Este IV Domingo del Tiempo Pascual nos permite profundizar en Jesús como el Buen Pastor y a nosotros como ovejas de su rebaño. Es un tema que ha alimentado la fe y la devoción de los cristianos a lo largo de los siglos. Los primeros cristianos no se atrevían a pintar a Jesús crucificado; sin embargo, en las pinturas de las catacumbas y en los sarcófagos paleocristianos es muy común encontrar representaciones de Jesucristo con una oveja sobre sus hombros. (...)
Un comentario a Jn 10, 1-10
Leemos hoy –cuarto domingo de Pascua- el bien conocido capítulo 10 de Juan, en el que se nos habla del Buen Pastor que, a diferencia de ladrones y bandidos, ha venido para “dar la vida a los hombres y para que la tengan en abundancia”. A este propósito, les ofrezco estas breves reflexiones.
1. Una experiencia: “Sólo buscamos la vida”
Visitaba yo, hace años, una aldea del sur de Ghana (África occidental), cuando me encontré con un grupo de personas que estaban realizando unos ritos ligados a la religión del vodú, mayoritaria en aquella zona. Les pregunté:
En efecto, la vida es, no sólo el don fundante que todos hemos recibido, sino también nuestra primordial tarea y misión. Vivir y dar vida es, sin duda alguna, nuestra primera misión y en ella se insertan todas las demás.
Pero vivir, como sabemos, es mucho más que “sobrevivir”, arrastrando una existencia sin sentido. Es, ante todo, desarrollar una identidad personal, única e intransferible, hecha de amor recibido y otorgado, un gastar la propia vida, un “desvivirse”, conscientes de un don recibido y de una meta hacia la que se camina, creando vida…
2. Como ovejas sin pastor
El evangelio de Mateo nos cuenta que “Jesús recorría todas las ciudades y las aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y dolencia. Y, al ver la muchedumbre, sintió compasión de ella porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor” (Mt 9, 35-37). Me parece que, veinte siglos más tarde, la situación sigue siendo igual. Si nos miramos a nosotros mismos y a nuestro alrededor, podemos afirmar que muchos seres humanos no vivimos la vida en plenitud. Muchas personas, incluidos quizá nosotros mismos, somos “como ovejas sin pastor”, que, como el hijo pródigo, andamos buscando como ser felices, pero no sabemos cómo.
3. El pastor “bello”, que da vida
En el versículo de Juan que sigue a los que leemos hoy, Jesús se define a sí mismo como el “buen pastor”, según las traducciones bíblicas que manejamos comúnmente. En realidad, según los expertos, la palabra usada por Juan para referirse a Jesús es “khalós”, que significa “bello”; por tanto parece que Juan no se refirió a Jesús como pastor “bueno” sino como pastor “bello”.
De hecho, en español decimos a veces, refiriéndonos a alguien conocido con expresiones como esta: “que bella persona es”. Con ello no queremos decir que dicha persona tiene una especial belleza física, sino que en ella resplandece una belleza totalmente especial, que tiene más que ver con su manera de ser que con su apariencia física.
En todo caso, lo que el evangelista nos transmite es claro: que Jesús, a diferencia de otros líderes o seudo-líderes, que se parecen más a los ladrones y a los bandidos, es el pastor bello-bueno, que es reconocido tanto por el “guardián” (el Padre Dios) como por las “ovejas” (aquellos de nosotros que son amantes de la bondad y la belleza).
En Jesús se manifiesta el mismo Espíritu que procede del Padre y habita en las “ovejas”. Por eso hay un reconocimiento mutuo. Como diría el papa Francisco, el Padre, el Pastor bello y las ovejas tienen el mismo “olor”, comparten el mismo deseo de bondad, de belleza y de amor. Por eso se reconocen mutuamente. Por el contrario, los que no tienen ese “olor”, los que prefieren la mentira, el orgullo exagerado, el robo, la malicia… esos son “ladrones”, buscan abusar de las “ovejas” y no reconocen ni al Padre ni al Hijo.
La pregunta para nosotros es: ¿A quién preferimos seguir? ¿Nos dejamos guiar y conducir hacia la vida plena por este pastor que huele a oveja o preferimos que nos pastoreen ladrones y bandidos?
