El centro de ese relato complejo, llamado tradicionalmente la «transfiguración de Jesús», lo ocupa una voz que viene de una extraña «nube luminosa», símbolo que se emplea en la Biblia para hablar de la presencia siempre misteriosa de Dios, que se nos manifiesta y, al mismo tiempo, se nos oculta.
La voz dice estas palabras: «Este es mi Hijo, en quien me complazco. Escuchadlo». [...]

La transfiguración de Jesús
Mateo 17,1-9

ESCUCHAR A JESÚS

El centro de ese relato complejo, llamado tradicionalmente la «transfiguración de Jesús», lo ocupa una voz que viene de una extraña «nube luminosa», símbolo que se emplea en la Biblia para hablar de la presencia siempre misteriosa de Dios, que se nos manifiesta y, al mismo tiempo, se nos oculta.
La voz dice estas palabras: «Este es mi Hijo, en quien me complazco. Escuchadlo». Los discípulos no han de confundir a Jesús con nadie, ni siquiera con Moisés o Elías, representantes y testigos del Antiguo Testamento. Solo Jesús es el Hijo querido de Dios, el que tiene su rostro «resplandeciente como el sol».
Pero la voz añade algo más: «Escuchadlo». En otros tiempos, Dios había revelado su voluntad por medio de los «diez mandamientos» de la Ley. Ahora la voluntad de Dios se resume y concreta en un solo mandato: «Escuchad a Jesús». La escucha establece la verdadera relación entre los seguidores y Jesús.
Al oír esto, los discípulos caen por los suelos «aterrados de miedo». Están sobrecogidos por aquella experiencia tan cercana de Dios, pero también asustados por lo que han oído: ¿podrán vivir escuchando solo a Jesús, reconociendo solo en él la presencia misteriosa de Dios?
Entonces Jesús «se acerca, los toca y les dice: “Levantaos. No tengáis miedo”». Sabe que necesitan experimentar su cercanía humana: el contacto de su mano, no solo el resplandor divino de su rostro. Siempre que escuchamos a Jesús en el silencio de nuestro ser, sus primeras palabras nos dicen: «Levántate, no tengas miedo».
Muchas personas solo conocen a Jesús de oídas. Su nombre les resulta tal vez familiar, pero lo que saben de él no va más allá de algunos recuerdos e impresiones de la infancia. Incluso, aunque se llamen cristianos, viven sin escuchar en su interior a Jesús. Y sin esa experiencia no es posible conocer su paz inconfundible ni su fuerza para alentar y sostener nuestra vida.
Cuando un creyente se detiene a escuchar en silencio a Jesús, en el interior de su conciencia escucha siempre algo como esto:
«No tengas miedo. Abandónate con toda sencillez en el misterio de Dios. Tu poca fe basta. No te inquietes. Si me escuchas, descubrirás que el amor de Dios consiste en estar siempre perdonándote. Y, si crees esto, tu vida cambiará. Conocerás la paz del corazón».
En el libro del Apocalipsis se puede leer así: «Mira, estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa». Jesús llama a la puerta de cristianos y no cristianos. Podemos abrirle la puerta o rechazarlo. Pero no es lo mismo vivir con Jesús que sin él.

José Antonio Pagola
http://www.musicaliturgica.com

TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR

Saber lo que sucedió exactamente en la montaña sagrada es algo que quizá nunca se llegue a conseguir; las opiniones van desde los que opinan que los relatos se atienen literalmente a los hechos, hasta quienes piensan que es un relato de aparición postpascual, trasladado al tiempo de predicación de Jesús en Galilea. La verdad es que tampoco tiene mayor importancia contestar a esta cuestión, sino aprender el mensaje del evangelista. Aquí apuntamos algunos datos en este sentido.

-UN CONTEXTO DE ORACIÓN

El aspecto de Jesús cambió mientras oraba en la montaña; para que se produzcan los cambios que nuestra sociedad necesita hace falta un contexto de oración, de diálogo con Dios, de conocimiento de su voluntad, de deseo de que su Reino se haga presente entre nosotros, para que entre nosotros todo sea diferente. Los cambios que no nacen en un contexto de oración, de búsqueda de la voluntad del Padre, pueden ser cambios contra el Reino.

-UNA EXPERIENCIA DE ÉXODO

Lo más fácil es dejarse llevar por la tentación de buscar el provecho propio, prescindiendo de las necesidades de los demás; buscar sólo la prosperidad de uno, incluso a costa de los demás, instalarse, acomodarse. Pero este tipo de cambios no beneficia, en el fondo, ni a quien los disfruta. Los cambios beneficiosos para el hombre tienen mucho de renunciar a seguridades y comodidades, mucho de ponerse en camino.

-MOISÉS Y ELÍAS HAN HECHO LA MISMA EXPERIENCIA

Con Jesús aparecen dos personajes bíblicos de los más significativos para el pueblo judío. Los dos vivieron una experiencia de éxodo, especial- mente Moisés. Los hombres de fe han tenido siempre esa experiencia; quienes acompañaban a Jesús la habían tenido; quienes quisieran seguirle, deberán tenerla.

