El 6 de enero, doce días después de la Navidad, la Iglesia celebra, desde los primeros siglos, la solemnidad de la Epifanía. La palabra griega epiphàneia significa “manifestaciones” (en plural) y se utilizaba para designar las 'manifestaciones' de las divinidades. En la antigua Grecia, se refería a las festividades dedicadas a una deidad específica. Este término fue adoptado por el cristianismo para significar la “manifestación” de Jesús a los pueblos, representados por los Magos. (...)

Estrellas Radiantes, Estrellas Apagadas y Agujeros Negros

¿Dónde está el que ha nacido?
Mateo 2,1-12

El 6 de enero, doce días después de la Navidad, la Iglesia celebra, desde los primeros siglos, la solemnidad de la Epifanía. La palabra griega epiphàneia significa “manifestaciones” (en plural) y se utilizaba para designar las 'manifestaciones' de las divinidades. En la antigua Grecia, se refería a las festividades dedicadas a una deidad específica. Este término fue adoptado por el cristianismo para significar la “manifestación” de Jesús a los pueblos, representados por los Magos.

La fecha de la Epifanía se aproxima a la celebración de la Navidad de las Iglesias orientales, celebrada el 7 de enero. La discrepancia de 13 días se debe exclusivamente al calendario adoptado: mientras que las Iglesias occidentales siguen el calendario gregoriano (llamado así en honor al Papa Gregorio XIII, quien lo introdujo en 1582), las Iglesias orientales aún utilizan el viejo calendario juliano (ideado por Julio César en el 45 a.C.). Por esta razón, el 25 de diciembre en la Navidad ortodoxa coincide con nuestro 7 de enero, mientras que su 6 de enero de la Epifanía corresponde a nuestro 19 de enero.

LOS MAGOS, Buscadores de Dios

El pintoresco episodio de los Magos, relatado de manera sobria por San Mateo, ha sido uno de los más intrigantes y estudiados desde la época de los Padres de la Iglesia y los escritos apócrifos cristianos. En torno al relato evangélico ha florecido una rica y creativa fantasía:

  • Los Magos se convierten en tres, como los tres regalos: oro, incienso y mirra.
  • Se les considera reyes, tal vez porque el rey es el máximo representante de un pueblo, y también por la influencia de algunos textos bíblicos, como Isaías 60 (véase la primera lectura) y el Salmo 71: “Los reyes de Tarsis y de las islas traerán tributos, los reyes de Saba y Seba ofrecerán regalos” (salmo responsorial).
  • Se les atribuyen nombres: Gaspar, Melchor y Baltasar.
  • Proceden de tres continentes diferentes: África, Asia y Europa.
  • Uno de ellos es de piel oscura, otro clara y el tercero amarilla.
  • Uno joven, otro maduro y el tercero anciano.

Claramente, la tradición se ha desarrollado para que los tres Magos representen toda la humanidad que viene a rendir homenaje a Cristo. Ellos también nos representan a nosotros.

En la segunda lectura, San Pablo precisa que la Epifanía es la revelación de un “misterio” hasta entonces oculto: “Los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del Evangelio” (Efesios 3,6).

Hasta entonces, la historia de la salvación se interpretaba en clave nacionalista: las promesas de Dios estaban reservadas solo para el pueblo de Israel. Esta fiesta, por lo tanto, adquiere un significado predominantemente universal y misionero. ¡Es la antítesis de la Torre de Babel y el anuncio de Pentecostés!

Los Magos son un símbolo elocuente de aquellos que buscan a Dios y se ponen en camino. La fe es “inquieta”: no nos deja satisfechos con las respuestas encontradas o las metas alcanzadas. Una fe que no nos convierte en peregrinos es como la de los escribas de Jerusalén, interrogados por Herodes. Ellos saben dónde debe nacer el Mesías, pero no se mueven para ir a su encuentro.

Cada creyente es como Abraham, que “partió sin saber adónde iba” (Hebreos 11,8). El viaje de los Magos es un emblema de la vida cristiana y de toda existencia humana: ponerse en camino, juntos, en busca de sentido, mirando hacia lo alto, listos para enfrentar lo desconocido y capaces de discernir la presencia de Dios en la pequeñez.

LA ESTRELLA y las estrellas

Los Magos eran “astrólogos” que observaban las estrellas. Su procedencia de Oriente hace pensar en Persia. Muchos astrónomos han intentado identificar qué estrella o cometa pudieron haber observado. Sin embargo, la explicación no debe buscarse tanto en la ciencia como en el ámbito bíblico. San Mateo probablemente hacía referencia al oráculo del 'profeta' Balaam: “Lo veo, pero no ahora; lo contemplo, pero no de cerca: una estrella surgirá de Jacob, y un cetro se levantará de Israel” (Números 24,17). Esta estrella se interpreta como una referencia al Mesías.

En la antigüedad se creía comúnmente que cada persona tenía su propia estrella, que salía al nacer y desaparecía al morir. Cuanto más brillante era la estrella, más importante se consideraba la persona.

Son muchas las estrellas que brillan en nuestro firmamento, pero no todas conducen hacia Cristo. Algunas nos hacen perder el rumbo en el camino de la vida. ¿Qué “estrella” es la brújula de mi existencia?

¿Qué representa la Estrella? Primero, evoca a Jesús, “la estrella radiante de la mañana” (Apocalipsis 22,16). Él es la Estrella que orienta la vida del cristiano. Sin embargo, nosotros también estamos llamados a “brillar como estrellas en el mundo” (Filipenses 2,15). Cada cristiano está invitado a convertirse en una estrella que guía a los demás hacia Cristo.

