En clave de bienaventuranzas, el texto que reflexionamos este domingo nos invita a realizar varias acciones concretas que son la parte práctica de esta felicidad: dar a quien nos lo pida, mantenernos firmes, íntegros y con fortaleza cuando nos golpean, acompañar a alguien en su camino…

La revolución de la noviolencia y del amor al enemigo

Levítico 19,1-2.17-18; Salmo 102; 1Corintios 3,16-23; Mateo 5,38-48

Reflexiones
¡Desestabilizante y revolucionario mensaje! ¡El más a contracorriente de todos! Jesús dijo a sus discípulos (Evangelio): «Ustedes han oído que se dijo: “Ojo por ojo y diente por diente”. Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra... Da al que te pide y no vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado. Ustedes han oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque Él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos?... Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo» (v. 38-39.42-46.48). Estamos aún en el discurso de la montaña (Mt 5-7), el programa de Jesús. Para muchos estudiosos de la Biblia “el amor a los enemigos” es el mensaje más original, desestabilizante y revolucionario de los Evangelios.

El Antiguo Testamento contenía ya, en parte, este mensaje de un amor más grande. La I lectura dice: “No odies en tu corazón a tu hermano…” (v. 17). El Evangelio cita unos textos antiguos: “Ojo por ojo y diente por diente” (v. 38); pero también “vida por vida, mano por mano, pie por pie… herida por herida…” (Ex 21, 23-25; cfr. Lev 24,19-20). Estas palabras no eran una autorización o una incitación a la venganza, sino la imposición de un límite, una tentativa para contener una violencia despiadada, es decir: si quieres vengarte por una ofensa, hazlo a la par, no rebases la medida de la ofensa recibida, pero que sea proporcionada. Se trataba obviamente de una ley imperfecta, una concesión temporal a la fragilidad humana.

Jesús desestabiliza el equilibrio imperfecto y precario de la Ley antigua; propone un cambio radical: la no resistencia al malvado, el amor y la oración por los enemigos, apuntando al ideal supremo de la perfección misma de Dios, Padre de todos, de los malos y de los buenos. En el texto paralelo, el evangelista Lucas, que escribe su Evangelio para destinatarios procedentes del mundo pagano, prefiere usar una imagen más fácil de comprender; por eso apunta al ideal de la misericordia del Padre: “Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso” (Lc 6,36). Es verdad que las Bienaventuranzas y todo el discurso de la montaña son el autorretrato de Jesús, su autobiografía. Jesús propone y cumple con hechos lo que enseña con las palabras: nunca se venga, no responde mal por mal, sino que responde con amor a quien lo abofetea, perdona al que lo ofende y reza por los que lo matan: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34). Jesús había dicho poco antes a Pedro: “Guarda tu espada, porque el que a hierro mata a hierro muere” (Mt 26,52). La invitación de Jesús a presentar la otra mejilla (cfr. Mt 5,39) no se ha de entender como una actitud pasiva, sino más bien como el valor de dar el primer paso, de perdonar, de volver a empezar a vivir relaciones nuevas, más auténticas, en la gratuidad. Con razón, Nelson Mandela afirmaba: “El perdón libera el alma, aleja el miedo. Por eso el perdón es un arma poderosa”.

En su Evangelio Jesús nos propone excluir la categoría del “enemigo”. Solamente así es posible desarmar el mundo. Puede haber un “adversario”, alguien con el cual podemos incluso chocar por cuestión de ideas, por la manera de ver las cosas; y la confrontación puede ser muy 'saludable’. Jesús mismo luchó con sus adversarios por cuestión de ideas y de comportamientos; debatió con ellos, pero nunca los consideró enemigos, ni mucho menos los eliminó. Se puede combatir al adversario por lo que piensa; pero, si se le considera enemigo, se ataca a su persona, y como tal se le elimina. Muy a menudo en la historia socio-política se crean enemigos y luego se les “elimina”. Jesús, en cambio, responde al odio con el amor. Odio, venganza, enemigos… no tienen cabida en el Evangelio de Jesús. Él nos invita a engendrar amor.

Jesús ha vivido las Bienaventuranzas y, tras haberlas vivido, las ha propuesto como programa de vida hacia la felicidad auténtica y duradera. Con esta doctrina y su testimonio personal, Jesús tiene toda la autoridad moral para enseñar y pedir a sus discípulos que hagan lo mismo que Él: “Ustedes, por tanto, recen así: Padre nuestro… perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden” (Mt 6,12). El mensaje de Jesús ha elevado el nivel de la enseñanza moral presente en las diferentes culturas y religiones, alcanzando aquí el punto más alto, y lo ha propuesto así a cuantos quieran seguirle, cristianos y no. En particular, el Evangelio de hoy constituye un sólido fundamento para la doctrina y la praxis de la noviolencia activa. Jesús la ha enseñado y la ha puesto en práctica en su vida. Para Jesús el perdón es la única fuerza que rompe la cadena/espiral del odio y de la venganza. 

