani” (1881), pp. 700–701
1879
«...Mi viaje desde El Cairo a Jartum con la numerosa caravana fue muy largo y penoso. Habiendo muerto de hambre y de sed de la mayor parte de los camellos, porque había llovido muy poco, me resultó dificilísimo encontrar los necesarios para atravesar con mi gente el gran desierto del Atmur. Por eso me vi obligado a dividir la caravana en dos partes: una para el transporte de las personas a través del Atmur, y la otra para los suministros. Esta pasó por los desiertos del reino de Dóngola, y llegó a Jartum 125 días después de la salida de El Cairo. La primera, que conducía yo mismo, llegó allí tras 77 jornadas: habíamos viajado 17 horas cada día con una temperatura de 58 grados, de manera que llegamos más muertos que vivos.
Encontré Africa Central desierta a causa de una terrible carestía que duraba ya siete meses, y cuya extensión y estragos eran tremendos. Faltaba la sal para condimentar los alimentos, que es una privación peor de lo que pueda parecer. El trigo, que costaba a 20 francos el ardeb (saco de 90 kilos), tras alcanzar el precio de 360 francos se había agotado por completo. Por algún tiempo aún fue posible encontrar grano del país; pero el durrah (maíz negro), el dokhon (especie de mijo) y las otras cosas de absoluta necesidad se vendían entre cincuenta y sesenta veces más caro de lo normal.
En el reino del Kordofán, donde ahora tenemos tres establecimientos, a duras penas se encontraba agua sucia y salobre a 3 francos la bormah (medida de 4 litros). Una Hermana tenía que levantarse a las cuatro de la mañana con las huerfanitas para ir a los pozos, porque los nuestros se habían secado, y esperar allí hasta el mediodía para conseguir esa dichosa agua salada, que se utilizaba para cocinar, beber y lavarse. Hacer la colada era imposible: la misma agua que servía para lavarse la cara era luego bebida con avidez. Miles eran los pueblos abandonados, porque a causa del hambre y la sed la gente moría como moscas; y no hablo del ganado. Además, en países como éstos, donde siempre hay que vérselas con las fiebres, se generaron diversas enfermedades contagiosas y una fiebre fulminante que en media hora lleva al otro mundo. Durante cuatro meses, de las veinticuatro horas del día no dormí una entera. Entre tantos horrores y desastres, en medio de tan espantosas calamidades como sufría mi Vicariato, la muerte segaba en gran número las vidas de los misioneros, las religiosas, los hermanos coadjutores y los alumnos, ¡y los que se libraban de ella eran probados, como yo, por las enfermedades!
Pero las obras del Señor, y especialmente la del apostolado, deben nacer y crecer en la falda del Calvario, y su historia se compendia en estas dos palabras: Cruz y Martirio. ¡La cruz es el camino real por el que ha de pasar el que quiere alcanzar el triunfo! Jamás habíamos tenido nosotros tantos muertos, entre los cuales hay que contar a mi Vicario y Administrador General, y brazo derecho de mi obra, D. Antonio Squaranti. Llegó un momento en que yo era el único que podía administrar los sacramentos, por estar todos los otros misioneros o muertos o moribundos. ¡A un tiempo, hacía yo las funciones de obispo, párroco, vicario, superior, administrador, médico, cirujano, enfermero y cuidador de enfermos día y noche! En cierta ocasión quise comprar a precio de oro un poco de carne para hacer caldo, pero me resultó imposible encontrarla. En el Kordofán, Sor Arsenia Le Floch (nacida en la región francesa de Bretaña), Superiora de las Hermanas de San José de la Aparición de Marsella (un verdadero ángel de piedad), estaba a punto de morir y deseaba un poco de pan mojado en agua; pero fue imposible complacerla. Cuando finalmente se encontró pan en casa de un comerciante judío, la pobre enferma ya había pasado a mejor vida.»
† Daniel Comboni.
