Alma de artista
Había nacido para misionero. Ni el hambre, ni el frío, ni las humillaciones y trabajos de toda clase pudieron disuadirlo de su idea. Su martirio fue la conclusión lógica de su vida.


Sant'Eufemia di Borgoricco (PD - Italia)
Mirador (Brasile)

"¡Morir a los treinta y ocho años! ¡No, no es justo! ¡Y además de ese modo! ¡Con tantos proyectos bien encauzados y muchos más en el papel!" El P. Flavio Campus corrió al lugar del crimen en cuanto se enteró de él, miraba a su compañero ya inmóvil, con el sueño de la muerte, y se lamentaba con el Señor.
" ¡Morir a los treinta y ocho años, con todo lo que hay que hacer y siendo tan pocos!" Luego examinó el rostro del misionero, casi esperando que no fuese verdad lo que había sucedido esa noche. Al fin un susurro insistente: "Padre Flavio. si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo, pero si muere y se pudre, producirá una cosecha abundante."
¿Quién era el que le hablaba? ¿Su ángel bueno, o el mismo P. Marcos, cuyo cuerpo yacía en el ataúd hecho a toda prisa por la gente de Mirador? Si, probablemente era él o su alma apostó1ica que aleteaba por aquel triste lugar. EI P. Flavio busco en las palabras del Evangelio la fuerza para serenarse.

Cacco Macco, emperador de los cucos
El P. Marcos Vedovato nació en Santa Eugenia di Borgoricco (Padua) el 25 de abril de 1930, el tercero de cuatro hermanos. La gente dice que el pueblo recibió una bendición especial de san Antonio de Padua el día que el taumaturgo gravemente enfermo pasó cerca de allí al ir de Camposampiero a Arcella donde murió. Esa bendición, según ellos, "desencadeno" una verdadera avalancha de vocaciones sacerdotales y religiosas que aun no se ha agotado. Todavía hoy Santa Eufemia cuenta con 2ó sacerdotes y religiosos (de los cuales 15 san misioneros) y 64 religiosas.
Yo creo que, aparte de la bendición de S. Antonio, las numerosas y excelentes vocaciones salidas de Borgoricco deben atribuirse a la gracia de Dios y al celo de una serie de párrocos estupendos que animaron aquella comunidad.
La familia Vedovato tenia un restaurante, una tienda anexa de ultramarinos y telas. El padre y la madre pasaban con igual facilidad de las ollas de la cocina al mostrador para servir a los clientes. En un pueblo de campesinos con escasos terratenientes, la casa de los Vedovato era un lugar de cita importante y muy animada, sobre lodo los días de mercado, los domingos y las fiestas.
De vez en cuando también pasaban por allí los misioneros combonianos de Padua. Iban en bicicleta para echar una mano al párroco. El más asiduo era el P. Corbelli, que nunca dejaba de hacer una visita a los Vedovato.
La señora Romilda hacia una eficaz labor de limpieza, tanto respecto a sus hijos corno respecto a los clientes. Tosca, la primogénita, era ya una hábil camarera. Juan, el segundo, en cuanto termino los estudios primarios decidió irse con el P. Corbelli, haciéndose misionero comboniano. ¿Y Marcos? Era un niño de rasgos delicados y ojos de un azul intenso. En vez de jugar o correr por los campos en busca de nidos o a la caza de frutas, como los otros niños, prefería ir al patronato o estarse solo en una esquina de su casa haciendo pequeños trabajos manuales, o sentarse junto a un riachuelo con papeles y lápices para dibujar los árboles, las nubes y los pájaros. La naturaleza le entusiasmaba y descubría en ella aspectos que los demás no veían; era un auténtico artista.
En cuanto hizo la primera comunión empezó a actuar corno monaguillo. Era siempre puntual y hacia lodo con una seriedad y sentido de responsabilidad muy superiores a su edad. Por eso el párroco le puso un apodo que expresaba importancia e ironía al mismo tiempo. Y Marcos se convirtió en: "Cacco Macco, emperadar de los cucos."

