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Nº Escrito
Destinatario
Señal (*)
Remitente
Fecha
191
Don Joaquin Tomba
0
Roma
Il. 8.1866

N. 191 (180) - A DON JOAQUIN TOMBA

AMV, Cart. «Missione Africana»

Roma, 11 de agosto de 1866

Amadísimo Superior:


 

[1373]
Ayer tarde me llegó su estimadísima del 28 del mes pasado, que me apresuro a contestar, dándole las gracias más cordiales por la misma, y abriéndole sumisamente mi corazón sobre el asunto de nuestras jóvenes negras. Conste, en primer lugar, que ante Dios me declaro merecedor de cualquier humillación, al igual que de Ud., como mi Superior, recibo de buena gana cualquier mortificación que crea necesario hacerme padecer, y declaro merecerla aunque ignore en parte la razón: cuanto Ud. haga, incluso para humillar mi amor propio, y cuanto Ud. juzgue oportuno que se haga en el Instituto, todo es objeto de veneración para mí. Confío, no obstante, en que sea Ud. tan bueno como para permitirme hacer alguna observación respecto al asunto de las negras.


[1374]
En la carta del 30 de oct. de 1865, que me fue dirigida a Viena desde el Insto. fundamental, mientras se me decía que no asumiese en nombre del Instituto ningún compromiso ante el excelentísimo Comité de la Marienverein, se añadió: «No obstante lo ya dicho, puedes hacer algo incluso ahora en favor de esos pobres negros de Africa, ofreciendo nuestras negritas cuando aún son jóvenes en ayuda de alguna institución que tú creas conveniente para Africa». De este fragmento de la carta del Insto. fundamental debe deducirse que se me concedió la facultad de decidir a qué Institución se pueden confiar nuestras negritas. Valiéndome de esta facultad, llegado a Egipto, y después de haber meditado bien sobre el modo de utilizar mejor en favor de Africa a esas jóvenes, llegué a un acuerdo con las Hermanas del B. Pastor de El Cairo, y con las Clarisas italianas también de El Cairo (siempre reservándome la final aprobación de mi Superior), mediante el cual dichos Institutos acogerían a nuestras negras, y a cien más, si las hubiese.


[1375]
Después de las cartas de D. Beltrame de abril y de junio pasados, en que me hablaba de las negras más o menos en el mismo sentido, he confirmado en mi correspondencia con El Cairo las mismas intenciones a las Hermanas. Por eso cuál no sería mi sorpresa cuando en la última estimada carta de Ud. leí estas palabras: «Respecto a las negras, se me ofrece colocarlas según sus deseos, y todo será efectuado cuanto antes». A mí me hubiera parecido adecuado que antes de llegar Ud. a un compromiso hablase con quien tuvo del Insto. fundamental la facultad de colocarlas donde lo creyese más conveniente para el bien de Africa y para atender a los deseos de ellas.


[1376]
Ahora que se ha hablado de estas jóvenes en El Cairo y con Propaganda, y hasta con el Santo Padre, ¿cómo voy a quedar yo ante todas estas personas? Sobre lo que había acordado en El Cairo, escribí muchas veces desde Africa y desde Roma. Y no importa si he tardado excesivamente en liberar al Insto. de las negras, porque esto no depende de mí, sino de Dios que permite que las cosas tocantes a su gloria vayan lentas. Además me permito hacer aquí otra observación. En las cartas que me ha escrito nuestro querido D. Juan, nunca me habló de haber contestado a Propaganda que el Insto. no puede hacerse cargo de la misión, etc.: fue necesario que el mismo Cardenal me informase de ello. Y ahora Ud., mi querido Superior, me dice que ha encontrado la manera de colocar a las chicas y no me indica cómo. Me concederá, Sr. Superior, que ésta no es pequeña mortificación para un miembro del Insto. que no es el último en preocuparse por los intereses de los pobres negros, y que ha hecho lo que estaba en sus manos para salvar a algún africano y promover el bien de Africa. Bien sé que no gozo de ninguna consideración en mi Instituto, al que sin embargo estaré siempre unido con el corazón, y procuraré ayudar de la mejor manera posible, si a Ud. le parece bien. Mucho me temo que Ud. haya cedido las negras al P. Ludovico. En tal caso tendría que deplorar un error involuntario, sí, pero fatal para las pobres muchachas; porque, entre otras razones, frente a Propaganda y en todas partes, haría lo que ha hecho con los negros, lo cual representaría una pérdida de crédito para el Instituto.

No es oportuno poner por escrito lo que le querría decir sobre ese benemérito y buen hombre.