N. 892; (849) – REPORT ON THE CONVERSION OF TWO MOHAMMEDANS
“Annali B. Pastore” (1879), fasc. 18, pp. 10–14
1879
Todo el mundo sabe lo difícil que es convertir a los mahometanos. En Oriente, miles y miles de misioneros han trabajado a lo largo de muchísimos años. Los beneméritos PP. Franciscanos llevan más de seis siglos esforzándose en Palestina, y muchos de ellos han sufrido el martirio. Los reverendos Padres Paúles, los Capuchinos, los Jesuitas, los Carmelitas tienen allí florecientes misiones e Institutos bien nutridos de personal. Entre las Ordenes femeninas cabe señalar las Hermanas de San Vicente de Paúl, las de San José de la Aparición, las de Nazaret, las Damas de Sión, las Franciscanas y otras Asociaciones y Congregaciones. Allí hay Obispos, Vicarios Apostólicos y Delegados Patriarcales, así como un gran número de Obispos de rito griego-católico, armenio, maronita, caldeo y sirio, con una multitud de sacerdotes y de frailes orientales.
Sin embargo, aunque allí ha habido y hay todavía un personal tan numeroso y multitud de misioneros de todo rito, ¡la conversión de un mahometano es una gran rareza! Pasemos a otro sitio. En Argelia encontramos un Arzobispo con Obispos católicos, con un número más que discreto de misioneros franceses, y muchos establecimientos de otras Ordenes religiosas, desde que en 1830 esa tierra pasó a estar bajo el dominio de Francia.
Y aun así, el muy reverendo Canónigo de la Catedral de Argel, el señor Lebouf, me decía que en sus treinta y seis años de misión en Argelia, donde ejercía el cargo y las obligaciones de Párroco, ¡ni siquiera pudo ver una sola conversión al catolicismo entre los seguidores de Mahoma!
Pues bien, nosotros podemos enumerar algunas conversiones de esta especie ocurridas en Africa Central, a pesar de todo lo raro que es el caso. La conversión de los mahometanos, a los que yo mismo bauticé solemnemente en la iglesia de Jartum, y a los cuales administré la Sagrada Confirmación, es la oculta obra de la gracia divina, que por vías admirables llamó a la fe a estas dos personas de edad viril. Uno de ellos, de veintidós años, recibió en el bautismo los nombres de Alfredo Salvador; al otro, de unos veinte años, se le puso Pedro Juan.
Pero estas conversiones no son mérito mío, y nadie de mi Vicariato ha tenido que ver en ellas. Son obra tan sólo de los beneméritos y reverendos Hermanos de las Escuelas Cristianas de El Cairo; y acaso ellos ni siquiera tienen conocimiento de los buenos efectos de su vida, tan virtuosamente reglada. Pero llegarán a conocerlos por este escrito mío, en el que se da la identidad de las dos personas en las que produjeron tan benéfica influencia estos buenos Religiosos. Los dos jóvenes a que me refiero nacieron en el reino de Dóngola, que forma parte de mi Vicariato; sus padres, mahometanos, se dedican al comercio de los dátiles entre Dóngola y Socoth, El Cairo y Alejandría, y ambos jóvenes fueron educados según las leyes de Mahoma.
En cuanto al hecho, he aquí cómo fue. Encontrándose por casualidad en El Cairo, fueron admitidos como sirvientes en el Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, y se les destinó al comedor; aunque de esto no estoy seguro. Lo cierto es que ellos afirman haberme conocido años atrás y haberme servido a la mesa en una visita que hice a esos Religiosos, con los que solía alojarme cuando desde el Viejo Cairo iba al Cairo Nuevo por asuntos de mi Instituto.
Estos jóvenes mahometanos a los que se ha manifestado la divina gracia no pudieron sustraerse a las impresiones que necesariamente ha de suscitar una vida consagrada a la piedad y a la devoción, contemplada en la concordia y en el amor constante hacia los alumnos. Veían a diario el virtuoso modo de vivir de estos Hermanos, la pureza de sus costumbres, el ejercicio continuo de la humildad, de la mansedumbre, de la mortificación y de la benignidad; y se persuadieron de que en la religión de maestros y educadores tan píos solamente se podía encontrar la pura verdad, la única de la que se derivaba y deriva la fuerza de la virtud.
La gracia de Jesucristo, que les hizo oír la llamada a la Fe, les instiló también amor y entusiasmo por ésta, y les dio la fuerza de voluntad de cumplir lo que ella enseña. Debieron de razonar y decir entre ellos: «Pero ¿no es esta religión mucho más bella, más sublime que la del Corán? ¡Menuda diferencia simplemente entre la música, las ceremonias y todas las formas externas de culto en la capilla de los Hermanos, y los gritos que se usan en nuestras mezquitas!» Pero, aunque tocados por la gracia, no se atrevieron a obedecer la voz del Señor, que se hacía sentir poderosamente en su corazón, dado que hasta entonces no se había progresado tanto en Egipto como para eliminar de las leyes la pena de muerte con que se castigaba lo mismo al musulmán que se hacía cristiano, que al misionero que emprendía la conversión de un musulmán.