Una vida totalmente nueva
En 1948 Marcos tenia dieciocho anos cuando informó a los vecinos que se iba a marchar al noviciado de los combonianos. La casa de noviciado de los misioneros combonianos estaba en Gozzano, provincia de Novara. La había iniciado un año antes el P. Egidio Ramponi.
Los novicios, para hacer habitable la casa, tuvieron que trabajar mucho. Pero todos eran jóvenes y les sobraba el entusiasmo, así es que el trabajo no les pareció excesivo.
En una carta a su familia, Marcos escribió, entre otras cosas: "Estoy muy contento, las dificultades que he tenido que vencer hasta llegar aquí están hoy plenamente compensadas por el gozo interno que siento. Un camino totalmente nuevo se abre ante mi. No crean que carece de sufrimiento y contrariedades. Pero es un camino que me lleva a África. Y eso es lo que importa."
Terminó sus estudios de preparatoria en Rebbio (Como), Verona y Pésaro, donde fue prefecto de los muchachos que se preparaban a ser misioneros. Para la Teologia fue a Venegono Superiore, en la provincia de Varese, donde encontró a sus compañeros de noviciado.
El 15 de junio de 1957 fue ordenado sacerdote en la catedral de Milan; a los veintisiete anos el P. Marcos Vedovato ya estaba dispuesto para marchar a África.

Tierra sin paz
El P. Marcos llego a Juba (Sudán meridional) el 30 de noviembre de 1957, justo para asistir a la nacionalización de todas las escuelas católicas, decretada por el gobierno musulmán de Jartum. Era la señal de una sorda persecución que se estaba preparando contra los cristianos y los misioneros.
En una de sus primeras cartas escribió el recién llegado: "He venido aquí corno mensajero de paz. Creo que en esta tierra hay una gran necesidad de paz."
El P. Marcos fue uno de los últimos misioneros que consiguieron el permiso del gobierno para entrar en Sudán. Poco a poco comenzarían las expulsiones de los misioneros y el martirio de muchos cristianos.
El primer destino del P. Marcos fue la misión de Kworijik, a 12 kilómetros de Juba, donde ya había un padre y un hermano. Había allí 8.000 habitantes, la mitad cristianos y el resto todavía paganos.
Escribía a su madre: "Ya estoy en mi destino, después de veinte días de viaje. He usado el avión de Roma a Jartum, el tren de Jartum a Kosti y el barca de Kosti a Juba."
En su primer viaje para visitar a los cristianos de la zona tuvo que estar durmiendo en una cabaña junto a unas cabras; pero encontró en seguida gran cordialidad en la gente que aceptaba gustosamente las medicinas y alimentos que le proporcionaban los misioneros.
"Mi trabajo por ahora no es grande -escribe a su abuelo-. Controlo a los catequistas en la preparación de los catecúmenos, administro bautismos, explico el catecismo, confieso y diga misa corno un párroco de Italia. El domingo voy a la leprosería. Es una aldea donde están reunidos todos los que sufren esta terrible enfermedad. Son 1.500, muchos de ellos buenos cristianos. Lo que me asombra es ver como saben soportar su desgracia.
Junto al altar de su pequeña iglesia esta siempre un niño. de doce anos que me espera todos los domingos para ayudarme a la misa. Esta sin dedos, no es más que piel y huesos y, sin embargo, siempre lo he visto sonriente. Hace unas semanas le regalé mi rosario pidiéndole que rezara por mi. Y ahora, cuando llego, procura enseñarme el rosario como para decirme que ha sido fiel al compromiso. Tengo mucha confianza en la oración de estas almas probadas."
Después de un periodo de entrenamiento en Kworijik, el P. Marcos estaba preparado para empresas más arduas. Fue a Lyria, donde estuvo un año. Pasó otro en Lafon y, finalmente, fue enviado a Tali, misión a 250 kilómetros de Juba.

Gozos y penas
Los frutos del trabajo misionero iban multiplicándose. Incluso cuanto mas aumentaban las restricciones por parte del gobierno, más acudía la gente a la misión.
Pero el clima de persecución se iba acentuando cada vez más. Con fecha 5 de mayo de 1952 el P. Marcos escribió a su hermano Juan: "No sabemos si por un favor o por un milagro hemos conseguido el permiso de reconstruir las capillas de paja y barra. Las autoridades ponen toda clase de dificultades a nuestras obras. Para salir de casa tenemos que avisar a la policía tres días antes. Los cristianos también están sometidos a vejaciones. Muchos se portan como héroes, pero algunos son débiles y ceden."