P. Antonio Villarino, MCCJ
Juan 10,1-10
Jesús el Buen Pastor
JESÚS ES LA PUERTA
Jesús propone a un grupo de fariseos un relato metafórico en el que critica con dureza a los dirigentes religiosos de Israel. La escena está tomada de la vida pastoril. El rebaño está recogido dentro de un aprisco, rodeado por un vallado o pequeño muro, mientras un guarda vigila el acceso. Jesús centra precisamente su atención en esa «puerta» que permite llegar hasta las ovejas.
Hay dos maneras de entrar en el redil. Todo depende de lo que uno pretenda hacer con el rebaño. Si alguien se acerca al redil y «no entra por la puerta», sino que salta «por otra parte», es evidente que no es el pastor. No viene a cuidar a su rebaño. Es «un extraño» que viene a «robar, matar y hacer daño».
La actuación del verdadero pastor es muy diferente. Cuando se acerca al redil, «entra por la puerta», va llamando a las ovejas por su nombre y ellas atienden su voz. Las saca fuera y, cuando las ha reunido a todas, se pone a la cabeza y va caminando delante de ellas hacia los pastos donde se podrán alimentar. Las ovejas lo siguen porque reconocen su voz.
¿Qué secreto se encierra en esa «puerta» que legitima a los verdaderos pastores que pasan por ella y desenmascara a los extraños que entran «por otra parte», no para cuidar del rebaño, sino para hacerle daño? Los fariseos no entienden de qué les está hablando aquel Maestro.
Entonces Jesús les da la clave del relato: «Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas». Quienes entran por el camino abierto por Jesús y le siguen viviendo su evangelio son verdaderos pastores: sabrán alimentar a la comunidad cristiana. Quienes entran en el redil dejando de lado a Jesús e ignorando su causa son pastores extraños: harán daño al pueblo cristiano.
En no pocas Iglesias estamos sufriendo todos mucho: los pastores y el pueblo de Dios. Las relaciones entre la jerarquía y el pueblo cristiano se viven con frecuencia de manera recelosa, crispada y conflictiva: hay obispos que se sienten rechazados; hay sectores cristianos que se sienten marginados.
Sería demasiado fácil atribuirlo todo al autoritarismo abusivo de la jerarquía o a la insumisión inaceptable de los fieles. La raíz es más profunda y compleja. Hemos creado entre todos una situación difícil. Hemos perdido la paz. Vamos a necesitar cada vez más a Jesús.
Hemos de hacer crecer entre nosotros el respeto mutuo y la comunicación, el diálogo y la búsqueda sincera de verdad evangélica. Necesitamos respirar cuanto antes un clima más amable en la Iglesia. No saldremos de esta crisis si no volvemos todos al espíritu de Jesús. Él es «la puerta».
José Antonio Pagola
http://www.musicaliturgica.com
Jesús como el Buen Pastor
Este IV Domingo del Tiempo Pascual nos permite profundizar en Jesús como el Buen Pastor y a nosotros como ovejas de su rebaño. Es un tema que ha alimentado la fe y la devoción de los cristianos a lo largo de los siglos. Los primeros cristianos no se atrevían a pintar a Jesús crucificado; sin embargo, en las pinturas de las catacumbas y en los sarcófagos paleocristianos es muy común encontrar representaciones de Jesucristo con una oveja sobre sus hombros. Los presbiterios de las antiguas Basílicas suelen estar decorados con mosaicos que representan dos filas de ovejas acercándose a beber de una fuente. La imagen de Jesús Pastor es tan rica, que nos ayuda a comprender su identidad, su misión y su relación con el Padre y con nosotros.
Hoy se celebra la LVI jornada mundial de oración por las vocaciones, cuyo tema es: La valentía de arriesgar la vida por la promesa de Dios. La Liturgia nos presenta como centro de nuestra celebración la figura de Jesús que habla de sí mismo como buen Pastor. Su presencia resucitada en medio de sus Apóstoles nos invita a orar y pedir por los Pastores: Papa Francisco, Obispos, Sacerdotes, y por todos los que se preparan para la vida sacerdotal Y religiosa, por las familias que promueven la cultura vocacional con amor por la Iglesia.
El texto de Jesús Buen Pastor debe ser leído y meditado a la luz del capítulo 34 del profeta Ezequiel que anuncia un pastor que en nombre de Dios hará alianza con su pueblo. Quien es el verdadero pastor? El que se sacrifica por la comunidad. Jesús también es “puerta”, pues su Palabra conduce a la vida nueva, a la verdad, a la misión.
