N. 1061; (1016) – TO FR GIUSEPPE SEMBIANTI
ACR, A, c. 20/25 n. 2
April 1881
A Short Note.
N. 1062; (1017) – TO FR GIUSEPPE SEMBIANTI
ACR, A, c. 15/119
N. 18
From the Farm Colony at Malbes, 1 May 1881
Dear Father
Estoy aquí cambiando de aires, porque el calor extremo y sofocante de El-Obeid es tan abrumador para mi constitución física que no puedo pegar ojo ni comer. Se sufre por Jesús, y basta; pero no estoy en condiciones de atender a todas mis graves tareas.
Ante todo debo decirle que los más de mil francos que D. Vicente Marzano mandó a Nápoles, a su padre, fueron ganados por él en parte, y en parte pedidos a personas bienhechoras; de modo que no tengo nada que reprocharle. Es más, lo he encontrado mucho mejor de lo que yo creía: ha trabajado terriblemente como párroco (sabe bien la lengua), y tiene casi todo el mérito de la iglesia nueva, que es magnífica. Todo esto me lleva a retirar cuanto dije de él en una carta desde Jartum, por imperativo de conciencia y por hacer honor a la pura verdad. Del mismo modo he tenido que aprobar el envío de los cien francos al padre de Angel Composta, de Negrar, porque se hizo con autorización de este Superior, y porque Angel Composta, a lo que parece, ha merecido tal atención por su asiduo y gran trabajo en la iglesia como albañil y por tratarse, creo, de un hombre excelente.
También el Superior de aquí, D. Fraccaro, ha trabajado y trabaja mucho, aunque casi siempre está enfermo: estos dos misioneros de El-Obeid se han esforzado mucho, y D. Fraccaro no se ha metido en el bolsillo ni un céntimo de la misión; incluso ha gastado algunos miles de francos de lo suyo. Pero no ha sabido darme cuentas de su administración, ni me las puede dar, porque no ha escrito. Imagínese que no ha apuntado siquiera los tres mil y pico táleros que en febrero y marzo pagué en Jartum para El-Obeid siguiendo sus órdenes. Tampoco ha apuntado las 209 guineas inglesas (5.225 francos oro) que recibió de Zucchinetti, y que yo el año pasado mandé pagar en El Cairo, etc., etc, etc. ¿Qué puedo hacer? Llevo casi un mes en el Kordofán, y cada día le he estado dando la lata para que me presente las cuentas, siquiera de un modo aproximado. El me contesta que sí; pero hasta ahora no he visto nada, ni las veré jamás.
Pero las cuentas de lo que he pagado para el Kordofán, las llevo yo exactas; y aquí he encontrado otros datos. Así resulta que en los tres años respecto a los cuales ese tontuelo y embustero de D. Losi escribió a Su Eminencia que yo no había mandado ni una piastra, por el contrario, sólo en dinero efectivo gasté más de cuatro mil napoleones de oro, sin contar los suministros de trece expediciones. Son tantas las injusticias y las píldoras amargas que he tenido que tragar de los santos locos, que si sobrevivo es de milagro. Pero yo tengo otras miras que las de ellos: yo trabajo únicamente por la gloria de Dios y por las pobres almas lo mejor que puedo, y sigo mi camino sin cuidarme de más, seguro de que todas las cruces que deba llevar son pura voluntad de Dios, y por tanto siempre me serán queridas.
Don Bartolo me escribe suplicándome que le deje regresar, porque no se siente con fuerzas ni salud suficientes para estar en Sudán, y me ruega que le dé cartas de recomendación, o un destino en El Cairo o en Europa. Verdaderamente esto me causa un vivo dolor, porque en mi fantasía había concebido yo la idea fija de que teniendo a mi lado como consejero y confesor un rígido, injusto y encarnizado censor como D. Bartolo sacaría gran provecho mi alma, y se me fortalecería la paciencia, que es lo más necesario para formar un misionero de Africa. Sin embargo, en lo que se refiere a él como consejero pierdo poco, porque carece absolutamente de criterio, no ve un palmo más allá de sus narices ni comprende nada, y encima es testarudo: no representa una gran pérdida para el Vicariato. Como confesor, en cambio, pierdo mucho personalmente, por las cosas menudas y oportunas que me sugería, y también por el ejercicio de paciencia (sea dicho entre nosotros), porque lo que para mí es blanco, para él es negro, y lo que para mí es rojo, para él es amarillo.
Aunque ahora opina de un modo muy diferente sobre la misión de Jartum, y ha dicho que fue mal informado, han notado todos, incluso Francisco Pimazzoni y los dos alemanes, que nunca pierde ocasión de hablar mal de mí, y están convencidos de que me es hostil. Sin embargo yo le tengo cariño, porque es un pobre infeliz, que no sirve para nada: ni para ser Superior, ni para trabajar de misionero, ni para representar a la misión. Por lo cual, habiéndome preguntado él adónde se le debe destinar, he consultado a casi todos los misioneros, y de común acuerdo se ha convenido en que sería muy perjudicial destinarlo a El Cairo, donde bajo la dirección de él (que siempre está en su cuarto, o hablando mal del Vicariato) los candidatos que de Verona van a El Cairo corren peligro de perder la vocación, como ocurrió a algunos; y los dos alemanes, D. José Ohrwalder y D. Juan Dichtl, han declarado varias veces que estuvieron a punto de abandonar la misión de El Cairo por las tristes noticias que D. Bartolo les dio del Vicariato, de los misioneros, etc.
En cambio, ambos dicen siempre que son aquí felices, porque han visto todo lo contrario en Jartum y el Kordofán, y han encontrado misioneros excelentes y llenos de abnegación. Y sobre todo se han convencido de que, bajo mi dirección, la misión católica es la primera fuerza moral de Africa Central (de lo que doy gracias al Señor, pero que no es por mi mérito, que yo no tengo ninguno, sino por mi condición de Obispo y Representante de la Santa Sede), y de que a pesar de las calumnias y las infernales tretas de mis viejos enemigos, toda Africa Central me respeta y estima, aunque, como le he dicho, yo no tengo ningún mérito, sino sólo la conciencia de haber logrado dignamente y lo mejor que he podido mantener mi delicada posición y representar a la Religión católica. Sin embargo el santo (??) D. Losi, que no me ha visto desde hace cinco años, siempre ha hablado mal de mí a nuestras Hermanas (ellas me lo han dicho) y a los comerciantes, incluso a los más bergantes y ladrones (como es nuestro Procurador, elegido por el P. Carcereri), que por gracia de Dios se va ahora de Egipto. Y D. León, de Nuba, al que hallé aquí, y que estuvo con nosotros veinte días, ha confesado a los nuestros haberme encontrado a mí, el Vicario Apostólico, totalmente distinto de como me había descrito D. Losi, el cual quería que el Jefe de la Misión fuese D. Rolleri, como hombre más prudente y capaz. Además, D. León dijo que no debemos valorar y tener por ciertos los juicios de D. Losi sobre Nuba, pues son falsos y contrarios a la verdad, etc., etc.
