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Nº Escrito
Destinatario
Señal (*)
Remitente
Fecha
651
Acuse de recibo
1
Verona
13. 5.1876
N. 651 (621) - ACUSE DE RECIBO

ACR, A, c. 22/7 n. 4



Verona, 13 de mayo de 1876





652
Señora A. H. De Villeneuve
0
Verona
24. 6.1876
N. 652 (622) A Mme. A. H. DE VILLENEUVE

ACR, A, c. 15/180 n. 2



J.M.J.

Roma, 24 de junio de 1876

Piazza del Gesù 47, 3º



Mi queridísima Señora:



[4154]
¡Qué desafortunado he sido no encontrándome en Verona cuando usted estaba en Milán! Un telegrama que me llegó a Austria, a Viena (desde donde fui a Froshdorf a pasar un día con el más santo de los reyes, Mons. el Conde de Chambord), me llamó a Roma, donde estoy trabajando de lleno para conseguir que Propaganda pueda tratar en plena Congregación, en el Vaticano, los asuntos de Africa Central.

En consecuencia me es imposible, por ahora, ir a Suiza. Pero ya sea en Suiza, en París o en Prat-en-Raz, yo iré a pasar algún día con usted y con las esposas, los hijos y mis queridos amigos.


[4155]
Le mando unas cartas que me ha dado la Superiora de Roma, si bien encuentro un poco problemático el enviárselas, porque no logro entender bien su dirección. Pero voy a intentarlo, certificando las cartas para reclamarlas oficialmente en caso de que no lleguen. Tenga la bondad de hacerme saber enseguida si ha recibido ésta.

Le envío también la petición atendida por Carlos Igghiens, de París.

Mil saludos al Sr. Augusto y señora, y a usted todos los mejores pensamientos y sentimientos de su siempre devoto



Daniel Comboni

Provco. Aplico. de Africa Central



Original francés.

Traducción del italiano






653
Card. Alejandro Franchi (C. Informe)
0
Roma
29. 6.1876
N. 653 (623) - AL CARD. ALEJANDRO FRANCHI

ACR, A, c. 13/23



Roma, 29 de junio de 1876



COMPLEMENTO AL INFORME GENERAL

sobre el Vicariato Apostólico de Africa Central presentado

al Emmo. Sr. Card. Alejandro Franchi

Prefecto General de la S. C. de Propaganda Fide

en abril de 1876



Emmo. y Rmo. Príncipe:



[4156]
Después de haber expuesto, aunque sucintamente, en el Informe presentado el pasado abril la historia y los progresos de la Misión de Africa Central y de haber demostrado su estable seguridad, para probar todavía más el carácter de estabilidad que la Misión ha adquirido, creo necesario añadir en el presente Informe, con la exposición de las normas disciplinares a que están sometidos en Africa mis misioneros procedentes del Instituto de Verona, la prueba de la suficiencia de los mismos para sostener las actuales y futuras misiones del Vicariato; y con la exposición de la administración temporal, la prueba también de la estabilidad de medios económicos suficientes. Después de lo cual pasaré a explicar las relaciones entre el Vicariato y las dos Congregaciones religiosas dependientes, y la conducta de los padres Camilos Carcereri y Franceschini con respecto al Vicariato. Y en primer lugar:


[4157]
1. Los misioneros, laicos y sacerdotes, que unificados en cuanto a sus principios en los Institutos de Verona, y que con el espíritu templado allí bajo el gobierno de un mismo Rector y según las condiciones de la Nigricia, pasan luego a incorporarse a las misiones del Vicariato de Africa Central en las tareas que les son encomendadas por el Superior, deben trabajar no sólo buscando el bien material sino sobre todo y especialmente el espiritual de aquellas pobres almas, que gimen desde hace tantos siglos abandonadas a los escarnios del demonio. Pero vana, o por lo menos coronada de menores frutos resultaría la obra del misionero sin una ley que le gobernase y le dirigiese a él y sus acciones. Por eso, aparte del Superior supremo, que se encarga del gobierno general de toda la Misión, cada una de las Estaciones tiene a su frente un Superior local, responsable de la Misión concreta que le ha sido confiada.


[4158]
Este, realizando de ordinario también las funciones de Párroco, debe como tal andar entre la gente, ponerse en contacto con las familias para conocer sus necesidades, poner paz en las discordias, eliminar ciertas malas costumbres, inducir a los católicos a la observancia de los preceptos eclesiásticos y divinos, a fin, en suma, de procurar donde pueda, y siempre con prudencia, impedir el mal y promover el bien, tratando al mismo tiempo de conseguir y conservar con su conducta la estima de la Religión y el amor y el respeto de la Misión. Debe llevar los registros de la parroquia y de las misas celebradas, y ordenar y dirigir las funciones normales de la iglesia, así como las solemnidades establecidas, con el mayor decoro que le permitan los medios económicos a su disposición, persuadido de que, más que la palabra, es la pompa externa lo que atrae la mente y el corazón del africano, sobre todo al principio. Y si para él como Párroco (siendo el fin de la obra el bien de la población) no debe haber otra ley principal, moderada sólo por la prudencia, que la necesidad de la gente, como Superior, según las varias y diversas exigencias de esta ley, puede y debe valerse de la ayuda de los otros misioneros siempre inmediatamente subordinados a él. Además ha de vigilar el buen funcionamiento interno de la casa; es decir, procurar que todos cumplan del mejor modo posible sus deberes individuales y generales.


[4159]
Es deber particular de los laicos, después de haber rezado en común con los negritos las oraciones de la mañana y oído misa, dedicar su jornada a los servicios mecánicos de la casa, a trabajar la tierra y a enseñar algún arte manual a los negritos; y al final de la jornada recogerse en la iglesia para rezar el rosario en común con los Padres y con los negritos, y para el examen de conciencia; e inmediatamente antes de irse a dormir, reunirse de nuevo en la iglesia con los negritos para el rezo de las oraciones de la noche. Estas son obligaciones propias de los laicos. Del mismo modo es particular deber del sacerdote administrador el vigilar los trabajos, atendiendo primero a las necesidades y luego a todo lo que sea útil para la casa, etcétera, y del sacerdote maestro el dar con el debido interés clase a los negritos en las horas establecidas.


[4160]
Del director y confesor extraordinario de las Hermanas –siempre distinto del párroco, su confesor ordinario– es particular deber ajustarse a las Constituciones de la Congregación de las Hermanas de San José de la Aparición. Y no raramente debe informar de su partida al Superior supremo, como de la propia al Párroco, del mismo modo que por su parte el administrador de cada Misión ordinariamente debe enviar al final de cada trimestre un exacto informe al Administrador general.


[4161]
Además, aparte del rezo de la misa diaria y del oficio divino, se ha prescrito a cada sacerdote la cotidiana meditación de tres cuartos de hora, que a ser posible ha de hacerse antes de la misa, y sólo en algún caso extraordinario de imposibilidad son dispensados de tales deberes. De igual manera, todos, sacerdotes, laicos, Hermanas, negritos y negritas, están obligados a participar en la hora de oración que se hace en la mañana de los miércoles de todas las semanas, así como en la bendición, que, precedida de oraciones establecidas al efecto y de un sermón sobre el Sdo. Corazón de Jesús, tiene lugar con el Santísimo expuesto en la noche del primer viernes de cada mes, y en las otras bendiciones y novenas usuales. Por otra parte, si se ha dispuesto que los laicos y los negritos y negritas se confiesen al menos cada quince días, los sacerdotes deben frecuentar el sacramento de la penitencia cada semana, y todos los años retirarse por ocho días, separadamente de las Hermanas, en la soledad de los santos Ejercicios, para restaurar su espíritu y encenderlo aún más de celo por la gloria de Dios y por la salvación de las almas.


[4162]
Estas son las disposiciones generales y comunes. Y con añadir todavía que está prohibido, especialmente a los laicos, introducirse en las familias sin haber recibido antes permiso para ello del Superior; que los negritos no pueden salir sin la debida licencia, y que a todos, incluidos los sacerdotes, les está vedado ponerse en comunicación con las Hermanas, sin necesidad y sin una razón derivada del cargo, habré terminado la exposición de las normas disciplinares a que están sujetos hasta hoy en Africa Central los misioneros de mi Instituto de Verona. Las mismas, sin ser rigurosas, son suficientes para conservar la virtud en todos los sometidos a ellas, y oportunas para la acción intensa que, en la subordinación al jefe, se debe desarrollar en favor de pueblos extremadamente necesitados y abandonados. Y verdaderamente, con la práctica de esas normas, mi suficiente grupo de misioneros me ha dado hasta hoy motivos para sentirme remunerado y satisfecho.


[4163]
II. Por lo que respecta al número de misioneros, aunque ya he hablado de esto en el Informe general del pasado abril, creo que todavía puedo añadir algo más en el presente, sobre todo para demostrar que el Instituto de Verona suministra misioneros en cantidad suficiente para sostener las Misiones incluso futuras, de Africa Central.


[4164]
Y en primer lugar: que las Hermanas de San José de la Aparición junto con las maestras negras son lo bastante numerosas para atender las Misiones actuales, se puede ver fácilmente por la declaración hecha a este respecto en el Informe de abril pasado. Y no hay duda de que, por muy rápidamente que progrese la Misión, contará con suficiente ayuda del elemento femenino. En efecto, no sólo se dispondría siempre de las Hermanas de San José de la Aparición, cuya Madre General debe proveernos de ellas en fuerza del Acuerdo estipulado en 1874, sino que además el Instituto, por mí abierto en Verona, de las Pías Madres de la Nigricia, el cual tiene ya quince acogidas, nunca dejará de mandar colaboradoras para las misiones de Africa Central.


[4165]
En cuanto a la suficiencia del elemento masculino para las actuales y futuras misiones de mi Vicariato, también es indudable: si el Instituto masculino de Verona suministró misioneros en número bastante para mantener las Misiones ahora existentes, lo mismo seguirá haciendo. Y hay que señalar que, dada la singular eficacia de la mujer en Sudán, y la gran ayuda que por ello prestan las Hermanas a los misioneros, el personal de toda Estación interior es suficiente cuando alcance a componerse de tres sacerdotes y dos laicos. Pues bien, prescindiendo de la de la Estación de Berber y de mis Institutos de El Cairo, los cuales tienen el personal necesario según las condiciones que les son propias, el personal de las misiones de Jartum, El-Obeid y Gebel Nuba es bastante según la indicada proporción, como manifesté en el Informe general del pdo. abril. Pero es que además se encuentran en el Vicariato tres clérigos que pronto terminarán los estudios de Teología; y encima hoy ofrece el Instituto de Verona cinco laicos, con seis estudiantes, dos de ellos clérigos, y cinco sacerdotes, misioneros para las actuales Estaciones.


[4166]
Por esto se puede ver fácilmente que los Institutos de Verona han proporcionado hasta hoy a nuestra querida Misión un número más que suficiente de misioneros; no hay, pues, razón para dudar de que ofrezcan bastante personal más adelante. Grande es en verdad el amor que por las Misiones de Africa Central se ha despertado en la provincia veronesa, grande también el entusiasmo que al respecto se ha suscitado en Alemania, y numerosos los sacerdotes que solicitan ser admitidos en el Instituto para las misiones de la Nigricia, de Verona. Es de creer, por tanto, que la siempre creciente propagación de nuestros Anales del Buen Pastor, al difundir cada vez más extensamente el conocimiento de la Obra, multiplique y determine vocaciones cada vez también más numerosas, lo mismo entre el sexo femenino, que entre el Clero, que entre los artesanos.


[4167]
III. Probada así la suficiencia de los misioneros, que suministró y suministrará el Instituto de Verona para las actuales y para las futuras Misiones del Vicariato de Africa Central, pasaré a hablar de la administración general llevada por mí en los últimos años. A este respecto deberé: a) probar que han sido exactamente satisfechas las pensiones convenidas con la Congregación de las Hermanas de San José de la Aparición y con la Orden Camila, si bien de esto tendré ocasión de hablar en la parte donde expondré las relaciones del Vicariato con las Congregaciones religiosas dependientes; b) probar la oportunidad, incluso la necesidad, de los gastos realizados, aunque por haber correspondido los principales a las obras de construcción hechas en El Cairo, Jartum y El-Obeid, tendré ocasión de referirme a ellos en el n° 2 del informe sobre la conducta de los PP. Carcereri y Franceschini. Por lo demás, creo poder dispensarme de probar la necesidad de los gastos efectuados para la apertura de la misión de Gebel Nuba, y de los que para dotar de suficientes recursos estables a los Institutos de Verona realizó por orden mía el prudente rector y excelente ecónomo de los mismos, D. Antonio Squaranti.


[4168]
Grave molestia y desembolso también grave supone la compra de lo necesario para las necesidades diarias. Y puesto que en su mayor parte no se puede hacer más que en Egipto, como a petición mía ha venido haciendo hasta ahora anualmente el Superior de los Institutos de El Cairo, a los gastos de copiosos abastecimientos de comida y ropa, telas, herrajes, madera, etcétera hay que añadir los correspondientes al transporte de los géneros hasta Jartum, y desde Jartum hasta las diversas Estaciones, en embarcaciones o a lomos de camellos. Además, a todos estos desembolsos se deben sumar los relativos a las compras que, aparte de dichos suministros generales, debe realizar diariamente cada Estación en las tiendas sudanesas, más los originados por los viajes de misioneros y Hermanas de Europa a El Cairo, de El Cairo a Jartum, y de Jartum a las distintas Estaciones.


[4169]
Y si además de los diversos gastos antedichos se tiene en cuenta la larga duración de los viajes, de cinco y más meses, durante los cuales los misioneros deben vivir de las provisiones generales; la dificultad en recibir pronto los suministros de El Cairo, lo que obliga a comprar a los elevados precios de Sudán en las tiendas sudanesas; la diversidad de necesidades de las diferentes Estaciones, y el distinto valor de las monedas menores en los diversos países y diversas épocas del año, se comprenderá fácilmente que no son pequeños los gastos del Vicariato de Africa Central, ni resulta tan fácil la administración. Con todo, el Vicariato no tiene ninguna deuda, y cada Estación y cada establecimiento siempre ha sido abastecido hasta ahora de lo necesario, sin que por otra parte se haya gastado con exceso o sin necesidad ni en contrucciones, ni en viajes, ni en provisiones, etc.


[4170]
No obstante, si un misionero distinto del Superior supremo fuera puesto a cargo de la administración general, podría dirigir y controlar más fácilmente los múltiples gastos. Por eso ya he elegido y nombrado un sacerdote idóneo para ese cargo, y también porque yo estoy muy sobrecargado con todas las otras importantes tareas anejas al cargo de jefe supremo de tan trabajosa Misión. Por otro lado, gracias a la poderosa asistencia del ínclito patriarca San José, que se ha convertido en el verdadero ecónomo de Africa Central desde que el Santo Padre lo proclamó protector de la Iglesia Católica, este Vicariato nunca carecerá de suficientes recursos. En el momento en que escribo, no solamente yo no tengo ninguna deuda en Africa ni en otra parte, sino que encima todas las Misiones del Vicariato están bastante provistas de dinero y suministros para todo este año 1876. Además tengo 20.000 francos oro depositados al seis por ciento en el establecimiento del banquero inglés Brown aquí en Roma, aparte del dinero necesario para la próxima expedición de misioneros y Hermanas a Egipto.


[4171]
¿Cómo se podrá dudar jamás de la Providencia divina, ni del solícito ecónomo San José, que en sólo ocho años y medio, y en tiempos tan calamitosos y difíciles, me ha mandado más de un millón de francos para fundar y poner en marcha la obra de la redención de la Nigricia en Verona, en Egipto y en el Africa interior? Los medios económicos y materiales para sostener la Misión son la última de mis preocupaciones. Basta con rogar.


[4172]
IV. De hecho, el Vicariato posee hoy los siguientes ingresos anuales estables:

a) El huerto de Jartum, que produce al año por valor de... fr. 3.000

b) La renta de dos almacenes en el Kordofán ................... " 500

c) La limosna anual, estable, de un devotísimo Canónigo

siciliano para mantener 30 negritos .................................. " 4.000

d) Renta de 2.000 florines de la noble familia del Príncipe

reinante de Liechtenstein de Viena, fondo secular para el

rescate de esclavos, que desde hace cuatro años, tras pías

gestiones ante esa serenísima familia, ha sido transferido

a Africa Central: asciende a .............................................. " 4.500

e) Limosnas de misas de los misioneros, calculadas en un

mínimo de ......................................................................... " 3.000

f) Renta del Legado de 50.000 fr. que me dejó el Duque

de Módena, cuyo importe seguramente percibiré en octu-

bre, según me aseguró hace dos semanas el Conde de

Chambord, y que constituiré en un fondo susceptible de

dar un seguro producto anual de ...................................... " 3.000

–––––––

" 18.000




[4173]
Aparte del pequeñísimo rendimiento de las parroquias, existe la perspectiva de próximos y muy sustanciosos legados, que pondré en renta fija.