No obstante, los dos jóvenes, que en el servicio eran obedientes y de excelente conducta, hicieron todo esfuerzo por tener algunas nociones del catolicismo y por aprender de memoria muchas de las enseñanzas del catecismo. El ejemplo que continuamente tenían delante de los ojos actuaba en ellos como el más elocuente sermón de un misionero; de modo que cuando vinieron a mis manos ya estaban convertidos a la fe, y a mí no me quedaba más que educar y cultivar la buena semilla que en El Cairo, sin saberlo, los Hermanos habían echado en sus corazones. Pasado cierto tiempo de prueba, los bauticé solemnemente en la iglesia de Jartum, lo que en honor de la Santísima Virgen María hice el 1 de mayo, en el hermoso mes a ella consagrado. A Juan lo destiné a la misión del Kordofán, y al más joven a la de Jartum. Las florecientes escuelas que dirigen los dignos hijos del venerable La Salle constituyen uno de los más eficaces e importantes medios para el apostolado de la misión en Oriente. Su actividad es un apostolado lento, silencioso, pero seguro y de mayor éxito que todos los otros: como se ocupan de la educación de la juventud de todas las sectas y ritos, van preparando así, poco a poco, la regeneración cristiana por todo el Oriente.
† Daniel Obispo de Claudiópolis i.p.i.
N. 893; (850) – PERSONAL NOTE BOOK
ACR, A, c. 18/29
1879–1880
Various correspondence notes and drafts.
N. 894; (851) – TO MME ANNE DE VILLENEUVE
AFV, Versailles
Verona, 4 January 1880
Dearest Madame,
Me alegro mucho de saber por su carta que ha regresado a París con sus queridos hijos y que no ha sufrido en el viaje. He estado preocupado pensando que en estos días en que los periódicos hablan con espanto del frío de París y de Bretaña, usted tenía que hacerse todo el recorrido desde Finistère al Sena; pero gracias a Dios ya se encuentra usted en seguro. Espero que no pase mucho tiempo sin que vaya yo a París: seré feliz de verla. He lamentado la muerte de Mons. Gaume, que era una verdadera lumbrera de la Iglesia universal y una estrella de la Francia católica. En Italia, el sentimiento por su muerte ha sido general: era muy popular entre el común de las gentes por su obra del Catecismo de la Perseverancia, pero sobre todo lo ha llorado el clero italiano.
En cuanto me sea posible (no he podido por mis enfermedades) escribiré mi informe a la nueva Presidencia de la Obra Apostólica, que me ha escrito dos veces desde la muerte de la venerable fundadora, la señorita du Chesne, por la cual se han celebrado en todas las misiones de Africa Central servicios fúnebres con grandes misas solemnes. Entonces le enviaré la nota de las cosas que necesita mi Misión.
La defección de D. Pablo, que ha perdido completamente el espíritu apostólico e incluso la cabeza, me ha causado a mí mucho dolor, y daño a la Misión. También estaba completamente por debajo de la capacidad necesaria para dirigir la administración, y como puse en su puesto uno más capaz que él para arreglar sus errores y desaguisados, se marchó sin decirme la menor palabra, ni siquiera que se iba, y luego declaró a unos amigos míos: «Nunca iré a Africa. O me hacen Superior de los Institutos de Verona, o no vuelvo más». Nunca ha obedecido. Nosotros pasábamos hambre en Africa y, aunque más de diez veces le escribí diciéndole que no gastase en construir, él hizo obras por más de 20.000 francos, haciéndose enviar a Verona los recursos que estaban destinados a Africa.
Don Bauchard le llevó desde París más de 15.000 francos que estaban destinados para Africa Central y él nunca quiso enviármelos. Señora, le digo esto confidencialmente, pero es la verdad. El gastó todo ese dinero en mis casas de Verona, mas contra mi voluntad. Y aunque finalmente he puesto remedio a todo, sin un milagro de San José me habría arruinado a causa de D. Pablo. Qué le vamos a hacer: paciencia. Estas cruces nos muestran una vez más que la Obra que he fundado es Obra de Dios. Por lo tanto, «¡Nigricia o muerte!»
