La misión exige hoy más que nunca un éxodo espiritual que nos haga capaces de no tener otras seguridades que el evangelio que anunciamos
“… me ha consagrado con la unción, para anunciar la buena nueva a los pobres. Me ha enviado a proclamar a los prisioneros la liberación y a los ciegos la vista; para dar la libertad a los oprimidos, y predicar un año de gracia del Señor” (Lc 4,18-19).
1. El Comboniano en su experiencia de misión
En nuestra historia de misioneros hemos experimentado la eficacia del anuncio, cuando hemos compartido situaciones de inseguridad, de pobreza, de despojo. Cuando nuestras manos no estaban ya ocupadas por cosas, se han liberado, para ofrecer el único don que el Señor nos ha pedido que llevemos con nosotros a la misión: su Palabra. Cuando “perdíamos” cosas, estructuras y medios que se consideraban esenciales para la misión, hemos dado más espacio a la Palabra de Dios, nuestro testimonio ha sido más legible, compartido totalmente con los pobres, convertidos nosotros mismos, en pobres de hecho. Pero han sido raros momentos de gracia: la mayoría de las veces hemos vuelto a rodearnos de medios y de obras que nos alejan de la gente, para la que no tenemos ya tiempo…
¿Continúa de verdad siendo esta la misión de los Combonianos? ¿Qué anunciamos? O mejor, ¿a quién anunciamos? Si leemos el “Informe de la primera etapa del proceso de la Ratio Missionis”, nos encontramos descritos como misioneros que se caracterizan por el “hacer”, que viven una misión basada sobre proyectos que requieren muchos medios y personal para poder ir adelante1. El “hacer” se convierte en misión, en daño del anuncio y del testimonio, de la coherencia entre lo que decimos y cómo vivimos2. Tenemos vivo el recuerdo de tantos hermanos nuestros y, entre ellos, sobre todo, de cuantos han sido testigos enamorados de Cristo y de la gente. “Es un recordar y agradecer que genera vida, que se transforma en inspiración para el futuro y que nos ayuda a vivir el presente, conscientes de que no son los tiempos de los grandes números, de los grandes protagonismos y protagonistas, de las grandes obras y de las grandes masas de cristianos. Hoy somos llamados a servir a la misión en el silencio y en la ocultación”3. La misión exige hoy más que nunca un éxodo espiritual que nos haga capaces de no tener otras seguridades que el evangelio que anunciamos y nos haga vivir en la debilidad y en la situación de caminante como Cristo, los apóstoles, Comboni4.
2. El Comboniano, como Cristo, anuncia y da testimonio
La misión es anuncio del Reino ya presente, ante todo, presente en el misionero. Por tanto, misión es la narración de la com-pasión de Dios por el mundo, amado así, como es, al que ha enviado al Hijo, para que “haga causa común” con la humanidad sufriente. “En efecto, Dios ha amado tanto al mundo que le ha dado a su Hijo unigénito, para que quien crea en Él, no muera, sino que tenga la vida eterna” (Jn 3,16). ¿Quién es, por tanto, el misionero? “Es uno que durante toda su vida dice lo que Dios le ha comunicado. Es uno que relata el encuentro que ha tenido con Cristo”5, que lo ha hecho anunciador y testigo. El Comboniano, como Cristo y según el modo de Daniel Comboni, es llamado a encarnarse en la historia de la gente a la que es enviado. Y nuestra Regla de Vida aclara todavía mejor: “El misionero lee la Palabra de Dios a la luz del Espíritu. La aplica a su vida en la meditación, dejándose juzgar por ella y convertir a la manera de pensar y obrar de Dios”6.
En el Informe de la primera etapa, la del ver, hemos estado concordes en reconocer que basamos todavía demasiado nuestra misión en el hacer/realizar, ligados cada vez más a estructuras materiales7. Parafraseando el evangelio de Mateo (Mt 10, 5-10), el Superior General nos recuerda: “Los evangelios son muy sobrios al referir las cosas que los discípulos deben decir y hacer. En la escuela de misión de Jesús, la insistencia mayor está puesta en el estilo de vida de sus anunciadores. La vida de los discípulos comporta algunas actitudes irrenunciables. A los discípulos se les recomienda una atención preferencial, una ternura activa por los enfermos, los pobres, los leprosos, los endemoniados. Deben apasionarse por el hombre y su liberación integral, como Cristo. Como el Maestro en el camino de Emaus, están llamados a hacerse compañeros de camino. Y, como Cristo, deben preferir a los pobres y enfermos. En resumen, amor y misión, son un binomio inseparable8. Y el evangelizador debe por tanto estar disponible, ser humano, orante, profético, prudente, amigo9.
