Martes 7 de enero 2025
Hemos recibido esta reflexión escrita por los 18 participantes del Año Comboniano de Formación Permanente (ACFP) 2024-2025 y los 2 animadores del Centro de Formación Permanente (CFP), al final de toda una semana dedicada a reflexionar y debatir juntos sobre la interculturalidad. «Tema más que apropiado - en el sentido de que 'da en el clavo', ya que venimos de nada menos que 13 naciones y otras tantas - y quizás más - culturas». Así reza el «ASUNTO» del correo electrónico con el que se nos envió el texto. Creemos que hacemos un bien publicando lo que han escrito.
ACFP 2024-2025
SEMANA DE LA INTERCULTURALIDAD
Comunidades interculturales al servicio de la misión de Dios
Es una gracia para nosotros poder vivir juntos este tiempo de reflexión, acompañamiento y espiritualidad, haciendo una relectura de nosotros mismos, de la realidad en la que vivimos, del carisma comboniano y de nuestra misión al servicio del Reino de Dios.
Durante la semana dedicada al tema de la interculturalidad - apreciada y disfrutada por todos -, tuvimos la oportunidad de reflexionar sobre esta importante realidad - presente hoy más que nunca en nuestro Instituto y percibida como el establecimiento y mantenimiento de relaciones culturales en forma de diálogo, confrontación e intercambio recíproco de conocimientos entre personas provenientes de diferentes culturas - a partir de nuestra experiencia misionera y de nuestra propia realidad multicultural.
En el pasado reciente, hemos percibido cómo todavía existen prejuicios y estereotipos que marcan nuestra convivencia en los países donde actuamos (sentimientos de inferioridad o superioridad de unas culturas sobre otras, episodios de racismo o generalizaciones indebidas en los ámbitos de la castidad, el uso de los bienes y la gestión del tiempo y de las cosas). Reconocemos que hemos logrado superar ciertos prejuicios, tanto gracias a nuestra mayor espiritualidad y madurez humana por el aumento de nuestra edad y experiencias, como en virtud de la simple convivencia, siempre acompañada de la búsqueda de Dios y de su voluntad. Otros prejuicios, sin embargo, persisten y aún nos hacen daño. Intentamos ocultarlos o disimularlos, pero de vez en cuando resurgen y nos distancian unos de otros. A veces, resurgen con fuerza -incluso más de lo que quisiéramos-, sobre todo cuando se trata de política interna del Instituto o de cuestiones económicas.
Reconocemos, sin embargo, que diversos aspectos que llamamos «culturales» suelen deberse también -si no, sobre todo- al carácter de las personas, a su mayor o menor elasticidad, a su edad, a su historia y a las heridas que cada uno de nosotros ha sufrido y cuyas cicatrices perduran y nos hacen sufrir. Seamos sinceros: ¡no siempre es sólo una cuestión de cultura! En algunos casos, utilizamos la «excusa de la cultura» para evitar el diálogo o la confrontación, y nos encerramos en un individualismo autorreferencial.
Nos alegramos de ver entre nosotros los esfuerzos realizados para acoger al hermano diferente, herido, cansado o frustrado. Hemos vivido estas «dinámicas comunitarias» con gran caridad humana y cristiana, y esto nos ha hecho mejores personas.
Por otra parte, estamos siempre en camino de crecimiento hacia la santidad comunitaria. Si viviéramos nuestra vocación con serenidad y profundidad, y si Jesucristo fuera realmente el centro de nuestra vida personal y comunitaria, no habría problemas de convivencia multicultural. Jesús nos enseña a asumir ciertos valores indispensables para la convivencia, y que hemos identificado en nuestro trabajo de grupo: el diálogo sincero, la honestidad, el respeto a los demás, la responsabilidad, la tolerancia, la escucha atenta y el sentido de familia entendido como «cenáculo de apóstoles». Mantener la mirada fija en Jesús nos ayuda a vivir juntos la convivencia de las diferencias.
Sin embargo, hay conflictos, dificultades, comunidades que se dividen, hermanos que se ignoran, experiencias que fracasan... Hay hermanos que han abandonado el Instituto porque nuestra convivencia ya no estaba a la altura de sus sueños (y nosotros, que permanecemos en el Instituto, ¿somos realmente mejores que ellos?).
Es sobre todo en lo concreto y ordinario de la vida cotidiana donde los conflictos son más perceptibles. Y es precisamente en esta «ferialidad» de nuestras vidas donde estamos llamados a hacer opciones comunes que nos ayuden a vivir juntos. Al final de la «semana sobre la interculturalidad», quisiéramos enumerar algunos puntos que creemos pueden ayudarnos a vivir la interculturalidad como una riqueza, un don y un instrumento de evangelización.
Hemos querido compartir con ustedes estas reflexiones, fruto de la oración, del trabajo en grupo y de la síntesis comunitaria. Amamos nuestra familia comboniana, nuestro carisma, nuestro modo particular de ser Iglesia. A veces, sin embargo, encallamos y perdemos profundidad y belleza, por egoísmo, narcisismo, o porque nos dejamos deslumbrar por las falsas seguridades de la vida burguesa y la mentalidad individualista actual. En el corazón de todas nuestras culturas de origen están los valores del Reino: el diálogo, el respeto, la atención a los más débiles, la solidaridad de grupo, la búsqueda del bien común, un profundo sentido de Dios. Permaneciendo fieles a nuestras raíces, Jesús de Nazaret nos pide que construyamos juntos, como familia intercultural comboniana, un mundo «nuevo».
Les deseamos lo mejor y un fructífero camino hacia la Navidad y un mejor año 2025.