Hay además bienhechores míos particulares, riquísimos Príncipes, que se muestran cada vez más generosos. Pero incluso prescidiendo de todo esto, están las Sociedades benefactoras europeas, que en los cuatro últimos años, desde que yo soy Provicario Apostólico, me han dado por término medio cada año:

La Propagación de la Fe de Lyón y París ......................... fr. 50.000

En Colonia, la Sociedad de los Negros ............................ " 20.000

En Viena, las Sociedades de María, de la Inmaculada Con-

cepción y de la Santa Infancia, y en Munich la de San Lu-

dovico, etc., contribuyeron ad minimum con ................... " 20.000

–––––––

" 90.000




[4174]
Ahora bien, para sostener la Misión, sin contar los gastos extraordinarios de las obras de construcción, etc., basta con sólo 50.000 fr., incluidos los viajes, el mantenimiento de las Estaciones, etc. Por tanto, mientras que continúen los donativos de las Sociedades de Europa como en el pasado (y hay incluso probabilidades de que aumenten), yo puedo emplear el resto en fundar capitales estables y en atender al desarrollo de la Misión. Y si se produjese un cataclismo en Francia que pusiera fin a las ayudas de la Propagación de la Fe, a mí me quedarían los donativos de Colonia y de Viena, o sea, de Prusia y de Austria; si el cataclismo fuese en Prusia, me quedarían los donativos de Lyón y de Viena, y si en Austria, me quedarían los donativos de Francia y de Prusia.


[4175]
Y si ocurriese un cataclismo en Francia, Prusia y Austria, entonces correrían la misma suerte que Africa Central casi todas las Misiones del mundo. Pero aun así quedaría siempre San José triunfador de todos los cataclismos del universo; de modo que por mi parte la esperanza permanecerá siempre inquebrantable. Todo esto por lo que se refiere a las Misiones interiores de Africa Central, sin incluir los Institutos de Verona, los cuales disponen de bienes para su mantenimiento.

Lo expuesto hasta aquí, como adición al Informe presentado en el pasado abril, creo que basta para probar suficientemente el carácter de estabilidad que ha alcanzado la Misión de Africa Central. Por lo cual paso a explicar las



Relaciones entre el Vicariato

y las Congregaciones religiosas dependientes




[4176]
En el Vicariato colaboran con los misioneros de mi Instituto de Verona:

1. Las Hermanas de San José de la Aparición.

2. Los Religiosos de la Orden de San Camilo de Lelis.

En cuanto a las Hermanas de San José de la Aparición, el acuerdo estipulado entre la Madre General y yo en agosto de 1874 se ha cumplido por las dos partes con mutua satisfacción. Al principio, las Superioras de los establecimientos femeninos y yo mismo encontramos algunas dificultades, dadas las circunstancias particulares de los lugares. Pero luego todo se hizo por ambas partes según el espíritu del acuerdo, con plena satisfacción de la Madre Provincial residente en Jartum. Por lo demás, en lo que respecta al celo, abnegación y actividad que en conjunto despliegan estas Hermanas en las Misiones de Africa Central, yo no tengo más que alabanzas, de la misma manera que en general ellas están satisfechas del modo adecuado con que yo respondo a su solícita colaboración.


[4177]
Respecto a los Religiosos de San Camilo, digo: a) que el acuerdo estipulado entre el Rmo. P. Guardi y yo el 24 de agosto de 1874 fue por mi parte cumplido exhaustivamente; b) que el P. Carcereri, Prefecto de la Casa Camila de Berber, no lo respetó en algunas partes sustanciales, e incluso el hecho de que el P. Carcereri faltase a sus deberes me ocasionó gastos bastante importantes.

a) Quoad primum: El P. Carcereri me escribía así desde Roma el 17 de julio de 1874: «Sin duda mi primer deber es darle las gracias de todo corazón por el acuerdo redactado y firmado con Ud. para nuestra canónica existencia como Misioneros Camilos en Africa Central... Ahora le corresponde a Ud. preparar casa y capilla en Berber... se necesitarían diez habitaciones por lo menos, y lugares anejos, cocina, refectorio, recibimiento... y además capilla, y si fuese posible locales para escuela, enfermería y educandado».



Anexo A


[4178]
Si se considera que el número de católicos en Berber no pasaba entonces, como tampoco ahora, de seis, se ve enseguida lo excesivas que eran las pretensiones. Y si al menos me hubiese concedido un poco de tiempo... Pero pidió, y quiso que se comprase o se construyese enseguida, tal casa. En efecto, con fecha 18 de agosto de 1875 escribía así desde Verona al Superior de los Institutos de El Cairo: «Con el próximo correo le mandaré copia del acuerdo Camilo ya ultimado y firmado por el Obispo de Verona, por el P. Guardi y por el Cardenal (pero el acuerdo lleva fecha del 24 de agosto de 1874): tenga la bondad de someterlo enseguida al señor Provicario, rogándole que haga preparar enseguida la casa de Berber, por ser deseo de Propaganda y del General que a nuestra llegada se efectúe la instalación canónica».



Anexo B


[4179]
No creo que V. Em.a diera esa orden. La verdad es que, al recibir estas noticias, yo me mantuve quieto en Jartum, porque no consideré prudente aventurarme en nuevos gastos (encima de los muchos que entonces tenía, y desprovisto de suficiente dinero por culpa del P. Carcereri, como se verá después) antes de haber recibido oficialmente de Propaganda el acuerdo. Hacía ya unos meses, yo había escrito a Carcereri rogándole que entretanto trajese a sus compañeros a Jartum, donde permanecerían solamente hasta que yo hubiese preparado y equipado su casa de Berber.


[4180]
Sin embargo, el 27 de septiembre así me escribía él desde El Cairo: «Me mantengo firme en que a mi llegada a Berber todo esté allí dispuesto para nuestra instalación: sobre esto no puedo transigir, y mucho menos llevar a mis compañeros provisionalmente a Jartum, como parece ser el deseo de usted. Dado que el contrato debe entrar en vigor no más tarde del 1 de enero, como verá en la aprobación de Propaganda... tenga la bondad de hacer preparar la casa para nosotros en Berber, de manera que para finales de noviembre esté dispuesta y en orden».



Anexo C


[4181]
Y así de seco me escribía el 4 de octubre desde El Cairo el P. Carcereri: «Le digo claramente que de ningún modo llevo a mis compañeros a Jartum, y que, si no encuentro dispuesta la casa de Berber, me vuelvo con ellos a dar cuenta a quien corresponde».



Anexo D


[4182]
Este lenguaje emplea conmigo el P. Carcereri en otras cartas, y en una al P. Franceschini, que él me leyó, en la cual declaraba que quería para noviembre una gran casa con trece habitaciones, salas, aulas, enfermería, iglesia, farmacia, jardín, etc.

Permítaseme hacer ahora una observación. A primeros de noviembre, en que recibí oficialmente el Acuerdo Camilo, con el encargo de mantener las otras Estaciones, y con la obligación de proporcionar la casa de Berber, yo estaba sin dinero suficiente para todo ello, porque el P. Carcereri había forzado al Superior de El Cairo con cartas amenazadoras desde Europa, y luego en El Cairo de viva voz, a entregarle todo mi dinero, en su afán de traérmelo él mismo, y le prohibió que me lo enviara por el medio normal, más rápido y seguro, del Gobierno egipcio; a causa de lo cual no ya un mes, sino cuatro, tardó en llegar a mis manos. La noticia oficial del Acuerdo no la recibí hasta primeros de noviembre; y el P. Carcereri, que conocía la situación precaria de mi caja, pretendía que al final de noviembre yo hubiese comprado y equipado ya la casa que amenazadoramente él reclamaba. Tal hecho revela el carácter del P. Carcereri.


[4183]
Me parece que cuando Propaganda aprueba un Acuerdo para la fundación de una casa religiosa en tierras tan remotas, donde no existen las técnicas ni las facilidades de Europa, se entiende que concede al jefe de la Misión el tiempo necesario, aunque sea de un año, para poner en práctica el proyecto concebido. Sin embargo el P. Carcereri no quiso hacerse cargo de mi situación, y con desconsiderada pretensión tan precipitadamente me obligaba a embarcarme en una compra o en una edificación que de momento me era dificultosa. En los negocios se necesita tiempo y calma. Yo podía haber hecho las cosas al paso conveniente; sin embargo, pro amore pacis, conociendo a fondo el carácter del P. Carcereri, me esforcé en contentarlo.


[4184]
Corrí a Berber, que dista quince días de Jartum. El Señor me hizo encontrar en esta ciudad una de sus casas más grandes y sólidas, y resolví comprarla enseguida. Pagué por ella 25.000 piastras berberíes, aunque, de haber tenido un par de meses de tiempo, habría podido adquirirla a mejor precio. Instalé en ella al P. Franceschini con uno de mis laicos, y en el mismo mes de noviembre volví a Jartum. Bien equipada y provista, la casa satisfizo totalmente al P. Franceschini, que la describió en una carta a su General, de la cual, con permiso del P. Franceschini, mandé copia a Vuestra Eminencia Rma. Hasta aquí he hecho honor al Acuerdo más que de sobra.


[4185]
Por otra parte, el artículo X del mismo establece que el Vicariato debe contribuir anualmente a la Casa Camila de Berber con 5.000 fr. en una o dos entregas efectuadas semestralmente por adelantado. También he cumplido esto.

De hecho, por lo que respecta al primer año, desde el 1 de marzo de 1875 al 1 de marzo de 1876, he anticipado enseguida la entera anualidad, calculando los gastos que Carcereri realizó en Europa para sus compañeros, y que él reconoció. Pero como el P. Carcereri no quiso reconocer ciertas cantidades gastadas a mi cargo, diciéndome que no las tenía que pagar él, sino su General, en junio, o sea en el cuarto mes, encargó al Administrador de la Casa Camila de Berber, el P. Franceschini, que revisara y cerrara las cuentas.


[4186]
En efecto, examinado todo, el P. Franceschini me expidió regular justificante que daba por saldadas las cuentas hasta el 1 de marzo de 1876, como anuncié a V. Em.a desde Jartum, y yo me obligué a adelantarle 2.000 fr. (y se los adelanté) sobre las asignaciones futuras. Pero como el P. Carcereri no estaba de acuerdo con el criterio de Franceschini, a pesar de las cartas de éste y del otro Camilo, el P. Alfonso Chiarelli, que aseguraba que por evitar discusiones yo le había dado mucho más de lo que correspondía, con ánimo de quitarme semejante molestia le entregué, junto con otro dinero, los 2.000 francos. Habiéndole pagado como él quería, el 1 de enero del presente año me extendió válido recibo, y se declaró satisfecho. Yo, a decir verdad, perdí con esto no poco dinero; pero todo lo hice en la esperanza de mejor futuro.


[4187]
En cuanto al primer semestre correspondiente a 1876, el comprendido entre el 1 de marzo y el 1 de septiembre, declaro haberlo pagado; y he aquí cómo. El Vicariato recibe siempre en Jartum el dinero de El Cairo por medio del Gobierno. Como el Bajá Gobernador de Jartum debe pasar al Jedive las rentas de todas las posesiones egipcias en Sudán, acepta de buena gana las órdenes de pago del Ministerio de Finanzas de El Cairo, para hacerlas efectivas a quien corresponde. Pero como había guerra con el Darfur y el Ecuador, la cual requería muchos gastos, el Jedive ordenó al Gobernador general de Sudán, Ismail Ayub Bajá, que destinase a la guerra las rentas sudanesas. Por esta razón el Ministerio de Finanzas de El Cairo no aceptó, por el momento, el encargo de que se pagasen mis cantidades en Jartum, como consta por la carta que me escribió el Cónsul austríaco de El Cairo, a la que pertenece este pequeño fragmento: «Lamento no poder enviarle la remesa de 100 napoleones de oro, porque el Ministerio egipcio de Finanzas declara no poder disponer transitoriamente de dicha cantidad en Jartum».



Anexo E


[4188]
Ante tal dificultad para hacer llegar el dinero de la Misión al Vicariato, procedí por el momento de la manera siguiente: como una señora de Berber, que siempre había mantenido excelentes relaciones conmigo y con mis antecesores en el cargo de Provicario, tenía que hacer ciertas compras en El Cairo por unos 14.000 francos, a mi paso por Berber el 1 de enero de este año le rogué que me encargase a mí de esto y permitiese que yo gastase de mi dinero de El Cairo el referido importe, mientras ella retenía en su caja de Berber los 14.000 francos, para luego, a orden mía, transferirlos a nuestras casas del Vicariato. Nótese que las llaves de la caja del dinero de esta señora católica las tiene y conserva el P. Carcereri, porque los servidores y encargados que esta señora tiene en casa son todos unos ladrones. Por eso, cada vez que quiere sacar de la caja una cantidad, debe depender del P. Carcereri, el cual lleva las llaves y está presente mientras los encargados sacan el dinero, pues ella se encuentra enferma.


[4189]
Pues bien, el 7 de febrero di orden a esta señora de pagar a Carcereri el semestre anticipado de 2.500 fr. a cuenta de mi crédito, y al mismo tiempo avisé a Carcereri que retirase de dicha señora su semestre. Yo sé que mis cartas llegaron a Berber el 2 de marzo. Esta señora siempre ha estado dispuesta a atender mis ruegos; por otro lado el P. Carcereri tiene las llaves de su caja, y sólo necesita abrir la boca para obtener de la señora cualquier cantidad. Así, con el mayor asombro oí al Rmo. P. Guardi el pasado mayo que el P. Carcereri no había podido retirar el semestre hasta el 5 de abril. Yo lo remití al P. Franceschini, que estaba con él en la Magdalena, para que se informase bien de si era posible que Carcereri no hubiera recibido el dinero. En cualquier caso, creo haber hecho cuanto estaba en mi mano por atender a lo que era mi deber. Hacer más es imposible, porque no hay otro medio.


[4190]
b) Quoad secundum. – El artículo I del Acuerdo establece que los Camilos que sean destinados a Africa Central deben tener ya hecha la profesión de los cuatro votos propios de la Orden. Sin embargo el P. Carcereri, con la autorización de su Rmo. P. General, llevó al Vicariato los siguientes individuos vestidos de religiosos Camilos, los cuales no sólo no habían hecho los cuatro votos propios de la Orden, sino ni siquiera el Noviciado, como consta por el escrito de su puño y letra que el P. Carcereri me envió a Jartum el 30 de abril de 1875.



Anexo F


[4191]
1. Fr. José Righetti, de 36 años: provisto de la letra obedencial del General, con permiso para hacer en Berber el noviciado.

2. Fr. José Bergamaschi, de 40 años, que, miembro de mi Instituto de Verona, juró servir durante diez años, bajo mis órdenes, a la Misión de Africa Central. Recibió del P. Carcereri, en El Cairo, el hábito de Camilo, y esto sin haber dicho palabra ni a mis representantes ni a mí, pero con el permiso del Rmo. P. Guardi.


[4192]
Si en el Acuerdo quise que no fuera destinado a Africa ningún Camilo que no hubiera hecho los cuatro votos de la Orden, fue para estar seguro de la vocación de los religiosos, a fin de no gastar dinero inútilmente trayéndolos a Africa sin vocación. Así ha ocurrido con el tal Bergamaschi, que después de viajar a mis expensas de Verona a El Cairo, y de El Cairo a Jartum y Berber, hace unos meses, colgado el hábito Camilo, huyó de Berber y se refugió en la Misión de Jartum. El P. Carcereri quería que yo reconociese el noviciado de Berber. Me negué decididamente en cuanto a los postulantes que viniesen de Europa, porque, dije, «los enormes gastos de viaje de éstos desde Europa hasta Africa son seguros, no así su vocación», como de hecho ha ocurrido en el caso de Bergamaschi, con el cual gasté más de mil francos inútilmente, y esto por la maravillosa cabeza de Carcereri.


[4193]
El artículo III del Acuerdo prescribe que los Camilos estén a plena disposición del Provicario, que puede destinarlos a cualquier tarea y Estación del Vicariato.

El P. Carcereri habría faltado a esto, pretextando que Propaganda (???) ha ordenado que todos deben permanecer un año en Berber. Faltó: a) negándome en abril al P. Franceschini, aunque me lo concedió después de instarle varias veces; b) negándome en enero al P. Alfonso Chiarelli para Jartum, con la excusa de que debía estar en Berber para confesar a su hermano, el P. Bautista, al no querer éste confesarse con el P. Camilo Bresciani, porque es demasiado joven.


[4194]
El artículo VII confía a los Camilos la ordinaria ocupación parroquial de visitar a los católicos de las provincias de Suakin, Taka y el reino de Dóngola. En los 16 meses desde que entró en vigor el Contrato, no ha sido visitado ninguno de esos lugares. En mi viaje de regreso a Europa yo visité la ciudad de Suakin, y, arreglados los asuntos religiosos, dije la primera misa que se había celebrado hasta entonces en aquella ciudad del mar Rojo.


[4195]
En el artículo XVI y último se dispone que cada año el Superior de los Camilos presente al Provicario Apostólico un informe sobre Berber, y sobre la marcha de la obra Camila, que el mismo debe transmitir luego a Propaganda con observaciones propias. En los dieciséis meses que lleva erigida la Casa Camila el P. Carcereri no me ha presentado ningún informe, y en consecuencia no puedo transmitírselo a V. Em.a Rma.


[4196]
Y aquí, sin más dilatarme, creo poder concluir:

a) Que por ambas partes y con mutua satisfacción se ha cumplido el Acuerdo concerniente al Vicariato y a las Hermanas.

b) Que el Acuerdo con los Camilos, cumplido por mi parte, no ha sido enteramente respetado por el P. Estanislao Carcereri.





Conducta de los PP. Estanislao Carcereri y José Franceschini

en relación con el Vicariato




[4197]
Cuando en 1874 consentí en estipular un Acuerdo con la Orden de San Camilo de Lelis, mi único objeto fue simplemente aumentar en mi inmenso Vicariato el número de buenos obreros evangélicos, que me ayudasen a salvar la mayor cantidad de almas, y al mismo tiempo atender al deseo de Propaganda (como queda expresado en alguna carta que el P. Carcereri me escribió desde Roma, y que daré a conocer), según el cual yo debía fundar en el Vicariato una Casa Camila, para que ayudase a mis misioneros en aquellas obras propias del espíritu de su Instituto, que es la asistencia a los enfermos.