Sin embargo, en cuanto a abnegación, D. Losi es algo excepcional. No necesita nada: ni cama, ni vestido, ni comida. Es un portento: por un alma se priva de todo, y dice que quiere morir en Africa. Aunque ciertamente comete errores garrafales por falta de cabeza y de criterio, como cuando se empeñó en casar a un muchacho de fe cristiana con una joven prostituta, los cuales se dejaron a los dos días y se hicieron musulmanes; y esto le pasó en 1875, después de haberle prohibido yo formalmente celebrar aquel matrimonio, etc., etc., etc.
Es honesto y casto; sin embargo, me asegura Sor Teresina (lo ha visto ella) que es capaz de estar una hora con una joven de veinte años perfectamente desnuda y más alta que él, para negociar la compra de cuatro huevos o de una gallina. Pero dice él siempre que Dios hace verdaderos milagros en el asistir al misionero en medio de estos africanos y africanas desnudos por completo... sin que jamás haya ni la sombra de un mal pensamiento; y esto es verdad, un artículo de fe constatado por los misioneros desde 1849 hasta hoy. Por otra parte, D. Losi ha dicho que escribirá contra mí tanto a Propaganda como al Card. de Verona cuantas veces crea en conciencia su deber hacerlo. Pues que lo haga: de corazón le perdono. Y, mientras, aprovecho sus buenas cualidades por el bien de la misión.
Otra cruz me ha venido el otro día. A pesar de la orden que tengo dada desde 1872 (como han hecho todos los Vicarios Aplicos.) de que no se dé a publicar nada sin el visto bueno del Jefe de la misión, hace cinco meses, D. León, instigado por D. Losi, mandó para su publicación un artículo sobre la esclavitud y contra el Gobierno egipcio como cómplice de la misma. (Don Losi me reprochó dos veces por carta que antes de venir a Africa yo no hubiese hecho el recorrido de las Cortes de Europa, suplicando ayuda y protección para reprimir la trata de esclavos en Nuba... ¡¡¡ahora que Europa es tan favorable al catolicismo!!!)
Ese artículo, aparecido en alemán en la Gaceta de Colonia, llegó a manos de Blum Bajá, Ministro de Finanzas en El Cairo, y al mismo tiempo el Cónsul general británico se presentó ante el Jedive, diciéndole: «¿Ve lo que escriben los misioneros de Mons. Comboni sobre Africa Central? Es evidente que el Gobierno de Vuestra Alteza no hace nada por reprimir la trata». El Jedive y todos los Ministros de Egipto se disgustaron a causa de esto, y Blum Bajá envió este artículo de la Gaceta de Colonia a Jartum, al Gobernador General de Sudán, con orden de que me fuera enviado a mí invitándome a emitir mi juicio al respecto. (En él se dice, entre otras cosas, que el Gobernador del Kordofán admite negros y negras como pago de los impuestos, lo que desde hace algunos años no es verdad. Naturalmente, recibir de los contribuyentes esclavos robados en Nuba, en lugar de dinero, es mantener la esclavitud.)
El gran Bajá me envió anteayer el artículo de marras, y ahora yo debo responder. Ciertamente, si el Gobierno nos concede una gran protección, como la que nos ha otorgado, es porque no espera de nosotros ingratitud. E ingratitud es sin duda el que nosotros, en lugar de dirigirnos a las autoridades para exponer los desmanes de Nuba, las dejemos en evidencia en la prensa europea, denunciando con exageración al «malvado» Gobierno. Espero que me haya comprendido usted. Mientras, rece por su afmo.
† Daniel Obispo
N. 1063; (1018) – TO FR GIUSEPPE SEMBIANTI
ACR, A, c. 15/120
N. 19
El Obeid, 4 May 1881
Dear Father,
Tengo un gran cansancio, porque a pesar de todas mis enfermedades y cruces, siempre tengo que pensar, estar de pie, despachar los asuntos y solucionar los problemas. Don Giulianelli, que desde mi marcha de El Cairo, aparte del dinero que le dejé, ha recibido cerca de veinte mil francos, cree merecer un monumento por haberme mandado tres mil. Compró 5.532 okes de vino (unos 6.000 litros) por un importe de 3.371,30 francos oro. Y quería enviarme enseguida al Vicariato nada menos que 3.100 litros con uno de los seglares, sin pensar que lo que nosotros necesitamos aquí es dinero. Le mandé que por santa obediencia me escribiese diciéndome por qué compró tanto vino, que basta para cuatro años, y quién se lo había ordenado; y él, santamente, no me ha contestado nada. Aquí dicen que fue D. Bartolo el que se lo ordenó; pero D. Bartolo me ha asegurado varias veces que él no le ordenó nada. Hoy le mando que no compre más vino hasta que yo disponga otra cosa, y que no haga más velas, porque gasta mucho en ellas: quiere velas gruesas y con el pabilo gordo también, y sólo en concepto de fabricación de las mismas encuentro registrada en las cuentas una buena suma.
En febrero compró de nuevo 96 rótolos [unos 85 kilos] de cera por 172,50 francos, y sólo son un sacerdote, tres laicos y cuatro Hermanas enfermas. Además le ordené que le escribiese a usted dándole explicaciones sobre esa estúpida compra de vino, cuando aquí no bebemos casi nunca vino, sino merisa (especie de cerveza), etc., y encima no hay dinero. Como no tengo tiempo de escribir, le mando la misma carta de Giulianelli para otras pequeñas noticias. Imposible que yo pueda mandar Hermanas a El Cairo. Allí, para Superiora, basta Faustina. En medio de la adversidad, Faustina es una gran Hermana, una verdadera misionera, y vale por dos Hermanas Campostrini: yo la conozco a fondo. En Verona, en una vida quieta y diametralmente opuesta a la actividad que cada Hermana debe tener en la misión, Faustina es una incapaz: en el campo del apostolado vale por dos Hermanas nuestras.
