El Padre Mario Ongaro nació en Bovolone, en la provincia de Verona el 7 de abril de 1926. Hizo el noviciado en Venegono y el escolásticado en Rebbio durante dos años. En 1947 fue destinado a los Estados Unidos para completar sus estudios de teología que hizo en Cincinnati, Ohio, donde fue ordenado sacerdote el 26 de mayo de 1951. De aquellos años al P. Mario le gustaba contar como él y los compañeros italianos tuvieron que empezar las lecciones inmediatamente después de su llegada, es decir, cuando la lengua inglesa era un ente más bien desconocido. Por suerte, en aquellos años, los libros de teología estaban en latín, lengua que todos ellos conocían mejor que el inglés. Recordaba también las condiciones más bien primitivas en las que vivían porque el seminario estaba todavía en construcción. Desde la primera Navidad, los escolásticos se dieron a conocer representando un belén viviente que tuvo mucho éxito hasta el punto de instaurar una tradición todavía viva después de 65 años.
Después de un breve periodo en Cincinnati, el P. Mario fue enviado al noviciado de Monroe, Michigan, donde tuvo lugar su larga vida de formador y educador. Allí estuvo hasta 1956 y regresó en 1961, por un período de tres años. En Monroe se empleó a fondo con la comunidad católica local, siempre disponible para el ministerio en las parroquias cercanas y en el Hospital de la Misericordia El P. Mario trabajó dos períodos en California: en Pala y Santa Isabel, la misión entre los nativos americanos en la diócesis de San Diego, y de 1983 al 1987, en la zona de Los Ángeles como formador.
Transcurrió el resto de su larga vida sacerdotal – 62 años– en Cincinnati, Ohio. Fue casi siempre formador y encargado de la disciplina en nuestro seminario del Sagrado Corazón. Generaciones de ex alumnos lo recuerdan como una persona severa, justa y equitativa. Mientras ejercía sus funciones de formador, encontró el tiempo para graduarse en pedagogía y psicología. Durante diversos años fue miembro del consejo provincial y responsable de la formación permanente.
En sus últimos años, el P. Mario desarrolló su ministerio en varias casas de reposo y en parroquias. A pesar de sus vastos conocimientos, era un hombre parco en palabras, era muy solicitado para confesar y la dirección espiritual hasta los últimos días de su larga vida.
En febrero del año pasado le fue diagnosticada una insuficiencia renal, una acción terminal que aceptó con gran espíritu de fe, negándose a usar medios que no habrían cambiado el resultado final. Murió serenamente la tarde del 16 de diciembre. Dejó innumerables amigos que apreciaron su guía, su sentido del humor, su profunda fe y su capacidad para compartir el amor de Dios a través de la orientación personal y el sacramento de la confesión.
(P. Joseph Bragotti).