De Bouchard aún no puedo dar un juicio. Sus palabras son bonitas, dice siempre que se dejaría matar por amor a Mons. Comboni; pero cuando le ordeno una cosa, no la hace si no es de su agrado. Y aunque yo consigo hacerle funcionar cuando estoy a su lado, no se somete fácilmente a los otros Superiores.
Claro que él es americano y tiene una idea demasiado elevada de la libertad. Pero San Ignacio de Loyola decía: «Señor, toma toda mi libertad».
Salió de El Cairo el 22 de noviembre y espero que para mediados de este mes llegue a Jartum con catorce más. En fin, le escribiré más detalladamente sobre Bouchard cuando vaya yo a la Obra.
Agradezco que la buena Ana esté preocupada por mi dinero. Pues bien, diga a esa querida hija que tenga la bondad de llevarlo a la Rue Provence, a la Société Générale; que se haga dar a cambio un cheque a mi favor, y que me envíe ese cheque. Yo lo presentaré al cobro a mi banquero de Roma, el señor Brown et Fils, de Via Condotti. Por medio de Brown et Fils, ya he cambiado más de mil francos con la Société, que tiene representantes en todo el mundo.
¿Podría usted indicarme en Rennes algún sacerdote capaz de suministrarme informes sobre un tal Julio Simone, Caballero de San Gregorio, de oficio encuadernador, que fue zuavo pontificio, combatió en Patay e ingresó en los Misioneros de Argel, pasando luego a Túnez, etc.? Este hombre traía magníficas cartas de recomendación, y me escribieron desde Arrás, etc., haciendo grandes elogios sobre él. También tengo al respecto dos cartas de sus Superiores de Túnez y de Valenciennes. Ahora que ha marchado con Bouchard a Africa Central, se me comunica desde Lille que tiene esposa e hijos, a los que abandonó. A estos de Lille no los conozco, y ellos lo han creído un religioso. Pero en Rennes y el Obispo de Rennes lo saben todo. Si la cosa resulta ser cierta, yo doy orden de que se le mande a su casa, porque el deber de atender a su familia es lo primero.
Por tanto, usted que conoce la capital de Bretaña, tenga la bondad de informarse sobre este señor Julio Simone que, me escriben, ha engañado a muchos conventos, etc.
Deseándole a usted y a todos los suyos un feliz año, queda suyo afmo.
† Daniel Obispo V. A.
Original francés.
Traducción del italiano
N. 895; (852) – TO MADAME A. H., AUGUSTE AND PAULINE DE VILLENEUVE
AFV, Versailles
J.M.J.
Verona, 4 January 1880
Dearest and venerable Madame, Auguste and Pauline,
He sido muy feliz de recibir su carta del 31 de diciembre y de saber que ha llegado a París. Con las noticias que se reciben de allí sobre el espantoso frío, la creía, en compañía Augusto y señora, bloqueada todavía en Prat-en-Raz (donde de todas formas los bloqueados gozan de mejores condiciones que los que sufrieron el asedio de París en 1871), y que el frío le impedía regresar a la capital. Espero, pues, visitarla en este invierno. Oh, en 1878 yo nunca habría creído poder entrar de nuevo en casa de los de Villeneuve y volver a ver a Augusto, a usted y a su venerable señora madre. Pensé que ya nunca más vería Europa: sufría tanto, que dije a S. S. León XIII que el santo Job navegaba en un mar de delicias en comparación conmigo.
Actualmente, todavía acarreo las consecuencias de aquello en mis huesos y en mi salud. Pero, más duro que la roca, lanzaré siempre mi grito de guerra: «¡Nigricia o muerte!» Por favor, señora, diga al Sr. Augusto todo el afecto y el inmenso interés que siento por él, porque es bueno. Le ruego asimismo que presente mis respetos a su señora madre («¡Oh, quiero a mis amigos!», me repetirá en París con las notas de su hermosa voz). Mil saludos también a mi estimada corresponsal y hermana suya, Sor Ana. Hágase intérprete, además, de mis mejores deseos de prosperidad y felicidad para el Sr. Gualtier y la señorita Jaury.
En la esperanza de volver a verla pronto y de abrazar a mi querido amigo Augusto, en los Sagrados Corazones de Jesús y María quedo siempre
Suyo afmo. † Daniel Comboni
Obispo y Vicario Apostólico
Original francés.
