Jueves, 6 de febrero 2014
La revista comboniana española “Mundo Negro” ha concedido el Premio a la Fraternidad 2013 a la Hna. Angélique Namaika, religiosa agustina en la diócesis de Dungu-Doruma (República Democrática del Congo). La hermana congoleña recibió el galardón durante la celebración del XXVI Encuentro de Antropología y Misión, que se celebró en Madrid los días 1 y 2 de febrero, bajo el lema “Refugiados: voces para la esperanza”. Recientemente Angélique se encontró con el Papa Francisco y oró con él por la conversión de Joseph Kony, el criminal más buscado del mundo.
La hermana Angélique
con P. Ramón Eguíluz,
comboniano,
superior provincial
de la España.
Es un ángel negro, que trabaja con las víctimas de las atrocidades del mayor criminal de la reciente historia de la Humanidad. Joseph Kony, el sanguinario líder del Ejército de Resistencia del Señor, campa a sus anchas por Congo, Sudán del Sur, Centroáfrica. Decenas de miles de personas que son obligadas a huir de sus hogares, dejando sus casas y familias, perdiendo en ocasiones a sus hijos, convertidos en pequeños soldados. Es Angélique Namaika, premio “Mundo Negro” de este año.
“África es el continente con el mayor número de refugiados, y Mundo Negro no puede permanecer al margen de este tema. Algunos de nuestros misioneros viven en zonas marcadas por los campos de refugiados, o por la constante migración y desplazamiento al que están obligados millones de africanos”. Jaime Calvera, director de Mundo Negro, fue el encargado de presentar el XXVI Encuentro de Antropología y Misión, con el tema “Refugiados: voces para la esperanza”.
Una jornada en la que se hará entrega del Premio Mundo Negro (de los misioneros combonianos) a la Fraternidad a Angélique Namaika, “una auténtica voz de esperanza en Dungu, región al noroeste de la República Democrática del Congo”, donde trabaja con mujeres y niños “víctimas de las crueldades ocasionadas fundamentalmente por el LRA (Ejército de Resistencia del Señor), encabezado por el escurridizo Joseph Kony”.
La hermana congoleña, que se encontró recientemente con el Papa Francisco oró con él por la conversión de este sanguinario asesino, el criminal más buscado del mundo. “Le dije al Papa que no venía sola, sino representando a muchas mujeres y niños. Y me animó a seguir trabajando por las personas refugiadas”.
La religiosa es “un símbolo del trabajo que la Iglesia desarrolla en uno de los rincones más peligrosos del continente africano y con un colectivo, los refugiados, que suele olvidarse con más facilidad”. La dotación del premio es de 10.000 euros.
Angélique también fue una desplazada. “Tuve que huir y he visto todas las atrocidades que el LRA llevó a cabo. He visto a personas con los labios cortados, a niños con los pies y los brazos cortados por disparos, he oído a gente gritar antes de que los mataran... La experiencia de los desplazados y refugiados no es nada envidiable, porque uno se marcha sin nada, se va con lo puesto, y sin saber hacia dónde va, en plena selva, desorientados. Afortunadamente, alguien llevaba una lona y el primer día pudimos dormir, aunque sin comer nada. Al final salimos, a pesar del miedo, a pedir a los pueblos del alrededor (...) Todo lo que es violencia me da miedo, y el miedo no me dejaba dormir. Y decidí dejarlo todo en manos de Dios”. Y el milagro se produjo. Y hoy, la religiosa congoleña es quien ayuda a muchos otros, miles, que buscan su lugar en mitad de la devastación y el horror.
“La situación de estas personas, que han sufrido las atrocidades de la LRA, han mejorado. Al principio fue difícil para ellos, porque no conocían la lengua local (ingala), pero la tarea de alfabetización y de considerarles personas, les ha permitido entrar en contacto con la gente de la zona”, subrayó la galardonada, quien explicó que buena parte de su trabajo está en ofrecer formación laboral (coser, cocinar, preparar el pan, trabajo en el campo...).
“Otra cosa muy importante es que gracias a esta formación estamos eliminando en estas personas la cultura del odio, porque si están ociosas, siempre contarán a sus hijos que su padre fue asesinado y eso sembraría el odio en el corazón de los niños”, incidió.
¿Cuál es el papel de la mujer? Atacada, olvidada y sin embargo la columna de cada familia rota. Una de las labores más relevantes de la tarea que lleva a cabo Namaika está en reconstruir esas familias, darles un hogar. “A menudo, les hacemos un acompañamiento psicológico, en el que intentamos ver cuál es su punto de vista sobre la experiencia que vivieron”. La mayor parte de ellas “quieren olvidar”. Lo importante era “salir del bosque” para seguir viviendo. “Quien se entrega al Señor, sabe que Él nos dará la paz”.
En cuanto a la labor de la Iglesia, Namaika señaló que “siempre se dirige a los dirigentes para suplicar la paz, y en las homilías también se transmite la cultura de la paz, para no devolver el mal por el mal”, porque “si uno vive con el odio en el corazón, es él quien sufre más”. “La Iglesia pide que todos los cristianos recen para la conversión de los que hacen el mal para que vuelvan a Cristo, porque necesitamos a todos”. En cada campo de desplazados hay una capilla. Y muchos crucificados.
Este año, el congreso de Antropología y Misión centra su foco en la realidad que sufren las víctimas más desconocidas de la violencia, los refugiados. La celebración de este encuentro coincide con los conflictos de Sudán del Sur y República Centroafricana, que están generando un incesante flujo de desplazados. Con estas víctimas de la violencia sin sentido es con quienes trabaja Angélique Namaika, que el pasado otoño ya recibiera el prestigioso premio Nansen, que concede Acnur.