Este valor está presente, bajo formas y expresiones diferentes, en textos religiosos antiguos y modernos (ver los sitios web sobre la ‘noviolencia’ y semejantes), sobre todo en las religiones orientales asiáticas (Budismo, Jainismo, Taoísmo…). La palabra ‘noviolencia’ es la traducción literal del término sánscritoahimsa’, compuesto por a privativa e himsa: daño, violencia. La palabra ahimsa implica un detalle intencional que se podría expresar como ‘ausencia del deseo de hacer daño, de matar’.  Aldo Capitini (1899-1968) empezó a escribir ‘noviolencia’ como una sola palabra, sin el guión de separación, ya que la noviolencia activa no es la simple negación de la violencia, sino un valor autónomo y positivo: consiste en un personal empeño moral y religioso, un estilo de vida y una metodología para el cambio social.

Esta es la única respuesta coherente a la espiral de violencia que nos rodea. Hoy se ha superado la teoría plurisecular de una “guerra justa”: afortunadamente, el Papa Juan XXIII, con la "Pacem in terris" nos enseña que “no existe una guerra justa”.  El Papa Benedicto XVI explica muy bien el alcance cristiano del amor y de la noviolencia. (*) Y el Papa Francisco lo ha puesto en evidencia en un mensaje para la Jornada Mundial de la Paz (2017), con el tema: «La noviolencia: estilo de una política por la paz». Pero no basta aplaudir o suscribir las declaraciones antibélicas de los organismos internacionales; es preciso desmovilizar los pequeños/grandes espacios personales de rechazo, odio y contraposición hacia los demás. Pueden parecer irrelevantes, pero tienen su influencia y marcan la diferencia.

Mohandas Karamchand Gandhi (1869-1948), en su doctrina y praxis de la noviolencia activa, mostró admiración y se sintió en sintonía con el sermón de la montaña, acerca del perdón, la reconciliación, el amor al enemigo… Con su estrategia noviolenta y sin disparar un tiro, Gandhi puso de rodillas al Imperio Británico, obligando a Londres a otorgar la independencia a India (1947). En tiempos modernos, han optado por la ‘noviolencia activa’ autores y protagonistas de prestigio internacional: Tolstoi (Rusia), Simone Weil (Francia), Aldo Capitini (Italia), Martin Luther King (USA), Nelson Mandela (Sudáfrica), Khan Abdul Ghaffar Khan (Pakistán), Aung San Suu Kyi (Birmania), Leymah Roberta Gbowee (Liberia)… No han perseguido utopías o sueños imposibles: Jesús nos ha enseñado que el amor puede desarmar el odio y transformar el mundo

Las siguientes expresiones de Gandhi indican la lucidez y fuerza moral y social de sus intuiciones:

- “La noviolencia es la fuerza más grande a disposición de la Humanidad”.
- “Estoy convencido de que, si Cristo volviese, bendeciría la vida de muchos que nunca han oído su nombre, pero que con su vida han sido un ejemplo viviente de las virtudes que Él mismo practicó”.
- “Creo ser incapaz de odiar. A través de una larga disciplina basada en la oración, desde hace por lo menos cuarenta años he tratado de amar a todos”.
- “En la tierra hay suficientes recursos para todos, pero no para la codicia de unos pocos. Es la codicia la que genera pobreza”.

Según Gandhi, matar para conseguir los propios objetivos era algo equivocado. A Gandhi no le gustaba la expresión ‘resistencia pasiva’, prefería hablar de la noviolencia como de una ‘resistencia activa’ contra el mal. Para el movimiento de independencia de su país, creó una palabra india: Satyagraha, que literalmente significa ‘fuerza de la verdad’. Satyagraha es la ‘noviolencia del fuerte’: de quien, pudiendo usar la violencia, prefiere recurrir a la fuerza de la verdad y del amor.