“Epifanía se lleva todas las fiestas”, dice un conocido proverbio popular. ¡Que la Estrella, sin embargo, siga viva en nuestro corazón! ¡Si no, cómo podríamos iluminar, nosotros que estamos llamados a ser “luz del mundo”? De lo contrario, seríamos estrellas apagadas o, peor aún, “agujeros negros” que absorben y anulan cada rayo de luz que se cruce en su órbita.

LOS REGALOS: oro, incienso y mirra

¿Qué representan los tres regalos? Tradicionalmente se dice que el oro simboliza la realeza mesiánica de Cristo; el incienso, su divinidad; y la mirra, su humanidad. Sin embargo, existen interpretaciones diferentes. San Bernardo, por ejemplo, sugería que el oro era para mitigar la pobreza de la Virgen María, el incienso para purificar el aire del pesebre y la mirra como vermífugo.

Pero, ¿qué podrían representar estos regalos para nosotros hoy? Y, sobre todo, ¿qué podemos ofrecer nosotros a Jesús? Miremos en el cofre de nuestro corazón: ¿qué tesoros guardamos? ¿Qué regalos podríamos ofrecer como signo de nuestra adoración, nuestra gratitud y nuestro amor?

P. Manuel João Pereira Correia, mccj

Epifanías misioneras de Cristo luz de los pueblos

Isaías 60,1-6; Salmo 71; Efesios 3,2-3.5-6; Mateo 2,1-12

Reflexiones
El cristiano estrena el nuevo año con dos compromisos primordiales: la paz y la misión. Ambos proyectos se centran en Jesucristo: el 1 de enero es Jesucristo nuestra paz, en la epifanía es Jesucristo luz de los pueblos. Epifanía es una fiesta plural: toda manifestación del Señor en una epifanía. El 6 de enero, en efecto, la liturgia proclama que este día santo se embellece con tres milagros: los Magos que llegan de Oriente a Jerusalén, guiados por una estrella; Jesús bautizado en el río Jordán; en Caná el agua se convierte en vino. A estas tres epifanías clásicas, los evangelistas añaden otras: el mismo nacimiento de Jesús; Juan el Bautista que señala al Cordero de Dios ya presente (Jn 1,36); Jesús que se revela a Nicodemo (Jn 3) y a la samaritana (Jn 4), etc. Cada hecho tiene lugar en sitios, tiempos, maneras, personajes diferentes, pero el contenido es idéntico: es Cristo que se manifiesta, es Cristo que estamos llamados a descubrir y anunciar a otros, como hicieron los Magos, el Bautista, la samaritana.

Las Epifanías tienen lugar, normalmente, en un contexto de luz. La Navidad está envuelta en la luz que alumbra a los pastores; los Magos siguen una luz en el cielo, que los lleva hasta encontrar a Jesús... A menudo la luz es evidente por su presencia o, por contraste, por su ausencia. La luz vino al mundo, pero los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas (cfr. Jn 3,19). Dios mismo es luz sin tinieblas, es amor (cfr. 1Jn 1 y 4). Es luz que ilumina el paso de la humanidad, el amor que calienta y hace vivir. Por eso, la Epifanía es la fiesta misionera de los pueblos, llamados a caminar en la luz y en el amor que vienen de Dios. Es un hecho significativo que nuestro calendario misionero (ver más abajo y durante todo el año) sea tan rico en memorias de grandes evangelizadores y evangelizadoras (diferentes por su origen, grupo religioso, campo de apostolado…) y de eventos relacionados con la misión (jornadas, aniversarios, festividades… ¡Un auténtico mosaico de universalidad! Porque el ADN de Dios es la convivialidad de las diferencias.

Epifanía es la fiesta misionera de los niños (fiesta de la Infancia misionera), fiesta de los pueblos migrantes, cita vocacional para jóvenes deseosos de entregar su vida al servicio del Evangelio. Hasta tierras lejanas. (*) La Epifanía no se manifiesta solamente entre los que están lejos, o por medio de gestos grandiosos. La Epifanía se hace presente también por la capacidad de captar los signos de la manifestación de Dios en medio de realidades pequeñas y cotidianas: un gesto de bondad, la sonrisa de un niño, la lágrima de un anciano, la angustia de una madre, el sudor del obrero, el miedo del migrante, la broma amable de un amigo, el regalo de un juguete... Nuestro desafío es ser Epifanías transparentes de Dios: ser misioneros, testigos con la vida y la palabra, misericordiosos y disponibles para servir a los demás. Todos. Sin exclusión. Como lo hizo Jesús.

Palabra del Papa

(*) «El encuentro con Jesús no detiene a los Reyes Magos, al contrario, les da un nuevo impulso para volver a su país, para contar lo que han visto y la alegría que han sentido. En esto hay una demostración del estilo de Dios, de su modo de manifestarse en la historia. La experiencia de Dios no nos bloquea, sino que nos libera; no nos aprisiona, sino que nos devuelve al camino, nos devuelve a los lugares habituales de nuestra existencia. Los lugares son y serán los mismos, pero nosotros, después del encuentro con Jesús, no somos los mismos que antes. El encuentro con Jesús nos cambia, nos transforma… Cada experiencia de encuentro con Jesús nos lleva a tomar caminos diferentes, porque de Él proviene una fuerza buena que sana el corazón y nos aparta del mal».
Papa Francisco
Angelus en la Epifanía de 2020

P. Romeo Ballan, MCCJ