En soledad
Aun en medio de mucha gente que lo querría, el P. Marcos tenía sus ratos de soledad. Me refiero a la soledad espiritual, parecida a la que padeció Jesús en el huerto. En sus primeros anos de vida sudanesa había estado en cuatro misiones: Kworijik, Lyria, Lafon, Talí. Había aprendido todas esas lenguas locales y había tratado con mucha gente.
"En ciertos momentos se siente uno terriblemente solo -escribía a su hermano-. Te sientes corno perdido entre el cielo y la tierra, entre el bosque y el pantano. Entonces te vienen unos interrogantes desagradables: (para qué sirve todo este trabajo? (No ves que los cristianos disminuyen? Crees que has conseguido alga y, al final, te das cuenta de que has fracasado. Con lo aires que corren, ¿qué pasará con nuestras misiones edificadas a costa de sacrificios y sangre? Son tentaciones del maligno que se presentan peor que las serpientes y a las que se podría fácilmente responder, pero no siempre te vienen las respuestas oportunamente.
Aunque es verdad que algunos cristianos hall desertarlo, hay que reconocer que casi todos dan ejemplos de heroísmo.
Estoy seguro que si tuviera sólo quince o veinte catequistas que pudieran dedicarse al apostolado a tiempo completo, la conversión de esta gente seria cuestión de poquísimo tiempo. En vez de esto, a los pocos que tengo los tendré que despedir por falta de medios. Sólo siete cobran tres libras al mes, en tanto que los maestros estatales cobran basta 25.
Es difícil responder al tentador y él procura desalentarnos, hacernos olvidar que las obras de Dios nacen y crecen al pie de la cruz. Estamos viviendo la hora de las tinieblas, pero es también la hora de la fe. Ayúdame para que mi fe nunca desfallezca.
Aquí he encontrado muchos enfermos de lepra. Carecen de asistencia y están aislados: incluso sus parientes se desentienden de ellos. Quería sacarme unas fotos con ellos, pero si diga la verdad, siempre me ha faltado valor... ¡Y no poder hacer nada por ellos!
Luego esta la salud, el dolor de cabeza, los ataques periódicos de paludismo, el exceso de trabajo, un cierto desgaste que ya se nota... Si, el misionero no es ese héroe que se presenta a veces en las novelas."
La actividad misionera del P. Marcos echó raíces profundas. Algún tiempo después de su expulsión de Lyria, unos oficiales árabes detuvieron a cinco muchachas cristianas a las que propusieron tomarlas como segunda mujer.
-Somos cristianas -respondió una de ellas en nombre de todas-. Nunca haremos eso que nos piden.
Como respuesta un oficial le partió la cabeza con la culata de su fusil.
- Y a vosotras os ocurrirá lo mismo si rehusáis -gritó a las demás.
-Pues mátanos también -respondieron al unísono.
Y todas fueron asesinadas del mismo modo.

