Miércoles 24 de julio de 2024
La provincia de los Misioneros Combonianos de Brasil y la Diócesis de Ji-Paraná, en el estado de Rondônia, en la Amazonia brasileña, realizaron el 21 de julio 2024, como es tradición, la 9ª peregrinación que lleva el nombre del Padre Ezequiel Ramin, en Rondolândia, Mato Grosso.
Un día como hoy 24 de julio de 1985, el misionero comboniano P. Ezequeil Ramín era brutalmente asesinado en Brasil por su compromiso en la defensa de la Vida y los derechos de de los indígenas y pequeños campesinos. 39 años después, su mensaje y martirio siguen animando en la lucha por la justica a las comunidades cristianas de Rondonia y hacen de Ezequiel Ramin un profeta de ayer y hoy.
Su historia
Nacido en Italia en 1953, Ezequiel Ramin, aprendió desde temprano a vivir la fe con autenticidad y compromiso. Estudió, creció y vivió su juventud soñando con soluciones a algunos problemas de los países más pobres. No se contentó con teorías, se involucró directamente en el movimiento “Manos extendidas”, hasta asumir el liderazgo. La manera de ser de Ezequiel asociaba gran sensibilidad por los pobres junto a una personalidad fuerte. Poco a poco maduró su vocación misionera. Entendió que no era suficiente dedicar unas horas a la semana en beneficio de los excluidos. Su corazón le pedía algo más. Sentía que Dios lo llamaba a ir en misión más allá de las fronteras, y por eso, decidió ser misionero.
El P. Ezequiel tenía un hermoso sueño: amar sin fronteras. Su sueño no incluía solamente a sí mismo, pero en él estaban muchas personas. En 1984, llegó a él la oportunidad de vivir ese sueño misionero. Con 31 años de edad, el P. Ezequiel fue enviado a Brasil.
El Gobierno Federal había iniciado en aquella región un proceso de colonización a gran escala. La gente venía a los miles de los cuatro rincones del país, cargando sus cosas y tratando de dejar atrás sus sufrimientos. Pero los lotes preparados por el Gobierno no eran suficientes para tanta cantidad de familias que llegaban constantemente. Gran parte de ellas acababan viviendo de favores o trabajando en la tierra de otros, pero bajo la condición de dar parte de la producción al propietario del lote. De ese modo, en Cacoal, como en toda Rondônia, había muchísimas familias sin tierra. Los Conflictos de tierra eran, y aún hoy, resueltos a precio de bala. Matar a la gente, para algunos, era una profesión que rendía.
Al llegar a Cacoal, a mediados del año 1984, el P. Ezequiel abrazó con garra y espíritu de comunión el proyecto eclesial de la diócesis de Ji-Paraná y el trabajo pastoral realizado en la parroquia de Cacoal por los Combonianos. Encontró comunidades eclesiales en el interior y en la ciudad que contaban con líderes con un buen grado de compromiso y madurez. No tuvo dificultad para insertarse. Sus constantes visitas le permitieron ver y experimentar el sufrimiento vivido por las familias pobres y los indígenas. La dura realidad que encontró le tocaba profundamente. Sufría con el sufrimiento del pueblo: “Cada cinco días, un líder de las Comunidades Eclesiales de Base es asesinado. Aquí la gente tenía tierra, pero fue vendida. Tenían casas pero fueron destruidas. Tenían hijos pero murieron. Habían abierto las carreteras pero fueron cerradas.”
Se colocó valientemente en defensa de los indígenas y de los agricultores pobres, en la lucha por el derecho a la tierra ya la vida digna. Hizo causa común con los pobres de la Amazonia. Comprendió que ser misionero era servir a los que más sufrían: “Mi trabajo aquí es de anuncio y denuncia. No podría ser diferente considerando la situación del pueblo. Necesitamos apoyar decididamente los movimientos populares y las asociaciones sindicales. La fe necesita caminar junto con la vida … ”
No tardaron en llegarle amenazas de muerte. Había quien se sentía incómodo por su solidaridad con las familias pobres sin tierra. Para algunos, su amistad y apoyo a los indios Suruí se había convertido en una amenaza.
En una de sus últimas homilías declaró: “El sacerdote que les habla ha recibido amenazas de muerte. Querido hermano, si mi vida le pertenece, también le pertenece mi muerte. Pero si queremos encontrar la verdadera razón para su actuación como misionero y su entrega, aquí la tenemos en primera persona: Liberemos a las personas del hambre, de las enfermedades, hagamos de ellas personas libres, testimoniando de este modo al Cristo que está dentro de nosotros. A este punto, amigos, si no formamos parte de la solución, formamos parte del problema. ¡Piensen en eso y hagan las cuentas!«