Así que confiemos en Dios. Le incluyo, pues, la carta de Giulianelli, al que después de todo estimo, porque es muy pío y reza mucho. Estoy contento de tenerlo en El Cairo; pero yo si pudiese contar allí con otro Superior se lo destinaría a usted de buena gana, porque no sabe tratar con los Cónsules ni con el Gobierno, y se ríen de él a sus espaldas, cosa que me molesta. Pasemos a lo nuestro con la nueva cruz de las dos cartas que me han escrito las Peccati, y que también le adjunto, rogándole que si lo considera oportuno las muestre a Su Eminencia para descubrir a esa mujer (creo que es una Campostrini) que escribe con tan poca delicadeza, tachándome de ingrato, etc. Yo responderé a las Peccati en cuanto pueda, y la carta se la mandaré a usted, porque verdaderamente me da asco que siempre me estén echando en cara el bien que han hecho a la misión, mi ingratitud (sic), y diciendo que se arrepienten de haber hecho lo que hicieron.
Este no es el sentir de la señora Luisa, sino el de esa mala monja que no tiene religión, caridad, ni respeto hacia un Obispo, cuando yo no merezco que se me llame ingrato, y rehusaría limosnas aunque fuesen de cien mil francos, si supiera que luego se me habrían de echar continuamente en cara y me habrían de costar tantas amarguras, mortificaciones y penas. Usted, en mi nombre, invite a estas señoras a que le den copia del documento de Sembianti [es un lapsus calami por Squaranti] de las 10.000 liras, que ellas pretenden que les corresponden, cuando en realidad las dieron a cambio de misas. Por mi parte les escribiré diciéndoles que apruebo totalmente la conducta de usted en limitarse entonces a anticiparles en quince días la cantidad trimestral, y en escribirme a mí preguntándome si se les debe dar o no dinero. Pero ¡cómo pretenden esas bobaliconas (o mejor la monja, a la que llamaré maestra sin decir monja) que una institución que vive de las limosnas, como la nuestra, pueda disponer así, de sopetón, de quinientos o incluso mil francos, sin dar un tiempo conveniente, etc., etc.! Además, ¿puede ser suyo algo una vez que lo han dado? Y ¿cómo va a corresponderles a ellas lo que dieron (y que fue gastado) para misas a celebrar después de su muerte? Ellas dicen haber dado todo a la misión; entonces, ¿por qué vienen ahora reclamando?... Yo creo que esta vez no son curas los diablejos que embarullan las mentes de estas dos buenas mujeres, sino las monjas Campostrini. Habría que esclarecer el asunto, para eliminar toda causa de nuevos disgustos. Y el hombre más adecuado para ayudarnos en esto sería nuestro querido Mons. Bacilieri.
Le confieso de veras que aun sintiendo el más vivo agradecimiento hacia las Peccati, como le dije en una mía no hace mucho, empiezo a enfriarme mucho respecto a ellas; porque después de que me pidieron perdón la última vez por haberme demandado ante los tribunales, haciéndome gastar muchos cientos de francos con el abogado Segala, y después de dirigir a éste una carta en la cual me arrastraban por el fango con calumnias e injurias, etc., que salgan ahora tachándome de ingrato y diciendo que se arrepienten de haber hecho, etc., etc., es algo que me duele. No es éste el modo de hacer caridad. No muestran (o sea, la monja que escribe) ni fe en Dios, ni respeto a un Obispo, ni amor al prójimo, ni virtud. La autora de esa carta es una mujer sin religión, fe, caridad. Basta. Si puede, trate de darles quinientos francos, y dígales que más tarde hará todo lo posible por darles otros quinientos. Me imagino que con esto será suficiente.
Por lo demás, según las circunstancias, arréglese como mejor pueda. Con el próximo correo le remitiré abierta la carta que les voy a escribir.
Aquí las Hermanas, y especialmente Sor Teresa y Sor Victoria, me ruegan que haga venir a Virginia al Vicariato. Considerado todo, apruebo su petición, porque aquí hay extrema necesidad de Virginia, y la solución más simple, objetiva y justa, y más cómoda para mí y para usted, es mandarla al Vicariato. Sor Teresa (que es el modelo más perfecto de la Hermana de Africa Central) asume toda la responsabilidad en cuanto a ella se refiere. Pida, pues a Su .........
[Falta una hoja = dos páginas]
.......... y estas que están en el campo de trabajo, y que saben sufrir mucho por Cristo, son mi fuerza después del Corazón de Jesús. Todos nosotros tenemos una ilimitada confianza en que usted nos preparará buenos obreros apostólicos; y tenga por cierto, mi querido Padre, que Dios le asistirá, como estoy seguro de que Dios asiste a mi insignificante persona, aunque misérrima.
La pequeña colonia de Malbes es un plantel de treinta y siete almas católicas que viven como verdaderos cristianos, que oyen todos misa cada mañana, y que por la noche rezan en común el rosario y las oraciones, bajo la excelente dirección de D. Antonio. Se convertirá en una aldea, y luego en un gran pueblo, etc., etc., de católicos; y será un ejemplo para los otros, ya que por hallarse en medio de un territorio todo musulmán e idólatra constituye una luz en medio de las tinieblas. Yo saldré la semana que viene para Nuba, desde donde sólo podré escribir raramente, y no volveré antes de haber decidido y puesto en marcha la Estación central en Golfan.
Hace diez días que empecé a escribir una carta a Su Eminencia, y todavía no he podido continuarla. Pero la escribiré.
Estas Hermanas están contentas, algunas, de haber recibido cartas de usted. Escríbales a menudo. Y halle coraje en medio de las espinas en que se encuentra: Jesús fue coronado de espinas y luego resucitó. Presente mis respetos al Emmo., al P. Vignola, a D. Luciano, a Mons. Bac. y a Casella, y rece siempre por
Su indignmo. † Daniel Obispo
N. 1064; (1019) – TO A PASHA
AFM: Arch. Freschi Ing. Giovanni, Piazza Libia, 22 – Milano
El-Obeid, 5 May 1881
My Dear Pasha
Recibí en Malbes, donde estuve por motivos de salud, su estimada carta con el artículo del «Kölnische Zeitung» Slaveniagd und Slavenhandel in Agyptische Sudan, en la que con gran sorpresa por mi parte encontré el nombre de un misionero mío de Nuba, D. León Henriot. Digo «con gran sorpresa» porque desde el año 1873 tengo dada orden a mis misioneros de Africa Central de que no manden informes o artículos sobre nuestras misiones para su publicación en la prensa, y que cada artículo e informe relativo a las Misiones nos lo hagan llegar tan sólo a mí o a mi Vicario. Y mis órdenes a este respecto siempre habían sido perfectamente observadas.