3. El Comboniano, generoso y audaz al modo de Daniele Comboni
Los Documentos Capitulares de 2003 encuadran la misión del Comboniano: “El Plan de Daniel Comboni y su estilo de vida nos estimulan a compartir nuestra fe con los pueblos más marginados, para que sean una comunidad nueva, según el Evangelio”10. Compartir es la nueva palabra de la misión, que se hace completa cuando el misionero, como Cristo, se “encarna” en la historia de la gente, para que tenga vida en plenitud (cfr. Jn 10,10). No se trata ya de “ir para…”, sino de “ser con…”, de caminar juntos, compartiendo la fatiga de creer, de esperar, de amar, pero también la alegría de descubrir cada día los signos del Reino ya presente. Y de estar abiertos a vivir y actuar junto a hombres y mujeres de buena voluntad, para que estos signos sean cada vez más visibles. Por esto tenemos necesidad de pedir al Espíritu una radical conversión del corazón que “nos permita volver a encontrarnos en el corazón de la experiencia carismática de Comboni, para re-fundar con él el camino nuevo de la misión, libres de modelos y compromisos, a menudo ligados a una mentalidad eurocéntrica, a un sentido de superioridad y de eficientismo económico, al hacer más que al ser”11.
El compartir nos desplaza sobre el ser y se convierte en paradigma de la misión del Comboniano hoy. La actitud de quien comparte está hecha de escucha, de respeto, de confianza, de optimismo, de compromiso, de colaboración, de generosidad, de amistad… Quien se encarna, se compromete totalmente con la suerte de la gente y del ambiente en que vive, se deja invadir y transformar por los pobres, por los últimos.
Entonces también la acción del Comboniano no será ya en sentido único: el anuncio del Evangelio y el testimonio de vida encontrarán oyentes atentos, hermanos de camino que, como él, se confrontan con la palabra de Dios y se comprometen en los retos que la misión hoy presenta. He aquí algunos: La primera evangelización, la inculturación del Evangelio, la promoción humana, el compromiso por la justicia y la paz, por la no violencia, por los derechos del Hombre y el respecto del Creado, el diálogo interreligioso, de modo particular con el Islam, el crecimiento y autosuficiencia de las jóvenes Iglesias y un nuevo estilo de presencia misionera en las Iglesias de antigua tradición; las situaciones crónicas y humanamente desesperadas: guerras, refugiados, hambre, SIDA, negaciones de los derechos fundamentales, situaciones de conflicto; los desafíos de los nuevos areópagos, es decir el mundo de la cultura, de las finanzas, de los medios de comunicación, los nuevos estilos de vida, la sociedad civil organizada, las minorías y las diversidades, los emigrantes…12.
Comboni nos recuerda que “el misionero, despojado totalmente de sí mismo y privado de todo consuelo humano, trabaja únicamente para su Dios (…). Su espíritu no pide a Dios las razones de la Misión recibida por él, sino que trabaja basado en su palabra, como dócil instrumento de su adorable voluntad, y en todo acontecimiento repite con profunda convicción: somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer” (S 2702).
Para reflexionar
1. Teniendo en cuenta tu experiencia, ¿en qué circunstancias te has sentido más en sintonía con la misión de Cristo y de Comboni?
2. En cuanto a tu “hacer misión, ¿es fruto de un profundo encuentro con Cristo?
3. ¿Hasta qué punto estás dispuesto a comprometerte con la historia de la gente a la que eres enviado como misionero?
1 Cfr. Revisar la misión, renovándonos nosotros mismos, 5.
2 Cfr. Revisar la misión, renovándonos nosotros mismos, 10.3.1.
3 Carta del CG “Juntos hacia el Capítulo General 2009”, abril 2007, 4.
4 Cfr. Instrumentum Laboris para el Capítulo General del 2003, 54.2.
5 Carta del P. Teresino Serra, “Ser misión”, en Familia Comboniana, septiembre de 2005.
6 RV 47.1.
7 Cfr. Revisar la misión, renovándonos nosotros mismos, 8.22; AC ’03, 108.
8 Carta del P. Teresino Serra, “Ser misión”, en Familia Comboniana, septiembre de 2005.
9 Cfr. Carta del P. Teresino Serra, “Una misión exigente”, MCCJ Bulletin 225, enero de 2005.
10 AC ’03, 40.
11 Instrumentum Laboris para el Capítulo General 2003, 49.
12 Cfr. Instrumentum Laboris para el Capítulo General 2003, 72 (pero todo el capítulo II y el III se deberían volver a tomar sobre este tema).
Ratio Missionis, etapa del discernimiento MISIÓN/EVANGELIZACIÓN 5