En la segunda etapa del proceso de la Ratio Missionis somos invitados a descubrir personalmente y en nuestras comunidades los signos de la presencia del Espíritu en nuestro camino, para responder adecuadamente a las exigencias y desafíos que debemos afrontar
“Al atardecer ustedes dicen: va a hacer buen tempo porque el cielo está rojo. Por la mañana dicen: hoy seguro llueve porque el cielo está rojo oscuro. ¡Saben distinguir el aspecto del cielo y no distinguen las señales de los tiempos!” (Mt 16, 2-3).
1. Discernir en tiempos difíciles
Los Misioneros Combonianos solemos admitir que pasamos rápidamente a la acción, tras percibir los retos que nos aporta la realidad. Pasamos así del ver al actuar casi sin pararnos, sin tomarnos el tiempo suficiente para discernir.
El Instituto, tras la primera etapa del ver, animado por la carta del Consejo General, ha entrado en la segunda etapa del proceso de la Ratio Missionis: el discernimiento. Somos invitados a descubrir personalmente y en nuestras comunidades los signos de la presencia del Espíritu en nuestro camino, para responder adecuadamente a las exigencias y desafíos que debemos afrontar.
Vivimos tiempos de individualismos en los que muchos buscan disponer de sí mismos sin hacer referencia a nada que esté por encima o al lado de él. Al mismo tiempo, estamos condicionados constantemente por miles de mensajes distintos que pretenden imponer un modo de pensar y vivir que no es siempre según lo que Dios quiere. El discernimiento en este contexto es un medio para salir de este yo centrado exclusivamente en sí mismo y de una manera de vivir ajena al Evangelio.
Condiciones necesarias para que pueda darse el discernimiento son fomentar un clima fraterno que permita el compartir y una vida de oración seria y continuada.
Por eso, el discernimiento no es una discusión, un debate sobre un argumento, ni un estudio o una reflexión, tampoco se trata de una profundización de un texto bíblico o de un trabajo que esté separado de la fe y el amor. Se trata de vivir juntos una experiencia de fe. Supone una actitud de escucha y atención que nos ayuda a descubrir en nuestra andadura personal, comunitaria, provincial y de Instituto lo que Dios quiere de nosotros hoy. Esto requiere en nosotros una gran disponibilidad, estar dispuestos a convertirnos.
El discernimiento es una actitud espiritual que nos permite escuchar la voz de Dios en medio de tantas voces que nos asaltan, descubrir las señales de la presencia de Dios y de su proyecto en nuestra realidad actual. Se trata de un camino personal y comunitario que exige aprender a leer nuestra historia personal y la del Instituto de forma evangélica, sin olvidar sus momentos de fragilidad, sus fracasos, sus momentos de fidelidad en medio de las persecuciones, tantos testimonios hasta el martirio. Ambas historias se descubren entonces como lugares donde Dios se nos hace presente.
Esta práctica es un aprendizaje que ayuda a desarrollar la capacidad de atención, el amor reciproco, la corresponsabilidad y la inserción en la realidad.
2. El discernimiento en la tradición cristiana
El discernimiento hunde sus raíces en la tradición de la Iglesia. Así, Jesús reprocha a las personas de su tiempo no saber reconocer los signos de los tiempos (Lc 12,56), es decir su incapacidad en captar las señales que “hablaban” de la presencia de Dios en medio de ellos.
La Iglesia de los orígenes en el momento crucial de la entrada de los no-judíos en la comunidad convoca una reunión para discernir lo que era conveniente decidir (He 15,1-11; 22-29). Pablo insistirá repetidamente en la necesidad de “examinarlo todo para quedarnos con lo bueno” (1Tes 5,20). Ya más cerca de nosotros, el Concilio Vaticano II afirmó: “Es propio de todo el Pueblo de Dios, pero principalmente de los pastores y de los teólogos, auscultar, discernir e interpretar, con la ayuda del Espíritu Santo, las múltiples voces de nuestro tiempo y valorarlas a la luz de la palabra divina, a fin de que la Verdad revelada pueda ser mejor percibida, mejor entendida y expresada en forma más adecuada” (GS 44).
3. Etapas del discernimiento en común
- Elección y justificación del tema
Sin caer en el plano de la discusión dedicamos mas o menos una hora a dar razones sobre la pertinencia del problema que se nos presenta. Esto nos puede ayudar a comprender, clarificar y establecer limites a las diversas problemáticas que pueden surgir. Este primer momento tiene el objetivo de ponernos de acuerdo sobre las problemáticas comunes y a iniciar un camino de búsqueda de respuestas.
- Oración comunitaria en silencio
Nos ponemos juntos ante Dios para buscar con corazón disponible y abierto la voluntad de Dios desde lo que hemos compartido. Nos quedamos en silencio, juntos, en actitud de escucha a Dios en un lugar apropiado (entre media hora y una hora). Se ora personalmente y en común de forma explicita.
- Reflexión personal en un lugar común
Integramos personalmente lo que nos ha dicho el Señor en la oración. El objetivo es reflexionar personalmente y en común, trabajamos en silencio pero juntos. No se trata de una contradicción (personal/en común) sino de una modalidad específica: el silencio y la concentración personal se enriquecen por la presencia y el esfuerzo de todos; esto expresa al mismo tiempo un valor antropológico y una verdad del Espíritu.
- Compartimos sobre el tema que tratamos
Dialogamos sobre la cuestión que nos ocupa, no se trata de un debate, sino de una escucha atenta de los hermanos en clima de respeto. Ponemos en común las respuestas a las preguntas. Esto nos permitirá profundizar aun más la voluntad de Dios y sobreponer el “espíritu” a la “carne”.
- Interiorización. Oración comunitaria en silencio
Interiorización con el Señor, en función de la búsqueda de decisiones comunes (una media hora). Actitud de oración atenta y silenciosa.
- Tomamos decisiones juntos
Buscamos propuestas concretas. Aceptar una propuesta u otra no es consecuencia únicamente de un voto mayoritario (como en un parlamento), sino que es resultado de una actitud común de atención a Dios, a los hermanos y a la realidad. Se llega a la propuesta pues tras buscar lo más adecuado y conveniente para todos. Esto puede ayudar a una posible programación comunitaria, provincial o de Instituto.
Es bueno recordar que, en ocasiones, el discernimiento exige parar el discernimiento (no por juego diplomático o por cobardía, sino por otros motivos. Por ejemplo, cuando se hacen necesarias nuevas aclaraciones y aportar luz más abundante a la cuestión, o cuando una decisión no estrictamente necesaria acabaría por poner en peligro o causar daño la unidad, o al menos la armonía de la comunidad). La comunidad no es sólo el sujeto activo del discernimiento, sino también el lugar en el que éste se hace posible y su medida teológica.
4. Preguntas para profundizar
- ¿Tienes una experiencia de discernimiento en tu comunidad? Explica los pasos que dieron y los resultados obtenidos.
- ¿Qué problemática de tu provincia y del Instituto están exigiendo un discernimiento comunitario?
Roma, 25 de julio de 2007
La Comisión Restringida de la Ratio Missionis