[4198]
Es cierto que desde el principio me di cuenta de que Carcereri aspiraba a sacudirse un día la dependencia del Provicario Apostólico, y a hacer suya la Misión confiada al Instituto de Verona. Pero no creí nunca que pudiese conseguirlo:

1. Porque la naturaleza de las obras del Instituto Camilo lleva necesariamente consigo, en la cura de almas, la dependencia de los Ordinarios.

2. Porque no creí nunca que la Santa Sede consintiese en confiar una Misión independiente a esta Orden, que desde San Camilo hasta hoy nunca ha tenido Misiones, ni gobierno de diócesis, sino que siempre ha trabajado bajo la dependencia quoad curam animarum de los correspondientes Ordinarios.

3. Porque en las condiciones en que se encuentra el Vicariato de Africa Central es necesario que sólo uno sea el jefe de esas Misiones, aunque las mismas fueran cien. Y creo que esto será necesario durante muchos lustros, quizá durante un siglo, porque si hubiese más jefes, y no actuasen según un solo y mismo principio, todas ellas correrían peligro de ser destruidas, por diversidad de relaciones con los gobernadores militares de Sudán.

4. Porque por la experiencia que tengo de estos ocho años, comparto la firme opinión del sapientísimo Obispo de Verona, Mons. Canossa, y de muchos otros personajes, de que la Orden de San Camilo, dada su naturaleza y finalidad especial, no es apta para sostener totalmente por sí misma una entera Misión, y mucho menos la de Africa Central, que es la más ardua y laboriosa del universo.


[4199]
No obstante, por ver lo que puede hacer la Orden Camila en Africa Central, he accedido a fundar la casa de Berber para los Camilos, y a estipular con el Rmo. P. General Guardi un Acuerdo ad quinquennium, para experimentar en esos cinco años qué beneficio pueden aportar los Camilos a la Nigricia. Esto para, en caso de que fueran verdaderamente útiles, establecer yo con ellos un Contrato nuevo y estable, y en caso de que su presencia resultara poco beneficiosa o perjudicial, devolverlos a Europa.


[4200]
Sin embargo los PP. Carcereri y Franceschini no sólo han intentado independizarse prematuramente del Provicario Apostólico, sino que han hecho todo esfuerzo por derruir mi obra y por erigir sobre las ruinas de la misma la obra Camila; y esto con la calumnia, con medios ilícitos y de la manera más reprobable. Para demostrar la verdad de mi aserto podría extenderme muy largamente; pero a la penetrante agudeza y profunda sagacidad de V. Em.a Rma. bastará que yo le someta algunos documentos autógrafos, que todavía conservo, con sólo alguna breve observación.


[4201]
En primer lugar él intentó destruir los Institutos preparatorios y de aclimatación de El Cairo; y esto contra mi voluntad, y engañándome a mí y a Propaganda. Y aquí es necesario señalar que en 1872, después de ser nombrado Provicario Apostólico, no acepté el consejo de Mons. Ciurcia, Vicario Apostólico de Egipto, que me sugería eliminar el Instituto femenino de El Cairo y meter de pensión en el convento de las Hermanas del Buen Pastor a mis Hermanas de San José de la Aparición destinadas a Africa Central. Luego marché al centro de Africa, y él me mandó a decir por medio del Superior de mis Institutos de Egipto que yo debía establecer un Acuerdo con él sobre el modus vivendi de mis Institutos de El Cairo. Yo mandé a El Cairo el Acuerdo, pero no se hizo nada.


[4202]
Cuando en 1874 el P. Carcereri marchaba a Europa, le encargué, y él aceptó, establecer el deseado Acuerdo, como se ve por las cartas que él me escribió desde El Cairo con fechas 8 y 13 de marzo de 1874: «El pasado lunes fui a ver a Mons. Ciurcia... Sacado a colación el tema del Acuerdo, me contestó que D. Comboni debía de haber recibido ya la respuesta de Propaganda... Yo me limité a replicar que, puesto que Su Eminencia quería atenerse al ius comune, no se comprendía fácilmente por qué había sido solicitado el Acuerdo, al no haber necesidad de escribir lo que estaba impreso. Entonces él, sintiendo la fuerza de la observación, respondió: “¿Acaso quiere que mi sucesor me llame burro?” Yo callé y él también».



Anexo G


[4203]
«El lunes pasado, como le había prometido a Ud. en mi última carta, fui a ver a Mons. el Delegado y le di otro toque. El se extendió en explicarme que el Acuerdo sería inútil aun cuando se quisiese hacer... Así que es él el que ahora rechaza el Acuerdo, e indirectamente le elogia a Ud. por no haberlo hecho y se condena a sí mismo que lo quería con tanta insistencia. No dejé, claro está, de hacerle ver con buenas maneras su contradicción, pero fue en vano. Yo poseo dos documentos suyos con los que ponerlo en evidencia ante Propaganda en caso de...»



Anexo H


[4204]
Por esto se puede ver que yo no encargué al P. Carcereri que suprimiese los Institutos de El Cairo, sino que estipulase con el Delegado Apostólico el Acuerdo, que supone la existencia de los mismos. Sin embargo, él me escribió desde Roma, la primera vez con fecha 7 de abril de 1874, de esta manera: «Vengo de Propaganda... contesté comme il faut en cuanto al Acuerdo con el Arzobispo, y mostré una carta en la que él confesaba no saber de quién dependían in spiritualibus las Hermanas, lo que probaba que era él quien había suscitado el Acuerdo. Agacharon la cabeza; pero me dijeron que yo había hecho bien en suprimir los Institutos de El Cairo, y quieren constancia de ello en Propaganda».



Anexo I


[4205]
Me encontraba atónito por esta primera e inesperada noticia de un hecho tan precipitado, y también por Propaganda, cuando muy pocos días después recibí de D. Rolleri, Superior de los Institutos de El Cairo, la carta que con fecha 18 de abril de 1874 le había escrito desde Roma el P. Estanislao, y en la que leí: «El nuevo Contrato con las Hermanas ya ha sido acordado en líneas generales; falta sólo firmarlo formalmente, lo que haremos, espero, el lunes próximo... Sobre las Hermanas se ha convenido en que no haya ninguna en El Cairo: las aspirantes a Africa Central serán acogidas en el hospital, pagando nosotros su manutención. Las órdenes al respecto se darán después de la firma del Contrato... Por ahora no diga nada de esto a las Hermanas, sino actúe con cautela y discreción, al menos hasta que la General les escriba a ellas, lo que hará después de la firma, o sea, la semana que viene...»



Anexo J


[4206]
Así pues, la eliminación de los Institutos de El Cairo estaba a punto de hacerse realidad, e indicio de ello es la decisión definitiva ya puesta en práctica por la General. En efecto, así escribe él desde Verona con fecha 11 de mayo: «...En cuanto a la casa, si hay esperanza del terreno de que me habla, acéptelo; se trata ahora de una simple casa para los misioneros, porque las Hermanas estarán en el hospital con las otras mediante el pago de una pensión. Hablo de las Hermanas que deben aclimatarse y tienen la obediencia para el interior: las otras ya han sido puestas a disposición de la General...»



Anexo L


[4207]
Que Propaganda aconsejase realmente la eliminación de los Institutos de El Cairo, que en verdad fuera acordada con la General, y que ésta empezara a llevar a cabo la decisión tomada, como lo revelan las citadas cartas del P. Carcereri, yo no lo he creído. Y si bien es cierto que el P. Carcereri se expresó en esos términos, también lo es que escribió al P. Rolleri diciéndole que Propaganda quería confiarle a toda costa una Prefectura Apostólica en el Vicariato, independiente de mi jurisdicción; pero él, por consideración, la había rechazado, e incluso había tenido que enviar a Propaganda a su Rmo. P. General Guardi para rogar a Su Eminencia que le dispensase de dicha Prefectura (???).



Anexo K


[4208]
Por las tres cartas antes citadas, también se ve claramente que el P. Estanislao había acordado eliminar los Institutos de El Cairo no ya provisionalmente por ese año, sino de manera estable y para siempre. Que además pretendía esto en contra de mi voluntad, se deduce evidentemente de la carta que escribió a D. Rolleri desde Verona con fecha 18 de agosto de 1874: «He pensado con usted que en verdad es un gasto inútil la presencia permanente en El Cairo tanto de cuatro como de dos Hermanas sin nada que hacer, cuando es posible arreglarse perfectamente del modo dispuesto en el Acuerdo ya firmado y rubricado... En Propaganda todos me han dado la razón respecto a no tener una carga permanente en El Cairo».



Anexo M


[4209]
Con esto, no puede ser cierto lo que respondió a la General, como me escribió él desde Roma con fecha 3 de julio de 1874: «La M. General me ha acusado... de haberme desembarazado de buenas a primeras de las Hermanas... Dije que en abril rogué a la Madre General que retirase las Hermanas que no quisieran venir al interior. Y quedando una sola dispuesta a venir con nosotros si se lo ordenaban, le rogué que le diese la obediencia definitiva y le permitiese unirse a las otras Hermanas hasta septiembre, en que la llevaría conmigo. Siendo ella sola, podía unirse a las otras provisionalmente, con cargo a la Misión. ¿Y dice ahora que las he puesto en la calle?»



Anexo N


[4210]
Ni puede ser verdad lo que con juramento atestigua en la que me dirigió desde Verona el 26 de junio de 1874: que acordó con la General el traslado de las Hermanas al hospital por aquella sola vez hasta su marcha al interior. Transcribo a continuación gran parte de dicha carta, que, junto con la inflexibilidad del carácter del P. Carcereri, revela su odio hacia la General de esas Hermanas, contra las cuales escribe en otras ocasiones que, hagan bien o mal, por él pueden ahorcarse; que se le han vuelto desagradables y antipáticas, hasta el punto de no considerarlas más que cosas; inútiles, holgazanas, etc., etc. «La M. General juega, o pretende jugar con usted, conmigo y con toda Africa Central. Juro que he acordado absolutamente con ella: 1) el traslado de las Hermanas hac vice al hospital, de pensión, hasta la marcha al interior; 2) el nuevo Contrato. Ella me ha acusado ahora respecto a eso ante Propaganda. ¡Pues va lista, la pobre!... Se cree que el P. Estanislao es como Mons. Comboni, y no sabe que yo soy un cimbrio.


[4211]
»La he puesto de hoja perejil por escrito, y ahora me apresuro a ir a verla a su casa, tanto es el miedo que me da. Esta vez ha metido bien la pata; el Card. Franchi no es Barnabò: es más mío que suyo. Los hechos se lo demostrarán. No sé si a usted le ha escrito algo. Pero, para su gobierno: no juzgue sin haber oído también mi versión. Y descuide, que yo soy cimbrio: Indrio ti e anca muro (1). Juzgue después. A más de uno le he bajado los humos; cuando tengo razón soy una bestia y nadie me achica. ¡Pobrecita! Si antes no le ha ocurrido, éste es el primer descalabro solemne que se va a llevar. Ya empuñó bastante la vara para mandar en tiempos de Barnabò; ahora es otra época, que ella no conoce todavía, y que yo he olfateado como un perro trufero...»



Anexo O


[4212]
Por esta carta se ve que la General acusó al P. Estanislao ante Propaganda. Si esto es así, sólo pudo ocurrir tras una carta que escribí a la Superiora de mis Hermanas de El Cairo, en la cual declaraba que no era mi voluntad que las Hermanas pasasen al hospital, sino que permanecieran en el Instituto, por lo cual yo mandaba a aquella Superiora que no se moviesen de allí, salvo por un aviso de Propaganda. Me movió a escribir esta carta la noticia del próximo traslado de las Hermanas al hospital, previsto para comienzos de julio, como queda de manifiesto en la citada carta del P. Estanislao de fecha 11 de mayo de 1874. A escribir a mi Superiora de los Instituos de El Cairo, y no al P. Estanislao, me forzó la necesidad, pues por haberme llegado tarde la noticia del traslado, ya no había tiempo de impedirlo escribiendo al respecto al P. Estanislao.


[4213]
La mencionada Superiora debió de mandar mi carta a la General, y ésta posiblemente la usó para deshacer en Propaganda lo que se había acordado en contra de mi voluntad. Dicho esto, no sé con cuánta razón él se me queja tanto, hasta el punto de renunciar a la dignidad de Vicario General, de declararse indiferente a cuanto en el futuro pueda pasar en el Vicariato, etc., y esto con amargura e irreverencia. Pretende justificarse; pero las razones que da no son más que contradicciones, como en su citada carta a D. Rolleri del 18 de agosto de 1874, donde dice: «La imprudencia de comprometerme ante la General y ante la Superiora de El Cairo, sin oírme, y fiándose de los informes de ellas sobre un punto que todavía no estaba decidido, me da mucho que pensar».



Anexo M


[4214]
No aduce más que vanas pretensiones, como en la misma a D. Rolleri: «Hay que juzgar estando los asuntos concluidos y habiendo sido oídas las dos partes, no antes». Como si: 1.°) no hubiera sido él quien escribió que todo estaba acordado, y 2.°) para impedir un hecho se debiera esperar a que se produjera él mismo.


[4215]
Por lo hasta aquí expuesto, queda claramente de manifiesto que el P. Carcereri intentó eliminar contra mi voluntad los Institutos de El Cairo, y que luego, para justificarse, se valió de la mentira y de la contradicción. Además, en la carta que me escribe con respecto a la General, se revela palpablemente la inflexibilidad de su carácter y el encono que tiene hacia ella. Esto se vería aún mucho más si el afán de ser breve no me obligase a dejar de citar todavía unas cuantas cartas del P. Carcereri relativas a la General y a sus Hermanas. Por otra parte, muchas cartas dirigidas a mí, y otras contra mí, ponen en evidencia la soberbia, el espíritu despótico del P. Estanislao y su irreverencia respecto a mi persona.


[4216]
En cuanto a esto, sólo voy a hablar de una carta que me escribió desde Turín con fecha 18 de mayo de 1874, por un asunto que brevemente le expondré, relacionado con cierta negra llamada Marietta Maragase, íntima de una tal Sor Catalina Valerio, ex franciscana, a la que a ruegos de una devotísima persona bienhechora yo llevé de Marsella a El Cairo para que entrase en el convento de las buenas terciarias franciscanas, en el cual decíase admitida, y que no habiendo ingresado allí por razones que ignoro, recibió hospitalidad entre mis Hermanas de San José, de donde salió al cabo de tres meses para dirigir la escuela femenina del Viejo Cairo, en una casa aneja a la parroquia latina franciscana, con la ayuda de algunas de mis maestras negras y de mi prima Faustina.


[4217]
Estas dos mujeres, Marietta y la ex Sor Catalina, fueron, creo, la causa primera del cambio de ánimo y la desmoralización de los Padres Carcereri y Franceschini. Ello ocurrió estando yo lejos, durante mi estancia de dos años y medio en Europa, desde el 15 de marzo de 1870 hasta el 15 de septiembre de 1872, por los motivos arriba mencionados, que se relacionaban con la Misión. Durante ese tiempo de ausencia mía, el P. Carcereri dirigía mis establecimientos de El Cairo. Esta Sor Catalina Valerio había sido durante diez años Maestra de Novicias de las terciarias de San Bernardino, y siempre me repetía que había tenido que salir de su convento como consecuencia de la supresión de las Ordenes religiosas en Italia. Pero cuando en Europa me aseguraron que ella había pedido y logrado el rescripto de secularización, y desde Egipto me llegaron no demasiado buenos informes sobre ella, ordené su expulsión de mi Instituto, lo que llevé a cabo por medio de Mons. Ciurcia.

[Falta la p. 46 y las siguientes pp. 47 y 48 están incompletas: transcribimos lo restante.]


[4218]
[p. 47] De algo fue advertido el P. Estanislao, y castigó al P. José con diez días de Ejercicios espirituales. ¡¡¡Ni aun así!!! Los hacía en casa del P. Pedro (Pedro de Taggia, devotísimo franciscano, párroco del Viejo Cairo) y el cuarto destinado a ello era el que da a esta casa; por eso los ejercicios que ha-.........


[4219]
[En esta p. 47 hay las dos siguientes notas:] En mis Institutos masculinos hubo siempre la regla de que ningún misionero puede ir al Instituto femenino sin autorización del Superior. El P. Carcereri, que en 1871 desde el Cairo me denunció en Verona la conducta de un pío misionero que una vez había ido sin permiso a ver a la Superiora de mis Hermanas de San José, en cambio con el P. Franceschini fue siempre muy indulgente, y nunca hubo regla para él.


[4220]
En dieciséis meses, el P. Estanislao me gastó en 1870-1871 más de treinta mil francos, haciendo pasar grandes necesidades a las pobres Hermanas de San José y tratándolas duramente, mientras que para Marietta y Sor Catalina abundaba el dinero, los vestidos y los dispendiosos paseos en coche. Todas mis Hermanas de San José son testigos de ello.


[4221]
[p. 48] ...con el P. Franceschini vestida de hombre, como se ve por el siguiente fragmento de la carta que me escribió a Verona el 27 de agosto de 1871, fragmento que yo borré por no dejar semejante documento en caso de mi muerte, pero que, a simple vista, o con una pequeña lente, resulta muy inteligible:

«Yo no consideraría un pecado travestir a Marietta, o a Catalina, o a las dos... y hacer esto después de que estemos fuera de El Cairo, sin que nadie lo sepa, ni siquiera los nuestros, y adelante... Piénselo, y contésteme reservadamente».