Palabra del Papa

(*) «Con razón, esta página evangélica se considera la magna de la noviolencia cristiana, que no consiste en rendirse ante el mal - según una falsa interpretación de "presentar la otra mejilla" (cfr. Lc 6,29) -, sino en responder al mal con el bien (cfr. Rm 12, 17-21), rompiendo de este modo la cadena de la injusticia... Para los cristianos la noviolencia no es un mero comportamiento táctico, sino más bien un modo de ser de la persona, la actitud de quien está tan convencido del amor de Dios y de su poder, que no tiene miedo de afrontar el mal únicamente con las armas del amor y de la verdad. El amor a los enemigos constituye el núcleo de la ‘revolución cristiana’, revolución que no se basa en estrategias de poder económico, político o mediático... sino que es don de Dios que se obtiene confiando únicamente en su bondad misericordiosa. Esta es la novedad del Evangelio, que cambia el mundo sin hacer ruido. Este es el heroísmo de los ‘pequeños’, que creen en el amor de Dios y lo difunden incluso a costa de su vida».
Benedicto XVI

Angelus domingo 18-2-2007

P. Romeo Ballan, MCCJ

Mt 5,38-48

UNA LLAMADA ESCANDALOSA

La llamada al amor es siempre seductora. Seguramente, muchos acogían con agrado la llamada de Jesús a amar a Dios y al prójimo. Era la mejor síntesis de la Ley. Pero lo que no podían imaginar es que un día les hablara de amar a los enemigos.
Sin embargo, Jesús lo hizo. Sin respaldo alguno de la tradición bíblica, distanciándose de los salmos de venganza que alimentaban la oración de su pueblo, enfrentándose al clima general de odio que se respiraba en su entorno, proclamó con claridad absoluta su llamada: “Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os calumnian”.
Su lenguaje es escandaloso y sorprendente, pero totalmente coherente con su experiencia de Dios. El Padre no es violento: ama incluso a sus enemigos, no busca la destrucción de nadie. Su grandeza no consiste en vengarse sino en amar incondicionalmente a todos. Quien se sienta hijo de ese Dios, no introducirá en el mundo odio ni destrucción de nadie.
El amor al enemigo no es una enseñanza secundaria de Jesús, dirigida a personas llamadas a una perfección heroica. Su llamada quiere introducir en la historia una actitud nueva ante el enemigo porque quiere eliminar en el mundo el odio y la violencia destructora. Quien se parezca a Dios no alimentará el odio contra nadie, buscará el bien de todos incluso de sus enemigos.
Cuando Jesús habla del amor al enemigo, no está pidiendo que alimentemos en nosotros sentimientos de afecto, simpatía o cariño hacia quien nos hace mal. El enemigo sigue siendo alguien del que podemos esperar daño, y difícilmente pueden cambiar los sentimientos de nuestro corazón.
Amar al enemigo significa, antes que nada, no hacerle mal, no buscar ni desear hacerle daño. No hemos de extrañarnos si no sentimos amor alguno hacia él. Es natural que nos sintamos heridos o humillados. Nos hemos de preocupar cuando seguimos alimentando el odio y la sed de venganza.
Pero no se trata solo de no hacerle mal. Podemos dar más pasos hasta estar incluso dispuestos a hacerle el bien si lo encontramos necesitado. No hemos de olvidar que somos más humanos cuando perdonamos que cuando nos vengamos alegrándonos de su desgracia.
El perdón sincero al enemigo no es fácil. En algunas circunstancias a la persona se le puede hacer en aquel momento prácticamente imposible liberarse del rechazo, el odio o la sed de venganza. No hemos de juzgar a nadie desde fuera. Solo Dios nos comprende y perdona de manera incondicional, incluso cuando no somos capaces de perdonar.

José Antonio Pagola
http://www.musicaliturgica.com

¿PERFECTOS?

Jesús siempre sorprende con frases inesperadas, excéntricas y hasta contradictorias. Así, por ejemplo, cuando nos invita: “Sean perfectos como el Padre es perfecto”.

¿Perfectos? La perfección no es una virtud deseable en nuestros días. Evidentemente el mundo postmoderno en el que vivimos huye de los perfeccionismos. Y ello resulta muy útil para contrarrestar utopías inalcanzables y deseos impertinentes que no tienen mucho que ver con una concepción ajustada de nosotros mismos. En este sentido, podríamos intentar traducir la perfección desde senderos más equilibrados, en términos de plenitud, de sinceridad, de honestidad y hasta de búsqueda de la verdad. Pero la frase de Jesús continúa curiosamente: “como el Padre es perfecto”.

Si ser perfectos parecía improcedente, ser perfectos como el Padre no parece ser posible para nadie. ¿Cómo es perfecto el Padre? La palabra “como” que vincula la perfección del Padre a la nuestra me ofrece una clave de interpretación comparativa. ¿Cómo y en qué circunstancias podemos ser como el Padre? Las palabras de Jesús tienen mucho de incomprensibles y habría que dejarlas abiertas. Pero ofrezco aquí una posible interpretación que vincula la práctica de acciones de misericordia con una mirada contemplativa.