Traducción del italiano
N. 896; (853) – TO FR GIUSEPPE SEMBIANTI
ACR, A, c. 15/95
N. 2
Verona, African Institute, 5 January 1880
My reverend and dear Father,
Hoy vino a verme el muy digno Párroco de San Jorge, y me confirmó la grata noticia de que después de Epifanía hará usted los Santos Ejercicios y luego vendrá a Verona. Pues bien, al Niño Jesús (que nunca se hace viejo), a su Madre la Reina de la Nigricia, y a mi querido ecónomo San José (que no muere nunca, ni jamás da en quiebra, sino que sabe administrar bien y con mucho juicio, y es un perfecto cumplidor), a estos tres queridos objetos de nuestro amor les voy a hacer una novena, para obtener la gracia de que antes de la fiesta de los Desposorios de la Sma. Virgen (23 del cte.), o para ese santo día, el querido P. Sembianti esté instalado en su importante cargo de Rector de los Institutos Africanos de Verona. San José, que es el paradigma del hombre bueno, nunca me ha negado ninguna gracia temporal; pero unido a Jesús y María, forma una santísima Tríada que sin duda habrá de conceder esta gracia espiritual que pido.
Usted, por su parte, en los Santos Ejercicios rece fervientemente al Corazón de Jesús para que convierta a la fe a nuestros cien millones de infieles camitas, y para que coadyuvados por las plegarias de todos los dignos hijos del gran Padre Bertoni, podamos hacer dura guerra al diablo en Africa, romperle los cuernos, arrollarlo, destruirlo, y fundar y hacer fundar allí el reino de Cristo. Rece también por mí especialmente, porque soy el Obispo más aislado del mundo (estando en medio de él) entre todos los Obispos del universo. Así lo hice saber en Roma, diciendo que en Africa Central, si yo quisiera ir a pedir consejo a otro Obispo, aun al más cercano a mí y a mi residencia, necesitaría al menos dos meses de viaje... Pero me contestaron santos y eminentes personajes: «No tema, Dios estará siempre con usted». De todas formas, ya ve que tengo necesidad de plegarias. Así que rece, y no pare.
En la esperanza de verle pronto en Verona, me declaro en los Sagrados Corazones de J. y M.
Suyo afmo. en el Señor
† Daniel Obispo y Vic. Ap.
N. 897; (854) – TO MGR GEREMIA BONOMELLI
BAM, Fondo Bonomelli, n. 50
J.M.J.
Verona, African Institute, 14 January 1880
Most Reverend Excellency,
El otro día esperaba hacerle una visita, y pasar una hora con V. E. Rma., mi paisano bresciano, e hijo de aquel santo Obispo y digno Pastor, Mons. Verzeri, que con su celo y virtudes renovó el espíritu de Dios en la Diócesis de nuestra querida Brescia, perfeccionando a su clero y convirtiéndolo en luminoso modelo de espíritu eclesiástico y disciplina y de verdadera adhesión a la Santa Sede y al Papa. Esperaba, decía, ir desde Milán (S. Calocero) a Cremona para presentar mis respetos a V. E. y a la pía Condesa Luly Vidoni Soranzo y su noble familia, con la que desde hace muchos lustros mantengo excelentes relaciones; pero un telegrama me llamó a Verona.
De todas formas, a mi vuelta de Sestri Levante espero pasar por Cremona, y tener así la dicha de conocerle personalmente y encomendar a sus fervorosas oraciones la pobre Nigricia y mi Vicariato, que es la más vasta, laboriosa y difícil misión del universo.
Mientras, suplicando de su bondad que haga llegar la adjunta al Palacio Vidoni, tengo el honor de suscribirme en los dulcísimos Corazones de Jesús y María
De V. E. Rma. devotmo. afmo. y verdadero servidor
† Daniel Obispo
de Claudiópolis y Vicario Aplico. de Africa Central
N. 898; (855) – TO CARDINAL GIOVANNI SIMEONI
AP SC Collegi d’Italia, ff. 1265–1266
N. 2
Verona, African Institute, 16 January 1880
Most Eminent and Reverend Prince,
a propuesta que V. Em.a se ha dignado hacerme con su venerado escrito del 14 del cte. sólo puedo acogerla con los sentimientos de la más sincera devoción y de la más profunda gratitud. Así que muy de buena gana acepto al sacerdote Juan José O’Connor, que, si no me engaño, es irlandés; y en mi pequeñez trataré de hacer cuanto pueda por aprovechar lo mejor posible sus buenas cualidades en favor del apostolado de Africa Central. Apenas disminuya el frío, convendría que el Revdo. O’Connor se trasladase aquí, a mi Instituto Africano de Verona, tanto para conocerlo nosotros más de cerca como para que él empiece enseguida a estudiar árabe con el estupendo y activo Profesor sirio que enseña esa lengua en mi Instituto. Aquí encontrará candidatos que hablan su idioma y sobre todo el inglés.
