Presentamos algunos principios y provocaciones que nos ayuden en nuestra reflexión sobre lo que nosotros, Misioneros Combonianos, estamos llamados a hacer hoy, dónde nos colocamos y con quién queremos compartir nuestra vida y nuestra vocación misionera.

Introducción
A través del don de San Daniel Comboni y su carisma misionero, el Espíritu nos guía en dos frentes:
- Una profunda experiencia de Dios y de seguimiento de Cristo.
- El servicio a los hermanos y al mundo a través de un ministerio particular.
Proclamar Santo a Comboni nos compromete a vivir su espiritualidad, y también a asumir las líneas de la metodología misionera trazada por él, desarrolladas y actualizadas en la vida de tantos hermanos y en la historia del Instituto. Presentimos algunos principios y provocaciones que nos ayuden en nuestra reflexión sobre lo que nosotros, Misioneros Combonianos, estamos llamados a hacer hoy, dónde nos colocamos y con quién queremos compartir nuestra vida y nuestra vocación misionera. En otras palabras: ¿qué es lo específicamente nuestro como Misioneros Combonianos? Y aún más, visto que se dice que “todo es misión”, ¿en qué medida podemos seguir queriendo estar presentes en todos los campos? Y si esto no es posible, ¿cuáles son los campos que el carisma comboniano debe poder privilegiar?

a) ¿A quien anunciamos?
El Espíritu del Señor conduce a los pueblos a “encontrarse con la persona de Cristo y su mensaje y a entrar en el nuevo Pueblo de Dios” (RV 56).
Como Misioneros Combonianos estamos llamados a:
1. Vivir en el mundo de hoy e inserirnos en contextos humanos siempre más difíciles y exigentes. Es ahí donde debemos dejarnos encontrar por los “más pobres y necesitados”, ya amados y redimidos por Dios.
2. Escuchar el grito de toda la humanidad, de los más pobres y los que más sufren, entrando junto a ellos en diálogo con un Dios que se ha hecho uno de nosotros, y que encontramos continuamente en nuestro camino cuando nos ponemos entre los últimos.
3. Anunciar a Cristo y el Reino de Dios: esto nos mete de lleno en la misión única y específica de la Iglesia, llamada a descubrir la presencia y la acción de Dios en el mundo y a participar en su transformación para “hacer nuevas todas las cosas”.

- Cuánto hay de “Cristo” en mi anuncio misionero y cuánto hay de “mi mismo”?
- Descubramos las maravillas que el Espíritu realiza a nuestro alrededor: recordemos a cohermanos, misioneros, laicos, no creyentes, que viven o han vivido actuando según los valores del Reino.


b) ¿Por qué anunciamos?
1. Para que se realicen los valores del Reino. Los descubrimos en Cristo, que nos invita a denunciar las injusticias que corrompen la sociedad, que invita a pensar en un mundo nuevo, que nos implica en la reconciliación y abre al hombre horizontes de esperanza en un mundo de justicia y de paz (cf. AC ’97, 111). Anunciar unos cielos nuevos y una tierra nueva, comprometidos en la promoción humana integral.
2. Porque la misión pasa hoy a través del empeño por la justicia, la paz y la integridad de la creación (JPIC), proponiendo nuevos modelos de vida para todos (AC ’03, 12; 46). Como Misioneros Combonianos estamos llamados a la profecía del anuncio y de la denuncia, a la formación de las conciencias, a la educación a la paz y la justicia, a implicarnos con todos aquellos que trabajan por la justicia y la paz. Incluso la formación de nuestros candidatos debe desarrollarse en contextos geográficos y humanos estimulantes, a través de contenidos de justicia y paz (AC ’03, 54, 3 y 4).

- Nuestro estilo de vida personal y el estilo de vida de nuestra comunidad, ¿en qué medida reflejan la finalidad de la misión (el anuncio misionero del Reino y sus valores)?
- Lo que estoy haciendo, ¿me define como Misionero Comboniano? ¿por qué?


c) ¿A quién dirigimos el anuncio?
Somos enviados ad gentes y ad pauperes, privilegiando la primera evangelización entre grupos humanos en situaciones sociales, culturales, políticas y económicas en las que la ausencia del mensaje cristiano y/o de los valores del Reino impiden la vida de fraternidad y libertad según el plan de Dios y revelada en Jesucristo.
Como Misioneros Combonianos, estamos llamados a:
1. Anunciar la buena nueva a los pobres (cf. Lc 14), proclamando explícitamente que la salvación es ofrecida a todos los hombres en Jesucristo (RV 56, 59). En las situaciones de pobreza y de muerte, Cristo y una multitud de hermanos a amar se convierten en la única pasión del Comboniano (cf. AC ’03, 34).
2. Compartir la suerte de la humanidad. El anuncio de la salvación se dirige a todos los hombres, pero el Misionero Comboniano, siguiendo el ejemplo de Daniel Comboni, está llamado a anunciar la salvación viviendo el propio carisma misionero en contextos humanos de pobreza y negación de los derechos fundamentales. En el continuo éxodo de si mismo y de su tierra, el Comboniano se pone en camino al lado de los pueblos a los que es enviado, compartiendo su suerte y transformándose en testigo de la compasión del Padre por la humanidad (cf. RV 60).
3. Dejarse convertir. El Misionero Comboniano anuncia la salvación y se deja convertir en un camino común y constante de liberación integral, en plena comunión con Dios y con los hombres a los que es enviado (cf. RV 61).

