SOMOS MISIONEROS COMBONIANOS DEL CORAZÓN DE JESÚS NUESTRO NOMBRE ES NUESTRA IDENTIDAD

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La contemplación frecuente del Corazón Traspasado nos dará la capacidad de mirar con compasión y amar a la gente que encontramos, en sus situaciones y necesidades cotidianas. Sólo con esta actitud, nuestra respuesta misionera será la misma de la de Jesús

“Quien me ha visto a mí ha visto al Padre” (Jn 14,9)

Vivimos en un tiempo de cambios rápidos y dramáticos
En la primera fase de la Ratio Missionis hemos visto que la asimilación de los elementos de nuestro carisma no es muy profunda, y que su interpretación es un esfuerzo más individual que comunitario. Esto influye mucho en nuestra identidad. Por esta razón las provincias sugieren una reflexión más profunda sobre este tema, durante el proceso de la Ratio Missionis, en particular durante la etapa del discernimiento.
Las transformaciones del mundo de hoy, producidas por los tiempos nuevos y la globalización, nos envuelven de muchos modos, tanto a nivel espiritual, como social y político. Hoy podría resultar difícil entender el significado del “Sagrado Corazón” para los africanos, los latinoamericanos, los asiáticos y los mismos occidentales (1). Algunas de nuestras comunidades se presentan ya como multiétnicas e interculturales (2), por el número cada vez mayor de hermanos que provienen de los territorios donde estamos presentes. Estos hermanos cambian y desafían al Instituto a convertirse en “católico” en la línea del Plan de nuestro Fundador. Como Misioneros Combonianos vemos surgir sensibilidades nuevas respecto a nuestra espiritualidad, misión e identidad que requieren nuestra consideración. El acontecimiento de la canonización de Comboni nos animó a un más profundo descubrimiento del don que se nos ha dado. Nos da la capacidad de afrontar con valor y creatividad los desafíos de una misión renovada de la que tenemos necesidad para la llegada del Reino al mundo de hoy. Por esto, en la Iglesia tenemos la responsabilidad de mostrar nuestras específicas características misioneras (3).
En la carta de presentación de las Actas Capitulares 2003, el Consejo General escribió: “Este documento es la voz de nuestra familia, comprometida en la misión de Dios y guiada por la espiritualidad de nuestro santo Fundador” (4). “Los capitulares habían partido buscando lo nuevo, lo profético. Lo nuevo, en verdad, significa volver a la pasión por la misión por la que Comboni habló, trabajó, vivió y murió” (5). Advertimos una dicotomía entre lo que es nuestro nombre, “Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús” y lo que deberemos ser a nivel de identidad misionera. Esto, a decir verdad, incide en nuestro modo de vivir nuestra espiritualidad (6).

La crisis en la espiritualidad es una crisis de identidad
La espiritualidad del Sagrado Corazón ha entrado en crisis, a pesar de la larga tradición, la historia y los numerosos documentos de la Iglesia y del Instituto sobre este tema. Sólo un número limitado de fieles y no muchos religiosos ven actualmente esta espiritualidad como correspondiente a sus expresiones y sentimientos religiosos. El relativismo religioso y moral está minando la esperanza y la compasión universal que surgen del Sagrado Corazón. Lo que permanece es una devoción o veneración dulcificada y personalizada, de poca relevancia para los retos del mundo de hoy. Este proceso va al mismo paso que la pérdida del mensaje central de lo cristiano, expresado por el amor incondicionado de Dios, por medio de Cristo, para toda la humanidad.
Entre los elementos esenciales que caracterizan nuestra identidad comboniana, el “Sagrado Corazón de Jesús” recibe sólo una atención marginal (7). Según parece, no hemos desarrollado suficientemente una cristología a la luz del Sagrado Corazón que considere esta devoción, no simplemente una cuestión de preferencia personal, sino un elemento fundamental de nuestra espiritualidad comboniana. Esto explicaría porqué la compasión hacia los pobres y los más abandonados deja espacio a todo: desde el paternalismo, al desarrollo humano, actualización de los proyectos, compromiso por la justicia y la paz y la integridad del creado.