Anexo R


[4222]
Como es natural, a esta proposición (que entonces no tomé en serio, sino como un arrebato de la cabeza alborotadísima e irreflexiva de Carcereri, quien por otra parte mostraba tanto celo por la conversión de la Nigricia y hasta entonces no me había dado tan graves motivos de duda sobre su espíritu religioso) yo respondí negativamente. Sin embargo la misma me dio mucho que pensar sobre Marietta y Sor Catalina, y fue la causa de que, habiendo partido de El Cairo Carcereri y Franceschini, yo pidiera y obtuviera de mis misioneros suficientes informes relativos a Sor Catalina y a Marietta, que me decidieron a ordenar su alejamiento de los Institutos, poniendo en el puesto de la ex franciscana a la devotísima Hermana Josefina Tabraui, de San José de la Aparición.


[4223]
Luego, llegado a El Cairo en 1872, yo mismo me negué a llevar con las Hermanas a la mencionada Marietta, pese a las peticiones que en tal sentido me hizo Carcereri en muchas cartas, negativa que me atrajo las iras de él.

Por otro lado, cuando en 1874 el P. Carcereri emprendió viaje hacia Europa, pasó por El Cairo, y sin saberlo yo, que estaba en Jartum, acordó que a su regreso de Europa llevaría a Marietta a Africa Central, para ponerla al frente del grupo femenino en Berber. Supe yo esto por D. Rolleri, Superior de mis Institutos de El Cairo, y por otros; y para no exacerbar el ánimo de Carcereri, conociendo a qué extremo de ira se dejaría arrebatar, escribí a Rolleri que dispusiese de modo que Marietta, la cual llevaba ya tres años fuera del Instituto, no pudiese reunirse con Carcereri para ir a las Misiones de Africa interior.


[4224]
Bien poco prudente, D. Rolleri advirtió a Carcereri, que ya había salido de Roma hacia Verona, de mi oposición respecto a sus intenciones sobre Marietta. Y fue por esto por lo que Carcereri me escribió desde Turín la siguiente carta con fecha 18 de mayo de 1874, la cual, mientras exagera completamente en cuanto a las dificultades de Marietta (que estaba en buena situación en El Cairo), prueba la insubordinación e irreverencia de su autor hacia mí, que, de la manera más suave y conveniente, por primera vez al cabo de tanto tiempo (por tercera vez respecto a Marietta), mostraba mi voluntad contraria a la suya.


[4225]
«Paso a un asunto reservado que tratar entre usted y yo. Se refiere a las indignas medidas que ha mandado tomar a D. Bartolo respecto a Marietta. Le hablo claramente... creía arreglarlo todo yo, y ahora veo que quiere meter las narices quien no debería. Usted ha cambiado mil veces de opinión (sic) sobre la misma, y no lo habrá olvidado. Por tanto le digo resueltamente que ya está bien de martirizar a una pobre criatura como Marietta. Ella ha sido y es la víctima de unos grandes celos y venganza. Lo digo, lo afirmo y lo juro delante de usted, de don Pascual, de todas las Hermanas y de todas las negras. Marietta está fuera del Instituto porque fue obligada a irse. Ahora se encuentra en un estado que daría compasión a todos, menos a quienes la han traicionado. No le falta más que la desesperación, de la cual quizá no está lejos. Dejen que al menos pueda morir en paz en una calleja, traicionada, después de todas las promesas que usted le hizo; querer llevarla al extremo de arrojarse a un río, es de fieras. Ya ha sido usted bastante criticado incluso en Roma por los tratos que a ella se le han hecho (sic)... pero usted fue impulsado a tratarla como verdugo. De Marietta me ocuparé yo. Ni usted, ni nadie, será molestado por ella. Bástele con esto».



Anexo S


[4226]
Pues bien, si tanto resentimiento e irritación provocó en el espíritu rebelde del P. Estanislao esta simple decisión mía, la primera contraria a sus proyectos, V. Em.a Rma. puede comprender fácilmente los sentimientos que se le despertaron contra mí cuando, en contra de lo que él había decidido, la necesidad me llevó a escribir a la Superiora de los Institutos de El Cairo que no se moviera de los mismos hasta aviso de Propaganda; cosa que, independientemente de mi voluntad, causó al P. Estanislao bastante disgusto y humillación. Fue realmente después de esto cuando, irritado, manifestó que en adelante le sería indiferente el Vicariato, cuando renunció a seguir siendo mi Vicario General, y cuando en la falsa suposición de que yo había gastado para mi caravana, más numerosa (32 personas) que la suya, no más de 5.000 francos, declaró, como luego se verá, que quería gastar más, afirmando falsamente que en otra ocasión las Hermanas se quejaron a la General del trato que les había dado D. Losi.


[4227]
«Usted hace cálculos con los 20.000 fr. recibidos de Colonia, y cree que con 5.000 yo puedo llegar a Jartum. Pues quítese esa idea de la cabeza: recibirá lo que sobre. Yo no empleo en mí ni un solo céntimo, ya lo sabe. A D. Squaranti (2) le he dado ya 5.000 fr. y con el resto intento evitar que sufra mi caravana (de 18 personas). Me hace usted reír diciéndome que con 5.000 francos llevó usted la suya, y que la mantenía a base de carne fresca cada día, y con todo lo necesario. Si D. Losi gastó 2.000 fr. para siete u ocho personas, le felicito; pero yo sé bien (sic) cuánto se han quejado de ello las Hermanas a la General.


[4228]
»Yo actuaré debidamente, gastando lo necesario y nada más. Pero hacer sufrir a mi caravana, ni hablar. Antes dejo a todos en El Cairo y me quedo también yo. De verdad le digo que casi lamento ciertas cosas que he hecho a costa de mil sacrificios míos personales... estoy no poco disgustado, y ya pienso en quedarme tranquilo en mi Berber... sin interesarme más por los asuntos del Vicariato. Así pues, hará bien pensando en sustituirme... Lo que ha hecho usted últimamente, desaprobándome sin oírme en el asunto de las Hermanas, me ha vuelto a mí indiferente a cuanto ocurra en adelante, y apáticas a todas las Hermanas».

Verona, 3 de septiembre de 1874.



Anexo F


[4229]
Después de esto, el 4 de octubre de 1874, así me escribía desde El Cairo: «Yo quería instalar por esta vez y provisionalmente a las Hermanas en el hospital... pero aliter visum est. Es usted muy dueño de ahorrar y de gastar como crea, muy dueño de querer tener permanentemente en El Cairo una casa de Hermanas ociosas, muy dueño de llenar Africa de Hermanas inútiles por 500 fr. cada una; pero yo también soy muy dueño de no querer compartir la responsabilidad... Veo un futuro más negro de lo que usted cree, y a veces me asusta el fantasma del fracaso de Mons. Brunoni en Constantinopla... De todos modos sólo usted sabe con qué debe y puede contar... Le digo claramente que de ninguna manera llevo a mis compañeros a Jartum, y que si no encuentro preparada la casa en Berber, me vuelto con ellos a dar cuenta a quien corresponde. Entendámonos bien... Me parece conveniente, y ya una necesidad, renunciar a ser Vicario General...»



Anexo D


[4230]
Sin embargo, las expresiones que empleé para impedir la supresión de los Institutos de El Cairo no fueron, como he dicho, tantas ni tan graves; y el propio P. Estanislao Carcereri no pudo por menos de confesarlo ante V. Em.a Rma. Lo atestigua él mismo en la siguiente carta que me envió desde El Cairo con fecha 11 de octubre de 1874, en la que vuelve a manifestar el encono de su soberbia ofendida:


[4231]
«...Voy a dar su merecido a la M. General... delante del Cardenal dije claramente que ella no había tenido reparo, para herirme, en referir las mayores expresiones de indiferencia respecto a mí... Yo le enseñaré a comportarse en el mundo. Puede estar segura de que cuando tenga ocasión no dejaré de darla a conocer como es, ni de mostrar la caridad que tenemos hasta ahora guardando silencio sobre ella y sobre sus Hermanas. Y ellas han empezado a darse cuenta de que pocas más gentilezas y simpatías pueden esperar de mí; se me han vuelto tan indiferentes que no las considero ya más que cosas. Hagan bien, hagan mal, por mí SE PUEDEN HASTA AHORCAR... En Roma ha visto quiénes son, y sé que en conciencia al estulto debemos responderle según su estulticia, para que no se insolente: así lo manda el Espíritu Santo».


[4232]
Después de esto dejo a V. Em.a Rma. el juzgar si no es el espíritu de rebeldía y soberbia el que domina al P. Estanislao Carcereri, por lo demás activo misionero otras veces. Pero lo que cuenta primero es el espíritu y la humildad.



Anexo V


[4233]
Si quisiese dar cuenta de toda la administración que estuvo en manos del P. Estanislao Carcereri, claramente se vería cómo la llevó mal ya en los primeros tiempos en El Cairo, donde por favorecer a la ex franciscana Catalina y a Marietta, permitió que a veces sufrieran las Hermanas de San José de la Aparición junto con lo restante del elemento femenino. Claramente se vería cómo la llevó mal luego en Jartum, donde, sin haber apuntado ni los ingresos ni los gastos de más de un año, cuando marché a Europa en 1874 dejó escrito en el Registro la declaración de que hasta entonces la administración había sido irregular, pero que en adelante sería exacta. Claramente se vería, en fin, cómo la llevó también mal en El-Obeid, donde resultaron vanas las peticiones que le hice durante seis meses consecutivos para que me presentara la administración que con el P. Franceschini él había llevado durante dos años; y cómo habiendo roto el P. Franceschini con nuestro Procurador de aquella Estación, éste me presentó la suya, por la cual se descubrió cantidad de gastos excesivos e inútiles realizados por dichos Padres –por ejemplo 687 fr. por un burro–, junto con la deuda de 10.505 fr. que luego yo tuve que satisfacer.


[4234]
Mas por amor a la brevedad dejo todo eso. Basta con sólo haber aludido a ello, para comprender lo falsamente que aduce el P. Estanislao la confianza en mí para justificar la mala administración, que, incluso después, llevó de su viaje a Europa, estancia, compras y regreso a Africa; y esto a pesar de las quejas que yo le había dirigido por la administración anterior, y no obtante las cartas mediante las que a menudo yo le recomendaba que llevase de todo cuentas exactas.


[4235]
Como el P. Estanislao estaba maldispuesto hacia las Hermanas por no haber podido suprimir los Institutos de El Cairo, al darse cuenta la General de que en eso contrariaba mi voluntad, él desaprobaba en Europa que yo, al precio convenido de 500 francos cada una, quisiera llevar a la Nigricia un número suficiente de Hermanas, cuando sabía: a) que él mismo había tratado y convenido tal pensión con la General; b) que, todo considerado, verdaderamente no era excesiva dicha cantidad, pues, dada la excepcional eficacia de la mujer en Sudán, no se pueden hacer sin Hermanas las Misiones de Africa Central.


[4236]
Como se ve por las pocas cartas hasta aquí citadas, el P. Estanislao condenaba mi administración a causa de los gastos en las obras de edificación en Jartum, El-Obeid y El Cairo, sin tener en cuenta: a) que tales obras eran de absoluta necesidad, ya que las Hermanas no tenían casa suficiente según lo dispuesto en el Acuerdo, ni en Jartum ni en El-Obeid; b) que las casas de El Cairo, además de reportarme el beneficio del terreno que a tal objeto me donaba el Jedive de Egipto después de varios años de inútiles instancias, me librarían del gasto anual de 100 napoleones de oro en concepto de alquiler, y me ofrecían otras ventajas muy importantes; c) que tales construcciones proporcionaban estabilidad a la Misión; d) que por tanto se debían hacer, y más dado que, realizados mis balances, vi que podía sufragarlas sin temor a una crisis económica, que de hecho no se produjo. A este propósito convendrá transcribir algunos fragmentos de la carta del P. Franceschini al P. Estanislao fechada el 3 de febrero de 1873, de la que el P. Franceschini me mandó copia: «...Resueltamente has... decidido renunciar al cargo de Vicario General... por los líos en que se ha metido Monseñor en contra de tus consejos.


[4237]
»¿Cuáles son esos líos...? Que él haya querido conservar los Institutos de El Cairo, en cuya eliminación tú trabajaste, para mantener los cuales ahora se ve obligado a hacer frente a los gastos de una construcción inmensa. Pero ¿podía actuar de otro modo? ¿Dónde aclimatar a sus misioneros y a sus Hermanas...? Meter a éstas de pensión en el hospital era tanto como perder los mejores elementos... la Misión tiene necesidad absoluta de una Casa en El Cairo para la correspondencia con Europa, las expediciones, los suministros, etc. Además, después de todos los obstáculos que se nos han puesto en Egipto, con los que ha habido que luchar hasta hoy, renunciar así, de repente... no convenía ni al decoro ni al honor de Monseñor... En la fundación de dichos Institutos, tú mismo escribiste sobre su necesidad e importancia, y tus palabras, gracias a la prensa, han dado la vuelta al mundo: ¿qué dirían ahora las Sociedades benefactoras y los bienhechores particulares si supiesen que, con la misma facilidad con que fundamos, destruimos? ¿De qué habrían servido entonces tantas limosnas recibidas para esos Institutos?... Por tanto, si Monseñor se ha metido en este lío (lío según tú), ha sido obligado por la necesidad y por las imperiosas circunstancias de los compromisos con las Sociedades, de su honor y de la conveniencia...


[4238]
»Tú pretendes que con las obras de construcción de Jartum Monseñor se ha metido en un lío, realizando un desembolso superior a sus recursos y no teniendo luego con qué hacer frente a los gastos para las otras casas, o para las nuevas Estaciones por fundar. Pero yo puedo asegurarte que hasta ahora la construcción no le ha acarreado ni un céntimo de deuda, aunque desde el mes de julio del año pasado, de 73.000 francos que de las Sociedades han llegado a tus manos y a las de D. Bartolomé, no ha recibido más que 10.000. Las casas y Estaciones han estado siempre bien provistas de lo necesario; es más, yo nunca he visto tanta abundancia, a pesar de diversos viajes de Jartum al Kordofán por cambios de personal. ¿Le vendrán los líos en el futuro?


[4239]
»¿Acaso han desaparecido los 73.000 francos? Tú recibiste una buena cantidad de las Sociedades benefactoras, y las compras de la caravana corrieron a cargo de D. Bartolo, como figura en las cuentas mensuales del mismo: ¿no te quedará nada que llevar a Monseñor? No lo creo posible. Por otro lado, en enero, Monseñor recibirá de Lyón un pago a cuenta que suele darse; además tiene al menos 20.000 fr. a su disposición en Colonia, por lo que tú mismo escribiste; asimismo lo del Comité de Viena, que siempre le manda a él también algo... y encima no faltan a Monseñor otras fuentes de las que obtener dinero... Prescindiendo de todo esto, las obras de construcción de Jartum eran una necesidad: la casa Latif (donde estaban antes las Hermanas) no nos la querían vender a ningún precio, aparte de que era incomodísima, y no había otras casas habitables por allí cerca... Entonces, no sé en qué líos se habría metido Monseñor en contra de tus consejos. Si acaso los hubiera, me gustaría oírlos, y luego ver si son ciertos, y estoy seguro de que me reafirmaría en mi opinión porque, incluso durante tu ausencia, siempre se ha actuado con la cabeza, y tras detenido examen, y nunca a la buena de Dios, como fácilmente se cree».



Anexo W


[4240]
Así pues, sin motivo, en varias cartas el P. Estanislao me reprochó indecorosamente mi administración, y la condenó incluso ante algunos en Europa: «Estás en contra del edificio de Jartum (es el P. Franceschini el que, en la citada carta, habla así al P. Estanislao), y tengo motivo para creerlo por cuanto tú mismo has escrito a Monseñor, y por cuanto dijiste en El Cairo y en Europa, como hemos sabido por cartas de D. Bartolo y D. Squaranti... El lenguaje que has usado en estos últimos meses con Monseñor el Provicario, ciertamente no es un lenguaje de amor. Más de una vez he tenido ocasión de conocer algunas de las expresiones con que te has dirigido a él por escrito... y si no conociese tu carácter, no me habría convencido de que tú hubieras podido escribir como lo has hecho. Ese estilo tuyo tan seco, amargo, ácido e imperioso tocaría los nervios más insensibles, por no decir muertos».


[4241]
Después de esto, dispensándome de presentar a este respecto las cartas irreverentes del P. Estanislao, paso seguidamente a exponer el proyecto que, desaprobando el mío, me proponía desde Viena el 15 de junio de 1874, el cual consistía en multiplicar estacioncitas: Schellal, Berber, Jartum, Gebel Nuba, el Kordofán, Sennar, Fashoda; construir en ellas cuchitriles y dotar de un solo misionero con un laico a cada una. Yo no acepté este plan por varias razones: 1) porque el mismo no hacía estable la Misión, ni en lo material, al proponer cabañas que hay que reconstruir cada año después de las lluvias, ni en lo moral, al no bastar un solo sacerdote en una cabaña para ganar influencia entre gentes primitivas y materialistas; 2) porque las citadas estaciones, por hallarse una de otra a una distancia de tres a veinte y más días de camino, estarían demasiado dispersas, y en la hipótesis de que un solo sacerdote se instalase en cada una no serían convenientes, 3) porque no se prestarían para preservar de los muchos inconvenientes físicos y morales posibles en aquellas tierras.