[1377]
Ahora, para que Ud. quede bien con quien va a acoger a las jóvenes negras, y para que yo no haga un tristísimo papel en Egipto, le propongo el medio de matar dos pájaros de un tiro: déme a mí cuatro o cinco, o al menos tres de las chicas, y lleve las demás a la Institución con la que las tenga apalabradas. Pero bien entendido que quiero las tres o cuatro más sanas, buenas, capaces, y de más utilidad para Africa. A fin de justificarse con respecto a las que Ud. me deje, siempre puede argüir que tales negritas no se quieren ir, sino quedarse en el Insto. y a mi disposición, etc. En fin, si Ud. quiere, puede hacerme este favor. Yo lo espero, y por ello rezo en este mes consagrado al Corazón de María, confiando en obtener la gracia. Esto se lo ruego a Ud. encarecidamente, en la confianza de que atenderá mi súplica. Quisiera cuatro de ellas, y le quedaría muy agradecido.


[1378]
En cuanto a Hans, hoy fui a ver al Cardenal con los datos facilitados por usted. El me dirigió a Mons. Capelli, Secretario, quien me explicó que nadie puede ingresar en el Colegio de Propaganda sin haber superado al menos laIanua latinitatis, que entre nosotros sería como 1.ode latín. Por lo cual ha hecho Ud. bien en no decir nada a María. Creí que el chico iba más adelantado.

Yo estoy discretamente bien. Ando detrás de un asunto concerniente a Africa, que estoy tratando con el General de los Mínimos de S. Francisco de Paula y espero resolver pronto. Me encuentro impaciente por volver a Verona; y en cuanto las cosas vayan por buen camino, se hayan arreglado del todo o no, marcho allá.


[1379]
Perdone si me he expresado de modo un poco agrio en la presente. Esto no quita que yo sienta absoluta veneración y afecto por mi Superior, y que esté dispuesto a aceptarlo todo de la mano de Dios, que todo lo dispone para el mayor bien. Recuerde que confío en que, pagadas las deudas y estabilizada la economía, el Instituto pueda continuar el programa de nuestro fundador con respecto a Africa. Espero que D. Beltrame haya recibido una carta que le mandé hace pocos días. Estoy preocupado por las circunstancias políticas y por las futuras desdichas de las comunidades eclesiásticas y religiosas.

Le envío el más cordial saludo: salude Ud. de mi parte al Obispo, a D. Beltrame, a Poggiani y a todos, mientras besándole las manos me declaro con todo respeto



Su humilmo. y afmo.

Daniel






192
Don Joaquin Tomba
0
Roma
10. 9.1866

N. 192 (181) - A DON JOAQUIN TOMBA

AMV, Cart. «Missione Africana»

Roma, en el aniversario

del Santo Patrón de nuestro Superior

10 de septiembre de 1866

Amadísimo Superior:


 

[1380]
He recibido con sumo agrado su muy apreciada carta del pasado día 22, y agradezco su bondad para conmigo. No tengo ninguna queja de Ud. ni del Insto.,y alguna observación que le hice en la última mía no entra en la categoría de las quejas. Para decir lo que siento en el fondo de mi corazón, a mí mismo no me produce buena impresión que yo, siendo miembro del Insto., esté tanto tiempo lejos de la vista de mi Superior; incluso me esperaba que Ud. me hiciese algún justo reproche por no ir a Verona. Pero es algo que no depende de mí, sino de la Providencia, que así lo ha dispuesto. Por eso, estando yo algo preocupado al respecto, el Ilmo. y Rmo. Arzobispo de Petra, Mons. Castellacci, Vicegerente de Roma y Ordinario de la Ciudad Eterna, que me dio autorización para confesar y predicar aquí, y es mi consejero y un amigo de verdad conocedor de todas mis circunstancias, hace dos días pensó escribir al Sr. Obispo de Verona para que le asegure a Ud. que debe estar tranquilo en cuanto a mí, y parece que le quiere exponer las principales razones que me obligan a quedarme en Roma aún por algún tiempo. En lo referente a las negras no me preocupo, porque espero que, vuelva yo enseguida o no vuelva, Ud. tendrá la bondad de mantener su Programa de conservar todo lo valioso del Instituto, y estoy seguro de que las tres o cuatro que reserve para mí serán las más buenas, capaces y sanas. Por mi parte, voy a exponerle los tres motivos principales por los que permanezco en Roma, sometiéndolos a su juicio con el único objeto de hacer su voluntad si no encontrase en ellos bastante justificación.


