El evangelio de Marcos no empieza, como Lucas o Mateo, con el evangelio de la infancia, sino que nos propone, desde las primeras palabras, un titular de prensa, un anuncio importante que resume todo su libro: Nos va a hablar “del evangelio de Jesús de Nazaret, el Mesías, el Hijo de Dios”. [...]

Una noticia que merece un titular de prensa
Un comentario a Marcos 1, 1-8

El evangelio de Marcos no empieza, como Lucas o Mateo, con el evangelio de la infancia, sino que nos propone, desde las primeras palabras, un titular de prensa, un anuncio importante que resume todo su libro: Nos va a hablar “del evangelio de Jesús de Nazaret, el Mesías, el Hijo de Dios”. Déjenme que me detenga un poquito en la palabra “evangelio”, que usamos con mucha frecuencia aunque quizá sin comprender todo su significado y profundidad.

“Evangelio” es una palabra que viene del griego y que se usaba en aquel tiempo de “globalización” greco-romana para referirse a una “buena noticia”, sobre todo, en referencia al mundo de los que gobernaban; por ejemplo, era “evangelio” la noticia del nacimiento de un hijo del rey o de una victoria militar, que se suponía importante para todos. Ciertamente, los pobres no lograban hacer noticia, no eran “evangelio”.

Si nos fijamos bien, no es que las cosas hayan cambiado mucho hoy. De hecho, ¿qué hace “gran noticia”, noticia de primera plana en los medios de comunicación de hoy? Generalmente son las “buenas noticias” de los poderosos que, por otra parte, todos asumimos como importantes. Por ejemplo, es primera plana que un príncipe inglés se case, que un equipo de futbol gane la copa, que un dictador lance un poderoso misil, que anuncie una probable guerra… Pero uno podría preguntarse si esas son las buenas noticias que los pobres realmente esperan.

Frente a las falsas “buenas noticias” del emperador y de los triunfadores de la época, Marcos nos anuncia que la verdadera buena noticia, el evangelio verdadero, es la aparición de Jesús de Nazaret, en quien se cumplió la promesa de un Mesías, un “hijo de Dios”. Y a lo largo de su evangelio Marcos nos irá explicando como esa buena noticia se fue confirmando en favor de los enfermos, de los pobres., de los pecadores, de las personas sencillas y abiertas a la presencia de Dios. Juan el Bautista fue el primero en intuir esta presencia salvadora de Dios en Jesús de Nazaret, en quien habitaba la plenitud del Espíritu, y se convirtió en su mensajero.

Celebrar la Navidad hoy es darse cuenta de que en Jesús de Nazaret Dios nos revela su amor, su victoria sobre el mal. Jesús es el Maestro que nos enseña a vivir como hijos, digna, libre y amorosamente. No son los triunfos militares ni deportivos los que son “buena noticia” para nosotros; es la seguridad del amor de Dios, que nos da la victoria sobre el mal.

Esa buena noticia se confirma en nosotros cada vez que, como Juan el Bautista, nos fijamos en Jesús y seguimos sus pasos.
P. Antonio Villarino, MCCJ

Adviento:
tres personajes para un solo Señor

Isaías 40,1-5.9-11; Salmo 84; 2Pedro 3,8-14; Marcos 1,1-8

Reflexiones
Tres son los personajes principales que, en el tiempo de Adviento, nos preparan para el encuentro con Cristo: el profeta Isaías, Juan el Bautista y María. Cada uno de ellos tiene una relación misionera especial con el Salvador que viene: Isaías lo preanuncia, Juan lo señala ya presente, María lo ofrece. Pero hay otros personajes que también tuvieron una relación particular con el niño Jesús: San José, Zacarías, Isabel, Simeón, Ana… En Israel, entre los llamados “pobres de Yahvé”, la espera de un Mesías era intensa, aunque para muchos resultaba confusa y estaba mezclada de esperanzas humanas.