La gran prueba
Se acercaba la prueba suprema para el P. Marcos y para todos los misioneros de Sudán meridional. El mismo la describe en una carta a su hermano misionero:
"Ha sonado la hora de Dios para nuestro querido Sudán, al que hemos consagrado nuestra vida y por el que hemos gastado nuestras mejores energías. Pero el Señor sabe lo que hace y a dónde quiere llegar; por eso los que aun estamos aquí, sufrimos con alegría y confianza.
Esta carta te la llevara un compañero mío que en estos días ha recibido la orden de expulsión. De otro modo no hubiera podido escribirte.
El 30 del pasado mes de diciembre (1962) me encontraba en la misión de Kadulé. Estaba enfermo y con fiebre, aunque no grave. A las ocho treinta de la noche -que aquí significa tres horas después de anochecer-llega una camioneta con cinco policías para apresarme y llevarme a la comisaría del distrito. Les pido que esperen basta la mañana siguiente para poder descansar un poco, pero no hay nada que hacer: hay que partir en seguida. La meta dista 100 kilómetros. Me ha denunciado un joven cristiano al que yo he ayudado mucho. Ha dicho a la policía que tengo una emisora de radio, cuando en realidad se trata -como la policía ha reconocido- del aparato de sonido que uso para el catecismo de los niños.
Llegué a la comisaría por gracia de Dios, pues las condiciones del camino son pésimas, ya que esta todo lleno de baches. A fin de cuentas, pensaba para mi, Nuestro Señor no tuvo la suerte de ir en jeep de un tribunal a otro. Sometido a interrogatorio, me acusaron de tres delitos: insulto a las autoridades, amenazas, incitar a las masas y otras cosas por el estilo. Yo pensaba, (qué política puedo haber hecho entre esta gente en medio de estas selvas donde no hay más que mosquitos, moscas e insectos de toda clase? El interrogatorio fue una auténtica farsa. Las acusaciones no tenían el menar fundamento. La mayoría de las veces me acusaban de “crímenes” cometidos en un lugar cuando yo podía demostrar que en ese momento estaba a centenares de kilómetros de distancia. No sabia si reír o llorar. T e confieso que lo que más sentí fue verme acusado por tres cristianos a los que había hecho muchos favores. Pero los pobrecillos estaban medio vendidos, medio forzados. En cambio estaba a mi favor, además de otros tres cristianos, el sargento de policía que me defendió todo lo que pudo. Era musulmán, pero honrado y de buena fe.
Resultado: contra toda justicia me condenaron a dos días de cárcel y a cien de “buena conducta” de arresto domiciliario en la casa de los misioneros de Juba, y vigilado. Obtuve ese favor gracias a la recomendación del obispo que, con un gran sacrificio, desembolsó la cantidad de 25.000 pesetas.
Estamos rodeados de hombres muy bien pagados para investigar acerca de nuestras actividades y todo lo toman a mal, o sea, que ya puedes figurarte en qué tensión nos encontramos. Las autoridades nos han prohibido toda actividad caritativa; a los cristianos los obligan a hacerse musulmanes, y los que tienen algún empleo o trabajo son despedidos.
Ya se oye decir que nos expulsarán a todos, porque nuestra presencia es un testimonio peligroso de todos los crímenes, abusos e injusticias cometidos contra los cristianos. No te cuento aquí hechos particulares que te parecerían increíbles. Los negros sufren igual o más que nosotros esta verdadera persecución que les han declarado los árabes. Pero los pobres no tienen ni siquiera fuerzas para reclamar."
Esta carta es de febrero de 1963. La escribió durante los cien días de arresto domiciliario.
Se acercaba el momento temido por el P. Marcos y los otros misioneros: el de su expulsión masiva. Sin embargo, el P. Marcos pudo aun desempeñar su ministerio en la misión de Lyria como superior y párroco. Fueron unos meses de intensa actividad, de conversiones en masa, de tensión y de miedo. A últimos de abril de 1963 los misioneros expulsados eran ya 108.
Así llego el 27 de febrero de 1964, fecha en que se ordenó la expulsión de Sudán meridional de todos los misioneros, Hermanas y obispos extranjeros.
También a Lyria llegó de improviso el camión de la policía con orden de llevarse al P. Marcos y a los otros misioneros. Fueron los primeros en llegar a Juba el sábado después del mediodía, escoltados como todos los demás por las camionetas de la policía. El 9 de marzo los misioneros de Sudan meridional llegaron al aeropuerto de Fiumicino, Roma, en un avión especial. En Sudán quedaban un obispo sudanés, 20 sacerdotes nativos y una numerosa cristiandad perseguida. Antes de dejar Sudán, el P. Marcos logró arrancar una pequeña planta trepadora y se la metió en el bolsillo. Quería llevarse consigo de aquella tierra algo que tuviera vida.
Al llegar a casa metió la ramita en una maceta con pocas esperanzas de que renaciera. Pero arraigó y se multiplicó. La señora Romilda cultivó cuatro hermosos retoños en el balcón de su casa de Florencia.
-Es todo lo que me queda de mi hijo -me dijo.

