In Pace Christi

Tescaroli Cirillo

Tescaroli Cirillo
Fecha de nacimiento : 05/02/1923
Lugar de nacimiento : Vigasio
Votos temporales : 07/10/1944
Votos perpetuos : 07/10/1946
Fecha de ordenación : 05/04/1947
Fecha de fallecimiento : 30/09/2007
Lugar de fallecimiento : Quito

Cirillo nació el 5 de febrero del 1923, en el pequeño pueblo de Vigasio, provincia y diócesis de Verona. Alguna dificultad económica, pero, sobre todo, el deseo de dar al muchacho (y al hermano Livio) una sana educación cristiana, hacen que los padres inscriban a los dos en el Instituto veronés, fundado por don Mazza.
En 1942, los dos hermanos pidieron entrar en la Congregación de los Hijos del Sagrado Corazón para las misiones de África Central. Después del noviciado en Florencia, al joven Cirillo le fue reservado el privilegio de continuar sus estudios de teología en Roma, en la Pontificia Universidad Urbaniana de Propaganda Fide. Después de los votos perpetuos, en 1946, fue ordenado sacerdote en junio de 1947.

Ya durante los estudios, el P. Cirillo había manifestado sus cualidades de escritor y su pasión por libros y revistas, por lo que los superiores lo encargaron de las dos tambaleantes y un poco descuidadas revistas combonianas, La Nigrizia e Il Piccolo Missionario, que se editaban en la Casa Madre de Verona (1947-1953). A partir de aquel momento comenzó su carrera de escritor, fotógrafo, programador radiofónico y publicista que durará cerca de 55 años.

Después del trabajo en la redacción de Nigrizia y una intensa actividad pastoral, fue enviado a Sudan Sur. Fueron once años de gracia que enriquecieron y maduraron su vocación misionera. Trabajó en las misiones de Mupoi, Yambio e Tombura, sin ninguna vacación en Italia, por la tensa situación política. Pero no perdió jamás de vista sus capacidades profesionales, aún más, las puso por obra en los modos más diversos.
Pero, en 1964 el gobierno islámico del Sudan decretó la inmediata expulsión del país de los 300 Misioneros Combonianos que trabajaban allí. Esta prueba, que paralizó y destruyó la obra de cien años de fatigas apostólicas, tuvo también un cambio feliz, porque permitió al Instituto llenar muchos puestos “vacantes” aquí y allá por el mundo: en Italia, en las florecientes casas de formación. En otras misiones de África con personal abundante y, especialmente en América Latina, donde fue posible potenciar muchas misiones abiertas hacía poco en aquellas tierras (Brasil, Méjico y Ecuador).

El P. Cirillo volvió por algún año a la oficina de Nigrizia, después fue llamado a Roma, como secretario general para la animación misionera (1969-1981). Un trabajo de gran importancia en cuanto lo obligaba a seguir los acontecimientos y a intervenir en la vida de centenares de misiones y, al mismo tiempo, mantener los contactos con las instituciones misioneras centrales de la Santa Sede en Roma. Lo encontramos entonces comprometido en la publicación de varios libritos formativos y en las primeras experiencias para dotar de material publicitario las actividades de animación de los Institutos misioneros.

Inició en aquel tiempo su colaboración con la Radio Vaticana, preparando programas misioneros en diversas lenguas que después se hacían rotar por las agencias y radios emisoras. Produjo numerosas series de “filminas” sonorizadas y unos cuarenta verdaderos y propios documentales cinematográficos de buen nivel que ilustraban la vida de las misiones en África y América Latina. Todo este trabajo, que implicaba rápidos viajes, fatigas y sudores, fue afrontado por el P. Cirillo con la facilidad y la fuerza de quien lo hace empujado por una interior vocación y una inteligencia brillante y creativa.

Con los colaboradores que podía tener intermitentemente, no fue afortunado. Todos terminaban por desaparecer y el P. Cirillo permanecía siempre solo, en una empresa que crecía en torno a él, como un alud.
A pesar de que la Radio Vaticana continuaba insistiendo para conquistárselo, el P. Cirillo se entregó a la voluntad de los superiores y en 1981 marchó a Ecuador, donde sabía que había la posibilidad de trabajar según su estilo. Mons. Enrico Bartolucci, en efecto, tenía necesidad de un director experto para su nueva radio emisora. Desgraciadamente el obispo se enfermó y el proyecto se desvaneció. El P. Cirillo se estableció en Quito, la capital ecuatoriana y allí permaneció durante casi veinte años, es decir, por el resto de su vida.
En los dos primeros años, se dedicó a la publicación de la revista comboniana “Sin fronteras” y a la editorial del mismo nombre. En aquel período comenzó a publicar decenas de libritos en español sobre variados temas misioneros: personajes, historias de misión, temas de formación religiosa, de cultura, acontecimientos bíblicos, vidas de santos e incluso, juegos y gustosos chistes. A pesar de las dificultades económicas y logísticas, esta “biblioteca” llegó a publicar más de doscientos títulos, con decenas de millares de ejemplares y se difundió en toda América Latina. Un material precioso en las manos de los misioneros, animadores vocacionales y muchos formadores, párrocos y profesores.

Después, el Cardenal de Quito, mons. Pablo Muñoz Vega, pidió al P. Cirillo que tomara de su mano la dirección de la “Radio Católica Nacional” que estaba preparada para iniciar su actividad. El P. Cirillo rehusó la dirección, pero aceptó colaborar. Se trató de una colaboración muy grande y significativa, toda ella alrededor de la evangelización. Así, durante diecinueve años ofreció su colaboración a la evangelización del Ecuador y de América Latina. Últimamente transmitía cada día cinco programas radio (sin contar otras intervenciones ocasionales de actualidades religiosas y misioneras) que preparaba en su amplio estudio situado en la casa provincial de Quito.

Entre sus programas diarios: El santo del día, salmos de la tarde, mensajes de fe, la Biblia en la tierra de Jesús, testigos de nuestro tiempo, informaciones católicas semanales, panorama católico mundial, los Evangelios festivos, entrevistas misioneras y otros más. El veinticinco por ciento de los programas eran obra del P. Cirillo. Después inició a colaborar también con Radio María, una nueva emisora que alcanzaba todo Ecuador y parte de Perú y de Colombia. Este hecho extendió su fama a millones de personas y le permitió alcanzar pueblos y lugares completamente privados de conocimientos religiosos y misioneros.

En los últimos dos o tres años de vida, ya octogenario, sentía el peso de la poca salud y de la soledad. Lo afligió muchísimo la muerte del hermano sacerdote don Livio, el último miembro que quedaba de su familia. Recuerdo que me dejó su máquina fotográfica que lo había acompañado en tantos viajes y aventuras. Parecía ya apagado y cercano al fin, dispuesto a desprenderse de todo. Pero lo que más le preocupaba era la continuación de su específico trabajo de evangelizador.

El P. Cirillo escribió: “Cuando me pongo delante del micrófono para trasmitir mis programas, con mucha frecuencia agradezco al Señor por haberme ofrecido este medio maravilloso que es la radio, para llegar al corazón de millares de personas. Las encuentro con frecuencia en varias partes del país y siento cómo me agradecen por los mensajes que les ofrecemos”.

El domingo, 30 de septiembre, completada su última semana de trabajo, sin molestar a ninguno, había bajado para el desayuno y después se había retirado a su habitación. Más tarde, a las 10.00 de la mañana, se le encontró muerto, tendido en la cama. En el silencio, en la soledad y en la paz había vuelto al Padre. (P. Alberto Doneda)