[1381]
El primero es la formación de un pequeño Insto. femenino en El Cairo o en Negadeh, adonde llevaría a las tres o cuatro muchachas. Es decir, las Hermanas del Buen Pastor, en un local anejo a su Convento de El Cairo, se harían cargo de la educación de las negras que yo pudiera proporcionarles para formarlas como amas de casa, y luego las mismas Hermanas se encargarían de trasladarlas a Africa Central, poniéndolas al servicio de alguna Misión. Lo mismo vale para Negadeh. Las jóvenes entrarían en esta casa para ayudar a las Hermanas, que a este fin les buscarían marido y las colocarían fuera en condiciones de profesar nuestra fe y vivir como cristianas, si tal fuese su voluntad. Pero resulta que Propaganda no se encarga de decidir sobre esto, sino que remite el asunto al nuevo Delegado aplico. de Egipto, Mons. Ciurcia, Arzobispo de Irenópolis, al igual que hizo con nosotros cuando nos remitió al Provicario Knoblecher. Este nuevo Delegado de Albania, donde era obispo en Shkodër, vendrá a Roma dentro del corriente mes.


[1382]
En segundo lugar, estoy tratando con el Rmo. General de los Mínimos de S. Francisco de Paula para un Insto. masculino, y quizá para hacer que su Orden se haga cargo de una misión de Africa Central. Con el General está todo arreglado; con Propaganda, todavía nada, porque ante todo es preciso que me ponga de acuerdo con las Sociedades sobre los medios, y ver si es algo que gusta y es aceptado. Aunque este asunto no presenta excesivas dificultades, he de mantener correspondencia con mucha gente, necesariamente desde Roma, para estar siempre en condiciones de consultar con Propaganda y las partes implicadas; de modo que se produciría un perjuicio si tuviera que alejarme de aquí.


[1383]
El tercero es una gestión que quisiera hacer en beneficio del Insto. ante el octogenario rey S. M. Luis de Baviera, a quien se espera en Roma para octubre. Aquí tengo muchos que me ayudarán y me presentarán para hablar en favor de una útil Institución como es la nuestra. El Rey Luis es un hombre extravagante, casi como Camerini, lleno de virtudes y defectos; y entre las virtudes tiene la de la beneficencia: ha dado cantidades ingentes para iglesias e Institutos, y ha fundado la Sociedad de S. Ludovico para las misiones alemanas de América. Yo pruebo; si lo consigo, gloria a Dios y ventaja para nosotros, y si no lo consigo, bendito sea Dios que premiará nuestra intención. Claro que cuento con buenos apoyos en Roma: los que no podría tener en Baviera, si se exceptúa la Nunciatura Apostólica.


[1384]
Estos son los tres principales asuntos que me retienen en Roma. Mas, por otra parte, ¿qué podría hacer yo yendo a Verona, con la confusión que debe de reinar en los ánimos, etc.? El momento es totalmente inoportuno. He propuesto al Card. Barnabò un proyecto mío para ver de conseguir la ayuda de Camerini, y le pedí una carta de recomendación ante el Conde, a quien el Papa hizo Duque tres meses atrás, por lo mucho que ha beneficiado a la Banca Romana y por los cientos de miles de escudos que manda a Propaganda. El Cardenal, después de hablar con el Papa, me dio una respuesta negativa, diciendo que no es cortés importunar con peticiones a un hombre que espontáneamente ayuda a Propaganda. Esperaba que esta idea prosperase; pero Dios no lo ha querido. Ahora bien, como tengo trato con el Card. Ugolini, antiguo Legado de Ferrara y amigo de Camerini, y que se ofreció a servirme en todo lo que yo quisiera, estoy seguro de conseguir de este Cardenal una carta de recomendación para Camerini, a quien se le suplicará que socorra al Instituto. Pero Barnabò me dice que ese nuevo duque difícilmente accede a nuevas peticiones, porque le gusta dar como y para lo que le place.


[1385]
No son éstos los únicos intentos de grueso calibre que he hecho por el Insto. Pero en general es difícil que un hombre acaudalado, un Príncipe o un Soberano donen sumas considerables al extranjero, cuando en el propio país hay siempre necesidades.


[1386]
Al P. Ludovico se le murieron del cólera 37 negras, 14 de ellas en un solo día, y ahora está en la cárcel por el delito de que se le hayan muerto.

Mons. Vuicic, ex Obispo de Egipto, ha marchado a su nuevo Vicariato de Bosnia. El Santo Padre está muy bien de salud, no así el Card. Antonelli. Siempre tengo en la mente la actual situación del Véneto y lo que puede ocurrir a Verona. Preveo tiempos difíciles para los sacerdotes que sean fieles a su divino ministerio: creo que los curas vamos a ir de mal en peor.


