Todo había comenzado bien en Nazaret. En la sinagoga de su pueblo natal, Jesús se había presentado correctamente (Lc 4,16-21, Evangelio del domingo pasado). Consagrado por el Espíritu, había hecho suyas las palabras de un gran profeta del pasado, Isaías, asumiendo su programa: opción por los pobres, liberación de las enfermedades y de la opresión, y para todos un año de gracia. (...)

 El precio de la fidelidad al anuncio del Evangelio

Jer. 1,4-5.17-19; Sl. 70; 1Cor. 12,31-13,13; Lc. 4,21-30

Familia de Nazaret.

Reflexiones
Todo había comenzado bien aquella mañana en Nazaret, en la sinagoga de su pueblo natal. Jesús se había presentado correctamente, con su primer sermón (Lc 4,16-21) sobre el texto de Isaías, diciendo: “Hoy se ha cumplido esta Escritura” (v. 21). (*) Consagrado por el Espíritu, había hecho suyas las palabras de aquel gran profeta, asumiendo su programa: opción por los pobres, liberación de las enfermedades y de la opresión, y para todos un año de gracia. Los ojos y los oídos de todos estaban fijos sobre Él, todos pendientes de sus labios (Evangelio), se maravillaban de sus “palabras de gracia” (v. 22). Con este mensaje de esperanza y de salvación, se daban las premisas para un futuro espléndido. Pero, de pronto, cambia el escenario: a la admiración suceden los típicos celos entre paisanos: pero ¿qué se ha creído este hijo de José? Después, inopinadamente, vienen las incomprensiones, los insultos, la furia (v. 28), el rechazo, y hasta el intento de lincharlo (v. 29). El brusco paso del triunfo al rechazo preanuncia la suerte de Jesús: el paso del domingo de Ramos al Viernes Santo (cfr. Lc 19,35-38 con Lc 23,20-25).

¿Cómo explicar un cambio tan rápido de actitudes opuestas hacia un paisano, que ya era famoso en otros lugares por sus milagros y enseñanzas? Es improbable, ante todo, que ese cambio haya ocurrido en pocas horas o en un solo día; cabe pensar en momentos sucesivos, que, posteriormente, el evangelista ha reagrupado, al tratarse de hechos ocurridos en Nazaret. Para Lucas, la presentación de Jesús en Nazaret es la síntesis de toda su vida-misión-muerte-resurrección: allí está su programa, la opción por los pobres, la liberación del mal, el año de misericordia; está también la decepción de la gente y la progresiva hostilidad hacia Jesús, hasta empujarlo “fuera del pueblo... con intención de despeñarlo”, pero Él se abrió paso e iba por su camino (v. 29-30; cfr. Lc 9,51). Son palabras que hacen referencia a la muerte de Jesús sobre el Calvario y a su resurrección.

El progresivo rechazo de Jesús se debe ciertamente a la falta de fe en Él por parte de la gente de Nazaret y de sus mismos parientes, como lo anotan los evangelistas (cfr. Mt 13,58; Mc 6,6; Jn 7,5). Además, algunos quedarían decepcionados, porque Jesús se detuvo en “promulgar el año de gracia del Señor”, sin mencionar el verso siguiente, acerca del “día de venganza” de Dios (cfr. Is 61,2), para exterminar a los opresores. Obviamente, Jesús entiende esa venganza solo en términos de misericordia. En efecto, Dios no vence el mal usando la violencia, sino con la misericordia. ¡Misterio nuevo, difícil de entender! La única luz para vislumbrarlo puede venir mirando al Dios-Crucificado-Resucitado.

Jesús no accede a las ambiciones y a los sueños políticos de la gente, sino que se distancia de sus prejuicios y de sus aspiraciones meramente humanas. Es este el sentido de los dos proverbios que cita (v. 23-24), mencionando a los profetas Elías y Eliseo, los cuales prefirieron socorrer a extranjeros (la viuda de Sarepta de Sidón y el sirio Naamán), gente de otras culturas y religiones, en lugar de ayudar a las viudas y a los leprosos de Israel (v. 25-27). A la gente de Nazaret no le había agradado que un paisano tan ilustre hubiese escogido como sede la ciudad comercial y pagana de Cafarnaún (v. 23); y mucho menos le agradaba que en el nuevo plan de salvación de Dios, anunciado por Jesús, tuvieran cabida también otros pueblos. El choque entre la mentalidad abierta y generosa de Jesús versus la perspectiva egoísta y mezquina de los nazarenos había llegado a un punto de ruptura inevitable. Pero Jesús no renuncia a su plan de salvación abierta a todos.