[4242]
Aun siendo inferior en ventajas, este proyecto no habría acarreado menor gasto; y el mismo P. Estanislao, que tratándose de mi plan desaprobaba el enorme gasto y mi confianza en San José, mostrando contradicción de sentimientos confesaba que su plan no habría supuesto un gasto menor, y me exhortaba a confiar en la Providencia: «Es cierto que este proyecto cuesta mucho más que estando unidos; pero Dios mandará más...»


[4243]
Por otra parte, yo no sé si en Europa, y especialmente en Roma, se cree muy útil multiplicar del modo antedicho estaciones y misiones, como afirma el P. Estanislao: «esto creen y esperan en Europa que se haga, sobre todo en Roma». Lo cierto es que si no adopté el sistema propuesto, fue porque me pareció entonces, como también ahora, perjudicial en todos los aspectos.


[4244]
Sin embargo, irritado el P. Estanislao por no haber aceptado el plan que él me aconsejaba, y que según su propia confesión me obligaba a un desembolso mayor, me anunció un desastre económico casi inminente por mi mala administración. Tal crisis no se produjo, si bien el propio P. Estanislao habría hecho todo lo posible para que ocurriera. Aun previendo él verdaderamente un desastre económico, manifestó, como se ha visto, su voluntad proporcionar a la caravana comodidades, y en efecto se las proporcionó luego más allá de lo que era necesario. El día 4 de octubre de 1874 me escribió desde El Cairo diciéndome –lo hemos visto– que al final de noviembre quería para sus Camilos una casa dispuesta y equipada, de la que no me había hablado antes del 18 de agosto de 1874, y amenazándome con que, de no ser así, se volvería con todos sus religiosos. Y aunque en el Acuerdo la casa no figuraba como condición, con tanto impacientarse me obligó a efectuar un desembolso inmediato de 25.000 piastras por la precipitada compra de la misma.


[4245]
El P. Franceschini se lo reprocha en la citada carta, desde Berber, adonde había ido conmigo para preparar la casa: «...Tú no pides ni suplicas a Monseñor: casi como si fuera tu súbdito, le mandas y ordenas, e incluso le amenazas, como cuando se trataba de comprar la Casa Camila; escribes resueltamente quiero y no quiero, como cuando rechazas monjas y negras en Berber, añadiendo que no las querrás nunca en esta misión... Si has previsto en tu mente que Monseñor va a encontrarse en apuros por tantos gastos, ¿por qué entonces pretendes con tanta energía la compra de la Casa Camila, amenazando...? Podías tener más piedad de su situación, contentarte con una casita en alquiler...»



Anexo W a


[4246]
Pero el fin del P. Estanislao parece haber sido conseguir, casi por venganza, el anunciado desastre. Efectivamente preveía la crisis; y sin embargo, pudiendo obtener del Lloyd austríaco enteramente gratis el viaje desde Trieste hasta Alejandría, a condición de enviar los misioneros de dos en dos, no aprovechó esto y mandó de una sola vez cuatro misioneros Camilos, obligándose así a pagar el pasaje de dos completo. Preveía un fracaso económico; y sin embargo no dejó de causar el desembolso de una enorme cantidad para proveer de nuevo los Institutos de El Cairo, los cuales, al no haberlos podido suprimir, él dejó completamente vacíos, contra la voluntad del Superior de los mismos. Me lo anunciaba éste en carta de fecha 14 de diciembre de 1874: «Han saqueado estas dos casas, como Ud. luego notará en mi último informe trimestral por las compras que me vi obligado a hacer. Se han llevado hasta la pequeña cocina de hierro, más todos los herrajes y utensilios, sin dejar ni un clavo, y hasta mosquiteros viejos de las camas, etc., etc., cosas todas ellas que nos eran muy útiles y ahorraban muchos gastos, mientras que a ellos sólo les sirven para aumentar el coste del viaje...»



Anexo X


[4247]
Preveía Carcereri un desastre; sin embargo, contra la insistencia del Superior de El Cairo, que quería mandarme dinero por medio del Gobierno, como siempre se había hecho hasta entonces, el P. Carcereri se empeñó en llevarlo él, aun calculando que no podría hacérmelo llegar antes que el Gobierno. Así ocurrió en efecto: contra lo que era uso general, el P. Estanislao ordenó que pasaran por las cataratas de Asuán las embarcaciones cargadas con las cosas, y una fue a chocar con uno de tantos escollos, hundiéndose, y ocasionando fuerte pérdida con gravísimo deterioro de la carga (3). Luego, por haber seguido, contra el uso de cuantos van a Jartum, el camino de Wady-Halfa, alargó el viaje, que resultó de 103 días para el personal, y de siete meses y medio para las provisiones; de modo que me obligó a mantener mientras las Misiones con compras diarias, efectuadas a los excesivos precios de Sudán en las tiendas de allí.


[4248]
Preveía un desastre; sin embargo quiso mantener como válido aquel «total» registrado en su balance, el cual, bien hechas las sumas, da un exceso en contra mía de 120 francos. En ese mismo balance figura a mi cargo como gasto suyo la cantidad de 100 fr., descuento de una letra de Lyón, cuando la había pagado el Superior de los Institutos de El Cairo, como se ve por los resúmenes trimestrales del mismo. Registra a mi cargo como pago suyo el viaje de Colonia a Bamberg, cuando graciosamente lo sufragó la Sociedad benefactora de Colonia, como me dijo el Presidente de ésta, mostrándome los libros. Pone a mi cuenta el viaje desde Verona hasta Roma, por importe de 115 francos oro, y en otra ocasión por 80 francos oro, cuando el precio de los billetes de segunda en el rápido es sólo de 47 liras en papel. Apunta a mi cargo 420 francos oro correspondientes al viaje desde Brindis hasta Alejandría de él y del sacerdote D. Domingo Noja, cuando había obtenido del Ministro de Asuntos Exteriores Visconti-Venosta el pasaje gratis por medio de un compañero suyo, el P. Baccichetti, que está aquí en Roma, y cuando el importe de dicho viaje es de sólo 225 francos, como se puede ver en las oficinas de la Compañía, Via Condotti nº 48, 2º piso. Sin que yo se lo mandase compró en Roma, en Piazza della Minerva, un cronómetro de plata ( por el que según los entendidos a los que he consultado en Roma, no habría podido pagar, nuevo, más de 250 liras) que le costó 500 liras en papel; y él me carga en la cuenta 500 francos oro.



Anexo R


[4249]
Preveía Carcereri un desastre. Sin embargo gasta en Italia 7.650 liras en papel (sin haber llevado al Vicariato ni siquiera un alfiler, salvo el cronómetro, y otra pequeñez comprada por capricho); pero apunta a mi cargo en el balance tales compras hechas en oro, con la gravísima pérdida por mi parte de 765 liras, como se puede ver por las cuentas de Carcereri.



Anexo Y


[4250]
Para la pensión anual de 5.000 francos, que yo debo pagar a la casa de Berber, se obstinó en cobrar el napoleón de oro a razón de 77 piastras y seis parás, cuando en todo Sudán su precio oscila entre 86 y 90 piastras, produciéndome con increíble injusticia la pérdida de más del ocho por ciento. Y no valió la autoridad del Cónsul austrohúngaro de Jartum ni la de los más honrados comerciantes de Sudán. Para que reinase la paz, tuve que ceder y pagar como él quería.


[4251]
Muchas otras anotaciones de su balance presentan cifras exageradas e inventadas. Por no mencionar otras, lo que sería demasiado largo, termino este punto sometiendo a V. Em.a Rma. la anotación de 1.943 francos in oro, que Carcereri me cargó como gastos efectuados por él para el viaje de los misioneros desde Verona a El Cairo, cuando este viaje lo había pagado D. Squaranti de mi caja de Verona.


[4252]
Examinado en Jartum, en el balance de Carcereri, el gasto de 1.943 francos oro que se me había cargado, como sabía que se había obtenido para los misioneros la cédula de Propaganda firmada por la Embajada austrohúngara de Roma, en fuerza de la cual es gratis el viaje desde Trieste hasta Alejandría, y como había oído a los misioneros que el mismo Rector de Verona había acompañado a algunos de ellos a Trieste, y yo sabía bastante de viajes, dudé de la veracidad de tal gasto. Por eso escribí a Carcereri a Berber pidiéndole explicaciones sobre el mencionado desembolso de 1.943 francos oro, a la par que también solicitaba por carta la misma explicación a D. Squaranti, Rector de Verona. Los misioneros fueron a Egipto por la ruta de Trieste, Carcereri por la de Brindis.


[4253]
Pues bien, he aquí que a vuelta de correo, con toda tranquilidad, inventando de golpe las cifras, y fingiendo la más minuciosa exactitud hasta en anotar los céntimos, Carcereri me mandaba a Jartum la siguiente:



Declaración de los gastos realizados por el P. Estanislao Carcereri

para el envío a El Cairo de los Misioneros y Laicos



«7 de agosto de 1874 - D. Pablo Rossi y Ch. Loreto Carmine:

Por pasaporte, baúl, reloj, crucifijo y otras pequeñas com-

pras, según nota de D. Antonio Squaranti .................... Fr. 73,75

Viaje hasta Trieste, comida y gastos menudos ................ " 140,50

Entregado a D. Pablo Rossi para gastos necesarios .......... " 103,00

Por almacenaje y embarcación baúles procedentes de Alemania,

entregado a Mons. Schneider por D. Squaranti " 50,00

––––––––

Total Fr. 367,25

Fr. 367,25


[4254]
13 de agosto de 1874 - D. Jenaro Martini, D. Vicente Ch.

Marzano y Fr. José Avesani:

Por viaje y provisiones ...................................................... Fr. 386,61

Por gastos necesarios ........................................................ " 90,00

––––––––

Total Fr. 476,61

Fr. 476,61

16 de agosto de 1874 - P. Alfonso Chiarelli y P. Camilo

Bresciani:

Hasta Trieste por Udine para visitar a sus parientes ....... Fr. 71,30

20 agosto - Mi hermano y Hno. José Righetti a Trieste por

Venecia y desde allí con los otros dos hasta El Cairo .. " 546,79

Gastado además en este viaje, según nota de mi hermano " 151,51

––––––––

Total Fr. 769,60

Fr. 769,60


[4255]
7 de septiembre de 1874 - D. Luis Bonomi y Hno. José

Bergamaschi:

Entregado a D. Squaranti para sus gastos de viaje, com-

pras menudas, etc. ........................................................ Fr. 300,00

24 de septiembre de 1874 - Recompensa a Germán Carce-

reri en Alejandría por propinas que él ha dado al reci-

bir y servir a los grupos del vapor, en aduanas, consu-

lado y ferrocarril ........................................................... " 30,00

Habiendo puesto otros 10; o sin ponerlos en cuenta de la

Misión, como él puede justificar. ––––––––

Total Fr. oro 1.943,46

P. Estanislao Carcereri».



Anexo Z a


[4256]
Recibido en abril tal balance totalmente inventado por el P. Carcereri, como si hubiese pagado de su propio bolsillo los gastos que me cargaba, he aquí que D. Squaranti, el Rector de Verona, respondiendo a mis preguntas, declara que el viaje desde Verona hasta el Cairo lo pagó él mismo, y no Carcereri. Por otra parte, los misioneros que consulté manifestaron que Carcereri no había gastado nada para el viaje de ellos, y que era absolutamente falso que él les hubiese dado las cantidades señaladas arriba en sus cuentas, sino que todo lo habían recibido de D. Squaranti, el cual me escribía desde Verona el 29 de mayo de 1875 una carta, indicándome entre otras cosas lo siguiente:


[4257]
«Segundo capítulo. Por compras y viaje de los misioneros hasta El Cairo, todo incluido: 1943,00 francos.

Esta partida es falsa. Todas las compras y los gastos de viaje

de los misioneros desde aquí hasta El Cairo corrieron de

mi cuenta, y suman en liras en papel ................................ 1426,30

así repartidas:

Por D. Rossi y Loreto ............................................................ Liras 355,25

Por Martini, Marzano y Avisani ............................................ " 479,86

Por los cuatro Camilos .......................................................... " 332,69

Por Bonimi y Bergamaschi ................................................... " 203,50

Entregado a Mons. Scheneider, en Trieste, por gastos efec-

tuados ............................................................................... " 55,00

Total liras en papel 1.426,30

Esta cantidad, por tanto, fue anotada indebidamente en el pasivo del balance de Carcereri.

D. Antonio Squaranti».



Anexo Z


[4258]
Por otro lado, el dinero que los misioneros recibieron de D. Squaranti, y que ascendía a más de cien francos oro, ellos lo entregaron en El Cairo a Carcereri, quien en su balance de ningún modo lo anotó a mi favor.

Ahora bien, la restitución de este gasto de 1.943 francos oro, así como de todos los arriba expuestos, y de muchísimos otros no anotados en estas cuentas e indebidamente cargados (que suman muchos miles de francos), Carcereri nunca quiso hacérmela, como era su obligación por deber de justicia; ni tampoco quiso nunca extenderme un recibo para declarse deudor, sino que se limitó a escribir a otros, y me comunicó por medio del P. Franceschini que, si quiero ser pagado, me dirija a su Orden, y que me pague su General Guardi, si tal es su voluntad. Pero, mientras que él me cargó oro la referida cantidad de 765 francos, la cual si, como dijimos, él gastó, lo hizo en billetes italianos, cuando se trató de cargarle a él el gasto que (por cuenta de la Casa Camila de Berber) había hecho él en Verona por importe de 706 francos en papel, y que a mí me había cargado en oro, como figura en su balance del Anexo Y, él se lo calculó en papel, pero a mí me lo descontó en oro, apuntándome como pago adelantado (sobre la asignación anual de 5.000 francos a los Camilos) sólo 623,30 francos oro, en vez de los 706 francos oro que me había cargado antes.


[4259]
Expuesto esto, dejo a V. Em.a el juzgar cómo ha sido la administración que ha llevado el P. Carcereri, y si no tengo razón en pensar que él ha tratado por todos los medios de llevarme a la bancarrota y de producir en la economía del Vicariato esa crisis que él me había anunciado como futura a causa de mi administración, reprobable sólo por no ajustarse a sus torcidos consejos.


[4260]
Con dolor expongo a V. Em.a mi subordinado juicio acerca del P. Carcereri; y sería dichoso de poderme retractar y pedir perdón a V. Em.a y al mismo P. Carcereri, si me hubiese equivocado. Creo que el P. Carcereri es un hombre muy testarudo, sumamente porfiado en sus opiniones, y precipitado en el obrar; un hombre sin conciencia, sin cabeza, sin corazón; y sin espíritu, ni eclesial, ni religioso, ni apostólico. Puede imaginarse Vuestra Eminencia Rma. cuánta paciencia he debido tener con él, y cuánto me ha hecho sufrir. Pero Jesús sufrió más que yo: ¡Bendito sea siempre el Corazón traspasado de Jesús!


[4261]
3. El espíritu de soberbia del P. Estanislao no se limitó tan sólo a los hechos expuestos, sino que en otros casos también se puso de evidencia.

a) Llegado el P. Carcereri a El Cairo de vuelta de Europa, invitó a hacerse Camilo a un tal José Bergamaschi, un laico que, miembro de mi Instituto de Verona, había hecho juramento de servir a la Misión y a mí por diez años. Y una buena mañana, sin haber hablado palabra ni con el Superior de mis Institutos de Verona, ni con el Superior de los Institutos de El Cairo, ni conmigo, lo vistió de Camilo con el permiso, según él, del P. Guardi. Luego, escribiendo a V. Em.a Rma., le dijo que Bergamaschi era miembro de mi Instituto de Verona; y al Director de las Missions Catholiques, y así fue impreso, que era Camilo. Llegado Bergamaschi a Jartum, se presentó a mí para renunciar al hábito Camilo y volver a ser miembro de mi Instituto de Africa.


[4262]
Yo me negué. Entonces él se fue a Berber, y allí estuvo un año como religioso Camilo hasta que por divergencias con Carcereri abandonó la Orden hace unos meses y se refugió en Jartum, donde espera mi autorización de reingreso. Lo mismo intentó el P. Estanislao con el sacerdote D. Domingo Noja, como muestra la citada carta del Superior de los Institutos de El Cairo, dirigida a mí con fecha 14 de diciembre de 1874: «En cuanto al P. Estanislao, podría Ud. preguntarle también con qué derecho hizo vestir de Camilo y pasar por tal a José Bergamaschi... Asimismo le puede preguntar por qué dijo a un misionero secular nuestro que después se podría hacer también Camilo, porque incluso sería mejor, etc. Dando a conocer al Cardenal de Propaganda la salida de la caravana (las cartas me las entregó abiertas para que las mandase) y los nombres de los individuos que la componían, el P. Estanislao ponía al aludido Hno. Bergamaschi entre los alumnos de nuestro Instituto de Verona. En cambio, escribiendo a Lyón, lo nombraba como perteneciente a la Orden de San Camilo. ¿Por qué esto?»



Anexo X


[4263]
Los mismos tres clérigos que están en El-Obeid me declararon que el P. Estanislao los había invitado a hacerse Camilos. Además estoy perfectamente informado de que el P. Carcereri hizo correr la voz en diversas partes, incluso en Europa, de que para ser misionero de Africa Central es mejor y hasta necesario hacerse Camilo. Se lo reprochaba el P. Franceschini en su mencionada carta escrita desde Berber el 3 de febrero de 1875: «Has vestido en El Cairo a un tal Bergamaschi... sin pedir permiso para ello a Monseñor, al menos por consideración... lo has hecho para conseguir otros, diciendo que es mejor, junto con otras cosas similares que decías en Europa en beneficio sólo de los Camilos, y en detrimento del Clero secular... los agravios son demasiado fuertes y dolorosos».