[1387]
Recuerdos a D. Beltrame, que me escribe muy raramente y cartas cortísimas: no tiene mucha imaginación para escribir. También a D. Fochesato, a Tregnaghi y a D. Brighenti. Que alguien del Instituto subvencione a las negras del mismo sin que todo dependa del Superior y pase por él, es un desbarajuste. Estoy impaciente por poner fin a este desorden. La vacuidad de bolsillo es el pecado capital que reina entre nosotros. Sobre esto no puedo menos que pedirle perdón. El lío de las negras y mis contribuciones viene de circunstancias especiales en tiempos de nuestro santo Fundador, que no podía socorrer a las negras en la medida de sus necesidades. Basta, terminará también este problema.

Mis saludos a todos los Sacerdotes, a las maestras, a D. César, etc. Pide su bendición



Su afmo. y devotmo.

Daniel






193
Don Francisco Bricolo
0
Roma
13. 9.1866

N. 193 - A DON FRANCISCO BRICOLO

ACR, A, c. 14/21

Roma, 13 de septiembre de 1866

Via del Mascherone, núm. 55



Queridísimo D. Francisco:


 

[1388]
Con gran contento recibí su estimada del 6 del cte. No contesto a sus dudas sobre que yo haya cambiado, porque las mismas son una afrenta a mi lealtad. Aun sabiendo que en las cosas humanas siempre hay una parte de nosotros mismos, y que en ellas andan mezcladas a veces las pasioncillas, siempre he conservado el respeto al Instituto, y a usted todo el afecto y el respeto. Lejos de ponerme a darle vueltas a lo ocurrido, he alzado los ojos al cielo, he adorado los designios de la Providencia, y he guardado para mi amigo D. Francisco mis más sinceros sentimientos y afecto, olvidando quizá alguna debilidad que hubo de una y otra parte, y detestando el proceder de los que desde luego no han tenido toda la caridad de Cristo en la grave cuestión que tan terriblemente ha desgarrado al Instituto.


[1389]
Yo conservo para mi amigo D. Francisco los mismos sentimientos de estima, gratitud y afecto que tenía antes: je suis le même. Después de recibir su grata carta en El Cairo, le he escrito a Ud. dos veces desde Roma; y aunque no me ha llegado nunca respuesta, no me ha pasado por la imaginación que D. Francisco no sea el mismo que antes. Tanto es así que, como tenía que partir de Roma antes de la guerra, la idea de mi viaje era pasar por Ferrara, Rovigo y Padua, y detenerme un par de días en Vicenza, en su Colegio; mas habiendo surgido ciertas dificultades, tuve que quedarme en Roma. Yo soy y seré siempre el mismo; pero no me asombra que haya tenido la tentación de dudar de mí, porque, metido como estoy en el mundo, conozco lo rara que es la lealtad. Para su gobierno, sepa que D. Daniel mantiene para Ud. intactos sus buenos sentimientos.


[1390]
Sobre las cosas de Africa tendría un sinfín de acontecimientos que contar; por eso me reservo para decírselas de palabra. Esperanzas, muchísimas; también mucho que sufrir, con las malas artes de muchos que se oponen a mis proyectos; apoyos, grandes; alegrías, en abundancia; y confianza en Dios, toda. Lo que sé de cierto es que el Plan es voluntad de Dios: Dios lo quiere para preparar otras obras de su gloria. Lo que sé de cierto también es que, entre los obstáculos que encontraré, está la circunstancia de los tiempos difíciles... Espero establecer dentro de poco en El Cairo un Insto. para jóvenes negras, y quizá también otra casa para chicos negros en Egipto. Cierto es igualmente que Dios me ha dado una ilimitada confianza en El, de manera que ningún obstáculo me hará abandonar la empresa, y que sin duda, dentro de no muchos años, empezará una nueva era de salvación para Africa Central. En octubre espero conseguir algo bueno para el Insto. (sea dicho entre nosotros: sólo lo saben el Obispo y D. Tomba), del viejo Rey de Baviera, que viene a Roma.


[1391]
Dejemos por ahora todo lo demás y hablemos del Insto. Bien entendido que confidencialmente, porque si en el Insto. se supiese que nosotros nos carteamos tratando de cosas referentes a él, alguno no estaría demasiado satisfecho. Yo he tenido pocas noticias de allí. D. Beltrame y D. Tomba me han escrito sólo alguna carta escueta por demás, en las que tales noticias fueron compendiadas siempre con esta fórmula: «las cosas del Insto. van más o menos como cuando Ud. dejó Verona». D. Poggiani me escribió dos cartas breves, pero afectuosas. El que me dio nuevas más detalladas fue D. Bolner, a instancias mías. Es preciso, pues, que yo ruegue a mi querido D. Francisco que me dé noticias exactas del Insto. Pregunte sobre todo al Sr. Obispo y a D. Guella. Más que nada desearía saber la situación del Insto. frente al Obispo. Y espero esas noticias en una carta no ya de una sola página, como es lo normal, sino de ocho o diez páginas.


