Domingo, 6 de noviembre 2022
Sin duda alguna el encuentro continental de los LMC de América celebrado del 5 al 11 de septiembre de 2022, en Lima, ha sido un momento muy especial. Postpuesto por dos años consecutivos por motivo de la pandemia. Pudimos finalmente celebrarlo y compartir cómo estamos viviendo nuestra vocación en una realidad que intenta salir de la pandemia y recuperarse de las consecuencias. Siempre un encuentro de estas características nos sirve para animarnos, reflexionar juntos y volver a tomar fuerzas y nuevas ideas para el inminente futuro que nos espera. [Misiones de Perú (1)]
Una vez terminado el encuentro, como es costumbre, para aprovechar el billete de avión, tuve la oportunidad de permanecer en el país y visitar los lugares donde estamos presentes como LMC. La primera visita fue al barrio de Pamplona Alta y después la Misión de Pangoa. Hoy me referiré a las visitas a las misiones de Trujillo y Arequipa.
Después de 15 horas de viaje en autobús desde Pangoa regresé a Lima donde Mario (el coordinador de los LMC de Perú) me estaba esperando pacientemente en la estación a pesar de las 3 horas de retraso que sufrió el viaje. Aproveché ese día para compartirlo con él en su trabajo, ver el día a día y las otras muchas ocupaciones que tiene. Esa misma noche tome otro autobús par Trujillo donde me estaban esperando las LMC que hay viven.
En Trujillo estuve alojado con la comunidad comboniana, donde como siempre me sentí en familia. La primera mañana fui a pasear al centro con el P. Alois Weiss, comboniano alemán con décadas de experiencia en el Perú. Fue un rato muy agradable donde conversar y escuchar la evolución del país, los nuevos retos y algo de historia misionera comboniana.
En la tarde, y tras concluir la jornada laboral, me recogieron las LMC y pudimos compartir. Fue un fin de semana intenso donde pude visitar el barrio en la periferia donde ellas realizan su servicio misionero, las escuelitas, las visitas a las familias, la catequesis de jóvenes y niños. También tuvimos un buen rato para compartir como es la vida en Trujillo, y cómo va el grupo LMC. Dedicamos tiempo para compartir lo vivido en Lima así como las dudas que pudieran tener, preguntar por otras realidades LMC en el mundo y demás.
Uno de los días lo dedicamos a hacer algo de turismo, a conocer otra de las muchas culturas prehispánica que han pasado por el Perú e incluso tuvimos otro momento para visitar la playa y los caballitos de Totora.
Pasear y conversar fue nuestra actividad principal. Ayudar a entender nuestra vocación, los retos que tenemos por delante y animar. Es siempre un momento privilegiado acompañar nuestros LMC en los lugares donde están presentes y realizan su misión. Ver de primera mano las realidades que acompañan y el cariño que pone en ello.
De nuevo viaje de vuelta a Lima donde pasé un par de días. Hacer noche en una cama siempre es de agradecer. También pude celebrar el cumpleaños con Mario y la familia. Pero pronto tocaba de nuevo tomar otro autobús, esta vez para Arequipa donde se encuentra nuestra comunidad LMC internacional. Arequipa, al sur del país, se encuentra a unas 18-20 horas de trayecto desde Lima. Esta vez no viajé solo sino que me acompañaron Rosa y Rosalía, dos LMC de Lima. Esta vez podría estar toda una semana seguida, todo un lujo.
De nuevo nos alojamos en la casa de los misioneros Combonianos donde nos acogieron muy bien. La mayoría del tiempo estaríamos con Ewelina pero también estuvimos con los misioneros combonianos para conocer en profundidad la labor que desarrollan en la extensísima parroquia que tienen a cargo. La semana en Arequipa también fue bastante intensa. En estos viajes el tiempo siempre es poco para poder conocer todo.
En primer lugar, destacaría la extensión de la parroquia. Nosotros en particular, desarrollamos nuestro servicio misionero en Villa Ecológica donde viven Ewelina y Rossie. Pero en Villa habría que distinguir numerosos sectores. Villa es barrio de nuevo asentamiento donde el asfalto ha quedado a las puertas y el transporte público solo entra por la avenida principal con regularidad y para llegar a uno de sus extremos debes hacerlo en hora punta o no les compensa, con lo que el resto del día quedas aislado y solo queda caminar.
