N. 1041; (996) – TO VIRGINIA MANSUR
ACR, A, c. 15/56
J.M.J.
Khartoum, 15/3/81
My excellent daughter Virginia,
He dudado mucho sobre si enviarte o no la carta árabe que me escribió Jorge desde El Cairo. Yo no habría querido mandártela para no disgustarte con la idea de que Jorge se ha vuelto tan malo; pero después de pensarlo mucho he decidido hacerlo, y te la incluyo con la presente. Léela, y tú misma te convencerás de que nuestro Rector ha hecho bien en conducirlo él mismo a Trieste y mandarlo a El Cairo o Beirut. Como te dije en la última mía, si yo hubiera estado en el puesto del Rector habría hecho lo mismo, porque tú conoces el carácter de Jorge cuando está irritado, y lo puedes ver por esta carta. El trata muy mal al Rector, que tanto le ha querido, y que es uno de sus grandes bienhechores.
Pero tú mantente tranquila, y reza al Corazón de Jesús por tu hermano, y verás cómo se convierte. Mientras, yo escribiré y lo recomendaré –como he hecho hasta hoy– a pías y diligentes personas para que velen por Jorge.
¡Animo! Ten alegría, no te dejes abatir, y confía en Dios y en tu Padre
† Daniel
N. 1042; (997) – TO KHEDIVE TAWFIK PASHA
ACR, A, c. 15/52
Khartoum, 19 March 1881
Sir,
Me tomo la libertad de presentarme ante el trono de V. Alteza para darle las gracias por la alta protección que se dignó otorgarme con el apoyo de sus dignos ministros, a fin de facilitar mi viaje a Sudán con mi séquito.
Mientras tengo el honor de ofrecer a V. A. el homenaje de mi más vivo agradecimiento y de mi más completa devoción, me atrevo a señalar a su alta atención, Señor, una consoladora realidad: y es que he notado aquí –como tuve la satisfacción de constatar en Egipto– después de la exaltación de V. A., una notable mejoría y un verdadero progreso en las actividades del Sudán egipcio.
Esto es debido principalmente a la sabiduría y al celo admirable de S. E. Rauf Bajá, Hokomdar de Sudán, que, inspirado en los principios e ideas que ha traído V. Alteza, hace todos los esfuerzos por llevar a cabo su noble trabajo, pese a la exigüidad de los medios y del personal capaz de que puede disponer para tan grande y laboriosa empresa, y no obstante las enormes dificultades que necesariamente ha de encontrar el gobernador de un inmenso país que durante tantos siglos ha sufrido bajo la opresión de la más atroz esclavitud y de la más cruel barbarie.
La bandera egipcia inaugurada por el gran Fundador de su gloriosa dinastía, y que V. Alteza., ayudado por Dios, ha hecho esplender aún más luminosamente con sus grandes ideas de libertad y progreso, es bandera de civilización y de humanidad, y yo estoy convencido de que esta sagrada enseña será la divisa de su digno representante Rauf Bajá, quien cumplirá fielmente con toda su voluntad y todo su interés, con respecto a estos pueblos sudaneses, la misión humanitaria y laboriosa que V. A. le ha confiado.
Hago votos, Señor, y ruego a Dios cada día para que se digne cubrir a su augusta familia Jedivial con su protección, y para que difunda sobre V. Alteza sus luces y sus gracias divinas en bien de la prosperidad de Egipto y de la civilización de los pueblos de Sudán.
Con estos sentimientos tengo el honor de rendirle, Señor, el homenaje de mi profunda veneración y adhesión sin límites, mientras me declaro respetuosamente y para siempre
De V. A. hummo., devoto y respet. servidor
† Daniel Comboni
Obispo de Claudiópolis i.p.i.
Vicario Aplico. de Africa Central
Original francés.
Traducción del italiano
N. 1043;(998) – TO FR GIUSEPPE SEMBIANTI
ACR, A, c. 15/114
N. 11
Khartoum, 19/3/81 Feast of St Joseph
Very Reverend and dear Father,
El otro día recibí su carta n.° 13, en la que me comunica la marcha de Jorge hacia El Cairo, y toda la historia de las causas por las que usted ha creído prudente alejarlo, sin hablar del asunto a Virginia, y reservándose la posibilidad de decírselo a ella en el momento oportuno.