[1392]
Mis relaciones con el Insto. son muy pacíficas; sobre todo la última carta de D. Tomba, aunque exigua, revela afecto por mí. Sin embargo, parece que en general no me tienen confianza ni están muy seguros de mis intenciones. No hemos llegado a entendernos demasiado claramente que se diga. Por otra parte, está mi prolongada lejanía del Insto., y que no me esfuerzo en explicarle las cosas relativas a las misiones, después que contestaron al Cardenal Barnabò que el Insto. no se halla en condiciones de aceptar una Misión; así, no estando de pleno acuerdo en lo concerniente a Africa, no nos tratamos con toda confianza. En resumen, no he hecho con ellos como hacía con Ud. desde París, Londres, Roma, etc. Por eso es preciso que me escriba contándomelo todo, todo. ¿De acuerdo?


[1393]
Presente mis respetos al Obispo de Vicenza y al de Verona, así como a todos aquellos personajes que tuve el honor de conocer en Vicenza. Déme nuevas de D. Tilino y de su familia. En Verona, recuerdos a la Sra. Amalia Parisi (a quien escribí una larga carta desde Africa), a la familia Cavazzocca, a las Urbani, y a todos los que conozco. Salude, pidiéndoles que me tengan presente en sus oraciones, al Arcipreste de S. Esteban, a D. Guella, al Rector del Seminario, etc. Y a mi portero (aunque le he suspendido durante seis meses de su oficio por la odiosa misión que me han dicho ha llevado a cabo en Trento) dígale que su señor le quiere y se digna contemplarlo con ojos de bondad y de complacencia: le mando un cordial saludo.


[1394]
Un millón de ellos a D. Luciano y a D. Dalbosco. Nosotros aquí en Roma estamos bastante tranquilos. Y el santo anciano del Vaticano, impertérrito. Sólo el asunto de la moneda inquieta a todos: es una jugada inicua de los banqueros... Yo paso la mayor parte del tiempo en Roma, aunque voy con frecuencia a Frascati a casa del Príncipe Falconieri, y a veces a Albano. La próxima semana estaré unos días descansando con el Embajador Sartiges y familia, que me colman de gentilezas. El resto del tiempo lo dedico a mi trabajo. Todos mis sentimientos de afecto son para D. Francisco, que debe rezar mucho por



Su afmo. Daniel



Déme noticias de Hans. Las protestantes que se vayan a... Nunca me han escrito: prefiero no volver a saber de ellas.






194
Mons. Luis de Canossa
0
Roma
9.1866

N. 194 (183) - A MONS. LUIS DE CANOSSA

ACR, A, c. 14/39

Septiembre de 1866

Al Ilmo. y Rmo. Sr. Obispo de Verona

Bajo el secreto de Confesión

Gloria SS.mae Trinitati


 

[1395]
Margarita rezaba en las últimas noches del mes de agosto al Hermanito (el Niño Jesús) que enviara muy pronto a los que debe enviar para la salvación de las almas. Al mismo tiempo vio a un hombre que, a juzgar por su aspecto, debía de ser misionero (días después, habiendo ido D. Daniel, ella lo reconoció perfectamente). El tenía a su lado un bello personaje (el Niño Jesús), que volvióse hacia el misionero, y le dijo mostrándole una multitud de negros: «Ve a ganarme todas esas almas. Sal de tu Instituto, o no podrás hacerlo. Ve a buscar a mi amigo (el P. F...) y da comienzo a mi obra. Yo te mostraré mi regla, pero tú no la darás a conocer a nadie, porque el tiempo todavía no es favorable. Ahora es preciso actuar con prudencia y energía. Fundad una casa de Misioneros para los negros. Vosotros les daréis el espíritu del Buen Pastor, y haced observar solamente las reglas establecidas por el Código Canónico para los Sacerdotes que viven en comunidad.

Hijo mío, ten cuidado de no rechazar esta gracia. Te la he manifestado de improviso, es cierto, pero es fuerte y eficaz. Te toca a ti corresponder, sin detenerte en las dificultades. No creas que se te ha dado a elegir por tus méritos, sino por los méritos de mi Pasión y Muerte. Hasta ahora lo que has hecho ha sido grato a mi Corazón: ya tengo la corona preparada. Pero recuerda lo que he escrito: será coronado aquel que persevere hasta el fin. Y mi voluntad es que tú contribuyas a instituir esa Compañía, en cuanto dependa de ti y yo te manifieste como mi voluntad. Si Dios está contigo, ¿quién estará contra ti? Si te niegas a cumplir mi voluntad, ten en cuenta que sabré encontrar otro. Yo soy Aquel que es».