Ese tipo de choques está siempre al acecho. Los evangelizadores saben que a menudo van a tropezar con personas de mentalidad estrecha y quisquillosa. Anunciar el Evangelio quiere decir remar contracorriente y, por lo tanto, exponerse a no ser comprendido y a pagar con tu vida personal. Tales rechazos e incomprensiones abundan en la historia de las misiones y en la experiencia personal de muchas misioneras y misioneros, conscientes de haber recibido una vocación específica. Esta fue también la experiencia de Jeremías (I lectura), seguro de que Dios lo había conocido y llamado desde el seno materno (v. 5). Por tanto, el joven profeta se siente revestido de la fuerza de Dios, como una “muralla de bronce frente a todo el país, frente a los reyes... frente a los sacerdotes” (v. 18); “lucharán contra ti, pero no te podrán”, le asegura Dios: “yo estoy contigo para librarte” (v. 19). La experiencia de sentirse escogidos, amados, llamados y enviados a vivir en el amor, está en la línea de “los carismas mejores”, de los cuales habla San Pablo (II lectura), el cual concluye diciendo que de entre todas las virtudes “la más grande es el amor” (v. 13).

Se trata de un desafío permanente - el del amor - que es preciso vivir con coherencia y tenacidad, hasta sufrir persecución y muerte. Como Jesús, como los Apóstoles, como muchos misioneros y misioneras. Como los líderes de la noviolencia-activa: por ejemplo, Gandhi, cuyo asesinato recordamos el 30/1; como Martin Luther King, del que acabamos de recordar el cumpleaños el 15/1; como Raoul Follereau, fundador de la Jornada mundial de los enfermos de lepra (que se celebra hoy; así como muchos otros profetas de nuestro tiempo. Debemos rezar para que nunca falte en la Iglesia el valor del anuncio misionero del Evangelio (oración colecta). Un anuncio que se resume en el amor, como afirmaba san José Freinademetz, misionero del Verbo Divino, que salió del Valle Badía (Bolzano) para China, donde murió (1908): “El lenguaje del amor es el único idioma que todos los hombres comprenden”.

Palabra del Papa

(*) «Terminada la lectura, “todos los ojos estaban fijos en él” (v. 20). Y Jesús inicia diciendo: “Esta Escritura se ha cumplido hoy” (v. 21). Detengámonos en este hoy. Es la primera palabra de la predicación de Jesús contada en el Evangelio de Lucas. Pronunciada por el Señor, indica un “hoy” que atraviesa toda época y permanece siempre válido. La Palabra de Dios siempre es “hoy”. Empieza un “hoy”: cuando tú lees la Palabra de Dios, en tu alma empieza un “hoy”, si tú la comprendes bien. Hoy. La profecía de Isaías se remontaba a siglos antes, pero Jesús, “por la fuerza del Espíritu” (v. 14), la hace actual y, sobre todo, la lleva a cumplimiento e indica la forma de recibir la Palabra de Dios: hoy. No como una historia antigua, no: hoy. Hoy habla a tu corazón».
Papa
Francisco
Angelus, domingo 23 de enero de 2022

P. Romeo Ballan

El Evangelio es imparable

Comentario a Lc 4,21-30

Este domingo continuamos la lectura del evangelio de Lucas exactamente donde lo habíamos dejado el domingo pasado. Recordemos. Jesús había anunciado su programa: anunciar un año jubilar, un tiempo de gracia, en el que todos podríamos comenzar una nueva vida, dejar atrás los pecados y los errores del pasado para empezar de nuevo.

La reacción de sus vecinos fue muy parecida a la que tenemos nosotros en muchas ocasiones: por un lado se admiraban de las palabras de Jesús y se alegraban ante la esperanza de un nuevo comienzo. Pero, por otro, se dejaron llevar por el escepticismo, la desesperanza y hasta por la cerrazón, hasta el punto de querer eliminar a Jesús, como si fuera algo escandaloso.