Ha obrado usted con verdadero juicio, como conviene a un sabio director, y prudentemente ha consultado al P. Vignola, y también a Su Eminencia y a Bacilieri. Pero habría bastado con que siguiera los consejos del P. Vignola; o incluso con que simplemente hubiera obrado de propia iniciativa, porque yo le tengo a usted en la máxima estima, sabiendo que cuanto hace es por la gloria de Dios y por el bien de la santa Obra.
A la vez que su mencionada carta n.° 13 recibí una en árabe escrita por el mismo Jorge desde El Cairo, en la que me cuenta algunas cosas, así como su ida a El Cairo desde el Colegio de Verona, etc. Del conjunto de la carta de Jorge, quien tenga sentido común deduce que usted ha actuado con la mayor prudencia y también con caridad. Esa carta justifica plenamente la conducta de usted: debía alejarlo del Colegio, y debía hacerlo enseguida, porque realmente Jorge no corresponde a la gracia de su abjuración. Fue bueno durante unos meses, pero lo cierto es que se volvió malo y mereció su alejamiento inmediato.
Yo, en su puesto (si bien no le habría prohibido hablar en árabe con su hermana, porque quizá ésta, entrando en confidencias con él, se habría enterado de sus perversas maquinaciones o pensamientos, y lo habría corregido. Pero si usted les prohibió hablar en árabe fue con el más santo de los fines, y también por esto será merecedor ante Dios); yo, en su puesto, decía, habría hecho lo mismo, y lo habría mandado a su casa, dejando en manos del Señor lo demás. Así que apruebo de manera sincera y total esa conducta tan sabia, prudente y caritativa que ha mostrado usted con Jorge, le expreso mi más vivo y sentido agradecimiento, y doy gracias de corazón a Jesús, María y José por haberle asistido muy bien en este asunto.
Lo que inunda mi alma de aflicción es el temor de qué sucederá cuando dé usted a Virginia la noticia de que Jorge ya está en El Cairo o en Beirut, habiéndose marchado sin verla. Pero, ¡qué caramba!, ha hecho usted bien en echarlo de ese modo, porque así ha evitado desgracias: yo conozco la índole de los orientales, y sobre todo la de los procedentes del cisma griego; además, repito, yo habría hecho lo mismo. Mas ¿qué dirá la pobre Virginia, que también es oriental, que es hermana de Jorge, y que tanto hizo y padeció para salvarlo y convertirlo? Estoy seguro de que si ella leyese la carta que Jorge me escribe desde El Cairo, aprobaría su decisión de alejarlo del Instituto. Pero sin conocer los pésimos sentimientos que hoy abriga Jorge hacia usted, su insigne bienhechor, a quien él mostró tanto cariño y gratitud durante unos meses después de su conversión, ¿cómo podrá aprobar y dar por buena la marcha de un hermano al que no ha podido ver siquiera? Se despertarán todas las pasiones y quién sabe qué, y querrá irse del Instituto, etc.
Virginia estuvo casi veinte años en la Congregación de las Hermanas de San José, tan benemérita de las misiones extranjeras que ayuda con sesenta casas en cuatro continentes, y en ella se comportó muy bien. Los últimos tres años de su estancia en Africa soportó tales insultos e injusticias, que si no hubiera tenido un buen fondo y un heroísmo de virtud, habría cometido despropósitos; pero Dios la ayudó. Otra religiosa en su lugar habría apostatado, como he visto darse ciertos casos. Además Virginia siente aún viva la humillación sufrida en Verona (usted, mi querido Rector, no tiene la menor culpa de ello, ni tampoco nuestros Superiores el Cardenal y el P. Vignola, que tuvieron las más santas intenciones; y yo en su puesto, sin conocer lo que conozco, habría hecho lo mismo) de haber sido apartada de la comunidad y confinada en la casita como persona secular, etc., etc., etc.