Él nos dice: Yo soy el Buen Pastor, conozco mis ovejas y ellas me conocen, Yo soy la puerta de las ovejas, Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia. Esta conclusión ilumina todo el texto que se divide en dos partes, la primera habla del pastor y del ladrón: Jn. 10,1- 6. El pastor que es el dueño de las ovejas entra por la puerta; las ovejas conocen su voz y lo siguen, mientras el extraño no lo reconocen. Quien lo está escuchando no comprende que Jesús habla de sí mismo. En la segunda parte: Jn. 10, 7- 10 Jesús se declara diciendo: “Yo soy la puerta se las ovejas”, Quien vino antes de Él, ha pasado por otra parte, por eso es un ladrón y brigante, en fin, la contraposición!: el ladrón viene a robar y a asesinar; en vez Jesús ha venido para darnos vida y vida en abundancia, vino para conocer y para guiar, El dona la salvación.
Jesús es la Puerta, es decir sacramento principal del cual nos da toda gracia, en una palabra Él es nuestra Pascua= pasaje; es por medio de Él que la vida de Dios desciende a nosotros del Padre; y es por medio de Él que nuestra respuesta sale al Padre; y es en la Iglesia que, guiada por los pastores, continua su presencia salvadora.
Dios quiere encontrar al hombre porque ha venido allí, donde el hombre le busca. Como padres, educadores, sacerdotes, religiosos, animadores y hermanos ¿estamos dispuestos a entregar nuestras capacidades, nuestro tiempo, nuestra propia vida por los que están a nuestro cargo?
Jesús no llama con palabras aduladoras. Nos dice: el que quiera seguirme, que tome su cruz de cada día y me siga. Su amor y su bondad nos acompañan todos los días de nuestra vida.
https://www.figliedellachiesa.org/
El Buen Pastor
llama a otros a ser pastores buenos
Hechos 2,14.36-41; Salmo 22; 1Pedro 2,20-25; Juan 10,1-10
Reflexiones
El cuarto domingo de Pascua es el “Domingo del Buen Pastor”, por el pasaje del Evangelio de hoy. El Buen Pastor es la primera imagen utilizada por los cristianos en las catacumbas para representar a Jesucristo, muchos siglos antes de la imagen del crucifijo. La razón de esta antigüedad radica ciertamente en la riqueza bíblica de la imagen del ‘pastor’ ya en el Antiguo Testamento (cfr. Éxodo, Ezequiel, Salmos…). Jesús se ha identificado con el pastor: Yo soy el buen pastor. El evangelista Juan lo presenta con abundantes expresiones que indican la relación vital entre el pastor y las ovejas: entrar-salir, abrir, llamar-escuchar, conducir, caminar-seguir, conocer, pacer… Hasta la identificación de Jesús con la ‘puerta’ (v. 7.9); puerta de salvación, que significa ‘vida en abundancia’ (v. 9.10). En efecto, Jesús se autodefine como el buen pastor que entrega su vida por las ovejas (v. 11). Es interesante notar que el texto griego emplea un sinónimo: el pastor hermoso (v. 11.14), es decir, bueno, perfecto, que reúne en sí la perfección estética y ética.
Él ofrece su vida por todos: Él tiene también otras ovejas a las que debe recoger, hasta formar un solo rebaño con un solo pastor (v. 16). Él no renuncia a ninguna de ellas, aunque estén lejos o no le conozcan: todas tienen que entrar por la puerta que es Él mismo, porque Él es el único Salvador. La misión de la Iglesia se mueve entre estos parámetros de oblación y de universalidad: vida ofrecida por todos, la perspectiva del único rebaño, la vida en abundancia... Aunque la grey sea numerosa, nadie queda perdido en el anonimato, nadie sobra, antes bien las relaciones son personales e íntimas: el pastor conoce a sus ovejas, las llama a cada una por el nombre y las saca fuera (v. 3).
Jesús habla de un pastor que no explota las ovejas, sino que las ayuda a vivir ‘en abundancia’; Él critica duramente la conducta de los jefes religiosos del Templo. En ese contexto, Jesús por dos veces subraya el hecho de que el pastor saca las ovejas ‘fuera’ del recinto (v. 3-4). Es decir, fuera del atrio-recinto del Templo. Porque Jesús se encontró con una religión que no hacía libres a las personas, sino esclavas: esclavas de reglas y leyes, esclavas del poder religioso de escribas, fariseos y sacerdotes, que Jesús llama ‘mercaderes del templo’. Jesús no quiere explotadores, guetos y divisiones. Jesús no está en contra del templo como tal, sino que lo quiere libre de todo tipo de ‘mercaderes’. Solo así el templo continúa siendo un lugar importante para encontrar a Dios, escuchar su Palabra, celebrar la Eucaristía, orar juntos al Padre… Todo ello para recibir luz y fuerza para luego salir y encontrar a Dios en la historia, en la vida diaria, el trabajo, la familia, la enfermedad, la diversión… Para sembrar en todas partes alegría y esperanza.