El «Hermanito», volviéndose a Margarita, le dijo: «Da a este Misionero mi regla». «Yo no la conozco, Hermanito mío, no quiero ir contra lo que Vos decís en el Evangelio, que hay que echar la semilla en la buena tierra para que fructifique, y no entre espinas y sobre el camino». «No, no, Margarita mía, no temas; es una buena tierra, sin embargo, si quieres». «Bien, Hermanito mío, porque Vos lo queréis, lo haré, dado que no quiero ser infiel, aunque me espero todavía grandes sufrimientos; pero yo os los ofrezco también por la salvación de las almas».


[1396]
Como Margarita temía aún que fuese un engaño de Satanás, oyó la santa Misa y comulgó para pedir a Dios que le diera a conocer realmente su voluntad. Entonces vio al «Hermanito» salir de la Hostia y lanzar sobre el misionero un rayo que formaba la Trinidad sobre su pecho. El «Hermanito» le dijo a él: «Tú debes ser el Hijo de la Trinidad: ve a conquistar todas estas almas (y le mostró una multitud de negros). Luego, dirigiéndose a Margarita, le dijo: «Bien ves que es mi voluntad. Ayúdame, pues: díselo a este misionero».



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La primera vez que fue D. Daniel (el 6 de septiembre de 1866 a las seis de la tarde), Margarita lo reconoció y de nuevo le expresó la voluntad de Dios acerca de él. Como D. Daniel no hacía más que insistirle en que pidiera al «Hermanito» que se lo confirmase. ella se puso a rezar al Hermanito, que le dijo: «Sí, hermanita mía, yo le otorgo muchas gracias; dile que me corresponda, que de lo demás me encargo yo». En el mismo momento, el Hermanito habló y dijo: «Daniel, hijo mío, ¡adelante! Es mi voluntad».



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Ocho de septiembre de 1866



Durante la santa Misa, Margarita rezaba por D. Daniel. Entonces vio un Hermanito bello, ¡bellísimo! Se encontraba en medio de espléndido sol, y de la Hostia que había en medio del triángulo formado sobre su pecho salía un rayo que, luego de dar en D. Daniel, era enviado hacia los negros. El Hermanito le dijo a él: «Hijo mío, cuidado, no vayas a echarte atrás. Te he abierto un extenso campo que cultivar, y te concedo las gracias necesarias para ello. No temas las dificultades, los obstáculos, pues mis obras deben ser sometidas así a prueba. Recuerda lo que dije a mis Apóstoles: si os rechazan en una ciudad, id a otra. Del mismo modo, si no te quieren recibir con tu Proyecto, que es el mío, ve a otra parte para cumplir mi voluntad, que hoy es que emprendas lo que los otros rechazan, para no abandonar la mies que te he ofrecido a este objeto. Mis designios para el futuro deben permanecer secretos: serían contestados y los hombres no pondrían más que obstáculos. Mira mi venida a la tierra: estuvo oculta e ignorada durante treinta años. De igual manera tengo oculto a aquel del que me he querido servir, y todavía debe seguir desconocido, porque no conviene meter las perlas que salen de mi corazón en la boca de los perros. No pienses tanto; realiza tu obra, que es la mía, porque yo soy el que te la ha inspirado. Permanece en la humildad, porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado».


[1397]
Mostróle una hermosa corona, que por un lado estaba completa, porque hasta ahora él ha hecho la voluntad de Dios, y de la otra mitad salían rayos que iban hacia los negros. Esto significa que si D. Daniel falta a su vocación, a la que ha sido llamado por Dios, esos rayos quedarán ahí inactivos y la corona no se completará. El Hermanito le dijo: «Has empezado bien, según mi voluntad; pero esto no es suficiente: ahora quiero de ti este acto de reciprocidad, poniendo en práctica la obra que se debe perpetuar hasta el fin del mundo», y lo bendijo. D. Daniel manifestó que sería fiel a su gracia. Alabados sean Dios y María.



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[1398]
1) Margarita. Así llama el Niño Jesús a la religiosa que es el sujeto principal de esta revelación. Esta gran alma, realmente favorecida por la gracia y que a menudo tiene comunicaciones íntimas y verdaderamente extraordinarias con Dios, es llamada también por el Niño Jesús «hermanita». La revelación expuesta aquí arriba es considerada auténtica y proveniente de Dios por la autoridad de dos Obispos: uno de ellos es el Ordinario de la Diócesis adonde Margarita se ha trasladado a residir por obediencia.

2) Pétit Frère (Hermanito). Así es llamado el Niño Jesús.