En estos barrios la gente llega del interior procurando una vida mejor, un trabajo en la ciudad con el que salir adelante. Al llegar uno debe buscar un lote (pedazo de tierra) que se pueda permitir, pagar por él y construir una pequeña casita para mostrar que es de su propiedad. Este dinero va a la comunidad que lo usará para trabajos comunes. Los sábados o domingos son el día de trabajo comunitario porque si la comunidad no hace este trabajo las cosas no se harán. Toca hacer terrazas en las laderas del monte, abrir calles, procurar que el agua llegue a todas partes, hacer muros de contención que prevengan de derrumbes cuando hay algún seísmo o alguna lluvia fuerte.
En estos barrios la vida durante la pandemia ha sido muy dura. La mayoría de sus habitantes viven del pequeño comercio. Lo que venden en un día les da para comer el siguiente pero cuando toda posibilidad de salir a vender se cerró la situación fue muy difícil. En esos momentos comenzaron a proliferar las ollas comunes (lo mismo vimos en Lima y en otras ciudades). Dos o tres mujeres cocinado para 50, 60 o 70 familias. Muchas de esas olas todavía se mantienen pues la población la sigue necesitando. Y en la organización y apoyando estas ollas siempre estuvo la parroquia, recogiendo ayuda y apoyando con alimentos para paliar esta difícil situación.
Para nosotros el trabajo tiene mucho de visitar las familias en sus casas, de conocer sus necesidades y acompañarlas en ellas. Desde el trabajo de la cuna (escuelita para niños de 2 a 5 años) también se apoya y se hace un trabajo importante, no solo con los niños y niñas, sino también con sus familias. La educación es motor de desarrollo y dignidad de todos los pueblos.
Una mañana fuimos con el P Conrado y el P Valentín a visitar la parroquia en coche y necesitamos 3 o 4 horas para recorrer y acercarnos a algunas partes de ella, ni siquiera a todas, para conocer los diferentes sectores, los retos que se van abriendo conforme la gente sigue ocupando y llegando a nuevos terrenos. La última capilla será a casi a 3000 msnm a los pies del Misti (volcán emblemático de 5800 msnm que custodia toda la ciudad de Arequipa).
Durante la semana pudimos acompañar a Ewelina en su trabajo en la cuna, en los grupos de catequesis, donde se confirmaron 50 adultos y siguen abriéndose nuevos grupos. Su trabajo con los jóvenes, con los ancianos no pudimos pues no coincidió. También pudimos estar en su casa en Villa donde junto con Rossie (que esa semana se encontraba en EEUU por necesidad para arreglar unos asuntos jurídicos y médicos) comparten el día a día con sus vecinos y los numerosos perros que ocupan las calles de Villa. Hubo mucho tiempo para conversar y entender el día a día de la comunidad.
Igualmente sacamos algún rato para visitar la ciudad, especialmente el centro, con la catedral, la Plaza de Armas, los Jesuitas, etc. Un centro histórico muy bonito, de carácter colonial, que hace de Arequipa un lugar cada vez más turístico.
En Arequipa también está la posibilidad de abrir un nuevo grupo de LMC locales, que de momento animarán Rossie y Ewelina pero al que asistieron en la presentación Rosa y Rosalía para presentar como se organizan en Perú y establecer un primer vínculo con los candidatos y una toma de conciencia de que estando en un lugar u otro todos pertenecemos a la misma familia LMC y tenemos un cometido común.
Sin duda una semana intensa y de la que traigo numerosa imágenes y saberes que poder compartir con aquellos que se preparen en un futuro para dar continuidad a nuestra presencia internacional en Perú.
De regreso a Lima y tras 20 horas de trayecto salí a comprar alguna artesanía para regalar a mi regreso y sobre todo para hacer animación misionera en España. Para terminar el viaje tuve un encuentro con todos los LMC de Perú, los de Lima presencialmente y los de Trujillo o Arequipa por internet, para conversar de lo que ha supuesto el encuentro continental y para ver cómo seguir avanzando.
El último día lo pase con el P Joselín, provincial de Perú, y poder conversar de mi estancia durante el mes, conocer algo más del Perú y la presencia comboniana y pasear un rato. Un mes que se ha ido volando entre encuentros y viajes. Ahora toca digerir y rezar todo lo experimentado y espero que sea de provecho para todas las personas con las que he podido compartir este tiempo.
Un cariñoso saludo
Alberto de la Portilla,
coordinador del Comité Central LMC