Leí y releí el artículo en cuestión y hablé con su autor, D. León, que estaba conmigo también por razones de salud. Y habiéndome enterado de la verdad sobre todo este asunto, me apresuro a dársela a conocer a usted confidencialmente.
Don León escribió el año pasado una carta a D. Luis, el Superior de Jartum, respecto a la esclavitud en Nuba, y D. Juan Losi, el Superior de Nuba, me escribió a Europa hablándome de lo mismo.
Don Luis, con la carta de D. León, fue a visitar al Hokomdar y habló con él y con Marcopolos del problema. Luego me escribió a mí a Europa expresándome su satisfacción y alegría porque Su Excelencia había prometido mandar órdenes al Mudir del Kordofán para que pusiera remedio a los desmanes en Gebel Nuba.
Con esto quedé muy satisfecho, y nunca hablé a D. Losi del asunto, ni desde El Cairo ni desde Jartum; tanto más cuanto que me enteré de que las órdenes del Hokomdar respecto a Nuba habían sido ejecutadas.
Pero D. León, que además de escribir a D. Luis había redactado el artículo en cuestión, escribió otra carta, ésta para el Cónsul Hansal, rogándole que se pusiera en contacto con el Gobierno a fin de acabar con la esclavitud en Nuba. El Sr. Hansal respondió a D. León que con mucho gusto le haría ese favor, y le pidió que le escribiera a él a Jartum y lo mantuviera informado de la situación de la esclavitud en Gebel Nuba. Además le prometió ponerse en contacto con el Dr. Schweinfurth (el cual se encargó de la publicación del mencionado artículo en el «Kölnische Zeitung» etc., etc.) en El Cairo, para que éste hablase con el Cónsul General de Inglaterra, que a su vez hablaría con el Jedive.
Entretanto, muy satisfecho de la respuesta del Sr. Hansal, D. León escribió todavía otra carta concerniente a la trata de esclavos en Nuba, con la promesa de ulteriores informaciones sobre tan horrible lacra. Esta carta fue remitida desde Nuba a finales del pasado febrero, y pienso que debería haber llegado ya a manos del Dr. Schweinfurth, y quizá será también publicada en el «Kölnische Zeitung», con el comentario del Dr. Traveler, como apareció en la misma revista el artículo anterior.
He reprendido a D. León por su desobediencia a mis disposiciones de 1873. El no estaba al corriente de las mismas, porque vino a la Misión en 1879; pero como es obediente y bueno, me ha pedido perdón y prometido comunicarme sólo a mí toda noticia concerniente a Gebel Nuba.
Por tanto, mi querido Bajá, ahora estará usted convencido de que los miembros de la Misión católica no conocen lo que publica el «Kölnische Zeitung», y de que D. León no estaba en contacto con El Cairo, sino con las autoridades locales por medio del Cónsul austríaco, al objeto de que él buscase la ayuda del Gobierno de Sudán para atender a los problemas de Gebel Nuba.
Y estará usted persuadido asimismo de que el comerciante de Jartum al que D. León había escrito desde Delen era el Cónsul Hansal, y de que la carta procedente del corazón de los Montes de Nuba fue enviada por dicho Cónsul austríaco al Dr. Schweinfurth, a El Cairo, el cual escribió al Cónsul general inglés en Egipto y publicó el artículo en el «Kölnische Zeitung», etc., etc. (Traducción del alemán: Así hoy, después de un viaje de meses, ha llegado a El Cairo una carta desde el corazón de los Montes Nuba, donde se encuentra el misionero D. León Henriot, que había escrito a un comerciante de Jartum, etc., etc. )
La semana próxima iré a Gebel Nuba a visitar aquella Estación y aquellas montañas. Después de un examen de todo, le mandaré información detallada sobre la trata de esclavos. Espero poder asegurarle que se ha llevado a efecto la supresión de la esclavitud en Nuba, según las órdenes enérgicas y precisas de Su Excelencia Rauf Bajá. Usted podrá pasar mi informe a S. E. Blum Bajá en El Cairo, a fin de que sea publicado por el «Kölnische Zeitug» e impugnar y poner término a las afirmaciones del Dr. Schweinfurth.
Lo manifestado por D. León es verdad. Pero también es cierto que el Hokomdar, con las órdenes dadas al Mudir del Kordofán, ha buscado remedio a este desorden en Gebel Nuba.
Tengo toda la confianza en el Gobierno del Jedive y en la firmeza de nuestro estimadísimo Gobernador General de Sudán, Rauf Bajá. Por eso mandaré siempre mis informes y observaciones sobre el problema de la esclavitud al Gobierno y al Hokomdar. Esto es para mí un deber de justicia, de gratitud y de reconocimiento.
Estoy profundamente convencido y persuadido de que el Gobierno del Jedive tiene la buena voluntad y todo el poder de destruir, con la ayuda de Dios, la infame trata de esclavos y dar así un gran incentivo a la civilización de Africa Central.
Ruego de su gentileza que presente mis respetos a S. E. Blum Bajá en El Cairo y a Rauf Bajá en Jartum.
Su afmo. amigo
† Daniel Comboni
Obispo y Vicario Aplico. de Africa Central
Original inglés.
Traducción del italiano
N. 1065; (1020) – REPORT ON BIANCA LEMUNA
“Annali del B. Pastore” 25 (1881), pp. 36–47
El Obeid, 8 May 1881
Feast of our patron St Joseph
En esta entrañable solemnidad del Patrocinio de nuestro venerando Patriarca San José, me complazco en describir una graciosa florecilla toda perfumada de exquisita fragancia, informando brevísimamente a nuestros bienhechores de Europa sobre una joven convertida hace tiempo del paganismo a nuestra santa Fe. Esa joven es Blanca Lemuna, sin duda la más bella flor en nuestro jardín de la naciente Iglesia de Africa Central.
Desde hace cuatro años tenemos en la misión católica de El-Obeid, capital del Kordofán, una chica de unos quince años, de color blanco sonrosado aunque nacida de padres negros, sobre la cual creo interesante decir unas palabras, tanto por el fenómeno extraordinario y la anomalía que constituye su color, como por sus cualidades morales, entre las que esplenden una singular piedad, una integridad y pureza de costumbres verdaderamente admirables y un especial fervor por nuestra santa Religión, comparable al de los primitivos cristianos de los tiempos apostólicos.