Jesús se opone a ese poder que a través de la religión deshumanizaba a las personas. El Dios de Jesucristo no quiere mujeres y hombres esclavos, sino libres, autónomos, responsables; gozosos de “adorar al Padre en espíritu y en verdad” (Jn 4,23); prontos en hacer comunión con los demás, generosos en servir a los más necesitados. En este nuevo estilo de vida, inaugurado por Jesús, se comprende la otra bella imagen bajo la cual se presenta Jesús: “Yo soy la puerta” (v. 7.9). La puerta de la vida nueva: a través de Él se establece un nuevo estilo de relaciones con Dios, consigo mismo, los demás, la cultura y la política, el cosmos, e incluso la vida eterna… Jesús es la puerta que nos regala la posibilidad de gustar verdaderamente la vida. Él afirma claramente: “Yo he venido para que tengan la vida y la tengan en abundancia” (v.10). En el centro de su Evangelio Jesús pone la vida; aun antes del pecado. Él ha venido para darnos la vida, para enseñarnos a vivir: amándonos unos a otros como Él mismo nos ha amado.
El amor apasionado con que el Buen Pastor ofrece su vida por las ovejas aparece en las dos lecturas. Pedro el día de Pentecostés (I lectura) predica e invita a la conversión, al bautismo y a recibir el don del Espíritu Santo (v. 38); asimismo, en su carta, Pedro (II lectura) se inspira en el cuarto cántico del Siervo (Is 53): Cristo padeció por nosotros, dejándonos un ejemplo, para que sigamos sus huellas (v. 21); sus heridas nos han curado. La familia humana, descarriada y errante por causa del pecado, ha encontrado salvación y unidad en Cristo, pastor y guardián de la vida de todos (v. 25).
Seguir las huellas del Buen Pastor es la invitación y el objetivo que se propone la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que se celebra hoy: el Señor sigue llamando también a otros a compartir su destino y su misión para la vida de toda la familia humana. Aun a riesgo de sufrir persecuciones violentas, como en el caso frecuente de los misioneros mártires. En el mensaje para la Jornada de hoy, el Papa Francisco invita a los llamados, a confiar siempre en el Dios que nos llama, porque Él está presente y nos acompaña también en la oscura noche de tempestad. (*)
Las vocaciones de especial consagración (sacerdocio, vida consagrada, vida misionera, servicios laicales…) encuentran solidez, gozo y libertad interior (Jn 10,9) en la experiencia personal de sentirse amado y llamado por Alguien que existe antes que nosotros. Se trata de una experiencia fundante, la misma que el teólogo protestante K. Barth, superando el idealismo cartesiano, expresa así: “Cogitor, ergo sum” (soy pensado, luego existo). El Salmo 22 expresa, con lenguaje de alta poesía, la seguridad y la tranquilidad interior del que pone su confianza plena en el Señor, el Buen Pastor (Salmo responsorial). El Papa Francisco expresa esta seguridad en términos vitales y vocacionales: “Soy amado, luego existo; he sido perdonado, entonces renazco a una vida nueva” (Misericordia et misera, n. 16). Este es el camino para una vocación segura, radical y duradera.
Palabra del Papa
(*) “Toda vocación nace de la mirada amorosa con la que el Señor vino a nuestro encuentro, quizá justo cuando nuestra barca estaba siendo sacudida en medio de la tempestad. La vocación, más que una elección nuestra, es respuesta a un llamado gratuito del Señor; por eso, llegaremos a descubrirla y a abrazarla cuando nuestro corazón se abra a la gratitud y sepa acoger el paso de Dios en nuestra vida… El Señor sabe que una opción fundamental de vida - como la de casarse o consagrarse de manera especial a su servicio - requiere valentía. Él conoce las preguntas, las dudas y las dificultades que agitan la barca de nuestro corazón, y por eso nos asegura: «No tengas miedo, ¡yo estoy contigo!». Él nos viene al encuentro y nos acompaña, aun cuando el mar está agitado”.
Papa Francisco
Mensaje para la 57 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones (2020)
P. Romeo Ballan, MCCJ