Con el párrafo que leemos hoy sobre el rechazo de Jesús por sus vecinos el evangelista nos anuncia que la vida de Jesús despertaba admiración y esperanza, pero también oposición y enemistad.

Y eso es lo que espera al discípulo de Jesús y a su comunidad. Nos engañamos si pensamos que cuando evangelizamos y hacemos el bien, vamos a encontrar siempre aplauso y alabanza. Uno desearía que el bien fuera siempre aceptado y difundido por todos. Pero no siempre es así. Existe en el mundo un espíritu de desconfianza, envida y escepticismo que no deja que la semilla del bien se afiance y dé todo su fruto. No podemos ser ingenuos: el bien se enfrenta al mal, la esperanza a la desconfianza, la luz a la tiniebla, la vida a la muerte.

Jesús enfrentó esa oposición y nosotros no seremos menos que el Maestro. Si emprendemos el camino del bien, encontraremos resistencia interior y exterior.

Pero, como Jesús, estamos seguros de vencer el mal con el bien, el odio con el amor. “El, abriéndose paso, se marchó”, dice Lucas en una clara alusión al triunfo de la resurrección (Jesús, escapando de la tumba, se puso en pie y volvió al Padre). La comunidad-familia de Jesús, guiada por el Espíritu del Resucitado, se levanta también continuamente, superando las amenazas exteriores y sus propias caídas para continuar la misión (el anuncio del tiempo de gracia) hasta el día de hoy y seguirá adelante a pesar de la oposición exterior y del pecado de los mismos misioneros. A pesar de la oposición y del pecado, el Evangelio es imparable.
P. Antonio Villarino, Bogotá

Lucas 4,21-30

PRIVADOS DE ESPÍRITU PROFÉTICO
José A. Pagola

Sabemos que históricamente la oposición a Jesús se fue gestando poco a poco: el recelo de los escribas, la irritación de los maestros de la ley y el rechazo de los dirigentes del Templo fueron creciendo hasta acabar en su condena y ejecución en la cruz.

También lo sabe el evangelista Lucas. Pero, intencionadamente, forzando incluso su propio relato, habla del rechazo frontal a Jesús en la primera actuación pública que describe. Desde el principio han de tomar conciencia los lectores de que el rechazo es la primera reacción que encuentra Jesús entre los suyos al presentarse como Profeta.

Lo sucedido en Nazaret no es un hecho aislado. Algo que sucedió en el pasado. El rechazo a Jesús cuando se presenta como Profeta de los pobres, liberador de los oprimidos y perdonador de los pecadores, se puede ir produciendo entre los suyos a lo largo de los siglos.

A los seguidores de Jesús nos cuesta aceptar su dimensión profética. Olvidamos casi por completo algo que tiene gran importancia. Dios no se ha encarnado en un sacerdote, consagrado a cuidar la religión del Templo. Tampoco en un letrado, ocupado en defender el orden establecido por la ley. Se ha encarnado y revelado en un Profeta, enviado por el Espíritu a anunciar a los pobres la Buena Noticia y a los oprimidos la liberación.

Olvidamos que la religión cristiana no es una religión más, nacida para proporcionar a los seguidores de Jesús las creencias, ritos y preceptos adecuados para vivir su relación con Dios. Es una religión profética, impulsada por el profeta Jesús para promover un mundo más humano, orientado hacia su salvación definitiva en Dios.

Los cristianos tenemos el riesgo de descuidar una y otra vez la dimensión profética que nos ha de animarnos a los seguidores de Jesús. A pesar de las grandes manifestaciones proféticas que se han ido produciendo en la historia cristiana, no deja de ser verdad lo que afirma el reconocido teólogo Hans Urs von Balthasar: a finales del siglo II “cae sobre el espíritu profético de la Iglesia una escarcha que no ha vuelto a quitarse del todo”.

Hoy, de nuevo, preocupados por restaurar “lo religioso” frente a la secularización moderna, los cristianos corremos el peligro de caminar hacia el futuro privados de espíritu profético. Si es así, nos puede suceder lo que a los vecinos de Nazaret: Jesús se abrirá paso entre nosotros y “se alejará” para proseguir su camino. Nada le impedirá seguir su tarea liberadora. Otros, venidos de fuera, reconocerán su fuerza profética y acogerán su acción salvadora.
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