Lemuna es el nombre original de esta joven.
Pero como nosotros solemos dar a nuestros convertidos un nombre cristiano, dejando el nombre primitivo como apellido, y dado que se le puso el nombre de Blanca cuando en junio de 1879 el Revdo. D. Bautista Fraccaro, Superior de las misiones católicas del Kordofán, le administró el santo Bautismo, ella se llama ahora Blanca Lemuna.
Nació en el país de los Nambia, situado, al parecer, en las regiones occidentales del alto Nilo, entre las tribus antropófagas de los Nyam-Nyam, muy cerca del territorio de los Banda, y a algunas semanas de viaje a pie de Dar-Fertit. El país de los Nambia es desconocido para la ciencia geográfica; pero por estos datos y por otros que mencionaré más abajo, creo posible ubicar esta región entre los 4° y 6° de latitud norte. En 1858, o sea, hace veintitrés años, encontrándome en la tribu de los Kich, entre los 6° y 7° grados de lat. N., en las riberas occidentales del Nilo Blanco, oí hablar a muchos de un país llamado Dor, situado muy al interior, hacia occidente, y rodeado por todas partes de tribus totalmente negras como el ébano, el cual estaba habitado por gentes blancas y bermejas, noticia que luego me confirmó el comerciante y viajero Angel Castelbolognese, judío de Ferrara, quien, en el viaje que hice con él en 1859 desde Jartum a Dóngola atravesando el desierto de Bayuda, me decía que había visitado el país de los Dor junto con Julio Poncet, personaje conocido en el campo de la geografía africana, y al que tuve ocasión de ver en Jartum y en el Nilo Blanco. Espero que en nuestras futuras exploraciones logremos aclarar estos misterios.
Blanca Lemuna es una joven de baja estatura, ágil, pero membruda y de complexión fuerte, incansable en el trabajo, y con una voz más de hombre que de mujer. Su semblante, bien poco atractivo, tiene los rasgos de la raza negra. Pero el color de todo su cuerpo es mucho más blanco que el de las mujeres italianas, francesas, alemanas, o inglesas, e incluso más blanco que el de las circasianas, y su pelo es totalmente rubio, pero con un aspecto muy de lana, como el de los negros. Su piel, tanto la de la cara como la del resto del cuerpo, es durísima, hasta el punto de que un día, al tratar de sacarle sangre, se despuntó la lanceta. Con unos ojos que tiran más a blancos que a azules, ella de día ve poco, aunque realiza bien sus tareas. Pero de noche su vista es extraordinaria, y sin lamparilla o vela, sino en la absoluta oscuridad, abre la despensa, donde busca y encuentra lo que desea; lava platos, ollas, cucharas y vasos, y lo coloca todo en su sitio; barre y limpia, y, en fin, trabaja y realiza muy bien en la oscuridad, como decimos, sus tareas en la despensa, en el refectorio y en la cocina.
Su padre, de nombre Ninguina, es de color completamente negro, e igualmente su madre, que se llama Gen-tidi; y de las dos hermanas que dice tener, una es muy negra, y la otra de un color rojizo tendente al de los abisinios. Ninguina, el padre, es uno de los más feroces y duros chilabas, o negreros, que se enriqueció con la sangre de los pobres esclavos, robándolos de su tierra y vendiéndolos a otros chilabas. Mientras él estaba ocupado cazando esclavos en un país algo lejano del suyo, nuestra Blanca fue raptada junto con una esclava suya por otra banda de traficantes de carne humana. Después de un fatigoso viaje de muchos meses a través de selvas interminables pobladas de leones y de otras bestias feroces, ella llegó viajando en parte a pie, y en parte a lomos de búfalos, a los confines de la Mudería de Shakka, no lejos del Bahar-el Ghazal, donde soldados del Gobierno egipcio de Sudán la capturaron junto con el grupo de esclavos del que formaba parte, y la llevaron a Darfur. Allí fue ofrecida como un interesante regalo a S. E. Gordon Bajá, Gobernador General de Sudán, quien pasando por El-Obeid tuvo la noble idea de darla a nuestra misión del Kordofán, para que se la hiciese cristiana y se asegurase su futuro.
Su lengua materna es el itinirizandi, y por las diversas palabras que con ayuda de ella he podido extraer de este idioma, parece de origen semítico y monosilábico, como el denka y el bari, los cuales son hablados por muchas tribus situadas entre los 3° y los 12° de lat. norte. Blanca entiende también la lengua denka; pero no la habla, como yo mismo he podido constatar repetidamente. Eso sí, habla correctamente su lengua, el itinirizandi, y esto se ve por las frecuentes conversaciones que mantiene con esa antigua esclava suya con la que fue raptada, a la cual querría ella ganar para el catolicismo, y que ahora está al servicio de un católico nuestro de Alepo residente en El-Obeid, el Sr. Ibrahim Debbane.
Blanca asegura que su país, el de los Nambia, tiene una abundante y sorprendente vegetación; que en él hay buenos ríos, hermosas montañas, y vastos campos y floridos vergeles en que crecen los limoneros, las vides, los bananos, las tomateras, y donde se dan las berenjenas, el trigo, el sésamo, el maíz, las alubias, las batatas; y dice que para obtener agua incluso lejos de los ríos basta colocar bajo un montículo o una roca las bormas (recipientes de barro cocido, con capacidad para 7 u 8 litros) y se llenan enseguida. Dice también que allá se conoce el más grande de los ríos, que se llama Blanco, y que ella vio no de muy lejos; y cuenta que en su país se viaja en yamus (búfalos), y que allí hay bueyes, carneros, ovejas, cabras, búfalos, cebras, jirafas, avestruces y aves de todas las formas, dimensiones y colores, mientras que no existen en absoluto ni asnos, ni mulos, ni caballos, ni camellos, ni dromedarios; y que además hay abundancia de elefantes, leones, hienas, leopardos, y serpientes de todas clases y tamaños. Sobre todo afirma que muchos de su país ejercen, como su padre, el oprobioso oficio de chilabas, o traficantes de esclavos, que se cazan y raptan unas tribus a otras, y que allí se vive siempre con gran miedo y en un continuo temblor.