- Reflexionemos sobre nuestro trabajo y el contexto en el que lo estamos desempeñando. ¿A quiénes nos dirigimos como misioneros? ¿Qué sabemos realmente de ellos?
- ¿Qué conversión creemos necesaria para cada uno de nosotros, para nuestra comunidad, para el Instituto Comboniano?


d) ¿Cómo anunciamos?
Como Misioneros Combonianos estamos llamados a:
1. Dar testimonio con nuestra vida del anuncio explícito, viviendo la alegría de la donación total, experimentando y compartiendo la fuerza liberadora del Evangelio con los crucificados de la historia (cf. AC ’03, 35). La Palabra de Dios, releída hoy a través de los ojos del pobre, nos ayuda a vivir con ellos en fidelidad radical al Evangelio y a nuestro carisma misionero (AC ’03, 52. 1).
2. Edificar la Iglesia como “familia de Dios”, conduciendo al hombre al encuentro con la persona de Cristo, que lo acompaña en una aventura de fe. Este modelo de “Iglesia-familia” se transforma así en lugar de comunión, oración, escucha, empeño por la transformación del mundo y de sus estructuras de opresión e injusticia.
3. Hacer surgir comunidades que sean signo del Reino. Comunidades apostólicas en las que el compartir, el diálogo, la reconciliación y la colaboración sean vividos con valor y empeño, con un estilo de vida que se propone como alternativa posible a un mundo dominado por el egoísmo y el consumismo.

- En nuestro trabajo misionero, ¿nos sentimos Combonianos por la elección del campo en el que el Instituto nos ha colocado? ¿Por el método? ¿Por el estilo de presencia y de vida?
- ¿Cómo y cuánto nos sentimos implicados en la vida y la suerte de la gente con la que compartimos el anuncio del Reino y sus valores?


e) ¿Dónde anunciamos?
Con la pasión misionera de Comboni, abiertos al Espíritu que nos hace leer los signos de los tiempos, “debemos determinar las situaciones de pobreza y abandono que nos interpelan hoy y así recalificar nuestros compromisos” (AC ’03, 38).
Como Misioneros Combonianos, estamos llamados a:
1. Ser misioneros en todas partes y siempre (AC ’03, 41). ¿Misioneros “ad gentes” o “inter gentes”? No es una misión “fácil” y no es el lugar geográfico el que nos da la identidad. Aunque manteniendo un vínculo privilegiado con África, es necesario un salto cualitativo y un cambio de visión, sintiéndonos llamados a vivir siempre y en todas partes en “estado de misión”.
2. Recoger los desafíos de la misión hoy. Estamos llamados a focalizar mejor nuestros campos de trabajo (cf. AC ’91, ’97, ’03):
- la primera evangelización, la ministerialidad y formación de los agentes pastorales, el empeño social y la promoción humana, la animación misionera de la Iglesia local, la formación de candidatos a partir del reto de la misión, nuestro estilo de vida en solidaridad con los pobres del mundo;
- la apertura a las nuevas fronteras del sufrimiento humano: periferias pobres de las grandes metrópolis, refugiados e inmigrantes, minorías y sin tierra, jóvenes, niños de la calle, víctimas de la globalización, de la violencia institucionalizada, enfermos de sida;
- el Islam, cada vez más presente en todas partes, el diálogo interreligioso, la inculturación, Asia, continente que nos desafía cada vez más;
- los nuevos areópagos, como el mundo de la comunicación, las finanzas y la ética social, el empeño en el área de JPIC (AC ’03, 46), los derechos humanos, la misión a través del lobbyng y el networking.
3. Recualificar los compromisos y el personal. Tomando en consideración los campos y las áreas señaladas antes, las situaciones particulares de la misión y del personal, cada continente, con sus provincias, debe escoger sus actividades y presencias, recalificar los compromisos y el personal para el bien de la gente y de los hermanos, sin pretender responder a todos los desafíos que se presentan (cf. Instr. Lab. 2003, 72; AC ’03, 43).
4. Darse criterios para escoger (abrir y dejar) compromisos. Con vistas a nuestra elección, debemos tener presentes: las situaciones sociales inhumanas de extrema pobreza, que Comboni definía como los “más pobres y abandonados”, y que continúan todavía hoy, especialmente en el sur del mundo; las orientaciones y el diálogo con la Iglesia universal y local; el crecimiento de la Iglesia local en una suficiente -aunque si no total- autonomía; la provisionalidad, característica esencial de nuestra presencia misionera; nuestras fuerzas reales y la nueva geografía vocacional; la apertura a nuevos e inusitados campos que la sociedad nos propones al inicio del tercer milenio (cf. Instr. Lab. 2003, 70-71; AC ’03, 36).

- ¿Qué significa hoy ser misioneros ad extra?
- ¿Qué elecciones quisiéramos que hiciera el Instituto (o nuestra provincia) para vivir el carisma de misionero ad extra?

Examinando y reflexionando sobre los compromisos y presencia de nuestra provincia ¿Qué quisiéramos dejar? ¿Dónde deberíamos comprometernos más, siguiendo la pasión y el carisma de Daniel Comboni?
Ratio Missionis, subsidio n.4