Jueves, 6 de junio 2024
La fiesta del Sagrado Corazón de Jesús que celebraremos este viernes 7 de junio viene a recordarnos cuál es y será siempre nuestra Misión: implicarnos siempre en todas las realidades humanas, especialmente entre los más pobres y abandonados, para llevar vida abundante. Estamos llamados a llevar vida abundante a los otros: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante» (Jn 10,10). Pidamos al Señor que haga vibrar nuestro corazón con el Suyo: que lo purifique de todo lo terreno, de todo lo que es orgullo y desorden, de todo lo que es insensible; que lo llene de Sí mismo, para que en su amor y en el temor de Él nuestro corazón encuentre la paz.

Encomendar y confiar al Sagrado Corazón

¡Oh, qué feliz soy de pasar media hora con usted para encomendar y confiar al Sagrado Corazón
los intereses más preciosos de mi laboriosa y difícil Misión,
a la que consagrado toda mi alma, mi cuerpo, mi sangre y mi vida!

Carta de San Daniel Comboni al P. Henri Ramiere (Escritos, 5256)

Encomendar y confiar son dos palabras en la boca de San Daniel Comboni que contienen todo el amor y la pasión que anidan en su corazón pensando en su misión. África Central ha sido a lo largo de su vida lo único que ha llenado su corazón, porque en ella entendió lo que significa amar y ser amado.

Confiar al Sagrado Corazón lo bello y lo difícil de su misión para San Daniel Comboni significa poner toda su confianza en el amor que él mismo ha sentido en su vida. Se trata de un amor que lleva a la entrega radical, total, de todo lo que es y lo que puede tener una persona, todo por amor.

Confiar en el Corazón de Jesús puede ser también para nosotros una oportunidad para entender que estamos en su Corazón y ahí nada nos puede faltar, nada nos debe preocupar, nada nos debería angustiar. Pues, quien pone su confianza en ese Corazón abierto, sabe que lo único que nos corresponde es esperar. Y el amor nunca llega tarde.

Hoy, parece que nos resulta más fácil confiar en nuestros recursos, en nuestras capacidades, en nuestros seguros y propiedades. Nos parece, a veces, imprudente confiar en la Providencia y reconocer que el amor de Dios no sabe de crisis y sin duda sería la garantía de nuestras felicidades.

Reflexiono

¿Pongo verdaderamente mi confianza y abandono toda mi vida en el Corazón de Jesús?

¿A qué o a quién le tengo entregado mi vida y mi corazón?

¿Cuáles son las inquietudes o las preocupaciones que me gustaría encomendarle al Sagrado Corazón?

Hago una oración

Señor, tú eres mi refugio, en quien me amparo y me confío. Tú eres quien está continuamente al pendiente de mí. Tú me guías y me acompañas, me sostienes en el momento de la dificultad y de la prueba. Tú llenas mi corazón de tu alegría y me conduces por caminos seguros. Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío.

Vivir en el Sagrado Corazón

En medio de estos ardientes desiertos, tenemos la gran dicha de vivir
en el Sagrado Corazón y en el espíritu de sus más fieles amigos.

(Escritos de S. Daniel Comboni, 3478)

No existe una misión que sea fácil y no existe un compromiso cristiano que no exija renuncias y sacrificios. La vida cada día nos obliga a enfrentar situaciones que nos exigen valentía y coraje para no quedarnos vencidos en las dificultades.

Cada día llega con un reto nuevo, pero no todo es trágico o doloroso. No todo lo que nos toca vivir termina en tristeza y desolación; al contrario, la vida nos ofrece oportunidades únicas para crecer y descubrir los dones que llevamos en nuestro interior.

“La vida es bella” es el título de una película extraordinaria, de Roberto Begnini, en la que se nos muestra que incluso en el dolor y en el sufrimiento se esconde una chispa que ilumina la existencia e impulsa a ir siempre cada vez más lejos.

Nuestra misión en la vida será siempre mantener la alegría y la confianza en nuestro corazón, aunque nos toque pasar por lo árido de nuestros desiertos y lo ardiente de nuestras batallas. Como cristianos nos toca ser rayo de esperanza y torrente de confianza, porque tenemos la dicha de “vivir en el Corazón de Jesús”.

Vivir en el Amor de Dios es lo que marca la diferencia y lo que permite caminar, aunque nos toque transitar por caminos oscuros. El Amor que brota del Corazón de Jesús todo lo puede.

Reflexiono

¿Cuáles son los desiertos que me toca atravesar en este momento de mi vida?