Una tierra nueva
Después de unas vacaciones en casa de sus padres para rehacer sus fuerzas, el P. Marcos fue a Roma para un curso de "aggiornamento". El Concilio Vaticano II estaba enriqueciendo a la Iglesia, y todos, especialmente los misioneros, debían aprovecharlo.
Pasados unos meses, y recuperadas sus fuerzas, el P. Marcos empezó a sentir la nostalgia de la misión.
-Es mejor que me vaya -dijo una tarde a su madre-, aquí no hago más que pensar en Sudán y en los cristianos que he dejado allá. Incluso cuando viajo para dar conferencias, sigo dándole vueltas a la cuestión. Y es natural, para mi es como un gusano que me roe por dentro.
El 3 de diciembre de 1965 el P. Marcos llegó a Río de Janeiro. Brasil era su nueva tierra, la que iba a recoger su sangre.
"Tuve que detenerme en Río un par de semanas para arreglar las cuestiones burocráticas; luego fui a Sao Paulo. Así es que después de un viaje de 4.000 kilómetros llegué a la sede de nuestra prelatura: Balsas.
La carretera estaba asfaltada en un trayecto de 2.500 kilómetros. El P. Vitalini y yo conducíamos muy despacio, porque teníamos dos “jeeps” nuevos que llevaban enganchados detrás dos remolques repletos de mercancías. A medida que avanzábamos hacia el norte, veía que el ambiente era cada vez más parecido al de África y eso me alegraba porque me recordaba la misión y la gente de Sudan."
Un año después, el P. Marcos fue nombrado párroco de la misión de Loreto. Llegó allí a principios de marzo de 1967 y la gente empezó a acudir atraída por su reputación de médico. En realidad sabia desenvolverse.
"El territorio es bastante amplio; la gente es buena, respetuosa y cordial. La pobreza es extrema; falta casi todo. Hay una pequeña escuela que se esta cayendo. He trabajado corno albañil y como carpintero para construir una pared y volver a colocar las vigas del techo.
Otras obras muy importantes son las escuelas del interior. Este año la población está literalmente pasando hambre, porque la cosecha ha sido mala. ¡Qué pena da ver a los niños desnutridos y flacos por falta de alimento! Hemos hecho lo imposible. La Providencia no nos abandonara."
Un día el P. Marcos recibió la visita de un joven geómetra de Verona. Fue con él a buscar un trozo de terreno donde construir una pequeña iglesia en una localidad de 8.000 habitantes en la que podía nacer una nueva misión.
La lucha con los protestantes es cada vez más dura. Ven que están perdiendo terreno y nos hacen todas la malas jugadas posibles.
Mi trabajo de médico -no soy ni siquiera enfermero- me tiene ocupado día y noche y me proporciona muchos consuelos, porque la gente se cura de verdad.
Dentro de poco tendré que ir a Balsas para ayudar a otro padre, así es que mandadme las cartas a Balsas."
Esta ultima frase era una mentira piadosa que el P. Marcos decía a sus padres. En realidad, su salud se estaba resintiendo. No se había recuperado de las fatigas de África, y las de Brasil, mayores aun, estaban doblegando su robusta constitución.