Esto la lleva y llevará a estar indispuesta con usted, con el Instituto, etc., y de ahí surgirá la manifestación de unos sentimientos contrarios al espíritu religioso; y abatida por tantos disgustos pasados (yo, abrumado como he estado por tantas cruces e injusticias, puedo calcular el alcance de ello) y por los presentes, que también son graves, no podrá dar muy buenas señales de vocación, sobre todo porque ella (y en esto yerra por completo) vive con una gran desconfianza desde que fue separada de la comunidad, y no se fía de nadie. Añádase que el sistema de nuestro Instituto, aunque es bueno, difiere totalmente del que tienen las Hermanas de San José de la Aparición, a las cuales pertenecía desde 1860, época de la masacre de Siria, en que vio degollados a su padre y a su hermano mayor. Como Congregación de misioneras, la de San José vale diez veces más que la nuestra (la cual, no obstante, espero que se perfeccione una vez hecho su aprendizaje).
Además mantiene una mayor actividad, y Virginia hacía en la misión de Africa cinco veces más que cada una de las nuestras hace ahora aquí. Estoy impaciente por conocer la impresión que producirá en Virginia el saber lo de su hermano. Seguro que dirá que se va a su casa. Esto me haría casi morir, porque quiero absolutamente salvar el alma de Virginia, que tanta ayuda me prestó para mi Africa, y que quizá salvó mi vida. Así que hoy he atosigado a mi ecónomo San José, al cual he encomendado Virginia y su causa, y le he pedido que corrija sus defectos y le dé fuerzas y ánimo para llevar la cruz y salvarse el alma.
He sudado y padecido por salvar blancos y negros, protestantes, turcos e infieles, pecadores y prostitutas; he pedido limosnas desde Moscú a Madrid y desde Dublín a la India por salvar blancos y negros, por favorecer vocaciones a buenos y malos; he hecho bien a gente que luego me ha escupido a la cara, y a buenas jóvenes; he suplicado donativos y me he esforzado por alimentar pobres, desgraciados, curas, frailes, monjas, y personas retorcidas y despreciables (como era la difunta Sor Marietta Caspi, y Augusta, la de D. Falezza). Entonces, ¿no he de sudar y pedir por Virginia, que fue uno de los más valiosos y fieles obreros de la áspera y difícil viña de Africa, y que siempre me trató bien? ¿No he de sudar y pedir por Virginia, que tanto sufrió por mi causa, ya que ella y algún otro fueron perseguidos por no querer rebelarse contra mí? Estando en Africa, lo mismo que trabajo por los negros y en favor de tantos blancos, trabajaré por Virginia para que salve su alma en el estado en que disponga el Señor.
Es verdad que a fuerza de sufrir se han apagado un poco ciertas virtudes que ella poseía, como la paciencia y la humildad (este último año le noté no demasiada paciencia, y un poco de orgullo al responder; pero se trata de un resabio inherente a los convertidos del protestantismo y del cisma, que dura mucho tiempo incluso en las almas más selectas, y así debe ser también en ella); pero con la gracia de Dios he convertido muchos pecadores, herejes e infieles, y San José no podrá negarme las gracias que le he pedido para Virginia, a fin de que se calme y se salve.
Suplico de su caridad cuanto puedo y sé que muestre usted la máxima bondad hacia Virginia –hasta el punto, se entiende, en que no se derive perjuicio para el Instituto–, y luego téngame informado, que yo dispondré lo que más convenga. Le afrentaría a usted si le dijera que en esto no haga caso a Santiago, ni a quien como él tiene un alma buena pero pequeña, y que no comprende, aunque pretenda comprender: las vías del Señor son misericordiosas, y Deus charitas est. Como misionero de los más experimentados, porque he visto en el mundo muchas cosas, sé lo que hago, y conozco algo de la grandeza de los Corazones de Jesús, de la Virgen y de mi querido Pepe. Desde el día en que recibí su carta y sobre todo la de Jorge (¡Pobre Jorge! Se ha vuelto un verdadero tunante. Yo sé lo que necesitan los recién convertidos, y nosotros no lo podemos tener en Verona, porque todo gravita sobre las espaldas de usted; y allí hay lo necesario para nuestro Instituto, pero no para otras obras); desde que recibí el correo de Verona y el de El Cairo no he podido pegar ojo todavía, y hoy me noto con fiebre.