¿Vivo atrapado en los obstáculos que me presenta la vida? ¿Me dejo ganar por el pesimismo o busco en mi interior las chispas de confianza y de esperanza?

¿Le apuesto a una visión positiva del futuro porque lo considero en las manos de Dios?

¿Me siento invadido del amor que brota del Corazón de Jesús?

Hago una oración

Corazón de Jesús, fuente de vida y de esperanza, llena con tu amor nuestros corazones. Corazón de Jesús, amor eterno del Padre, haz que pongamos nuestra morada en ti. Corazón de Jesús, origen de nuestra redención y salvador de toda la humanidad, haz que confiemos en ti.

Me encomiendo al Corazón de Jesús

... No temo a nadie en el mundo, salvo a mí mismo, a quien examino cada día
y encomiendo fervientemente al Corazón de Jesús y al de María y a San José
.”
(Escritos de San Daniel Comboni, 6437)

Sabemos que en el amor no hay temor. Quien ama vive en la libertad total y nada lo asusta, porque tiene el corazón lleno de confianza. El amor es el secreto y la clave de nuestra vida. Quien vive amando todo lo puede y nada lo detiene. Y porque amar es salir de uno mismo, es darse a los demás con generosidad y sin esperar nada a cambio, del único que se puede desconfiar es de sí mismo, como dice Comboni.

Hay que desconfiar porque somos muy hábiles para engañarnos a nosotros mismos y es fácil que nos dejemos confundir cuando el mal se nos presenta con máscara de bien.

El trabajo que no podemos descuidar consiste en preguntarnos continuamente ¿cuál es el Espíritu que nos mueve a actuar y a dónde nos conduce?

Somos pobres seres humanos que, si nos descuidamos, fácilmente nos descubrimos perdidos en caminos que no nos conducen a la verdadera felicidad.

Somos frágiles personas que necesitamos invocar continuamente la ayuda de quienes nos pueden conducir por caminos seguros y de verdad. Permaneciendo en el Corazón de Jesús no existe riesgo de fallar.

Reflexiono

¿Soy capaz de encontrarme conmigo mismo y aceptar las luces y las sobras que descubro en mi interior?

¿Me contento con vivir en lo superficial, en lo pasajero y efímero o me concedo momentos de silencio, de reflexión y de discernimiento? ¿Me doy la oportunidad de descubrir y de apreciar lo bello que llevo en mi interior?

¿Disfruto creando una relación profunda de cariño, confianza y abandono al Amor que se me ofrece en el Corazón de Jesús?

Hago una oración

Te agradezco Señor el don de tu presencia, discreta y amorosa, fiel y perseverante. Gracias por darme la posibilidad de encontrarte a cada paso de mi caminar por este mundo. Gracias por haber dejado tu huella grabada en lo profundo de mi corazón. Gracias por creer y confiar en mí, por llevarme de la mano y por sostenerme en los momentos de obscuridad; pero más todavía, por ser presencia alegre y entusiasmante que me invita a ir cada día más lejos y más en lo profundo de mí mismo. A ti me encomiendo y en Ti confío, Sagrado Corazón de Jesús.

El Sagrado Corazón de Jesús me asiste poderosamente

Ah, ese Corazón bendito, que no late sino por las almas, que es una Víctima continua y que fue herido por una lanza, es una gran ayuda para nosotros... ¡Ah, qué feliz soy con mis penas! Las tengo de todas clases, en Egipto y en África Central, en Roma y en Verona, e incluso en Francia. Pero soy feliz porque en su Guardia de Honor el Sagrado Corazón de Jesús me asiste poderosamente.
(Escritos de San Daniel Comboni, 1732)

El Corazón de Jesús sigue siendo una gran ayuda para todos los misioneros que nos atrevemos a ir por el mundo a predicar el Evangelio.  También es de grande ayuda para todo cristiano que sabe reconocer en ese Corazón el amor siempre abundante de nuestro Padre Dios. Ese Corazón nos llena de su amor para que podamos vivir llenos de confianza y con profunda alegría la misión que se nos ha confiado. Somos llamados a ser testigos del Amor, sin dejarnos ganar por el miedo que se filtra como la humedad en nuestro mundo.

Las penas y las cruces de la vida y los inmensos desafíos de la misión y de nuestro ser cristianos, sólo pueden ser abrazados si estamos llenos del Amor que brota del Corazón traspasado de Jesús. En su Corazón confiamos y de él recibimos el valor para seguir adelante en la tarea que nos va confiando. Somos felices, también nosotros, porque el Corazón de Jesús nos asiste y sostiene poderosamente.