-JESÚS, VERDADERO PORTAVOZ DE DIOS

Muchos se han presentado a sí mismos como enviados de Dios; muchos han asegurado hablar en su nombre, pronunciar su palabra, traer su mensaje. Realmente Dios había enviado a algunos de ellos; pero su labor siempre fue parcial, limitada (a veces incluso errónea); ahora ha aparecido entre nosotros el verdadero y legítimo portavoz de Dios; a éste es al que hay que escuchar (de ahí la invitación de la voz que sale de la nube), él es el único camino para acceder a Dios y a su Reino, ante él desaparecen Moisés y Elías, que ya no tienen mucho que decir al hombre, Pues Jesús lo va a decir todo. Escuchar su palabra para acceder al Reino; no escuchar es arriesgarse a no encontrar el camino para ese Reino, arriesgarse a perderse en los muchos laberintos de la vida que, al final, no conducen a ninguna parte.

-PASO DE LA MUERTE A LA VIDA

La transfiguración fundamental es el paso de la muerte a la resurrección, el paso de todo lo que sea opresión a la libertad.

Ese es el más auténtico cambio que se ha producido en la vida de Jesús, ésa es su verdadera transformación: ha pasado de la muerte a la vida, ha terminado con la esclavitud de la muerte y, en ella, con todas las esclavitudes; eso es lo que Jesús nos ofrece, y nos llama a acoger y aceptar su don.

Participar en su transfiguración es participar en su lucha contra la opresión, en favor de la libertad.

-EL CAMINO DEL CRISTIANO TAMBIÉN ES UN CAMINO DE ÉXODO

El camino del cristiano no puede ser un camino distinto del de Jesús; el camino del cristiano también pasa por la renuncia a los muchos intereses que entretienen y distraen al hombre de su verdadera meta, de su verdadero cometido en la vida. Pasa incluso por la renuncia a uno mismo, por cargar con la propia cruz y, entonces, seguirle. El camino del cristiano es un salir -y ayudar a otros a salir- de la esclavitud en los modernos egiptos: el afán de tener; el lucro como móvil de la profesión; la ley del más fuerte como norma ordinaria de convivencia; la droga, el alcohol, el juego y similares como sustituto de la esperanza, la ilusión y la confianza en un futuro mejor; el sexo de usar y tirar; la guerra como medio de resolver las diferencias entre los países; las dictaduras como medio de salvar incluso a los que no quieran o no se dejen, etc.

-PEQUEÑAS TRANSFORMACIONES, SIGNO DE LA DEFINITIVA

La transfiguración de Jesús bien se puede tomar como un signo, un adelanto, un avance de la transfiguración definitiva que alcanzó con la resurrección; otras muchas cosas cambiaron en torno a Jesús, y todas ellas fueron signo de esa gran transformación del mundo que es el Reino de Dios que comenzaba con él.

Así también, el cristiano debe ir mostrando a los hombres ese Reino de Dios que espera y en el que confía gestos concretos, a veces, pequeños, pero siempre importantes y anunciadores de esa otra liberación definitiva que anhelamos alcanzar un día: el pan compartido con el hambriento, la compañía al que se encuentra solo, la atención delicada y exquisita al enfermo, la lucha por eliminar las injusticias, el respeto a las opiniones de los pueblos, la conquista de la libertad para todos, la esperanza llevada a quienes la han perdido….

-LOS DISCÍPULOS SON TESTIGOS

Los discípulos no son meros comparsas; no están allí sólo para completar el cuadro. Su tarea es ser testigos de lo que allí ha sucedido: no tanto la transfiguración sensible y física de Jesús cuanto la transformación de la realidad: un mundo nuevo existe, es posible, está ahí, al alcance de cuantos quieran apuntarse a la causa de Jesús, en las manos de quienes pongan su vida al servicio del Reino.

El cambio del mundo es posible; más aún: el mundo ya ha cambiado; pero hace falta que ese cambio que se ha realizado en lo más profundo de la creación, de la vida y del hombre, salga a la superficie, aflore, aparezca en todo su esplendor. Hay que “lavar” el Reino de todo el barro bajo el cual está oculto. El Reino ya se nos ha dado, está dentro de nosotros: sólo falta que lo dejemos salir a la luz.

-NO SABÍAN LO QUE DECÍAN

Los discípulos se quedan atónitos y quieren construir unas chozas; Lucas advierte que “no sabían lo que decían”. La transfiguración de Jesús no es el número final de una revista en la que la supervedette aparece con todas sus galas y esplendores para recreo de la vista del público. La transfiguración de Jesús es un modelo de lo que nuestra vida debe ser, de lo que tenemos que hacer.

Por tanto, tampoco nosotros podemos quedarnos mirando asombrados, sin saber lo que hacemos ni lo que decimos; tenemos que poner manos a la obra para que la vida siga cambiando, las sociedades se vayan transfigurando y conformándose de tal forma que dejen ver a su través el Reino de Dios.

Esa es la verdadera transfiguración; ésta es la transfiguración que el mundo necesita; ésa es la que nos ofrece Jesús y nos invita a continuarla entre nosotros. ¿Estamos dispuestos a echar una mano?

LUIS GRACIETA
DABAR 1989, 40
http://www.mercaba.org