[1399]
3) Este primer encuentro de D. Daniel con Margarita (6 de septiembre de 1966) tuvo lugar en presencia del Arzobispo Ordinario del lugar donde la santa Hija se halla, el cual desde su residencia acompañó a D. Daniel en su coche al convento de clausura, permaneció siempre con él durante la entrevista con Margarita y la Superiora del convento, y luego le acompañó a su casa en el mismo coche. Después del 6 de septiembre, habiendo sido autorizado a entrar libremente en la clausura del claustro, D. Daniel ha tenido abundantes y largas conversaciones con esta santa mujer, en la que ha podido ver, además del espíritu de Dios y la más eminente y extraordinaria caridad, cosas maravillosas y dones extraordinarios, sobre todo en cuestión de doctrina teológica, pese a que nunca la haya estudiado.



Original francés.

Traducción del italiano.






195
Don Joaquin Tomba
0
Boulogne sur Mer
7.10.1866

N. 195 (184) - A DON JOAQUIN TOMBA

AMV, Cart. «Missione Africana»

W.J.M.

Boulogne sur Mer, 7 de octubre de 1866



Amadísimo Superior:


 

[1400]
El día anterior al de mi partida encontré en Roma, detenida en correos, su estimada carta, en la cual, entre otras cosas, me decía que las negras me dan dos meses de plazo para tomar una decisión respecto a ellas, siempre que ésta sea del agrado del Insto. Pues bien: a mi regreso a Roma, dentro de quince o veinte días, pasaré por Verona, discutiremos bien el asunto, y haré lo que Ud., querido Superior, y nuestro buen Dios determinen. El motivo que me ha traído a Francia, y que dentro de unos días (estoy sólo a cuatro horas de distancia) me llevará a Londres, está muy relacionado con las cosas africanas. Ya se lo explicaré bien cuando nos veamos.


[1401]
Yo me encuentro estupendamente, y lo mismo espero de Ud., de D. Beltrame y de nuestra querida gente del Insto. En sólo cuatro días y medio, durmiendo cinco horas en Basilea, vine a Boulogne desde Roma, pasando por Ancona, Parma, Milán, Lucerna, Mulhouse, Estrasburgo, Nancy, París y Amiens, y haciendo 23 horas seguidas de diligencia por el Monte Nevado de San Gotardo, entre Mendrisio y el Lago de los Cuatro Cantones. He descansado muy bien en Boulogne, y ahora estoy perfectamente. Después de tres días en Londres, iré a París.

Mientras, me encomiendo a sus oraciones. Rogándole salude de mi parte a todos los Sacerdotes de nuestro Insto., así como a las maestras y a Tregnaghi, y pidiéndole la bendición, me declaro en los Sdos. Corazones de Jesús y de María



Su hum. y dev. hijo

Daniel Comboni






196
Don Francisco Bricolo
0
Francfort
28.10.1866

N. 196 - A DON FRANCISCO BRICOLO

ACR, A, c. 14/22

Francfort, 28 de octubre de 1866

Mi muy querido D. Francisco:


 

[1402]
Verdaderamente estoy un poco angustiado, y hasta casi enfadado, porque desde que le escribí desde Roma no me contesta ni me manda los informes que le pedí. ¿Por qué? ¿Acaso he cometido algún error que le lleve a Ud. a no escribirme? Dejémoslo. Ahora, tras una detención en el Gran Ducado de Baden, voy a Limone, y enseguida a Verona y Roma, pasando por Vicenza. Si me manda a Limone una larga y detallada carta (y sabe la alegría que me dan las suyas), a mi paso por Vicenza me detengo a hacerle una visita, con idea de pasar más de tres horas con mi querido D. Francisco; de otro modo sigo para Padua, Rovigo, Bolonia, Florencia y Roma. Dígame muchas cosas del Insto. de Verona, porque nadie me da noticias, salvo una persona respetable. Habeo multa tibi dicere.

He visitado, por asuntos de la gloria de Dios y por la salvación de las almas, Francia, Inglaterra, Bélgica y Prusia. Quizá desde Wurzburgo haga una escapada de tres horas a Bamberg. No es ocasión de escribirle lo que he hecho, porque me falta tiempo y tengo frío. De palabra, muchas cosas. Lo que le digo es que D. Daniel es para D. Bricolo el que fue siempre, y que no cambiará jamás. Esto es todo.

Muchos saludos a D. Tilino, et aliis. También al Sr. Obispo. Encomiéndeme a los Sdos. Corazones de Jesús y de M. Yo le encomiendo a Notre Dame des Victoires de París, y a N. D. de Boulogne sur Mer. Adiós.