El asesinato
Poco le bastó al P. Marcos para recuperarse. En marzo de 1968 lo encontramos en Pastos Bons, de donde dependían las misiones de Sucupira y Mirador. El P. Marcos iba a ser párroco de esta ultima.
Tenia en su cabeza infinidad de proyectos para su nueva parroquia. Nos lo atestigua la carta-programa que escribió a su hermano misionero:
“El obispo me ha asignado una parroquia de 15.000 ki1ómetros cuadrados de superficie con zonas muy habitadas. Se necesitarían seis personas para visitar todas las aldeas una vez cada dos meses.
He visitado algunos lugares donde no han visto a un sacerdote desde hace quince años. He bautizado a jóvenes, niños y ancianos. Otros no pudieron ser bautizados porque no sabían ni siquiera la señal de la cruz.
Todos se consideran católicos, pero muchos viven como los paganos y aun peor. Algunos, con hijos y nietos, no están todavía casados. Hay viejos de ochenta años que viven con su mujer de toda la vida, pero en concubinato; sienten como una especie de terror el unirse definitivamente con el sacramento del matrimonio. Dicen: “ ¿Y si nos cansamos de estar juntos? Si estamos casados, no podemos separarnos”.
Necesitaré mucha paciencia y muchos esfuerzos. Pero los misioneros no somos más que instrumentos de la gracia de Dios, que es la que actúa.
Miseria, enfermedades, ignorancia, es el marco de esta situación. He programado la construcción de doce capillas-escuelas. Estoy interesando a las autoridades civiles para tener un ayudante sanitario. Trato de preparar un grupo de maestras y catequistas, como he hecho en las otras parroquias. He organizado unas clases de costura y de higiene. He fundado la liga de las madres cristianas para ayudar a las más necesitadas.
Se me ocurren otras iniciativas. Tu reza para que todo concluya bien."
Precisamente al regresar a Mirador, el 19 de octubre de ese ano, hacia las ocho de la noche, le esperaba la muerte. Como era sábado, el P. Marcos se apresuro a entrar en la iglesia para celebrar la misa en la que participó un pequeño grupo de personas.
Al acabar la misa el misionero se retiro a casa para preparar la homilía del día siguiente. El P. Marcos, además del cansancio debido a su estado de salud, estaba triste porque había recibido un telegrama que le comunicaba el ingreso de su madre en el hospital. Había manifestado su pena y su preocupación a las cuatro catequistas que habían viajado con él y que al día siguiente iban a comenzar a trabajar en la misión.
Tres muchachos se pusieron ante la iglesia a tocar el acordeón y a gritar. Hacia la medianoche el padre salio de casa y suavemente (el testigo usa la palabra "amablemente") les pidió que cesaran de tocar en aquel sitio para poder descansar. Los tres accedieron, pero cuando el P. Marcos se volvió y dió unos pasos, el que tocaba el acordeón le disparo tres tiros con una pistola calibre 38. Una bala le hirió en la región renal. El P. Marcos cayo al suelo, pero logro llamar a un hombre de la casa cercana y le pidió que corriese a comprar alguna medicina y no lo dejase morir.
"Sin embargo, el mismo P. Marcos se dio cuenta en seguida de que no había nada que hacer. Entonces empezó a rezar en voz alta, pidiendo perdón a Dios de sus propios pecados y perdonando a su asesino. Dijo que ofrecía su vida por la gente de Mirador y luego -según declaro el testigo- el padre siguió rezando en una lengua que yo no comprendía (en italiano, evidentemente). Haciendo un ultimo esfuerzo el P. Marcos mandó a los presentes que no se vengaran del que lo había herido: “Así como yo lo he perdonado, perdonadlo también vosotros”. A los quince minutos expiro."
Los catequistas avisaron inmediatamente al P. Campus que estaba en Pastos Bons, a 60 kilómetros de Mirador. Llegó en las primeras horas de la mañana y en seguida hizo transportar el féretro a la iglesia de Sucupira. Allí lo encontró el obispo, monseñor Rino Carlesi, que estaba de visita pastoral en Mangabeiras. El féretro fue llevado de Sucupira a Pastos Bons. Viendo que el cadáver resistía bien el calar, el obispo pensó seguir basta Balsas para sepultarlo junto al P. Franco Sirigatti, el primer comboniano muerto en Brasi!.
A lo largo de los 400 kilómetros de recorrido basta Balsas la gente salía a la carretera para asistir al paso del padre.
Llegaron a Balsas a medianoche del domingo 20. El funeral se celebró en seguida en presencia de una gran multitud que acompañó luego el féretro basta el cementerio, a pesar de que ya era de madrugada.
¿Cual fue el motivo de este crimen? Por las averiguaciones hechas parece que se trata de una venganza. Poco tiempo antes, la cuñada del asesino estaba en la iglesia con un muchacho y los dos se comportaban muy mal (se hacían el amor, dice el testigo). El P. Marcos, no pudiendo tolerar esa conducta en la casa del Señor, los echó fuera, como hubiera hecho cualquier sacerdote. Y cuando el padre regresó a Mirador organizó una juerga a la puerta de la iglesia precisamente para provocarlo. Sabían muy bien que el misionero saldría de casa, como efectivamente sucedió.
El hecho suscitó una gran reacción y conmoción entre la gente, porque el P. Marcos era muy querido por su afabilidad, generosidad y caridad con el pueblo.
Si el asesino no fue linchado por la multitud fue gracias a las palabras de perdón pronunciadas por el P. Marcos antes de morir.
El obispo, monseñor Carlesi, escribió a los padres del misionero y les dijo: "Aquí todas las madres han llorado por usted ante el cadáver de su hijo corno si se tratase del suyo propio. Es un mártir del celo por la casa del Señor. Ha sido el buen pastor que ha dado su vida por sus ovejas."

Mirador (Brasile) 19 de octubre de 1968 38 años