El primer día del año civil, la Iglesia celebra la solemnidad de María Santísima Madre de Dios. Es también el último día de la Octava de Navidad, que recuerda el rito de la circuncisión de Jesús. Además, desde 1968, por voluntad del Papa Pablo VI, este día está dedicado a la oración por la paz. (...)
"Y le pusieron por nombre Jesús."
Lucas 2,16-21
El primer día del año civil, la Iglesia celebra la solemnidad de María Santísima Madre de Dios. Es también el último día de la Octava de Navidad, que recuerda el rito de la circuncisión de Jesús. Además, desde 1968, por voluntad del Papa Pablo VI, este día está dedicado a la oración por la paz.
La liturgia nos ofrece "la primera Palabra del año", portadora de gracia y bendición. Meditémosla reflexionando sobre tres realidades: María, el nombre de Jesús y la Bendición de la Paz. Estos son los pilares sobre los cuales construir el edificio de nuestra vida en el nuevo año. Se nos entregan 365 ladrillos para hacerlo, y la Palabra nos proporciona el plano, el diseño.
¡MARÍA y el escándalo del pesebre!
"Todos los que oían se maravillaban de lo que les decían los pastores. María, por su parte, guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón."
Entramos en el nuevo año bajo el amparo de María, la Madre de Dios. Durante este tiempo navideño, nuestra atención se centra naturalmente en el Niño. Sin embargo, hoy la Iglesia nos invita a elevar la mirada hacia la Madre. De ella aprendemos cómo contemplar, acoger y profundizar en el Misterio del nacimiento de Jesús.
Los pastores encuentran al Niño "acostado en el pesebre", un hecho que los llena de alegría porque confirma la palabra del ángel y porque el Salvador nace en su entorno: es uno de ellos. Para todos, el testimonio de los pastores es motivo de asombro.
Pero, ¿para María? "Para María, la Santa Madre de Dios, no fue así. Ella tuvo que soportar 'el escándalo del pesebre'" (Papa Francisco, 1 de enero de 2022).
Encontremos tiempo en estos días para detenernos frente a un icono de María o, mejor aún, para visitarla en una de sus numerosas "moradas", los santuarios dedicados a ella, para pedirle su capacidad de meditar sobre los acontecimientos. No todos los 365 ladrillos del nuevo año serán bonitos, lisos, bien cortados y fáciles de encajar en el edificio de nuestra vida. ¡Ojalá fuera así! Algunos estarán deformados y serán difíciles de integrar. Sin duda, no faltarán los días problemáticos y difíciles. Estos son los "ladrillos" del desaliento, la tristeza o incluso del escándalo ante ciertos acontecimientos de la vida. Estaremos tentados a descartarlos como inútiles.
La mirada de María, que "guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón", puede ayudarnos. Solo su "paciencia meditativa" nos permitirá integrar ciertos ladrillos en el rompecabezas de nuestra vida. Aquello que no entendemos y que estamos tentados a descartar debe ser conservado con mayor atención.
Entremos en el nuevo año con la mirada de María: a través de la Puerta de su corazón o la Ventana de sus ojos, aprendamos a guardar y meditar los acontecimientos, para encontrar sentido incluso en aquello que inicialmente nos resulta incomprensible.
¡JESÚS, el Nombre y los nombres!
"Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarlo, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de ser concebido en el vientre."
Hoy, al octavo día de su nacimiento, el Niño es circuncidado y recibe un nombre: Jesús, que significa "El Señor salva". Este nombre, designado por el Cielo a través del ángel, es la forma española del latín Jesus, que a su vez proviene del griego Iesoûs. El original arameo era Yeshua, una forma abreviada del hebreo Yehoshua. También Josué, el sucesor de Moisés, llevaba este nombre. Era un nombre muy común en la época.
En los Evangelios, el nombre de Jesús aparece 566 veces. Ya no es simplemente un nombre, sino que revela su identidad como Salvador. Pronunciarlo equivale a una profesión de fe para quienes lo invocan. Como afirma san Pedro: "No hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres en el que podamos ser salvados" (Hechos de los Apóstoles 4,12).
Ahora Dios tiene un nombre: Jesús, "El Señor salva". Podemos nombrarlo y establecer una relación personal con Él. ¡Qué hermoso sería si, durante este nuevo año, el nombre de Jesús fuera el más frecuente en nuestros labios y el más vivo en nuestro corazón! Esto nos invita a practicar un ejercicio espiritual: la llamada "Oración del Corazón". Consiste en repetir continuamente el nombre de Jesús, al ritmo de nuestra respiración, como se repite el nombre de una persona amada. Una forma muy sencilla de oración, capaz de crear una comunión profunda con Él y con todos los que invocan su nombre.
BENDICIÓN: ¡bendecidos, bendigamos!
"Que el Señor te bendiga y te guarde. Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y te conceda su gracia. Que el Señor vuelva su rostro hacia ti y te dé la paz." (Números 6, 22-27, primera lectura)
Es particularmente consolador y estimulante tomar conciencia de que este nuevo año comienza bajo el signo de la bendición. La paz es tanto la fuente como el fruto de la bendición. Entramos en 2025 bendecidos, pero es fundamental permanecer en la Bendición. Para ello, es necesario: bendecir a Aquel que es el Bendito, fuente de toda bendición; bendecir la vida; bendecir nuestra historia. Sobre todo, debemos bendecir a las personas que encontramos a lo largo del día.
"¡Bendecid y no maldigáis!" (Romanos 12,14). Debemos reconocer que, a menudo, nos resulta más espontáneo maldecir: maldecir la vida, los políticos, los sacerdotes (¡ay, a veces con razón!), el jefe, los colegas, el autobús que llega tarde, el tráfico, o el vecino ruidoso... Y así corremos el riesgo de vivir una vida "maldita".
Aquí está un tercer ejercicio para el nuevo año: salir de casa cada día con la conciencia de estar bendecidos y esparcir bendiciones por todas partes, ¡a derecha y a izquierda! La paz nos seguirá.
¡Feliz Año Nuevo! ¡Shalom!
P. Manuel João Pereira Correia, mccj