Dejando a un lado otras noticias interesantes obtenidas de ella sobre la lengua itinirizandi (de la que he sacado la numeración y muchas palabras) y las costumbres de los Nambia, cierro este informe refiriéndome brevemente a las sublimes cualidades que adornan el alma y el corazón de esta afortunada criatura.
Apenas entrada en nuestra misión, Blanca fue instruida en los principios de nuestra santa Religión por una joven Hermana oriental, de nombre Virginia Mansur, originaria de la provincia de Damasco, en Siria; y después tuvo como maestra a la negrita Fortunata Quascé, de Gebel Nuba, que es ahora novicia en el Instituto de nuestras Hermanas, y que continúa su formación. Desde el día en que Blanca conoció nuestra santa Fe, se convirtió en una ferviente católica. Aunque no da muestras de poseer gran talento y agudeza, y le ha costado mucho trabajo aprender el catecismo en árabe (que no es su lengua), ha captado bien las reglas y principios de nuestra Santa Fe y se las ha grabado en el corazón profundamente. Es de una piedad singular, y muy amante de la oración; reza en las horas establecidas por el reglamento, asiste con singular devoción a la santa Misa y se acerca a recibir la Sma. Comunión con sumo respeto y fervor; y en esos días está siempre feliz y serena.
Reza antes del trabajo, reza trabajando y reza con frecuencia a lo largo del día; y el Corazón Sacratísimo de Jesús, la Sma. Virgen Inmaculada y San José son sus tesoros, que ella venera con peculiar devoción y amor, y que tiene siempre en los labios. Fidelísima a las obligaciones y a las prácticas religiosas, observa rigurosamente todos los ayunos prescritos por la Santa Iglesia y las vigilias de la Virgen; y los observa de modo que durante las veinticuatro horas del día no sólo no prueba ninguna clase de alimentos, ni siquiera en mínima cantidad, sino que a veces se abstiene hasta de tomar el menor sorbo de agua. Muy parca y frugal en el comer, jamás ha aceptado para su mantenimiento otra cosa que la ordinaria comida de nuestras negritas, es decir, la masa de dokhon, especie de mijo, u otra cosa por el estilo. Y a menudo se priva incluso de este alimento para darlo a los pobres o a alguna otra negrita más sufriente y necesitada; y todo esto por espíritu de mortificación y caridad.
Sumamente tenaz en el cumplimiento de sus deberes, nunca está ociosa, ni se entretiene en pueriles juegos con las otras chicas, aunque apenas cuenta quince años de edad, sino que con asidua diligencia atiende a todas las tareas que se le imponen para su cumplimiento.
A ella, como la persona en que más confianza se tiene del Instituto, se le ha encomendado la llave de la despensa, la cocina y el refectorio. Custodia celosamente cuanto se le entrega de suministros y comestibles, y nunca se permite dar a nadie o repartir la más mínima cosa, sin la orden y el consentimiento de la que ocupa el puesto de Superiora. Ni tampoco ella misma se ha permitido nunca tomar para sí, o tan siquiera probar, la menor partícula de comestible de la despensa que las Hermanas han puesto bajo su cargo.
Fortunata Quascé, su maestra, la ha invitado repetidamente a comer el pan blanco de las Hermanas, que es de trigo, aunque muy inferior a nuestro pan de Europa; pero Blanca se ha negado siempre diciendo: «No está bien que yo, una pobre esclava, coma el pan de las Hermanas, que son libres». Y a quien le hace observar que ella, desde el momento en que recibió el santo Bautismo, se hizo libre como las Hermanas, responde: «Es verdad que ahora soy libre, porque he tenido la suerte de convertirme en cristiana; pero no es conveniente que yo coma el pan de las Hermanas, que nacieron libres y que han sido siempre cristianas. Para mí es más apropiado comer el pan de los negros, y yo me siento feliz y afortunada de poder ser siempre la sirvienta de las Hermanas». Blanca está contenta con todo, y vive en completa paz con las compañeras, a las que nunca causa la menor ofensa o molestia. Cuando a veces sufre algún contratiempo, o las compañeras o ayudantes rompen algún objeto, etc., ella se altera y encrespa, y su irritación recuerda la de una fiera. Mas pronto la religión la calma; el pensamiento de Dios, de la Sma. Virgen y de la Fe hace que en un instante se vuelva mansa y paciente como un cordero, y continúa tranquila su trabajo.
Con todo, la virtud que con más brillo resplandece en ella es la pureza de su vivir y el candor de su angelical castidad. Aunque en la casa paterna y sobre todo en los viajes y en el tiempo de su esclavitud bajo bárbaros amos ella vio con sus propios ojos y oyó con sus propios oídos de todo... Blanca es una flor esplendente de pureza, un ángel de inmaculadas costumbres. En medio de sus ocupaciones es celosa guardiana de sí misma, mostrándose escrupulosa en evitar todo lo que pueda ofender su virtud. Con su continuo temor de ofender al Señor, se escandaliza de la más pequeña cosa, y sabe aprovechar la ocasión de evitar toda conversación y trato con quien no es de su sexo; así, cuando pasa por el patio de las Hermanas algún negro por cualquier motivo de trabajo o de servicio, ella se retira a la cocina o al refectorio, y mantiene una actitud seria y digna.
Gordon Bajá, habiendo recibido de las provincias del Ecuador un joven blanco de la raza de ella, decidió llevarlo al Kordofán con ánimo de proponerlo para marido de Blanca. Como venía acompañado de oficiales y soldados del Gobierno, hubo que permitir que el joven le fuese presentado; mas, a penas lo hubo visto, Blanca corrió a refugiarse en las habitaciones de las Hermanas. Se le propuso varias veces que se casara con él, pero todo fue inútil: no quiso volver a verlo ni oír hablar de él nunca más. Nuestro D. Juan Losi, que tiene por norma colocar mediante el matrimonio cristiano a nuestras chicas convertidas, propuso repetidamente a Blanca que se casara con un joven blanco que él había encontrado en Shinjokae al volver de Nuba, y le aseguró que si lo aceptaba se alegraría de haberlo hecho. Pero no hubo manera: ella declaró que nunca pensaría en un esposo terreno, sino que siempre viviría con las Hermanas, y que sería toda la vida sirvienta de ellas, que habían renunciado para siempre al matrimonio terreno. Blanca Lemuna se ha elegido por esposo a Jesús; sólo en Jesús ha encontrado su bien, su paz, sus delicias, su vida.
