Terracina (Latina), 5-9-1954
Muiravale (MZ), 24-8-1992
Era el primero de los cuatro hijos -Fabio, Patricia y Roberta- de Elio y Tilde Braconi. Vivo e inteligente, Alfredo creció entre la familia y la parroquia. Su padre, tipógrafo de oficio, fue durante varios años presidente de la Acción Católica. Indudablemente en la educación familiar y en las actividades del grupo scout al que pertenecía, maduró una sensibilidad abierta y atenta a las necesidades de los demás.
«... la vida diaria -explicó él mismo- con sus oscuridades y sus dolores me fue modificando poco a poco transformando mi corazón de piedra, jansenista, diría yo, en un espacio mas amplio, capaz de acoger la gracia de Dios, que pasa por la vida de cada día, sobre todo mediante las personas que nos rodean. Me parece que mi vocación, coma todas, se dio en este contexto del misterio de Dios, que nos envuelve y que vive en su Iglesia».
Los recuerdos que guardan de él sus numerosos compañeros de colegio de Terracina coinciden en afirmar que su cualidad mas sobresaliente era la «generosidad», que llegaba hasta pasar sus ejercicios escritos a los compañeros que no sabían hacerlos...
Con gran determinación
Terminado el liceo, se matriculo en la facultad de medicina de la Universidad de Siena. Exámenes, hechos con regularidad y notas excelentes, que terminaron el 23 de julio de 1980.
Tres meses después sufrió el examen de Estado para la habilitación al ejercicio de su profesión y empezó a trabajar en una clínica privada de Terracina. El 7 de abril de 1981 se presento en la academia naval de Livorno para hacer el servicio militar, que completo en Taranto, donde supo aprovechar aquellos largos meses (18) especializándose en «primeros auxilios» y cuidados de urgencia.
La idea que tenia desde hace anos -trabajar como voluntario en un país del Tercer Mundo- se hizo más insistente. En un primer momento pensó agregarse al CUAMM, pero luego prefirió una opción mas radical.
En octubre de 1982 entró en el postulantado de Florencia. Contribuyeron a orientarlo a los combonianos los encuentros con varios misioneros y los fines de semana que durante el servicio militar paso en el GIM de Lecce. Le ayudo también el párroco don Giancarlo Masa, que habla del itinerario vocacional de Alfredo con estas palabras: «Empezó a caminar con gran determinación en la vocación misionera y su camino se convirtió en una carrera... Lo recuerdo decidido, entusiasta, sin preocuparse de si, necesitando muy pocas cosas, con una destacada sensibilidad hacia los mas pobres e indefensos, es decir, preocupado por las cuestiones de justicia social».
Dos anos después empezó el noviciado en Venegono y el 17 de mayo de 1986 pronunció los primeros Votos.
Destinado al escolasticado de Kampala, se preparó con un año en Londres. Al principio del curso 1987-1988 fue a Uganda, donde prosiguió el estudio de la teología, que había comenzado en Florencia, en el seminario nacional de Gaba. El 17 de abril de 1988 fue ordenado de acólito y lector.
Como Hermano
Al trasladarse el escolasticado a Kenia, Alfredo continuó y terminó los cursos de teología en el TCR de Nairobi. Muy activo y original, no solo animaba los actos litúrgicos con la guitarra y con oraciones de profundo contenido, sino que ejercitaba su vena poética contando en verso el impacto que le causaba la realidad de las chabolas de Kariobangi, donde en sus horas libres trabajaba en el dispensario de la parroquia. Experiencia en la que reflexiono largamente y le llevo a manifestar a los superiores su deseo de no ordenarse de sacerdote.
«EI discernimiento hecho con los formadores del escolasticado me ha llevado a reconsiderar algunos aspectos importantes de mi vocación a la misión. Le pido ser aceptado como Hermano en la Congregación de los Misioneros Combonianos» (Carta del 3 de febrero de 1989).
Sobre la misma cuestión escribió a su hermano Fabio, ya también próximo al sacerdocio, diciéndole que se trataba de «una decisión muy penosa» sobre la que está «rezando y reflexionando mucho».
Entre el final del ultimo ano de teología (mayo de 1989) y los exámenes (marzo de 1990) -nueve meses- Alfredo fue a Liverpool para un curso de medicina tropical.