Anexo W


[4264]
Ni siquiera con esto se dio por satisfecho el P. Estanislao, que hasta trató de hacer más difícil mi situación, perturbando directa e indirectamente el Vicariato, buscando en todas partes apoyos para sí, desacreditándome, y haciendo que mis subordinados dirigieran contra mí documentos, etc., etc., en lo cual colaboró enérgicamente también el P. Franceschini, que, tras pasar algún tiempo en Berber, se había cambiado de bando y puesto contra mí. En cuanto a esto, no hablo de las cartas que el P. Carcereri escribió a las negras de Jartum ayudantes de las Hermanas, moviéndolas a la compasión para obtener su apoyo; tampoco hablo de la asidua correspondencia secreta que mantuvo con la misión de El-Obeid, de la cual, sin saber su naturaleza, el Superior de aquella Estación dio aviso a mi Secretario.


[4265]
Me limitaré a decir que el P. Estanislao intentó repetidamente, aunque siempre en vano, obtener de los sacerdotes seculares documentos contra mí como violador de correspondencia, con la amenaza de recurrir al Cónsul italiano de El Cairo; y no cesó en ese intento ni en esa amenaza, ni siquiera después de que generosamente, buscando sólo un bien mejor, hice con él en Berber una paz general el 2 de enero. Tanto es así que ya el 4 de febrero de 1876, hablando de la imaginada violación de correspondencia, escribía: «Llevaré mis razones al Consultado italiano para hacer sufrir al culpable todo el rigor de la ley».


[4266]
b) Si D. Bartolo Rolleri, Superior de los Institutos de El Cairo, se volvió contra mí pasando a apoyar al P. Carcereri, fue después de las engatusadoras cartas que éste le dirigió. Antes de ellas D. Rolleri condenaba el proceder del P. Estanislao en Europa y en El Cairo, y era en todo favorable a mí, como se ve por la totalidad de la correspondencia que conservo. A este respecto podría citar toda la perteneciente a 1874; pero bastará que, a la carta antes citada, añada la que con fecha 20 de febrero de 1875 escribió al propio P. Estanislao, y que él devolvió acompañada de cuatro secos renglones con fecha 26 de marzo de 1875, desde Berber: «El decirme que tomaba la ruta de Dóngola porque el Gobierno había requisado todos los camellos, no me parece un razonar de filósofo, ya que los camellos son más necesarios para el camino emprendido (como se ha visto en efecto) que para el camino dejado.


[4267]
»Además, últimamente, entre las muchas cartas que me ha enviado desde Dóngola, con fecha 17 de enero pdo. me escribía en un billete las siguientes palabras textuales: “Me dicen (¿quién?, si es fruto de su imaginación calenturienta) que el Provicario está endeudado hasta las pestañas, y yo hace ya seis meses que mantengo a mis expensas la caravana. ¿Qué voy a poder llevarle?” Pero pregunto yo: Cuando la caravana estaba en Verona, ¿no la mantenía D. Squaranti? Y cuando estaba aquí, en El Cairo, ¿no la mantenía D. Bartolo Rolleri? Y ¿no se puede decir que era el mismo D. Bartolo el que la mantenía también en el viaje, puesto que había suministrado tantas provisiones a la misma (más de14.000 francos) que bastaban no sólo para su largo desplazamiento, sino también para algún tiempo en la misión?


[4268]
»Querido P. Estanislao, me falta tiempo. Así que por ahora me limito a recomendarle de la manera más cálida que use todas las buenas maneras con que hay que tratar a un Superior, a fin de no entristecer más a nuestro querido Provicario, sino, al contrario, consolarlo por tantos sufrimientos soportados hasta ahora, y por tanto como le ha beneficiado a usted y a su Orden».



Anexo D


[4269]
Fue después de la correspondencia con que el P. Estanislao trató de ganarse a D. Rolleri, cuando éste empezó a pasarse del lado del P. Carcereri, y así continuó hasta unirse al vano intento encizañar con cartas el Vicariato, de conseguir de los sacerdotes seculares –aunque inútilmente– un informe contra mí y de hacer que yo nombrara de nuevo al P. Estanislao mi Vicario General. Mientras desde Berber el P. Estanislao actuaba de esta manera por medio de cartas, el P. Franceschini, que viajaba en mi compañía realizando la visita de las estaciones, no hizo menos ni mejor. Fingiendo conmigo la mayor adhesión a mí, se solidarizó con las injustas protestas (que previamente él había provocado) de dos Hermanas, y con ellas trabajó para desacreditarme, tanto en público como en privado, y entre los externos de la Misión de El-Obeid.


[4270]
Habiéndome acompañado a Gebel Nuba, ni siquiera entre los misioneros de aquella estación, con gran escándalo de los mismos, cesó de difundir, junto con una de dichas Hermanas, mentiras y calumnias contra mí. Lo escribía D. Martini, el Párroco de Gebel-Nuba, a mi secretario, con fecha 2 de diciembre de 1875. En esta carta, después de condenar como injustas algunas acusaciones que, escribiéndole a él, había hecho D. Rolleri, continúa de este modo: «Le digo entre nosotros que estoy muy escandalizado de la conducta de cierta gente, que propala embustes y trata en todas partes de desacreditar a unos y a otros. Era tanta la bilis que me corría por el cuerpo, que más de una vez discutí por ello con el P. José y con Sor Germana, y querría no haberlos conocido nunca. Pero basta: la verdad es una y santa, y triunfa siempre».



Anexo E


[4271]
Luego, después de regresar a El-Obeid, siguió en connivencia con las mismas Hermanas, e incluso intensificó todavía más su obra contra mí. Aconsejó a dichas Hermanas que escribieran a su General, y una (Sor Germana) lo confesó vanagloriándose de ello más de una vez. A la segunda (Sor Magdalena) la instó, hasta con amenazas, a desobedecer a la Provincial y a mí, que en nombre de la misma le dije que debía quedarse en El-Obeid y no trasladarse a Jartum. Incluso acerca de esto él arremetió contra mí públicamente con un dolorosísimo ataque, que D. Martini y D. Bonomi comunicaron a mi Secretario el 19 de diciembre de 1875: «Como testimonio referiré que en El-Obeid... se puso a decir (el P. Franceschini) públicamente insolencias contra nuestro Superior, en presencia de todos nosotros y de nuestro Procurador, así como de un señor musulmán que se asombró mucho de ello y me lo recordó algunos días después...... D. Bonomi».


[4272]
«Ya Sor Germana, como va de paseo (por no perderme en comadreos repugnantes), habrá tenido ocasión de verlo en Jartum. Además el P. José, por citar un hecho innegable, la última noche que estuvo aquí se portó de un modo verdaderamente escandaloso. Tanta fue la insolencia, la rabia y la absoluta falta de respeto con que atacó a Monseñor por cosa completamente ajena a él, encima: ¡¡¡porque Monseñor no creyó oportuno permitir que Sor Magdalena se trasladara a Jartum!!! El escándalo fue grave, muy grave, porque estaban presentes todos los Padres, los clérigos, los chicos, el Procurador, y hasta un rico musulmán que se quedó grandemente asombrado...... D. Martini».



Anexo H


[4273]
c) Estas difamaciones públicas y privadas, esta incitación a misioneros y Hermanas a presentar documentos contra mí, estos intentos de disminuir el número de los que me apoyan, iban dirigidos a derribarme; y el P. Franceschini lo proclamó en El-Obeid, diciéndome: O vuelve a poner al P. Estanislao en su puesto, o cae usted. El espíritu despótico del P. Estanislao, que habría intentado con el mismo objeto destruir los Institutos de El Cairo y producir la crisis económica, y el espíritu rebelde del P. Franceschini no dejaron de probar ningún medio para triunfar en su intento de verme a mí salir de la Misión y a la Orden Camila tomar posesión de ella.


[4274]
La adhesión del Rector de mis Institutos de Verona a la obra y a mí era lo único que aún no se había intentado quebrantar abiertamente; sin embargo, aunque en vano, el P. Franceschini procuró indisponerlo, calumniando a mi Secretario y a mí en una ferocísima carta escrita desde El Cairo el pasado febrero, en la que, no obstante, fingía ser muy amigo mío. Afirmaba en ella que no se podía creer a mi Secretario, por ser un embustero, cuando nadie tiene motivos para decir tal cosa de él; manifestó falsamente que mi Secretario, al que bien conoce V. Em.a, se volvió odioso a todos los misioneros por sus manejos indignos, cuando en cambio tenía que haber recordado, como confesó en otra ocasión, los esfuerzos amistosos que realizó mi Secretario, a pesar de las ofensas y recelos del P. Estanislao, tratando de arreglar en paz los enfrentamientos suscitados por éste. Dijo en aquella carta que yo no sirvo para gobernar, porque a) nadie a mis órdenes está seguro de continuar en su puesto.


[4275]
Sólo puede haber dicho esto porque al P. Estanislao se le retiró la dignidad de Vicario General, y porque en 1874 a él mismo se le alejó de El-Obeid. Ahora bien, no fui yo quien depuso al P. Estanislao; él mismo se negó muchas veces por carta, e incluso de palabra, y siempre indecorosamente, a seguir de Vicario General, esperando quizá que yo le suplicase. Pero no lo hice, sino que acepté su renuncia; y no por resentimiento hacia él, sino considerando la incompatibilidad del cargo de Prefecto Camilo con el de Vicario Gral. El propio P. Franceschini, en su citada carta del 3 de febrero de 1875, aconsejaba al P. Estanislao tal renuncia desde ese punto de vista: «Es ya una necesidad que renuncies de veras. Si yo fuese el Provicario aceptaría sin más tu dimisión, para evitarme el embarazo de destituirte... quedarías mejor retirándote ahora por las buenas, dando como motivo que estás encargado de la casa de Berber».



Anexo N


[4276]
Y si luego quité de El-Obeid al P. Franceschini fue porque, a causa de ciertas imprudencias suyas con respecto a una esclava abisinia, aparte de su abuso de la bebida, se decía entre la colonia que él estaba amancebado. Para evitar la deshonra de estas habladurías, la verdad de las cuales casi se encargó de probar él mismo, lo alejé de allí con el pretexto de que así lo exigía su salud, entonces realmente delicada. Dijo en aquella carta al Rector de los Institutos de Verona que yo no sirvo para gobernar, porque b) soy un mal administrador; sin embargo, en la citada de fecha 3 de febrero de 1875 me defendía en este aspecto contra el P. Estanislao. Por las aquí expuestas razones concluía su carta al Rector, diciendo que la Misión no podía marchar si el Señor no ponía al frente de ella una mente más realista, tratando de conseguir con esto un voto para el P. Estanislao, cuyo realismo, aunque no verdadero, él tanto predicó.


[4277]
Fue la soberbia la que aconsejó al P. Estanislao promover en todas partes apoyos para sí y para sus Camilos a costa de desacreditarme a mí y a los sacerdotes seculares tanto en Africa como en Europa: en Roma, donde con la persuasión de su realismo dejó el convencimiento de mi ineptitud; en Colonia, en aquella Sociedad benefactora, y también en Salzburgo, en Verona, etc., donde dijo que soy incapaz de administrar, etc., etc. Asimismo la soberbia convenció al P. Estanislao de lo imprescindible que es él en la Misión, hasta el punto de confesar a alguno de su caravana que la Misión sin él no puede funcionar, mientras que con él ha marchado y marchará mejor en todos los aspectos.


[4278]
d) Preparado el terreno en Europa, el P. Estanislao, con la ayuda del P. Franceschini, y utilizando directa e indirectamente los medios brevemente explicados al principio de este último punto, habría procedido a derribarme a mí y pasar él a hacerse con el gobierno de la Misión. De que tal era el objetivo al que apuntaba el P. Estanislao me persuaden, junto con los hechos, los sentimientos que expresó en El Cairo el P. Franceschini, descritos en el siguiente documento:


[4279]
«Yo, el sacerdote Domingo Noja... llevado a los Institutos de negros por el P. Carcereri en septiembre de 1874, certifico con juramento que el P. José Franceschini, Ministro de los Enfermos, en una conversación mantenida hace días con él, me dijo abiertamente: “Si Propaganda juzga, como es más que seguro, verdaderas y justas las acusaciones hechas contra el Provicario, yo volveré enseguida a Africa Central con otros ocho o diez Camilos, que ya están preparados”. Y así me explicó que el objeto de las acusaciones maquinadas contra Mons. Comboni no es tanto derrocarlo de Provicario de la Misión de Africa Central como hacer que esta Misión quede total y exclusivamente confiada a los Camilos, cesando en la misma los alumnos del Seminario de Verona. Que después sea mantenido en la Misión alguno de los sacerdotes que actualmente se encuentran en ella, o que se admita a otros, será algo siempre dependiente de la libre voluntad de los Camilos. Esto concuerda perfectamente con lo que poco antes me había dicho un M. R. P. de la Orden de San Francisco: que la Misión de Africa Central, como se había dado a entender, iba a ser confiada enteramente a los Camilos. Todo lo cual certifico con juramento». Dado en el Instituto de negros del Viejo Cairo, a 20 de febrero de 1876.

Sacerdote Domingo Noja



Anexo L


[4280]
Muy dolido, presento hoy a V. Em.a Rma. este Informe. Motivo del mismo no ha sido el convencimiento de que el P. Estanislao con el P. Franceschini haya buscado mi deposición del cargo, pues sé que sus esfuerzos cayeron en vacío, porque a) mis misioneros de Africa, exceptuado D. Rolleri, me han seguido siendo fieles, junto con todos los Institutos y también con los Institutos de Verona, gobernados por un excelente Rector y presididos por el Obispo; b) fieles han permanecido las Hermanas junto con los Institutos femeninos, a excepción de las dos indicadas, cuya conducta desaprobó incluso su General; c) no ha disminuido en absoluto el favor del que yo gozaba, ni el de las Sociedades benefactoras ni el de las personas, entre las que se habría intentado desacreditarme; antes al contrario, comprendiendo la artimaña de los Camilos, más y más solidaridad han mostrado conmigo; d) la economía del Vicariato no ha sufrido la pretendida crisis, sino que sin duda ha mejorado, aunque Carcereri me hizo perder mucho dinero. No es, pues, el convencimiento de dicho intento lo que me aconsejó hacer este Informe, sino sólo la persuasión de que he sido acusado ante la S. Congregación de Propaganda Fide, como afirmó el P. Franceschini.


[4281]
Sin embargo, por las medidas dañosas para P. Estanislao que acaso me aconsejará tomar V. Em.a Rma., confieso que sentí el alma desgarrárseme de dolor al redactar este escrito contra él, a quien siempre he querido a pesar de todas sus faltas. Lo escribía al P. Estanislao el P. Franceschini el 3 de febrero de 1875: «Sé con seguridad que en el pasado él (el Provicario) tenía una confianza absoluta en ti, en quien había puesto todas sus esperanzas. Muchas veces se consideró dichoso de haber encontrado en ti un infatigable colaborador para su obra; te puso por las nubes en toda Europa; te confió los Institutos de El Cairo, y la expedición del Kordofán (1871); te dio el primer cargo del Vicariato haciéndote su Vicario General; te encomendó la expedición de Gebel Nuba (1873), y finalmente sus más delicados asuntos en Europa (1874), entregándote una carta dimisoria, que yo copié y conozco bien, y que era la más halagadora, la más favorable. Todo lo cual prueba que en el pasado tenía absoluta confianza en ti. Me atrevo a decir, y no me engaño, que ningún otro ha gozado tanto de su confianza como tú».



Anexo W


[4282]
En todo caso me someto por completo a la decisión de V. Em.a Rma., ya que el bien de la Nigricia es lo que ha guiado siempre mis acciones, mis deseos. Precisamente por esto tuve siempre a mi lado al P. Estanislao Carcereri, porque no creí que su descomedido interés por su propio bien y el de su Orden llegase nunca al punto de destruir el celo de que parecía animado por el bien de la Nigricia; ni menos al extremo de obrar en sentido contrario a este bien, intentando buscar el descrédito de la Misión y de su Jefe con las palabras y con los hechos; promoviendo la quiebra económica de la misma con sus irrazonables pretensiones, y con sus gastos, unos inútiles y otros fingidos; tratando de paralizar las fuerzas que se habían de emplear en favor de Africa, y procurando, para lograr esto, separar a los obreros del Jefe y crear entre los mismos el desacuerdo. Por el bien de la Nigricia tuve especiales atenciones con el P. Carcereri; pero jamás creí que él fuese de tan ordinarios sentimientos como para olvidar tan pronto los beneficios de mí recibidos, las muestras de afecto de que siempre le hice objeto.


[4283]
Sin embargo, no tuvo conmigo la menor compasión, ni a ello lo movieron las difíciles circunstancias en las que por otro lado yo me encontraba. Sabía que en 1874-1875 sólo sobre mí recaían todas las preocupaciones y responsabilidades del gobierno general y de la administración global del Vicariato; sobre mí los cuidados y la responsabilidad del mantenimiento de las casas existentes dentro y fuera de éste; sobre mí las construcciones emprendidas y la dirección y vigilancia de la de Jartum; sobre mí toda la correspondencia con las Estaciones y con Europa, y especialmente con los benefactores; sobre mí los cuidados por mantener en armonía las relaciones con el Gobierno, necesidad que debe admitir cualquiera que piense en la lejanía de las Misiones de los países civilizados, en la idiosincrasia del musulmán, y en sus normales sentimientos con respecto al catolicismo. El mismo sabe cuánto trabajo supone esto, y cuánta prudencia y habilidad es menester para no incurrir en esa aversión, siempre dolorosa, en la que él incidió en 1873, ya que siempre fue mal visto por el Gobierno turco.


