El P. Romeo De Berti nació en Sorgà, Verona, el 14 de septiembre de 1938. Entrando con los combonianos, hizo el noviciado en Florencia y Gozzano, y el escolasticado en Verona y Rebbio. Lo ordenó sacerdote el cardenal Gregorio Agagianian el 28 de junio de 1964 en Verona.
El P. Francesco G. Moretti lo recuerda cuando Romeo tenía 22 años: “Fue uno de los primeros combonianos que encontré. Tenía 22 años y yo 10. Era el prefecto de nosotros los chicos de 5º. De primaria que entramos en el seminario de Rebbio como ‘apostolini’. Él estudiaba teología en el seminario episcopal de Como. Entonces lo llamábamos ‘hermano’. Y lo era en verdad… También más tarde, en Kenia, fue siempre para mí el ‘hermano’ que conocía de chico. No lo olvidaré nunca”.
Apenas ordenado, de 1964 a 1971, se le destinó a la provincia italiana, en Thiene, como profesor, ecónomo y superior. Luego, de 1971 al 2015, año de su muerte, a la provincia de Kenia. Oficialmente se le había destinado temporalmente a Uganda antes de pasar a Kenia, donde el Instituto pensaba abrir un nuevo territorio de misión.
Con otros co-hermanos se dirigió a Kipalapala, Tanzania, para estudiar swahili, luego pasó algunos meses en el seminario de Uru en la formación de los Apóstoles de Jesús.
En Kenia trabajó en Kariobangi (1973-1983), en Gilgil (1983-1987) y en la nueva misión de Kerio Valley (1987-1992). Por indicación del obispo fue cambiado porque su vida corría peligro. Con ocasión de las elecciones, en efecto, había hablado con toda claridad de la corrupción política precisamente en la zona de la cual provenía el presidente de entonces: Daniel Arap Moi.
En 1993 fu asignado a Kabichbich y luego a Kacheliba. Fue consejero y vice provincial de 1993 a 1998. Luego fue encargado de la formación de los postulantes en Ongata Rongai (1995-1998).
Da 1999 al 2012 prestó sus servicios como ecónomo provincial en un periodo difícil para la provincia y para Kenia. Aunque no tenía una preparación específica, con su habilidad y tenacidad logró sanar los desequilibrios económicos de la provincia a través de un duro y difícil empeño. Dice el Hno. Fernando Cesaro: “Cuando Gilgil fue a la bancarrota, completó y honró todos los compromisos con los clientes de las obras en construcción; despidió a todos los obreros según la justicia y las leyes, dándoles lo que les correspondía. Por 12 años administró los bienes de la provincia con competencia y eficiencia como procurador y ecónomo provincial”.
La última tarea que se le confió, del 2013 al 2015, fue la fundación de la nueva parroquia de Embakasi, cerca del aeropuerto de Nairobi donde la provincia hizo construir el Centro de animación misionera san Daniel Comboni. Desde hacía tiempo el P. Romeo estaba en cura por cáncer, pero cuando en el 2015 la situación se agravó, tuvo que ser trasladado a la provincia italiana. Murió en Castel D’Azzano el pasado 11 de agosto.
El P. Giuseppe Caramazza: “Hay una palabra italiana ‘burbero’ que es quizá la que mejor lo describe. Uno hombre concentrado en lo esencial, al punto de parecer infelice e inconstante, incapaz de buenas relaciones humanas. En realidad, él era muy diverso. Pude conocerlo un poco mejor cuando fue destinado al postulantado de Ongata Rongai. Ahí vi algunos de los rasgos de su carácter y de su trabajo que, creo que son dignos de ser notados.
El padre dio siempre la impresión de ser un tradicionalista. Sin embargo, me sorprendió su apertura a la doctrina social de la Iglesia. En su predicación era muy fuerte a favor de la democracia, de la justicia, de los derechos de las mujeres y los niños.
Ciertamente que estaba a favor de la enseñanza del Concilio Vaticano II. En un modo auténticamente comboniano, ha querido que los laicos se encargaran lo más posible de la vida de la comunidad”.
Testimonio del P. Mariano Tibaldo: “El P. Romeo era un amico con quien compartí parte de mi vida misionera, primero en Kaibichbich (Kenia), luego como integrante del consejo provincial y como ecónomo provincial. Tengo varios recuerdos de él pero el que más he admirado era su profunda honestidad, su amor y pasión por los otros, la dedicación a su trabajo y su constancia en la vida de oración.
Su honestidad era tal que no se echaba atrás cuando había problemas que afrontar y no descargaba en los otros las responsabilidades graves. Actitud ésta que lo exponía en primera persona asumiendo las consecuencias, aunque fuesen serias, de sus opciones; más aún, asumía responsabilidades, por un profundo sentido de lealtad, que habría podido dejar a otros. Era un hombre con el que se podía contar.
Era un hombre sensible aunque aparentase ser polémico. Si una persona necesitaba de su ayuda, podía estar segura de su disponibilidad. Como ecónomo provincial ayudaba no sólo a la provincia y a varios obispos sino también a miembros de otros institutos locales. E mí reclamo, como provincial, que su trabajo se estaba extendiendo mucho más allá de su encargo específico, me respondía que una ayuda a la Iglesia local la habría dado siempre. Su precisión en el trabajo de ecónomo era tal que un día, notando un error de pocos centavos en las cuentas financieras de la banca, lo hizo notar al dirigente. ‘Deberías asumir al P. Romeo en el banco’ fue el comentario de la esposa del dirigente.
Cuántas veces lo vi encerrado en aquel verdadero y proprio almacén que era nuestra procura provincial trabajando durante el fin de semana. Sólo una cosa podía distraerlo de su trabajo de ecónomo: la pastoral a la cual dedicaba toda la mañana del domingo. Sí, porque no era ante todo un hombre de oficina sino un pastor, un hombre con la pasión por la gente y la predicación. Su conocimiento del swahili favorecía el contacto directo con la gente que apreciaba sus homilías.
Lo que siempre me impresionó era su vida de oración: una oración constante, asidua, organizada en los tiempos; pienso que fuese este constante encuentro con el Señor lo que le dio la fuerza en su vocación misionera… hasta el último, cuando el Señor ha tocado a su puerta pidiéndole el gesto extremo de abandonarse en sus manos. Es ésta impresión de serenidad y de abandono en Dios que el P. Romeo me hizo percibir cuando lo vi en Castel D’Azzano una semana antes de que pusiera su vida en las manos amorosas del Padre.
El P. Romeo fue uno de los fundadores de la provincia de Kenia, uno de los mzee, de los ‘ancianos’ de la provincia – en el sentido más pleno de la cultura africana que da a esta palabra, en la que el anciano es punto de referencia para las jóvenes generaciones, la voz escuchada y, una vez en Dios, la presencia protectora del hogar doméstico”.