En el juicio que da el formador del escolasticado de Nairobi con fecha 15 de febrero de 1989, están presentes todos los aspectos de su personalidad: «Alfredo ha realizado en el escolasticado un trabajo serio para hacer una opción especial dentro de la opción comboniana. Ha llegado a la conclusión de que es mejor para él dedicarse completamente a la profesión médica sin recibir la ordenación sacerdotal. En el noviciado había escrito: "Tengo una gran estima por la vocación laical. Y yo me siento parte viva del único pueblo en camino.- Esta estima, teológicamente fundada, esta muy arraigada en él e influye en la decisión actual... Alfredo posee todas las cualidades para trabajar a tiempo pleno como médico misionero, haciendo de momento su consagración religiosa como hermano comboniano. Tiene también las cualidades y la preparación para ser sacerdote. Por eso le hemos animado a terminar sus estudios...
No puede soportar a las personas autoritarias y dominantes, le cuesta mantenerse abierto al dialogo con ellas y corre el peligro de juzgar incluso sus intenciones... A veces es radical en la critica, como le sucede cuando habla apasionadamente. Sin embargo, en la practica es mucho más evangélico y no se desmiente en su disponibilidad generosa. Una personalidad madura y exuberante como la suya necesita sumergirse totalmente en la vida real para poder ulteriormente suavizarse y armonizarse».
En Mozambique
Es lo que él deseaba. En junio de 1989 fue destinado a la provincia de Mozambique. «Cuando llegues, veras que es un campo inmenso, ya que la guerra no ha hecho mas que destrozar todo. Las estructuras sanitarias, que antes eran bastante buenas, han sido aniquiladas. Estoy contento y agradecido de que aceptes este trabajo», le escribía el Superior General, P. Pierli.
«Doy gracias al Señor y a ti por proporcionarme una posibilidad tan hermosa de servicio a los hermanos y a la venida del Reino», respondió.
Se puso en contacto con el P. Palagi, provincial de Mozambique: «Terracina 3 de agosto de 1989. He recibido esta noticia por carta de la Dirección General hace unos días y estoy muy contento de ella. En el pasado el P. Milani me había indicado esta posibilidad y yo había ocultado mi entusiasmo por temor al agere contra de los superiores. Pero mi corazón misionero siempre ha soñado en portugués...» Le pedía poder rasar unos meses en el hospital de Kalongo.
El P. Palagi le contesta: «Creo que quien desea trabajar en Mozambique debe ser ante todo un voluntario, sabiendo donde y como podrá situarse en este contexto violento, pero estimulante al mismo tiempo, aceptando compartir la vida de nuestro pueblo no ya en aspectos marginales, sino en lo que es esencial: la vida y la muerte, el temor y la inseguridad cotidiana, la lucha por mejorar a unas personas desgraciadas o embrutecidas por una guerra sin sentido». En cuanto a Kalongo, le recomienda: «Procura en Uganda que no te maten ni te capturen, cosa que podrán hacer también aquí en Mozambique».
En otoño va a Lisboa para un curso de portugués. El 3 de febrero de 1991 llega por fin a Mozambique; se detiene en Anchilo unas semanas para trabar conocimiento con el ambiente y la lengua macúa. Mientras tanto el superior provincial ha hablado con el ministerio de sanidad que aprobó el proyecto presentado por la misión. El hermano Alfredo trabajara dos años como médico mozambiqueño en la estructura sanitaria de Namapa. Recibirá un salario de 343.072 maticais al mes.
Los términos «estructura sanitaria» no deben inducirnos a error. EI hospital de Namapa, como muchos otros centros sanitarios o escolares, lleva las trazas de la guerra. Alfredo dice: «EI hospital de Namapa, donde estoy destinado, esta medio destruido. Es un edificio rural que hay que acondicionar porque esta en ruinas después de sufrir un ataque de la Renamo hace dos años. Destrozaron el techo, así es que el hospital lleva soportando tres estaciones de lluvia. Por tanto, tiene que trabajar los albañiles antes de que...»
EI puso manos a la obra con entusiasmo y la esperanza de que la colaboración de la gente de allí y de sus amigos lejanos le ayudaría a poner de nuevo en marcha aquel centro hospitalario.
En conciencia
Sin embargo las cosas tomaron pronto un cariz imprevisto. Por diversos indicios -fondos prometidos que no llegan, irresponsabilidad del personal sanitario, falta injustificable de instrumentos y recursos- el hermano Alfredo saca la conclusión de que hay quien ha decidido poner obstáculos a su persona y a su labor. Aguanta, hace lo que puede para afrontar las necesidades continuas causadas por la guerrilla (heridos que llegan en grupos). Escribe pacientemente cuando comprende que el dinero asignado al hospital no llegará: «El dinero no se ha perdido: ha acabado en los bolsillos de los administradores y de los enfermeros del hospital, que llevan muchos meses sin cobrar su sueldo».