Reflexiono

¿Siento la presencia amorosa de Jesús en mi vida?

¿Reconozco la bondad de Dios en el Corazón que me invita a dejarme acoger por su amor?

¿Vivo con gratitud el ser amado por Dios en su Hijo que por amor se ha entregado?

Hago una oración

Agradezco con alegría el don del Sagrado Corazón en mi vida. Pido la apertura de mi corazón a la presencia de Jesús. Ofrezco lo que soy y lo que vivo para mayor gloria suya.

Fuente inagotable de consuelo

Pero diga a Augusto y a María que se echen a los pies de Jesucristo; que se escondan dentro del Corazón de Jesucristo,
y ahí, en esa fuente inagotable de consuelo podrán confortarse.

(Escritos de San Daniel Comboni, 2833)

“Vengan a mí todos los cansados y abrumados por cargas, y yo los haré descansar. Tomen sobre ustedes mi yugo, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón... (Mt. 11, 28-29).

Por todas partes el Señor nos invita a ir a él, a centrar nuestras vidas en él; nos llama a confiar en él de tal manera que lleguemos a hacer de él nuestro consuelo y nuestro refugio. Pero confiar y abandonarse parecen ser hoy grandes obstáculos en nuestro caminar. Vivimos en un mundo en donde la sospecha y la desconfianza se dibuja en los rostros de nuestros contemporáneos. Quien confía y abre su corazón a los demás, muchas veces en considerado ingenuo o demasiado inocente.

En nuestros tiempos nos gusta postrarnos ante muchas cosas que acaban por entristecer nuestro corazón. Preferimos seguir a los falsos profetas de nuestro mundo y nos dejamos encandilar por engañosas promesas de felicidad. Pero Jesús no se cansa de invitarnos a estar con él, a ponernos a sus pies, a confiar en él.

Sólo Jesús es capaz de convertirse en luz para nuestras oscuridades, sólo él es quien da la fortaleza en el momento de la prueba, él es consuelo que conforta y anima. Sólo escondiéndonos en su Corazón encontraremos un refugio seguro, que no significa escapar del mundo, sino capacidad de vivir, sin que nada ni nadie nos robe la alegría. El Corazón de Jesús está siempre abierto para ser nuestro consuelo y nuestro refugio. En él confiamos y a él recurrimos para que nuestros corazones encuentren descanso.

Reflexiono

¿Qué agita mi corazón, qué lo aflige y lo hace pesado y cansado?

¿Qué ocupa el centro de mi vida, en dónde están mis intereses más importantes?

¿En dónde necesito experimentar el consuelo del Señor?

¿Tengo a Jesús como el refugio en donde encuentro la paz y la alegría de mi vida?

Hago una oración

A tu amparo nos dirigimos Sagrado Corazón de Jesús sabiendo que en ti encontramos todo consuelo. En los momentos de cansancio, sé tú nuestra fuerza. En los días de desconsuelo, sé tú nuestra fortaleza. En los momentos en que nos invada la desconfianza y la duda, sé tú quien fortifique nuestra fe. En los días de tristeza y de dolor, sé tú el motivo de nuestra felicidad. Sagrado Corazón de Jesús, sé nuestra fortaleza y nuestra confianza.

Sagrado Corazón de Jesús y conversión

El 14 de septiembre hago la solemne consagración de todo el Vicariato
al Sagrado Corazón de Jesús, del cual espero la conversión de todos.

(Escritos de San Daniel Comboni, 3343)

Convertirse significa darle un giro a nuestra vida que nos reoriente y dirija nuestros pasos hacia lo bello, lo noble y lo santo que sólo podemos encontrar en Dios. Comboni consagró su Vicariato, su misión y el mismo al Corazón de Jesús porque se dio cuenta que sólo el Amor es capaz de cambiarlo todo. Sólo quien ama está en condiciones de reconocer a Dios, que es amor.

Convertirse quiere decir también volver a lo auténtico y verdadero de nuestras vidas, es darnos la oportunidad de reconocer nuestro origen como algo que ha salido extraordinariamente bien de las manos de Dios. Convertirse es volver a Dios para apreciar mejor quienes somos y el valor que tiene nuestra existencia. Convertirse es poner a Dios en el centro de todos nuestros anhelos, sueños y esperanzas, es poder descubrirnos que somos los más amados por un Padre que no se cansa de buscarnos.

