Ha un consenso general sobre la necesidad de redescubrir y promover el espíritu del Cenáculo de los Apóstoles
ICONO: Cenáculo de Apóstoles
Guía: Durante el proceso de la RM han aparecido algunos defectos personales y comunitarios. Hemos manifestado un sentimiento común de que estos defectos necesitan una atención urgente, para mejorar nuestra espiritualidad y la eficacia de nuestro testimonio misionero. Uno de los aspectos que más se ha subrayado ha sido el espíritu individualista y competitivo. Ha habido un consenso general sobre la necesidad de redescubrir y promover el espíritu del Cenáculo de los Apóstoles.
El Cenáculo es el lugar donde los Apóstoles se encontraban para orar con María después de la muerte y resurrección de Su Hijo (He 1, 12-14). Es el lugar donde Jesús instituyó la Eucaristía durante la Última Cena (Mc 14, 12-25). Allí les dio ejemplo de humildad y de servicio lavándoles los pies (Jn 13, 1-20). En el Cenáculo, el Señor Resucitado se apareció a los Apóstoles y los envió a anunciar el Evangelio (Mc 16, 14-16). Allí es donde recibieron el don del Espíritu el día de Pentecostés y, desde ese momento, empezaron a proclamar la Buena Nueva (He 2, 1-4).
Textos bíblicos
Lector: “Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros. Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor. Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos. Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino. Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. El les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré”. (Jn 20, 19-25).
Lector: “Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el cual está cerca de Jerusalén, camino de un día de reposo. Y entrados, subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo. Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos” (He 1, 12-14). “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (He 2, 1-4).
Lector: Cristo les dijo a sus discípulos que no empezasen la misión antes de haber recibido el Espíritu Santo. Con eso quiso darles a entender que el espíritu es el protagonista de la misión. Ellos tuvieron que prepararse a recibir este don como comunidad con la oración. Hay cuatro momentos en los hechos de los Apóstoles en los que los creyentes reciben el Espíritu Santo: He 2, 1-4; 8, 14-17; 10, 44-48; 19, 1-7. En estas citas el Espíritu se da a la comunidad y no a los individuos. El camino de la RM nos ha devuelto al Cenáculo. Si no redescubrimos el amor fraterno y el rezar juntos como comunidad, no permitiremos al Espíritu venir a renovarnos.
Lector: “Nuestros Misioneros, Sacerdotes o Laicos, viven juntos como hermanos en la misma vocación, -bajo la dirección y dependencia del que es nombrado Superior local del Instituto, al cual son destinados por la Autoridad competente-, sin rivalidades ni pretensiones, listos a hacer aquello que se les manda, dispuestos a compadecerse y a ayudarse mutuamente, y respetuosos siempre hacia los otros Misioneros del lugar, con los que procuran estar siempre en perfecta armonía, incluso en el ejercicio del ministerio” (Escritos 1859).
Reflexión personal (en silencio)
Números del texto final de la RM que pueden ayudarnos a profundizar nuestra reflexión 39, 40, 47, 48, 49, 64.
Compartir la reflexión
Canto
Preces compartidas
Padre Nuestro
Oración final (a elegir)
Padre Santo, cuyo Hijo predilecto se dio a conocer a sus discípulos al partir el pan,
abre los ojos de nuestra fe
para que podamos contemplarlo
en su obra de redención.
El que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
único Dios, ahora y siempre. Amén
Señor,
la resurrección de Tu Hijo
nos ha dado una vida nueva y una renovada esperanza.
Ayúdanos a vivir como un pueblo nuevo
a la búsqueda del ideal cristiano.
Danos la sabiduría para conocer lo que debemos hacer,
la voluntad para quererlo hacer,
el coraje para cumplirlo,
la perseverancia para continuar
y la fuerza para llevarlo a cumplimiento.
Te lo pedimos en el nombre de Jesús.
Para una ulterior reflexión
¿Siento la necesidad de retirarme al Cenáculo alguna vez para ser llenado de la “potencia que viene de arriba” o me fío de mi fuerza, mi dinero y de mi conocimiento para hacer misión?
¿Es nuestra comunidad un Cenáculo donde logramos “comprendernos” incluso hablando lenguas distintas, o es una “Babel” donde no nos entendemos? ¿Nos sentamos alguna vez a rezar juntos para pedir al Espíritu que nos de un lenguaje y un objetivo común?
En el Cenáculo los Apóstoles estaban unidos en oración “junto con algunas mujeres y con María, la madre de Jesús y con los hermanos de éste”. ¿Está abierto nuestro Cenáculo a otros colaboradores de la misión y a los “hermanos y hermanas del Señor” de la Iglesia local o hemos escrito a la entrada “prohibido entrar”?
PUNTOS PARA UNA REFLEXIÓN