Nacido en Mores, Sassari, el 30 de enero de 1937, había comenzado su recorrido vocacional en su dióce-sis natal, para después entrar en el noviciado de Gozzano, en 1957. El 9 de septiembre de 1959 emitió sus votos religiosos y después pasó a Verona para el bachiller, de allí a Venegono Superior para la teología. En 1964, apenas ordenado sacerdote, fue enviado por el Superior General a tierra ugandesa, donde permane-ció ininterrumpidamente hasta diciembre de 1996.
Aprendió bien el inglés y el luganda y se reveló en seguida apasionado por la vida misionera, al servicio de la archidiócesis de Kampala. Afrontó las violencias de la guerra en el sur y en el norte sin miedo, más aún, mostrando a los soldados y a los rebeldes, en más de una ocasión, la bondad de que estaba dotado su corazón. El P. Paolo encontraba la serenidad interior en la oración, en particular en la meditación del Salte-rio que rezaba frecuentemente solo, en la capilla, antes de la proclamación comunitaria, “para gustar hasta el fondo – son sus palabras textuales – la profundidad espiritual de cada uno de los salmos”. La pastoral ju-venil era el centro de sus preocupaciones.
Otro mérito del P. Paolo fue el dar comienzo, junto al P. Francesco Pierli, al escolasticado teológico. Fue una empresa pionera que vio la luz en 1975. El P. Paolo cuidaba la formación pastoral y misionera, impli-cando las dos realidades del escolasticado y la parroquia de Mbuya; el P. Francesco prestaba más atención al aspecto académico, enseñando en el seminario nacional de Gaba, donde también los escolásticos com-bonianos estudiaban teología.
Era el primer escolasticado comboniano en África y comprendía estudiantes europeos, americanos, eri-treos y ugandeses. Con la llegada del P. Lorenzo Carraro se dio comienzo también a la animación misione-ra y vocacional.
En los años 90, la Conferencia Episcopal Ugandesa nombró al P. Paolo responsable del laicado católico, ministerio que desarrolló con pasión y competencia, subrayando, en todas las diócesis que visitaba, la ur-gencia de la misión ‘ad gentes’ de todo bautizado.
La YCS (asociación de los jóvenes estudiantes cristianos) ofrecía la metodología y los contactos con los grupos juveniles cristianos, tanto en África, como en Europa. Como todos sabemos, la particular atención del P. Paolo por los jóvenes alcanzó su ápice entre 1985 y 1995, cuando fue encargado nacional de la pas-toral juvenil en Uganda.
En lo que se refiere a la pastoral parroquial, su atención se dirigía a los pobres, que no eran pocos. La pastoral social era dirigida por una comisión inspirada por la Comboniana Hna. Gabriella Crestani de la que reflejaba, además de las directivas, la gran piedad y apertura de visión. Para comprometer a toda la parroquia en la ayuda a los pobres, el P. Paolo organizaba tres celebraciones penitenciales comunitarias al año, cuando todas las pequeñas comunidades cristianas venían a la iglesia central para el sacramento de la re-conciliación. En aquellas ocasiones, todos los cristianos eran invitados a proveer a las necesidades de los pobres. Todos recuerdan con emoción las montañas de matoke, bananas, berzas, harina, ananás y habichuelas depositadas en medio de la iglesia.
La parroquia de Mbuya tenía una realidad compleja, en parte agrícola y en parte industrial, con numerosos refugiados ruandeses. Se notó en aquel período, incluso un aumento de las conversiones al catolicismo. Los misioneros hicieron una investigación para descubrir la causa. Las respuestas estaban de acuerdo en dos puntos: primero, en la iglesia de los católicos se oraba, las celebraciones eran participadas y tenían hermosos cantos; segundo, los católicos preferían a los pobres.
El P. Giorgio Previdi, se unió al P. Paolo y al P. Francesco cuando, con el crecimiento del escolasticado y de la parroquia, se hizo necesaria la presencia de un tercer sacerdote estable. El cardenal Emanuele Nsu-buga consideraba Mbuya una parroquia piloto en la compleja vida pastoral de su archidiócesis.
Los últimos ocho años de vida, el P. Paolo los pasó en Roma como responsable del ACSE (Asociación Comboniana Servicio Emigrantes y Prófugos). Apreciando “las hermosas dotes humanas, cristianas y sacerdotales”, Mons. Agostino Marchetto, secretario del Pontificio Consejo de la Pastoral para los Emigrados y los Itinerantes, escribe así del P. Paolo: “Misionero de la Familia Comboniana, el P. Paolo ha dado testimo-nio con la vida y con la muerte de su vocación al servicio, a la evangelización, a la caridad, tanto entre las poblaciones ugandesas, como entre los emigrantes en Roma. El alma apostólica del P. Paolo ha tenido mo-do de manifestarse en los más de treinta años de actividad pastoral en África, desde donde, significativa-mente, el Señor lo ha llamado a sí. Pero también en Roma el P. Paolo ha dado lo mejor, sobre todo en la acogida a los emigrantes que han llamado a las puertas de la ACSE, continuando con entusiasmo y abnegación, la obra providencial iniciada en el lejano 1969 por el llorado P. Renato Bresciani.
El P. Paolo deja a todos una importante herencia, porque invita a imitar su celo apostólico, para llegar a ser, tras las huellas de Cristo y en el corazón de la Iglesia, constructores de paz, ministros de la acogida, generosos siervos del anuncio evangélico y constructores incansables de auténtica comunión, sin conceder espacios a compromisos y superficialidades”.
No por casualidad, en la red de Internet es posible leer la presentación de su último trabajo, una especie de testamento: cuarenta y seis fichas para un auténtico camino de fe para los emigrantes, una ayuda que tiene por título, “Juntos para la vida”. En la última y larga conversación que tuvo con un hermano, el P. Paolo confió el deseo de que la ACSE pudiera un día convertirse en vivero de vocaciones africanas para África. Una intuición espiritual, un riesgo de la utopía, digámoslo también, que este gran misionero deja a cada uno de nosotros como herencia.
El Señor quiso que en marzo de este año, el P. Paolo volviese a África para llamarlo a sí desde aquella tierra para él tan amada. Una hemorragia cerebral lo destrozó en pocas horas. El cadáver llevado a Italia, reposa ahora en el cementerio de su pueblo.