El Sagrado Corazón, como expresión profunda del Amor de Dios, es el único que nos puede mover a la conversión, porque no son las leyes, las normas éticas o morales o los mandamientos los que pueden cambiar el corazón humano, sólo el Amor mueve al cambio, sólo el amor nos hace personas nuevas, sólo el amor es digno de confianza, sólo el Amor, con mayúscula, es capaz de mover nuestros pequeños amores.

Reflexiono

¿Hay algo en mi vida que necesito cambiar, algo que me invita a cambiar de dirección?

¿En dónde mi corazón está más duro y resistente para dejarse amar?

¿Anhelo la presencia de Dios en mi vida, me dejo interpelar por su amor?

¿Vivo mi vocación misionera (como consagrado o laico) como una invitación a dar testimonio del amor que descubro en el Sagrado Corazón?

Hago una oración

Sagrado Corazón de Jesús abre nuestros corazones a la gracia de tu amor. Que tu amor nos empuje cada día más a salir de nuestros egoísmos y nos impulse a salir de nosotros mismos como servidores tuyos. Que sea tu amor el que nos mueva a entregarnos a los más pobres y necesitados. Que tu amor nos mueva a la conversión para que testigos tuyos y nunca seamos indiferentes ante el dolor de nuestros hermanos. Que tu amor se convierta en la alegría de nuestras vidas.

Corazón abierto de Jesús

Este corazón divino, que toleró ser atravesado por la lanza enemiga para derramar por esa sagrada abertura los Sacramentos con los que formó la Iglesia, de ningún modo ha dejado de amar a los hombres, sino que vive permanentemente en nuestros altares, prisionero de amor y víctima propiciatoria por todo el mundo.
(Escritos de San Daniel Comboni, 3324)

Ese Corazón abierto fue el espacio en donde San Daniel Comboni soñó que todos los pueblos de África podrían encontrar un lugar para hacer la experiencia del amor de Dios y ser reconocidos como hijos suyos. El Corazón abierto, atravesado, significa el Amor que se entrega y que se derrama sobre todas las personas, también hoy en nuestro mundo.

En tiempos de Comboni, los más abandonados eran los pueblos de África. Hoy esa realidad la tenemos cerca, en nuestros pueblos y ciudades, en la persona de tantos hermanos nuestros que son marginados, olvidados y tratados como desechos. Y el Corazón de Jesús sigue estando abierto para que todos encontremos cariño y ternura, reconocimiento y respeto.

Jesús, con su Corazón abierto, “de ningún modo ha dejado de amar a los hombres” y nos sigue invitando a hacer la experiencia de su amor a través de los sacramentos de la Iglesia y por medio del testimonio de tantos misioneros que anuncian la Palabra como buena noticia que cambia el mundo.

Ese Corazón abierto vive en los altares de nuestras Iglesias y en los altares que son cada uno de nuestros hermanos, cuando aprendemos a reconocerlos como sacramentos de la presencia de Dios entre nosotros y cuando intentamos respetarlos por la dignidad que les corresponde como hijos del mismo Padre.

Reflexiono

¿Cómo vivo y siento el amor del Corazón de Jesús en los pequeños detalles de mi vida?

¿Me doy la oportunidad de acercarme a los sacramentos reconociendo que son fuente de gracia y de amor?

¿Sé agradecer el amor que Jesús me ofrece gratuitamente, sin darme ni pedirme explicaciones? (me ama como soy y tolera que atraviese su corazón)

Hago una oración

Sagrado Corazón de Jesús, dame un corazón agradecido, que sepa reconocerte y apreciar tantas bendiciones con la que me cobijas a diario. Dame la alegría de saber confiar en ti. Haz que nada ni nadie me detenga para abandonarme a ti. Que no sea indiferente ante el sufrimiento de mis hermanos, porque en ellos me llamas a amarte a ti. Ayúdame a reconocerte en todos los sacramentos de la vida y concédeme ser instrumento de tu amor.

El Corazón de Jesús y la Cruz

Pues con la Cruz, que es una sublime efusión de la caridad del Corazón de Jesús, nosotros nos volvemos poderosos.
(Escritos de San Daniel Comboni, 1735)

Quien ha hecho en su vida la experiencia de amar sabe que no hay amor sin renuncias y sacrificios, no hay amor sin entrega y sin dolor, no hay amor sin renuncia, no hay amor sin cruz. Pero, contrariamente a lo que habitualmente pensamos, todo lo que puede representarse con la cruz esconde un misterio de amor que no podemos encontrar en ninguna otra parte.