En clave de bienaventuranzas, el texto que reflexionamos este domingo nos invita a realizar varias acciones concretas que son la parte práctica de esta felicidad: dar a quien nos lo pida, mantenernos firmes, íntegros y con fortaleza cuando nos golpean, acompañar a alguien en su camino…

Pero, tal vez, para que ello no se convierta en mero activismo, Jesús nos ofrece un universo de sentido: nosotros como el Padre. Es decir, nos invita a redescubrir la vinculación profunda con Dios. Hoy, con la fuerza que recobra la espiritualidad y el influjo de la meditación, hablaríamos de abrir nuestra conciencia para vernos a nosotros mismos tal como somos, y entendernos en relación profunda con todos y con Dios. Esto mismo ya lo decía, por ejemplo, santa Clara de Asís cuando invitaba a sus compañeras a mirarse en el “espejo de eternidad”. Esta conciencia transformada puede ser la guía que nos impulsa a las acciones de empatía, de no violencia y de compañía, más allá de arrinconamientos, de victimismos o de desempoderamientos. La perfección, como este entendernos a nosotros mismos desde Dios, se presenta entonces como posibilidad de transitar este mundo de las bienaventuranzas.

Paula Depalma
https://www.feadulta.com

Amor creativo
(vencer el mal con el bien)

Mt 5,38-48

La parte del sermón del monte que leemos hoy nos eleva a la cumbre de la espiritualidad cristiana, aquella manera de ser que nos hace ser y actuar como hijos de Dios, cuyo corazón es más grande que el mal y hace llover sobre buenos y malos.

El mejor comentario a este pasaje de Mateo puede ser una famosa frase atribuida a S. Juan de la Cruz:

“Donde no hay amor, pon amor y sacarás amor”. 

De eso se trata, de sembrar amor para que el amor crezca en nosotros y en el mundo que habitamos.

La Carta a  los Romanos nos ayuda a comprender el alcance de esta enseñanza suprema de Jesús:

“A nadie devuelvan mal por mal; procuren hacer el bien a todos. Hagan lo posible, en cuanto de ustedes dependa, por vivir en paz con todos… No se dejen vencer por el mal, venzan el mal con la fuerza del bien” (12, 17-21). El autor de dicha Carta cita también un  proverbio: “Si tu enemigo dale hambre, dale comer; si tiene sed, dale de beber” (25, 21).

No hay que mirar esta enseñanza de Jesús como una “obligación” costosa y casi imposible, casi como si Jesús quisiera hacernos la vida difícil. No. Lo que Jesús quiere es iluminar nuestra existencia, mostrarnos el camino de la verdadera felicidad, ensanchando el corazón, siendo creativos y rompiendo la cadena del mal. Si a un ojo golpeado, respondemos con el golpeo de otro ojo, quedaremos satisfechos por la venganza conseguida, pero no quedaremos mejor sino pero, incrementando el mal, en vez de superarlo. Sin embargo, si uno tiene la valentía y la fe para perdonar y mirar adelante, en vez de revolverse en el pasado, está creando algo nuevo, está dándose la oportunidad de que la misericordia se imponga y el amor triunfe, para alegría propia y ajena.

Jesús coloca a sus discípulos en un nivel diferente del ordinario en el campo de las relaciones entre las personas. Frecuentemente nosotros nos enzarzamos en una serie de reacciones en cadena: Me insultó, yo le insulto a mi vez; me trató con desdén, yo le contesto con la misma moneda; me hirió, yo trato de hacerle una herida más dolorosa; me gritó, yo alzo más la voz….

A veces nuestra venganza es una palabra ofensiva, otras veces es un silencio retraído y poco comunicativo; a veces nos guardamos nuestra venganza, pero permanece dentro de nosotros mismos como un sutil veneno que estropea nuestras relaciones y nuestra vida por mucho tiempo. Sin embargo si uno tiene el coraje de olvidar la ofensa, confía en el amor gratuito de su Señor y, fiado en su palabra, mira adelante, su corazón se serena y se hace capaz de crear algo nuevo, algo mejor.

«Así como Dios es misericordioso, los que nos llamamos seguidores de Cristo debemos actuar con misericordia hacia los que nos rodean. Este es el corazón de la vida cristiana: darnos a nosotros mismos para que los demás mejoren. El mundo no vive así y el reino de Satanás no practica la misericordia. Pero los que pertenecen al reino de Dios se esfuerzan por vivir de acuerdo con la enseñanza de Cristo: Os doy un mandamiento nuevo: Amaos los unos a los otros» (Jn 13,34)». (Comentario bíblico internacional).

Naturalmente sólo el Espíritu de Dios puede hacernos comprender bien esta enseñanza sublime. Tampoco se trata de vivir eso en plenitud desde el principio. Se trata más bien de un camino que se emprende, un estilo que se adopta, una meta que se acepta y que marca nuestra vida. Cada día, cada herida, cada avance… es un paso hacia esa madurez del amor cristiano.
P. Antonio Villarino, comboniano
Bogotá