Entretanto, ruego a V. Em.a Rma. que invite al P. O’Connor a ponerse en contacto directo conmigo, escribiéndome enseguida un breve informe sobre su vida, estudios, ministerio, etc., y esto en el corto espacio de una carta.
Espero que, después de diligentísimo examen, mi querido ecónomo San José me haya concedido la gracia de encontrar un santo y hábil Rector para mis Institutos Africanos de Verona. A ello ha colaborado mucho la eximia caridad del Emmo. Card. de Canossa. El establecimiento de Verona es de la máxima importancia, por estar destinado a probar a los evangélicos obreros, y a formarlos en el espíritu de sacrificio y en las virtudes apostólicas que necesitarán en la santa misión de Africa Central; por eso he consagrado a él gran parte de mis solicitudes desde hace cuatro meses. Y confío en haber reparado las pérdidas habidas en el año terrible, espantoso, de 1878-79, que diezmó a los obreros de la viña a mí encomendada. Espero en el dulcísimo Corazón de Jesús que ni los tiempos borrascosos, que menguan las vocaciones, ni las calamidades y la muerte, ni ningún obstáculo, podrán impedirme organizar bien y consolidar mi Vicariato, por el cual estoy dispuesto a dar cien veces la vida con tal de ganar a aquellas gentes para la fe de Jesucristo.
Tengo la convicción de que la persona que me propuso V. Em.a Rma. el pasado junio, D. Jeremías Properzi, Prof. de Filosofía, etc., me rendirá buenos servicios para Africa. Espero que O’Connor haga otro tanto. Si V. Em.a Rma. supiera de algunos más, dotados de buen espíritu y deseosos de sufrir por amor a Jesús y a las almas, me daría media vida concediéndomelos. El amor al sufrimiento: tal es la primera característica del misionero de Africa Central. Porque Jesucristo, que tenía buen corazón y fino talento, en su sabiduría decidió fabricar la cruz, y no la carroza, para conducir las almas al cielo. En cuanto a esto, ni siquiera hizo una excepción con su divina Madre, que se convirtió en Reina de los Mártires; ni con su Vicario en la tierra y sus nobilísimos brazos, los Emmos. Cardenales, al cual y a los cuales Jesús ha dado mil cruces y espinas en el gobierno de su inmaculada Esposa.
Postrado al beso de la sagrada púrpura, me suscribo respetuosamente
De V. Em.a Rma. hummo., obedmo. hijo
† Daniel Obispo y Vic. Aplico.
N. 899; (856) – TO MADAME ANNE H. DE VILLENEUVE
AFV, Versailles
Verona, 16 January 1880
Most venerable Madame,
Le agradezco su carta del 10 de enero. He recibido todo del banco de Verona, todo en orden. Gracias por su caridad.
He hecho una escapada a Milán, a Como, a Génova y a Sestri Levante, adonde tendré que volver aún por unos días.
Soy dichoso de saber que sus queridos hijos están bien e igualmente la señora de Tanquerelle. A mi llegada a París lograremos quitarle las muchas preocupaciones que afectan a su delicado estómago. Aquí hace mucho frío, y esto es muy duro para un pobre diablo que estuvo abrigándose con 60 grados de calor en Africa Central.
Transmita mis afectuosos saludos a mi querido Augusto, a la Sra. Paula, a la Srta. Ana y a la Sra. de Tanquerelle, mientras me declaro de por vida
Suyo devotmo. † Daniel Comboni
Mons. Massaia, a quien el déspota reinante en Abisinia ha liberado y mandado al exilio, puede que venga a Europa. ¿Sería posible llevarlo a casa de usted, a cenar a su mesa otra vez? Es un santo.
¿Ha hecho gestiones en Rennes para descubrir el secreto del llamado Julio Simone? Ruegue por mí.
Original francés
Traducción del italiano
N. 900; (857) – TO THE CLERIC FRANCESCO ROSA
APCVA, 817/13
Verona, 25 January 1880
Dimissorial letter.