La Cruz para el cristiano representa el lugar del martirio, de lo absurdo de una muerte indigna e inmerecida, es lo inaceptable de un juicio injusto, de una condena sin pruebas, de un rechazo tonto de un proyecto de vida auténtica. Pero, al mismo tiempo, representa la expresión más grande del Amor que se entrega, el sacrificio gratuito, el despojo total de sí mismo, sólo para cumplir la voluntad del Padre. La Cruz es el lugar en donde Dios quiso mostrar la calidad de su amor de Padre.

Como san Pablo dice en su predicación, también nosotros estamos llamados a predicar la Cruz ocupada por la persona de Jesús, porque ahí se manifiesta el Amor que brotará eternamente de su costado para que todo el que lo contemple sea transformado.

También nosotros hoy, en la Cruz de Cristo, haciendo nuestra la pasión que continúa en cada hermano, nos descubriremos fortalecidos y poderosos, porque estaremos invadidos del amor que brota de su corazón traspasado.

Reflexiono

¿Cómo vivo el sacrificio, el dolor, las renuncias necesarias en mi vida?

¿Acepto amar, aunque implique desprendimiento de mí mismo, de mis gustos y comodidades?

¿Valoro lo que Cristo ha hecho por mí? ¿Reconozco en su entrega y sacrificio una oportunidad para amar?

¿Me entusiasma dar la vida sirviendo a los demás, me alegra ser testigo de Jesús?

Hago una oración

Jesús, que por mí subiste a la cruz, haz que sepa reconocer en tu sacrificio la manera como tu Padre, que es mi padre, ha querido amarme. Dame el coraje para no acobardarme en los momentos de sufrimiento, de renuncia y de dolor. Sostenme a la hora de la prueba, en la hora del dolor y en los túneles de la soledad. Hazme entender el misterio del Amor abriéndome caminos para amar. Sagrado Corazón de Jesús llena mi vida de tu presencia, ilumina mi camino de discípulo, hazme entusiasta testigo de tu amor. Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío.

Gracias y bendiciones del Corazón Traspasado

“... del seno misterioso de este divino Corazón traspasado brotarán torrentes de gracias y ríos de celestes bendiciones sobre este gran pueblo de África Central que nos es tan dilecto...”
(Escritos de San Daniel Comboni, 3330)

En los días que corren, hoy a muchos de nuestros contemporáneos les resulta muy difícil entender el lenguaje que habla de gracia, de poder recibir algo sin haber pagado un precio. Vivimos en una sociedad en donde hay que competir y sobresalir, estar por encima de los demás. La exaltación del poder y del tener condiciona la vida de muchas personas que tienen que hacer enormes sacrificios para poder estar en la cima o simplemente sobrevivir.

Vivir gratuitamente, ofreciendo la propia vida y recibiendo el don de los demás es algo que nos parece imposible y nos convierte en personas desconfiadas, cerradas en sí mismas y, al mismo tiempo, necesitadas de relaciones, de afectos y de ternura. Y, en profundo de nuestro corazón escuchamos la voz que nos dice que hemos venido a este mundo para darnos, para ser con los demás.

Las gracias y bendiciones que san Daniel Comboni veía brotar del Corazón de Jesús no eran más que la expresión de un amor incondicional por aquellos pueblos de África que se convirtieron en su pasión y en el único motivo de su existencia y la razón que lo movió para vivir entregado a los demás.

Qué bueno sería que aprendiéramos un poquito de ese Corazón abierto de Jesús que sigue derramando gracias y bendiciones sobre cada uno de nosotros. Eso nos ayudaría, seguramente, a vivir dándonos sin medida a los demás.

Reflexiono

¿Siento que las gracias y bendiciones de Dios se están manifestando en mi vida?

¿Cómo manifiesto mi apertura a los demás o vivo en la desconfianza y en temor a quienes están cerca de mí?

¿En qué reconozco las gracias y bendiciones de Dios en lo cotidiano de mis días?

Hago una oración

Te agradezco Señor por el don incondicional del amor que brota continuamente de tu costado abierto. Gracias porque me bendices a diario con la gracia de tu amor que se convierte en vida, en salud, en capacidad de contribuir en la creación de un mundo mejor. Gracias por tantas bendiciones con las cuales me cubres a diario y me permites ser gracia y bendición para las personas que me rodean. Qué tu corazón sea fuente perenne de bendiciones.