Mucha gente de Jartum me ha pedido que traiga a Virginia y a Sor Germana, y la misma Sor Victoria ha mostrado deseo de que Virginia venga aquí, a dar nueva vida y desarrollo a las obras de nuestras Hermanas de Jartum; pero yo no estoy dispuesto a ello. Usted no dé importancia a la reacción de Virginia ante la noticia de la marcha de Jorge: no es posible formarse un juicio seguro sobre la vida y el verdadero carácter de una persona en los momentos en que reina la pasión, el dolor y la aflicción.
Estoy indeciso sobre si mandar a Virginia la carta que Jorge me ha escrito en árabe: es demasiado desagradable, pero justifica completamente su conducta al haberlo alejado sabiamente del Instituto. Si me decido a mandarla, y usted llega a enterarse de lo que se dice en ella, no lo tome en serio: es un loco el que habla; y antes de morir verá usted más cosas como ésta, porque, como me dijo el Santo Padre, mientras que hagamos el bien en la tierra sufriremos mucho, porque el demonio se afana y circuit quaerens quem devoret; pero los cuernos de Cristo son más duros que los suyos. Usted emplee la bondad con Virginia, y el Señor la ayudará a recobrarse, y a hacerse digna del consuelo y de las bendiciones celestiales y terrenas.
El 15 del corriente he cumplido 50 años: ¡Dios mío!, nos hacemos viejos, y a mí se me acrecientan las penas y las cruces. Pero como todas estas cruces las manda Dios, confío en su divina ayuda. O Crux, ave Spes Unica.
En Jartum hubo una verdadera fiesta, y todos los Bajaes, Cónsules, etc., etc., vinieron a ofrecerme sus buenos deseos para otros cincuenta años. El Gran Bajá mandó la banda militar a interpretar en mi honor, y por la noche vino él mismo con todas las autoridades, Cónsules y aristocracia local a pasar la velada en mi salón, etc. Ha habido, además, una auténtica bendición de Dios: D. Bartolo, que habiendo viajado con nuestra caravana durante dos jornadas, había tenido que volverse más muerto que vivo, se ha recuperado enseguida y desea acompañarme al Kordofán (para ver a D. Losi sobre todo). El Gran Bajá me había ofrecido el vapor para ir hasta Tura-el-Khadra, lo que supone un tercio del viaje desde Jartum a El-Obeid, y yo había aceptado el ofrecimiento, con ánimo de partir esta mañana; pero como los misioneros me avisaron de que D. Bartolo deseaba intentar ir al Kordofán, dije al Bajá que no me era posible salir antes del próximo sábado, día 26, para llevar conmigo a D. Bartolo, a lo cual me contestó que el jueves mandará el vapor a esperar delante de la misión, y que yo parta cuando pueda. Al día siguiente, el 16, Slatin Bey (que había puesto a mi disposición dromedarios para mí y para Domingo, con jenízaros y guías), envió a la misión otro dromedario para D. Bartolo; y en cuanto a la comida y demás, él se ocupa de todo.
Estoy con grandes apuros de dinero. El otro día me volvió a escribir D. Fraccaro (al que he dado un buen repaso), advirtiéndome que hay todavía un total de 1.300 (mil trescientos) táleros de deudas en el Kordofán, pidiéndome perdón por su negligencia en la administración y en el dar cuentas (nunca había señalado estas deudas), y diciéndome que todo está en orden, etc. Primeramente me había dicho por carta que los débitos eran en total 1.800 táleros, tras lo cual envié 1.900, y luego otros; y ahora me sale con 1.300 táleros más (allí hay 130 personas que mantener, cuya alimentación y vestido cae sobre mis hombros). A saber qué otras trampas aparecerán cuando llegue yo al Kordofán. En Jartum no tenemos más que 50 táleros, y D. Giulianelli me escribe contándome miserias. Hoy, después de dar un tirón de barbas a San José por Virginia Mansur (cuya felicidad y santificación me preocupan más que el dinero) le he vuelto a tirar de ellas (es tan bueno) para que me saque de los problemas económicos, y para que dentro de cinco meses no haya siquiera un céntimo de deuda ni en Sudán, ni en Egipto, ni en Verona y Europa.
