El P. Adriano Danzi nació en San Michele Extra, provincia de Verona, el 28 de noviembre de 1936. Hizo el noviciado en Gozzano y emitió los primeros votos el 9 de septiembre de 1956. Hizo el escolasticado en Verona y Venegono, y fue ordenado sacerdote el 30 de marzo de 1963.
Asignado a la provincia de Italia (1963-1973), fue mandado a Thiene como promotor vocacional y como superior local.
En 1973 fue enviado al Congo, a Rungu y a Ndedu. Esta última comunidad estuvo cerrada durante cuatro años a causa de la rebelión de los Simba, pero la vida cristiana continuó gracias al coraje y al celo del catequista local.
En 1978 fue destinado a la Curia de Roma, donde permaneció hasta 1983, encargado de la formación permanente. Copiamos una intervención suya aparecida en “Tribuna Aperta” del Boletín de los MCCJ n. 134 (enero 1982). “Tratamos de entendernos sobre este argumento, estamos de acuerdo en la esencialidad de la persona. La persona que crece, madura, pasa por diversos estadios de experiencia de vida y tiene derecho a tener las ayudas espirituales, intelectuales, etc., para que su vivir sea armonioso, auténtico y crezca”.
Después del tiempo en la Curia, volvió al Congo (1983-1989), a Kinshasa, como formador de Hermanos. El P. Adriano, desde el principio de su actividad misionera, hizo animación vocacional para Hermanos y escribió varios artículos sobre ellos. En una entrevista en 1966, afirmaba que en la historia de las misiones los Hermanos combonianos han tenido un papel muy importante. Intrépidos, trabajadores y humildes, han sido los técnicos de las misiones. Los Hermanos son la síntesis de dos realidades: la vocación misionera y la consagración total a Dios. Su presencia es necesaria hoy, como ayer (Nigrizia, julio-agosto de 1966).
En 1989 volvió a Italia, a la Casa Madre de Verona. Allí pasó 15 años trabajando en la economía, ministerio y después, aún estando enfermo y curándose, fue vice superior local. El P. Adriano murió en Verona el 3 de diciembre de 2010.
El P. Eliseo Tacchella, recordándole ha dicho que mientras estuvo en Congo siempre trabajó con gran pasión y amor y dejó un bellísimo recuerdo entre la gente y los hermanos.
El Hno. Duilio Plazzotta habla con afecto del P. Adriano a quien conoció “el último año de colegio en Villa Opicina (Trieste), donde estaba terminando algunos cursos de formación profesional para ser ebanista. Quería dedicar algunos años de mi vida a la misión el P. Adriano vino a hablar conmigo”. El Hno. Duilio lo encontró después “en el antiguo Zaire como formador en el CIF de Kimwenza. El P. Adriano tuvo siempre una sensibilidad y una atención particular hacia los jóvenes en formación y fue un óptimo formador. En los años noventa volvimos a encontrarnos en Verona, donde hacía de ecónomo provincial. Había tenido que abandonar la misión y volver a Italia por problemas de salud. Todos sabían de sus grandes capacidades en el campo de la gestión administrativa, de su seguridad y claridad. Muchas decisiones nuevas tomadas en el CAA, tales como la contratación de personal externo para una mejor y constante asistencia a los hermanos enfermos, introducir nuestro centro de enfermos en el plan sanitario regional, etc., fue responsabilidad suya. Siempre atento a las necesidades, competente en la solución de problemas, decidido a la hora de tomar decisiones, dio una nueva imagen a los centros CAA y a las casas para ancianos autosuficientes. Recordamos que la construcción del nuevo CAA de Milán, la nueva estructura de Arco y los cambios para poner los CAA y la Casa Madre de acuerdo con las normas legales fueron seguidos y coordinados por él. Siendo muy recto y, a veces, incluso demasiado claro en su relación con las personas, a veces Hacía quedar mal a alguno. Pero, conociéndolo, se sabía que tenía un gran corazón. Habiendo vivido y colaborado a menudo con y para los Hermanos (en Thiene, en el CIF de Zaire, en el economato), tenía hacia nosotros una gran simpatía y estima. Era un óptimo predicador, culto, profundo, claro, incisivo, que no se andaba por las ramas y se nutría de la oración personal, a menudo escondido en su cuarto. El P. Adriano, a mi modo de ver, tenía las cualidades del ‘solista’. Sabía nadar contra corriente, con determinación, seguridad y competencia, sin crear desorden y permaneciendo en sintonía y sincronía con la comunidad. Todos lo apreciamos y estimamos por estas sus cualidades”.
Recogemos también las palabras del P. Pietro Ravasio: “El P. Adriano es un verdadero testigo, que dejará no solo en la comunidad de Verona, sino en el Instituto una huella significativa por algunos aspectos de su testimonio comboniano. Personalmente recuerdo su eficaz animación misionera en favor de los Hermanos en los años juveniles, su actividad en Kinshasa y, naturalmente, todo lo que hizo como miembro de la comunidad de Verona durante tantos años. Su larga enfermedad embelleció y purificó su vida en el signo de la cruz”.