El P. Lorenzo Gaiga había nacido en Vestenanova, provincia y diócesis de Verona, de Silvino y Angelina, cuarto de siete hermanos, seis varones y una mujer, Eliana, muerta a los 38 años. Fue educado por sus padres cristianamente (el padre iba a Misa todas las mañanas). Asiste a la escuela del pueblo, cuando el P. Gino Sterza, promotor vocacional de entonces (estamos en 1948), pasa por su pueblo, encendiendo en el corazón del pequeño Lorenzo la llama de la vocación misionera. Entra en la escuela apostólica de Trento, asiste al noviciado en Gozzano a los 19 años. Su padre maestro fue el P. Pietro Rossi. Eran los tiempos del agere contra en la ascética de la época. A pesar de esto, Gozzano permaneció el lugar de su juventud ardiente, de los santos deseos de martirio, transformándose en estupor, maravilla y frescura de vida. Concluye el noviciado con su primera profesión en Gozzano, el 9 de septiembre de 1955.
Después del noviciado, asiste al liceo en Verona, para pasar después a Venegono para el escolasticado. Un estudiante de teología normal, que no dejaba ciertamente prever en lo que se convertiría. Fue ordenado sacerdote en su pueblo (1962). Inmediatamente tiene que enfrentarse con su salud. Un riñón que se le había infectado, probablemente por una imprudencia humana cuando era todavía joven bachiller en Brescia, le fue extirpado. La vida misionera en lugares lejanos se le cerraba. Seguirá la voluntad de Dios, expresada por los superiores que lo llaman a trabajar en la redacción del Piccolo Missionario (Piemme), el periódico mensual para muchachos, editado en Verona por la provincia italiana. Y así, partiendo casi de cero, creará su estilo inconfundible de escribir, sencillo e inmediato, ingenioso y gracioso que ciertamente tomó un poco de su director en el Piemme de entonces, el P. Neno Contran, y que hará de él “la pluma de los Combonianos”, como alguno lo ha definido en Verona. Al llegar a Piemme comenzó a escribir libritos de animación misionera y después a publicar biografías de hermanos y otros misioneros y misioneras. Las biografías se convertirán en su especialidad. El Señor le concedió escribir las Actas de los apóstoles así como se realizan por los Combonianos de ayer y hoy, ofreciendo de la misión, él que no la verá más que de lejos, la imagen bella, sonriente y positiva del Espíritu en acción en los hermanos.
En el Piemme, el P. Lorenzo trabajará durante 16 años, convirtiéndose en director y desarrollándolo hasta 138 páginas. Son los tiempos gloriosos del Piemme que tiene en el P. Cuniberto Zeziola su administrador y difusor, y que llega a una tirada de 120 mil ejemplares. Pero, ¡cuántos viajes para contactar a los muchachos en las colonias y en las escuelas! Cuando llega el momento de dejar el Piemme, será el P. Tonino Falaguasta el que lo sucederá como director. El P. Lorenzo estará libre para consagrarse a sus libros y, sobre todo, a difundir la necrología de los hermanos difuntos (¡más de cien!), publicadas en el Boletín del Instituto. Todos los italianos, o casi, han sido presentados por él, con la convicción de que quien moría en el Instituto, estaba predestinado. Con discreción penetraba en la confidencialidad de los expedientes personales, sin que nunca trasparentase lo que debía permanecer confidencial. Cuánto amor y pasión esparció al hacerse parte de la vida, de las virtudes y de los límites humanos de los hermanos, siempre presentados con tono bondadoso y sonriente. En resumen, una vida, la del P. Lorenzo, gastada en contar la misión.
En cuanto a las biografías de misioneros y de otros, publicó decenas y decenas. El año pasado, sus libros publicados eran 102, pero él prefería contarlos… por metros (tres metros y…). Entre las biografías – muchas dedicadas a nuestros mártires, de los que se había convertido en experto – la más famosa es ciertamente la del P. Bernardo Sartori, un Comboniano que de sus 60 años de sacerdocio, 50 los había trascurrido en África (Uganda).
Del P. Lorenzo no hay que olvidar los diez años al frente de Amici dei lebbrosi, boletín de la Asociación Raoul Follereau, con sede en Bologna, creado para coordinar la ayuda a los hermanos leprosos dispersos por el mundo (diversos millones de personas).
El P. Lorenzo estuvo también en Nápoles, Roma, Limone, Gozzano y Brescia, como animador misionero, desarrollando al mismo tiempo su trabajo de biógrafo oficial de los hermanos italianos.
Con motivo de sus 25 años de sacerdocio, decía haber comprendido una gran cosa: “la enfermedad ha sido para mí un gran acto de amor por parte de Dios. ¡En modo alguno maldición! Se ha necesitado mucho para comprenderlo. Pero lo he conseguido, tanto que hoy volvería a hacer el mismo camino y aceptaría la misma enfermedad”.
Como todos nosotros que leemos, también el P. Lorenzo tenía su carácter y su índole. Había a veces sufrido y el carácter había sido ocasión de alguna incomprensión con los hermanos misioneros, cosa muy normal entre “santos que comen”, como diría Comboni. El sufrimiento le ha purificado también a él, como había escrito de tantos hermanos. No le ha sido fácil subir el calvario. Sobre todo desde que el año pasado, le habían quitado también el segundo riñón, obligándolo a continua diálisis que lo debilitaba mucho.
Los funerales se desarrollaron en Verona, el viernes 16 de noviembre, en la Casa Madre, con la participación de muchos sacerdotes y hermanos y de un abundante grupo de religiosas y laicos, en representación de cuantos, numerosísimos, deben reconocimiento al P. Lorenzo como su director y confesor. Conocía los pliegues más secretos del corazón humano y anunciaba la misericordia divina. Ha sido enterrado en el pueblo donde había nacido y al que había permanecido muy unido. Quedará entre su gente y en el corazón de cuantos lo han estimado y amado, en espera de la resurrección.
(P. Aurelio Boscaini)