Usted tenga un poco de paciencia, confíe de manera firme, total y verdadera en San José y no sufra ni siquiera un solo minuto por el dinero y los medios materiales, los cuales entran en el haec adiicentur vobis. Usted atienda tan sólo, como hace admirablemente (y esto es un gran alivio para mí) al regnum Dei et iustitiam eius.
Presente mis respetos a Su Eminencia, al P. Vignola y al P. Benciolini, a cuyas oraciones me encomiendo, saludando asimismo a los Padres Estigmatinos, a D. Luciano y a mi querido Mons. Bacilieri, y rece por
Su preocupadísimo † Daniel Obispo
Hoy hemos cargado a San José con la obligación de proporcionarnos 60.000 francos para el próximo agosto.
N. 1044; (999) – FR GIUSEPPE SEMBIANTI
ACR, A, c. 15/115
N. 13
Khartoum, 22 March 1881
My dear Father Rector,
Ayer me llegó la suya n.° 14, en la que me participa que ya ha comunicado a Virginia que Jorge partió sin que ella pudiera ni siquiera saludarlo. Por otro lado, ayer por la mañana recibí carta de Virginia, en la que habla de su dolor y de sus impresiones por lo sucedido. Las consecuencias de todo son las mismas que yo preveía. Es un hecho que a Virginia le ha sido alejado un hermano, al que desde seis años atrás estuvo llorando porque no era católico, y que se le ha alejado sin que ella pudiera decirle siquiera una palabra de aviso o de admonición. Como dije a usted en la mía última, ha hecho usted bien en alejarlo para evitar malas consecuencias, etc., y porque así ha opinado nuestro sapientísimo y santo Superior el P. Vignola, que es el ángel de la obra africana de Verona, y al que Jesús tiene preparado el galardón de sus verdaderos Apóstoles. Yo desapruebo, y mucho, las contestaciones que le ha dado Virginia, su soberbia, su imprudencia y los fallos que ha cometido; pero, teniendo en cuenta las precedentes causas de desconfianza, el natural dolor por la inesperada marcha de un hermano querido, y el momento de pasión, que siempre es peligroso incluso para los más grandes santos de tejas abajo, compadezco a Virginia, como a cualquier otra que hubiera estado en su lugar.
Pero, en vista del juicio que usted da de ella a raíz de esa conversación, y después de lo que Virginia me escribe sobre su situación en el Instituto de Verona, estoy persuadido de que lo mejor es que ella abandone Verona, y de que su marcha será útil al Instituto veronés y a la propia Virginia. Si ésta estuviese en el campo de acción, en Jartum a las órdenes de Sor Victoria, o en el Kordofán a las de Sor Amalia (nada puedo decir de Sor Teresa Grigolini, porque todavía no la he visto ni oído), tengo la seguridad de que haría las delicias de Sor Victoria y de la población oriental de Jartum, pues desearían tenerla allí y me la han pedido repetidamente, y de Sor Amalia, que me ha dicho mil veces que sería feliz de tenerla como compañera y maestra de árabe. Pero a esto no estoy dispuesto todavía. Entonces, ¿adónde irá Virginia? Cierto es que a su tiempo debe y querrá visitar Beirut; pero no lo considero conveniente por ahora. Desearía que antes hiciese una cura en Europa, porque debe de estar muy oprimida, acaso se pasa las noches llorando, y vive con mucha desconfianza y en un sistema de vida completamente diferente del llevado en los 18 años que pasó en la Congregación de San José.