Ella es la más fervorosa y ejemplar criatura que tenemos en esta misión católica del Kordofán, y quizá la flor más espléndida y fragante que esta naciente viña del Señor de Sabaoth ha producido jamás entre los pueblos de Africa Central.
Que Dios nos la conserve muchos años para edificación de todos nosotros y para incremento de nuestra Fe en estas remotas regiones, donde la mayor parte de estos pueblos infelices gimen todavía bajo el imperio de Satanás, envueltos desde tantos siglos en las tinieblas y sombras de muerte.
† Daniel Comboni
Obispo de Claudiópolis i.p.i.
Vicario Apostólico de Africa Centrale
N. 1066; (1021) – TO THE DIRECTOR OF THE “MUSEO DELLE MISSIONI CATTOLICHE”
“Museo delle Missioni Cattoliche” (1881), pp. 386–387
El Obeid, capital of Kordofan
11 May 1881
Dear Fr Giuseppe, my dearest friend,
Estoy muy contento de ver que el Museo delle Missioni Cattoliche ha mejorado con mucho, y tiene abundantes e interesantes informes de todas las Misiones de la tierra, por lo que desde ahora en adelante me honraré en enviar importantes noticias desde Africa Central.
Me alegro también de saber que la sede central del Museo y de la correspondencia está en nuestra Iglesia de las Misiones Apostólicas, en la Sma. Trinidad, y bajo los inmediatos auspicios de mi querido amigo. Ciertamente tengo mucho que agradecer a V. S. por haberse hecho cargo de esta herencia del Canónigo Ortalda, al Arzobispo de Turín, tan lleno de celo, y a cuantos han dado nuevo impulso y nuevo aliento al Museo delle Missioni Cattoliche.
Aquí hay carestía de agua. Hay días en que gasto de cincuenta a sesenta francos sólo en comprar agua fangosa y salobre para beber y hacer la comida.
Voy a mandarle un pequeño informe, así como una nota retratando a Blanca Lemuna, joven con la piel de todo el cuerpo más blanca que la de la mujer circasiana, con la cara muy sonrosada, con el pelo totalmente rubio, y nacida de padres negros. Hoy he enviado esa nota al Osservatore Romano.
Le escribiré a menudo para el Museo. Si abriese en él una colecta para los sedientos del Kordofán, sería una buena cosa; pero creo necesaria alguna especial información relativa al caso.
Como el Museo contiene la vida del P. León d’Avancher, le diré que hace días me llegó una carta suya en francés. Tal como la recibí, y con su correspondiente enveloppe, le mando esta carta, comenzada hace años, y terminada antes de morir el P. León, que me la escribió de su puño y letra. Se la envío para que, si lo cree oportuno, la publique en el Museo; y una vez publicada, podrá mandar el original al P. Sembianti, Rector de mi Instituto Africano de Verona.
Mil respetuosos saludos al Arzobispo, a todo el Capítulo, al teólogo Arpino, Párroco de S. Salvario, a los miembros del Círculo de la Juventud Católica de Turín, a su venerable padre, etc., etc. Parte el correo. Vale.
Su afmo. amigo
† Daniel Comboni
Obispo y Vic. Ap. de Africa Central
N. 1067; (1022) – TO CANON CRISTOFORO MILONE
Cristoforo Milone, “Mons. D. Comboni –L’Abate Girolamo Milone" Naples (1883), pp. 35–36
El Obeid, 12 May 1881
Dear friend,
Dos líneas confidenciales y entre nosotros.
Si yo pudiese y tuviese tiempo, le escribiría a menudo, e incluso todas las semanas, para su hijo; pero no puedo: aparte de los graves negocios del Vicariato, tengo que ocuparme de recaudar más de quinientos francos al día para sostener mis establecimientos, lo cual me obliga a escribir siempre como corresponsal de otras quince publicaciones, alemanas, francesas, inglesas, americanas, que me mandan buenos dineros. Además estoy en contacto con casi todos los periódicos católicos de Italia, especialmente con L’Osservatore Romano, L’Unità Cattolica, L’Osservatore Cattolico, etc. (a los cuales no escribo casi nunca), aparte de mis Anales del Buen Pastor, de Verona, de aparición trimestral.
Yo a usted siempre le escribiré cartas; pero cuando encuentre en las publicaciones católicas alguna colaboración mía puede publicarla como dirigida a usted, porque tal es mi intención y mi gusto. Puede decir: «Hemos tenido el placer de recibir de Mons. Comboni la siguiente carta, fechada en el Kordofán», etc. Dentro de unos días le enviaré la descripción de la iglesia más grande de Africa Central, la cual está dedicada a Nuestra Señora del Sagrado Corazón Reina de la Nigricia; y usted debe ser el primero en publicarla, porque el mayor mérito de esta maravilla de Africa Central corresponde a un napolitano perteneciente desde joven a ese Clero (qué buena institución de los Arzobispos de Nápoles para suscitar sublimes vocaciones sobre todo al sacerdocio) y al cual yo ordené en Africa: D. Vicente (Marzano). Habrá visto usted también colaboraciones mías en el Museo delle Missioni, de Turín, y en las Misiones Católicas de Milán y Lyón: pues bien, prepárelas para su publicación como dirigidas a usted y a la Libertà Cattolica, porque tal es mi intención. Y es que, amigo mío, por tener que ocupar a mis misioneros en el ministerio, yo estoy solo, sin secretario y sin Vicario General, y para sostener la Misión debo escribir todos los días en diversas lenguas.
Me ha dado una espléndida carta de recomendación el Virrey o Gobernador General de Sudán (con jurisdicción sobre un territorio más de cinco veces mayor que Italia), musulmán, en la que dice que Comboni es un alto dignatario en su religión católica, la cual debemos honrar, etc. ¡¡Una alta autoridad turca diciendo que se debe honrar nuestra Religión!! Y mientras, nuestros masones y liberales italianos persiguiendo esa fe... Ahí tiene un tema para elaborar, como hizo tan bien con el de la venida de blancos y en otras ocasiones. ¿Qué han hecho éstos de bien duradero, en comparación con mi última Hermana italiana, que trabaja tanto en Africa Central y entre los Nuba, a los que ella viste por primera vez? Allí aún hace furor la moda adámica de antes de la caída. Así pues, informe sobre esa carta de Rauf Bajá.
