“En la vejez seguirá dando fruto, estará lozano y frondosos, para proclamar que el Señor es bueno” (Sal 92,15-16).
“Oh Dios, nuestros oídos oyeron,nuestros padres nos contaron la obra que hiciste en sus días” (Sal 44,2).
167. Para nuestro instituto “los hermanos ancianos y enfermos son un tesoro incalculable y una carga espiritual con su vida de oración y de amor a la misión” (AC ’03, 19) Los hermanos ancianos son la “memoria histórica” del Instituto y de la misión; los hermanos enfermos, con la oración y el ofrecimiento de sus sufrimientos, se convierten en intercesores de la misión.
168. Como sabemos el número de los ancianos y de los enfermos está aumentando en el Instituto. Esta nueva situación invita a cada circunscripción a cuidar de ellos para mejorar la calidad de su vida en los diversos aspectos: médico-sanitario, comunitario, espiritual y psicológico.
169. El Instituto es testigo de la riqueza de cada hermano. Con reconocimiento y gratitud valora su testimonio de vida y el servicio que los ancianos y enfermos pueden ofrecernos (cfr. RV 15.2). La ancianidad y la enfermedad pueden y deben ser transformadas en posibilidad de crecimiento humano, misionero y espiritual
170. En el Instituto hay en la actualidad cerca de trescientos hermanos por encima de los 75 años, una tercera parte de los cuales se encuentra en las circunscripciones de origen porque necesita de cuidado y asistencia.
171. La experiencia enseña que a menudo los hermanos ancianos inseridos en comunidades numerosas y en las que hay hermanos enfermos presentes, tienden a encerrarse en sí mismos y a perder el gusto por la vida. Es necesaria una reflexión sobre el mejor modelo de comunidad y de estructura que responda a las exigencias del anciano y pueda ayudarlo a vivir esta fase de la vida con más serenidad y alegría.
172. Ante la diversidad de situaciones de los hermanos, deben buscarse las respuestas más adecuadas: algunos hermanos necesitan de asistencia médica continua en centros equipados; otros pueden todavía desarrollar un servicio en su circunscripción de origen o en la misión.
173. Nuestra consagración de por vida para la misión no está sujeta ni ala edad ni a la eficiencia, sino al ser. Por tanto, seguimos siendo misioneros en todas las etapas de nuestra vida.
174. La ancianidad, si se vive en apertura a Dios y al amor al prójimo, es un don que renueva. El comboniano que no se deja vencer por los achaques y los límites de la ancianidad, sigue viviendo la pasión por la misión, y mantiene viva la alegría, el amor y la esperanza.
174.1 El hermano anciano, aunque experimente un límite en su actividad, agradece al Padre reconociendo su bondad que lo ha colmado de dones y lo ha hecho signo de su amor entre los pueblos. A través de la memoria de la vida vivida, la reflexión y la oración profundiza el valor de esta etapa de la vida en la que el estar con el Señor prevalece sobre el actuar.
174.2 Vive la misión como “piedra escondida”, no ya en “primera línea”, pero siendo misionero igualmente. Después de haber dado a Dios y a la misión sus servicios, Dios lo llama al don de sí mismo.
174.3 Está llamado a configurarse con Cristo que se abandonó a la voluntad del Padre en comunión con la humanidad sufriente. La soledad y el sufrimiento vividos con Jesús significan salvación para nosotros y para la humanidad.
174.4 Redescubre cada día que es útil: ayuda a la comunidad, mantiene vivo el interés misionero, comunica la sabiduría que ha adquirido de la vida y se convierte en dispensador de esperanza y caridad.
175. Además del innegable valor de la oración y de la ofrenda silenciosa, los hermanos que aún son autosuficientes deben de ser valorizados en una perspectiva apostólica e involucrados en alguna actividad.
176. Aceptar con realismo y serenidad la fase de la ancianidad.
176.1 “Cada circunscripción acompaña a los hermanos ancianos con iniciativas adecuadas para que vivan serenamente su tercera edad” (RF 526).
176.2 Según las posibilidades y en colaboración con otros institutos, dar la posibilidad a cada misionero que está por cumplir los 70 años de realizar un curso particular que lo ayude a aceptar la ancianidad de manera positiva, integrándola a su identidad misionera. Este aspecto ha de ser incluido también en el curso de renovación.
176.3 Sean promovidas en el Instituto iniciativas que valoricen la tercera edad, animando a los hermanos a practicar actividades según sus actitudes: estudio, lectura, hobbies, uso de la computadora, etc.
176.4 Todo hermano, al entrar en la etapa de la ancianidad, sea invitado a entregar sus memorias escribiendo recuerdos y reflexiones sobre su experiencia misionera.
177. Valorizar la presencia de los ancianos en el servicio misionero
177.1 Un hermano anciano o enfermo, si lo desea y hasta que su salud se lo permita, permanezca en la circunscripción en donde ha prestado su servicio.
177.2 Favorecer la presencia de ancianos en las casas de formación, como signo y testimonio de una vida consagrada a la misión.
177.3 Como alternativa a las comunidades numerosas de ancianos, donde sea posible, privilegiar el modelo de pequeñas comunidades con la posibilidad de dar un servicio en contacto con la gente.
178. Cuidar de los hermanos ancianos y enfermos
178.1 En las propuestas ordinarias de FP, dar indicaciones a todos los hermanos para que sean más sensibles y capaces de comprender la psicología del anciano y del enfermo.
178.2 Realizar cursos anuales para hermanos ancianos o para los enfermos en los principales centros en donde están presentes (cfr. RV 100.2).
178.3 El CG, en colaboración con los continentes, prevea en el próximo sexenio la organización de un centro continental para enfermos, particularmente en África.
178.4 El CG, en diálogo con las circunscripciones que tienen grandes centros para hermanos ancianos, se empeñe en proveer de personal y en prepararlo para que dé un servicio especializado de acompañamiento. Este servicio exige una particular aptitud y preparación específica.
178.5 Una de las prioridades para el próximo sexenio sea la rotación en los centros dedicados a la asistencia de los hermanos ancianos y enfermos. El CG la programe de manera adecuada haciendo posible que el tiempo de servicio sea respetado y normalmente no supere los cinco años.
178.6 La colaboración de voluntarios laicos en la asistencia a los hermanos ancianos y enfermos es ya una tradición positiva y muy apreciada. Los CP deben seguir favoreciéndola y animándola.
178.7 Promover la relación de los ancianos y de los enfermos con sus familiares.
178.8 Superados los 50 años, todo hermano se someta a estudios médicos regulares.