Aunque esta cruz añadida a las otras pesa mucho en mi alma, y hace seis noches que no pego ojo, y estoy débil y cansado (encima ayer el médico ha desahuciado a D. Bartolo, quien me temo que difícilmente pueda recuperar las fuerzas para volver a El Cairo), abatido y apesadumbrado, porque también están mal en El Cairo, desde donde D. Giulianelli me ha escrito que no logró obtener ayuda de Verona (porque y la postulante de Mantua, que parecía una persona de valía, no ha podido ir a Sestri. Deseo que usted le diga me me escriba), sin embargo, tengo una confianza firme, segura y eficaz en que San José me sugerirá el medio oportuno de conseguir para Virginia el puesto que quiere Dios.
He pensado en rogar a la condesa de Robiano y a la Madre Fundadora de la Adoración Perpetua, a fin de que tengan por unos meses a Virginia en Roma, para que así pueda hacer una cura en el verano, y luego decidir sobre su futuro. Bajo la mirada de aquellas santas Religiosas, ella podrá trabajar en la obra de las iglesias pobres en ese ejemplar convento, oír a un personaje de altísimo rango y valía al que consulto a menudo –y al que consulté para usted– y besar los pies del Santo Padre y la tumba de San Pedro. Escribiré a aquella buena Superiora General con el próximo correo, antes de salir para el Kordofán; y si ella no me puede complacer, me dirigiré a la Fundadora genovesa, de Piacenza.
Sor Victoria me insiste en que mande a Virginia a El Cairo a ayudar a aquellas pobres infelices; pero me temo que Virginia no se encuentre allí a gusto, y que por su contacto con ella tengan que sufrir las Hermanas. En cuanto a mí no temo nada, porque Virginia cuando ejerce la caridad es verdaderamente religiosa. Me gustaría que Virginia visitase al párroco de S. Luca y a sus sobrinas, hermanas de D. Bonomi; en Rovereto, a Teresina y su Hermano D. Juan Bertanza, que en una larga carta recibida ayer me ha pedido información sobre ella ayer; y también a mi prima Marietta, la esposa de mi primo Pedro. Si se le negase esto, se la trataría verdaderamente como a una mala mujer. Pero es algo que dejo en manos de usted: yo no me opongo en nada a su voluntad, porque si para la conversión de la Nigricia yo valgo diez, usted, mi querido Rector, vale cien.
Solamente le pido –se lo ruego in visceribus Christi– que cuando Virginia se vaya de Verona, nunca sepan Santiago y Esteban qué ha sido de ella, porque, aunque buenos cristianos, son campesinos que piensan como campesinos, y no comprenden ni jota. En la carta de ayer también me decía D. Giulianelli que ha recibido de Viena 2.000 francos, pero que no puede mandarme un céntimo porque tiene que pagar el vino; y añade que me envía enseguida ¡¡¡tres mil litros de vino!!! Ni yo ni D. Rolleri le dijimos nunca que comprase tanto vino: mi orden era de mil litros para El Cairo y para todo el Vicariato.
Rece por su afmo.
† Daniel
Post Scriptum. Hoy he decidido dejar que marche a El Cairo y a Europa Domingo Polinari, de Montorio, hortelano de Jartum, y veterano de Africa Central desde el tiempo en que fui puesto al frente del Vicariato. Este infatigable misionero laico, que ha trabajado aquí durante diez años, es a prueba de bomba en cuanto a buenas costumbres y piedad. Dejo que se vaya porque de otro modo, con tanta fatiga, temo que se me muera. Pero volverá a Jartum en otoño. Como es de Montorio y me lo dio el párroco Grego, tenga cuidado de que éste no me lo seduzca para que se quede en su casa. Creo que ni aun con todas las artes lo lograría, porque, aunque un poco extravagante en el trabajo, Domingo es un hombre de carácter sólido y firme, etc., etc. Dos veces ha escrito Grego a D. Luis invitándolo a abandonar Africa y ocupar su antiguo puesto de coadjutor en Montorio. Pero cuando de verdad se confía en Dios, la justicia triunfa.