A finales del año toma la decisión de marcharse de Namapa para ir a trabajar al pequeño hospital de Alua donde están las hermanas combonianas y las cosas funcionan. EI 4 de enero envía a la dirección sanitaria del distrito de Namapa una carta en la que enumera los motivos que en conciencia le obligan a no respetar el contrato que lo vincula al hospital, y a «declinar toda responsabilidad moral y legal». Añade que en el
centro de Alua continua cumpliendo su contrato: «Dios me es testigo de que he procurado de todos los modos posibles salvaguardar los intereses de los enfermos y la reputación de todas las personas implicadas».
Consiguió el permiso de quedarse en Alua y allí pudo trabajar a su gusto y realizar proyectos que ideaba desde hacía tiempo: camillas con ruedas para el transporte de los enfermos, programas de educación sanitaria y de medicina preventiva, estudio de la medicina tradicional, reparto de víveres.
El 19 de abril de 1992 renovó su profesión religiosa. En la formula añadió estas palabras: «Doy gracias al Señor por ese don de la misión en Namapa entre los macuas. Gracias también por la acogida fraterna de los hermanos que nunca han dejado de darme solidaridad, ayuda material y espiritual...». Unas semanas después comunica al Superior General: «He renovado por sexta vez mis Votos temporales. Creo que ya ha llegado para mi el momento de algo definitivo...»
Muiravale
No sospechaba que ese «momento» estaba ya cercano.
A primeros de agosto, después de planificar un programa válido hasta mediados de diciembre, decidió tomarse unos días de descanso en Nacala siendo huésped del obispo monseñor Germano Grachane y de su secretario el P. Manuel Velo Martínez. Estuvo casi dos semanas, durante las cuales discutió con el Obispo varios proyectos de educación sanitaria básica. «Alfredo estaba lleno de planes -dirá el P. Velo-. Al regresar a Alua pensaba visitar a una curandera que ya conocía, para tener con ella un intercambio de ideas y poder escribir algo sobre la medicina tradicional africana.
La mañana del 24 de agosto, acabadas ya sus vacaciones, sale para la misión de Carapira. En el camino su coche, en el que va solo, se cruza con el del P. G. Pastore que va de Carapira a Nacala. Todo es tan normal que ni siquiera se paran para saludarse pues saben que esa tarde se encontraran en Carapira.
A la altura de la localidad de Muiravale el hermano Alfredo tiene que avanzar lentamente por causa de los baches. De pronto su coche recibe una ráfaga de metralleta disparada por la gente de la Renamo apostada al borde del camino. Es el final.
Unos minutos después llega procedente de Nacala una columna de la compañía industrial Monapo, escoltada por soldados. Es demasiado tarde: el hermano Alfredo ya ha muerto.
La noticia de que han matado a un misionero se difunde con rapidez, pero tan confusamente que durante varias horas nadie piensa que es el hermano Alfredo el que ha caído en la emboscada.
EI P. G. Pastore ha escrito: «Solo cuando sor Giulia empezó a limpiar de sangre la cara de Alfredo, se vio y se comprendió. En el coche entraron 27 balas. Una hirió a Alfredo en la cabeza, otras en el tórax, la muñeca y la pierna. Cuando advirtieron que habían matado a un religioso, los guerrilleros no se atrevieron a tocarlo. Corre la voz de que uno de ellos se ha suicidado».
El asesinato del hermano Alfredo se produjo en el mismo trecho de camino en que el 3 de enero de 1985 fue asesinada la religiosa comboniana Teresa Dalle Pezze.
Después de un funeral presidido por el Obispo de Nacala, el féretro de Alfredo fue llevado a Terracina, donde el 31 de agosto fue recibido por una gran multitud. En el funeral el Obispo de Latina-Terracina comunicó que los restos mortales del hermano Alfredo serian sepultados en la iglesia parroquial «Santo Domingo Savio». «Cómo no parangonar la experiencia de Alfredo -dijo en la homilía- con la de los santos mártires de Terracina Cesareo, Juliana, Domitila, Félix, Valentín, Maria Goretti?...».
Quiero acabar esta breve semblanza del hermano Alfredo citando dos textos suyos, que leídos después de lo sucedido, parecen un presagio de su muerte.
El primero es un comentario de Mt 11,28:
«Vengo a Ti, Señor, Tú solo lees en mi interior si mis intenciones son muy puras...
Mis anos no han pasado ligeros: han dejado huellas profundas como los carros en los caminos del campo.
Sé con certeza que el desierto y el silencio no se llenaran solo con mi actividad y que asido de tu mano conoceré una liberación continua».
El segundo es la conc1usion de una poesía intitulada «El Pabilo».
«... Pero a veces mudo y con animo escaso
Tiemblo por esta extraña vocación
a ser tan sólo una mecha
o más sencillamente, un pabilo
y quizá, como Hermano, ni eso siquiera».
P. Neno Contran