Su afmo. amigo

Daniel Comboni






197
Lista de personas
1
Francfort
1866
N. 197 (186) LISTA DE PERSONAS

enviadas por el P. Ludovico a Africa Central

ACR, A., C. 18/17





198
Firmas de Misas
1
Alejandría
1866
N. 198 (1147) - FIRMAS DE LAS MISAS CELEBRADAS

EN STA. CATALINA, EN ALEJANDRIA DE EGIPTO

ASCA, Registro Messe





199
Informe Soc. Colonia
0
Alejandría
1866

N. 199 (187) - INFORME A LA SOCIEDAD DE COLONIA

«Jahresbericht...» 14 (1866), pp. 7-76

Roma, 1866

Este escrito en alemán, repite casi los mismos argumentos del n. 188, con variantes. Ofrecemos aquí, traducida del italiano, la variante siguiente:


 

[1403]
La Obra de la regeneración de los negros es una obra de Dios: ha llegado el tiempo de gracia designado por la Providencia para llamar a todos estos pueblos para cobijarse a la sombra pacífica del redil de Cristo. Ya hace bastantes años que la voz profética de los héroes Libermann, Olivieri y Mazza, herederos del celo apostólico del beato Claver, resonó en la Iglesia universal por medio de sus obras de eminente caridad en favor de los negros; y al responder las admirables Obras de Viena, Colonia, París y Lyón a esta llamada, las lejanas tierras de Africa fueron abrevadas con el sudor y la sangre de los nuevos apóstoles de Jesucristo.




200
Don Joaquin Tomba
0
Roma
8. 1.1867

N. 200 (188) - A DON JOAQUIN TOMBA

AMV, Cart. «Missione Africana»

Roma,8 de enero de 1867

Amadmo. Superior:


 

[1404]
Aunque el nuevo Vicario Apostólico de Egipto, Mons. Ciurcia, Arzobispo de Irenópolis, se reserva dar su juicio sobre las obras que por parte de quienquiera que sea se emprendan dentro de los límites de su jurisdicción, se me mostró muy favorable a que las negritas sean llevadas a Egipto y confiadas bien al Insto del Buen Pastor, bien a las Monjas italianas de El Cairo. A tal fin mantengo correspondencia con Viena, para disponer de holgura en los viajes tanto por tierra como por mar. Por tanto le ruego que se ocupe solícitamente de obtener los pasaportes de las negritas que son capaces de subir a los barcos o bajar de ellos sin bastón, etc., para que, cuando yo vaya, estén listas para el viaje. Igualmente le pido por favor que, si llegase alguna carta dirigida a mí, me la haga enviar a Roma, y esto hasta el 18 del corriente. Las cartas que llegasen después del 18 guárdelas usted, y a mi llegada podrá entregármelas. He estado ocupadísimo hasta el día de la Epifanía escribiendo sobre cosas africanas, con vistas a asegurarme una buena ayuda de Colonia para el viaje de las negritas. Ahora que he terminado, estoy contento.


[1405]
Dé las gracias en mi nombre a D. Beltrame por la hermosa, larga, jugosa y substanciosa carta que me ha escrito, y que me ha sido sumamente grata. Confío en que este nuevo año el Señor derrame sobre el Instituto el torrente de sus bendiciones. Entretanto, roguemos. Aquí en Roma reina gran tranquilidad. Parece que la misión deTonello va muy bien en lo que respecta a los Obispos de Italia; todo lo que se haga por la Iglesia estará bien. En cuanto a las pretensiones del gobierno italiano, en Roma reina el non possumus y el quod scripsi scripsi, y así será siempre. El caso es que hay aquí una paz absoluta. Lo que no hay es confianza. Muchos dicen (y son los santurrones) que Roma no será tocada en absoluto; muchísimos, o casi todos, temen que los soldados italianos la invadirán temporalmente, y que el Papa abandonará Roma para luego regresar en pleno triunfo; y hay alguno que desea un cambio. Mientras, sabemos que cerca del Campidoglio, a cincuenta pasos, está la Roca Tarpeya [desde la que en la antigüedad se arrojaba a algunos condenados a muerte].


[1406]
A causa de mis ocupaciones, y también por culpa mía, no le he escrito antes, de modo que ya estamos metidos en el nuevo año. Aun así, deseo toda suerte de felicidades espirituales y temporales a Ud. y a todos los de los dos Institutos. Monseñor Nardi manda saludos a D. Beltrame. Por mi parte, saludos a todos los del Instituto, sacerdotes, maestras y negritas, y a las dos protestantes. Recuerdos también a D. César y a Festa. El Papa goza de perfecta salud. Tuve ocasión de verle, entre otras ocasiones, cuando vino el día último del año a la iglesia de Jesús para el Te Deum. Hubo ovaciones y vivas espontáneos, que lo aclamaron como Pontífice y Rey: era un espectáculo, como cuando Víctor Manuel entró en Verona.

Pidiéndole perdón por haber estado tanto tiempo sin escribir, le ruego tenga presente en sus oraciones a



Su afmo. y obedmo.

Daniel Comboni