He prometido a Virginia la dote si ingresa en otro Instituto, y esto por impulso de mi conciencia y con el consejo de un hombre insigne y competente. Y sin más sigo pidiendo ahora ayudas para ella, como ya las recogí la primavera pasada. Si Virginia no hubiese pensado que yo soy fundador y propietario de un Instituto de Hermanas para Africa, de las cuales sus mismas compañeras le habían hablado bien después de conocer a las cinco primeras, y si no hubiese estado segura de que yo la aceptaba, quizá no habría abandonado su Congregación. Por tanto tengo el absoluto deber de conciencia de pensar en ella, y de no abandonarla hasta que se encuentre en una situación análoga a la que tenía cuando vino a Africa bajo mi jurisdicción. Ciertamente Dios no quiere que ella esté en Verona: le encontraremos a usted otra con la ayuda de San José, que –espero– me ha oído ya. Los caminos de la Providencia de Dios son amorosos e inefables. Nuestro Instituto de Verona tendrá así menos que hacer, y yo me encargaré de proporcionarle una maestra árabe. Sin duda Domingo Polinari le dirá que vale más una Hermana de San José que tres de las nuestras, aunque éstas sean más obedientes. Gabriel, el que nos ha mandado Mons. Marinoni, es una perla, un santo. ¡Ah, si tuviese treinta como él! Animo, y confianza en Dios.
† Daniel Obpo.
N. 1045; (1000) – TO FR FRANCESCO GIULIANELLI
ACR, A, c. 15/24
Cairo, (Khartoum) 26/3/81
Dear Fr Francesco,
Le ruego que pague enseguida al Ilmo. Conde Gloria, Cónsul de Italia en El Cairo, la cantidad de 24 táleros megid; prepárelos y lléveselos enseguida, lo antes posible. Ordeno que envíe inmediatamente esa máquina de coser de pedal que encargó la M. Amalia.
Como yo no sé ya qué hacer respecto al dinero (porque usted, que ha recibido casi 19.000 francos, nunca me ha mandado un céntimo, y aquí he pagado hasta ahora más de 15.000 francos de deuda, la cual en principio sólo ascendía a seis o siete mil), vaya enseguida a ver al Sr. Holz con la carta que le adjunto y ruéguele que me mande rápidamente por medio de Manueliadis et Leontidis 6.000 francos, y le extenderá por mí el correspondiente documento de obligación.
Ha hecho usted mal en enviar tanto vino: sabe que no tenemos dinero.
Le mando que de ahora en adelante no encargue más vino a Santorino hasta nueva orden mía. Con el dinero que venga, pague a Holz, y el resto envíelo a Sudán. Respecto a El Cairo, arrégleselas como pueda: ahora la extrema necesidad está en Sudán. Yo pediré a Verona que les manden dinero a ustedes. Don Bartolo se curará, y marchará a El Cairo. Animo, total confianza en el Corazón de Jesús, y reciba mi bendición.
(† Daniel Obispo)
N. 1046; (1001) – TO HIS FATHER
ACR, A, c. 14/130
Khartoum, 28 March 1881
Brief Note.
N. 1047; (1002) – TO CARDINAL GIOVANNI SIMEONI
AP SC Afr. C., v. 9, f. 121
March 1881
A few words written on the back of a photo of the church at El-Obeid.
N. 1048 (1004) – TO FR GIUSEPPE SEMBIANTI
ACR, A, c. 15/116
Khartoum, March 1881
My dear Rector,
Nuestro D. Losi cree que Europa, que echa sacerdotes y frailes de sus conventos, se quiere ocupar de los negreros y ladrones de hombres de Gebel Nuba.
Pero yo he adquirido tal ascendiente sobre el Jedive de Egipto y el Gobernador General de Sudán, y he llegado a tales acuerdos con este último, o sea, con Rauf Bajá, que en mi próxima ida a Gebel Nuba pondré orden entre aquellos ladrones y asesinos, o los haré entregar a las autoridades para que se les juzgue. Confiemos sólo en Dios, que murió por los negros, y recemos y hagamos rezar, y la Nigricia doblará la frente ante Cristo... Piense un poco en los consejos que me da D. Losi, de depender de D. Bartolo o de D. Bautista, y nada del juicio del Jefe... No importa...
Quisiera tener cien como D. Losi, porque por otra parte posee buenas cualidades de misionero. Es preciso que se estudie en Verona la lengua árabe, tanto por parte de las Hermanas como de los varones: la lengua es de primera necesidad, y el deseo de aprenderla revela la vocación de los aspirantes. Quien tiene vocación trata de procurarse el medio más necesario, y tal es la lengua, después de la piedad y la moralidad. Esto predico y predicaré siempre.