† Daniel Comboni
N. 1068; (1023) – TO CARDINAL GIOVANNI SIMEONI
AP SC Afr. C., v. 9, ff. 121–123
N. 7
Kordofan, 17 May 1881
Most Eminent and Reverend Prince,
Le mando la descripción de la nueva iglesia de Nuestra Señora del Sagrado Corazón construida en El-Obeid, capital del Kordofán, y que sin duda es el más grande y majestuoso templo de toda el Africa interior consagrado al verdadero Dios. Ha realizado esta descripción el que entre mis buenos y laboriosos misioneros fue el arquitecto y el director principal de la obra: D. Vicente Marzano. Tengo toda la confianza en que Nuestra Señora del Sagrado Corazón, Reina de la Nigricia, y dueña del Corazón de Jesús, convertirá a estas gentes, que hasta ahora han estado envueltas en las tinieblas de la muerte.
En este sagrado templo, que produce estupor y maravilla a los indígenas, tuve el Jueves Santo la dicha de hacer las funciones y consagrar los santos óleos, y de decir misa de pontifical en el día de la Resurrección de J. C.
Además, a mi regreso de Gebel Nuba administraré allí solemnemente el santo bautismo a un buen número de catecúmenos que desde hace mucho tiempo se instruyen en los principios de nuestra santa Religión. En las celebraciones del mes de mayo que estamos efectuando allí todos los días con especiales oraciones y letanías cantadas con muchas voces y con el acompañamiento del armonio, recuerda los templos de Roma, donde tiene lugar esta práctica piadosa.
Besando la sagrada púrpura, me suscribo con la más honda veneración
De V. Em.a Rma. hum., dev. , resp. hijo
† Daniel Comboni Obpo. y Vic. Ap.
N. 1069; (1024) – TO CARDINAL GIOVANNI SIMEONI
AP SC Afr. C., v. 9, ff. 131–132
J.M.J.
N. 6
El Obeid, 17 May 1881
Most Eminent and Reverend Prince,
Mi aparición en el Kordofán ha llenado de terror, así disponiéndolo Dios, el alma de los traficantes de carne humana, porque creen que yo estoy provisto de poderes extraordinarios del Jedive (y en parte es verdad) para acabar con la trata, lo que para ellos significa perder su principal fuente de ingresos y de riqueza. Aquí hay millonarios (entre ellos Tefaala, el que raptó a Daniel Sorur, alumno de Propaganda) que han llegado a serlo a base de robar gente para venderla como esclavos. Y hay uno (al que los dos alumnos, Arturo y Daniel, conocen) que por sus méritos de negrero hace siete años que fue hecho Bajá, porque colaboró con el Gobierno en la conquista de Darfur. Este hombre, llamado Elías Bajá, que cuenta con mil esclavos a su servicio, tiene 42 hijos e hijas (sin contar sus mujeres), a cada uno de los cuales puede dar al casarse 2.000 bolsas, o sea 10.000 guineas egipcias, equivalentes a 260.000 francos oro; y esto, ya digo, a cada uno de los 42 hijos e hijas, lo que hace un total de 10.920.000 francos, es decir, casi once millones. Ya no ejerce de negrero, ni tampoco el amo del alumno Daniel Sorur, que ha dado en mi honor comidas de veinticinco, treinta y hasta treinta y cinco platos.
Pero el actual Jedive hace grandes sacrificios para la abolición de la trata, lo cual se ha tomado en serio. Y en esto tiene no pequeño mérito la Misión.
A mi llegada al Kordofán, habiendo yo oído que Gebel Nuba está infestada de Bagara (árabes nómadas ladrones y asesinos), que a cierta distancia de nuestra misión roban niños y niñas y también cosechas, a ruegos del gran jefe y de los misioneros de Nuba pedí al gran Bajá una pequeña fuerza militar que recorra los alrededores de los montes de Nuba y nos libere de los ladrones, que nos han robado también a nosotros bastantes cosas. Rauf Bajá mandó enseguida cien hombres, y me escribió diciéndome que si es necesario le pida mil y más, que están a mi disposición.
Ayer, mientras me preparaba para ir a Gebel Nuba yo mismo con dos misioneros y dos Hermanas (a los otros los mandé con anterioridad, y han llegado hace ya quince días), recibía de Rauf Bajá la siguiente carta, que literalmente traducida al italiano transcribo a Vuestra Eminencia:
«A Su Excelencia Mons. Comboni, Obispo y Vicario Aplico. de Sudán. Jartum, 10 de mayo de 1881.
Monseñor:
Me he enterado con gran placer de su feliz llegada al Kordofán, y al mismo tiempo del excelente efecto de su presencia en dicha provincia. Se me dice que el país sufría una gran sequía, y yo no dudo en absoluto de que es debido a sus plegarias (sic) por lo que el cielo ha derramado su lluvia. Quiera Dios, ahora que parte hacia Gebel Nuba, que su presencia allí produzca igualmente felices resultados, y que estas poblaciones agradecidas le acompañen con sus bendiciones.
Quizá usted haya llegado ya a Gebel Nuba. Le ruego, Monseñor, que tenga a bien examinar el país y su administración, a fin de que nosotros podamos tomar las medidas necesarias para conseguir el bienestar y la prosperidad de aquellas gentes.
La cuestión de la esclavitud debe constituir principalmente el objeto de un profundo estudio. Encontrándose usted sobre el terreno, está en condiciones de descubrir y conocer bien los errores que allí puedan cometerse y de proponer el remedio eficaz que se deba aplicar. En mí hallará, Monseñor, el más válido apoyo para la ejecución de las órdenes de Su Alteza el Jedive; y tanto más cuanto que, como usted no ignora, esas órdenes están en perfecto acuerdo con mis propias convicciones.
Profundamente convencido de los sentimientos humanitarios que a usted le animan, no tengo la menor duda, Monseñor, de que tomará en seria consideración esta petición que le dirijo, y que a pesar de la molestia que esto le pueda representar, no dejará usted de ayudarme con sus ideas y con sus sabios consejos en un asunto de tanta importancia.
Le será grato, Monseñor, saber que he designado un oficial con cien soldados para la vigilancia de Gebel Nuba. Medida que, con toda seguridad, acogerá muy bien el país y sobre todo la Misión.
Tenga a bien aceptar, Mons. las expresiones de estima, etc.
El Gobernador General de Sudán
(L.S.) Rauf Bajá»
Beso la sagrada púrpura, etc.
† Daniel Comboni V. A.
N. 1070; (1025) – TO CANON CRISTOFORO MILONE
“La Libertà Cattolica (1881), p. 601
El Obeid, 17 May 1881
Brief Note.