[4284]
En cuanto a esto, expondré a continuación lo que me escribía Su Excelencia Ismail Ayoub Bajá, Gobernador General de las posesiones egipcias en Sudán, y conquistador del imperio de Darfur, un turco como todos los otros, pero que nos ha hecho mucho bien a mí y a la Misión. He aquí lo que, con fecha 17 de agosto, este alto personaje me escribía a El-Obeid desde Jartum, donde Carcereri estaba como Vicario mío. La carta es autógrafa:


[4285]
«Desde su marcha de Jartum no ha sucedido nada particularmente importante, salvo el regreso a Egipto de Sir Samuel Baker, del que le informarán los periódicos, y sobre todo, habiendo usted visto gran parte de los lugares en que ahora él ha estado, podrá juzgar mejor que cualquier otro los resultados de su exploración y saber si verdaderamente merece todo el clamor que ha levantado.

»Le agradezco mucho, Monseñor, las gentilezas respecto a mí contenidas en su carta. Las acepto de usted a modo de estímulo para poder cumplir siempre con mi deber.


[4286]
»Lamento grandemente, Monseñor, verme obligado a quejarme de su Vicario de Jartum (el P. Carcereri). He aquí de lo que se trata. Hace algún tiempo, en Jartum, cuatro negras cometieron un robo, llevándose varios objetos; y, mientras la policía las buscaba, ellas fueron a esconderse en la misión, sin que nadie supiese dónde estaban. El otro día el Sr. Hansal (el cónsul austríaco) me las envió con un escrito oficial en el que manifestaba que ellas habían ido a la misión a quejarse de sus amos, y que querían su carta de libertad. Pero como enseguida fueron reconocidas como las ladronas desaparecidas hacía días, yo las mandé en primer lugar a quien correspondía para esclarecer aquello de que se las acusaba. Todavía antes de que hubiese terminado su proceso, he aquí que su Vicario, a través del mismo consulado, me manda una carta con fecha de hoy, en la cual me conmina a que deje en libertad a las cuatro negras en el plazo de veinticuatro horas y al mismo tiempo acusa a todos los funcionarios gubernativos de no obedecer las órdenes de Su Alteza, advirtiendo que se verá obligado a recurrir a S. M. el Emperador de Austria, etc., etc.


[4287]
»Yo creo, Monseñor, que la Iglesia no es responsable de si los funcionarios cumplen o no con sus obligaciones, y por tanto el Sr. Vicario no tiene ningún derecho a inmiscuirse con respecto a los empleados del Gobierno. Lamento mucho que él no siga su buen ejemplo... con el solo objeto de suscitar desavenencias entre el Gobierno local y la Misión Católica. Usted nos ha honrado frecuentemente con su presencia en Jartum, para poder juzgar cómo se comporta con cualquiera nuestra Administración. Por eso le escribo, Monseñor, a fin de que aconseje a su Sr. Vicario que no se meta en cosas completamente ajenas a su misión..., porque no puedo tolerar que la Iglesia se inmiscuya en los asuntos de la Administración, de los que a fin de cuentas yo soy el responsable, etc.

»Dispénseme, Monseñor, por haberle hablado tan extensamente de este incidente provocado por su Vicario, y tenga la seguridad de que a pesar de ello sigo siendo su muy obediente y respetuoso servidor, etc.

Ismail Ayoub Bajá»



Anexo P.


[4288]
Así pues, el P. Carcereri conocía todas las pesadas cargas que tenía sobre mí, y sabía además que yo no podía recibir suficiente ayuda de los misioneros ni de las Hermanas a causa de las frecuentes enfermedades en aquel año. Podía por tanto imaginarse cómo debía de afanarme yo para asistir a los enfermos, atender a la parroquia, etc., etc.; podía suponer también las largas noches de insomnio y congoja que yo tuve que pasar en medio de tantas preocupaciones y cruces (4). En cambio, sin sentir la menor compasión de mí, multiplica mis penas, exige que me someta a nuevos gastos para la casa de Berber, ordena que me prive del P. Franceschini y lo envíe a Berber a preparar la casa, sigue manteniendo conmigo una correspondencia inmerecidamente amarga, seca e irrespetuosa. Sabía él que, llegada la caravana, recobrados de salud los misioneros y las Hermanas y salido yo recientemente de graves problemas, a otros más me vi sometido por culpa del retraso en la llegada de los suministros que él había tenido que dejar en Wady-Halfa, y por los preparativos de la misión de Gebel-Nuba, etc., etc. Sin embargo, él no cesa en las molestias ni en las ofensas; incluso con más energía se aplica a trabajar directa e indirectamente en mi daño, en el intento –que en toda su profundidad demuestra la enorme ingratitud del P. Carcereri– de removerme del Vicariato.


[4289]
Todo resultó inútil, es verdad: el Vicariato está todavía en paz; los misioneros perseveran hoy, como siempre, en la fidelidad a mí, y el estado moral y financiero de la Misión, lejos de empeorar, ha mejorado. Todo resultó inútil, sí; pero el P. Carcereri, que, como más tarde el P. Franceschini (5), olvidó los beneficios de que hice objeto a su persona y a su pobre familia, me hizo sufrir más él solo que todas mis múltiples cuitas. Con mi dolor, me llevó al convencimiento de que poco o nada bueno puedo esperar de él y de sus hermanos de religión, por los que parece secundado.


[4290]
De todos modos, después de tantos sufrimientos, por gracia de Dios me siento aún más fuerte que antes. Me conforta el convencimiento de que las cruces son el sello de las Obras de Dios. Y confiándome a ese Corazón Sacratísimo que palpitó también por la Nigricia, y el único que puede convertir las almas, me siento todavía más dispuesto a padecer y sudar hasta el último aliento, y a morir por Jesucristo y por la salvación de los desdichados pueblos de Africa Central; firme en la convicción de que de toda esta tormenta el Sacratísimo Corazón de Jesús sabrá sacar gran bien en favor de la santa Obra para la redención de la Nigricia, y de que mi querido Vicariato, después de tan durísimas pruebas, que casi me costaron la vida, cobrará nuevo vigor y adquirirá más estable fundamento, a imagen de la Iglesia, que de la persecución resurge siempre más fuerte, y más fecunda en conversiones y en virtudes heroicas.


[4291]
Es al pie del Calvario donde está toda la fuerza de la Iglesia y de las obras de Dios. De lo alto de la Cruz de Jesucristo sale esa fuerza prodigiosa y esa virtud divina que deben destruir en la Nigricia el reino de Satanás, para sustituirlo por el imperio de la verdad y de la ley de amor, que conquistarán para la Iglesia a las innumerables gentes de Africa Central.

Le beso la sagrada púrpura, y me glorío en declararme de V. Em.a Rma. hummo., devotmo. y obedmo. hijo.



Roma, 29 de junio de 1876



Daniel Comboni

Provicario Apostólico de Africa Central



(1) Expresión de un soldado austríaco en Verona, para expresar inflexibilidad y firmeza.

(2) Cinco mil francos que Carcereri hizo que D. Rolleri le devolviera luego en El Cairo.

(3) En las cataratas, cerca de Schellal, además se ahogó uno de los Hermanos laicos de mi Instituto, José Avesani.

(4) Cuando, como consecuencia de mi caída del camello espantado por la hiena en el desierto, me rompí el brazo, estuve 104 días sin poder nunca echarme a dormir. Luego, el año pasado, durante siete meses seguidos no dormí nunca una sola hora de las veinticuatro, sino cada vez menos, etc., etc.; pues bien, sufrí más por culpa de Carcereri que por lo demás.

(5) Aunque no estaba obligado a ello, pasé a la pobrísima familia de Franceschini 400 francos, etc., etc.



N.B. Falta la p. 46 y las pp. 47 y 48 están incompletas.

El mismo Comboni no respetó el orden alfabético de los Anexos.






654
Nota
1
6.1876
N. 654 (1212) - NOTA

AP SC Afr. C., v. 1005, f. 1434



Junio de 1876



Algunas palabras de Comboni.





655
Nota
1
6.1876
N. 655 (1213) - NOTA

AP SC Afr. C., v. 1005, f. 1442



Junio de 1876



Breve escrito de Comboni.





656
Cuentas obra camila
1
6.1876
N. 656 (1214) - CUENTAS

CON LA OBRA CAMILA DE AFRICA CENTRAL - 1874

AP SC Afr. C., v. 1005, ff. 1531-1534; 1541-1543; 1545



Junio de 1876



Algunas palabras de Comboni sobre el documento.





657
Notas
1
6.1876
N. 657 (1216) - RELACION DE LOS GASTOS DE VIAJE

A EUROPA (1873-1874)

DEL P. ESTANISLAO CARCERERI

AP SC Afr. C., v. 1005, ff. 1496-1506v



Junio de 1876



Algunas notas de Comboni sobre la relación del P. Carcereri.





658
Jean François des Garets
0
Roma
2. 7.1876
N. 658 (624) - A M. JEAN FRANÇOIS DES GARETS

APFL, 1876, Afrique Centrale, 6



J.M.J.

Roma, 2 de julio de 1876

Piazza del Gesù 47, 3º



Señor Presidente:



[4292]
En la esperanza de tener el honor de visitarle después de terminar mis asuntos en Propaganda tras la Congregación general de los Cardenales, que se celebrará, espero, en agosto o septiembre próximos, le ruego, señor Presidente, que haga enviarme a Roma la asignación que los dos Consejos de la Propagación de la Fe hayan destinado a mi Vicariato para el ejercicio del año 1875, por tener aquí el medio de transferir el dinero al Vicariato sin ninguna pérdida en las letras.

Le ruego al mismo tiempo que retire de esa asignación la cantidad de 800 francos y la envíe a la Madre Emilie Julien, Superiora General de las Hermanas de San José de la Aparición, a Marsella, rue Capellette, pues debe emplearse para el viaje hasta El Cairo de las nuevas Hermanas destinadas a Africa Central.


[4293]
Le quedo infinitamente reconocido, señor Presidente, por la bondad que ha tenido al enviar 10.000 francos a El Cairo para la construcción allí de mis dos Institutos. Gracias a su caridad, estoy en condiciones de comunicarle que los misioneros y las Hermanas pueden instalarse en las nuevas casas en estos primeros días de julio, o sea, cuando tengo el honor de escribirle.


[4294]
Ahora estoy aún muy ocupado trabajando en el tercer Informe para la S. C. de Propaganda. Luego tendré la satisfacción de dedicarme con mi Secretario a redactar un Informe general para esa admirable Obra de la Propagación de la Fe, que ha infundido vida a la Misión más difícil y laboriosa del universo entero, por la que espero dar toda mi sangre y mi vida.


[4295]
El diablo anda rondando hoy por toda la faz de la tierra para destruir las obras de Dios, y ha intentado inútilmente echar abajo mi obra y acabar conmigo y con ella. El Corazón de Jesús, que ha sido siempre mi fuerza, no lo ha permitido, y en ello puede usted tener un nuevo indicio de por qué la Santa Sede está bien convencida de la perpetuidad y estabilidad de la Misión de Africa Central.

Dígnese aceptar, señor Presidente, la aseveración de mis sentimientos de veneración y agradecimiento eternos, con los cuales tengo el honor de declararme en los Sagrados Corazones de Jesús y María



Su devotmo. servidor

Daniel Comboni

Provicario Aplico. de Africa Central



Original francés.

Traducción del italiano






659
Don Francisco Bricolo
0
Roma
9. 7.1876
N. 659 (625) - A DON FRANCISCO BRICOLO

ACR, A, c. 14/28



J.M.J.

Roma, Piazza del Gesù 47, 3º

9 de julio de 1876



Queridísimo D. Francisco:



[4296]
No puede echarme en cara mi silencio, porque estamos iguales. Ni tampoco acusarme de falta de afecto, porque se lo tengo, y siempre me resulta grato el recuerdo de D. Bricolo. Esto lo sabe nuestro incomparable Sciaui, y también es notorio en San Carlo. Es más, llegado a Trieste desde El Cairo, tenía pensado ir a Vicenza antes que a Verona, pero surgió un problema que me lo impidió. Ya en Roma, me puse malo, y fui a restablecerme a Colonia, Maguncia, Sesslitz (en casa de Mons. Kirchner), Munich, Salzburgo, Viena, Froshdorf (huésped del único rey que es digno de reinar: el Conde de Chambord) y Bressanone. Quería desde Verona ir a hacerle una visita en junio, pero el telégrafo me llamó a Roma.


[4297]
La conclusión es que un pobre diablo que debe gastar al día ad minus de 500 a 600 liras para mantener los establecimientos fundados y la misión, y que debe sacarlo todo de las barbas de San José, y por tanto escribir, hablar y viajar; un pobre diablo, digo, que tiene que dirigir la más ardua y laboriosa misión del mundo, y luchar con curas, con frailes, con monjas de toda raza y nación, con turcos, con masones, y sobre todo con santos... locos, es disculpable si no escribe. Mientras que usted, mi querido amigo, que se sienta cómodo a la mesa, y que tiene sus santas vacaciones (cuando para mí las vacaciones no existen), no tiene excusa. Por tanto yo, hablemos claro, le gano en... gentileza.


[4298]
Hecha esta humilde confesión, digna de uno que quizá dentro de poco será Obispo, le invito a escribirme, a darme noticias exactas respecto a usted, y a multiplicar de ahora en adelante las plegarias a los Corazones de Jesús y María, y a Pepe, mi Ecónomo, por mí y por mi Obra. No le doy noticias de mi Vicariato, que ha sido bendecido por Dios. Sólo le digo que mientras que antes morían todos o casi todos, en cinco años desde que la Santa Sede me confió el Vicariato, gracias a la eficacia de mi plan, no ha muerto ni uno de los diecinueve eclesiásticos europeos que han entrado en Africa Central bajo mi bandera. No le digo nada del establecimiento para las Hermanas que he construido en Jartum, dotado de asilo de esclavos, escuela, etc.: algo colosal, de 112 metros de longitud, o sea, más que el Seminario de Vicenza.


[4299]
Pero le invito a venir a verme a El Cairo, donde los misioneros y las Hermanas se han instalado el 1 de julio en dos nuevos Institutos que he construido desde los cimientos, sobre el terreno que me regaló el Jedive. Le invito también a ir a Verona, a mi Instituto Africano junto al Seminario; y a mi finca en el campo cerca de Parona, comprada este año, la cual me da un vino excelente (40 toneles el año pasado), y estaremos en compañía. Si luego viene a Roma, yo le daré la alegría de llevarle a ver al Santo Padre Pío IX.


[4300]
Muchos saludos al señor Obispo, al profesor Sartori y a todos mis conocidos de Vicenza; pero quiero (y perdón por la perentoriedad) que me dé al menos una hoja entera de noticias suyas. Debo escribir a D. Luciano; pero estoy ocupado y encima tengo en la cama, con viruelas, a mi incomparable secretario D. Pablo Rossi.


[4301]
Mañana por la tarde pediré para usted la bendición del Santo Padre, que está muy bien, tiene una memoria de hierro, y consuela al mundo con su virtud y longevidad pontifical.

Entretanto créame siempre



Tuissimus in Xto.

Daniel Comboni

Prov. Ap. de Africa Central






660
Card. Alejandro Franchi
0
Roma
20. 7.1876
N. 660 (626) - AL CARD. ALEJANDRO FRANCHI

AP SC Afr. C., v. 8, ff. 423-427



Roma, 20 de julio de 1876



BREVES NOTAS

a mi justificación sobre ciertas acusaciones

hechas contra mí por el R. P. José Franceschini



[4302]
Quebrantado por las enfermedades, los disgustos y las fatigas, en diciembre de 1875 me dirigí a Berber, para luego continuar viaje a Europa, adonde me llamaban importantes negocios del Vicariato. Llegado a Berber, me dediqué a poner fin a las disputas económicas con el P. Estanislao, las cuales por su culpa aún no habían terminado; y no por estar convencido de que el arreglo fuera justo, sino solamente por no dejar cuestiones pendientes en el Vicariato, del que me alejaba, arreglé en una paz general cada particular divergencia, y di las garantías que me fueron solicitadas. Se me expuso el deseo de recibir tablas y ladrillos, y yo lo complací enseguida, ordenando al Superior de Jartum que efectuara el envío, el cual luego fue llevado a cabo. Contento del acuerdo alcanzado, escribí sobre él al Rmo. P. Guardi, quien lo reconoció y aprobó.


[4303]
Así pues, por mi parte, aunque contra razón, la paz fue hecha verdadera y efectivamente; de modo que llegado en febrero de 1876 mi Secretario a Roma, aunque allí oyó alguna habladuría contra mí respecto a las relaciones con los PP. Camilos, y aun sabiendo que por parte de los PP. Carcereri y Franceschini continuaba con palabras y con hechos la enemistad hacia mí, se negó a presentar en Propaganda un informe sobre las divergencias de los Camilos, ya que Propaganda daba como válida la paz concluida entre el P. Carcereri y yo. Después de esto creo poder decir con rotundidad que por mi parte la paz acordada no solamente fue sincera, sino también veraz y efectiva.