El profeta Isaías (I lectura) quiere abrir el corazón del pueblo a la esperanza en un futuro de libertad y de retorno a la patria, porque se acabó la esclavitud de Babilonia y la tribulación ha llegado a su fin (v. 2). La consolación que el profeta anuncia con insistencia (v. 1) no es solo de palabras, sino con indicaciones para preparar en el desierto un camino al Señor (v. 3-4). Dios mismo se hace pastor que reúne el rebaño y lo conduce con amor (v. 11). Es preciso gritar en voz alta este mensaje gozoso (v. 9). Juan el Bautista (Evangelio) hace aún más concreto el mensaje de Isaías: él mismo prepara el camino al Señor (v. 3), “predicando un bautismo de conversión” (v. 4), anunciando la presencia de Uno que puede más que él (v. 7), que bautizará con Espíritu Santo (v. 8). Gracias al anuncio misionero y a la preparación del nuevo camino del Señor “en el desierto”, cambia totalmente el panorama espiritual del creyente. De esta manera, comienzan de veras el “cielo nuevo y la tierra nueva” (II lectura, v. 13). Una realidad que, de modo ejemplar, está ya presente en María, la toda pura, “sin mancilla y sin tacha” (v. 14): ella es la Inmaculada (8 de diciembre).

Hoy Isaías invita a hablar al corazón del pueblo con palabras de esperanza y de consuelo (v. 1-2). Mensaje arduo en aquel tiempo, pero también hoy la esperanza es un valor en crisis de contenidos, porque muchos desconocen lo que más necesitan para conseguir su crecimiento integral. En una pieza teatral emblemática de nuestro tiempo, el escritor irlandés Samuel Beckett, Premio Nobel de Literatura (1969), denuncia lo absurdo de la condición humana: la obra “Esperando a Godot” se desarrolla en la larga espera de un personaje importante, pero desconocido, con perfil y trazos nebulosos. Cuando ya se dice que ese personaje está a punto de llegar, la espera decae, su presencia se desvanece. No hay el encuentro. No ha ocurrido nada. La larga espera ha sido vacía. ¡Una ilusión total!

No así la esperanza cristiana, que es un dinamismo de apertura y de encuentro con una Persona, que es el Salvador de todos, con un nombre y un rostro bien definidos: se llama Jesucristo. Él es el centro del anuncio misionero de la Iglesia. De Él quiere hablar el evangelista Marcos ya en las primeras palabras, desde el «comienzo del Evangelio de Jesús, el Cristo, Hijo de Dios» (Mc 1,1). La vida, cualquier vida, comienza con una buena noticia. Sobre el pesimismo y las noticias trágicas no se construye el futuro. La vida, la salvación nacen y crecen como buena noticia. El anuncio del Evangelio y la misión arrancan siempre de la buena noticia de Jesús Salvador. Marcos es anunciador de “eùanghelion”, de la “buena noticia” por excelencia, que se llama Jesús. Cada cristiano/a, llevando a Jesucristo en su corazón y bautizado en Espíritu Santo (v. 8), siembra por doquier evangelio, es siempre portador de buenas noticias, aun en tiempos de pandemia.

El Patrono de las misiones, S. Francisco Javier (su fiesta es el 3 de diciembre), misionero español en India y Japón hace casi cinco siglos, sentía la urgencia de anunciar a Jesús el Salvador, y escribía: “Muchos, en estos lugares, no son cristianos simplemente porque no hay quien los haga tales. Muchas veces me vienen ganas de recorrer las universidades de Europa, principalmente la de París, y de ponerme a gritar por doquier, como quien ha perdido el juicio, para impulsar a los que poseen más ciencia que caridad, con estas palabras: ‘¡Ay, cuántas almas, por vuestra desidia, quedan excluidas del cielo y se precipitan en el infierno!’ ¡Ojalá pusieran en este asunto el mismo interés que ponen en sus estudios!”. (*)

Es legítima, ciertamente, alguna reserva sobre el lenguaje teológico de la época de Javier, pero nadie puede poner en duda la urgencia de suscitar, también hoy, nuevas vocaciones de misioneros y de misioneras que anuncien a todos los pueblos que Jesucristo es el Salvador. El mundo tiene extrema necesidad de Él. Lo confirman las tragedias y los hechos sobresalientes de cada día, en especial la pandemia. La oración de Adviento - ¡Ven, Señor! - es fuertemente actual. Pero Él quiere llegar a los demás, a todos, también por medio de nosotros, de nuestro testimonio, de nuestra palabra y entrega.

Palabra del Papa

(*) “Nuestra esperanza es siempre y esencialmente también esperanza para los otros; solo así es realmente esperanza también para mí. Como cristianos, nunca deberíamos preguntarnos solamente: ¿Cómo puedo salvarme yo mismo? Deberíamos preguntarnos también: ¿Qué puedo hacer para que otros se salven y para que surja también para ellos la estrella de la esperanza? Entonces habré hecho el máximo también por mi salvación personal.
Benedicto XVI
Encíclica Spe Salvi (2007) n. 48

P. Romeo Ballan, MCCJ