Mensaje del Superior General en memoria de Mons. Franco Masserdotti (en nombre del Consejo General y consejos provinciales del Brasil)
Dolor, incredulidad y fe se alternan en nuestros corazones por la dolorosa noticia de la desaparición de Mons. Franco Masserdotti. “¿Por qué, Dios?” Es una pregunta de amor hacia “Dom Franco” y de fe hacia Dios. Y el silencio de Dios se hace pesado de nuevo, otra vez. Y de nuevo, otra vez nos arrodillamos ante su Divina Voluntad. “Dios sabe” respondió Abraham a las preguntas y dudas de su hijo Isaac. Si bien nuestro corazón está lleno de dolor, la fe nos invita a agradecer a Dios la persona y la vida de Dom Franco. Damos gracias a Dios por nuestro hermano obispo, que ha vivido como siervo fiel de su Señor y de su pueblo.
Pero, ¿quién era Dom Franco? Un hombre mandado por Dios a las tierras brasileñas, para enseñar que todos somos una sola familia. Un hombre con corazón de Pastor que no ha abandonado nunca a su grey. ¿Quién era Dom Franco? Un obispo que más que la cruz pectoral amó la cruz pesada del sufrimiento y de las lágrimas de su pueblo. ¿Quién era Dom Franco? Un Misionero. Un Misionero Comboniano que anduvo por el camino indicado por San Daniel Comboni: estar con los más pobres y abandonados. Un misionero mandado por Dios que ha sembrado bondad en el corazón de muchos.
Recordar a Dom Franco no es todo. Dom Franco ha sido padre, maestro, pastor y profeta: la fe nos lleva a celebrar la vida de nuestro obispo imitando sus virtudes, siguiendo sus ejemplos y amando al pueblo de Dios. Estamos afligidos, pero no desconfiados. Dios sabe. Y quisiera recordar las palabras de fe del Obispo Daniel Comboni, cuando murió el primero de sus compañeros de misión, Don Francesco Oliboni: “Ha muerto un hermano nuestro. Su muerte no nos desanima. Al contrario, nos ayuda a perseverar en nuestra vocación y misión. Su muerte nos lleva a renovar nuestra promesa de fidelidad a Dios y a Su misión”.
Todos nosotros, los Misioneros Combonianos, estamos unidos en comunión de oración a todo el pueblo de Balsas y a la Iglesia brasileña, en recordar a nuestro queridísimo Dom Franco. El obispo de Balsas, estamos seguros, no quiere vernos tristes. Quiere que todos cantemos el Magnificat de nuestra vid y que todos prometamos fidelidad a Dios y a su misión.
Mons. Gianfranco Masserdotti (13.09.1941 – 17.09.2006)
Estamos bajo shock; todavía no nos parece verdadera la noticia de la muerte de “Dom Franco”, hermano y pastor. En este momento, la ciudad y la diócesis de Balsas se sienten huérfanas. Este es el sentimiento que nos invade, después de haber celebrado el funeral de Dom Franco Masserdotti, el martes 19 de septiembre, en la catedral de Balsas.
Todo sucedió el domingo, 17 de septiembre, hacia las 14.30, cuando a Dom Franco le gustaba dedicar alguna hora a su paseo en bicicleta. La carretera BR 230 no le era nueva, aún más, la conocía bien. La dinámica del accidente todavía es incierta. Parece que había sido superado por un furgón y que él, quizás, había intentado pasar a la otra parte de la carretera. El rumor del camión le impidió darse cuenta de la llegada de otro coche, guiado por un pastor evangélico que lo invistió fatalmente, matándolo en el acto. La noticia se esparció rápidamente en la plaza del hospital São José, donde el cuerpo se preparaba para trasportarlo a la catedral.
Desde el domingo al martes, las personas más sencillas vinieron a saludar a su pastor. Los indios Apinajé estaban presentes para representar a los grupos indígenas del Brasil y cumplieron su ritual, ofreciendo harina de yuca y pan. En la celebración, presidida por el arzobispo metropolita de São Luís, Dom José Belisario, estaban presentes algunos obispos de Maranhão y los cinco obispos del estado de Tocantins. Mons. Sebastião Bandeira, ordenado obispo por Dom Franco en marzo de 2005, había venido de Manaus para estar cercano a la diócesis y a la familia de Dom Franco.
El martes por la mañana llegaron su hermana Elvira con el marido y uno de los hijos, en representación también de la madre de nuestro obispo, María, y el hermano Roberto. El presidente Lula envió a su representante Rogério Freitas que expresó su pésame a la familia, reconociendo el empeño incansable de Dom Franco en favor de la justicia y de los derechos de los pueblos indígenas, “para una tierra sin dolor”.
Según las palabras de los familiares, la celebración fue la fiesta de un pueblo de resucitados que amaba a su pastor, de una sociedad que lo consideraba un punto de referencia. Dom Franco tenía la gran capacidad de acoger a las personas, de creer en ellas, aun cuando alguno se aprovechaba de su bondad. Un hombre sencillo, con una serenidad de fondo que terminaba por contagiar a quien estaba junto a él. No se fijaba en la etiqueta y no sometía a ninguno por el hecho de ser obispo; cualquiera se sentía a gusto con él.
Después de la Misa, se realizó el entierro, durante el cual visitamos con él los lugares combonianos de la ciudad: la escuela “Dom Daniel Comboni”, el hospital São José, la iglesia principal de S. Antonio y la residencia episcopal. Dom Franco ha sido enterrado junto a su gran amigo, que tanto había luchado por tenerlo como su sucesor: Mons. Rino Carlesi.
A Dios, nuestra gratitud, a los familiares de Dom Franco damos las gracias, por haberlo dejado en la tierra donde había venido a trabajar, sudar, amar, correr, tierra donde ha derramado su sangre, si bien por una fatalidad. Queda un vacío, pero las semillas de la resurrección están ya brotando.
A petición del pueblo, de los amigos, de la familia y de los Combonianos, para disipar cualquier duda, pedimos, a través de la Embajada italiana y la CNBB que la policía federal investigue la dinámica del accidente.
Dom Franco Masserdotti escribió: “La verdadera muerte llega cuando ponemos nuestra esperanza y el sentido de nuestra vida en la posesión, en el poder, en el placer desenfrenado, cuando cerramos nuestro corazón al prójimo y nos dejamos guiar por el egoísmo”.
(P. Antonio Guglielmi).