[4304]
Ahora bien, con anterioridad a la paz, ¿me han acusado los PP. Camilos directa o indirectamente ante Propaganda? Y estas acusaciones no retiradas por los PP. Camilos después de la paz, ¿las considera Propaganda extinguidas? En caso de no ser así, como este punto no se trató cuando se puso fin en armonía a las disputas, me quedaría el derecho a defenderme y a proceder contra ellos; siempre en el entendido de que yo no emitiré ningún juicio absoluto, sino solamente aquellos juicios a los que me obligaría la verdad probada de los hechos.


[4305]
Los PP. Camilos, no contentos con haber continuado en secreto la hostilidad contra mí tanto con hechos como con palabras incluso después de la paz, que efectivamente continuaba por mi parte, ¿me han acusado ante Propaganda también después de la paz? ¿Y me han acusado hasta de lo que no les concierne? De ser así, habrían demostrado querer absolutamente y a toda costa mi descrédito, y yo me sentiría con mayor derecho a defenderme y a proceder contra ellos. Y precisamente así parece haber obrado el P. Franceschini, justo en el momento en que yo, sin estar obligado a ello, le hacía un favor dándole la cantidad que él mismo me pedía para sus necesidades.


[4306]
Esto expuesto, pasaré a añadir lo que basta para justificarme. Y digo en primer lugar que es falsa la acusación que se intentaría hacer contra mí, afirmando que todos mis misioneros me son contrarios. Además, suponiendo que fuese verdad que tengo a todos mis misioneros en contra, como esto parece indicar sin más que yo tendría la culpa, al menos habría que probar primero si la razón y la justicia está de parte de los misioneros. Pero esto nunca se podrá probar: a) porque en cuanto a los hechos que en dicha hipótesis habrían indispuesto contra mí a los misioneros, yo habría podido tener razones justas pero ocultas, que no debía revelar a mis subordinados; b) porque es falso el mismo supuesto.


[4307]
Mis misioneros no me son contrarios; es más, con la única excepción de D. Rolleri, todos me ayudan contra los que querrían perjudicarme. A este respecto no hablo de mi Secretario, de mi Representante, del Obispo y de los Institutos de Verona y de su Rector: sólo me referiré a mis misioneros e Institutos de Jartum, El-Obeid y Gebel Nuba. Exceptuada alguna diferencia de opinión entre mis misioneros de El-Obeid y yo sobre el modo de conducir la Misión, los cuales acabaron acostumbrándose a mi manera de llevarla, que es la que expuse en la parte tercera del Informe general presentado el pasado abril, ninguna otra relevante diferencia he tenido con mis misioneros de Jartum, El-Obeid y Gebel Nuba.


[4308]
Más bien el P. Carcereri habría intentado desacreditarme, pero entre mis misioneros no lo consiguió. Por el contrario, todos los sacerdotes seculares, intentando consolarme de los disgustos y las fatigas, firmaron un espontáneo mensaje redactado por D. Luis Bonomi y dirigido a mí, con el que manifestaban su fidelidad, agradecimiento y amor, y aprobaban mi gobierno y mi administración.


[4309]
El P. Franceschini fue luego diciendo que ese mensaje no había sido espontáneo, y que yo lo había suscitado. Oyó estas habladurías mi secretario, e interrogó al respecto reservadamente a los misioneros, los cuales le respondieron que el mensaje fue totalmente espontáneo, y que los juicios favorables a mí constituyeron el fruto de concienzudo examen. Tan falso es que yo suscité aquel mensaje que, una vez en mis manos, ya no me ocupé más de él, de manera que ahora no lo encuentro. Todavía sobre este asunto, sin ánimo de alargarme demasiado, citaré la respuesta de D. Luis Bonomi, Superior de Gebel Nuba, que redactó el mensaje, y la de D. Jenaro Martini, que manifiesta la naturaleza de ese escrito, ambas dirigidas a mi secretario y fechadas el 19 de diciembre de 1874.


[4310]
«Me asombra grandemente que alguien haya podido incluso sospechar e insinuar que yo he redactado y firmado un mensaje a quienquiera que sea, contra mi voluntad y movido por motivos ajenos a los nacidos de mis sentimientos. Por eso protesto contra esa falsa y calumniosa insinuación. Ni Monseñor, ni nadie en el mundo, aunque fuese el Papa, me habría arrancado un documento o un testimonio del que yo no estuviese persuadido. Creo que esto vale también para todos mis compañeros que firmaron, si considero el empeño con que discutieron, estudiaron y sopesaron cada palabra de aquel mensaje antes de firmarlo». (Don Luis Bonomi.)


[4311]
Por la siguiente, de D. Jenaro Martini, además de la espontaneidad, se ve la sustancia de aquel mensaje respecto a mi gobierno y a mi administración.

«En cuanto al testimonio dirigido a Monseñor en el que puse mi firma, di al P. José que lo firmé de mi plena, perfecta y deliberada voluntad, porque no podía dejar de actuar así, según mis convicciones; y si hubiese creído que debía obrar de otro modo, lo habría hecho sin temer nada ni a nadie. De todas formas, ¡bien que trabaja el diablo en nuestra pobre Misión!... ¡Dije estar muy contento con la administración y el gobierno de Monseñor al firmar ese escrito, porque estoy convencido de no haber recibido de Monseñor, desde que formo parte de la Misión, más que beneficios y estímulos para trabajar por la salvación de las almas». (D. J. M.)


[4312]
Así pues, que mis misioneros me son contrarios es una pura mentira; como también es una pura mentira la que afirma que tengo en contra a las Hermanas; ya que, a excepción de dos (Sor Germana y Sor Magdalena), todas las demás desaprueban la conducta de ambas y me muestran su adhesión, agradecidas y fieles. Los motivos de que las dos antedichas Hermanas estén enemistadas conmigo son los siguientes: a) el haber emprendido yo en 1874 la sólida construcción para las Hermanas de Jartum, y el haber diferido la de El-Obeid –donde ellas se encontraban– hasta que estuviese finalizada la de Jartum; b) el haber sacado yo de El-Obeid al P. Franceschini, con el cual estaban en estrechísima relación, y haber puesto allí otro Superior.


[4313]
Bien pronto se ve lo injustos que son los mencionados motivos de indisposición contra mí, si se considera que no todas las construcciones se pueden levantar a la vez, y que si trasladé de El-Obeid al P. Franceschini lo hice porque corrían sobre él ciertas habladurías que no honraban a la Misión. Sin embargo, por el primer motivo se enemistaron las dos Hermanas sólo conmigo, y por el segundo se enfadaron conmigo y por reflejo con el nuevo Superior. En todo caso, ni a ellas ni a otros he escrito nunca sobre sus personas ninguna palabra ofensiva o de queja, sino siempre de estímulo a hacer el bien. La mala disposición de esas dos Hermanas que decían querer vivir con los Camilos creció cuando el P. Franceschini contó a Sor Germana la reprimenda que recibió de mí por la no demasiado loable correspondencia secreta que mantenía él con ambas.


[4314]
Por otra parte solamente fueron estas dos, entre las Hermanas, quienes apoyaron al P. Franceschini en 1876, uniéndose a él para abrumarme de problemas y multiplicarme los disgustos. En estas circunstancias, la irritación del P. Franceschini y de las dos Hermanas vino a recaer también sobre una tal Sor Ana, la cual fue objeto de mil agravios e injurias. Los motivos de la injusta persecución desatada contra esta última fueron los siguientes: a) porque lejos de apoyar al P. Franceschini, estaba de mi lado como todas las demás, y especialmente, b) porque no pudiéndome servir en aquellos momentos de las dos Hermanas, me servía de ésta para ciertos asuntos.


[4315]
La injusticia de tales motivos para perseguir a Sor Ana se ve claramente si se piensa que yo no tenía ninguna razón para mostrarme desconsiderado con ella, siendo Sor Ana activa y fiel; y si la empleé para hacer ciertas compras y tratar algún asunto de la Misión propio de la mujer, fue porque ella era, como es, no sólo de confianza, sino también la persona adecuada, ya que por ser árabe domina perfectamente la lengua del país, conoce las costumbres, etc., etc.


[4316]
Sin embargo eso despertó la envidia, especialmente en Sor Germana, y acrecentó la mala disposición del P. Franceschini con respecto a Sor Ana (1); y contra mí se dijo –y se trató de persuadir de ello, en vano, a otros– que yo uso favoritismo con Sor Ana y que en el gobierno del Vicariato me dejo llevar por ella (2). Divididas luego las dos Hermanas, aquello terminó y ahora todo está arreglado y en calma, por lo cual espero que ambas me ayuden bien en el futuro, como me ayudaron hasta 1874. Por lo demás, es fácil ver cuanto hay de falso y de pasión en la acusación recién mencionada, examinando los supuestos motivos que originaron y alimentaron la animadversión de las dos Hermanas y del P. Franceschini con respecto a mí y a Sor Ana.


[4317]
En conclusión: si es falso que mis misioneros están contra mí, si es falso que están contra mí las Hermanas, si fue injusta la transitoria animadversión hacia mí de dos Hermanas, si es falso lo que se dijo sobre mis relaciones con Sor Ana, injustamente atacada, entonces las acusaciones que se hayan hecho respecto a mí sobre la misa, el oficio divino y la confesión son verídicas si se expresan en los sentidos siguientes.


[4318]
El Provicario, que, siempre que le fue posible, celebró diariamente misa, en los meses de agosto y septiembre de 1875, estando en El-Obeid, y en los meses de octubre y noviembre de 1875, encontrándose en Gebel Nuba, sólo la celebró en días festivos y en alguno ferial. El Provicario, en los meses antedichos, no siempre rezó el oficio divino. El Provicario, que siempre se ha confesado al menos cada ocho días, en los dos meses pasados en Gebel Nuba, o sea octubre y noviembre, no se confesó más que una sola vez. Si las acusaciones se han expresado en este sentido, son ciertas; de lo contrario, falsas.


[4319]
De cualquier modo, aunque fueran ciertas, creo que no se me puede culpar; ya que si en cuanto al rezo del oficio divino estoy facultado para dispensarme a mí mismo y a mis misioneros habiendo una razón suficiente, las circunstancias en las que me encontraba en El-Obeid me proporcionaron razón bastante para la omisión de la misa en varios días fériales, y del oficio divino. En efecto, en medio de una actividad intensísima, como la que me imponía la organización de la misión de El-Obeid en sus relaciones internas y externas; entre las preocupaciones surgidas de la administración, que, por la dificultad para mandar dinero de El Cairo a Sudán, se había vuelto más dura y penosa que nunca, ante la perspectiva de grandes gastos que sin embargo había que hacer, y bajo el peso de mantener correspondencia con el secretario y vivas y útiles las relaciones con Europa, encima tenía el alma amargada por mil disgustos debidos sobre todo a Carcereri; por la muerte de algunos grandes bienhechores; por el proceder del P. Franceschini y de las dos Hermanas; por la irreverente correspondencia semanal de D. Rolleri, etc.


[4320]
Pero es que a la fatiga pura y simple y a la indisposición moral se añadió bien pronto, además, la indisposición física. Un constante dolor de cabeza, una inapetencia y una sed continua me afligieron permanentemente en El-Obeid, efectos del persistente estado febril en el que había caído. Desde hacía más de dos meses yo no había dormido en El-Obeid casi nada (en general, estuve más de siete meses sin dormir); de modo que por la mañana me encontraba siempre postradísimo, hasta el punto de no poderme tener de pie junto al altar. Y claro, cuando se está gravemente enfermo y con enorme malestar, es imposible decir el oficio y la misa. Pero nunca pasan tres horas sin que yo rece, dondequiera que me encuentre.


[4321]
Estas solas circunstancias bastan, creo, para justificar la omisión de la misa en varios días feriales y del oficio divino en los meses de agosto y septiembre pasados, en El-Obeid, donde sin embargo me confesé regularmente, y muchas veces con el mismo Franceschini, a falta de otros. Luego, en Gebel Nuba, donde dos de mis sacerdotes con un laico estaban trabajando desde abril para preparar las viviendas, me acompañaron circunstancias similares e incluso más graves.


[4322]
Allí solamente me pude aligerar del peso de la correspondencia, por la momentánea falta del medio de comunicación. Pero, en cuanto a lo demás, yo sabía que continuaba la irritación del P. Estanislao en Berber y de D. Rolleri en El Cairo, y que esto debía reflejarse en las otras Estaciones; y el disgusto por la actitud del P. Fraceschini y de las Hermanas con respecto a mí no cesó, ya que, no habiendo podido dejarlos en El-Obeid, los había llevado conmigo a Gebel Nuba.


[4323]
Encima, el cansancio material por tener que ultimar los trabajos, establecer las relaciones con el Coyur jefe y con la población y poner la misión en marcha, fue mayor en Gebel Nuba que en El-Obeid, con el agravante de continuas enfermedades. Porque si desde mayo el laico que habían llevado consigo mis dos sacerdotes estaba con fiebres; si en septiembre se puso en las últimas el P. Alfonso Chiarelli, afectado, al poco de su llegada, de una terrible miliar, bien pronto también enfermó seriamente el Superior y sólo se repuso en El-Obeid, adonde volvimos más tarde. Los curados fueron afectados por las fiebres, las cuales no tardaron en atacar también al laico que había conmigo, a las Hermanas, al P. Franceschini, a D. Jenaro Martini y a mí: a todos.


[4324]
En medio de la gran actividad desarrollada entre tantas incomodidades físicas y morales, consideré que podía hacer uso de la facultad que me permitía dispensarme del rezo del oficio divino. De igual manera que las mismas circunstancias que agravaron mi indisposición física creo que bastan para justificarme si en varios días fériales omití también la celebración de la misa.


[4325]
Luego, enfermo con todos los otros sacerdotes, y conmigo el mismo Superior de la Estación, y éste encima grave, y no teniendo yo confianza en otros, diferí la confesión (en la esperanza de confesarme pronto), de la que por otra parte no tuve absoluta necesidad. Estas breves aclaraciones creo que bastan para justificarme sobre las acusaciones que se me han hecho sobre la omisión de la misa en varios días fériales y del oficio divino, y sobre la dilación de casi dos meses en la confesión, en Gebel Nuba.


[4326]
Así pues, cuando tras mil dificultades se pudieron ultimar las cosas de aquella nueva Estación, por culpa de las penalidades nos vimos todos enfermos, y encima faltos de medicinas y provisiones, y en la imposibilidad de que nos llegaran suministros por la momentánea falta de medios de comunicación con El-Obeid, dadas las condiciones de hostilidad que habían surgido entre el Gobierno de El-Obeid y los Nuba, al negarse a pagar éstos el tributo anual. En tales condiciones, ¿qué debía hacer yo, el responsable de la salud de los misioneros y de las Hermanas? Las viviendas estaban preparadas, las buenas relaciones establecidas, la misión puesta en marcha: sólo quedaba ocuparse de la salud de todos. Pero a esto no se podía proveer quedándonos en Gebel Nuba, debido a las circunstancias antes expuestas; por otro lado, la presencia de los misioneros en Gebel Nuba resultaba inútil a causa de las enfermedades, y encima de esa inutilidad corrían peligro, tanto por la enfermedad en las condiciones expuestas como por la guerra que en aquellas tierras libres y remotas parecía mover el Gobierno del Kordofán.


[4327]
Dadas todas estas cosas, pedí consejo a todos los misioneros, y ellos, en su totalidad, incluido el P. Franceschini, acordaron enseguida dejarlo todo en manos del jefe de la tribu, amigo nuestro, y regresar por algún tiempo a El-Obeid (3). Mientras, el Gobernador de El-Obeid, que marchaba armado contra Gebel Nuba, me mandó un número suficiente de camellos, diciéndome que los utilizase en el supuesto de que quisiese irme de allí. Todos aprovechamos la ocasión aunque preveíamos las incomodidades del viaje por culpa de las enfermedades; pero tal decisión, en las antedichas circunstancias, lejos de tildarse de imprudente, creo que debe considerarse prudentísima.


[4328]
Se entregó todo al jefe de la tribu, y, abandonando temporalmente aquella misión ya abierta e iniciada, nos trasladamos a El-Obeid, donde pronto me confesé con el Superior de aquella Estación. Luego, dejando organizado y en paz el Vicariato, ya vuelto estable y seguro, me vine a Europa para arreglar aquí, además de otros varios, ciertos asuntos igualmente concernientes al bien del Vicariato.


[4329]
De todas las acusaciones que ha hecho contra mí el P. Franceschini, yo, en conciencia, no me siento culpable ni de un pecado venial. Sólo lo lamento por él, que perderá su alma si antes de morir no se retracta ante la autoridad a la que falazmente presentó tantas acusaciones. Yo, por mi parte, le perdono de corazón.



Roma, 20 de julio de 1876



Daniel Comboni

Provco. Aplico. de Africa Central




[4330]
(1) Porque también Sor Ana me contaba en secreto los líos del P. Franceschini con Sor Ana [lapsus: Sor Germana] y Sor Magdalena, para remediarlos. Por otra parte, Sor Ana es la Hermana más capaz, más sana y con más celo del Vicariato. En mil circunstancias ha mostrado verdadero heroísmo por ganar almas para Dios.

(2) Además tuve que defender –por lo que me dio las gracias la Superiora Provincial– la inocencia de Sor Ana contra las injustas acusaciones de que había sido objeto, actuando siempre de acuerdo con la Provincial.

(3) Sin embargo, yo no tenía intención de llevarlos a todos a El-Obeid, sino de que nos detuviéramos en Shinjokaen, a 14 horas de Gebel Nuba. Pero no encontramos nada allí, ni leche, ni carne, y estábamos sin sal. Todos los habitantes habían huido con el ganado al aproximarse el ejército, porque los soldados lo roban todo. Entonces decidí (yo también seguía con la fiebre) llevar a todos a El-Obeid.