† Daniel Obpo.
N. 1049; (1005) – TO FR GIUSEPPE SEMBIANTI
ACVV, XVII, 5, B
J.M.J. N. 14
El-Obeid, 6 April 1881
My dear Father,
Le escribo poco porque todavía estoy cansado del viaje, en el que hemos tenido más de 50 grados de calor. La caravana en que iban nuestras Hermanas, y que conducía D. Bonomi, tardó diecisiete días en ir de Jartum al Kordofán; en cambio, yo he empleado sólo [un día de barco y] cuatro días de viaje en dromedario, aunque en una carrera continua. He venido con plenos poderes del Gobierno, que me habilitan para meter en cintura a las tribus nómadas negreras que merodean por los territorios de los Nuba, e iniciar una misión debidamente. Como usted debe ser informado de todo, para que pueda hacerse al menos una pálida idea de esta importante misión voy a ordenar que le saquen una copia de la traducción de la carta con la que el Gran Bajá de Sudán me recomienda al Bajá del Kordofán para que se me preste total ayuda. Y así, poco a poco, en todo.
No tengo tiempo de escribir hoy a la Superiora ni a Virginia. He encontrado aquí muy bien a las Hermanas, así como a D. León, de Gebel Nuba, y a D. Antonio, de Malbes, y una estupenda iglesia toda cubierta de zinc, la más grande y hermosa de Africa Central. Tenemos motivos de tribulación, pero también satisfacciones. Mas ¡ay, cuántas cruces! Y yo soy el que más lleva, porque todo gravita sobre mis hombros. ¡Es tan rara en el mundo la caridad! Muchos respetuosos saludos al Eminentísimo.
† Daniel Obpo.
[......] un calor sofocante! Pero allí está Pepe.
N. 1050 (1006) – TO HIS FATHER
BQB, sez. Autografi (Manoscritti), c. 380, fasc. II, n. 1
J.M.J.
El Obeid, capital of Kordofan 6 April 1881
Dearest Father,
La caravana de Hermanas y misioneros conducida por D. Bonomi llegó desde Jartum aquí en diecisiete días; yo vine con el vapor, y con el dromedario a plena carrera, en cinco días, y estoy fuerte como un león. Encontré en El-Obeid una iglesia cubierta de zinc (lo hice mandar aquí desde Francia cuando yo estaba en Limone), que es la más grande y hermosa de toda Africa Central. Encontré también 3.400 táleros de deuda; pero hoy los he terminado de pagar, porque Pepe es un buen administrador. Sólo en comprar agua se nos van aquí tres o cuatro táleros cada día.
Estoy provisto de plenos poderes del Gobierno turco para meter en cintura a los jefes ladrones de carne humana, y ¡ay del que se me enfrente! Los cuernos de Cristo son más duros que los del demonio. Hace un calor excesivo; la canícula de Verona es, en comparación, una primavera. Aguanté a toda carrera hasta tres horas seguidas en el dromedario, que corre más que el caballo; y me siento bien, y no pierdo tiempo. La iglesia católica de El-Obeid es la maravilla de estos lugares, sobre todo las columnas; y muchos ricos de esta capital (que poseen cientos de miles en dinero contante) han venido a tomar el dibujo para construirse así sus residencias.
Salúdame a Teresa y a todos los parientes. Me dan recuerdos para ti los misioneros y Teresita Grigolini, la Superiora Provincial de Africa Central, que es un verdadero gendarme de Cristo. Ten presente en tus oraciones y escribe pronto a
Tu hijo que tanto te quiere
† Daniel Obispo
Vino conmigo mi fiel Domingo, que, por el tute que nos dimos corriendo en dromedario, llegó todo molido y con el trasero con llagas y ensangrentado: curarse le llevará quince días. Para no perder tiempo prefiero viajar así. Me he convencido de que aún no estoy totalmente tísico. Escríbeme.
† Daniel Obispo