La necesidad de una profunda contemplación y reflexión sobre el Sagrado Corazón
“Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn 14,9). Tenemos necesidad de identificarnos con las actitudes y los sentimientos de Jesús, para ver con sus ojos, pensar con su mente, sentir con su corazón, caminar con sus pies, abrazar con sus brazos. Jesús se sintió extraviado con los extraviados, hambriento con los hambrientos, enfermo con los enfermos. Todo tipo de sufrimiento fue sentido por él con infinita sensibilidad. El gran misterio que se nos revela por su actitud es que Jesús, el inocente Hijo de Dios, que eligió en total libertad llevar plenamente sobre sí nuestros dolores, nos ayuda a descubrir la verdadera naturaleza de nuestras pasiones. Puesto en confrontación con El, vemos y experimentamos quiénes somos verdaderamente. El, que es divino, vive nuestra humanidad, no como maldición (Gn 3,14-19), sino como bendición. Su amor divino nos da la capacidad de confrontarnos con el pecado que hay en nosotros, porque su compasión es capaz de transformar nuestra quebrantada condición humana, de una situación de desesperación a una de esperanza (8).
Si tenemos los ojos fijos en él, no estaremos tentados a seguir cualquier inclinación o lo que está de moda, sino que aprenderemos, en cambio, a evitar las falsas ideologías y las dudosas estrategias, tanto eclesiales, como políticas. Jesús nos muestra un Dios compasivo. Esto significa, en primer lugar, que es un Dios que ha elegido ser Dios-con-nosotros: “Dios, en efecto, ha amado tanto al mundo que le ha dado su Hijo unigénito, para que quien crea en él, no muera, sino que tenga la vida eterna” (Jn 3,16). Es, precisamente, este sentimiento de compasión el que también nosotros hemos de tener cuando llevamos adelante nuestro trabajo misionero y vivimos nuestra consagración misionera. La contemplación frecuente del Corazón Traspasado nos dará la capacidad de mirar con compasión y amar a la gente que encontramos, en sus situaciones y necesidades cotidianas. Sólo con esta actitud, nuestra respuesta misionera será la misma de la de Jesús y no una misión nuestra personal, una “missio mea”.
“La contemplación del Corazón traspasado de Cristo, del que nace la Iglesia, es un desafío a la acción misionera como compromiso para la liberación global del hombre y de aquella caridad fraterna que debe ser un signo distintivo de la comunidad comboniana” (9). No puede existir misión, sin encuentro personal con Cristo, no puede existir misión sin verdadero encuentro y un compartir la vida con los pobres, no puede existir misión sin encuentro personal con Comboni (10). Partiendo de esta experiencia, que nos trasmitió san Daniel Comboni, nos convertimos en anunciadores y testigos de la Buena Nueva haciendo causa común con la gente, especialmente en situaciones difíciles, y poniéndonos a disposición de ir a donde otros no quieren ir (11). “Sí, yo soy ya vuestro Padre y vosotros sois mis hijos. Os abrazo y os uno estrechamente a mi corazón. Vuestro bien será el mío y vuestras penas serán también las mías. Yo quiero hacer causa común con cada uno de vosotros y el más feliz de mis días será aquel en que podré dar la vida por vosotros” (12).

Preguntas para profundizar
1. El Corazón Traspasado de Cristo, crucificado y resucitado debería estar en el centro de nuestra atención, en particular en la contemplación y reflexión. ¿Buscamos este Corazón Traspasado para ser sus auténticos misioneros en el mundo?
2. ¿Cómo encontramos a la gente, especialmente a los pobres y abandonados? ¿Cómo lo hacemos, especialmente en situaciones difíciles? ¿Sabemos encontrar a Cristo en los otros? Los vemos con sus ojos y sus sentimientos? ¿Cómo podemos aprender a ser misericordiosos como el Padre que está en los cielos? ¿Cómo podemos, al menos nosotros, ser buenos oyentes?
3. ¿Cómo es nuestra celebración de la Eucaristía? ¿Es para nosotros un encuentro frecuente e importante con el Señor crucificado y resucitado, que está llevando a cabo una total y misericordiosa donación de sí “por nosotros y por todos”?


1 Informe de la primera etapa del proceso de la RM, 4.1.
2 Cfr. AC ’03, 17, 18.
3 Cfr. AC ’03, 32.
4 Cfr. AC ’03, Carta de Presentación, La voz de la misión.
5 Cfr. AC ’03, Carta de Presentación, Lo nuevo del Capítulo.
6 Informe de la primera etapa del proceso de la RM, 4.1.
7 Cfr. AC ’03, 22.
8 Cfr. Henry J. Nouwen, Compassion, New York, 1993.
9 Regla de Vida 3.3.
10 Informe de la primera etapa del proceso de la RM, 9.1; 9.3; 9.4.
11 Cfr. Aportación de la provincia del South Sudan para la Ratio Missionis.
12 Cfr. Escritos 3157 y siguientes.
Ratio Missionis, etapa del discernimiento IDENTIDAD 3